Вы находитесь на странице: 1из 2

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Edith Fainore Burgos Martínez

Relatoría N° 6

Nietzsche, Friedrich: Aurora, Libro III, Parágrafos 149 –170

La fuerza de la costumbre ha desarrollado una incongruencia entre las normas creadas y


la decisión subjetiva del individuo. Aunque esas costumbres discrepen con el ser humano,
se toleran para obtener resultados de convivencia, aun resultando contradictorias las
decisiones a tomar, asentándose en la comunidad.

La razón misma identifica la incoherencia en las decisiones pero es tal el poder de la


costumbre que, un antirreligioso se sostiene en matrimonio, un ateo bautiza a su hijo, y
alguien que vaya en contra de la muerte, presta servicio militar.

Aunque Nietzsche no lo aclare aquí detalladamente, sí se sabe que en cualquiera de los


extremos, tanto el ateo como el creyente están ubicados en una posición moral, cada cual
condicionado por sus normas, pero, en un contexto social donde priman las costumbres
adquirida por la época, el ateo por ejemplo resulta obligado a pasar por encima de sus
convicciones no religiosas, terminando por cumplir con la costumbres religiosas.

La costumbre absorbe incluso al enamorado quien en su capricho decide contraer


matrimonio, imponiéndole construir inmediatamente sobre sus sentimientos un acuerdo de
partes interiorizado por la religión de mano de un fundamento denominado Dios, entonces,
los impulsos y los sentimientos se convirtieron en compromisos que atentan contra las
motivaciones propias, incluso tomando fuerza de ley; la costumbre termina por atrapar el
capricho, sirviéndose de él para reforzarlo en lo colectivo, impidiendo el actuar de la razón
misma e induciendo al error.

Las normas del carácter moral generan en la sociedad y en la época una seguridad y
control, se ha asumido como un medio de resguardo, seguridad y protección, pero
Nietzsche expresa que aunque así se considere, las costumbres varían, las motivaciones son
distintas en cada época, en cada civilización, lo que era un modelo de protección en la
cultura griega fue variando con el paso del tiempo, no es lo mismo en todas las épocas
desde ese entonces, así se busque como escudo de protección cumplir con ciertas normas
para resguardarse del peligro, será distinto en el tiempo, no se darán leyes constantes, por
tanto no hay moral absoluta; en cada época se predican nuevas normas de carácter moral
que se relacionan con los defectos de su civilización y como éstas responden a intereses
colectivos se van aceptando, formándose un sistema social inmoral en el que por responder
a determinadas leyes y costumbres, cada persona pierde su propio valor individual y se
termina naturalizando el uso de uno para el otro como medio, sin respeto alguno.

Pese a que la fuerza de la costumbre es tanta, Nietzsche refiere que el individuo debe
sublimar el instinto de lealtad a sí mismo, discrepar de la costumbre en un sentido de
lealtad a sí mismo y permitir lo que cada uno lleva en sí, libremente, confrontarlo con los
demás, que esto tiene aún más valor porque las decisiones que obedecen a las costumbres
impiden un proceso racional, conlleva a dar pasos por prioridad colectiva porque las
normas morales en un sentido práctico no se hacen evidentes, todo el tiempo se hacen
contradictorias en tanto van en contra de los impulsos y convicciones individuales.

Es la civilización misma quien se encargó de la inmoralidad o definitivamente es la


inmoralidad quien se encargó de hacer de la civilización, una civilización, en términos de
Nietzsche, deplorable; esto a causa de las concepciones del bien y el mal que debilitan a
aquellos que son sensatos y autónomos e impiden una civilización sólida (P. 163).

Вам также может понравиться