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¿CONSTRUCTORES DE
ENSAYO
RESILIENCIA?
¿CONSTRUCTORES DE
RESILIENCIA?
Algunas aproximaciones desde la Resiliencia
al Pentecostalismo chileno
Índice
1.- Introducción 5
1.1.- Atisbos a la Resiliencia 5
1.1.1.- El concepto de Resiliencia 6
1.1.2.- Algo de historia respecto a la Resiliencia 7
1.1.3.- Descripción de los/as resilientes 10
1.2.- Atisbos al Pentecostalismo chileno 12
1.2.1.- Pentecostalismo 12
1.2.2.- Pentecostalismo chileno: un caso emblemático 14
1.3.- ¿Pentecostalismo resiliógeno? 19
1.3.1.- ¿Se puede generar Resiliencia? 20
1.3.2.- Dos fenómenos relevantes en posible relación 21
3.- Conclusiones 59
4.- Bibliografía 62
1.- Introducción
Santiago 1:2-4 1
1
Paráfrasis del texto bíblico.
A qué nos referimos cuando hablamos de Resiliencia. La palabra Resiliencia (que en este
ensayo emplearemos con mayúscula) proviene de la física, puntualmente de la
Ingeniería. Es un concepto que se usa para definir la capacidad de ciertos materiales
para recuperar su estructura original luego de haber sufrido un impacto que los
deformó. En el ámbito de la salud, la psicología y las ciencias sociales, el concepto es
empleado (en las últimas décadas) como la capacidad de los sujetos e incluso de los
grupos sociales de resignificar situaciones adversas a partir de la creación de
posibilidades de salida de las mismas, a estados, incluso, de mayor bienestar que los
previos al trauma o condición desfavorable (Cf. Ramognini, 2008).
“El señor G es apicultor. Está casado y tiene cuatro hijos. Él y su mujer reciben a jóvenes con
dificultades. Una vida hermosa pero para nada extraordinaria. Dejemos por un momento al
señor G. Miremos ahora el caso del pequeño T, abandonado por su madre a la edad de tres
años, atado a un poste al costado de la ruta. Encontrado por los gendarmes fue colocado en
casa de su padre quien lo castigó salvajemente. El cuerpecito de T está verdaderamente
quebrado. Se necesitaron dos años de hospital antes que T pudiera caminar de nuevo. Luego
se embarca en un recorrido de familias sustitutas, instituciones, fugas, criminalidad,
violencia: en una palabra, el niño que tuvo un comienzo imposible en la vida y que no logra
reponerse. Sin embargo, el señor G y el pequeño T son la misma persona. El pequeño T Llegó
a ser el señor G.” (Vanistendael, 2003, p. 11).
Se han desarrollado una gran cantidad de definiciones de este concepto, dentro de las
cuales podemos destacar las siguientes (Cf. Kotliarenco, et al., 1997, pp. 5-10; Buitrago y
Restrepo, 2006, pp. 12-24; Yates y Luthar, 2009):
Grotberg, 1995: Capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida,
superarlas e inclusive, ser transformados por ellas.
Luthar, et al. 2000: Proceso dinámico que tiene por resultado la adaptación positiva en
contextos de gran adversidad.
Vanistendael, 1994, 2003: Se distinguen dos componentes: la resistencia frente a la
destrucción, es decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra
parte, más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo,
pese a las circunstancias difíciles. Una definición pragmática: la resiliencia es la capacidad de
una persona o de un sistema social para desarrollarse y crecer en presencia de grandes
dificultades. Constituye un proceso continuo durante toda la vida, en una interacción
permanente entre la persona (o el sistema social) y su entorno.
Hartman y Winsler, 2005: Capacidad de prosperar como individuo, a pesar de estar expuesto
a graves y adversas circunstancias de vida, situaciones de estrés y riesgos.
Finamore, 2008: Es la capacidad de sobrevivir y de prosperar ante las experiencias de estrés,
unido al desarrollo de capacidades de protección para enfrentar las dificultades futuras.
Yates y Luthar, 2009: Proceso de desarrollo dinámico en el que el individuo es capaz de
utilizar los recursos dentro y fuera de sí para negociar los desafíos actuales de manera
adaptativa y, por extensión, para desarrollar una base sobre la cual apoyarse cuando se
producen desafíos futuro.
Aunque las experiencias de Resiliencia y conceptos afines a ella, han existido durante
toda la historia de la humanidad, el estudio académico de la Resiliencia se remonta a la
investigación pionera de Norman Garmezy con hijos de esquizofrénicos durante los años
1960 y 1970. En estos estudios, que buscaban investigar la etiología y el pronóstico de la
psicopatología grave, Garmezy (1974) encontró que entre estos niños en alto riesgo de
psicopatología, había un subgrupo que tenía patrones de adaptación
sorprendentemente sanos. Garmezy y sus colegas trataron de identificar los factores
Anthony (1974) en la misma línea del trabajo que Garmezy, describe un conjunto de
niños que el llama "invulnerables", los cuales se mostraban resistentes a ser envueltos
en la psicopatología de sus padres, manteniendo una actitud incluso compasiva hacia
ellos. Rutter (1979) observó ciertos rasgos comunes en estos niños, tales como una gran
creatividad, eficacia y competencia. Murphy y Moriarty (1976), observan en los jóvenes
resilientes también varios atributos en común, como el carisma social y la habilidad para
relacionarse bien con otros, la capacidad de experimentar una gama de emociones, así
como la habilidad de regular la expresión de estas emociones.
En la presente década del principio de siglo se observa un creciente y masivo interés por
el tema de la Resiliencia, aunque se está cuestionando la rigurosidad metodológica y
conceptual en el estudio y aplicación de este relevante constructo (Luthar, 2006).
Edith Grotberg (1997) formuló un modelo donde es posible caracterizar a una persona
resiliente (específicamente niños). Se han elaborado escalas de medición de la
Resiliencia (Saavedra y Villarta, 2008; Saavedra y Castro, 2009) empleando el modelo de
Grotberg, el cual describe a través por medio de expresiones tales como: “Yo tengo”,
“Yo soy”, “Yo estoy”, “Yo puedo”, las características propias de las/los resilientes, como
son la autoestima, la confianza en sí mismo y en el entorno, la autonomía y la
competencia social.
Empleando como una clara síntesis de las condiciones personales e interpersonales que
presentan las/los resilientes (y que pueden considerarse, a su vez, como una fuente
generadora de Resiliencia), citamos a continuación las verbalizaciones del modelo de
Grotberg (Munist, et al., 1998, pp. 22-23):
TENGO
• Personas alrededor en quienes confío y quienes me quieren incondicionalmente.
• Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar peligros o problemas.
• Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder.
• Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.
• Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro o cuando necesito aprender.
SOY
• Una persona por la que los otros sienten aprecio y cariño.
• Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.
• Respetuoso de mí mismo y del prójimo.
• Capaz de aprender lo que mis maestros me enseñan.
• Agradable y comunicativo con mis familiares y vecinos.
ESTOY
• Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.
• Seguro de que todo saldrá bien.
• Triste, lo reconozco y lo expreso con la seguridad de encontrar apoyo.
• Rodeado de compañeros que me aprecian.
PUEDO
• Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.
• Buscar la manera de resolver mis problemas.
• Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.
• Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o para actuar.
• Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.
• Equivocarme y hacer travesuras sin perder el afecto de mis padres.
• Sentir afecto y expresarlo.
Cuadro 1:
RECURSOS DE LA PERSONA RESILIENTE
A.- RECURSOS PERSONALES: B.- RECURSOS INTERPERSONALES:
A.1.- Biológicos: B.1.- Básicos:
Necesidades fisiológicas satisfechas Instancias suficientes para la satisfacción de
(alimentación, abrigo, sueño, salud, etc.) necesidades fisiológicas (alimentación, abrigo,
sueño, salud, etc.)
Himno Evangélico
1.2.1.- Pentecostalismo
2
En este ensayo, a pesar de existir algunas diferencias de énfasis teológico en la preponderancia asignada a ciertas
manifestaciones espirituales (como el hablar en lenguas), se considerarán dentro del mismo gran movimiento los
grupos o iglesias pentecostales y los carismáticos. Este último, vale mencionar, se ha caracterizado por permear
las iglesias históricas, como el Catolicismo Romano y las Iglesias surgidas de la Reforma protestante.
Hoy en día, se estima que el número de pentecostales del mundo puede sobrepasar a
los 500 millones de personas, lo que representa posiblemente 1 de cada 4 cristianos del
planeta, y al menos 1 de cada 25 personas en el mundo. Se prevé que los pentecostales
podrían superaran en número a los católicos, convirtiéndose así en la principal forma de
cristianismo en el siglo XXI. Actualmente más del 70% de los pentecostales no son
caucásicos y América Latina tiene el mayor número de ellos, seguidos de cerca por Asia y
África. (Birx, 2005).
“Es usual que el movimiento pentecostal latinoamericano sea etiquetado con una serie de
estereotipos estigmatizadores. Así, los pentecostales en América Latina son caracterizados,
por ejemplo, como ayudantes en el cumplimiento de los derechos religiosos en los Estados
Unidos, como tentación para los más pobres entre los pobres, como desinteresados en los
cambios sociales o como ateológicos, por nombrar algunos”. (Bergunder, 2009, p. 6).
El movimiento pentecostal podemos decir que surgió en la primera década del siglo XIX,
por medio de los planteamientos del ministro anglicano John Wesley, un evangelista
inglés cuya forma metódica de culto le llevó a ser etiquetado como un "metodista", de
donde surge el nombre de la denominación evangélica “Metodista”. Sus escritos
teológicos inspiraron la fundación del movimiento pentecostal en los Estados Unidos,
con la formación de una serie de iglesias evangélicas entre los años 1880 y 1890. En
1894, varias de estas iglesias independientes, junto con una serie de asociaciones
misioneras y evangélicas, formaron la Asociación de Iglesias Pentecostales de América.
Como movimiento pentecostal éste cobró uno de sus impulsos más relevantes en 1906
con el avivamiento espiritual de la Iglesia Pentecostal en Los Ángeles, California, en la
calle Azusa, bajo el liderazgo de William J. Seymour. (Cf. Jaynes, 2005). El avivamiento
de la calle Azusa se detuvo en 1909, por desacuerdos entre los líderes principales,
generando la primera de una serie rápida de divisiones y de una proliferación sin cesar
de iglesias pentecostales, movimientos, grupos y denominaciones. El Pentecostalismo
creció exponencialmente durante todo el siglo XX, triplicando sus seguidores desde
1970 hasta 1990. (Cf. Birx, 2005).
Chile, que por año 2000 reportaría alrededor de 350.000 miembros, superada
únicamente por la iglesia coreana del Pastor David Yonggi Cho, con 730.000 miembros.
(Cf. Deiros y Miranda, 1994).
Metodista Episcopal de Santiago a donde venían hermanos que recibían el bautismo del
Espíritu Santo en la Iglesia de Valparaíso y contaban las maravillas que el Señor estaba
haciendo con ellos.
corporación, nacen filiales en los países de Argentina, Bolivia, Perú y USA. Entonces se
contaba con 176 iglesias matrices en Chile y 40 iglesias en el exterior.
3
Una excelente y completa bibliografía sobre estudios del pentecostalismo que incluye más de quinientos trabajos
en inglés, alemán, portugués y español, la ha realizado André Droogers (ver Boudewinjse, et. al, pp. 137-176).
Canto Pentecostal
Si caemos en cuenta del tremendo potencial que tiene el tema de la Resiliencia, como un
concepto esperanzador ante la tragedia personal y social, este potencial se ve
drásticamente mermado si respondemos a la pregunta respecto a su naturaleza
genética de modo afirmativo, pues si la Resiliencia es primordialmente de origen
genético, se limita drásticamente su riqueza como fenómeno social promotor de la
restauración y del desarrollo humano.
La consecuencia lógica de eso, es que la resiliencia es variable, según las etapas de la vida y
las circunstancias (...) Nada está totalmente perdido en la vida, pero tampoco nada está
totalmente ganado”.
Los conversos de la calle Azusa eran en gran parte pobres, obreros sin educación, que
no se sentían bienvenidos en el cristianismo dominante. Asimismo, el movimiento
pentecostal ha apelado típica y principalmente a los grupos marginados y a las personas
desplazadas en todo el mundo, en particular los inmigrantes llegados a las grandes
ciudades. (Cf. Brix, 2005).
“Los pentecostales tenían algo que ofrecer, algo que hizo vibrar a gente aletargada por la
monotonía y desesperanzada de su existencia. Millones respondieron al evangelio. Su vida
fue transformada, se les amplió el horizonte; la vida cobró un significado dinámico. La
realidad de Dios Jesucristo y el Espíritu Santo –que previamente no habían sido sino
términos sentimentales ligados al ritual y al folclore—cobraron nuevo significado, llegaron a
ser medios por los cuales se comunicaba luz, fortaleza y esperanza al espíritu humano. La
gente se transformó en personas, con un propósito para vivir.” (Mackay, 1939 en Miguez
Bonino, 1995, p. 58).
Miradas teológicas son las que aquí pretendemos realizar, atisbos a dos fenómenos
complejos e interesantes que consideramos presentan una serie de características que
los muestran vinculados entre sí.
2.1.1.- Espiritualidad
Humberto Maturana, esboza una concepción que aquí destacamos para el término
espiritualidad y que se acopla a la de Vanistendael que emplearemos enseguida, a pesar
de no coincidir en algunos aspectos básicos:
“En las vivencias místicas, según mi opinión, no tenemos que ver con la experiencia de
trascendencia en un sentido ontológico, sino que siempre tratan de una expansión de la
conciencia y una intensa sensación de participación: se toma conciencia de la armonía con
otros seres humanos, el cosmos, la biósfera, etc.” (Maturana y Pörkens, 2003, p. 61).
Si esta realidad espiritual adquiere un carácter más personalizado lo llamamos a veces Dios.
Nuestra vida individual o comunitaria se transforma cuando tratamos de vivirla en relación
con esta realidad espiritual, en el sentido amplio, o en el sentido mas preciso de Dios.
Llamamos a este proceso de transformación “vida espiritual”, o en una palabra
“espiritualidad”(…)
La posibilidad de exploración de la espiritualidad o de la religión por métodos científicos es
muy limitada. Es comparable a la descripción de la música magnífica que llega al corazón
únicamente en términos físicos de vibraciones y de acústica. Aún si una descripción así es
posible y correcta en el cuadro referencial de la física, ella no comunica, de ninguna manera,
la experiencia ni la realidad de esta música. Se trata de una reducción cientificista. Un abuso
tal de la ciencia oculta la realidad en lugar de aclararla, como si alguien se negara a aceptar
que se pueda ver otra cosa que lo que él ve a través de la ventana de su habitación”.
(Valnistendael, 2006, pp. 21-22).
“Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre todas las demás esperanzas
particulares, que abarca con su suavidad y con su silenciosa promesa todos los crecimientos
y todas las caídas.
Cuando se acepta y se lleva libremente una responsabilidad donde no se tienen claras
perspectivas de éxito y de utilidad.
Cuando un hombre conoce y acepta su libertad última, que ninguna fuerza terrena le puede
arrebatar.
Cuando se acepta con serenidad la caída en las tinieblas de la muerte como el comienzo de
una promesa que no entendemos.
Cuando la experiencia fragmentada del amor, la belleza y la alegría, se viven sencillamente y
se aceptan como promesa del amor, la belleza y la alegría, sin dar lugar a un escepticismo
cínico como consuelo barato del último desconsuelo.
Las experiencias definidas como espirituales están presentes en todos los grupos
raciales y culturales, y se ha observado que proporcionan mecanismos de supervivencia
para una gran variedad de factores estresantes, ayudando a la gente ver las situaciones
difíciles o desafiantes con una perspectiva más positiva mediante la identificación de un
significado personal ante la adversidad. Esto podría, a su vez, conducir a la aceptación y,
posiblemente, la valoración de las experiencias negativas. La creencia en un poder
superior trascendente también puede servir como un poderoso recurso para las
personas, otorgando un sentimiento de apoyo al enfrentar las diversas luchas de la vida.
La espiritualidad puede llegar a ser una poderosa herramienta para desarrollar una
fortaleza personal que permite enfrentar efectivamente los desafíos de la vida diaria
(Schlosser, et. al, 2008).
Las últimas décadas han sido testigos de una rápida expansión de investigación para
examinar los efectos de la espiritualidad y la religiosidad como amortiguadores del
estrés de la vida (Brennan, 2002; Ferraro y Koch, 1994; Miller y Thoresen, 2003;
Pargament, 1997). Los resultados de estos estudios muestran que los mayores niveles
de espiritualidad y religiosidad conducen a mejores resultados en la salud física y mental,
en el enfrentamiento del estrés, en general, como ante las enfermedades crónicas y
terminales, en particular.
relativamente alta estaba relacionada con relaciones familiares menos conflictivas, así
como con una mejor autorregulación entre los adolescentes.
Kendler, Gardner y Prescott (1997) reportaron que los adultos con alta religiosidad
personal reflejaban comparativamente baja susceptibilidad a la depresión ante
acontecimientos estresantes de la vida. Por otro lado, se ha visto que entre los padres
que perdieron un hijo en edad lactante por muerte súbita, los de alta participación
religiosa mostraron menos dificultades de afrontamiento que los otros, lo cual fue
atribuido al tipo de procesamiento cognitivo de la pérdida y la búsqueda de significado
en la muerte (McIntosh, et. al, 1993). Los estudios médicos sugieren que la fe, la oración
y los ritos espirituales promueven la salud y la curación, que actúan sobre el sistema
inmune y cardiovascular (Dossey en Walsh, 2004). Un estudio de pacientes de edad
avanzada que se sometieron a operaciones cardíacas mostró que aquellos que se
convirtieron a una fe religiosa, tenían una tasa de supervivencia tres veces más altas
que los que no lo hicieron (Doka en Walsh, 2004). Del mismo modo, incluso entre las
mujeres mayores que habían sufrido la fractura de cadera, las que eran más religiosas se
encontraban en mejores condiciones físicas y psicológicas de afrontamiento que las
otras (Pressman, et. al, 1990). La participación religiosa, como expresión organizada y
comunitaria de un tipo de espiritualidad, en general, se ha visto asociado, por tanto, a
mayores índices de Resiliencia, tal como lo expresa Walsh:
Paul Tillich, por su parte, nos plantea (1976, pp. 7-47; 1984, pp. 164-169) que son pocas
las palabras en el lenguaje humano que necesitan una purificación tan grande,
semánticamente, como la palabra “fe”, pues se confunde constantemente con la
creencia en algo de lo que no se tienen evidencia o en algo que es intrínsecamente
increíble, o en cosas absurdas o insensatas. Según este autor, se debe definir la fe de
modo genérico o formal (es decir válida para todas las religiones y culturas) como el
estado de ser asido por aquello hacia lo que aspira la autotrascendencia, lo último en el
ser y en el significado, en breves palabras, la fe es el estado de ser asido por una
preocupación última (ultimate concern).
El hombre, como todo ser viviente, se preocupa por muchas cosas, sobre todo por
aquellas que lo aquejan de modo más concreto, como el abrigo y el alimento. Sin
embargo, el ser humano también experimenta preocupaciones de un nivel distinto,
trascendente, como son las preocupaciones intelectuales, estéticas, sociales y políticas.
Estas preocupaciones, y también las básicas, pueden ser formuladas por cada individuo
como una preocupación última o esencial, preocupación que demanda la entrega total
de quien la acepta y, a su vez, promete además una realización total. De este modo, se
entiende que toda persona ineludiblemente tiene fe (una preocupación esencial), la cual
integra (para bien o para mal) todas las dimensiones de su ser (intelecto, emoción,
voluntad, interacción) focalizando su existencia en aquel objeto de concernencia
fundamental, el cual adquiere un carácter de divino para el que lo experimenta, es
“dios” (o Dios, efectivamente).
existencia humana (Cf. Hawes en Kotliarenco, et. al, 1996, p. 101). La persona es
concebida, entonces, como un ser “nostálgico” de lo que se intuye como esencial o
último, trascendente e inmanente a la vez, aquello que concierne fundamentalmente,
como lo plantea Tillich.
“El hombre está dotado de razón, es vida consciente de sí misma; tiene conciencia de sí
mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia
de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho
de que nace sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá
antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su soledad y su «separatidad»,
de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su
existencia separada y desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera
liberarse de su prisión y extender la mano para unirse en una u otra forma con los demás
hombres, con el mundo exterior (…)
La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su
separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal
finalidad significa la locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por
medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se
desvanece -porque el mundo exterior, del cual se está separado, ha desaparecido”. (Fromm,
2000, pp. 8-10).
Así pues, este vinculo y sentido, que podríamos llamar espirituales, son los que permiten
la superación de la separatidad humana (de la que habla Fromm), desde una
perspectiva cristiana, por medio del encuentro de fe con el Dios-amor, como lo
fundamental, lo absoluto e incondicionado.
Tillich define este concepto de modo claro en una de sus notas de su obra “La Era
Protestante” (1968), donde expresa lo siguiente:
“El término "incondicionado" indica el elemento de toda experiencia religiosa que la hace
propiamente tal. Todo símbolo de lo divino expresa una exigencia incondicionada, como en
el solemne mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y
con toda tu mente". No se admite que pueda amarse a Dios de manera parcial, limitada y
condicionada. El término "incondicionado", o el adjetivo sustantivado "lo incondicionado",
son abstracciones que tienen su origen en las máximas bíblicas o en la gran literatura
religiosa. Lo incondicionado es una cualidad, no un ser. Caracteriza lo que es nuestro interés
último y, por tanto, incondicionado, sea que lo llamemos Dios, o el "Ser como tal", o el "Bien
como tal", o el "Verdadero como tal", o de cualquier otra manera. Sería un grave error mirar
al incondicionado como a un ser cuya existencia pueda ser discutida; quien habla de la
"existencia de lo incondicionado" no ha comprendido en absoluto el significado de esta
palabra. Lo incondicionado es una cualidad que se experimenta en el encuentro con la
realidad, por ejemplo en el carácter absoluto de la voz de la conciencia, tanto lógica como
moral” (Tillich, 1968, p. 81, n.1).
“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios,
para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios;
antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.”
1ª Pedro 2:9-10 4
En una nación como la de Chile, que ha sido considerado uno de los países más
religiosos del mundo, con un 93,2% de la población que declara creer en Dios, y un 70%
que cree, por ejemplo, en los milagros. (Cf. UC-Admimark, 2007). Considerando, además,
que en la actualidad el 67% afirma ser católico, versus el 16% que dice ser evangélico, el
4% que profesa "otra religión" y el 13% que declara "ateo" o "ninguna", teniendo en
cuenta que el sondeo anterior, del 2006, los católicos eran el 70%, los evangélicos 14% y
los que declararon "ateo" o "ninguna" 12%. En esta línea se observa que el 13% afirma
haber cambiado alguna vez en su vida de religión, registrándose la conversión más
importante la ocurrida de católico a evangélico (42%). El paso del catolicismo al
evangelismo, se vio motivado en un 60% de los casos por un evento puntual en la vida.
(Cf. UC-Adimark, 2009). Ya en 1990 la tasa de crecimiento anual de los evangélicos se
había elevado a 4,8% desde 1970, considerando que entre 1920 y 1940 fue de 2,5% y entre
1940 y 1970 de 3,2% (Fontaine y Beyer, 1991, p. 51). En vista de estos datos el estudio,
como ya hemos dicho, del fenómeno evangélico, particularmente pentecostal (que es el
estadísticamente más representativo del amplio grupo de iglesias evangélicas), resulta
sumamente interesante de investigar.
4
Nueva Versión Internacional (NVI), edición digital e-Sword, 2007.
Si pudiéramos sintetizar, en parte, las funciones de las iglesias cristianas, como las
entienden las congregaciones evangélicas en general, podríamos aludir al texto bíblico
de Hechos 2:40-47, como uno de los sumarios más completos de lo que serían las
40: Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta
perversa generación.
41: Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres
mil personas.
43: Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los
apóstoles.
44-45: Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían
sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
Una comunidad de fe cristiana: es el lugar especial del amor de Dios entre las personas
por medio del servicio mutuo.
46: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían
juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios…
47: y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de
ser salvos.
De aquí podemos desprender que las funciones de las iglesias como comunidades de fe
implican, por lo menos, las siguientes (Cf. Floristan, 1991; Wangenveld, 2000; Warren,
1995; Schwarz, 1996, 2000, 2001a, 2001b, 2004, 2006; Deiros, 2006; Gibbs, 2005):
Desde esta perspectiva que integra sintéticamente varios modelos acerca de las
funciones eclesiales, podemos extrapolar a la experiencia humana el siguiente conjunto
de necesidades, que podríamos llamar, necesidades propiamente humanas:
instancia interpersonal mayor, y que se expresa de modo activo hacia otros y se busca
en otros de modo continuo, pero de modo esencial en referencia hacia una realidad
incondicional e incondicionada.
Sepúlveda nos plantea que la respuesta a la pregunta por una posible “teología
pentecostal” sigue siendo compleja, dada, en especial, la gran diversidad existente
dentro del pentecostalismo mundial. El Pentecostalismo moderno no tiene un origen
histórico único, claramente localizable en un lugar y tiempo determinado, y que
hubieron diversos focos de “avivamiento” pentecostal en todo el mundo, en el seno de
diversas iglesias o confesiones, y esa diversidad de origen tuvo como consecuencia una
variedad de acentos o énfasis teológicos dentro Pentecostalismo.
"Lo que une a las iglesias pentecostales no es una doctrina, sino una experiencia
religiosa, pero que es interpretada y fundamentada de muy diversas maneras”
(Hollenweger en Sepúlveda, 2009). En especial en el caso del Pentecostalismo
latinoamericano, donde, a diferencia de Norteamérica y Europa, la literatura no ha
tenido un rol significativo en el desarrollo y difusión del movimiento pentecostal.
cambio el rumbo de su vida y lo convirtió en parte de la comunidad que antes perseguía, fue
su encuentro personal con Cristo resucitado en el camino a Damasco (Hechos 9:1-16;
26:12,8).
Como se expresa muy nítidamente en los “testimonios” pentecostales (“Dios cambio mi
vida”, “encontré al Señor y me hizo una nueva criatura”, “yo estaba perdido/a, pero el Señor
me encontró”), se trata de una experiencia de cambio: ser cristiano produce una diferencia
radical para la persona (…) El encuentro que transforma a alguien en hija o hijo de Dios
produce algo completamente nuevo en la persona, algo que incluye y reordena todas los
otros factores de identidad, así como también transforma las relaciones consigo mismo y
con los otros.
Este cambio ciertamente envuelve una decisión de cambiar, es decir, la decisión de aceptar
el llamado de Dios que sale al encuentro. Pero el cambio no es puramente el fruto de nuestra
decisión. El cambio es hecho posible por la fuerza del Espíritu Santo que obra en nosotros.
De allí la importancia del tema del “poder”: se trata de recibir el poder (la fuerza, la energía,
la vitalidad, etc.) necesario para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, lo que no
necesariamente se corresponde con los valores y estilos de vida que hemos recibido
mediante nuestra socialización” (p. 2).
4.- Pertenencia a lo incondicionado junto a otros: Una Iglesia viva como comunidad de los
que han sido transformados por Cristo.
“Así como el encuentro con Cristo resucitado mediante el Espíritu, es decir, la experiencia
del cambio de vida, constituye a la persona como una nueva criatura, como un cristiano, esa
misma experiencia constituye una nueva comunidad, un nuevo pueblo. Lo que constituye a
la Iglesia no es la adhesión a común a un Credo, sino la común participación en la experiencia
del encuentro con Jesucristo resucitado bajo el poder del Espíritu. Lo que la persona
confiesa y afirma cuando se incorpora a la Iglesia, no es la aceptación de una doctrina, sino
una experiencia de Dios.
(…) Iglesia, para el pentecostal, es la comunidad voluntaria y abierta de todos/as quienes
han experimentado la renovación de sus vidas por la fuerza del Espíritu. Es la comunidad que
en el nombre de su Señor invita, acoge y envía. A través de su invitación y envío, la Iglesia
como comunidad del Espíritu manifiesta su dimensión misionera que es inseparable de su
identidad. Como para el cristianismo en general, esta invitación consiste en la proclamación
del Evangelio. Pero en este caso, se trata de dar “testimonio”, es decir, contar, narrar como
ese Evangelio ha transformado la vida de los que forman la comunidad, mediante el poder
del Espíritu Santo. A través de su acogida, la Iglesia hace manifiesto el poder restaurador,
sanador, liberador del Espíritu, dotando a cada uno/a y a la comunidad en su conjunto de la
fuerza para sostener la nueva vida y para su participación en la Misión de su Señor” (p. 3).
sentido, no es aquello que sea perfectamente inteligible para la razón, sino aquello que logra
movilizar la totalidad del ser humano (…)
Por lo tanto, aquellos aspectos “extraordinarios” de la experiencia pentecostal que han
concentrado tanto la atención de los observadores externos, tales como la glosolalia, la
danza, el llanto, los lamentos, y el conjunto de manifestaciones corporales y/o extáticas que
han caracterizado a los “avivamientos” pentecostales, pueden leerse como el
descubrimiento de un lenguaje profundo, holístico, para exteriorizar una experiencia que es
“indecible” o incomunicable por medio del lenguaje (logos) racional. Por otra parte, deben
reconocerse como el lengua]e que diversas culturas, tan legítimas como la occidental, han
usado ancestralmente para exteriorizar su experiencia de encuentro con la fuente de la vida,
con el Creador.
E1 “testimonio”, es decir, la narración de la experiencia vivida y del impacto de esta
experiencia en la vida cotidiana personal, familiar y social, aparece como la forma mas
adecuada de hacer a otros participes de la misma experiencia, de persuadir a otros a abrirse
al Cristo resucitado que se hace accesible de un modo inmediato mediante el poder del
Espíritu Santo.
(…) La experiencia pentecostal, y el gozo de participar de la libertad del Espíritu, que sopla
cómo y cuándo quiere, que ésta posibilita, abre posibilidades de un lenguaje teológico
distinto del tradicional, no necesariamente superior ni inferior que el racional, pero
ciertamente más significativo para muchos grupos humanos” (pp. 3-4).
5
Doctrina de los últimos acontecimientos.
6
Lucas 15:11-32.
En la línea de este último punto, vale mencionar como el ejemplo el texto de Santiago 1:
2-4, que es uno7 de los que aborda la temática de la Resiliencia de modo especial y
revelador. Aquí realizaremos sólo un breve comentario.
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3sabiendo que
la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para
que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”.
Parafraseando la primera parte de este texto citado, podríamos decir: “Tú que conoces
a Cristo como tu salvador y dueño, debes tener como la alegría más profunda y
completa cuando estés sumergido en variadas adversidades”. De partida Santiago le
habla a los que el llama “hermanos míos” y que corresponde a aquellos que habían
experimentado un encuentro de fe personal con Jesús, él cual les había cambiado el
rumbo de vida. A ellos les dice que se alegren grandemente en las adversidades, lo cual
suena aparentemente absurdo. La palabra griega que se traduce como “prueba”
(peirasmos), en esta misma carta se traduce (en el español) como “tentación”, ya que el
término podemos entenderlo en un sentido doble, pues se refiere en general a cualquier
experiencia difícil, cualquier circunstancia adversa que se deba enfrentar. Sin embargo,
desde la perspectiva de Dios toda adversidad es una oportunidad de crecimiento y
7
Un análisis detallado del tema de la Resiliencia en la Biblia se ha pensado realizar en otro lugar, desarrollando lo que
sería una “Teología Bíblica de la Resiliencia”.
desarrollo, pero desde la perspectiva humana o del mal, por lo general, es un problema,
una posibilidad de caer o destruirse.
8
Ver Kittel, et. al, 2002.
Himno Pentecostal
“El pentecostalismo (y grupos afines) marcan profundamente las opiniones de las personas
que se incorporan a él. En la medida en que esta imago mundi se hace realidad (y parece que
así ocurre), cabe esperar de ellos un estilo de vida ascético y severo en materias morales,
una mayor movilidad relativa en términos sociales y económicos, y una actitud pacifista,
democrática, independiente y apolítica en asuntos públicos que no tengan carga religiosa”
(Fontaine y Beyer, 1991, p. 52).
Los movimientos pentecostales en general son de carácter apolítico, sin embargo esto
mismo los hace un factor político preponderante, en especial por ser un movimiento
religioso masivo y uno de los más crecientes.
Estas son algunas de las paradojas que presentan las iglesias pentecostales, y que nos
hablan de un fenómeno muy especial y complejo. Orellana realiza una excelente síntesis
de la dinámica del Pentecostalismo chileno, (aunque la hace en referencia a sus
primeros años principalmente), que define muy bien este fenómeno social-religioso y
algunas de sus implicancias en la vida de sus adherentes, en gran parte han sido
históricamente personas pertenecientes a los grupos humanos más vulnerables,
carenciados y en riesgo:
9
Haciendo referencia al clásico estudio sociológico sobre el pentecostalismo chileno de C. Lalive, 1968.
Estos son algunos de los riesgos que debe enfrentar el pueblo pentecostal, lo cual
queda principalmente en manos de sus dirigentes, quienes pueden, o no, dar una
formación teológica sólida, entregado una cosmovisión positiva e implementando
3.- Conclusiones
Himno Evangélico
apolítica, pero hay signos de creciente politización, que sólo puede aumentar su
influencia en la escena local y mundial. Comenzó como una religión de las clases
marginadas (de los “parias”, al igual que el Cristianismo primitivo), sin embargo, hoy
cada vez más miembros de los estratos socioeconómicos medios y altos se integran a
iglesias que se enmarcan dentro de la espiritualidad y eclesiología pentecostal,
transformándose en agrupaciones con importantes recursos financieros para desarrollar
sus proyectos religiosos y sociales, e incluso ser una influencia política relevante. (Cf.
Birx, 2005).
Sin embargo resulta sumamente importante atender a los posibles desvíos que pueden
darse en algunos contextos de congregaciones pentecostales, que en nada ayudan al
desarrollo de una salud integral (eco-bio-psico-socio-espiritual) más fuerte, pues, como
ya mencionamos en la sección anterior, las experiencias religiosas pueden vincularse
con una mayor vulnerabilidad si refuerzan perspectivas rígidas, cosmovisiones fatalistas
o una espiritualidad centrada en la culpa (ver pp. 36-37).
Por último, cabe mencionar, que esfuerzos como el que hemos realizado aquí, de
intentar descubrir la relación entre las experiencias pentecostales, como una
Terminemos, a modo de epílogo, con las palabras, llenas de Resiliencia, del Apóstol
Pablo, quien enfrentó las dramáticas dificultades y traumas de su vida desde una
perspectiva semejante a la que podemos observar en muchos de los pentecostales
chilenos:
“No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado;
antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en
tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en
desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en
amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a
siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero
veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos;
como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres,
mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”.
10
Reina Valera 1960 (RV60), versión digital e-Sword, 2007.
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Sobre el Autor:
Luis Cruz Villalobos (Santiago de Chile, 1976): Está casado con Isabel Soledad, con quien tienen
tres hijos; es Pastor presbiteriano, actual Moderador Sinodal de la I.C.P. de Chile; cursa un Ph.D.
en Teología en un programa doctoral latinoamericano; es Psicólogo clínico de profesión; por
muchos años ha sido poeta, compositor y artista gráfico aficionado; participa como miembro de
la Fraternidad Teológica Latinoamericana y, recientemente, es fundador y director de la red
académica y profesional “Centro de Investigación de Resiliencia y Espiritualidad: CIRES”.