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Pautas

para evaluar si un niño se encuentra en un estado abrumado



El siguiente paso es evaluar si el niño se siente abrumado y si está en estado de choque.
Usa las siguientes pautas: observa al niño cuidadosamente. Nota cambios en el color de
piel, tono muscular y temperatura. ¿Tiene la complexión pálida, las palmas frías y
sudorosas, los músculos (la postura) rígidos o colapsados?

1. Observa la expresión facial, particularmente los ojos y boca. ¿Tiene los ojos o la
boca muy abiertos en expresión de sobresalto? ¿Los ojos parecen vidriosos o
vacíos? ¿Tiene las pupilas dilatadas?
2. Presta atención a su respiración y latido. ¿La respiración es rápida o superficial?
¿El corazón late con fuerza o inusualmente lento?
3. Estate atento para notar cualquier reacción emocional o cognitiva (o la ausencia
de ella).
4. ¿Tu hijo parece aturdido y confundido?
5. ¿Está hablando como si estuviera en otro lugar?
6. ¿Tiene una mirada vacía en la cara?
7. ¿Está excesivamente emotivo? ¿Llora de manera histérica? ¿Grita de terror?
8. ¿Está excesivamente tranquilo, sin expresión, como si nada hubiera sucedido?

Responder «sí» a una o más de las descripciones en la lista anterior indica que tu niño
necesita tu atención. Puede que esté experimentando cualquier cosa, desde un estrés
crónico a un choque agudo.

Si es una emergencia médica, usa tu sentido común para determinar si hay que
administrar los primeros auxilios médicos, llamar a los paramédicos o ambas cosas. Pero
incluso un momento o dos de atención primero puede resultar muy beneficioso.

Cómo atender a un niño abrumado

Cuando hay un choque emocional, es normal no sentir casi nada al principio porque las
sustancias químicas liberados para la «lucha» o «huida» y «parálisis» también sirven
como un tipo de analgesia natural. Por ejemplo, si tu hijo se ha cortado, puede que no lo
note hasta que realmente vea la sangre. El dolor puede retardarse hasta que pase el
choque. Tu hijo puede parecer aturdido y pálido, pero actuar como si nada hubiera
sucedido. Por otro lado, puede estar llorando histéricamente. Valida las reacciones
emocionales y físicas de tu hijo con una voz tranquila, asegurándole que...

1. Comprendes lo que debe estar sintiendo al hacerle saber que sus emociones están
bien;
2. Sabes qué hacer para ayudarlo, transmitiéndole que tú, el adulto, está a cargo;
3. Tu prioridad máxima es protegerlo y cuidarlo;
4. Confías en que lo peor ya ha pasado (si es el caso) y que las cosas pronto
mejorarán;
5. Permanecerás con él hasta que comience a sentirse mejor.

«Permanecer con él» debe tomarse tanto literalmente como en sentido figurado.
Literalmente, tu presencia física es fundamental. Figuradamente, significa desarrollar la
habilidad para estar emocionalmente disponible de tal manera que tu hijo sea capaz de
sentir tu completa atención para la evaluación y las necesidades de la situación a cada
momento. Lo que estás haciendo establece las condiciones de seguridad para que la
sanación pueda tener lugar.

Estar disponible es un mensaje importante para la mente inconsciente: «Ahora estás
seguro; me haré cargo de tus necesidades». Una vez que el mensaje se ha recibido, el
cuerpo se puede relajar, soltar el control y rendirse a las sensaciones involuntarias
(temblor, lágrimas, tiritar, estremecimientos, calor, etc.) que descargan el exceso de
energía movilizada y liberan las activaciones elevadas. Decir «sólo relájate» o «para de
llorar y vamos por un helado» no funciona para lograr un alivio. De hecho, puede
fortalecer la actitud defensiva del niño. Lo que puede transmitir es impaciencia, una falta
de entendimiento, o que el adulto quiere que el niño «ponga buena cara». Ésta no es la
forma de evitar que sucedan los síntomas traumáticos, ¡es la forma de que se convierta
en una armadura! En cambio, cuando tu tono, comportamiento y palabras
cuidadosamente elegidas transmiten seguridad, tu hijo puede regresar de un estado
alterado «fuera del cuerpo» sorprendentemente rápido.

La idea crítica aquí es que cuando somos vulnerables, nos es muy beneficioso sentir que
hay un humano tranquilo y centrado al cargo que acepta la situación y está seguro de lo
que tiene que hacer, además de que es capaz de transmitir un sentido de seguridad
suficiente para contener la enorme cantidad de «energía de choque» mientras es
liberada. Esto sucede al establecer la prioridad necesaria de contar con tiempo y un
espacio tranquilo. A medida que la fisiología altamente cargada del trauma regresa a la
normalidad, el espíritu y el cuerpo se reconectan en el tiempo presente. El ciclo se
completa cuando parece surgir naturalmente un sentido de curiosidad e interés en lo que
está sucediendo en el mundo exterior, como sucedió cuando el adolescente que sufrió el
accidente en motocicleta comenzó a mirar a su alrededor para ver qué estaba pasando.

Ayudar a un niño aturdido (ya sea el tuyo, del vecino, un estudiante, paciente o un
completo extraño) a descargar la energía traumática para dejar el pasado terrorífico
atrás es la prevención de trauma más eficaz que conocemos. Trabaja para disolver la raíz
de los síntomas posteriores al desactivar la energía de «lucha o huida» antes de que
tenga la oportunidad de convertirse en una memoria traumática y unirse a los síntomas
traumáticos.

Levine, Peter A.. El trauma visto por los niños: Despertar el milagro cotidiano de la
curación desde la infancia hasta la adolescencia (Spanish Edition) . Eleftheria. Edición de
Kindle.

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