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Neuromito #1: La dominancia hemisférica determina

cómo se aprende
  Prof. Alejandra Del Fabro

La Neuroeducación es un campo que ayuda, cada vez más, a reducir la brecha entre
la neurociencia y la educación. Además, ha sido fundamental para llevar la
investigación de las ciencias del cerebro al salón de clases. Así, los educadores
adquieren nuevas herramientas para desarrollar recursos y técnicas con enfoques
metodológicos novedosos y más efectivos en el aula.
¿Pero qué sucede cuando los hallazgos de la neurociencia se malinterpretan en
la escuela?
Paul Howard-Jones, investigador en el Centro para la Mente y el Cerebro en
Contextos Educativos y Sociales, de la Universidad de Bristol, Reino Unido, advirtió
que los neuromitos o “el malentendido generado por una mala interpretación de la
información científica” exigen tomar ciertos recaudos a la hora de aplicar algunos
conceptos en la educación. Además, añadió que las “malas interpretaciones son más
generalizadas en el ámbito educativo de lo que se piensa y que estos “neuromitos
pueden, en última instancia, entorpecer el trabajo al que aspira el logro educativo”.
"Hay generalmente una semilla de verdad que subyace en todos estos mitos cuando
uno explora en ellos y trata de entender de dónde vienen, pero finalmente queda muy
distorsionada y eso es preocupante”, agregó Howard-Jones.
En el intento de aclarar algunos temas, se presentarán, en artículos consecutivos,
algunos de los neuromitos comunes conjuntamente con la “semilla” de la que cada
mito proviene, así como los hallazgos de las neurociencias que los desmitifican.
Neuromito:
“La dominancia hemisférica (es decir, que a una persona se la considere de cerebro
izquierdo o cerebro derecho) determina cómo se aprende.”
¿De dónde viene?
En la década del 60´, Roger Sperry, Joseph Bogen y Michael Gazzaniga
emprendieron lo que ahora se conoce como los estudios de “cerebros divididos”. El
grupo trabajó sobre los pacientes, por lo general epilépticos, que habían sido
sometidos a un procedimiento quirúrgico que cortó el cuerpo calloso, un grueso haz
de fibras nerviosas que conecta los dos hemisferios del cerebro. Los investigadores
descubrieron que este procedimiento daba lugar a algunas diferencias hemisféricas
sorprendentes sobre la cognición.
En un ensayo para la revista Nature Neuroscience acerca de su investigación sobre
cerebros partidos o divididos, Gazzaniga escribió: “Nada podrá reemplazar mi
recuerdo singular: el del momento en que descubrí el caso WJ, quien no podía
describir verbalmente (desde su hemisferio izquierdo) estímulos presentados a su
hemisferio derecho recién desconectado”.
De este modo, el grupo demostró que cortar el cuerpo calloso influyó en la capacidad
del paciente para percibir y describir la información, dependiendo de qué lado del
cerebro haya sido operado.
Más de cuatro décadas después, dicha investigación ha sufrido una metamorfosis en
la cultura popular. Se ha usado para describir estilos de aprendizajes (visual o verbal),
así como diferentes tipos de personalidades. Libros y revistas populares argumentan
que la “dominancia hemisférica” o de qué lado del cerebro la persona es más activa,
nos habla de lo que somos. De esta manera, se piensa que los individuos de cerebro
izquierdo son más analíticos, mientras que los de cerebro derecho son más creativos
y expresivos. Inclusive, hoy en día se pueden encontrar todo tipo de libros educativos
instruyendo a los profesores sobre cómo aprovechar los dos hemisferios diferentes
para fomentar el aprendizaje óptimo en el aula.
La desmitificación:
Gazzaniga, director del Centro Sage para el Estudio de la Mente de la Universidad de
California, en Santa Bárbara, Estados Unidos, aseguró que no podría haber predicho
que su investigación sobre cerebros partidos o divididos se convertiría en una parte de
la cultura popular cuando comenzó el trabajo hace más de 40 años.
Al ser consultado sobre este tema, respondió riéndose entre dientes: “La idea tomó
vuelo y cobró vida en sí misma”. Y añadió: “Esto tiene sentido si se piensa en ello
como una manera muy fácil de explicar lo que se sabía (en aquel momento) acerca de
los mecanismos del cerebro y las habilidades cognitivas. Pero en la actualidad la idea
es demasiado simple y exagerada”.
Asimismo, Gazzaniga indicó que el trabajo sobre cerebros divididos se convirtió en
“una mezcolanza”. El trabajo psicológico y educativo sólido demuestra que los niños
utilizan una gran variedad de estrategias cognitivas para resolver problemas.
“Hay algunos niños que visualizan problemas y otros que los verbalizan. Y algunos
educadores usan esos términos, visuales y verbales”, marcó. “Esa realidad ha sido
mapeada en el hemisferio izquierdo y derecho, y tiene una explicación anatómica.
Pero ahí es donde se cae el mito, debido a que los mecanismos neuronales reales
sobre estas estrategias cognitivas de trabajo son mucho más complejas. La cognición,
en general, es mucho más complicada que eso. Eso es lo que he aprendido con los
años y seguimos aprendiendo a medida que estudiamos las diferencias hemisféricas”,
concluyó el neurocientífico.
En el aula, entonces, no se debería “rotular” a los estudiantes como de hemisferio
izquierdo o derecho, tampoco como chicos visuales, auditivos y/o kinestésicos. Las
capacidades de los seres humanos de aprender van más allá de estas variables. Si
consideramos que incorporamos conceptos a partir de la información que nos llega a
través de todos los sentidos, estaríamos no solo ampliando el panorama y las
actividades áulicas sino también eliminando etiquetas que hacen que los estudiantes
crean que son realmente así y que están determinados a aprender de tal o cual forma.
Esto hace que su autoestima se vea perjudicada y no intenten experimentar aprender
de diferentes maneras para que cada uno encuentre la que le resulta más adecuada.
Una vez desmitificado el mito y justificado el porqué esta visión no es la mejor manera
de ofrecer conocimientos en el aula, sugerimos continuar leyendo sobre aprendizaje
sensorial o multisensorial para enriquecer las prácticas educativas.
Aquí les ofrecemos un ejemplo:
Documentamos varios momentos en sala de 4 años cuando se abordaba la unidad
temática “Conociendo mi cerebro” para compartir prácticas pedagógicas que incluyen,
entre otros abordajes, aprendizaje sensorial múltiple.
Naturalmente, en Jardín de Infantes no tenemos la posibilidad de ver un cerebro “de
verdad”, así que ofrecimos ver una serie de ilustraciones que mostraban el órgano de
estudio desde diferentes perspectivas. Acompañando las imágenes la señorita
contaba ciertos aspectos. En clases siguientes, los niños aprendieron una canción con
coreografía que los ayudó a hacerse del vocabulario, el cual era completamente
nuevo para ellos.
Seguramente, de haber sido la unidad “frutas y verduras” hubiese sido más sencillo
(podríamos haber probado, por ejemplo, papas preparadas de diferentes formas:
fritas, en puré, frías y con mayonesa, etc.). Fue allí cuando ante la imposibilidad de
conocer mejor aquello que estábamos abordando mediante los sentidos que son poco
frecuentes en el aula (como el gusto y el olfato), la creatividad de la docente nos
sorprendió: llevó a la clase siguiente gelatina preparada en un molde de cerebro.

Los niños, asombrados por lo que veían, tuvieron la oportunidad de usar un combo de
sentidos para saborear tal manjar.
Entre las últimas actividades para culminar la unidad temática, esperamos a los niños
en la sala con papel de diario. Mientras la maestra daba la consigna cada uno de ellos
logró hacer dos bollos de papel que, llegado el momento, adherimos entre sí con
mucho pegamento. Así fue como pudieron sostener en sus manos cerebros de papel
maché hechos por ellos mismos y observar que el órgano que regula todas las
actividades de nuestro cuerpo y nuestra mente está compuesto por dos grandes
partes (hemisferios), unidas por mucho pegamento (cuerpo calloso), el cual permite
que la información pase a gran velocidad desde un lado hacia el otro.
La actividad de finalización del proyecto se realizó en formato de clase abierta a la
que invitamos a las familias, abuelos, amigos y/o vecinos. Los niños de 4 años fueron
capaces de contar todo aquello que habían aprendido como así también qué comidas
y qué actividades convienen hacer para mantener el cerebro sano. La anécdota final
vino de la mano de Joaquín, quien, cuando la señorita preguntó si recordaban algo
para contar, el niño respondió: “Sí, comimos gelatina y estaba muy rica”.
La neurociencia, definitivamente, tiene un lugar en el aula. En la actualidad, hay
mucha información valiosa sobre el cerebro que puede ser de gran ayuda en la
práctica docente si podemos encontrar una manera de comunicarla con eficacia.

Referencias:

 Howard-Jones, P. A. (2014). Neuroscience and education: myths and


messages. Nature Reviews Neuroscience, 15(12):817-824.
 Gazzaniga, M. S. (2005). Forty-five years of split-brain research and still going
strong. Nature Reviews Neuroscience, 6:653-659.

Imagen: Designed by Olga_spb / Freepik

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