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SEMANA 14.

ORGANIZACIONES POLÍTICAS EN EL CONTEXTO


NACIONAL

Organizaciones políticas: origen y desarrollo en el país, características,


clasificación, funciones, problemática y propuestas. Organizaciones políticas y
el Acuerdo Nacional: avances y limitaciones

CURSO
REALIDAD NACIONAL , CONSTITUCIÓN Y DERECHOS HUMANOS
UNIVERSIDAD NACIONAL DE INGENIERÍA
SEMANA 14. ORGANIZACIONES POLÍTICAS EN EL CONTEXTO
NACIONAL
Logro de aprendizaje: explica las principales características y argumenta la
situación de las organizaciones políticas de mayor trascendencia en el país.

Conceptual. Organizaciones políticas: origen y desarrollo en el país,


características, clasificación, funciones, problemática y propuestas.
Organizaciones políticas y el Acuerdo Nacional: avances y limitaciones.
Procedimental. Identifica las características de las organizaciones políticas y
la crisis de partidos que caracteriza al Perú en el siglo XXI.
Actitudinal. Valora y promueve la importancia de los partidos políticos como
base para la construcción de un sistema democrático con solidez.

INTRODUCCIÓN

En el Perú, la institucionalidad y la capacidad de representación no han


evolucionado al ritmo del crecimiento económico; hay una crisis de confianza y
personalismo que afecta el sistema político nacional. Por ello, urge plantear
mejoras que permitan contrarrestar el surgimiento de partidos sin bases
programáticas ni formación política, que buscan acceder al poder solo en
función a figuras individuales. Es necesario avanzar hacia la construcción de un
sistema más institucionalizado y menos personalista y volátil, así como
coordinar esfuerzos que permitan su consolidación a corto plazo.

Martín Tanaka, experto politólogo nacional, reflexiona acerca de la cultura


personalista que afecta la política nacional, y precisa que los liderazgos que se
ubican en la palestra se han construido con una gran debilidad organizacional,
en torno a figuras que se perciben como buenos vehículos electorales, pero
que dejan de lado los aspectos ideológicos o programáticos; es decir, sobre la
base de figuras independientes en vez de líderes militantes o cuadros
partidarios.
Esta situación es la causa de la alta desafección ciudadana, ya que las
personas sienten que el sistema no representa sus intereses.

1. Partido político

El propio término “partido” ha tenido un largo recorrido, confundiéndose y


superponiéndose en muchas oportunidades con otros, como facción o secta,
por lo que ha llegado a tener una connotación negativa 1. Pensadores como
1
El término «facción», del verbo latino facere (hacer, actuar), daba cuenta de un grupo dedicado a un
facere perturbador o nocivo. Por el contrario, la palabra apartido» viene del verbo latino partire, que
Bolingbroke, Burke y Hume trataron de diversas maneras el tema del partido. Si
bien el primero de ellos fue quien lo hizo de manera más extensa, fue Burke
quien trabajó la idea moderna de partido político. La concreción inicial fue el
Partido Republicano en los Estados Unidos, bajo la dirección de Thomas
Jefferson. Los partidos políticos más modernos, que han mostrado continuidad,
son el Partido Demócrata en Estados Unidos, nacido en 1828, y el Partido
Conservador en Inglaterra, que apareció alrededor de 1827 . Sin embargo, los
partidos fueron aceptados recién cuando se comprendió, que la diversidad y el
disentimiento no son necesariamente incompatibles ni perturbadores del orden
público. No obstante, la doctrina del pluralismo constitucional, de la división y
equilibrio de poderes, se forjó sin los partidos, lo que en realidad tienen un
reconocimiento a nivel constitucional recién después de la Segunda Guerra
Mundial; todo ello impulsado por la ampliación del sufragio. Así, el pluralismo
es aceptado, y ello implicaba que podía y debía existir más de un partido.

Habría que añadir que el pluralismo de partidos fue posible gracias a la


ampliación del sufragio. Este fenómeno lleva a que se conforme una sociedad
politizada con la consecuente mayor participación de sus miembros en el
sistema político. En otras palabras, diversos contingentes de miembros de la
sociedad obtienen la posibilidad de participar en los procesos de toma de
decisiones de su propia comunidad. Los que entran ya no salen. Solo se les
puede reprimir, como ocurre en algunos Estados y, con gran frecuencia, en la
historia latinoamericana. En tal sentido, el sistema de partidos adquiere una
nueva función. Cuando una sociedad se desarrolla y crece, sus funciones se
complejizan; sus normas y reglas, que relacionan a Estado y sociedad civil, se
empiezan a establecer conforme a su sistema de partidos. De esta manera, los
partidos políticos cumplen el rol de organismos de canalización: el sistema por
ellos forjado constituye el sistema de canalización política de la sociedad 2.

Sartori se distancia de las definiciones de estos autores; señala que en el fondo


ellas no distinguen partidos de facciones y propone una definición mínima: «un
partido es cualquier grupo político que se presenta a las elecciones y puede
colocar mediante estas a sus candidatos en cargos públicos». Esta definición
mínima se funda en la participación electoral de los partidos, aunque carece de
capacidad explicativa. Para nuestro caso esta definición resulta insuficiente
pues, debido a una encarnizada persecución, durante largos periodos varios
partidos políticos estuvieron al margen de procesos electorales. Más aún,
muchos de estos procesos fueron solo parcialmente libres.

significa dividir y también compartir. Ingresa al vocabulario politico en el siglo XVII, reemplazando a
otro, «secta», su predecesor, derivado del latin secare, que significa, separar, cortar, es decir, dividir. El
Término secta se ligó al vocabulario religioso para denotar el sectarismo protestante. Sin embargo, esta
relación inicial trajo como consecuencia la asociación de la palabra «partido» con división y partición.
(Sartori Sartori, Giovanni: Partidos y sistemas de partidos/1. Madrid: Alianza Universidad NC 267, 1980,
p.65).
2
Idem.
I.1 Criterios para la identificación de los partidos

 Un partido se esfuerza por tener influencia en el proceso de toma de


decisiones políticas y un efecto político en general. La participación en
dicho proceso político depende no solo de un período más largo, sino
también de un área más extensa. No es suficiente si una asociación está
políticamente activa y opera exclusivamente en el área local o aborda un
solo tema.
 Un partido es una asociación de ciudadanos con afiliación individual y
debe tener un cierto número mínimo de miembros para conservar el
reconocimiento de la seriedad de sus objetivos y de sus posibilidades de
éxito.
 Un partido debe demostrar el deseo de participar regularmente en la
representación política del pueblo, es decir, en las elecciones. Esto
difiere, por ejemplo, de las asociaciones, las organizaciones no
gubernamentales o de otras iniciativas que no desean tener
responsabilidad política en zonas más extensas, sino solo pretenden
tener influencia puntual y no participan en las elecciones.
 Un partido debe poseer una organización independiente y permanente;
no debería formarse solo para una elección y luego cesar en sus
actividades de nuevo.
 Un partido debe estar dispuesto a tener imagen pública.
 Un partido no necesariamente debe tener escaños en el parlamento,
pero sí debe cumplir con los demás criterios.
Por lo tanto, los partidos pueden definirse como asociaciones permanentes de
ciudadanos que, con base en sus programas y la afiliación voluntaria, se
esfuerzan por ocupar con su equipo de gestión, por la vía de las elecciones, los
puestos políticamente decisivos de un Estado y así poder implementar sus
ideas para la organización de la comunidad y la solución de los problemas
existentes.
Los partidos no pretenden participar solo en el proceso de la toma de
decisiones políticas, sino también tienen como fi n intervenir en la
representación del pueblo en el parlamento. Esto presupone que los partidos
participen en las elecciones. Por ende, su participación política, así como su
“peso” político están estrecha mente relacionados con las elecciones. La
voluntad del electorado tiene una importancia crucial para los partidos.
Figura 1

I.2 Origen histórico de los partidos


Con todas sus variantes, la configuración actual de los partidos no
siempre ha sido tal cual la conocemos hoy. Los partidos han ido evolucionando
a través del tiempo, y muchos de los aspectos que ahora les son
característicos fueron antes objeto de controversia.

Los partidos políticos son consecuencia de un largo proceso de cambio


al interior de las sociedades, siendo posible encontrar sus inicios mucho antes
de que apareciesen formalmente a mediados del siglo XIX.

I.2.1 Siglo XIII a primera mitad del siglo XVIII


Hacia inicios del Renacimiento y hasta la Edad Moderna, pueden
identificarse grupos de personas asociadas espontáneamente con el fin de
defender intereses particulares (léase clanes, séquitos personales, hombres
de negocios banqueros, mercaderes, dueños de pequeños comercios o
industrias-, entre otros). A estos grupos se les llamaba indistintamente, y
con un sesgo negativo, partes, bandos, partidos o facciones. Por lo general,
el orden político característico de estas sociedades era monárquico o
aristocrático, y estos grupos particulares eran mal vistos por no representar
los intereses de toda la comunidad (el llamado bien común).

I.2.2 Segunda mitad del siglo XVIII a segunda mitad del siglo XIX

A fines del siglo XVIII e inicios del XIX, se consideraba que el Estado
expresado en la figura del monarca era el único poder político, y que los
partidos le restaban soberanía. Asimismo, se concebía que, debido a que
en el Estado no había corporaciones, solo era legítimo hablar de intereses
individuales e intereses generales, pero no de intereses intermedios. Por
tanto, los partidos como vehículos intermedios entre ambas esferas estaban
vedados. Sin embargo, con el surgimiento de regímenes parlamentarios,
comienza en Europa un desarrollo de estos grupos hacia una mayor
cohesión interna.

Empiezan a gestarse agrupaciones que ya no solo defendían intereses


particulares, sino que manifestaban también las preocupaciones o
demandas de la región o lugar al que pertenecían. Esta relación entre
intereses de una colectividad y un mismo lugar de pertenencia, fue producto
de la extensión de las asambleas representativas y de la necesidad,
intrínseca a ellas, de crear circunscripciones territoriales. Y ya que el
derecho al voto estaba permitido básicamente para los hombres dueños de
tierras y contribuyentes (llamado sufragio censitario porque pagaban el
censo), las decisiones políticas se circunscribían a un ámbito muy pequeño
de la sociedad, que era el de los sectores pudientes.

Estos sectores, aunque reducidos, fueron las primeras formas de los


partidos modernos, y dan pie a la aparición de “clubes” o círculos políticos
de élite, que se organizan electoralmente en torno a personalidades
prestigiosas y notables. Cabe indicar que si bien en aquella época las
mujeres no gozaban de la ciudadanía política, muchas de ellas formaron en
Francia los denominados “clubes femeninos”, los que pueden ser
considerados como expresiones de la militancia política femenina.

En la segunda mitad del siglo XIX, los partidos políticos propiamente dichos
aparecen principalmente como producto del desarrollo de la
industrialización, la división del trabajo, la extensión del sufragio y el
reconocimiento del derecho de asociación en ciertas sociedades.
Históricamente, la aparición de estos está también motivada por la pugna
tradicional de burgueses (industriales, pequeños comerciantes, etc.) con
aristócratas (terratenientes, detentadores del poder y de ciertos monopolios,
cercanos al clero, etc.), en lucha por la igualdad económica y comercial, y la
extensión de los derechos civiles y políticos –aunque todavía limitada a la
población masculina-, lo que a su vez dio origen a una mayor elaboración
ideológica de los partidos.

Reconocida la posibilidad de agremiación, surgen los primeros grupos que


cuentan con estructuras partidarias, organizadas y articuladas en torno a
una dirigencia de élite, formada ya no solo por personas prestigiosas
surgidas de otros ámbitos, sino principalmente por activistas entrenados
para dedicarse primordialmente a la función política. Aparecen así los
primeros partidos políticos de cuadros, que tienen en la actividad electoral y
parlamentaria su principal escenario de acción. No obstante, si bien forman
comités y se convierten en focos de influencia pública, su organización
queda compuesta por un grupo reducido de adherentes.

I.2.3 Fines del siglo XIX al XX

Hacia fines del siglo XIX, con el crecimiento de las clases trabajadoras y
el movimiento obrero, aparecen en Europa partidos cuyo ámbito de
influencia no está sujeto necesariamente a la asamblea parlamentaria, sino
a un discurso inclusivo y a preocupaciones y demandas con una fuerte
identificación de clase. Nacen los partidos socialistas, los cuales inauguran
una nueva forma de hacer política partidaria porque no representan solo
intereses de grupo o de élites políticas, sino que extienden esos intereses a
un sector masivo, al que buscan representar. Sus adherentes ya no
constituyen, por tanto, un grupo pequeño, sino miles, cientos de miles o
millones de personas, quienes se afilian al partido como militantes a través
del pago de un cupo de membresía. Nacen así los partidos políticos de
masas, los cuales dan origen a la burocracia organizativa y a estructuras de
liderazgo partidario más complejas, y pronto partidos conservadores y
reformistas hacen suya esta forma de organización y de propaganda social.
Figura 2

I.3 Funciones de los partidos políticos

Las funciones que generalmente se le atribuyen a los partidos en las


democracias contemporáneas son cuatro: representación de intereses,
racionalización de conflictos, canalización de la participación y solución del
conflicto social.
a) Representación en los intereses y demandas
Los partidos políticos son intermediarios entre la sociedad y el régimen político,
articulando las demandas de diversos sectores de la población para
convertirlas en alternativas políticas generales. Estas demandas o intereses
son muy variados y en ocasiones contradictorios. Por esa razón los partidos
políticos cumplen con agregarlos para convertirlos en postulados más
generales que integren distintos sectores de la sociedad. Mediante la
“agregación de intereses” se defienden o impulsan objetivos que benefician
tanto a uno como a otro sector de la sociedad. Por ejemplo, el partido X aboga
por fomentar la inversión extranjera. Esto no solo resulta beneficioso para el
sector comercial del país, sino también para la generación de empleo a
mediano plazo, lo cual constituye una demanda general.

b) Racionalización del conflicto social


Los partidos políticos son agentes cuya función primordial es la de representar
y canalizar las divisiones sociales al interior de una comunidad. Los partidos
median frente al conflicto social a través de la formulación y gestión de
objetivos políticos, de tal forma que se convierten en instrumentos de
integración porque convierten las múltiples visiones sobre los problemas de la
sociedad (quizás tantas como personas existan) en un número limitado de
opciones, claras y específicas. Al realizar esta función mediante la competencia
democrática y pluralista entre diversos actores, los partidos legitiman
finalmente el sistema político que los engloba. Por ejemplo, los agricultores de
trigo del sur y los pescadores del norte del país, los cuales comercializan por sí
mismos sus productos, están sujetos por la naturaleza de su propio trabajo a
una economía de constantes altibajos. Los primeros dependen de las sequías y
los segundos de las estaciones de pesca, pertenecen a contextos sociales
distintos, y las opciones particulares que podrían tomar para enfrentar
políticamente su situación de inseguridad son muy variadas. No obstante, el
partido X, a contracorriente de las opciones usuales dentro del sistema de
partidos de ese país, propone instaurar educación y salud pública gratuitas y de
calidad para los hijos de todo aquel que lo necesite. Tanto agricultores como
pescadores, votan por el partido X porque, aunque su situación laboral sigue
siendo la misma, ven aliviada su economía doméstica. El problema de ambos
se ha racionalizado políticamente a través de una medida particular que, sin
solucionarlos directamente, los beneficia.

c) Canalización de la participación política


Los partidos políticos motivan la inclusión de los ciudadanos y ciudadanas al
sistema. Refuerzan la cultura política generando hábitos de desempeño
ciudadano, socializando patrones y valores de comportamiento político, y
movilizando a grupos pasivos de individuos para que pasen a ser elementos
activos dentro de la vida pública. En tal sentido, constituyen un gran impulso a
la extensión de los derechos políticos. Por ejemplo, a través de su propia
organización partidaria, el partido X forma políticamente a jóvenes, y los
capacita para que puedan convertirse en dirigentes de base, y puedan así
organizar políticamente a su comunidad. Asimismo, ante la clara evidencia de
prácticas autoritarias en un régimen supuestamente democrático, el partido Y
moviliza a la ciudadanía para protestar pacíficamente contra dicha situación.
Del mismo modo, para el avance en la participación política de las mujeres el
partido Z incorpora en sus estatutos una disposición que establece la
participación equilibrada de mujeres y hombres en los cargos directivos de la
agrupación; así como en las listas a cargos de elección popular.

d) Solución del conflicto social a través de medidas del gobierno


Hemos visto que una de las características que distinguen a los partidos
políticos de otras organizaciones sociales es que compiten electoralmente a
desempeñar el gobierno. Su labor consiste en la capacidad de poder producir
políticas concretas y suministrar personas preparadas para desempeñar altos
cargos en las instituciones públicas que las pongan en práctica

FIGURA 3: Funciones de los partidos en sociedades democráticas

I.4 Sistemas de partidos

La totalidad de los partidos políticos de un país constituye el sistema de


partidos.
El sistema de partidos representa el entramado en el que se relacionan los
partidos políticos entre sí. El aspecto concreto de un sistema de partidos surge
principalmente de dos factores. Por un lado, está el tipo de los conflictos
sociales o de los intereses. Los contrastes clásicos se dan entre los
trabajadores y el “capital”, es decir, las clases sociales acaudaladas. Del mismo
modo, el contraste entre los partidos laicos y los de orientación religiosa es una
parte de las divisiones clásicas entre partidos que influyen en la formación de
los sistemas de partidos. Por el otro lado, en muchos lugares, las leyes
electorales y de partidos políticos tienen gran influencia en el diseño del
sistema de los partidos, dependiendo de si la formación de partidos es libre o
restrictiva y de qué posibilidades ofrece el sistema electoral para que un gran
número de partidos esté representado en el parlamento.

Los sistemas de partidos se pueden clasificar según diferentes


criterios.Comúnmente, el número de partidos que compiten por el poder sirve
como criterio para la descripción de un sistema de partidos. Primeramente, se
hace una distinción entre un sistema unipartidario, bipartidario o multipartidista.

En un sistema “unipartidario” domina un único partido y prácticamente no existe


competencia política entre partidos. Sin embargo, un sistema “unipartidario” es
en sí una contradicción de términos, ya que un “partido”, como ya se mencionó
anteriormente, siempre es tan solo una parte de un todo mayor. Por lo tanto,
los sistemas unipartidarios, generalmente, se caracterizan por la supresión de
la competencia política y de las libertades democráticas. “Bipartidismo” significa
que dos partidos principales dominan la competencia política, mientras que
otros partidos más pequeños juegan solo un papel secundario. En un “sistema
multipartidista”, por el contrario, más de dos partidos tienen influencia en la
competencia política3.

Si en un país se da un sistema de dos o varios partidos, depende de factores


muy diversos: las tradiciones políticas, el desarrollo de las instituciones, la
cultura política, las condiciones socioeconómicas, la importancia de las
regiones, las circunstancias denominacionales, etc. En última instancia, el
sistema electoral también tiene una cierta influencia, pero de ninguna manera
la única influencia sobre la estructura del sistema de partidos. Aunque un
sistema de votación por mayoría (en circunstancias uninominales con la regla
de mayoría simple) promueve más bien el desarrollo de un sistema bipartidario
(o de un sistema con pocos partidos dominantes), un sistema de
representación proporcional tiende a fomentar un sistema multipartidista. Sin
embargo, no existe ninguna relación clara y universalmente válida entre el
sistema electoral y la formación del sistema de partidos.

3
Más sobre este tema puede consultarse por ejemplo en Arend Lijphart (1999). Patterns of Democracy.
Government Forms and Performance in Thirty-Six Countries. New Haven y Londres: Yale University
Press, Capítulo 5.
En un sistema de gobierno parlamentario, el sistema de gobierno influye en el
desarrollo de los partidos y en el sistema de partidos, en la medida en la que
éstos tienen una gran influencia precisamente porque el gobierno proviene
directamente del parlamento –en el que los partidos fijan la pauta– y dependen
de él, específicamente del apoyo de una mayoría en el mismo. En un sistema
presidencial, el jefe de gobierno, es decir el presidente, por lo general es
directamente electo por el pueblo y por lo tanto no basa su legitimidad
principalmente en el parlamento. Además, en la mayoría de los casos también
dispone, junto al parlamento, de competencias legislativas y de otra índole
como el poder de veto o el derecho de disolver el parlamento.

En los sistemas presidenciales, los partidos juegan a primera vista un papel


limitado, ya que mediante la elección directa del presidente se promueve la
personalización de la política a expensas de los partidos con perfiles
programáticos y fuertemente organizados. Sin embargo, en los sistemas
presidenciales la separación de poderes es por lo general más evidente porque
los partidos no están tan estrechamente relacionados con el gobierno, mientras
que en los sistemas parlamentarios la identidad y sobre todo la dependencia
entre el gobierno y el o los partidos de gobierno es mayor. Pero también en un
sistema presidencial el presidente necesita la aprobación del parlamento y
depende de las mayorías parlamentarias, las cuales pueden cambiar
circunstancialmente. De esta forma, también en los sistemas presidenciales, la
relativa independencia del gobierno les otorga a los partidos una importancia
más bien alta, aunque tiende a ser un poco menor que la que tienen en los
sistemas de gobierno parlamentarios, sobre todo en cuanto a la fuerza
organizativa, la disciplina interna y la coherencia de los partidos. Sin embargo,
el sistema de gobierno solo tiene una pequeña influencia sobre el número de
partidos representados en el parlamento. Esto depende mucho más de los
factores sociales, culturales, étnicos, regionales y eventualmente de otras
diferencias de un país, de su estructura de conflictos o intereses y por último,
pero no menos importante, de su sistema electoral.

I.4.1 Clasificación de los partidos

De igual forma que los sistemas de partidos, los partidos también pueden
clasificarse en función de ciertos criterios. Estas tipologías ayudan a ordenar la
variedad de los fenómenos sociales para entender mejor dicha diversidad.

a) Según su grado de organización

Partidos electorales: Estos partidos le dan menos importancia a tener un alto


número de afiliación y estructuras permanentemente activas, son más activos,
en particular, en el marco de las elecciones. El número de los votantes es
inusualmente alto en proporción al número de sus miembros. Por lo general, el
vínculo de los votantes con un partido tan poco desarrollado en lo programático
es muy débil. Por regla común, tales partidos electorales (incluyendo las
asociaciones electorales) están dominados por candidatos prometedores y se
“duermen” de nuevo después de las elecciones.

Los partidos de afiliación o partidos masivos se han esforzado y se esfuerzan


por afiliar a la mayor cantidad posible de seguidores a fi n de retenerlos
políticamente de manera permanente y socializar con ellos. El financiamiento
del partido también podría asegurarse a través de muchas pequeñas
contribuciones de los miembros. Los partidos de afiliación o partidos masivos
también se esfuerzan por contar con una estructura de partido bien organizada
en todas partes del país. En la mayoría de los casos tienen un programa de
gran alcance; la organización partidaria extraparlamentaria y el personal a
tiempo completo tienen un peso relativamente alto en estos partidos.

b) Clasificación por objetivos sociopolíticos

Según este criterio, se puede distinguir entre los partidos que tienen como
objetivo acontecimientos de desarrollo sociopolítico y reformas en el contexto
del orden democrático y los partidos que buscan alcanzar cambios sociales a
través de cambios radicales, extremos o revolucionarios del sistema político
mediante la violación de las reglas de un orden liberal-democrático. Al primer
grupo pertenecen los partidos conservadores, liberales, demócrata-cristianos,
socialdemócratas, también parcialmente los socialistas, así como algunos
religiosos o confesionales que no representan ninguna posición extremista.
Entre los del segundo grupo se encuentran en particular los partidos de
extrema derecha o izquierda, incluyendo también a los partidos comunistas.

Los partidos conservadores desean obtener o restaurar “lo mejor”. Se muestran


escépticos a las innovaciones o cambios sociales como por ejemplo un cambio
en los modelos o papeles de la familia, las formas de vida alternativas (como
por ejemplo las uniones entre parejas del mismo sexo), por un lado, o a ceder
la soberanía estatal a instituciones supranacionales, por el otro. Sin embargo,
reconocen que las ideas tradicionales, los valores y principios no se pueden
imponer a largo plazo sin reformas moderadas.

Los partidos liberales se basan en los derechos de libertad del individuo y


hacen hincapié en la inviolabilidad del estado de derecho. Son anticlericales
por tradición y en la actualidad por lo general representan a una economía de
libre mercado.
Los partidos socialdemócratas buscan, en la tradición del movimiento obrero,
un orden político y social basado en la igualdad social aproximada de las
personas y asignan al Estado un papel regulador en la economía y la sociedad.
Los partidos socialistas también buscan lograr una mayor igualdad social, pero
pretenden lograrla a través de medios más radicales como la abolición de la
propiedad privada y de una economía controlada por el Estado.

Partidos religiosos o de orientación religiosa: En todo el mundo hay una amplia


gama de partidos cuyos valores centrales, fuertemente arraigados en mayor o
menor medida, se derivan de los valores y principios religiosos. Así,
encontramos partidos demócrata-cristianos, islámicos e hinduistas que orientan
sus programas políticos, pero no necesariamente sus objetivos, a los valores y
normas de su religión o denominación. Esto puede dar lugar a diferencias
significativas en los programas políticos y en los objetivos políticos de tales
partidos, según sea la posición de las religiones o denominaciones con
respecto a los derechos humanos y la libertad individual o la democracia
política. Los partidos demócrata cristianos de Europa, por ejemplo, se
pronuncian, sobre la base de su imagen humana y social, por la libertad, la
solidaridad y la justicia en la sociedad, por la responsabilidad individual de los
ciudadanos y por un papel meramente regulador del Estado.

Los partidos de extrema derecha predican una ideología nacionalista que a


menudo se mezcla con una confusa “ideología étnica” y a veces también con
ideas racistas.

Los partidos comunistas defienden la dictadura del proletariado y parten de la


idea de una predeterminación de la historia.

c) Clasificación según los estratos sociales que desean atraer

Los partidos populares pretenden tomar en cuenta los intereses y necesidades


de la mayor cantidad posible de grupos de la población y por ello no se
distancian de ciertos sectores de la población, sino integran la mayor cantidad
de ciudadanos de diferentes orígenes sociales. En cierto sentido, son la
evolución moderna de los anteriores partidos de masas basados en clases o
credos.

Los partidos de intereses están comprometidos con los intereses de un grupo


particular (social, religioso o regional) y no pretenden ser igualmente elegibles
por todos los segmentos de la población.
d) Clasificación según su posición con respecto al sistema político

Los partidos compatibles con el sistema aceptan el sistema político en el que


participan y no desean estabilizar el orden político ni mejorarlo gradualmente a
través de reformas.

Los partidos hostiles al sistema no aceptan los principios de su sistema político


y luchan por el cambio de sistema (por lo general son agresivos en sus
programas y parcialmente también en sus acciones.). Solo en raras ocasiones
los partidos coinciden claramente con estas clasificaciones, ya que existen
transiciones suaves y formas mixtas. Así, un partido de afiliación o un partido
de masas puede ser al mismo tiempo un “partido de intereses” si representa
solo los intereses de un determinado grupo o clase social (“clase obrera”).
Además, otros criterios son posibles, por ejemplo un partido de gobierno o de
oposición, un partido regional, un partido de protesta, etc. Sin embargo, la
tipología presentada pone de manifiesto los rasgos característicos de los
partidos, lo que facilita la orientación política de los ciudadanos y la formación
de su voluntad política.

2. Problemáticas de los partidos y su resolución


Dentro de los partidos siempre hay conflictos –tanto por los diferentes puntos
de vista sobre las cuestiones políticas, como también debido a rivalidades
personales por los cargos e influencias. Esto es parte de la vida cotidiana de
los partidos, ya que son comunidades de propósito y no un bloque homogéneo
que piensa igual. Estos conflictos son inevitables y válidos, pero deben ser
resueltos de forma ordenada.
2.1 Conflictos internos

Los conflictos internos deben resolverse en el marco de procedimientos


democráticos y transparentes. Es importante que todos los que estén
involucrados en este tipo de conflictos respeten las decisiones democráticas
del partido. En algunos países, en especial los miembros destacados de los
partidos, que también pueden ejercer mandatos parlamentarios u ocupar
cargos públicos, tienden a abandonar sus partidos a menos que los conflictos
se resuelvan a su favor. Esto no solo perjudica al partido, sino también es
ejemplo de un mal comportamiento democrático. Después de todo, democracia
significa que se deben respetar las mayorías, aun cuando la posición propia
“solo” represente la opinión de una minoría. La magnitud de las divisiones del
partido también es una referencia de la cultura política democrática de un país.

El cuerpo formal para la resolución de los conflictos y las disputas internas de


los partidos son los tribunales del partido, que en algunos países son un
requisito legal o están contemplados en los estatutos. En los tribunales de los
partidos, que generalmente son (deben) ser dirigidos por abogados, los
conflictos y las disputas internas deben resolverse primero internamente y no a
través de los tribunales públicos. Estos incluyen, entre otras cosas, las disputas
sobre la condición de miembro y por ende el derecho a voto, la revisión interna
del proceso de votación y de otras cuestiones de procedimiento, así como
también las sanciones contra los miembros del partido que en opinión de la
mayoría se comportan en detrimento del partido, por ejemplo por haber violado
los estatutos o los valores fundamentales del partido.

Además de estas instancias formales de resolución y arbitraje de conflictos, en


la práctica partidaria a menudo también se dan formas “suaves” de mediación
de intereses o de resolución de conflictos entre grupos y personas rivales.

Entre las más conocidas están la participación en los cargos o la regulación de


cuotas. Un ejemplo de la participación en los cargos es sin duda el hecho de
que el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, le ofreció a su antes
dura rival dentro del partido, Hillary Clinton, el puesto de Ministro del Exterior y
ella aceptó este cargo, pero también que un experto reconocido en ambos
partidos, el republicano Robert Gates, fue confirmado por el nuevo Presidente
para el cargo de Ministro de la Defensa. El antiguo principio de “divide y
vencerás” no ha perdido para nada su significado. Ayuda a proteger la propia
posición de poder y representa para todos los involucrados y sus partidos una
situación “ganar-ganar”.

Pero asimismo, a través de la inclusión de los grupos rivales internos y sus


representantes en el nivel de gestión de los partidos, no solo pueden
suavizarse los conflictos sino también pueden aumentarse la amplitud
ideológica y/o el alcance de los partidos. Si, por ejemplo, un presidente del
partido considerado como liberal tiene a su lado a un representante
conservador y ambos soportan esta tensión compartiendo y equilibrando
inteligentemente sus posiciones, por lo general pueden integrar y representar
con éxito a los dos bandos por igual.

Lo mismo aplica a la ocupación de otros cargos directivos en los partidos, como


por ejemplo la inclusión de los intereses de los trabajadores, una
representación regional proporcional y otras formas de equilibrio de intereses.

Por el contrario, los sistemas de cuotas son más formalizados y no están


exentos de controversias. Sin embargo, también pueden ayudar a incrementar
la representación de ciertos grupos sociales dentro de los partidos y a expresar
sus preocupaciones.

Figura 5: organizaciòn interna de un partido

LECTURA: PROPUESTAS DE REFORMA POLÍTICA4

Se ha generado en los últimos años cierto consenso entre diferentes líderes de


opinión respecto a la necesidad de implementar una reforma política. Desde la
orilla liberal, se reconoce que a partir de la década de los años noventa se
avanzó mucho en la implementación de reformas encaminadas a hacer
funcionar una economía de mercado, lo que ayudó a lograr las altas tasas de
4
Tanaka, Martín, “El sistema de partidos “realmente existente” en el Perú, los desafíos de la construcción
de una representación política nacional, y cómo enrumbar la reforma poítica”. Lima, CIES, 2007
crecimiento y la reducción de los niveles de pobreza ocurridos en los últimos
años.

Sin embargo, esto coexistió con una institucionalidad estatal y con un sistema
político extremadamente precarios. Hoy se asume que, a mediano plazo,
resulta insostenible mantener la dinámica de crecimiento sin una reforma
institucional profunda del Estado y sin una reforma política. Desde la orilla
izquierda, se acepta que si bien, desde la caída del fujimorismo y la «transición
democrática», existe una democracia formal, la expectativa de una
democratización «sustantiva» se vio trunca, de modo que persistió una forma
de régimen elitista y excluyente, en la cual los sectores populares no cuentan
con una representación verdadera de sus intereses. Todavía estaría pendiente
la tarea de construir un régimen democrático, representativo, incluyente,
participativo.
Podríamos creer que este tema es muy abstracto y que está alejado de la
práctica política concreta; sin embargo, ha ido ganando espacio en los medios
de comunicación masivos, conscientes de los muy bajos niveles de legitimidad
de todos los actores políticos, y de los potenciales efectos disruptivos que esto
puede tener.

En las elecciones generales de 2016, la implementación de cambios


improvisados, imprecisos, contradictorios y de última hora generaron
problemas muy serios (el Jurado Nacional de Elecciones retiró de la contienda
a dos candidatos presidenciales importantes, por razones formales muy
debatibles), por lo que la necesidad de implementar una reforma política quedó
instalada como parte del sentido común. En el momento actual, existen
algunos actores y propuestas específicas de reforma, y consideramos que
cualquier discusión sobre qué hacer en la reforma política debe ubicarse en
este contexto.

Las más importantes son las presentadas por los organismos electorales,
como el proyecto de Código Electoral del Jurado Nacional de Elecciones (JNE,
2016); las propuestas presentadas por el JNE, la Oficina Nacional de Procesos
Electorales (ONPE) y el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil
(RENIEC), que incluyen una nueva Ley de los derechos de participación y
control ciudadanos y una nueva Ley de partidos políticos (JNE, 2014); la de la
ONPE (2017), que incluye la propuesta de Código Electoral y otras medidas
encaminadas principalmente a ordenar y hacer más coherente el proceso
electoral en su aspecto organizativo. También tenemos las propuestas
presentadas por organizaciones de la sociedad civil como la Asociación Civil
Transparencia (Transparencia, 2016), o la presentada por la página web
Lampadia, entre otras (Lampadia, 2016) 5. Cualquier iniciativa de reforma
5
Ver del Jurado Nacional de Elecciones, Anteproyecto de código electoral (Lima, JNE, 2016); y En
busca de la reforma electoral. Iniciativas legislativas (Lima, JNE, 2014); de la Oficina Nacional de
política tiene que ser aprobada por el Congreso, que para tal fin ha conformado
el
Grupo de Trabajo del Estudio de la Reforma Electoral (Comisión de
Constitución y Reglamento, 2016), que entregó un avance en el mes de
diciembre y cuyo informe final será revisado por la Comisión de Constitución y
Reglamento, la cual eventualmente deberá presentar la propuesta de reforma
al pleno.

El horizonte temporal de la reforma política está marcado por la proximidad de


las elecciones regionales y municipales de 2018 y las un poco más lejanas
elecciones generales de 2021. También es muy importante considerar que en
el Congreso las propuestas de reforma deben ser aprobadas por la Comisión
de Constitución y Reglamento, cuyo trabajo partirá de las recomendaciones del
Grupo de Trabajo del Estudio de la Reforma Electoral, que deberá presentar su
informe en el mes de mayo. Luego, la Comisión de Constitución y Reglamento,
con base en ese insumo, debe hacer una propuesta al pleno del Congreso. El
tema clave es que el periodo legislativo 2016-2017 termina en julio y luego
empezará el período 2017-2018, con nuevas presidencias en las comisiones. A
pesar de que podemos contar con que Fuerza Popular seguirá presidiendo la
Comisión de Constitución y Reglamento, nada asegura que el próximo
presidente continúe el trabajo de la comisión Donayre o las orientaciones del
presidente actual, Miguel Torres. Considerando estos horizontes temporales,
podría decirse que si la reforma política no se aprueba antes de junio de este
año, probablemente no sea aprobada durante el periodo de gobierno 2016-
2021.

En principio, una reforma política podría interesar a los partidos más


consolidados, como ocurrió con la aprobación de la ley de partidos de 2003, en
el sentido de que la reforma aspiraría a construir un sistema de partidos con
pocos actores, pero más fuertes y representativos, dejando en el camino a los
grupos más improvisados, personalistas y oportunistas11. Sin embargo, a
diferencia de 2003, los principales actores políticos hoy aparecen sometidos a
graves tensiones y conflictos internos que hacen más difícil para estos aceptar
criterios más exigentes para la acción política; esto parece incluir al propio
fujimorismo como organización política, que no ha mostrado una postura clara
respecto a estos temas.

Así, la lógica de los actores políticos parece estar motivada, como es


esperable, en gran medida por el cálculo de qué efectos tendrían las reformas

Procesos Electorales, ONPE: iniciativas para la reforma y el debate electoral (Lima, ONPE, 2017); de
Transparencia, Asociación Civil, Propuesta de ley de reforma institucional para el fortalecimiento
democrático (Lima, Transparencia, 2016); y de Lampadia, “Empecemos a debatir la Reforma Política”
(2016), disponible en: http://www.lampadia.com/analisis/politica/empecemos-a-debatir-la-reforma-
politica/ Es importante mencionar que el autor de este documento es miembro de la asamblea de la
Asociación Civil Transparencia, y uno de los coautores del Plan 32, su propuesta de reforma institucional.
sobre sus posibilidades electorales. Por ejemplo, ante la proximidad de las
elecciones regionales y municipales de 2018, un tema de debate es
reintroducir la posibilidad de la reelección inmediata, anulada por el Congreso
anterior a finales de su mandato. Muchos de los congresistas actuales están en
contra de la eliminación de la votación preferencial, que sí podría interesarle a
los líderes del sus partidos; sin embargo, ellos también deben evaluar la mejor
manera de mantener la cohesión en sus filas, algo que una medida como esta
podría debilitar.

Si es que la reforma política ha de avanzar, las organizaciones de sociedad


civil jugarán un papel decisivo por la presión de los medios de comunicación.
Afortunadamente, en los últimos tiempos se he generado un consenso
importante respecto a la necesidad de implementar una reforma política
sustantiva, más todavía a la luz de los escándalos recientes asociados al
descubrimiento de cómo empresas constructoras brasileñas hicieron
contribuciones millonarias a campañas políticas, sin declararlos, a cambio de
favores posteriores.

En este documento hemos diagnosticado que uno de los males centrales del
sistema político y de partidos es su extremo grado de personalización y de
caudillismo. También hemos propuesto dar pasos hacia mayores niveles de
institucionalización; avanzar hacia tener partidos más democráticos,
transparentes y sólidos, en donde la identidad colectiva, basada en perfiles
programáticos tenga más fuerza que las figuras individuales. Dentro del menú
actual de propuestas en agenda, consideramos que las que atacan más
directamente estos problemas son las referidas a la democracia interna
partidaria, tanto en lo que concierne a la elección de sus autoridades como la
de sus candidatos a elección popular.

En el momento actual, la percepción es que las «cúpulas» partidarias eligen a


sus directivos y arman las listas de candidatos mediante procedimientos poco
democráticos y transparentes, lógicas además, altamente vulnerables a la
penetración de dineros e intereses ilegales (por lo que las propuestas de
democratización y fortalecimiento institucional de los partidos deben incluir
también propuestas respecto a la financiación de sus actividades). Respecto a
la elección de autoridades partidarias, las diferentes propuestas reconocen la
necesidad de cierta amplitud y flexibilidad para definir las modalidades de
elección (desde elecciones directas abiertas a la ciudadanía, cerradas a los
militantes, o indirectas mediante la elección de delegados), pero la clave es el
manejo del padrón de militantes, que debería estar validado por el RENIEC.

De otro lado, el cumplimiento de los estatutos partidarios y lo estipulado


respecto a las funciones y periodos de las autoridades debería ser evaluado
por el JNE, y los incumplimientos deberían tener castigos, que podrían incluso
llevar a sancionar y hacer que las organizaciones infractoras pierdan el
registro.
En cuanto a la elección de candidatos a cargos de elección popular, tanto la
propuesta de los organismos electorales como la de Transparencia
recomiendan la realización de elecciones primarias, que podrían ser abiertas a
toda la ciudadanía o cerradas, solo para sus afiliados. Lo importante es que se
basen en un mecanismo de elección directa y que los organismos electorales
las lleven a cabo. De este modo, el partido presentaría una sola lista, cerrada y
bloqueada, para el Congreso de la República, lo que permitiría la eliminación
del voto preferencial, diagnosticado como una de las fuentes de la falta de
disciplina y cohesión en los partidos.

La eliminación del voto preferencial lleva a la discusión de cómo quedarían las


cuotas de género, por lo que debería haber alternancia en la elaboración de las
listas. Ciertamente, las elecciones primarias y la eliminación del voto
preferencial, por sí solas, no aseguran que los partidos serán más
representativos o que dejarán el personalismo y se convertirán en
organizaciones que respondan a perfiles programáticos. De hecho, como
hemos señalado, existen también riesgos: en las elecciones internas suelen
ganar las facciones o los sectores con mayor capacidad de organización y
movilización de sus votantes, no necesariamente los que representan el sentir
de la mayoría de afiliados. Al mismo tiempo, los candidatos que mejor
representan el sentir los militantes no necesariamente son quienes mejor
pueden representar las demandas o aspiraciones de los votantes en general.
Sin embargo, mantener el statu quo implica renunciar a intentar mejoras.

Esta medida debe ir acompañada de otras que comprendan el financiamiento


de las campañas así como cambios en el reglamento del Congreso para
fortalecer el trabajo de los grupos parlamentarios como tales, entre otros;
también por medidas que apunten a retirar el registro a los grupos que no
tienen verdadera representación, como aquellos que, pese a contar con este,
no participan en las diferentes elecciones, o que solo sobreviven como parte de
alianzas electorales. Al observar a otros países de la región, tenemos una
amplia variedad de experiencias. En general, el manejo de las tensiones
internas dentro de los partidos ha generado mecanismos diferentes de
competencia interna. Por un lado, en Uruguay y en Colombia, hasta hace
algunos años, cada partido político podía presentar más de una lista a las
elecciones parlamentarias. Esta competencia abierta debilitó mucho el perfil y
la coherencia partidaria, por lo que ahora la competencia se ha trasladado
hacia las elecciones internas, de las que sale solo una lista de candidatos por
partido.

En Colombia esto se ha combinado con la introducción del voto preferencial.


En todo caso, en el Perú, con partidos extremadamente precarios, y sin
personal propio suficiente, el hecho de que los candidatos participen en
elecciones primarias directas, y que luego participen como parte de una lista en
el proceso electoral, facilitará que se les conozca tanto a ellos como a sus
trayectorias e ideas; y el que compitan dentro de una sola lista sin voto
preferencial ayudará a lograr una mejor identidad como lista parlamentaria.

BIBLIOGRAFÌA

ABAL MEDINA, Juan (2002). “Elementos teóricos para el análisis


contemporáneo de los partidos políticos: Un reordenamiento del campo
semántico” (pp. 33-54).

CAVAROZZI, Marcelo y Juan Abal Medina (comp.). El asedio a la política -Los


partidos latinoamericanos en la era neoliberal. Buenos Aires: Politeia.

ALCÁNTARA SÁEZ, Manuel. (1997) “Las tipologías y funciones de los partidos


políticos” (pp. 37-58). En AA.VV. Curso de Partidos Políticos. Madrid: Akal
Universitaria.

SARTORI, Giovanni (1979) Parties and Party Systems: A Framework for


Analysis. New York and Cambridge: Cambridge University Press.

SAZBÓN, José (2007). “Cuatro Mujeres en la Revolución Francesa. Estudio


Preliminar”. Editorial Biblos, Lado B. Buenos Aires.

TANAKA, Martín (2017). “Personalismo e institucionalización


La reforma de los partidos políticos en el Perú”. Instituto Peruano de Economía
Social de Mercado – IPESM. Impreso en Negociaciones Krismar S.R.L. Jr.
Cailloma N° 439 – 109 Lima

TUESTA, Fernando (2003) “La democracia tiene un costo: hacer elecciones”.


Documento en word. Pzortal de ONPE. 11p.

LECTURAS ADICIONALES: artículos de opinión

Lectura 1

Enemigo íntimo, por Patricia del Río

“El Ejecutivo y el Legislativo están a punto de convertirse en enemigos”.


“Enemigo” es un término que se construye a partir de la negación. Viene del latín
‘inmicus’, que está formado por el prefijo negativo ‘in’ y la palabra ‘amicus’ (amigo).
Originalmente, se utilizaba en Roma para los rivales personales, y luego se extendió a
pueblos o naciones enteras. Con los adversarios o rivales uno puede tener diferencias,
pero con el enemigo el enfrentamiento es radical. Para que uno tenga la razón, el otro
tiene que perder.

Desde hace varias semanas, el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo se


está volviendo tan extremo que están a punto de convertirse en enemigos. Ya no se
trata de grupos con diferencias que deben ponerse de acuerdo en favor de la
gobernabilidad, sino de facciones enfrentadas, que petardean todos los días sus
posibilidades de acercamiento. Es verdad que ambos repiten hasta el cansancio que
quieren trabajar en favor de los ciudadanos, pero en la práctica les hace falta un
ingrediente indispensable para ese trabajo conjunto: un objetivo común; y eso no
existe.

Un ejemplo perfecto es la lucha contra la corrupción. Si bien ambos bandos tienen


este punto como el primero en su agenda, la perspectiva de cómo se alcanza y
quiénes son los corruptos es diametralmente distinta. Para el Ejecutivo, luego de la
difusión de los audios de Hinostroza y amigos, se necesitan reformas radicales en el
sistema de justicia y en el plano político. Para eso quiere someter a referéndum un
conjunto de leyes (composición del CNM, financiamiento de partidos, no reelección de
congresistas) y que la población decida. Uno de los puntos decisivos para garantizar
esta lucha es el apartamiento del fiscal Chávarry de su cargo porque su relación con
los implicados en el caso de Los Cuellos Blancos del Puerto compromete su
independencia.

Para el Congreso, específicamente para la mayoría fujimorista, las medidas


planteadas por Vizcarra no atacan directamente la corrupción y son propuestas
populistas para ganarse la calle. No están dispuestos a trabajar de la mano
del Ejecutivo, ni mucho menos que les impongan cómo y cuándo debatir temas tan
delicados. A esta situación de rebeldía, cuya legitimidad no estamos cuestionando, se
le suma el factor Chávarry, que para el fujimorismo en lugar de ser un obstáculo en la
lucha contra la corrupción es más bien una garantía. De acuerdo con esta visión de las
cosas, como Pedro Chávarry sacó al lento de Hamilton Castro del Caso Lava Jato,
esto marca un punto de inflexión con respecto a la gestión de Pablo Sánchez, que
estaba apañando a la mafia caviar.

¿Quién tiene la razón? No es este el espacio para discutirlo. Pero si las partes no
coinciden ni siquiera en cuál es el mal que tienen que enfrentar y quiénes son los
malos, podemos esperar sentados a que se produzca una sola reforma relevante. Más
bien, podemos ir preparándonos para ver cómo se despedaza nuestra clase política.

Recuperado de https://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/ejecutivo-legislativo-enemigo-
intimo-patricia-rio-noticia-556893

Lectura 1
Discutiendo en Babel qué es política, por Hugo Neira

“Ninguna gran nación en el mundo progresa solo por el mercado”.

Antes de comentar, siento la obligación de comenzar con una cuestión que me parece
capital: preguntarnos qué es política. Me parece necesario ponernos de acuerdo sobre
lo que estamos hablando. Por ello acudo a una definición. Ni religión ni teoría. “Política
es una actividad”. Y como el amable lector supone, es una noción plurivalente. Ahora
bien, esa definición no me pertenece. Sigo un canon, es decir, algo probado y que una
comunidad científica comparte. No soy un ‘opinólogo’, no tengo ese honor, apenas un
profesor universitario que a ratos comenta el contexto social. La fuente, el Dictionnaire
de Notions, tomo 2, página 1978. Lo de Babel es metáfora, en efecto, la del Génesis
11:1-9, la ciudad que Jehová destruye “haciendo que todos hablaran lenguas
distintas”. O sea, la Lima de hoy.

Ahora bien, esa actividad –praxis, acción– es muy específica. Consiste en orientarse
como actividad a la vida colectiva, al bien común. Hegel lo llamaba la “totalidad
organizada”. En otras palabras, se ocupa de lo público. Sinceramente, entre nosotros
peruanos, hay un obstáculo intelectual y moral. A muchos de nuestros paisanos lo de
“lo público”

Aterricemos. Somos hoy un país privatista. Un país de propietarios, comenzando con


los campesinos, que provienen del famoso “fracaso” de la reforma agraria, de Puno a
Cajamarca, “dos millones con tierras propias” (INEI). Y si sumamos las propiedades
particulares en la enorme Lima y en ciudades, pues, ¡qué bien! No estoy diciendo nada
contra la propiedad sino que se ha degradado lo público. Hoy quiere decir hospitales
que son inferiores a clínicas, colegios públicos de los que huyen los padres de familia
prefiriendo los privados. Y ha habido varias administraciones en Palacio que no
pueden dejar de pensar el Estado como una empresa. Siento decirlo, ninguna gran
nación en el mundo progresa solo por el mercado. Se necesitan inversiones para el
largo plazo, como la educación o la salud. Economistas, ¡no todo tiene que tener
retorno! Qué bien les va a Canadá o a Suecia, donde se separa los que hacen
negocios de los que hacen política, ¿no? O Chile, o Uruguay.

Volviendo a nuestra política –¿es que la hay?–, se supone una actividad para resolver
conflictos, no para crearlos. Pero nuestros mandatarios provocan conflictos, por lo
general, artificiales. El presidente Vizcarra ha propuesto reformas. Una transformación
del Poder Judicial, la bicameralidad, un referéndum. Aplausos. Y en medio de esa
cesta de manzanas, una víbora. La no reelección de los futuros diputados y
senadores. Francamente, ¿cómo puede esperar que el Congreso actual le apruebe lo
que es un misil al corazón mismo del Parlamento actual? No sé quién se lo ha
aconsejado, pero eso es double bind, es decir, una propuesta en la que una persona o
un grupo pierde sea cual fuese su respuesta. ¡Les pide que desaparezcan! Sin duda,
se gana el antikeikismo. Pero eso no es política. Lo sería proponer una renovación del
Parlamento por tercios. Pero, por lo visto, está continuando la guerra sin balas que
comenzó PPK y que lo ha llevado adonde está, a la calle Choquehuanca.
Lo esencial hoy es la remoción de jueces y un Poder Judicial que no nos llene de
vergüenza. Que proteja a la sociedad. Una alumna me acaba de contar cómo ha
perdido su casa porque un mafioso ha probado que el terreno era suyo, con la ayuda
de un juez. A gritos el país pide justicia.

Recuperado: https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/reforma-judicial-discutiendo-babel-
politica-hugo-neira-noticia-556884

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. ¿Cuáles fueron las motivaciones para las conformaciones de los partidos


políticos a través de la historia?

2. ¿Qué aportes se les reconoce a los partidos contemporáneos?

3. ¿Qué tipo de organización u organizaciones políticas consideras que no


realizan un adecuado filtro a sus candidatos y que consecuencias acarrea
aquel descuido?

4. ¿En cuáles de la mencionada clasificación ubicaría a los partidos que tienen


mayoría parlamentaria?

5. ¿Qué piensas acerca de los partidos políticos?

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