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Así como los ojos, los oídos y la nariz, son los órganos del cuerpo humano que permiten al
mundo manifestado entrar en el interior del ser; la mano va a ser, el órgano del cuerpo que
permite el contacto con las formas de la manifestación. Por ello, me parece que la mano es
un elemento interesante en el hombre, pues presenta una de las características que nos
hace hombres y nos diferencia del resto de los animales. El retraso del pulgar, nos da la
habilidad de la prensión fina y por ende, la capacidad de síntesis de las cosas, para
comprenderlas, conociendo sus detalles más pequeños. La mano reconoce cada cosa,
como suma de pequeños detalles y es a través de ella y su gran capacidad de síntesis, por
efecto del retraso del pulgar que podemos llegar a realizar clasificaciones detalladas de las
formas de la manifestación. Las proporciones de nuestra mano y las pequeñas falanges,
han permitido al hombre acercarse a los detalles del mundo que lo rodea. Tan poderoso es
este hecho, que toda la manera de percibir y pensar el mundo, cambia desde la
perspectiva de esta capacidad, tan particular en el hombre, que junto al lenguaje
articulado, la vertebra número 33, la bóveda palatal y su particular forma, han permitido
diferenciarlo biológicamente con claridad del resto de los integrantes del reino animal.
Cuando el hombre se vio abrumado por lo que le rodeaba, necesariamente pensó que una
entidad superior era autora de estas extrañas cosas. No podía el hombre pensar que un
ente de carácter animal, como él, fuera capaz de crear todo lo presente en las aguas, en la
tierra y en el cielo; decidiendo así que esa entidad superior tenía que ser una deidad, por
lo que le asignó a ella la explicación de todo fenómeno que no era capaz de explicar con
sus limitadas capacidades. Así se desenvuelve el mundo por miles de años, aun con
diferencias entre los criterios locales, de cómo entender a la deidad, todos coincidían en
que una deidad, o grupo de estas, fue o fueron autoras de todo lo creado. Lo cual es, en
esencia una contradicción evidente y directa con toda la teoría evolucionista moderna.
En particular, no era extraño que el hombre pensara que la mano era una característica
asignada al hombre por Dios, para brindarle mayores oportunidades de supervivencia e
incluso de supremacía sobre el resto de las cosas que lo rodean; por lo que el hombre
entiende que la mano es una importante pieza del ajedrez de la vida. Tan poderosa es la
mano, en el hombre, que quizá sea la herramienta más potente que este posee; al punto
de que, hemos llegado a usar palabras como “invalido” para aquel que no posee manos, o
cuando menos términos como “minusválido”, cuando falta una de ellas o alguno de los
dedos de esta. Le ha asignado nombres por demás sugerentes, cuando decimos “diestro”
para designar aquel que utiliza la mano derecha con mas habilidad, que de hecho se llama
también “derecha”, en clara alusión a lo recto y justo. No olvidemos que la otra mano, es
llamada “siniestra”, quizá porque esta, a los que son diestros, no le obedece tan fielmente
como la otra, por lo que es muy posible que se pensara, que tenía un pseudo gobierno
propio y desobediente. De allí que esta característica produjera la lógica pregunta ¿Por
qué no obedece igual? Algo hay en ella que la hace diferente, pero que no podía el
hombre del momento descifrar, por lo que a la siniestra se le asigno todo el simbolismo
oscuro o que el hombre no era capaz de responder por la vía de la razón.
La mano en el hombre, tiene 5 dedos que se alargan desde la palma de esta y son
literalmente, verdaderas extensiones llenas de órganos sensibles a diferentes factores del
entorno, que de esta manera, le permiten ser un órgano perceptor. En la antigüedad, a
cada dedo, falange, línea y contorno de la mano se le asignaban distintos planetas, signos
zodiacales y aspectos vitales, en la base filosófica de que el hombre es un microcosmos,
reflejo del macrocosmos y viceversa; siendo este, un intento de poner en la mano un
reflejo de la caracterización propia del individuo y con ellas las características propias del
cosmos que le rodea. De esta manera, el hombre, disponía en la mano de un verdadero
mapa de su existencia cosmogónica en el ámbito donde se desenvolvía. Así la
Quiromancia, mas allá de la simple adivinación, era capaz de explicar, las diversas
relaciones entre el ser humano y el cosmos en el que estaba inmerso.