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Audio de clase número cinco, al grupo Tehilim Noájida.

Impartida por el Rabino Ariel Groisman, director del


Centro de estudios del Gran Templo Paso, Argentina.
Clase auspiciada por la Fundación Or Hajaim.

Estamos desarrollando uno de los dos salmos


paradigmáticos de los noájidas puntualmente, el salmo
117 lo vamos a dejar para otra ocasión, en este
momento estamos analizando sobre el salmo 67.
Explicamos en la clase anterior que el salmo 67 tiene
una segulá, una protección espiritual para salud,
bienestar y abundancia al recitarlo todos los días
observando, reflexionando y meditando sobre las letras
hebreas distribuidas en forma de candelabro (menorá).
También explicamos en qué consiste la singularidad de
este salmo, más allá del contenido, que si bien , cada
uno de los versículos con sus intérpretes más básicos
se van a ir desglosando, antes, me quiero detener en
el concepto.
Ya hablamos del concepto número seis y siete, así
como su vinculación con los noájidas. Hoy vamos a
hablar sobre la división de tres y siete, porque hay tres
números siete, y este salmo, conecta esos tres
números siete.
Habíamos explicado que la función y propósito
fundamental de cualquier ser humano es ser co-
creador con D.os en la creación, socio de D.os en la
creación, centinela y guardián de toda la naturaleza,
donde, los preceptos noájidas y sus detalles vienen a
resguardar al mundo, de la violencia y de todo tipo de
práctica perversa; viene a civilizar al mundo,
desarrollarlo y mejorarlo , el término genérico de esto
es Tikún Olam, que es la corrección o rectificación del
universo a través de la acción del ser humano; vamos
a profundizar y avanzar al respecto de eso, en uno de
los secretos del número siete.
Para lograr esa interacción, ese catalizador que el
ser humano es, y el ser humano está representado
dentro de los siete brazos del candelabro, en el brazo
central, recordando que el candelabro tiene tres brazos
a la izquierda, y tres brazos a la derecha, y un tronco
central, que es el séptimo brazo; esto lo habíamos
graficado como el ser humano, la persona, el homo
-spíritus, el socio de D.os, que eso es el ser humano
en su calidad de noájida, en su calidad de excelencia,
conectando, vinculado, a las tres creaciones que están
por debajo de él (animales, vegetales y minerales), con
las tres creaciones que están por encima de él
(cuerpos celestes, ángeles y almas). Esta unión de
cielo y tierra, constantemente es invocada, evocada, y
convocada a través de los diferentes escritos de la
milenaria sabiduría hebrea.
Conceptos como: Trayendo el cielo a la tierra, o
donde el cielo y la tierra se besan, citando por ejemplo
los libros de recopilaciones del Rebe de Lubavitch y del
Rabbi Najman de breslev, por ejemplo; esos
conceptos, o lo que dice Moshe en la Torá, en
Deuteronomio: “Escuchen los cielos y también oiga la
tierra”, esa unión, esa interacción, esa ida y vuelta del
cielo y tierra que tiene al ser humano como
protagonista, eso refleja el salmo 67 en forma de
menorá, y el número siete como número predilecto y
representativo de lo que es el noájida.
Hay tres dimensiones en el siete, tenemos el siete
más conocido que son los siete colores del arcoíris, el
pacto divino, luces de fuego o la vestimenta real de la
novia, de la reina, la Shejiná (la presencia divina),
como bien lo describe el Zohar, que ese es el arcoíris,
representando los elementos del “cielo” que están por
encima del ser humano (cuerpos celestes, ángeles y
almas), pero después hay otros dos “sietes”, que eso
es lo que vamos a desarrollar hoy.
Nos explica el Zohar que hay tres tipos de fuego: El
fuego de la tierra, el fuego del cielo, y el fuego dentro
del individuo; vamos a ver qué significa esto tan
enigmático. Explica sobre este salmo que el fuego es
la representación de la eternidad, si hay un elemento
en el mundo que representa lo eterno, eso es el fuego,
y de hecho, todos los versículos que hablan de
expresiones, de metáforas divinas, hablan del fuego
(D.os bajó en el fuego en el Sinaí, etc.), siempre hay
fuego alrededor; el fuego es la representación de la
eternidad como metáfora, como símbolo, por varios
motivos, en primer lugar, es el elemento más etéreo,
que más energía tiene y menos masa tiene (junto con
la luz), en segundo lugar, el fuego en teoría es eterno,
mientras se alimente el fuego no registra el paso del
tiempo, no es como otros elementos de la naturaleza
en los que se marca el paso del tiempo, por ejemplo,
una hoja se aja, se horada; una piedra también se
horada, las latas, los vidrios, todos ellos se
descomponen… Menos el fuego. Si está siendo
alimentado todo el tiempo, es imposible saber si el
fuego fue creado hoy o fue creado hace algunos años;
el fuego no registra el paso del tiempo, el fuego
siempre tiende hacia arriba, tratando de despegarse
del mundo, como una tendencia hacia arriba, por eso,
el alma es descrita como el fuego, “la vela de D.os es
el alma del ser humano”.
Dentro del fuego hay siete colores, tenemos el fuego
que incinera (el que está para quemar), el color de éste
es marrón, verde y azul, lo pueden ver en las cocinas a
gas, se ve que el fuego de esta cocina a gas tiene tres
colores: Marrón, azul, naranja, y un poquito de verde;
después, tenemos el fuego que tiene como función
iluminar, que es otro tipo de fuego, con otro tipo de
combustión con colores: Amarillo, naranja, rojo, blanco,
y negro. Obviamente en sus tonalidades tanto del
fuego que quema, como del fuego que alumbra, la
tonalidad añil, violácea, hay diferentes tonalidades, que
entre todos son los colores del arcoíris, exactamente
los colores del fuego son los colores del arcoíris, a
saber: Marrón, violáceo, verde, naranja, azul, amarillo,
rojo, blanco, y negro. Las diferencias son porque
depende de qué elemento se esté combustionando,
etcétera, pero, básicamente son esos colores, es decir,
que el fuego tiene siete colores, que son los mismos
colores que reflejan y refractan el arcoíris.
Por un lado tenemos los siete colores del fuego, que
el fuego está abajo en la tierra y tiende hacia arriba,
tiende siempre a subir con esa cantidad de colores,
representando a todo el reino de la tierra; la tierra es:
Los vegetales, los animales y minerales, como están
en la superficie más baja de la Creación, que es esta
tierra, tienden a pegarse, buscan la conexión con el
infinito, con el Eterno, con lo metafísico, con el
Creador. Y el fuego es el representante de esa
tendencia.
Por otro lado tenemos el representante del cielo, que
es el arcoíris, el arcoíris apunta hacia la tierra,
justamente, es como una capa cobertora, como una
burbuja de protección sobre la tierra, eso es el Pacto
del Arcoíris, y dentro de los elementos pertenecientes
al “cielo” (cuerpos celestes, ángeles y almas), el
arcoíris es el más “bajo de lo alto” porque refleja el
pacto divino sobre la humanidad, o sea, es dentro de lo
celestial lo más bajo; el fuego es dentro de lo terrestre
lo más alto, entonces, tenemos dos elementos de siete
que tienen los mismo colores, y uno representa un
extremo, que es lo más alto de lo bajo que es, el fuego,
y el otro representa lo más bajo de lo alto que es, el
arcoíris. En medio está el ser humano, que tiene la
función de conectar cielo y tierra, también el ser
humano tiene siete, ahora vamos a ver cuales son
esos siete, tiene siete elementos que son reflejo de
esos colores. Al final de la clase les voy a dejar un
audio donde desarrollo cada elemento con cada color y
precepto, pero ahora quiero apuntar hacia el concepto
del salmo como menorá, como candelabro y conector
espiritual entre cielo y tierra.
El ser humano tiene en su interior siete “yoes”, siete
niveles de ”yo”, o sea, siete dimensiones básicas que
deberá alinear, y recalibrar para que estén orientados y
adheridos hacia el Creador; en general, el ser humano
tiene siete dimensiones que muy pocas veces en la
vida están corriendo bajo el mismo eje, orientados
hacia el mismo lugar, focalizados, el objetivo del ser
humano es realinear esos siete yo, hacia el centro,
moderando sus actitudes y hacia el Eterno, que eso es
la imagen de candelabro. El candelabro es: Siete
brazos diferentes, cada una apuntando hacia otro lado,
pero, sus mechas tienen que estar orientados hacia
arriba y hacia el centro. Así es el precepto del
candelabro, lo podemos ver en la imagen (del
candelabro) que posteamos la semana pasada.
Exactamente, esa misma es la función del ser humano:
Orientarse hacia el centro, moderándose a través de
la práctica de los preceptos noájidas, y orientando
hacia arriba, buscando la conexión, anhelando el
apegarse y fusionarse con el Eterno, como el fuego,
que todo el tiempo se orienta hacia arriba, para
pegarse y fusionarse con su fuente.
Las siete dimensiones del yo, o los siete yoes del ser
humano son en concordancia a los siete atributos
emocionales, divinos. Sabemos que, D.os desarrolló
para sí, diez atributos con los cuales creó el mundo,
esos atributos son llamados atributos divinos o Sefirot
(en el lenguaje de la Cabalá) esferas divinas, que son
tres atributos racionales, y siete emocionales, los siete
atributos emocionales tienen qué ver con los siete yoes
del ser humano (un día lo vamos a explicar en
extenso), pero quiero sólo tomar de este conocimiento
lo que nos aplica en el estudio de los salmos.
Los siete yoes son: El yo de la acción, el ser humano
cuando actúa es un ser humano que actúa, y no un
animal que actúa, por eso, el ser humano, calibra,
regula, tiene incluso trazos artísticos en su acción, a
diferencia del animal; entonces, el yo de la acción, de
abajo para arriba es el primero de los yoes.
El segundo de los “yoes”, es el yo de la palabra, la
palabra, el receptáculo fundamental del ser humano,
donde es una herramienta compleja que viene a
expresar pensamientos complejos y emociones
complejas, eso es únicamente una cualidad dada al ser
humano, ningún otro ser tiene la palabra; cuando
decimos complejo, quiere decir que no primitivo, no
solamente cómo consigo alimento (como el primitivo de
un animal), sino cuestiones existenciales, disyuntivas,
dilemas, cuestiones culturales, elevadas.
El tercero de los “yoes” es, el yo del pensamiento.
Acción, palabra y pensamiento son cualidades únicas
del ser humano.
El cuarto de los “yoes” es, su fábrica emocional, las
emociones en el ser humano tienen una fábrica, la
fábrica es el conjunto de paradigmas, pensamientos
que tienen qué ver con su infancia, sus experiencias, y
sus re-elaboraciones que dan como consecuencia las
emociones, el mundo emocional del ser humano es el
cuarto yo.
El quinto yo, es el mundo racional, también el
conjunto de educación, experiencia, infancia, y propio
desarrollo de aprender-desaprender, da lo que se
llama, la fabrica de pensamientos o el paradigma de
intelecto que genera todo el tiempo diferentes
pensamientos.
El sexto yo, es la voluntad, el deseo propio del ser
humano y exclusivo del ser humano.
El séptimo de los “yoes” es, el principio del placer o
el deleite; entonces acción, palabra y pensamiento,
emociones, intelecto, voluntad, y deleite, son los siete
“yoes” que corresponden y se encastran con los siete
colores del fuego, con los siete colores del arcoíris, con
lo siete Preceptos Universales, y con los siete colores;
toda esta correspondencia y este encastre es la
función primordial del ser humano: Conectar.
Así como vimos en la clase pasada que la estructura
de tres más tres, más uno, significa: El ser humano,
único, socio, co-creador con D.os en la Creación,
imagen y semejanza de D.os, tiene la función y el
propósito de conectar los tres que están por debajo de
él (animal, vegetal y mineral) con los tres que están por
encima de él (astros, ángeles y almas), hoy
aprendemos un paso más profundo, más intenso, que
es, que el ser humano, tiene la función de conectar
cielo y tierra, y se conecta a través de tres de siete
filamentos espirituales, igual que hay siete brazos del
candelabro y siete mechas, hay siete filamentos, siete
cadenas espirituales que conectan cielo y tierra.
Dentro de las creaciones del cielo (cuerpos celestes,
ángeles y almas), está el elemento más bajo, que se
proyecta hacia la tierra desde el cielo, que es, el
arcoíris con sus siete colores; dentro de la tierra está el
elemento más elevado, que también tiene siete
colores, que es el fuego, representando mineral,
vegetal, y animal; y en medio el catalizador, la unión de
cielo y tierra, la unión de los siete colores del arcoíris y
toda la dimensión espiritual con la unión de los siete
colores del fuego, representando todos los
componentes de este mundo, está el ser humano, que
a través de la observación puntillosa de los Siete
Preceptos Universales, activa, enciende, estimula,
motiva a su propia alma y sus siete “yoes”, a sus siete
dimensiones del ser, que reflejan y refractan los
atributos divinos, las siete sefirot emocionales, y esto le
sirve como conector espiritual de cielo y tierra.
Esto es uno de los secretos de recitar el salmo 67
todos los días, observando la estructura de la menorá,
del candelabro, recordar la función del ser humano, no
general solamente de conectar cielo y tierra, sino
específica, puntual, conectar cada uno de los aspectos
de la naturaleza reflejados en estos siete del fuego,
con los siete colores del arcoíris a través de los siete
atributos emocionales y los siete “yoes” del ser
humano.
Esto sólo es un botón de muestra, de cómo se
aprende y se estudia uno de los salmos en diferentes
dimensiones, no solamente en el aspecto literal del
versículo y su significado, o el aspecto ético- filosófico,
sino también el aspecto metafísico respecto de la
cábala.

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