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EL CUERPO SEMBRADO DE OJOS*

ANANDA K. COOMARASWAMY

Traducción: Pedro Rodea

*
Este ensayo se publicó por primera vez en Zalmoxis, II (1939).

1
El estudio informativo del Profesor Raffaele Pettazzoni sobre algunas divinidades con
muchos ojos o cubiertas de ojos muestra que este simbolismo es de una distribución casi
universal, «y antiquísimo».1 Reconoce acertadamente que el simbolismo se relaciona
con «la idea de la omnipresencia de Dios». Sin embargo, nuestra comprensión del
simbolismo puede llevarse mucho más lejos y explicarse en conexión con la totalidad de
la doctrina del Espíritu y de la Luz.
En primer lugar, observaremos que todas las formas divinas bajo estudio son solares.
Esto es suficientemente evidente en los casos de Argos, Purusha, Indra, Mitra, Horus, y
Cristo. Que Argos oficie como «vaquero» recuerda la designación de Indra y el Sol
como gopati en el Rig Veda y en el Mahābhārata, y tanto más si recordamos que la
Tierra en la tradición Védica es una «vaca». Los Tetramorfos o Querubines de Ezequiel
1:5 sigs. y 10:12 sigs., con sus múltiples ojos, están conectados con el Espíritu y con la
Luz, y son evidentemente cuatro aspectos, reflejos, o poderes de la «gloria del Dios de
Israel sobre ellos» (Ezequiel 10:19). En el arte cristiano se representan en la forma de un
hombre con muchas alas y tres cabezas accesorias —las de un toro, un león, y un águila,
representados por prótomos en una disposición estrechamente semejante a la del nimbo
de la deidad solar en Dokhtar-i-Nashirwān, donde, sin embargo, el águila ocupa el
centro y el número de los prótomos animales es doble.2 En lo que concierne a Satán, es
más que dudoso si es Satán como tal, y no más bien Lucifer, en el sentido propio de este
nombre, el que se entiende por el «Ángel de la Muerte» en el Talmud babilónico; pues
«Muerte» es uno de los nombres más altos de Dios, que a la vez vivifica y mata, separa
y unifica; y en la tradición Védica siempre se le identifica con el Sol y el Espíritu
(Satapatha Brāhmana X.5.2.3, 13-15; XI.2.2.5; Katha Upanishad I.16, etc.). En lo que
concierne a Cristo, puede observarse que los siete ojos del Cordero Apocalíptico, «que
son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra» (Apocalipsis 5:6), corresponden
a los «siete dones del Espíritu» así como a los «siete rayos del Sol», que se mencionan
tan a menudo en la tradición Védica.3 Los siete ojos del Cordero se representan en el
arte cristiano en la cabeza y no en el cuerpo, por ejemplo en el domo de la iglesia de San
Clemente de Tahull (España);4 aquí el Cordero se encuentra en el círculo que
corresponde al «ojo» solar del domo, donde se ve más a menudo el Pantocrátor (Figura
11).

1
Le Corps parsemé d’yeux», Zalmoxis, I (1938), 1-12.
2
El Tetramorfos, en tanto que un tipo de Cristo, es un aspecto del Sol. Sin embargo, los Querubines, en
tanto que tales, no son Dios sino, más bien, los vientos del espíritu sobre los cuales cabalga Dios (Maruts)
(cf. Salmos 18:10); se distinguen por su «exceso de conocimiento» de Dios (Summa Theologica I.108.5),
siendo en este respecto superiores incluso a los Tronos; y desde este punto de vista puede decirse que sus
muchos ojos implican su «conocimiento inmediato de los tipos de las cosas en Dios»; ellos ven lo que Él
ve (en el «espejo eterno») y en este respecto ven como Él ve. Para el nimbo de Dokhtar-i-Nashirwān, ver
A. Godard y J. Hackin, Les Antiquités bouddhiques de Bāmiyān (Bruselas, 1928), pág. 70.
3
Ver Coomaraswamy, «El Simbolismo del Domo», y René Guénon, «La Puerta Estrecha», Études
Traditionelles (1938), 447-448. Los siete rayos del Sol se representan por los seis radios y el centro de
una rueda o por una «estrella» de seis puntas, o más raramente por un séptimo rayo que difiere en forma
del resto.
4
En la pintura catalana el Cordero tiene tres ojos a un lado de la nariz y cuatro al otro. El héroe solar
irlandés Cuchullain tenía siete pupilas en cada ojo (W. O. E. Windisch, ed., Die altirische Heldensage
Táin Bó Cúailnge, Leipzig, 1905, pág. 169) o, según otra versión, cuatro pupilas en un ojo y tres en el
otro (Zeitschrift für celtische Philologie, III, 1901, 230). Se dice que el discípulo de S. Columcille,
Baithin, tenía siete pupilas en cada ojo (Manus O’Donnell, Life of Columcille, ed. y trad. por Andrew
O’Kelleher, Urbana, III., 1918, pág. 362). Las últimas referencias están tomadas de R. A. S. Macalister,
«The Goddess of Death in the Bronze-age Art and the Traditions of Ireland», IPEK (1926), pág. 257.
Figura 11. El Cordero Apocalíptico

La conexión de los ojos con el Espíritu y con la Luz nos proporciona la llave del
significado de este simbolismo en otras partes. Una vez que hemos reconocido que los
ojos son los del «Sol de los hombres» (sūryo n¨n, Rig Veda Samhitā I.146.4), la «Luz de
las luces» (Rig Veda Samhitā I.113.1; Bhagavad Gitā XIII.16, etc.), que el Sol es la
esencia espiritual (Ātman) de todo lo que es (Rig Veda Samhitā I.115.1); una vez que
hemos comprendido que la luz es progenitiva (Taittiriya Samhitā VII.1.1.1; Satapatha
Brāhmana VIII.7.1.16),5 que los múltiples rayos del Sol son sus hijos (Jaiminiya
Upanishad Brāhmana II.9.10), que él llena estos mundos por una división de su esencia
(Ātmanam vibhajya, Maitri Upanishad VI.26), aunque permanece indiviso, es decir, una
presencia total, en las cosas divididas (Bhagavad Gitā XIII.16 y XVIII.20), siendo así
uno en sí mismo y múltiple en sus hijos (Satapatha Brāhmana X.5.2.16), y que está
conectado con cada uno de estos hijos por el rayo o hilo de luz pneumática (la doctrina
del sutrātman, passim) del que depende su vida [de sus hijos], no será difícil
comprender cómo es que la Luz de las luces, que es el único ojo de todos los dioses, el
ojo de Varuna, debe aparecer al mismo tiempo, a nuestra facultad iconográfica, como un
conjunto de ojos.

Aunque la omnisciencia divina no se deriva de los objetos externos a sí misma, sino de


las ideas de esos objetos, las cuales componen la «pintura del mundo pintada por el
Espíritu en el lienzo del Espíritu» (Sankarācārya, Svātmanirupana 95), de modo que la

5
Por esta razón las deidades más altas son también «dioses de la fertilidad». En la mitología Navajo las
vírgenes se llaman «doncellas no-tocadas por el sol». Y éste es otro aspecto de la omnisciencia divina,
pues la significación erótica del verbo «conocer» es muy antigua. «Dios es el dueño de todo el poder
generativo» (Hermes, Asclepius III.21; cf. 17a). Puesto que la deidad solar es «de mil ojos», y cada ojo
implica un «rayo», y puesto que «la luz es el poder progenitivo», «de mil ojos», «de mil rayos», y «de mil
miembros» (sahasra-muska, sahasra-retas, Rig Veda Samhitā) son conceptos equivalentes, y Sāyana
interpreta acertadamente Rig Veda Samhitā VIII.19.23 mushkāni, por tejānsi. Estas consideraciones
explican la conexión tradicional del falo con la llama («El carácter "flamígero" del Linga es también
completamente evidente en el culto público… la llama solar, la esencia ígnea, el "tejas", puesto que el
"tejas" es el órgano sexual», F. D. K. Bosch, «Het Linga-heiligdom van Dinaja», Madjalah untuk ilmu
buhasa, ilmu bumi dan kebudajaan Indonesia, LXIV (1924), 232, 257.

3
visión de todo lo que es en el tiempo o el espacio, como si fuera en un espejo,
constituye un único acto de ser, aparte del tiempo, nosotros no podemos representarlo
así a nosotros mismos. Desde el punto de vista de la multiplicidad, el Sol es central a
una esfera cósmica, a cuyos límites se extienden en todas direcciones sus innumerables
rayos,6 a fin de que la obscuridad se llene de luz; y si de estos rayos se habla como de
un «millar», ello se debe a que «un millar significa todo» (Satapatha Brāhmana,
passim), y es por medio de estos rayos como él conoce las formas expresadas hasta las
cuales ellos se extienden. Si recordamos la teoría tradicional de la visión,
comprenderemos que cada uno de estos rayos implica un «ojo» o «pupila» de donde
procede y un ojo hasta donde se extiende y a través del cual pasa: pues en esta teoría, la
visión es por medio de un rayo de luz proyectado desde el ojo, y es más bien Él el que
ve en nosotros que «nosotros» quienes vemos.7 Por consiguiente, Dios, en los términos
del concepto humano, ya sea verbal o visual, es un Argos de ojos, debido a que Él ve
todas las cosas. Indra es preeminentemente el «de mil ojos», e «Indra eres Tú para el
adorador mortal» (Rig Veda Samhitā V.3.2), es decir, conceptualmente, pero en realidad
«no lo que los hombres adoran aquí» (nedam yad idam upāsate, Jaiminiya Upanishad
Brāhmana IV.18). Se nos recuerda esto por el hecho de que es un único ser el que tiene
muchos ojos, y el número depende de nuestro punto de vista y no del ser mismo, que es
el «Ojo» (Rig Veda Samhitā X.8.5 bhuvas caksus, X.102.12 visvasya caksus; budista
cakkhum loke, jaina cakkhu logassa).

6
Cada uno de los cuales, para el individuo hasta quien se extiende, corresponde al rayo «séptimo y
mejor» mencionado arriba.
7
Jaiminiya Upanishad Brāhmana I.28.8: «Ese rayo Suyo, deviniendo la visión, está presente en todos sus
hijos; quienquiera que ve, ve por medio de Su rayo»; Él, cuya visión es a través de los seres (yo bhūtebhir
vyapasyata, Katha Upanishad IV.6) se apropia así de los objetos de la percepción (vishayān atti, Maitri
Upanishad II.6; vishayān upasevate, Bhagavad Gitā XV.9). Cf. Platón, Timeo 47b; y Rūmi, Mathnawi
II.1297. Mirshād 65.7 sig. y 69.2 sigs. (citado por Nicholson sobre Mathnawi II.1293 con referencia al
Corán, XXIV.35) corresponde casi verbalmente a Maitri Upanishad II.6. Cf. también Plutarco, Moralia
355a, Osiris «de muchos ojos»; Hesíodo, Los trabajos y los días 265, «El Ojo de Zeus, ve todo»; Hebreos
4:13, «que todo lo ve»; Maitri Upanishad VI.8, sahasrākshena, de mil ojos; Mihir Yast XXXIII.141
(Sacred Books of the East Vol. 23, Oxford, 1883, 119-58), XXIV.145, Mithra «de un millar de ojos… de
un millar de espías… conoce todo»; Atharva Veda Samhitā IV.16.4 y 5, Varuna: «de mil ojos… sus
espías presencian la tierra»; Satapatha Brāhmana IX.2.3.32 sigs., «Oh Agni, de mil ojos, suparna…»;
Rig Veda Samhitā X.81.3, «el Único Dios que tiene ojos por todas partes»; cf. Taittiriya Samhitā IV.6.2.1
y Kausitaki Brāhmana VI.1, «el de un millar de ojos».

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