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Sobre la argumentación en materia de hechos.

Comentario
crítico a las tesis de Perfecto Andrés Ibáñez
Manuel ATIENZA

1. Una de las insuficiencias más notables de las todo) en razones extraprocesales o políticas: se tra-
teorías de la argumentación jurídica que se han ela- ta de hacer posible un control racional del poder ju-
borado en las últimas décadas es la escasa o nula dicial. Ahora bien, donde el juez (penal) detenta un
atención que prestan a la argumentación en materia mayor poder es precisamente en relación con los he-
de hechos. Esa carencia es particularmente grave chos, y de ahí que la exigencia de control adquiera
en relación con el Derecho penal, cuya aplicación en este campo una especial significación.
plantea más a menudo cuestiones relativas a la 2.2. El juez no se entiende directamente con los
prueba de los hechos que problemas de interpreta- hechos, sino con proposiciones relativas a los he-
ción normativa. Argumentar en Derecho penal es, chos. Además, el propio juez contribuye inevitable-
más que otra cosa, una argumentación sobre los he- mente a configurar de alguna manera los hechos de
chos, aunque ciertamente se trate de hechos cuali- la sentencia, pues lo que existe no son «datos bru-
ficados por (o vistos a través de) normas. tos», sino datos que él interpreta a partir de una de-
Si del campo de la teoría de la argumentación ju- terminada red conceptual, ideología, etc. En conse-
rídica pasáramos al de la dogmática procesal, el jui- cuencia, la argumentación sobre los hechos no de-
cio que habría que hacer no sería muy distinto: la bería concebirse como una simple descripción ex-
cuestión de la motivación de los hechos no ha cons- terna (es decir, desde fuera) de hechos objetivos.
tituido -al menos, hasta fechas muy recientes- un 2.3. Los hechos psicológicos (por ejemplo, la in-
centro de interés de los procesalistas; a ello ha con- tención requerida para que una determinada con-
tribuido, sin duda, tanto la exclusión legal del con- ducta caiga bajo un determinado tipo penal) no son
trol de los hechos por vía de casación, como una juicios de valor (sólo susceptibles de una aprecia-
práctica judicial que ha tendido a reducir al mínimo ción subjetiva) ni tampoco juicios de inferencia, sino
-cuando no simplemente a eludir-la obligación de precisamente hechos que, eso sí, pueden ser más
motivación. difíciles de establecer que los que conciernen a la
En este contexto, el trabajo de Perfecto Andrés conducta externa de los agentes. En ambos casos,
Ibáñez, Acerca de la motivación de los hechos en la establecer como probado un hecho no puede verse
sentencia penar, me parece de una gran importan- como el fruto de una deducción, sino de una induc-
cia, al menos por estas dos razones. La primera es ción: la conclusión de ese razonamiento no puede
que analiza el tema considerando en profundidad los tener nunca valor de certeza, sino de probabilidad,
tres niveles a los que acabo de hacer referencia --el por más que en ocasiones se trate de una probabi-
de la práctica judicial, el de la doctrina procesal y el lidad particularmente alta.
de la teoría del Derechcr- lo que, entre nosotros, es 2.4. La actividad probatoria del juez tiene simili-
algo verdaderamente inusual. Y la segunda es que tudes, como a veces se ha señalado, con la que lle-
su propuesta para orientar la práctica -y la cultu- va a cabo el historiador o el detective cuando tratan
ra- jurídica al respecto me parece fundamental- de establecer ciertos hechos. Sin embargo, lo que
mente correcta. Las críticas que voy a presentar aquí caracteriza a la primera es, sobre todo, la utilización
a ese trabajo se refieren básicamente a cuestiones de un método inductivo, lo que supone que sus con-
<le un tipo que podría llamarse conceptual y no pre- clusiones -como se ha dichcr- tienen sólo un va-
tenden configurar una alternativa a esa propuesta, lor de probabilidad. Respecto de la prueba, el juez
sino que, en todo caso, tratarían de precisarla. no hace deducciones.
Pero antes de emprender esa labor de crítica, qui- 2.5. El principio de la libre convicción (frente al
zás convenga presentar, aunque sea muy breve- de la prueba legal o tasada) no significa que el juez
mente, las tesis centrales de ese trabajo. tenga plena libertad para establecer qué considera
2. En mi opinión, esas tesis se dejan sintetizar o no como un hecho probado. Por el contrario, la
en los diez siguientes puntos: obligación de motivar los hechos implica que el juez
2.1. La importancia de la obligación de la moti- tiene que justificar racionalmente por qué considera
vación -y, en particular, de la motivación de los he- un determinado hecho como probado, aunque su ra-
chos en la sentencia penal- radica no sólo en ra- zonamiento sólo pueda lIevarle a conclusiones pro-
zones de tipo intraprocesal, sino también (sobre bables.

1 El trabajo ha aparecido publicado en «Doxa», n.O12, 1992, posición es, a su vez, un desarrollo de mi intervención en el 11 Se-
págs. 257-299, y constituye una reelaboración de la intervención minario de teoría y práctica de la argumentación (Alicante, mayo
del autor en el curso del Consejo General del Poder Judicial so- de 1993).
bre «La sentencia penal» celebrado en ese mismo año. Mi ex-

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2.6. La representación del razonamiento del juez cer más claro y explícito el contenido de la senten-
como «un silogismo» es equivocada. Lo que hay cia, lo que resulta enteramente razonable), parece
-Perfecto Andrés Ibáñez sigue aquí la opinión de que ello tendría que estar conectado con la crítica
Luigi Ferrajoli- son más bien tres inferencias: una de la teoría del silogismo presentada en el anterior
inferencia inductiva (que concluye con una proposi- punto 2.8. y que lleva a «estructurar» las sentencias
ción como ••Fulano ha causado la muerte de Men- en las tres partes consabidas (fundamentos de De-
gano»); una inferencia deductiva (cuya conclusión recho, antecedentes de hecho y/o hechos probados
sería «Fulano ha cometido un delito de homicidio»); y parte dispositiva) que se corresponden, respecti-
y un silogismo práctico (que permite por fin llegar a vamente, con la premisa mayor, la premisa menor
la conclusión -la parte dispositiva de la sentencia- y la conclusión del silogismo. Sin embargo, esta for-
de que «Fulano debe ser condenado a tal pena»). ma de estructurar la sentencia es no sólo inobjeta-
2.7. La corrección de la argumentación inducti- ble, sino necesaria: el contenido de la resolución ju-
va del juez debe evaluarse a partir de algunos crite- dicial ---esto es, una norma individual y concreta-
rios como los siguientes: a) la inferencia debe tener sólo puede entenderse justificada si la misma pue-
un referente empírico identificable; b) la hipótesis de verse como la consecuencia lógica de una pre-
acusatoria (la conclusión del razonamiento) debe ser misa normativa general conjuntamente con una pre-
ratificada por más de un hecho; c) cuantas menos in- misa fáctica que establezca que ha tenido lugar un
ferencias tengan que hacerse hasta llegar a la con- hecho subsumible en el «supuesto de hecho» de la
clusión, tanto más fiable será ésta; d) la hipótesis norma. A esto es lo que la teoría de la argumenta-
debe resistir las contrapruebas de la defensa; e) de- ción jurídica suele denominar «justificación interna»,
ben quedar desvirtuadas todas las hipótesis alterna- en cuanto componente necesario (pero no siempre
tivas, y f) si hay varias hipótesis, hay que optar por suficiente) de la justificación judicial.
la más simple. 3.2. Con respecto al problema (ciertamente cen-
2.8. Las máximas de experiencia funcionan tral) de en qué consiste la motivación, nuestro autor
como premisas de la argumentación y tienen un va- distingue dos posturas tradicionales que caracteriza
lor variable. Pero no confieren al argumento certeza como sigue: la primera identifica la motivación con
absoluta (o sea, no lo convierten en deductivo), por- «la individualización del iter lógico jurídico mediante
que no son leyes de forma universal, sino la simple el que el juez ha llegado a la decisión» y entiende,
constatación de ciertas regularidades dadas. Por lo pues, la motivación como una actividad «de tipo pre-
demás, una máxima de experiencia tiene también valentemente descriptivo»; la segunda, por el con-
que estar fundada racionalmente. trario, «atribuye a la motivación un carácter más bien
2.9. La sentencia debe ser un texto autosuficien- justificativo, que opera como racionalización a pos-
te que sea comprensible para un tercero (para la so- teriori de la decisión previamente tomada». Frente a
ciedad). Por eso, no basta con indicar cuáles son ambas, Andrés lbáñez -siguiendo también aquí a
los hechos que se consideran probados. Hay que Ferrajoli- entiende que la actividad motivadora del
dar también las razones que permitieron al juez lle- juez ha de tener «un estatuto esencialmente cog-
gar ahí. El acto judicial es así más difícil, pero ad- noscitivo, único que puede conferir a la decisión ju-
quiere también una mayor legitimidad. diciallegitimidad política y validez desde el punto de
2.10. La argumentación sobre los hechos puede vista epistemológico y jurídico» (pág. 262). Sin em-
ser, y debe ser, controlable en casación y a ello no bargo, tanto la caracterización de la segunda postu-
se opone el principio de inmediación. La inmedia- ra como su propuesta parecen discutibles:
ción consiste en que el juez ha de tener, en el juicio a) Lo que hace discutible la mencionada carac-
oral, una percepción directa de los hechos (mejor: terización es que, en realidad, con ello no se
de los medios de prueba de los hechos), pero a par- está caracterizando una postura, sino dos. Es
tir de aquí lleva a cabo inferencias que pueden ser decir, una cosa es entender la motivación
controladas por el tribunal supremo. Lo que justifi- como justificación (esta sería, por ejemplo, mi
caría ese control es que el defecto o la carencia de posición), y otra muy distinta es entender que
motivación -incluida la motivación fáctica- produ- motivar significa racionalizar a posteriori una
ce siempre indefensión (art. 24 CE) y encarna una decisión previamente tomada. Prueba de ello
forma de ejercicio arbitrario de un poder público es que quien piensa de esta segunda forma
proscrita también por la Constitución (art. 9.3 CE). (es típicamente el caso de un realista jurídico
3. Las críticas que me propongo formular a es- como Jerome Frank) está al mismo tiempo
tas tesis son también en número de diez pero negando que las decisiones judiciales pue-
-como en seguida se verá- no se refieren a todos dan, en sentido estricto, justificarse.
y cada uno de los anteriores puntos. Más bien po- b) Lo que hace discutible la propuesta de An-
dría decirse que la mayoría de ellas se refieren a drés Ibáñez es que no parece que algo que
ciertas consecuencias o presupuestos que se co- tiene un carácter esencialmente práctico (una
nectan con algunas de las anteriores tesis. Pero vea- decisión) pueda reducirse a, o entenderse bá-
mos ya cuáles son esas críticas: sicamente como, una operación esencialmen-
3.1. Una consecuencia que Perfecto Andrés Ibá- te cognoscitiva. De hecho, el propio autor, ha-
ñez extrae de las anteriores tesis es que la senten- cia el final de su trabajo, viene a reconocer (ci-
cia exige un «estilo diverso del convencional» y tando a Gianformaggio) que «motivar (...) sig-
«probablemente» también «una nueva estructura» nifica justificar» (pág. 291), esto es, vendría a
(pág. 261). Ahora bien, aunque el autor no precisa entender la motivación precisamente en uno
qué habría que entender por una «nueva estructu- de los sentidos que anteriormente había des-
ra» (los cambios en cuanto al estilo se refieren a ha- calificado.

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e) Parece obvio que «motivar» es una palabra opera justamente con ese principio), sino la de evi-
ambigua que puede significar tanto explicar o tar que pueda tener lugar un resultado indeseable
mostrar las causas -los motivos- de un (la condena de inocentes), para lo cual se está dis-
efecto (la decisión), como también aportar ra- puesto a asumir el riesgo de un resultado que tam-
zones que permitan considerar una determi- poco se desea (la absolución de culpables), pero
nada acción (una decisión) como algo correc- que se considera menos malo que el otro. En defi-
to o aceptable. Si se acepta esta distinción, nitiva, la institución no responde a un interés de tipo
me parece que la obligación de «motivar» las cognoscitivo o teórico, sino de carácter práctico, y
sentencias no puede entenderse más que en esto es precisamente lo que hace que la presunción
este segundo sentido, es decir, equivaliendo de inocencia no sea un caso de la falacia del agu-
a «justificar».
mentum ad ignorantiam: al utilizar ese principio, el
3.3. Al distinguir los «hechos psicológicos» de juez no argumenta en el sentido de pasar de «no
los «juicios de valor», Andréslbáñez acepta implíci- está suficientemente probado que Fulano haya co-
tamente una caracterización de estos últimos (su metido el delito X» a «es verdad que Fulano no ha
fuente al respecto es nada menos que Ayer) en tér- cometido el delito», sino que de la primera proposi-
minos puramente emotivos; esto es, un juicio de va- ción (conjuntamente con el principio en cuestión) se
lor no sería más que la manifestación de un senti- pasa a «Fulano debe ser absuelto del delito X», es
miento de aprobación o desaprobación. Ahora bien, decir, la conclusión es un enunciado práctico, no
esta caracterización no sólo resulta discutible, sino teórico.
que no parece encajar muy bien con la tesis central
¿y cómo puede pensarse que el principio de que
del artículo. Pues si los juicios de valor fuesen apre-
es nula la prueba i1ícitamente obtenida -otro ejem-
ciaciones meramente subjetivas, eso querría decir
plo de garantía procesal- obedece fundamental-
que no pueden ser controlables racionalmente, yesa
mente a un interés cognoscitivo, cuando lo que su-
irracionalidad se trasladaría también inevitablemen-
pone es precisamente un límite a la búsqueda de la
te a la motivación de la sentencia (dada la incues-
verdad? En los días anteriores a la redacción de este
tionable relevancia de los juicios de valor). Dicho de
trabajo, los periódicos publicaron la noticia de que
otra forma, la propuesta del autor (especialmente si
el Tribunal Constitucional había dado la razón a una
se considera su pretensión de ver la motivación
sentencia de la sala de la Audiencia Provincial de
como una operación esencialmente cognoscitiva) no
Madrid de la que había sido ponente el propio An-
parece fácilmente compatible con una concepción
drés lbáñez y en la que se absolvía a una persona
emotivista -no cognoscitivista- de la ética.
acusada de tráfico de drogas, porque la policía ha-
3.4. Es cierto que los elementos cognoscitivos o bía procedido a su detención (habiéndole ocupado
epistemológicos son de una gran relevancia en la así una determinada cantidad de droga) tan sólo so-
motivación de la sentencia y no cabe tampoco duda bre la base de una «actitud sospechosa». ¿Acaso
de que donde mayor peso adquiere lo que Perfecto podría pensarse que si, en ese caso, la detención
Andrés lbáñez llama el «interés epistemológico» del se hubiera hecho en forma correcta (por ejempo, con
juez es precisamente en relación con la determina- un mandamiento judicial), el hecho de la posesión
ción de los hechos. Sin embargo, ese elemento está de la droga adquiriría una certeza que de otra forma
en el artículo comentado (y en la obra de Ferrajoli no tenía? ¿En virtud de qué principio epistemológi-
que le sirve de inspiración) claramente exagerado. co? ¿Es simplemente -o fundamentalmente- el in-
Donde quizás se vea mejor esa exageración es terés de la búsqueda de la verdad lo que le lleva en
en relación con el principio de presunción de inocen- un caso como éste a tomar una tal decisión?
cia que Perfecto Andrés Ibáñez presenta, en mi opi- 3.5. Al examinar las relaciones entre el modelo
nión, de una forma distorsionada. Según él, ese prin- del juez y el del detective, Andrés Ibáñez descarta
cipio es expresión legal del interés epistemológico que el razonamiento del juez obedezca a lo que Peir-
del juez, es decir, de que «la búsqueda de la ver- ce llamaba una abducción, mientras que sí acepta
dad ha de ser ajena a otro interés que no sea pre- esta caracterización para los razonamientos tipo
cisamente ése» (pág. 266), pues las garantías pro- Sherlock Holmes. Ahora bien, nuestro autor tiene,
cesales y penales no son sólo garantías de libertad, en mi opinión, razón al dudar de que se pueda es-
sino de verdad (pág. 284). Así, en la inferencia in- tablecer una distinción con alguna nitidez entre la in-
ductiva que realiza el juez «cobra un valor esencial ducción y la abducción pero, precisamente por esto,
de signo positivo la falacia del argumentum ad igno- yo no veo que se pueda sostener con facilidad que
rantiam» que el autor entiende se comete «cuando el operar judicial obedece a un modelo de tipo in-
se sostiene que una proposición es verdadera sim- ductivo, mientras que el del detective seguiría el pa-
plemente sobre la base de que no se ha demostra- trón de la abducción. Andrés lbáñez parece consi-
do su falsedad (...) y que es falaz en todos los con- derar como características de la inferencia judicial,
textos excepto en uno: la corte de justicia» en primer lugar, que «en el punto de partida, existe
(págs. 273-4).
ya una hipótesis (la hipótesis acusatoria»>; y, en se-
Ahora bien, es cierto que la tarea del juez en la gundo lugar, que «la indagación judicial no lleva a
indagación de los hechos está dirigida a la búsque- la construcción de teorías» (pág. 276). Sin embargo,
da de la verdad, pero lo que no parece es que la pre- la primera característica no me parece que haga re-
sunción de inocencia cumpla aquí un papel episte- ferencia a alguna peculiaridad del razonamiento
mológico. Su función no es la de servir para mejor sino, en todo caso, a una cierta división del trabajo
conocer unos hechos (quien se propone simplemen- que por lo demás es relativa: el detective debe es-
te conocer, como el historiador o el detective, no clarecer un caso, esto es, arribar a una hipótesis

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acusatoria, pero también puede perfectamente 3.6. Mi mayor discrepancia con el artículo de
ocurrir que a un detective se le encargue examinar Perfecto Andrés Ibáñez se refiere probablemente a
si las pruebas de que se dispone son o no suficien- la crítica -y a la exposición- de la teoría del silo-
tes para sostener una determinada hipótesis; y el gismo. El autor nos dice que «la representación ideal
juez tiene que comprobar si las pruebas aportadas del modo de razonar del juez como un silogismo (oo.)
acreditan una cierta hipótesis, pero la tarea argu- ha sido eficazmente cuestionada en su capacidad
mentativa -investigadora- del juez puede, natural- descriptiva» y que, además, esa teoría cumple una
mente, haber empezado mucho antes. Y por lo que función ideológica (Andrés Ibáñez sigue aquí a Ta-
se refiere a la segunda característica, esto es, a la ruffo) porque ••más que describir el juicio, construye
construcción o no de teorías, no me parece que que- un modelo abstracto e ideal de juicio: se plantea una
pa hacer ninguna distinción relevante entre la inves- situación en la que la norma es un dato preexisten-
tigación del juez y la del detective. En mi opinión, la te, en un ordenamiento positivo completo y sistema-
diferencia que habría que trazar entre ambos tipos tizado, cuya interpretación en vista de la aplicación
de argumentación es que la del juez está inmersa al caso concreto consiste en una actividad esencial-
en un determinado contexto institucional que le fija mente cognoscitiva de carácter sistemático. Se pre-
un tipo de límites de los que carece el investigador: supone además que una actividad de este género
así, por ejemplo, aun cuando la investigación hubie- es en todo caso necesaria y suficiente, sin que de-
se vulnerado el principio de presunción de inocen- ban intervenir operaciones y apreciaciones no redu-
cia o el de la prueba i1ícitamente obtenida, un detec- cibles dentro del módulo del polisilogismo»
tive puede perfectamente tener muy buenas razo- (pág. 281).
nes (razones de orden cognoscitivo) para llegar a la Ahora bien, en mi opinión, esa crítica está mal diri-
conclusión de que X fue quien cometió el delito, aun- gida, por la sencilla razón de que la teoría del silo-
que esas serían razones que un juez (en cuanto tal gismo -y, en general, la lógica deductiva- no pre-
juez, esto es, en cuanto órgano que tiene que justi- tende describir el proceso del razonamiento, sino
ficar en Derecho una decisión) no puede utilizar. controlar su validez y de ahí que ofrezca modelos
Pero, dentro de los límites fijados por el Derecho, el abstractos e ideales del razonamiento. Pertenece no
tipo de argumentación sobre los hechos que efec- al contexto de descubrimiento de los razonamientos,
túa un juez no me parece que difiera en lo esencial sino al contexto de su justificación. Por eso también,
de lo que Peirce parecía entender por abducción. no tiene sentido atribuir carácter ideológico a la teo-
Uno de los ejemplos que el autor norteamericano po- ría del silogismo judicial porque en lugar de descri-
nía de abducción es éste: ••En cierta ocasión desem- bir el juicio construya un modelo ideal de juicio
barqué en un puerto de una provincia de Turquía y (pues, en ese caso, toda la lógica deductiva sería
subí, paseando, a una casa que iba a visitar. Encon- ideológica), aunque sí que sería probablemente
tré a un hombre encima de un caballo, rodeado de ideológico pretender que la justificación de las deci-
cuatro jinetes que sostenían un dosel sobre su ca- siones judiciales puede hacerse siempre (o a menu-
beza. El gobernador de la provincia era el único per- do) sirviéndose únicamente de deducciones (de
sonaje que puede tener tan gran honor, por tanto in- silogismos).
ferí que aquel hombre era él»2. Ahora, dígaseme si
3.7. La caracterización que Perfecto Andrés Ibá-
esto difiere en mucho de la argumentación que se
ñez hace de la argumentación deductiva y de la in-
encuentra en una sentencia de 17 de enero de 1992
ductiva, resulta, en mi opinión, no del todo clara, por-
de la sala de la Audiencia Provincial de Madrid de
que el autor presenta esta distinción más en térmi-
la que también fue ponente Andrés Ibáñez (como se
nos epistemológicos que propiamente lógicos. Se-
ve, yo no considero que los argumentos ad persa-
gún él, una deducción vendría a ser un argumento
nam sean necesariamente falaces). El problema que que lleva a un conocimiento necesariamente verda-
ahí se discutía era si un hombre casado que había
dero y una inducción un argumento que sólo permi-
instalado un artilugio en el aparato telefónico de su
casa para registrar las llamadas pretendía con ello te alcanzar conclusiones con un mayor o menor gra-
enterarse de la vida íntima de su esposa (lo que su- do de probabilidad. Ahora bien, esto no es exacta-
pondría la comisión de un ilícito penal), o simplemen- mente lo mismo que decir que un argumento deduc-
te controlar que no estaba pagando una factura ex- tivo es aquel en el que si las premisas son verda-
cesiva por defecto de la línea telefónica. En el apar- deras, entonces también lo es necesariamente la
tado de hechos probados se argumentaba así: conclusión, mientras que en un argumento de forma
••debe concluirse que en el caso examinado hubo inductiva es posible que las premisas sean verda-
por parte del apelante el propósito deliberado de to- deras y sin embargo no lo sea la conclusión. Si se
mar conocimiento de las conversaciones de su es- acepta esta segunda caracterización (que responde
posa. Esto se infiere en forma razonable de la a la forma lógica de la inferencia, esto es, el tipo de
preexistencia de una situación familiar conflictiva y conexión que se da entre las premisas y la conclu-
de la utilización consciente de un medio no sólo ade- sión, y no a la calidad epistemológica como tal de
cuado, sino incluso específico para aquella fina- la conclusión), entonces es perfectamente posible
lidad». que un argumento de forma inductiva nos lleve a una

2 El ejemplo lo tomo de Tomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sec razones del Derecho. Teorfas de la argumentación jurfdica, Cen-
beok, Sherlock Holmes y Charles S. Peirce. El método de la in- tro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, págs. 36-39. So-
vestigación, Paidós, Barcelona-Buenos Aires-México, 1987. Esta bre la abdución véase también el trabajo de Pablo Bonorino, en
opinión respecto a la caracterización de la argumentación sobre «Doxa ••, n.O14.
los hechos del juez y del detective la habla ya sostenido en Las

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conclusión que tenga un mayor grado de certeza pensar que la toma de una decisión implica
que otro de forma deductiva (pero que parta de pre- bastante más que esas tres operaciones),
misas más o menos dudosas). sino que tampoco parece ajustarse a la reali-
3.8. En relación con la propuesta recogida en el dad (no está nada claro que el juez proceda
anterior apartado 2.6 y consistente en ver en el mo- de acuerdo con el orden ahí establecido: fija-
dus operandi del juez tres inferencias en lugar de ción de los hechos-calificación normativa de
una sola, hay una afirmación que me parece erró- los mismos-parte dispositiva o incluso que
nea y otra --cuando menos- discutible. El error exista de hecho una separación entre esas
-o, quizás, la errata- consiste en que, por un lado, tres operaciones).
se afirma que la conclusión de la inferencia deduc- c) Si se trata de lo segundo, entonces no se ve
tiva en que consiste la calificación de los hechos cuál es la ventaja de sustituir el silogismo tra-
(<<Fulano ha cometido un homicidio») «no tiene la dicional. Es más, yo no creo que haya aquí
forma de las proposiciones normativas, sino de pro- en realidad ninguna sustitución. El silogismo
posiciones aserlivas» pero, por otro lado -pocas lí- práctico subsiste igual, y lo que ocurre es que
neas después-, se dice que las premisas del silo- al mismo se le añade una cadena de dos in-
gismo práctico (una de ellas es que «Fulano ha co- ferencias cuya conclusión sería la premisa
metido un homicidio») «son normativas» (pág. 282). fáctica del referido silogismo (algo que --cla-
Y lo que me parece discutible es pensar que tanto ro ésta- no choca en absoluto con el mode-
la inducción en que consistiría la prueba de los he- lo que se pretende descalificar).
chos como la deducción a que obedecería la califi- d) Además, el modelo de Ferrajoli (entendido en
cación jurídica de los mismos son simplemente ar- este segundo sentido) parece claramente in-
gumentaciones «relativas a la existencia o inexisten- completo, en cuanto que sólo tiene en cuenta
cia de determinados hechos y preceptos legales», las inferencias que llevan como conclusión a
es decir, en uno y otro caso «se tratará de enuncia- la premisa fáctica, desentendiéndose de la
dos de los que puede predicarse verdad o falsedad» premisa normativa.
(pág. 282). El propio Andrés Ibáñez reconoce que el 3.10. En un cierto momento de su trabajo, An-
juez contribuye a «construir» el supuesto de hecho drés lbáñez critica la opinión de quienes (como Ruiz
y que esa operación implica una «actividad interpre- Vadillo) no consideran necesario ni obligado «que el
tativa» (pág. 265). ¿Pero cabe efectuar una opera- juez o el tribunal hagan un examen exhaustivo de la
ción interpretativa sin presuponer normas -no sólo prueba y expliquen el por qué de la relevancia dada
la existencia de normas, sino su aceptación? ¿Son a cada medio en concreto». Lo que justificaría esto
los enunciados interpretativos meramente verdade- es que «en un tribunal colegiado (...) no todos los
ros o falsos? ¿Y acaso no intervienen en la prueba miembros en su intimidad llegan a la conclusión de
de los hechos y en su calificación juicios de valor? la culpabilidad y, por tanto, a la credibilidad de una
3.9. La sustitución del modelo del silogismo por prueba frente a otra, por el mismo camino y con
el de las tres inferencias señaladas en el apartado idéntico recorrido». Por ello --concluye Ruiz Vadi-
2.6 me parece cuestionable. A las razones que he 110- «lo importante es decir cuáles son los hechos
dado anteriormente, cabe añadir las siguientes: inequívocamente probados, y de ellos obtener la
correspondiente conclusión» (pág. 293).
a) No queda claro si se trata de una propuesta Ahora bien, la crítica de esta postura (y la consi-
descriptiva, es decir, que muestre cómo de
guiente defensa del anterior punto 2.9) debería lIe-
hecho los jueces llegan a una determinada varle -me parece- a Perfecto Andrés Ibáñez a ex-
decisión (a través de un proceso argumenta- cluir el sistema del magistrado ponente en la redac-
tivo) o si, por el contrario, se trata de un mo- ción de las sentencias. De otra forma, no veo que
delo de justificación que no pretende descri- se pueda fácilmente conjugar -y éste es el grano
bir el proceso real de la argumentación, sino de razón de la tesis de Ruiz Vadillo- tres exigen-
ofrecer un esquema con el que controlar la cias que se desprenden -explícita o implícitamen-
corrección (formal) de la argumentación. te- del texto comentado: que la sentencia sea un
b) Si se trata de lo primero, entonces el modelo texto completo; que sea coherente; y que se respe-
parece no sólo bastante pobre (es razonable te el principio de sinceridad.

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