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Perspectivas

postpandémicas:
Entre la reorganización capitalista
y la potencia de los explotados

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VÍCTOR MANUEL MONCAYO C.
EXRECTOR Y PROFESOR EMÉRITO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Pero ya están aquí las víctimas, con nosotros, sobre las esca-
linatas. Y tienen voz y voto y veto en nuestro pleito. ¡Crece,
crece la audiencia!

El sueño de las escalinatas


Jorge Zalamea

E
Incertidumbres y certezas

n medio de la circunstancia histórica impuesta por la


pandemia, el alud informativo impone difíciles condi-
ciones para el análisis y la reflexión. En concreto, de
alguna manera nos vemos compelidos a considerar y a
discutir sobre el fenómeno, cuya naturaleza aún no está
plenamente identificada, y sobre sus múltiples y aún confusos
efectos de diverso orden, con todas las complejas particularida-
des científicas y técnicas exigidas para su comprensión. La mis-
ma dificultad experimentamos al vernos obligados a apreciar las
alternativas y medidas que se vienen empleando para afrontarlo,
que necesariamente nos conducen al terreno interdisciplinar epi-
demiológico, o al campo de las ciencias de la salud para entender
las soluciones disponibles y las que se estiman posibles en un fu-
turo no determinable, en términos de tratamientos o de vacunas

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Ante el acontecimiento pandémico eficaces, o al de las decisiones políticas sobre
ocurrido, pueden operar las políticas del la protección de la vida o la conservación y
shock mediante las cuales el capitalismo restablecimiento de la organización social
productiva, presentadas en términos disyun-
aprovecha los desastres (políticos, como tivos o de imposible equilibrio. Se trata, sin
la dictadura de Pinochet, o naturales, duda, de un escenario signado por la incer-
como el huracán Katrina) para inducir tidumbre, en el cual no podemos situarnos
con facilidad, por cuanto navegamos sobre la
procesos de transformación o de cresta imprevisible del acontecimiento crítico.
reorganización del capitalismo. Se Lo que sí sabemos con relativa certeza es su
trata de la utilización de los efectos efecto develador de la realidad capitalista,
6 obviamente con las particularidades de cada
más dolorosos, como el hambre y formación social, como lo hemos planteado en
la pobreza, para que, a la manera artículos precedentes. La parálisis del sistema
de un chantaje, se acepten social y productivo y la interrupción o alteración de
los habituales comportamientos y relaciones
políticamente cambios muy sensibles individuales y sociales han evidenciado los
en el orden social productivo. Es lo rasgos principales del orden establecido,
que parece estar ocurriendo cuando más allá de las elaboraciones intelectuales o
académicas y de las presentaciones estadís-
se plantea “una nueva normalidad”, es ticas, que han sido precisamente recogidas
decir el mismo orden capitalista bajo en los numerosos estudios y ensayos que, con
reglas y orientaciones diferentes. distintos propósitos, se han conocido, y cuyo
contenido muestra la estructura de la organi-
zación productiva en los diferentes sectores,
la participación diferencial de los distintos
grupos poblacionales, las formas desiguales e
inequitativas de distribución de la riqueza, y
las modalidades de intervención de las orga-
nizaciones estatales.

La búsqueda de una visión prospectiva

Más allá de las soluciones inmediatas y de


los recursos destinados para ese efecto, que
es un terreno en el cual lo central es la defi-
nición acerca del balance sobre si los costos
son asumidos por los agentes capitalistas
o por lo grupos poblacionales no beneficia-
rios del sistema, sobre el telón de fondo del
gasto estatal que remite a las características
desiguales y regresivas del régimen tribu-
tario actual o futuro, incluidas las conse-
cuencias del endeudamiento acrecentado
por las urgencias de la emergencia, los más
significativos interrogantes se refieren a la
posibilidad de plantear una visión prospec-

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tiva sobre el rumbo de la organización capitalista con posterioridad a una superación, así sea
relativa o inestable, de la pandemia que se viene afrontando. Se trata, sin duda, de una dimen-
sión mucho más compleja, pues no solo es incierta sino imprevisible, ante la cual actuamos
con mucha impaciencia obnubilados por el afán de hallar algún desciframiento.
Ante esa situación, estamos forzados a regresar a la realidad del orden capitalista, del sistema
capitalista vigente, aunque viva momentos críticos. Lo que estamos experimentando no ha
ocurrido en sociedades neutras, planas, insaboras e incoloras; no se trata de un aconteci-
miento que ha venido a interrumpir el decurso de simples agrupaciones humanas, cuya exis-
tencia transcurría con la relativa “normalidad” a la cual quieren hacernos regresar, calificán-
dola como “nueva”. Corriendo el riesgo de la simplificación y, sobre todo, de la generalización,
intentemos apreciar dos dimensiones de ese orden capitalista, en las cuales discurren singu-
laridades con distinta significación.

El Capital y sus agentes: la defensa sistémica

En la primera dimensión, ese orden capitalista se expresa a través de agentes individuales,


que siempre calificamos como agentes capitalistas, que actúan bajo muchas formas y con
diferentes particularidades. Son personas de carne y hueso que obran como tales, o a través
de formas jurídicas empresariales. La gama de esas unidades es muy vasta y estas cumplen
muchas funciones en el interior de los órdenes nacionales existentes, o en espacios inter o
transnacionales. En el mundo de hoy, su identificación y denominación responde a muchos
criterios y distinciones: lo sectorial cuando se hace referencia a la tipología de bienes y servi-
cios a los cuales están asociadas; los clásicos procesos de producción inmediata, circulación

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o comercialización, y de financiación; el tamaño y las formas internas de
organización; su grado de articulación o de relativa autonomía; la prevalencia
o no del régimen salarial; su pertenencia al Estado o sus distintos vínculos
con los aparatos estatales; su despliegue en redes, o su dependencia directa o
indirecta respecto del sector financiero.
Son esos agentes quienes claman por no perder esa condición o, los más pers-
picaces, por lograr que el sistema del cual son expresión no se desvertebre.
Lloran por sus pérdidas o por la carencia de liquidez; apelan a mecanismos de
liquidación o de reorganización; demandan del Estado subsidios o créditos en
condiciones muy favorables o tratamientos tributarios especiales, y, cínica-
mente, apelan a la colaboración de sus trabajadores para que acepten dismi-
8 nuir sus costos laborales. Cada uno hace sus cálculos demostrativos de la
situación que afronta, pero en ningún caso hace siquiera alusión a los bene-
ficios o ganancias obtenidos, unos más que otros, antes de la pandemia, ni
muchísimo menos al destino productivo o improductivo que a ellos les han
dado, y que sin duda los han materializado en otros espacios, o que simple-
mente esconden, pues esa es la lógica de su funcionamiento. El recurso a la
pretendida legitimidad de la propiedad privada les permite protegerlos con
el manto de la intangibilidad, hasta el punto de que de ellos nada se puede
decir, ni siquiera para que concurran a palear la emergencia. Los lamentos de
la “pobre viejecita” de Pombo 1 se quedan cortos, y contrastan con sus incon-
mensurables tribulaciones, a las cuales les es imposible resistir.
Sus intereses, necesariamente egoístas, son indiscutibles. Nadie ni nada
puede desconocerlos, pero finalmente son lo que son, expresiones circunstan-
ciales de relaciones capitalistas que están más allá de las situaciones críticas
que exponen. El Capital como sistema necesita de ellos como actores en sus
complejos escenarios, pero no constituyen el Capital mismo. Hoy pueden ser
todos estos que se duelen y reclaman por su suerte, pero el Capital no se
sacrifica plenamente por ellos, mañana seguramente serán otros. La suerte
del capitalismo no está atada inexorablemente a la de sus agentes circunstan-
ciales, pues estos pueden desaparecer, mutar, transformarse o ser sustituidos.
Y es aquí donde irrumpe esa especialísima función del Estado de organizar al
conjunto de los agentes capitalistas, que le permite actuar como “un capital
colectivo” para utilizar la expresión de Engels. En esa misión aparece como
un representante del interés general o si se quiere nacional o de la pretextada
humanidad, para mantener y reproducir el sistema propiamente dicho, más
allá de los intereses egoístas de sus agentes.

1 Los lectores no colombianos requieren una explicación: Rafael Pombo escribió un poema
que todos desde niños conocemos en nuestro país, “La Pobre Viejecita”, del cual destacamos
estos versos: Érase una viejecita / Sin nadita que comer / Sino carnes, frutas, dulces / Tortas, huevos,
pan y pez; / Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café / Y la pobre no encontraba / Qué comer ni qué
beber; / Y esta vieja no tenía / Ni un ranchito en que vivir / Fuera de una casa grande / Con su huerta y
su jardín; / Y esta pobre viejecita / Al morir no dejó más / Que onzas, joyas, tierras, casas / Ocho gatos
y un turpial; / Duerma en paz, y Dios permita / Que logremos disfrutar / Las pobrezas de esa pobre /
Y morir del mismo mal.

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En esa tarea “colectiva” todo se orienta a del Estado, el monopolio del conocimiento y
proteger al sistema capitalista y no tanto a la apropiación del común.
sus agentes; lo clave es asegurar la super- En esa defensa sistémica operan múltiples
vivencia sistémica y de todos los elementos formas de intervención determinadas por
naturales, materiales e inmateriales que las regiones y por las especificidades socie-
históricamente han sido apropiados, trans- tarias. En este sentido, son muy diversas las
formados o construidos sucesivamente por perspectivas en espacios como el de la Unión
los agentes y que estos detentan, o por el Europa, o en el del Reino Unido, los EEUU,
propio Estado como “capital colectivo”, como Rusia, China y, en general, en las forma-
es el caso de los bienes del mismo carácter o ciones de todas las latitudes. El contexto
de las organizaciones de bienestar o de otro planetario vive un momento de reorgani-
tipo que ha organizado, así sepamos que en zación de su gobernanza, que no reside en
determinados momentos hayan sido priva- el regreso a la soberanía superada de los
tizados. De ese proceso de protección nece- estados nacionales, ni en el abandono de la
sariamente surgirán agentes beneficiarios globalización, sino en otras formas que están
o afectados, como bien puede apreciarse en en proceso de descubrimiento y construcción,
el contenido de las medidas instrumentales pero que de alguna manera se edificarán
que se utilizan, y seguramente surgirán otros sobre una constitución mixta a partir de la
nuevos que obrarán a su turno como nuevos situación de los Estados Unidos que, aunque
actores. Además, en ese proceso el Capital todavía dominan sobre los demás esta-
tiene muchas fortalezas que la emergencia dos-nación, muestran sensibles grietas en su
no destruye: la individualización propia del poder monárquico. Como recientemente lo ha
sistema, el carácter societario, la legitimidad señalado Negri, el gobierno imperial o global

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El trabajo actual, activo o en potencia, se ejerce en tres ámbitos: corporaciones,
se mueve por todos los lugares y ocupa estados-nación dominantes e instituciones
todos los intersticios de la vida, y ya supranacionales, en cuyo interior hay una
intensa competencia. En ese contexto “el tan
no está caracterizado exclusivamente alardeado retorno del Estado-nación, junto
por la salarización y por el esfuerzo con la retórica nacionalista, las amenazas de
sobre unos medios y una materia, guerras comerciales y las políticas proteccio-
nistas, no debe entenderse como una viola-
sino que cada vez es más autónomo, ción del sistema global, sino más bien como
móvil, temporal, precario, y produce varias maniobras tácticas en la competencia
no tanto transformaciones físicas sino entre poderes aristocráticos” en el mercado
10 global2 .
efectos intangibles o inmateriales.
En ese contexto, el trabajo social y De nuevo las políticas del shock
cooperativo se ha vuelto cada vez
Ahora bien; ante el acontecimiento pandé-
más potente, está sumergido en un mico ocurrido, pueden operar las políticas
mundo de redes de comunicación y de del shock, bien explicadas e ilustradas en la
conexiones digitales que atraviesan obra de Naomi Klein3, mediante las cuales
el capitalismo aprovecha los desastres (polí-
los grandes emplazamientos ticos, como la dictadura de Pinochet, o natu-
industriales, así como los sistemas rales, como el huracán Katrina) para inducir
agrícolas, y en realidad todas las procesos de transformación o de reorganiza-
ción del capitalismo. Se trata de la utilización
formas de la economía, comprendidas de los efectos más dolorosos, como el hambre
aquellas que se considerarían hoy y la pobreza, para que, a la manera de un
como las más “materiales”. chantaje, se acepten social y políticamente
cambios muy sensibles en el orden social
productivo. Es lo que parece estar ocurriendo
cuando se plantea “una nueva normalidad”,
es decir el mismo orden capitalista bajo
reglas y orientaciones diferentes. Es una
“estrategia política de utilizar las crisis a
gran escala para impulsar políticas que siste-
máticamente profundizan la desigualdad,
enriquecen a las elites y debilitan a todos
los demás. En momentos de crisis, la gente
tiende a centrarse en las emergencias diarias
de sobrevivir a esa crisis, sea cual sea, y

2 Michael, Hardt y Antonio Negri. Empire, Twenty


year on. New Lef t Review 120, nov-dic 2019.
3 Naomi Klein. La doctrina del shock. El capitalismo del
desastre. Paidós Ediciones, 2010, y Decir No, No bas-
ta. Paidos, 2017.

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tiende a confiar demasiado en los que están en el poder. Quitamos un poco los
ojos de la pelota en momentos de crisis”4 .
Klein nos ha avanzado algunas ideas preliminares sobre ese cambio5 . Define
lo que nos acecha, lo que está en ciernes, como “una Doctrina del Shock
pandémico, a la que llama el nuevo pacto o New Deal de las Pantallas (Screen
New Deal). Plantea el riesgo liso y llano de que esta política de las corpora-
ciones amenace destruir al sistema educativo y de salud. El rastreo de datos,
el comercio sin efectivo, la telesalud, la escuela virtual, y hasta los gimnasios
y las cárceles, son parte de una propuesta “sin contacto y altamente rentable”.
“Ahora, en un contexto desgarrador de muerte masiva, se nos vende la dudosa
promesa de que estas tecnologías son la única forma posible de proteger nues-
tras vidas contra una pandemia”. 11
Y agrega: “Este es un futuro en el que, para los privilegiados, casi todo se
entrega a domicilio, ya sea virtualmente a través de la tecnología de trans-
misión y en la nube, o físicamente a través de un vehículo sin conductor o
un avión no tripulado, y luego la pantalla «compartida» en una plataforma
mediada. Es un futuro que emplea muchos menos maestros, médicos y conduc-
tores. No acepta efectivo ni tarjetas de crédito (bajo el pretexto del control del
virus) y tiene transporte público esquelético y mucho menos arte en vivo.
Es un futuro que afirma estar basado en la «inteligencia artificial», pero en
realidad se mantiene unido por decenas de millones de trabajadores anónimos
escondidos en almacenes, centros de datos, fábricas de moderación de conte-
nidos, talleres electrónicos, minas de litio, granjas industriales, plantas de
procesamiento de carne, y las cárceles, donde quedan sin protección contra la
enfermedad y la hiperexplotación. Es un futuro en el que cada uno de nues-
tros movimientos, nuestras palabras, nuestras relaciones pueden rastrearse
y extraer datos mediante acuerdos sin precedentes entre el gobierno y los
gigantes tecnológicos”.
Obviamente, las posibles tendencias de una verdadera nueva fase del capita-
lismo no residen sólo en ese reforzamiento del vínculo con el mundo tecnoló-
gico, sino con la acentuación de las nuevas formas de extracción de valor, que
prácticamente eliminarán la forma salarial clásica, y que irán acompañadas
de refinados mecanismos de control social, de florecimiento de regímenes
autoritarios y de reproducción y normalización de la precariedad como condi-
ción social, sobre el sustrato permanente de la desigualdad creciente. No se
trata, por consiguiente, del colapso o del apocalipsis del capitalismo, sino de
un capitalismo en una era profundamente diferente, que apenas sospechamos
y no podemos todavía descifrar.

4 El desastre perfecto: Naomi Klein y el coronavirus como doctrina del shock. Entrevista del 15-
03-20.
5 Naomi Klein. Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-co-
ronavirus. Por Naomi Klein. The intercept 20/95/20.

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Las víctimas del capitalismo: la llas que se considerarían hoy como las más
potencia de los explotados de hoy “materiales”.
Es un mundo que ya tenía esos rasgos antes
La situación que vive el capitalismo en este de la pandemia, pero que ahora se ha desnu-
presente no proviene del sector financiero, dado más claramente. Por él desfilan, como
como ocurrió en 2008, sino de una circuns- verdaderas víctimas del capitalismo, esas
tancia natural que ha paralizado el conjunto singularidades de todas las condiciones:
de la economía, que ha provocado un freno de el obrero fabril que aún subsiste, el deslo-
la producción y la distribución así como del calizado, el autónomo o independiente,
gasto y el consumo, y un colapso financiero. el precario, el informal, el ambulante, el
Frente a ello, las alternativas son inciertas, nómade, el miserable que no puede satis-
12 pero de alguna manera se apoyan en las iner- facer sus necesidades más elementales, los
cias del sistema en su permanente proceso de encarcelados, los que van a la escuela o a la
transformación. universidad, el migrante ...
Sin embargo, es claro que bajo esas rela- Pues bien, como en otros momentos histó-
ciones capitalistas y sometidos a ellas, está ricos, los explotados se expresarán en
ese vasto y abigarrado colectivo de singulari- términos de protestas y revueltas, en gran
dades heterogéneas, conflictivas e inestables, medida determinadas y moldeadas por los
en el cual coexisten las formas de trabajo efectos de las políticas de confinamiento, de
asalariado, de trabajo no remunerado, preca- distanciamiento social y de profundización
rias, autónomas, domésticas, informales, de de la precariedad y la desigualdad, para plan-
subsistencia y marginales, por fuera de los tearse como un obstáculo a la reorganización
mecanismos de control social. Ese conjunto capitalista. Para ello, no solo reclamarán por
reúne a todo el trabajo vivo que existe bajo los efectos inmediatos de las políticas anti-
el capital, muy lejos de la figura del trabajo pandémicas, sino que podrán reorientar sus
representado por una acumulación determi- formas de lucha social, en sentido opuesto a
nada de horas durante una jornada, en el la nueva normalidad que busca reeditar las
interior de aquellos lugares cerrados propios condiciones de la explotación.
del establecimiento fabril, claramente dife- Todos ellos están solo en apariencia prote-
renciados y separados de los espacios del no gidos por el Estado, aunque este proclame
trabajo, de la llamada vida privada, domés- que los representa. Más bien los controla,
tica. El trabajo actual, activo o en potencia, los vigila, los reprime. Pero, tienen formas
se mueve por todos los lugares y ocupa todos de expresión y de resistencia, que también
los intersticios de la vida, y ya no está carac- son multiformes y heterogéneas. En prin-
terizado exclusivamente por la salarización cipio carecen de la unidad que antes podía
y por el esfuerzo sobre unos medios y una provenir de esa dualidad que representaba
materia, sino que cada vez es más autónomo, el espacio fabril y la vivienda. Como tales,
móvil, temporal, precario, y produce no están dispersos pero históricamente pueden
tanto transformaciones físicas sino efectos reencontrar la unidad como especie que los
intangibles o inmateriales. En ese contexto, identifica, y que los reúne más allá de sus
el trabajo social y cooperativo se ha vuelto diferencias biológicas, raciales, sexuales,
cada vez más potente, está sumergido en un históricas o sociales.
mundo de redes de comunicación y de cone- No son ni serán espectadores de la nueva
xiones digitales que atraviesan los grandes normalidad del capitalismo, que formali-
emplazamientos industriales, así como los zará el distanciamiento social y los controles
sistemas agrícolas, y en realidad todas las biométricos, en medio de la pérdida de cientos
formas de la economía, comprendidas aque- de millones de empleos en todo el planeta y

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de la agudización de las condiciones de pobreza y miseria lindantes con el


hambre. En medio de los efectos que producirá la pandemia, aún descono-
cidos e imprevisibles, las dimensiones sociales y económicas sobre ese vasto
conjunto del trabajo vivo, de todas maneras profundizará las condiciones
inequitativas de la reproducción y de precarización de la vida social, de tal
manera que el fenómeno del shock atrás planteado pueda tornarse ambivalente
y favorecer ese reencuentro político del conjunto de singularidades que son
víctimas del capital, para que puedan reanudar esas múltiples experimenta-
ciones que interrumpió y barrió la pandemia y recuperar las reivindicaciones
centrales alrededor de las formas de reproducción mercantilizadas o inexis-
tentes, en especial en los campos de la salud y la educación; del reconoci-
miento del trabajo de atención y cuidado que viene reclamando el feminismo,
como un elemento constitutivo de la subjetividad; del salario básico universal;
de la concentración de la producción alrededor de los bienes esenciales; de
resistencia y rechazo de las formas autoritarias del régimen, y de control y
gestión de los bienes comunes, poniendo especial énfasis en la naturaleza y
sus propiedades. Todo ello, transgrediendo la prohibición del espacio público
que introdujo la pandemia para, sin distanciamientos, reiniciar y fortalecer en
las calles y caminos las experiencias ya vividas de otra posible democracia.
A este respecto, como nos lo ha recordado recientemente Negri6, hay que
oponer, al contrario de Gramsci, el optimismo de la razón al pesimismo de
la voluntad, lo cual significa que podemos creer, extremando nuestra racio-
nalidad, que la historia compleja y discontinua encierra de todas maneras la
potencia del trabajo que, en su nueva subjetividad, puede reconstruir su orga-
nización. No podemos repetir otros momentos de la lucha de clases, sino que
tenemos que tener capacidad para encontrar un nuevo concepto de ella, en
el cual quepa todo ese conjunto heterogéneo de singularidades, ahora deve-
ladas, en cuya potencia tenemos que confiar para que imponga su liderazgo.

6 Negri, Antonio. Travail vivant contre Capital. París: Les editions Sociales. 2019. (La obra será
próximamente publicada en español por Ediciones Aurora).

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