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Este documento es la transcripción de una clase impartida por el Rabino Ariel Groisman sobre el Salmo 67. Explica que este salmo tiene una protección espiritual y conecta tres números siete relacionados con los Noájidas. También analiza los conceptos del fuego, los siete colores y las tres dimensiones del número siete, relacionándolas con los elementos celestiales, terrestres y el ser humano como conector entre ambos a través de sus siete "yoes".
Este documento es la transcripción de una clase impartida por el Rabino Ariel Groisman sobre el Salmo 67. Explica que este salmo tiene una protección espiritual y conecta tres números siete relacionados con los Noájidas. También analiza los conceptos del fuego, los siete colores y las tres dimensiones del número siete, relacionándolas con los elementos celestiales, terrestres y el ser humano como conector entre ambos a través de sus siete "yoes".
Este documento es la transcripción de una clase impartida por el Rabino Ariel Groisman sobre el Salmo 67. Explica que este salmo tiene una protección espiritual y conecta tres números siete relacionados con los Noájidas. También analiza los conceptos del fuego, los siete colores y las tres dimensiones del número siete, relacionándolas con los elementos celestiales, terrestres y el ser humano como conector entre ambos a través de sus siete "yoes".
Audio de clase número cinco, al grupo Tehilim Noájida.
Impartida por el Rabino Ariel Groisman, director del
Centro de estudios del Gran Templo Paso, Argentina. Clase auspiciada por la Fundación Or Hajaim.
Estamos desarrollando uno de los dos salmos
paradigmáticos de los noájidas puntualmente, el salmo 117 lo vamos a dejar para otra ocasión, en este momento estamos analizando sobre el salmo 67. Explicamos en la clase anterior que el salmo 67 tiene una segulá, una protección espiritual para salud, bienestar y abundancia al recitarlo todos los días observando, reflexionando y meditando sobre las letras hebreas distribuidas en forma de candelabro (menorá). También explicamos en qué consiste la singularidad de este salmo, más allá del contenido, que si bien , cada uno de los versículos con sus intérpretes más básicos se van a ir desglosando, antes, me quiero detener en el concepto. Ya hablamos del concepto número seis y siete, así como su vinculación con los noájidas. Hoy vamos a hablar sobre la división de tres y siete, porque hay tres números siete, y este salmo, conecta esos tres números siete. Habíamos explicado que la función y propósito fundamental de cualquier ser humano es ser co- creador con D.os en la creación, socio de D.os en la creación, centinela y guardián de toda la naturaleza, donde, los preceptos noájidas y sus detalles vienen a resguardar al mundo, de la violencia y de todo tipo de práctica perversa; viene a civilizar al mundo, desarrollarlo y mejorarlo , el término genérico de esto es Tikún Olam, que es la corrección o rectificación del universo a través de la acción del ser humano; vamos a profundizar y avanzar al respecto de eso, en uno de los secretos del número siete. Para lograr esa interacción, ese catalizador que el ser humano es, y el ser humano está representado dentro de los siete brazos del candelabro, en el brazo central, recordando que el candelabro tiene tres brazos a la izquierda, y tres brazos a la derecha, y un tronco central, que es el séptimo brazo; esto lo habíamos graficado como el ser humano, la persona, el homo -spíritus, el socio de D.os, que eso es el ser humano en su calidad de noájida, en su calidad de excelencia, conectando, vinculado, a las tres creaciones que están por debajo de él (animales, vegetales y minerales), con las tres creaciones que están por encima de él (cuerpos celestes, ángeles y almas). Esta unión de cielo y tierra, constantemente es invocada, evocada, y convocada a través de los diferentes escritos de la milenaria sabiduría hebrea. Conceptos como: Trayendo el cielo a la tierra, o donde el cielo y la tierra se besan, citando por ejemplo los libros de recopilaciones del Rebe de Lubavitch y del Rabbi Najman de breslev, por ejemplo; esos conceptos, o lo que dice Moshe en la Torá, en Deuteronomio: “Escuchen los cielos y también oiga la tierra”, esa unión, esa interacción, esa ida y vuelta del cielo y tierra que tiene al ser humano como protagonista, eso refleja el salmo 67 en forma de menorá, y el número siete como número predilecto y representativo de lo que es el noájida. Hay tres dimensiones en el siete, tenemos el siete más conocido que son los siete colores del arcoíris, el pacto divino, luces de fuego o la vestimenta real de la novia, de la reina, la Shejiná (la presencia divina), como bien lo describe el Zohar, que ese es el arcoíris, representando los elementos del “cielo” que están por encima del ser humano (cuerpos celestes, ángeles y almas), pero después hay otros dos “sietes”, que eso es lo que vamos a desarrollar hoy. Nos explica el Zohar que hay tres tipos de fuego: El fuego de la tierra, el fuego del cielo, y el fuego dentro del individuo; vamos a ver qué significa esto tan enigmático. Explica sobre este salmo que el fuego es la representación de la eternidad, si hay un elemento en el mundo que representa lo eterno, eso es el fuego, y de hecho, todos los versículos que hablan de expresiones, de metáforas divinas, hablan del fuego (D.os bajó en el fuego en el Sinaí, etc.), siempre hay fuego alrededor; el fuego es la representación de la eternidad como metáfora, como símbolo, por varios motivos, en primer lugar, es el elemento más etéreo, que más energía tiene y menos masa tiene (junto con la luz), en segundo lugar, el fuego en teoría es eterno, mientras se alimente el fuego no registra el paso del tiempo, no es como otros elementos de la naturaleza en los que se marca el paso del tiempo, por ejemplo, una hoja se aja, se horada; una piedra también se horada, las latas, los vidrios, todos ellos se descomponen… Menos el fuego. Si está siendo alimentado todo el tiempo, es imposible saber si el fuego fue creado hoy o fue creado hace algunos años; el fuego no registra el paso del tiempo, el fuego siempre tiende hacia arriba, tratando de despegarse del mundo, como una tendencia hacia arriba, por eso, el alma es descrita como el fuego, “la vela de D.os es el alma del ser humano”. Dentro del fuego hay siete colores, tenemos el fuego que incinera (el que está para quemar), el color de éste es marrón, verde y azul, lo pueden ver en las cocinas a gas, se ve que el fuego de esta cocina a gas tiene tres colores: Marrón, azul, naranja, y un poquito de verde; después, tenemos el fuego que tiene como función iluminar, que es otro tipo de fuego, con otro tipo de combustión con colores: Amarillo, naranja, rojo, blanco, y negro. Obviamente en sus tonalidades tanto del fuego que quema, como del fuego que alumbra, la tonalidad añil, violácea, hay diferentes tonalidades, que entre todos son los colores del arcoíris, exactamente los colores del fuego son los colores del arcoíris, a saber: Marrón, violáceo, verde, naranja, azul, amarillo, rojo, blanco, y negro. Las diferencias son porque depende de qué elemento se esté combustionando, etcétera, pero, básicamente son esos colores, es decir, que el fuego tiene siete colores, que son los mismos colores que reflejan y refractan el arcoíris. Por un lado tenemos los siete colores del fuego, que el fuego está abajo en la tierra y tiende hacia arriba, tiende siempre a subir con esa cantidad de colores, representando a todo el reino de la tierra; la tierra es: Los vegetales, los animales y minerales, como están en la superficie más baja de la Creación, que es esta tierra, tienden a pegarse, buscan la conexión con el infinito, con el Eterno, con lo metafísico, con el Creador. Y el fuego es el representante de esa tendencia. Por otro lado tenemos el representante del cielo, que es el arcoíris, el arcoíris apunta hacia la tierra, justamente, es como una capa cobertora, como una burbuja de protección sobre la tierra, eso es el Pacto del Arcoíris, y dentro de los elementos pertenecientes al “cielo” (cuerpos celestes, ángeles y almas), el arcoíris es el más “bajo de lo alto” porque refleja el pacto divino sobre la humanidad, o sea, es dentro de lo celestial lo más bajo; el fuego es dentro de lo terrestre lo más alto, entonces, tenemos dos elementos de siete que tienen los mismo colores, y uno representa un extremo, que es lo más alto de lo bajo que es, el fuego, y el otro representa lo más bajo de lo alto que es, el arcoíris. En medio está el ser humano, que tiene la función de conectar cielo y tierra, también el ser humano tiene siete, ahora vamos a ver cuales son esos siete, tiene siete elementos que son reflejo de esos colores. Al final de la clase les voy a dejar un audio donde desarrollo cada elemento con cada color y precepto, pero ahora quiero apuntar hacia el concepto del salmo como menorá, como candelabro y conector espiritual entre cielo y tierra. El ser humano tiene en su interior siete “yoes”, siete niveles de ”yo”, o sea, siete dimensiones básicas que deberá alinear, y recalibrar para que estén orientados y adheridos hacia el Creador; en general, el ser humano tiene siete dimensiones que muy pocas veces en la vida están corriendo bajo el mismo eje, orientados hacia el mismo lugar, focalizados, el objetivo del ser humano es realinear esos siete yo, hacia el centro, moderando sus actitudes y hacia el Eterno, que eso es la imagen de candelabro. El candelabro es: Siete brazos diferentes, cada una apuntando hacia otro lado, pero, sus mechas tienen que estar orientados hacia arriba y hacia el centro. Así es el precepto del candelabro, lo podemos ver en la imagen (del candelabro) que posteamos la semana pasada. Exactamente, esa misma es la función del ser humano: Orientarse hacia el centro, moderándose a través de la práctica de los preceptos noájidas, y orientando hacia arriba, buscando la conexión, anhelando el apegarse y fusionarse con el Eterno, como el fuego, que todo el tiempo se orienta hacia arriba, para pegarse y fusionarse con su fuente. Las siete dimensiones del yo, o los siete yoes del ser humano son en concordancia a los siete atributos emocionales, divinos. Sabemos que, D.os desarrolló para sí, diez atributos con los cuales creó el mundo, esos atributos son llamados atributos divinos o Sefirot (en el lenguaje de la Cabalá) esferas divinas, que son tres atributos racionales, y siete emocionales, los siete atributos emocionales tienen qué ver con los siete yoes del ser humano (un día lo vamos a explicar en extenso), pero quiero sólo tomar de este conocimiento lo que nos aplica en el estudio de los salmos. Los siete yoes son: El yo de la acción, el ser humano cuando actúa es un ser humano que actúa, y no un animal que actúa, por eso, el ser humano, calibra, regula, tiene incluso trazos artísticos en su acción, a diferencia del animal; entonces, el yo de la acción, de abajo para arriba es el primero de los yoes. El segundo de los “yoes”, es el yo de la palabra, la palabra, el receptáculo fundamental del ser humano, donde es una herramienta compleja que viene a expresar pensamientos complejos y emociones complejas, eso es únicamente una cualidad dada al ser humano, ningún otro ser tiene la palabra; cuando decimos complejo, quiere decir que no primitivo, no solamente cómo consigo alimento (como el primitivo de un animal), sino cuestiones existenciales, disyuntivas, dilemas, cuestiones culturales, elevadas. El tercero de los “yoes” es, el yo del pensamiento. Acción, palabra y pensamiento son cualidades únicas del ser humano. El cuarto de los “yoes” es, su fábrica emocional, las emociones en el ser humano tienen una fábrica, la fábrica es el conjunto de paradigmas, pensamientos que tienen qué ver con su infancia, sus experiencias, y sus re-elaboraciones que dan como consecuencia las emociones, el mundo emocional del ser humano es el cuarto yo. El quinto yo, es el mundo racional, también el conjunto de educación, experiencia, infancia, y propio desarrollo de aprender-desaprender, da lo que se llama, la fabrica de pensamientos o el paradigma de intelecto que genera todo el tiempo diferentes pensamientos. El sexto yo, es la voluntad, el deseo propio del ser humano y exclusivo del ser humano. El séptimo de los “yoes” es, el principio del placer o el deleite; entonces acción, palabra y pensamiento, emociones, intelecto, voluntad, y deleite, son los siete “yoes” que corresponden y se encastran con los siete colores del fuego, con los siete colores del arcoíris, con lo siete Preceptos Universales, y con los siete colores; toda esta correspondencia y este encastre es la función primordial del ser humano: Conectar. Así como vimos en la clase pasada que la estructura de tres más tres, más uno, significa: El ser humano, único, socio, co-creador con D.os en la Creación, imagen y semejanza de D.os, tiene la función y el propósito de conectar los tres que están por debajo de él (animal, vegetal y mineral) con los tres que están por encima de él (astros, ángeles y almas), hoy aprendemos un paso más profundo, más intenso, que es, que el ser humano, tiene la función de conectar cielo y tierra, y se conecta a través de tres de siete filamentos espirituales, igual que hay siete brazos del candelabro y siete mechas, hay siete filamentos, siete cadenas espirituales que conectan cielo y tierra. Dentro de las creaciones del cielo (cuerpos celestes, ángeles y almas), está el elemento más bajo, que se proyecta hacia la tierra desde el cielo, que es, el arcoíris con sus siete colores; dentro de la tierra está el elemento más elevado, que también tiene siete colores, que es el fuego, representando mineral, vegetal, y animal; y en medio el catalizador, la unión de cielo y tierra, la unión de los siete colores del arcoíris y toda la dimensión espiritual con la unión de los siete colores del fuego, representando todos los componentes de este mundo, está el ser humano, que a través de la observación puntillosa de los Siete Preceptos Universales, activa, enciende, estimula, motiva a su propia alma y sus siete “yoes”, a sus siete dimensiones del ser, que reflejan y refractan los atributos divinos, las siete sefirot emocionales, y esto le sirve como conector espiritual de cielo y tierra. Esto es uno de los secretos de recitar el salmo 67 todos los días, observando la estructura de la menorá, del candelabro, recordar la función del ser humano, no general solamente de conectar cielo y tierra, sino específica, puntual, conectar cada uno de los aspectos de la naturaleza reflejados en estos siete del fuego, con los siete colores del arcoíris a través de los siete atributos emocionales y los siete “yoes” del ser humano. Esto sólo es un botón de muestra, de cómo se aprende y se estudia uno de los salmos en diferentes dimensiones, no solamente en el aspecto literal del versículo y su significado, o el aspecto ético- filosófico, sino también el aspecto metafísico respecto de la cábala.