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Núñez, Blanca.

Cap. I:

La comprobación de la anomalía del hijo provoca una situación de crisis. El concepto de “crisis” denota un
grado de desorganización familiar. El equilibrio del grupo se altera al enfrentarse a una situación que modifica
su funcionamiento previo. El factor esencial que determina la aparición de la crisis es el desequilibrio entre la
dificultad y los recursos que dispone la familia para enfrentarla. Su superación, por el contrario, puede llevar
a un crecimiento y mayor desarrollo de la familia.

Hay que diferenciar las “crisis evolutivas” de las “crisis accidentales”; las primeras están vinculadas a cambios
referidos al proceso de crecimiento de una familia, el primer embarazo, el nacimiento de los hijos, la entrada
de un hijo a la primaria, la adolescencia, etc. Las situaciones de crisis accidentales, tienen iguales características
pero se le suma el carácter imprevisto, urgente, que presentan; por ejemplo, la muerte de uno de sus
integrantes.

En este sentido, la confirmación de la sordera del hijo es una situación de crisis accidental y en ella, la familia
se ve obligada luego del diagnóstico confirmado a la colocación de la prótesis, a hacer una elección de un
método educativo para su hijo. Esta crisis implica una pérdida, un duelo; se pierde al hijo cargado con las
expectativas, deseos, esperanzas de la pareja y de la familia en general. La familia debe afrontar un proceso
de duelo que le permita aceptar esta pérdida para poder conectarse con el hijo real deficitario que tiene
delante.

1) El modo de resolución de duelos anteriores en la historia de la familia y en la historia particular de cada uno
de los padres.

2) El momento del ciclo vital por el cual está atravesando la familia: cuando el hijo sordo es el primero, la
pareja debe afrontar dos situaciones, por un lado pasar de una situación de dos a la inclusión de un tercero
que implica asumir un nuevo rol que es el parental y por otro lado, deben enfrentar un déficit que pone en
cuestionamiento su posibilidad de poder gestar algo sano. Cuando hay otros hijos sanos anteriores la situación
es distinta y el proceso de adaptación al déficit abarca a todo el grupo familiar.

3) El lugar asignado al hijo.

4) El grado de discrepancia entre el hijo deseado y el hijo real: cuantas mayores expectativas, deseos,
esperanzas proyectadas en el hijo, más difícil es la aceptación de la deficiencia.

5) La personalidad de los padres: características de personalidad narcisista dificultan el proceso de duelo, el


tener un hijo con un déficit implica un fuerte ataque a ese narcisismo porque significa la confirmación de “no
valgo, no sirvo, por lo cual no soy merecedor del reconocimiento de los otros”.
6) Las características del vínculo de la pareja matrimonial: todo lo que pasa en la pareja puede ser referido a
la discapacidad del niño.

7) La actitud que toma la pareja parental ante la situación crítica: es importante para la elaboración del duelo
el hecho de que ambos padres permanezcan unidos en una actitud de mutuo apoyo, comunicación y
responsabilidad compartida frente al niño deficitario. Muchas veces, los padres pasan por las diferentes etapas
del duelo a distinta velocidad. En nuestra experiencia, vemos, que la reacción de ambos padres pueden ser
distintas: la madre, en general, manifiesta más impacto emocional, mientras que el padre se aferra a un
modelo masculino estereotipado: no llorar, sr fuerte, sobretodo delante de su mujer.

8) La posibilidad de la familia de contar con sostenimientos del entorno: amigos, familia, vecinos, y recursos
que el medio le ofrece.

9) La capacidad de la familia para recurrir y/o aceptar los sostenimientos externos: la capacidad de utilizar con
provecho a otras personas, amigos, parientes y recursos que el medio le ofrece.

10) El nivel social, económico y cultural de la familia: las familias de clase baja se enfrentan a la crisis con una
actitud de mayor resignación, de sometimiento a los dictámenes de dios o el destino. Las familias de clase
media, alta, y con nivel cultural más elevado, tienen procesos de duelo más complicados debido a la gran
frustración ante el alto nivel de expectativas y deseos depositados en el hijo, una herida narcisista más intensa.

11) Las características del déficit: el grado de la pérdida auditiva, si es adquirida o genética: en el primer caso
el duelo se da ante algo que se tuvo y se perdió y en el segundo caso por algo con lo que no se nació; la
presencia de otros problemas asociados, la progresión de la pérdida.

12) El momento en que se hizo el diagnóstico.

13) La modalidad en que el equipo asistencial encare la atención de la familia en crisis: los profesionales que
intervienen en la atención de la familia pueden favorecer un curso de duelo más adaptativo o por el contrario
influir de un modo perjudicial. Los principales errores que se observan son:

a. Una mala información inicial: ocultamiento de la verdad, apelando a negaciones dándole un falso
consuelo a la familia.
b. Actitud desajustada del profesional frente a la familia que puede ser: actitud de distancia, actitud de
identificación masiva con la familia, falta de respeto en cuanto a la modalidad y tiempo de cada familia
para la elaboración del duelo, alto nivel de exigencias de la familia sin tener en cuenta las necesidades
de crecimiento y desarrollo de otros miembros además de los del niño discapacitado, transmisión a la
familia de un estado de frustración, desesperanza, impotencia y desinterés ante las posibilidades del
niño y sus propios recursos profesionales, relación hacia la familia con una actitud omnipotente con
sentimientos de optimismo desmedido y esperanzas excesivas como consecuencia de una
identificación con poderes de reparación mágicos.

Los factores que en cambio pueden contribuir a un procesamiento adaptativo de la situación de crisis familiar
son:

a. Una información inicial adecuada.


b. Función de sostenimiento y de apoyo del equipo asistencial a la familia.
c. Actitud de respeto frente a la familia en cuanto a su modalidad y tiempo particular para la elaboración
del duelo.
d. Actitud de discriminación entre sus limitaciones y posibilidades del niño.
Las distintas etapas de elaboración del duelo:

1) Etapa de shock, conmoción: se da como respuesta ante la información de la deficiencia del hijo. Esta
situación de conmoción está acompañada de un estado de embotamiento de la sensibilidad, como estar
viviendo una situación de irrealidad.

2) Etapa de negación: implica percibir la realidad de la pérdida pero acompañada de un intento de no admitirla,
de un intento de descreimiento. Esta actitud se caracteriza por sentimientos de anhelo y búsqueda del hijo
sano, una esperanza de que todo vaya a arreglarse. Es una etapa en que los padres pueden comenzar con una
serie de peregrinaciones por los distintos especialistas buscando que le digan que el déficit es erróneo. Los
padres también suelen culparse por la sordera de su hijo y vivirla como un castigo por alguna mala acción: no
haberse cuidado durante el embarazo, haber fumado, haber trabajado en exceso, etc. La búsqueda inquieta,
la esperanza intermitente, el desengaño repetido, el llanto, la tristeza, la rabia y la ingratitud, son rasgos de
las fases de duelo y deben entenderse como expresiones de la necesidad encontrar y recuperar a la persona
perdida según Bowlby. Estas dos primeras fases corresponden a un período de desorganización del grupo
familiar.

3) Etapa de recuperación, del equilibrio: atenuación gradual de las intensas reacciones emocionales. Se llega
a un lento reconocimiento y aceptación de lo irreparable en la pérdida. Los padres pueden encontrarse con
un hijo real y deficitario y pueden tener mayor confianza en sí mismos para cuidarlo.

4) Etapa de reorganización: implica una renuncia de la esperanza de recuperar al hijo perdido y una actitud de
aceptación del hijo sordo con sus posibilidades y limitaciones. Una buena resolución del duelo conduce a una
reorganización adaptativa del grupo familiar. Por otra parte, el duelo no se elabora de una vez y para siempre,
sino que ante cada nueva etapa del crecimiento del hijo se da una recreación del mismo. La adolescencia es
un periodo peculiar de la reelaboración de la situación que suele coincidir con el ingreso a la escuela especial
y el ingreso a una nueva etapa con exigencias sociales.

Cap. II:

Aquí nos referiremos a la incidencia que tiene sobre la familia la incorporación temprana del equipo tratante
(fonoaudiólogos, otorrinolaringólogo, profesor de sordo, escuela especial) y al cumplimiento de la
rehabilitación, lo que demanda un gran esfuerzo familiar.

Diferentes autores a partir de los hallazgos de Freud han enfatizado la importancia del complemento materno,
marcando la incidencia que tienen los aportes maternos tempranos sobre el bebé: cuidarlo, amamantarlo,
mirarlo, tocarlo, etc. Es un factor esencial en la conformación del psiquismo. En los últimos años se destacó la
importancia de la función paterna en el desarrollo del niño. Para que la madre pueda fusionarse con su hijo, o
sea, cumplir su función materna necesita de la función paterna que ofrece contención y protege a la díada
madre-hijo de todos los combates del entorno. Hay aportes que señalan al padre como pieza clave para corte
de la simbiosis madre-hijo y su intervención fundamental para el logro de la individualización.
Los estudios de Lacan, señalan la importancia del papel mediador de la función paterna y su acción
diferenciadora en la relación previa dual entre madre-hijo. El padre introduce la ley en ese vínculo previo. El
niño y la madre deben reconocer que el deseo es imposible de calmar con ningún objeto, que le ilusión de
llenar el vacío inherente al sujeto es imposible de alcanzar.

Otro autor, sostiene que desde el nacimiento tiene importancia similar el padre y la madre; si el niño se
identifica con su padre tempranamente es posible comprender que un padre ausente o psicológicamente débil
o incapaz de asumir la paternidad provoca en el niño un déficit en su identidad genital. Mientras que la madre
cumple el rol de todo lo que se refiere a la vida dentro del hogar, el padre tiene la función de ayudarlo en la
búsqueda del mundo externo, así como en el periodo inicial del complejo de Edipo su función fue ayudarlo a
desprenderse de la madre.

Otras investigaciones remarcaron la importancia del grupo familiar como complemento para el desarrollo del
niño, la familia es la que brinda sostén y protección a sus miembros y posibilita la interdependencia y salida
exogámica de los mismos. Para Pérez, A. la familia es la matriz de humanización, la función sostenedora y
organizadora del crecimiento y maduración de lo humano, la matriz del psiquismo, es además un laboratorio
metabolizador emocional ya que ofrece codificaciones para el manejo de las emociones.

Otra función de la familia es la de formar individuos, ser matriz de individualización, es función de la familia
lograr que el niño adquiera funciones de individuación que provee al sujeto procesos de identificación. Es una
función socializadora. Soifer, R. sostiene que el objetivo de la familia es la defensa de la vida.

1) Enseñanza del cuidado físico.


2) Enseñanza de las relaciones familiares.
3) Enseñanza de las relaciones sociales.
4) Enseñanza de la actividad productiva y recreativa.
5) Enseñanza del aprendizaje escolar.

Hay inicialmente una alteración en el hecho de que la vida familiar transcurría dentro de ciertos cánones de
normalidad en cuanto a la crianza de su hijo. De pronto, irrumpen profesionales que actúan sobre el niño con
una actitud demandante y exigente frente a la familia. El equipo tratante ocupa el lugar de la familia de “dueño
del saber”, los especialistas son los que saben de la sordera.

Los padres quedan relegados al rol de “los que no saben”, en un rol de simples cumplidores de deberes,
sometidos. Esta actitud de sometimiento paterno se basa en muchos casos en una fantasía en torno a un hijo
que se les ha vuelto desconocido, extraño para ellos y que por lo tanto no pueden comprender. Esto los vuelve
dependientes de los que saben, que es muy predominante en las primeras etapas de rehabilitación.

Los profesionales actúan realimentando esta situación, reforzando los miedos e inseguridades de los padres
en el vínculo con su hijo; se manejan así desde un lugar de poder sobre la base de los que saben y los que
pueden resolver todo. Este vínculo equipo tratante-padres transcurre sobre carriles de exigencias mutuas. Los
profesionales exigen cumplimiento y acatamiento a sus indicaciones y prescripciones.

En la medida en que los profesionales tratantes se incorporan con mucho poder, se resiente y debilita el
subsistema parental en rol de jerarquía y autoridad frente a sus hijos. La figura más debilitada suele ser la del
padre, y esto puede deberse a que las exigencias de la rehabilitación hacen que el niño permanezca mucho
tiempo con su madre quien asume un rol activo en este proceso, es además quien recibe más información,
indicaciones, prescripciones de todo lo que hay que hacer por parte de los profesionales. Cuando el padre se
ve excluido de esa relación puede llegar a no entender lo que dice, ni que el hijo lo entienda a él y necesita
entonces la función mediadora de la madre para poder comunicarse. Hay por lo tanto un déficit en la función
paterna en tanto falla también la función de interdicción en la relación madre-hijo. La ausencia paterna
también deja al niño deficitario de una figura de identificación fundamental para la consolidación de su
identidad genital.

Desde el inicio del diagnóstico al sistema familiar se le incorpora el equipo tratante provocando un fuerte
impacto. Los límites entre la familia y el afuera se hacen más permeables y pueden surgir dificultades en el
mantenimiento de límites claros entre subsistemas familiares: conyugal, parental, filial. La familia del
hipoacúsico, puede transformarse en una familia demasiado ocupada en responder a la demanda orgánica de
su hijo, puede ser al mismo tiempo, deficitaria en su función sostenedora , contenedora y metabolizadora de
lo emocional, puede ser poco estimuladora de la creatividad, no alentar la realización por parte del niño de
actividades favorecedoras del autoabastecimiento y la independencia, consecuentemente puede actuar
obstaculizando la maduración y el desarrollo del yo del niño y su proceso de individualización y socialización.

Cap. III:

El niño, tiene limitaciones a causa de su sodera y presenta la necesidad de tener una persona constantemente
a su lado que le brinde una decodificación los sucesos de la realidad que lo rodea. Es en la madre en quien
recae ese rol. El niño suele ver su déficit como un “hueco”, como una parte mutilada, faltante de su esquema
corporal y tiene la fantasía de que esta parte ha quedado retenida en el vientre de su madre, entonces ella lo
ha defraudado y la acusa por esto. Manifiesta una autoestima muy baja, una imagen de sí mismo descalificada
con fantasías de ser tonto, loco, malo, diferente, un ser de otro planeta. Esto lo lleva a una búsqueda continua
de signos de amor, reconocimiento, aprobación, valoración y demanda así suministros narcisistas para
aumentar la valoración de sí mismo.

La madre es quien en mayor medida soporta estas demandas que se presentan bajo la forma de un pedido
voraz y permanente de gratificaciones (golosinas, juguetes, etc.). Simultáneamente con el rol de la madre de
deudora, la que está en falta, él mismo carga con el rol del que debe frente a esa madre desilusionada y
desesperanzada. Cree que la ha defraudado en sus expectativas y se siente culpable por ello.

Por ese motivo, permanece muy ligado a ella para ajustarse a la imagen del hijo ideal, recuperar así su amor y
poder aliviar su propia culpa. La relación del niño con la figura paterna está menos cargada de estas intensas
emociones; la figura del padre se presenta como más ausente, como una figura con rasgos de poder.

El niño hipoacúsico no satisface las expectativas de su madre, no le brinda reafirmación a) de su identidad


como mujer y madre, b) de su propia integridad interna.

Tomando los aportes de Lacan, sabemos que toda madre vive con su hijo una relación temprana, imaginaria,
especular en la cual ella que siente su incompletud, se siente castrada como faltándole algo, ve al hijo como
quien la hace sentir completa, es el falo para ella (falo en el sentido de que completa una falta de perfección).
Esa unidad narcisista madre-hijo sufrirá deficiencias ya que el hijo con defectos no podrá ubicarse como el falo
que haga posible la ilusión de su perfección, que la haga sentir completa, que no le falta nada.

Por lo tanto un hijo con deficiencias queda colocado como no-falo. Puede surgir en ella a su vez sentimientos
de hostilidad, rechazo y displacer en el contacto con su hijo. La forma de defensa a la que recurre
frecuentemente la madre ante el sentimiento de fracaso es la de una fantasía de recuperar el hijo ideal que
esperaba; esta fantasía está en la base de su conducta maníaca de hacer muchas cosas por el niño, dedicarse
por entero a él, buscar causas milagrosas, etc.

Esta idea luego se desmorona y es presa de estados de impotencia, fracaso y desesperanza de recuperación
del hijo deseado y por tanto la pérdida de valor de todo lo que puede hacer por el niño. En general siente a su
hijo como un deudor. Simultáneamente está dominada por sentimientos de culpa por haber gestado un hijo
con déficit y se reprocha el no haberlo hecho completo, pasa a ser ella la que está en deuda con él. Estos
sentimientos de culpabilidad se ven en:

1) Las exigencias y reproches de su hijo,


2) La actitud implícita o explícita acusatoria de su esposo que en ella deposita la mayor parte de la
responsabilidad,
3) La delegación en su persona por parte del equipo profesional de los requerimientos de la
rehabilitación haciendo recaer en ella la responsabilidad de toda desmejoría o estancamiento del
proceso reeducativo.

La culpa de la madre surge también en respuesta a los sentimientos de hostilidad y agresión que siente ante
el hijo que con su déficit la frustra. Podemos concluir diciendo que ambos miembros de la díada madre-hijo
mantienen una relación de mutua dependencia uno con el otro y un reclamo exigente de aquello que cada
uno siente que el otro lo privó y una actitud insaciable permanente porque lo reclamado nunca se alcanza.
Cada uno es acreedor de otro deudor y ambos están atrapados en una deuda insaldable. Las características
conflictivas de este vínculo están determinadas por un duelo no elaborado por ambos integrantes de la dupla
ante lo faltante, la audición y esto sella la relación.

El padre puede presentar dificultades para funcionar como agente activo de pasaje de la relación exclusiva
materno-filial a la triangular, quedando relegado a un rol de tercero excluido. La pareja se presenta
cumpliendo roles rígidos, el padre es quien aporta económicamente y la madre la encargada de la crianza.
Esta función que cumple el padre de estar volcado hacia afuera es un medio para alejarse del problema
delegando éste en su esposa.

El tener un hijo con déficit suele producir en el padre sentimientos de castración, desilusión, fracaso,
desesperanza, culpa, etc. La forma de defensa a la que habitualmente recurre es la de delegar el problema a
su esposa con la consiguiente toma de distancia. Se diferencia así de la madre, que queda más volcada al hijo,
buscando logros que le posibiliten calmar su herida narcisista. Debido a su alejamiento, el padre siente a su
hijo cada vez más desconocido, le resulta difícil entender su conducta y su lenguaje y para acercarse necesita
de la madre como figura intermedia.

Esta falta de contacto lo pone en papel de deudor en relación a su hijo y en su fantasía suele verlo como
alguien enojado que le está reprochando su falta de dedicación. El distanciamiento del hogar lo lleva a
enfrentarse a reproches y acusaciones por parte de su esposa y esa distancia no ayuda a la elaboración del
duelo sino que incrementa sus sentimientos de culpa. Esta relación madre-hijo y la dificultad del padre para
reaccionar como agente activo de ruptura de la simbiosis al adoptar una posición periférica traen
consecuentemente un funcionamiento disfuncional en la subsistencia conyugal.

Los hermanos también están excluidos de la díada madre-hijo sordo. Se presentan como niños
sobreadaptados, independientes que han tenido que arreglárselas solos desde muy pequeños a causa de una
madre sobreexigida por los cuidados hacia el niño discapacitado. Muchas veces aparecen postergados,
renunciando a sus necesidades propias a favor de su hermano, adoptando una actitud hipersolícita de
cuidados hacia él. Todo ello es fuente de sentimientos de hostilidad, envidia y celos por los privilegios
obtenidos por su hermano.

Tales sentimientos contrastan con los de culpa surgida en la relación con el hermano, por tener ellos lo que a
él le falta: la audición y el lenguaje. La limitación del lenguaje funciona como un obstáculo en la integración
del niño sordo a su familia. El niño sordo no recibe información de los sucesos familiares, está al margen de
decisiones, no tiene espacio para dar opiniones, etc. De este modo se instala en un lugar de marginalidad.

Es importante también que es beneficioso que los padres se junten con otras familias que tienen el mismo
problema ya que posibilita el intercambio de información y experiencias de situaciones compartidas, favorece
el dar y recibir apoyo. Estos grupos permiten a todos sus integrantes sentirse menos solos y desamparados y
romper con la vivencia de ser los únicos que tienen dificultades.

Cap. IV:

Todo sujeto es un ser único. Las vicisitudes en la constitución del psiquismo de todo sujeto están determinadas
por el entrecruzamiento entre lo aportado por la biología, lo pensado y lo deseado para él por su familia y la
producción de modificaciones que el propio sujeto pueda generar. De todos estos avatares emergerá como
un sujeto único.

Los niños y adolescentes tienen una autoestima lábil, las distintas situaciones vividas son decodificadas en
términos de valer mucho o no valer nada. Son dependientes del medio en cuanto a que buscan en él
permanentemente signos de aprobación, reconocimiento, confirmación. Son susceptibles a las separaciones
y revela intensos temores al abandono. Son sensibles a las críticas. Desconfiados en su relación con el medio,
proclives a la idea de ser burlados y criticados y así toman una actitud de hipervigilancia y alerta frente al
entorno. Manifiestan en muchos momentos falta de capacidad para atrasar la satisfacción de una necesidad,
tienen dificultad para tolerar la tardanza y la frustración.

El contenido de sus sueños es de hazañas vividas por ellos en las cuales logran éxito, fama, poder, dinero, etc.
Los personajes que aparecen en sus juegos y representaciones suelen ser grotescos, débiles, feos, deformes,
locos, tontos, malos, desamparados, extraterrestres, pobres, tristes. Las modalidades de los vínculos que
establecen pueden variar en función de las personas con las que está en vinculación, del momento que están
atravesando, del lugar en el cual se encuentran (por ej. el niño puede presentar conductas sobreadaptadas
con su maestra y coercitivas y caprichosas con sus padres). Estas formas de vinculación son contradictorias
entre sí y se pueden presentar de forma alternada en un mismo niño haciendo difícil la comprensión del adulto
y el trato, las respuestas hacia él.

Diferentes estilos de vínculos:

1) Actitudes de sometimiento, acatamiento a los otros; conductas con características de sobreadaptación: el


niño tiene la actitud de complacencia y obediencia ante los requerimientos de los adultos. Esto le da a su
conducta carácter de rigidez, falta de plasticidad, creatividad, aparece cercenada la iniciativa, la manifestación
de intereses y necesidades propias a favor de una hiperadaptabilidad. Está descalificado el yo deseo, yo
necesito, yo no puedo y se da un moldeamiento en el interior por un ajuste de normas y reglas provenientes
de afuera asumiendo imposiciones supeyoicas; él debe ser. Se da así el desarrollo del falso self en detrimento
del self verdadero.

2) Estallido de exigencias imprevistos frente a los otros: el niño aparece estableciendo vínculos coercitivos y
agresivos en los que tiraniza a su acompañante. Son medios de asegurarse la satisfacción de las necesidades
propias, también las narcisistas.

3) Actitudes de autosuficiencia, crítica, burla, descalificación, desprecio hacia los otros: resultan de la
instrumentación de defensas maníacas: negación, idealización, omnipotencia.

Las fallas en la valoración de sí mismos se manifiestan en una representación del yo descalificada. La imagen
de sí que presentan es de tonto, loco, malo, deforme, diferente, ridículo, pobre, desamparado, extraterrestre.
En estos niños se ve una distancia muy grande entre la representación del ideal del yo y la representación que
tienen de sí mismos debida a que el ideal es muy elevado y está vinculado con el ser oyente-parlante, o sea,
tiene un valor inalcanzable. Se es el ideal, se es oyente-parlante o bien, se es el negativo del ideal, o sea, sordo,
lo que equivale a no valer nada, a ser tonto, diferente, ser de otro planeta, deficiente mental, loco. Estos
estados son angustiosos y dolorosos.

Ante los mismos el niño busca compensaciones mediante la adquisición de atributos positivos que le permitan
ubicarse imaginariamente en el lugar del ideal: obtener éxitos, logros, fama, poder, fuerza, etc. Como
consecuencia de esta falla en la valoración de sí mismo se muestra dependiente del vínculo con los otros y
buscador de reconocimiento y elogios. Es demandante de suministros narcisistas que alimenten esta falta de
valía. Esta dependencia los vuelve sensibles a la separación, que desencadenan en él temores al abandono.
Así, las distintas modalidades de conducta en su vínculo con los demás pueden entenderse como medios para
la obtención de estos suministros narcisistas que necesita de ese otro de quien tanto depende. Las
modalidades de los vínculos surgen como búsqueda de satisfacción de necesidades básicas de reconocimiento
y aceptación.

1) Carencias de suministros narcisistas por parte de los padres.


2) Carencias de suministros narcisistas por parte de otros adultos significativos.
3) Identificación con figuras paternas desvalorizadas.
4) Metas muy elevadas ofrecidas como ideales.
5) Ejercicio reiterado de la función dañada que no ofrece gratificación narcisista.
6) Falta de oportunidades de ejercicio de otras funciones que ofrecen placer narcisista.
Es responsabilidad de todos los cercanos al niño sordo el tratar de ofrecerle un medio que favorezca un
desarrollo auténtico del sí mismo, el despliegue del self verdadero. Para ello necesita que podamos verlo y
respetarlo como él es realmente. Hay que crear espacios, oportunidades para que el niño sordo se estructure
como sujeto menos dependiente, más seguro de sí mismo.

Todos somos agentes de salud mental y como tales debemos tener presente que lo emanado del self auténtico
es imprescindible para el logro de una representación del yo afirmada y segura, para la consolidación de una
identidad más genuina de los niños.

Asumir la identidad es una tarea de discriminación: “un soy sordo, es un no soy oyente, no soy loco, no soy
tonto, no soy incapaz. Soy sordo, éste es un rasgo de mi identidad que asumo, que no niego pero no es el rasgo
único. Este rasgo no asume la valoración total de mi persona, por lo cual, aunque soy sordo, puedo valer como
sujeto”.

Cap. V:

El juego es una actividad universal del yo. Es un índice de salud y posibilita conservarla y favorecerla. No
podemos pensar un niño sano sin juego. Los niños con perturbaciones psíquicas manifiestan limitaciones en
la actividad lúdica: ausencia de juego, inhibiciones o pseudo juegos como el juego de alucinosis ya que por ej.
el niño juega a que él es Superman en lugar de hacer como que es Superman.

El juego permite al niño ir percibiendo y aprehendiendo el mundo que lo rodea, es una actividad de
exploración, de investigación que favorece el deseo de conocimiento. Wallon, lo plantea como una actividad
que abarca todo su ser.

El juego posibilita desarrollar y perfeccionar la capacidad motriz, organiza y desarrolla las funciones mentales
de atención, concentración, memoria, etc., y a su vez a configurar las nociones de tiempo, espacio, relaciones
sociales y funcionamiento social. Por lo tanto, la inmovilidad y falta de juego son dos condiciones que frenan
y limitan el desarrollo mental.

Freud, sostuvo que el niño juega no sólo para repetir situaciones placenteras sino también para elaborar las
que le resultan dolorosas o traumáticas, al transformar en activas las experiencias sufridas pasivamente.
Melanie Klein aporta que el juego proporciona placer en la medida en que por medio de él el niño logra
dominar la ansiedad. Para Freud, el juego tiene una función creativa pues el niño mientras juega crea un propio
mundo donde pone cosas de la realidad en un orden nuevo.

Winnicott, acentuó el valor creativo del juego y afirma que en él puede el niño estar en libertad de ser creador
y usar toda su personalidad y el individuo descubre su persona solo cuando se muestra creador. La
espontaneidad es el elemento central de lo que llama el verdadero self. El desarrollo del juego ofrece la
oportunidad de manifestación del verdadero self. El juego le permite sentir que la vida vale la pena, que es
digna de ser vivida. Como el juego corresponde a la salud, el juego para Winnicott es en sí mismo una terapia.
Lugar del juego en la vida del niño sordo: es una experiencia escasa o casi nula en la vida del niño hipoacúsico.
Cuando está en la escuela especial o con su reeducadora no se le ofrecen cosas con que jugar, no se le da
libertad para moverse y actuar, se le impone que no debe jugar, que debe quedarse quieto y mirar la boca de
la profesora, no se le da oportunidad de estar en contacto directo con las cosas, de interacción con el medio,
de aprender haciendo, explorando, experimentando libremente o sea, se disocia al niño de la vida. El juego
queda subordinado a la situación de aprendizaje, cuando se lo emplea es para la obtención de otros fines.

Cuando el niño sordo está en el ámbito de su casa, se ve en general que los padres presentan una dificultad
similar para estimularle la actividad lúdica y por lo tanto la actividad lúdica es también escasa o nula. Pasa
junto a sus padres largas horas dedicadas al refuerzo de lo aprendido con sus profesores y el resto del tiempo
lo ocupa mirando televisión. Estos hechos limitan el movimiento y el juego, condiciones necesarias para el
desarrollo de la mente en la cual las imágenes se graban a merced del movimiento del propio cuerpo.

La presencia por ejemplo del televisor en las horas de la comida, atenta contra las posibilidades de
comunicación tan necesarias del niño hipoacúsico con su familia. La permanencia pasiva frente al televisor le
quita tiempo a otras actividades como el juego, la realización de tareas domésticas, el deporte, actividades
artísticas, lectura, que resultan enriquecedoras para la afirmación de su yo.

La experiencia enfrentó a Blanca Núñez a niños discapacitados auditivos, lo que dificultó su rol terapéutico
aprendido de interpretador por vía verbal. Solo tenía la posibilidad de una comprensión de lo que le estaba
sucediendo al niño pero no contaba con el uso pleno de la interpretación verbal como instrumento técnico
fundamental para devolverle esa comprensión. Ante esas limitaciones, comenzó a tomar un rol más activo de
psicoterapia acompañando al niño en el juego. Buscó rescatar la experiencia lúdica de estos niños en el ámbito
de la psicoterapia.

Entiende a la psicoterapia como la que se realiza en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y
la del terapeuta. Un objetivo básico, es llevar al niño a que asuma su verdadera identidad y para el logro de
este objetivo de descubrimiento de su verdadero self, de sus propios recursos creativos, le ofreció un campo
óptimo: el juego.

Entiende al juego como un área de creación y considera que todo sujeto descubre su persona solo cuando se
muestra creador. Luego, intenta abrir, recuperar, ampliar, enriquecer el espacio del juego. Buscó rescatar la
posibilidad del juego como una experiencia nueva que da paso a la creatividad, que lo haga sentir libre y vivo
y en comunicación consigo mismo y con los demás.

El terapeuta asume así una función de acompañante del niño. Busca además reafirmar los propios recursos
del niño. Sostuvo que la interpretación no es el único recurso válido y su utilización está limitada. Aprendió
que es fundamental observar y ver al niño como logra expresar con los medios que tiene a su disposición sus
interrogantes y explicaciones, cuáles son sus reacciones ante el material surgido y que posibilidades va
mostrando de elaborar sus miedos, angustias, fantasías, cómo va corrigiendo sus distorsiones y dando solución
a sus conflictos con sólo la posibilidad de desarrollar libremente la fantasía.

Hay distintas modalidades de intervención terapéutica:

1) Interrogación: el psicoterapeuta pregunta, pide detalles, sobre el juego y lo relatado por el niño.
2) Interpretación: puede formularse de forma en forma verbal o por medio de un dibujo, un gesto,
dramatización, mímica.
3) Señalamiento: estimula al niño hacia una nueva forma de comprensión de su propia existencia. Se
busca que adquieran mayor relieve algunos aspectos de la trama lúdica. Se llama la atención sobre
todos estos aspectos. Busca estimular al niño para que llegue a la interpretación a partir de sus
elementos recortados, trata de estimular su capacidad de autobservación y autocomprensión.
4) Información: crea una perspectiva distinta o salir de un conocimiento erróneo. La explicación
esclarecedora lleva a la disminución de la tensión emocional.
5) Discriminación: implica llevar al niño a una lectura más realista de una determinada situación.
6) Confirmación y validación: estas intervenciones se hacen para afirmar cierta actitud, conducta, logro,
modo de reacción, forma de comprenderse a sí mismo por parte del paciente, por ej. “lograste hacer
tal cosa”.

1) Al carecer de un canal sensorial, necesita más de otros canales: visual, táctil, olfativo, etc. Que le
permitan ir explorando, aprehendiendo, percibiendo el mundo que los rodea.
2) Al tener un área de la comunicación dañada, necesita comunicarse por otras vías, el juego es un
modelo de comunicación que le posibilita relacionarse de un modo más natural con el mundo oyente.
3) El juego le permite descubrir, ejercitar, afirmar aspectos sanos y disfrutar de sus posibilidades. Le
otorga al niño mayor seguridad de sí mismo.
4) El juego le permite al niño dominar situaciones penosas (carencia, limitaciones, etc.) hacer activas las
que sufrió pasivamente. El niño en el juego es dueño absoluto de la situación.
5) El juego le permite la elaboración de fantasías, conflictos, angustias y problemas internos que no
tienen otra vía para poder ser expresados y comunicativos.
6) La actividad lúdica le ofrece la posibilidad de repetir a voluntad situaciones placenteras que actúa
compensando a nivel de la fantasía las situaciones de frustración a las que está expuesto.
7) Favorece el deseo de conocer el nombre, la palabra para denominar ese aspecto de la realidad que él
descubrió y que le interesa.
8) El juego es un medio para desarrollar y perfeccionar su capacidad motriz.
9) El juego lo ayuda a configurar nociones de tiempo y espacio.
10) Jugando con otros niños sordos y también con oyentes desarrolla un aprendizaje de relaciones
sociales.
11) El juego es lo único que le permite descubrirse como un niño total, no sólo como un niño sordo.
12) El niño sordo es un chico sometido a un gran esfuerzo de adaptación a otros, al deseo de otros. El
juego le otorga la oportunidad de relajación, espontaneidad, iniciativa, de ser creador, de sentirse
libre y de manifestar su verdadero self.
13) El juego le posibilita sentir que vale la pena estar vivo.

Cap.: VI:

Análisis del campo dinámico que une a todos los personajes involucrados. Entre ellos se establece un campo
de interrelación emocional en el que están todos involucrados. Se muestran fenómenos transferenciales del
niño y sus padres y contratransferenciales del profesional. Los últimos son respuestas emocionales del
profesional, quien reacciona de forma irracional, emotiva ante el niño y su familia. Estos fenómenos
transferenciales y contratransferenciales se ponen en juego en toda relación terapeuta-paciente. Este campo
está dominado por una relación triangular.

El profesional se vincula con el niño a través de la mediatización de los padres, que son quienes deciden y
hacen la consulta. Todos los miembros de esta relación triangular están sellados por la cronicidad de la
patología y los enfrenta a todos a una limitación. Deben resignarse a no esperar más que una reparación
parcial de la discapacidad, no una curación total.

Una de las partes constituyentes son los padres. La pareja vive una crisis al corroborarse el diagnóstico de la
deficiencia y la familia se desorganiza como resultado de la movilización de emociones de forma masiva. Todas
esas reacciones emocionales son respuestas normales a la situación. Se consideran respuestas disfuncionales
cuando se estabilizan y se basan en una falta de discriminación entre el niño y sus limitaciones por una parte
y los padres con sus expectativas, deseos, necesidades de gratificación narcisista por la otra.

La posibilidad de elaborar la situación de crisis está condicionada por factores:

1) La convergencia de las historias personales de ambos padres,


2) La modalidad de resolución por parte de ellos de crisis anteriores
3) La integración de la pareja
4) El nivel social, económico e intelectual de la familia.

Si la elaboración de la crisis es adaptativa se proyectan al profesional sentimientos de confianza con una visión
real de lo que pueden esperar de su quehacer. Al contrario, una respuesta desajustada a la situación puede
generar:

1) Una actitud de desconfianza ante el profesional


2) Actitud de desesperanza frente a medidas terapéuticas, que encubre fantasías de irreparabilidad del
hijo, sentido como irreparablemente perdido
3) Una confianza excesiva en el profesional de quien se espera una cura milagrosa al idealizar su persona.

El niño es otro miembro del vínculo, lo que el niño deposita en el profesional estará determinado por la
modalidad de elaboración que ha hecho de su situación de discapacitado. El proceso que cada niño hace para
adaptarse a su discapacidad es único y peculiar y a su vez estará condicionada por la forma en que los padres
respondieron a la misma.

El especialista puede afrontar la rehabilitación con una respuesta ajustada o no. En el caso de que responda
con una respuesta adaptativa (ajustada) implicará:

• La discriminación de sus expectativas con respecto a las limitaciones y posibilidades del niño,
• El manejo de identificaciones proyectivas en tanto que el niño y sus padres le depositan.

Una respuesta desajustada implica:

• Fallas en la discriminación entre sus fantasías mágicas de restitución total del niño y los límites que la
realidad le impone,
• Una identificación masiva con el niño o sus padres (contraidentificación), que hace que los límites
entre el yo del niño y el yo del profesional de borren, se confundan y que imposibilita una observación
objetiva.
La posición que toma muchas veces el rehabilitador es la de dueño del saber, con poder y dominio. Cuando el
profesional forma parte de una institución, esta puede funcionar como nuevo elemento que complica el
campo de interrelación entre el profesional, el niño y sus padres. La institución plantea un programa de
actividades que debe ser cumplido, distintas normas, roles institucionales, la existencia de una escala
jerárquica de profesionales que diluye la relación terapeuta-niño; la competencia con otras instituciones, etc.
En las escuelas especiales hay divisiones, están las que sirven y las que no sirven (oralizan y no oralizan). A la
segunda categoría concurren niños con sorderas asociadas a otros componentes (ej. Daños neurológicos)
pertenecientes a sectores de escasos recursos, con serias disfunciones familiares, etc.

En la mayoría de los casos es el profesional y no la familia quien hace la consulta o la derivación. Los
consultores a menudo sienten que el problema no está en ellos sino en los otros. La patología se deposita así
en los niños o en sus padres identificados como los problemáticos.

El psicólogo suele ser puesto en el lugar del que tiene el saber. Se le demanda que arregle lo que no funciona,
que el psicólogo pueda donde ellos no pudieron. Un psicólogo puede atender a la demanda con un
psicodiagnóstico y terminar dando un diagnóstico; también puede abordar una intervención psicoterapéutica.

Desde nuestra perspectiva, consideramos que al psicólogo le corresponde ponderar los matices de cada
pedido de asistencia, de modo de no responder maquinalmente al mismo y detectar el contenido subyacente
que con frecuencia es una situación de crisis en la relación del profesional con el niño sordo y con sus padres.

Es necesario tener en cuenta, que el motivo explicitado de intervención tiene poca relación con el contenido
latente de la consulta. A veces el mensaje manifiesto es ambiguo y en él el contenido latente aparece
enmascarado; será tarea del psicólogo develarlo. El objetivo de la intervención del psicólogo es actuar sobre
los profesionales y luego entenderlos y ayudarlos. Esta modalidad de operar se denomina interconsulta. El
psicólogo interconsultor va a tener en cuenta a todos los miembros participantes. Sin embargo la devolución
se le hace al profesional.

El psicólogo interconsultor frente a la situación de crisis en la relación cumple una serie de pasos:

1) Recoge información
2) Busca un esclarecimiento
3) Devuelve la información.

La información se obtiene mediante los datos aportados por todos los miembros involucrados en el vínculo.
Los datos de información serán aportados por el niño, la familia, los profesionales intervinientes, la institución.

En cuanto al esclarecimiento, una vez que el psicólogo registra los datos arma una interpretación acerca de lo
que pasa en cada uno de los miembros participantes y de la relación que se establece entre ellos en este
campo dinámico.

En torno a la devolución de la información al colega que solicitó la interconsulta, el psicólogo en su rol de


interlocutor, ofrece al profesional su interpretación de la situación de crisis y le da información y
esclarecimiento de todos los conflictos presentes en la misma de modo de hacerla más comprensible para él.

Dada la complejidad que plantea la rehabilitación y la posibilidad de que surjan conflictos en este campo
dinámico, proponemos la realización de grupos de reflexión con el objetivo de que los actores del proceso de
rehabilitación encuentren un espacio común de reflexión crítica de su práctica. Los grupos pueden estar
integrados por distintos profesionales (otorrinolaringólogos, pediatras, fonoaudiólogos, profesores de sordos,
de gimnasia, etc.) que trabajan en una misma institución, por ej. La escuela especial. La coordinación de este
grupo está a cargo del psicólogo. Es mejor cuando se trabaja con otros psicólogos.

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