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ETICA JURIDICA: UNA PROPUESTA TEORICA Y UN CASO PRACTICO

Arturo Berumen Campos

“en lo negativo está el fundamento del devenir”

Hegel

“también de un “no” puede nacer el futuro”


Marcos

Resumen
El objeto del presente trabajo es, por un lado, proponer un concepto de ética jurídica que comprenda las dos
funciones que, históricamente, ha cumplido el derecho natural con respecto al derecho positivo: su función ideológica y su
función crítica. Para lleva a cabo este propósito se hecha mano del concepto de concepto de Hegel que consiste en
transformar una idea en otra por medio de una tercera. Por otro lado, se proponen algunos métodos mediante los cuales la
ética jurídica así redeterminada puede llevar a cabo dicha tarea, aplicándolos al material jurídico. Por último, se hará un
ejercicio concreto de ética jurídica, aplicando su concepto y su método al análisis del diálogo por la paz en Chiapas.

Abstract
The objective of the present work is to propose a concept of juridical ethics including the two functions that
the natural law, historically, executed in relation to the positive law: the ideological and the critical ones. The
concept of Hegel, which consists in transforming an idea into another through a third one, is used to carry out that
purpose. On the other hand, some methods are proposed and when applied to the juridical material, enable the
revised juridical ethics to accomplish that task. Lastly, it will be made a practical exercise of juridical ethics, applying
its concept and method to analyse the talkings for peace in Chiapas.

Introducción
A la crítica posmoderna de la racionalidad, por ser una crítica puramente negativa, le puede suceder lo que Hegel
decía de la Ilustración en tanto que crítica puramente negativa de la fe: que sea “sólamente la furia del desaparecer”,1 pero
del desaparecer de sí misma y no de la racionalidad la cual, al igual que la fe criticada por la Ilustración, como “espíritu
oscuro que deplora la pérdida de su mundo espiritual acecha al fondo”.2 Al combatir a la racionalidad, la Posmodernidad
“supone que combate algo otro”,3 cuando en realidad se combate a sí misma, pues tiene “en ella misma el ser otro”.4 Tiene
en ella misma el contenido de la racionalidad aunque en otra forma, así como la Ilustración tenía en sí, el contenido de la
fe en forma negativa. Y del mismo modo que la Ilustración, al no reconocerse en lo negativo de la racionalidad, convierte
“la fuerza portentosa de lo negativo... que hace que lo negativo vuelva al ser”,5 en el “puro terror de lo negativo” que “es
la muerte carente de significación”.6

Sin embargo, la reedición posmoderna de la dialéctica negativa de la Ilustración no es necesariamente inevitable,


si pudiera conservarse la crítica de su negatividad y, a la vez, pudiera superarse la negatividad de su crítica. Hacer una
propuesta de como pudiera realizarse esta aufheben hegeliana en el campo de la Etica en general y en el campo de la Etica
Jurídica en particular, será el propósito del presente trabajo.

1. Propuesta de un Concepto de Etica

Tradicionalmente se ha considerado al derecho natural como un parámetro de crítica al derecho positivo. Parece
ser que ésta ha sido una función que le ha tocado cumplir al derecho natural, históricamente. Por ejmplo, el derecho
natural de algunos sofistas era una crítica al derecho esclavista de la antigüedad griega; así mismo, el derecho natural
cristiano cuestionó los principios en que se basaba la desigualdad romana. Por su parte, el derecho natural racionalista de
la Ilustración proclamó como antinatural el sojuzgamiento servil de la Edad Media. Por último, “el derecho natural
marxista” ha sido la crítica más radical a la explotación del trabajo asalariado capitalista.
Pero, el mismo derecho natural ha sido acusado de ser una ideología que ha justificado, también históricamente,
el orden jurídico existente, ocultando la inmoralidad de sus fundamentos o de sus aplicaciones. Así puede decirse también
que el derecho natural griego tenía como función justificar la esclavitud; el derecho natural cristiano, la servidumbre; el
derecho natural racionalista el trabajo asalariado y el derecho natural marxista, la subalternación borocrática.

Parece ser, que tanto la crítica como la ideología han sido funciones históricas del derecho natural,7 y ambas
deben formar parte de su concepto. Para poder unir en un concepto elementos tan contradictorios, Hegel nos enseña que
deben considerarse como elementos de un proceso. De este modo, el derecho natural será el proceso histórico de
transformación de la crítica en ideología y de la ideología en crítica.

El proceso del derecho natural es un ejemplo claro de la dialéctica negativa del concepto. Para poder transformarla
en positiva necesitamos encontrar los mecanismos epistemológicos y lingüísticos que han hecho posible esta transformación
recíproca. Proponemos la siguiente hipótesis: la crítica se ha transformado en ideología porque sus principios han devenido
abstractos y la ideología puede transformarse en crítica si hacemos abstracción de sus resultados. Para Hegel, la abstracción
del concepto no es la verdad, porque le falta “la otra determinación que ahí se encuentra”, pero que permanece “oscura y
alejada de la conciencia”;8 o dicho, en términos de Habermas, porque algún ingrediente de la situación no ha sido
tematizado, comunicativamente, por lo que aparece como un obstáculo inamobible para las alternativas de acción social.9
Si la crítica de la ideología en su afán de hacer valer la abstracción no considerada o el ingrediente no tematizado
comunicativamente, se olvida o descalifica a la abstracción sí considerada o sí tematizada por el discurso ideológico, se
transforma también en otra ideología, porque también está haciendo abstracción del otro ingrediente al momento de
interpretar la situación comunicativamente. Se desencadena, de este modo, el “movimiento aturdidor” del derecho natural
que “pasa de un momento inmediatamente... al contrapuesto”.10 Es claro entonces, que la ética como disciplina filosófica
debería hacer lo contrario a lo que ha hecho el derecho natural, es decir, tendría que concretizar la abstracción de la
ideología con la abstracción de la crítica, o sea unificar la ideología y la crítica como elementos de la moral concreta. O,
conceptualmente dicho: mediar la crítica con la ideología y suprimir la recíproca mediación en el concepto de moral.11
Con la supresión de la mediación en la misma mediación, los términos mediados -crítica e ideología- se conservan pero a
la vez se superan (aufheben), es decir, se redeterminan para poder articularse en la moral. Nos parece que la expresión
“redeterminación” puede significar con una sola palabra lo mismo que la traducción tradicional hace del aufheben hegeliano
con dos palabras: conservar y superar, con la ventaja de la comodidad que proporciona para la elaboración de conceptos.
Por lo demás puede muy bien derivarse de la expresión “determinación” tan ampliamente usada en el léxico hegeliano.

A estas alturas ya podemos definir a la ética como la disciplina filosófica que tiene por objeto redeterminar a la
ideología para transformarla en moral por medio de la crítica. Es claro que esta definición es muy abstracta todavía y, por
lo tanto, tiene que ser suceptible de ulteriores concretizaciones. Pero también es claro que no es éste, el lugar para
realizarlas. Sólo haremos la concretización necesaria para que el concepto de ética pueda ser operativo en el estudio del
derecho y para exponer un estudio de un caso concreto. Intentaremos, pues, concretizar, un poco más, los elementos más
importantes de la definición: ideología, moral y crítica.

Esta definición presupone que es posible distinguir entre la ideología y la moral, pero también que ambos
conceptos se parecen o más bien que la ideología es una moral simulada o, mejor aún, que la ideología forma parte de la
moral aparentando ser toda la moral. Por tanto, tendremos que especificarlos en conjunto.
Sigiendo la interpretación que Savater hace de Hegel, la moral puede entenderse como “el recíproco reconocimiento
auto desarrollante de los individuos”, es decir, “el reconocimiento recíproco de los sujetos como sujetos”.12 Antes de que la
crítica posmoderna esboce “su silenciosa risa filosófica” y nos diga que el sujeto es una ficción del lenguaje,13 diremos que
es el sujeto ideológico quién es una simulación del lenguaje pero no el sujeto ético, aunque también sea un producto del
lenguaje.14 En otros términos, que el sujeto sea un producto del lenguaje no lo hace, necesariamente, ideológico o ideologizado,
sino únicamente cuando el lenguaje es usado, pragmáticamente, de modo que al ser humano se le trate como objeto y
semánticamente como sujeto, tal y como sucede con el sujeto de derecho en el mercado capitalista.15 La contradicción
entre la pragmática y la semántica del lenguaje constituye la ideología del sujeto y la coincidencia entre ambas constituye
al sujeto moral. La moral será, por tanto, el recíproco reconocimiento semántico y pragmático de los sujetos y la ideología,
el reconocimiento semántico de los sujetos que oculta su reconocimiento pragmático como objetos.

La distinción y la redeterminación entre moral e ideología será posible, pues, mediante la crítica comunicativa a
que sea sometida el lenguaje del reconocimiento recíproco. El modelo de la comunicación racional de Habermas será el
que nos sirva para concretizar el concepto de crítica. De una manera demasiado simplificada, podemos decir que para
Habermas la comunicación racional será aquélla cuyo lenguaje sea inteligible, es decir, que cuente con una sintaxis bien
formada; que sea verdadero, es decir, que cuente con una semántica cuyo referente sea determinado o determinable; que
sea veraz, o sea que cuente con una pragmática que no sea engañosa ni distorsionada sistemáticamente y, por último, que
la misma pragmática se encuentre excenta de coerción, abierta o subrepticiamente.16 Independientemente de la validez de
la Teoría de la Acción Comunicativa de Habermas, nos parece que puede ser útil no sólo para distinguir entre ideología y
moral sino también para redeterminar la primera para transformarla en la segunda.
Con esto, creo que podemos obtener un concepto operativo de ética de modo que nos sirva para redeterminar
cualquier enunciado prescriptivo y valorativo. La ética será el metalenguaje filosófico que tiene por objeto redeterminar el
discurso ideológico que oculta, semánticamente, la cosificación pragmática de los individuos para transformarlo en el
discurso prescriptivo que propicie el recíproco reconocimiento semántico y pragmático de los sujetos, mediante la crítica
a que sea sometido por la comunicación racional.

2. Hacia un Concepto de Etica Juridica


Para poder aplicar este concepto operativo de ética al derecho y obtener así un concepto de ética jurídica, es
necesario obtener, primero, un concepto de derecho. Para este cometido nos valdremos de los materiales teóricos aportados
por los autores más reconocidos en el campo de la teoría del derecho. Antes que nada tenemos que aclarar que el concepto
de derecho que obtendremos será el de orden o sistema jurídico en el sentido de Raz que comprende distintas disposiciones
jurídicas,17 es decir, obtendremos un concepto concreto de derecho.

El primer tipo de disposiciones jurídicas que integren el sistema jurídico será el que se encuentre formado por las
disposiciones que Kelsen considera que determinan la sanción coactiva, las que Hart denomina reglas primarias de
obligación y las que Ross llama directivas de conducta.18 El segundo tipo de disposiciones jurídicas integrantes del sistema
jurídico será él de las normas que establecen los procesos de creación de Kelsen, las reglas secundarias o de procedimientos
de Hart o las directivas de competencia de Ross.19 El tercer tipo, será él de los principios de moralidad compartida de
DWorkin.20 El cuarto tipo, será el contenido ideológico del discurso del derecho, en el sentido de lo no deóntico, de
Correas.21 Por último, el quinto tipo de disposiciones, será él formado por los enunciados metalingüísticos doctrinarios
que permiten relacionar al sistema jurídico con otros sistemas sociales, según Luhmann.22

Con este apretado resumen proponemos el siguiente concepto descriptivo de un sistema jurídico: el derecho es el
conjunto de disposiciones de conducta, de competencia, de principios morales, de contenidos ideológicos y de enunciados
doctrinarios que regulan el uso de la sanción coactiva.
Ahora bien, si a este concepto de orden jurídico le relacionamos el concepto de ética propuesto con anterioridad,
podremos obtener el siguiente concepto de ética jurídica: la ética jurídica es la disciplina de la filosofía del derecho que
tiene por objeto redeterminar los contenidos ideológicos de las disposicones jurídicas que ocultan semánticamente la
cosificación pragmática de los individuos, para transformarlos en principios morales que propicien, pragmática y
semánticamente, el recíproco reconocimiento autodesarrollante de los sujetos, mediante la crítica comunicativa racional a
las reglas de conducta y de competencia así como a las disposiciones doctrinarias de una sistema jurídico que regula el uso
de la sanción coactiva.

Estamos conscientes de las dificultades teóricas que ocasiona una definición de ética jurídica como la propuesta,
en especial la de hacer compatible la naturaleza coactiva del derecho con la comunicación racional de la ética. Como no
creemos que sea éste el lugar para resolverlas, nos limitamos a decir que, con respecto a la dificultad señalada, pudiera
encontrarse un camino de solución si echamos mano de la distinción entre ideas morales de virtud y exigencias morales de
respeto, de Fuller.23 Por el momento, nos interesa más hacer una referencia descriptiva, aunque sea somera, al método
mediante el cual tendríamos que hacer la redeterminación ética de las disposiciones jurídicas.

3. Metodo de la Etica Juridica

Sin renunciar de antemano a ningún método que nos pueda ser útil, nos circunscribiremos a señalar tres métodos
relacionados con la filosofía del lenguaje: el método semiológico, el método hermenéutico y el método comunicativo. El
primero de ellos, lo tomaremos de lo que hemos dado en llamar el modelo Kelsen-Correas. Para identificar la ideología en
las normas de conducta (discurso del derecho) y en el lenguaje de la doctrina (discurso jurídico) es preciso distinguirla,
antes que nada, del contenido deóntico de las mismas. Todo contenido del discurso del derecho o del discurso jurídico que
no pueda traducirse en un contenido deóntico coactivo será o es posible que sea un contenido ideológico ya que puede
connotar otros sitemas significantes que pueden hacer creer a los destinatarios que todo el sistema significante está
denotado por la norma misma.24 Así, todo contenido del derecho que no pueda ser convertido en lenguaje prescriptivo
coactivo, ya sea como permisión, obligación o prohibición, es probable que la función que esté cumpliendo dentro de la
norma sea una función de justificación, de engaño o de ocultamiento. Dicho contenido ideológico puede ser de naturaleza
muy diversa. Puede ser un lenguaje descriptivo falso, prescriptivo no coactivo, performativo perlocucionario, es decir,
lenguaje performativo intraducible al lenguaje descriptivo o prescriptivo25 y, en general, todo lenguaje connotativo.26

El contenido connotado del discurso del derecho o del discurso jurídico significa que sólo algunos “temas” de los
sistemas significantes no deónticos están explícitos en ellos y que otros temas sólo están implícitos.27 Podemos decir, por
lo tanto, que, en términos hegelianos, los temas implícitos están abstraídos de las normas y los temas explícitos son
contenidos abstractos de las mismas. En consecuencias, estos últimos pueder ser redeterminados, concretizándolos mediante
su síntesis con los primeros, de modo que se pueda conservar su sentido moral y superar su sentido ideológico. Podemos
hacer la misma operación de redeterminación, completando los discursos descriptivos falsos, en la medida que su falsedad
provenga de que son incompletos. Del mismo modo, podemos redeterminar el lenguaje perlocucionario transformándolo
en lenguaje ilocucionario, es decir, en lenguaje deóntico coactivo.

Otro método de la ética jurídica puediera ser el que denominamos hemenéutico-alternativo, tomado de diversos
autores, entre ellos, Vernengo y los teóricos del uso alternativo del derecho. Este método es pertinente sobre todo para la
crítica y la redeterminación de las normas de competencia o de procedimiento. Se parte del principio de que las normas
jurídicas pueden ser interpretadas de diferentes maneras que pueden ser agrupadas en tres estrategias hermenéuticas: la
primera consiste en ampliar el sentido semántico de las expresiones relevantes de las normas, el segundo, en reducir o
restringir el sentido y el tercero en invertir o cambiar el sentido de las mismas. Cualquiera de de estas tres operaciones se
realizan con la finalidad de favorecer los intereses del intérprete o de quién éste quiere favorecer. Como muchas veces,
dichos intereses no son justificables moralmente, se oculta dicha maniobra hermanéutica mediante alguna ideología
doctrinaria, entre las cuales la más socorrida es la de la búsqueda de la voluntad del legislador a quien se supone absolutamente
racional.28

Para una concepción redeterminante de la ética jurídica, ni dichas maniobras ni dicha ideología que las encubre
son desechables, sino que para ellas pueder ser utilizadas éticamente. La búsqueda de la voluntad del legislador puede
tomarse en serio y remitirse al análisis comunicativo de los debates que dieron origen a la norma de referencia para
encontrar los verdaderos intereses y compromisos de los distintos sectores del grupo en el poder a los que se quiso
favorecer con la norma analizada, así como el análisis de las argumentaciones con las que se ocultó dicha parcialidad. El
modelo de bloque histórico de Gramsci puede ser particularmente útil a este respecto.29
Por su parte, las estrategias hermenéuticas mencionadas: ampliar, restringir e invertir o cambiar el sentido de las
expresiones de las normas, pueden ser utilizadas para favorecer los intereses aunténticamente morales de los sujetos más
desprotegidos social y económicamente, tal como lo proponen y lo practican quienes impulsan el uso alternativo del
derecho.30 En este caso podríamos hablar de una redeterminación hermenéutica alternativa del derecho.

Por último, el método comunicativo propiamente dicho, puede utilizarse para criticar y redeterminar cualquier
procedimiento jurídico, en tanto que puedan entenderse como procesos de comunicación jurídica y cualquier argumentación
utilizada en dichos procesos jurídicos comunicativos.

Para Habermas, la función pragmática más importante del lenguaje es coordinar la acción social. La acción
social no es una simple interacción de los sujetos, sino que es una secuencia de interacciones recíprocas. Para que dicha
secuencia se realice es necesario un plan de acción social que comprende tres fases: primero, la de la interpretación común
de la situación; segundo, la del establecimiento vinculante de alternativas de acción y tercero, la del cumplimiento del plan
de acción.31
El plan de acción que pretende coordinar la acción social puede realizarse por medio de dos tipos de acción
social: él de las acciones orientadas al éxito y él de las acciones orientadas al entendiemiento. Las primeras, Habermas las
clasifica en acciones instrumentales, acciones estratégicas y acciones dramatúrgicas y las segundas están comprendidas en
la acción comunicativa.32 Ahora bien, si comparamos como se realiza el plan de acción bajo estos dos tipos de acciones se
pueden obtener los siguientes resultados: por lo que se refiere a la interpretación común de la situación, en las acciones
orientadas al éxito no se tematizan todos los ingredientes relevantes para la misma porque no todos los afectados pueden
participar libres de coacción (acción instrumental), o de engaño (acción estratégica) o de auto-engaño (acción dramatúrgica).
En cambio, en la acción comunicativa se intentan tematizar todos los ingredientes relevantes de la situación, garantizando
la participación en la comunicación de todos los afectados libres de coacción, de engaño y de autoengaño. En el nivel de
las alternativas de acción, en las acciones orientadas al éxito, los ingredientes no tematizados aparecen como restricciones
o como obstáculos inamovibles (ideologías) para la solución del problema planteado por la situación, mientras que en la
acción comunicativa, dichos ingredientes, una vez tematizados o retematizados se vuelven recursos para la solución
(redeterminación). Por último, en el nivel de la realización del plan, en las acciones orientadas al éxito, la secuencia de las
interacciones recíprocas sólo puede estar garantizada por el mantenimiento de la patologías de la comunicación
(ininteligibilidad, error, engaño abierto o distorsionado sistemáticamente, violencia abierta o subrepticia) y, por lo tanto,
el consenso obtenido falsamente no puede fundar normas, moralmente vinculantes, para los afectados por dichas patologías.
En cambio, en la acción comunicativa, al estar fundado el consenso en los mejores argumentos, los participantes quedan
vinculados moralmente a cumplir los acuerdos o a retematizar los ingredientes de la situación.33

Es clara la relación que guarda este método tanto con el método hegeliano de la redeterminación como con el
método semiológico. Los ingredientes no tematizados son abstraidos de la comunicación y se convierten en ideologías,
por lo que puede considerarse que se encontrarán connotados en las normas resultantes. Esto nos lleva a la sugerencia de
que, en el análisis ético jurídico de los procedimientos legislativos, juridiccionales, administrativos y contractuales, deban
utilizarse conjuntamente. Antes de pasar a aplicar los métodos descritos a un caso concreto, quisiéramos proponer un
concepto del método de la ética jurídica, del siguiente modo: la redeterminación deóntica, alternativa y comunicativa del
lenguaje connotado, perlocucionario y estratégico para transformarlo en lenguaje denotado, ilocucionario y racional, por
medio de la crítica semiológica, hermenéutica y argumentativa.

4. Redeterminacion Comunicativa del Dialogo para la Paz en Chiapas


Ha sido la “soberanía territorial”. el discurso ideológico que ha impedido encontrar alternativas de acción que
permitan fundar un acuerdo, moralmente vinculante, que lleve a resolver el conflicto armado suscitado en Chiapas desde
enero de 1994. Fue usado, por parte del gobierno federal primero, para justificar la ofensiva militar contra el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en febrero de 1995; segundo, para limitar los alcances de la Ley para el Diálogo,
la Conciliación y la Paz digna en Chiapas (LD) y, tercero, es muy posible que condicione el alcance deóntico de los
acuerdos que en el futuro próximo se obtengan. En lo que sigue haremos referencia a estos tres aspectos del proceso del
diálogo tal y como se ha llevado a cabo, bajo la sombra de la ideología de la soberanía territorial y, posteriormente, tal
como podría y puede, aún, desarrollarse si dicha ideología fuera redeterminada en los términos de una ética jurídica como
la que hemos propuesto en el presente trabajo.

La expresión “soberanía territorial” es una expresión ideológica porque connota el derecho supremo de mandar
sobre un determinado territorio, pretendiendo sólo denotar una descripción del hecho del poder supremo en dicho territorio.34
Es decir, es una expresión que oculta el hecho de la hegemonía que, en sentido gramsciano, significa el poder de poderes
de un grupo sobre otro dentro de un territorio,35 con la abstracción de la soberanía popular o de la soberanía nacional. De
modo que cuando el Presidente de la República afirma que, con las acciones militares de febrero de 1995, se recuperó la
soberanía sobre los territorios ocupados por el EZLN, lo que en realidad está diciendo y ocultando a la vez, es que se
recuperó la hegemonía del grupo en el poder sobre el territorio de la Selva Lacandona, lo cual le permitió justificar la
estrategia hermenéutica para ampliar el sentido de la expresión “la seguridad interior” a que se refiere la fracción VI del
artículo 89 constitucional, para poder disponer de la fuerza armada permanente.36

La ideología de la soberanía territorial impidió, también que, durante el debate de la LD, se tematizaran,
debidamente, algunos ingredientes esenciales de la situación chiapaneca: por ejemplo, la regulación de “zonas francas”
que garantizaran la imparcialidad del diálogo -propuesta hecha por el Partido de la Revolución Democrática (PRD)- fue
rechazada porque cuestionaba la hegemonía del ejército federal, pero, en el dictámen de la Comisión correspondiente
hegemonizada por el Partido Revolucionario Insitucional (PRI), se argumentó que se rechazaba porque ponía en peligro
la soberanía territorial. La propuesta de amnistía inmediata a los presos acusados de pertenecer al EZLN, tampoco fue
tematizada debidamente porque cuestionaba la hegemonía del Ejecutivo sobre el Poder Judicial, pero el argumento utilizado
fue el de que era contraria a la soberanía territorial. Del mismo modo, la estructura de poder de caciques y ganaderos en la
zona en conflicto no fue tematizada como una de las causas más importantes del conflicto, a pesar dela insistencia de la
diputación del PRD.37
Y como si el propósito fuera darle la razón a Habermas, cada uno de estos tres ingredientes de la situación
chiapaneca no tematizados en el debate parlamentario, se han manifestado, durante diversos momentos del desarrollo del
diálogo entre el Gobierno Federal y el EZLN, como obstáculos o restricciones a las alternativas de solución al conflicto. A
la negativa de reglamentar las zonas francas correspondió la imposibilidad de ponerse de acuerdo en cuestiones de
distensión y la estabilidad precaria de las condiciones del diálogo.38 A la negativa de amnistía correspondió el incidente
peerturbador de la detención del presunto comandante “Germán” del EZLN.39 Y a la falta de de tematización de la
estructura caciquil de la región, han correspondido incontables invasiones de predios, desalojos violentos y asesinatos de
líderes campesinos.40

Por último, pero no menos importante, la ideología de la soberanía territorial está jugando un papel decisivo en
la limitación de los consensos obtenidos, pues la principal exigencia del EZLN, la de la creación de regiones autónomas
pluriétnicas ha sido, virtualmente, rechazada y se avizora la intención de que pueda ser utilizada, por parte del gobierno,
deónticamente, como un nuevo instrumento de hegemonía sobre los grupos indígenas.41

En resumen, podemos decir que la ideología de la soberanía territorial ha impedido las condiciones de un diálogo
racional, imparcial y excento de coacción; ha impedido la coordinación comunicativa de las alternativas de acción y,
presumiblemente, impedirá que se alcance un consenso ético, moralmente vinculante para las comunidades indígenas que
han sido objeto de excesivas acciones estratégicas e instrumentales por parte del gobierno.
Si, en cambio, se redetermina la ideología de la soberanía territorial, aceptando que no es una expresión descriptiva
del poder ni performativa del estado, sino una expresión prescriptiva etico-jurídica que significa que el derecho supremo
de mandar es correlativo y está condicionado por la suprema obligación democrática y deóntica de servir,42 entonces
aparecerá claro que ninguna hegemonía puede justificarse por el simple discurso del derecho ni por el discurso jurídico.
Un concepto de soberanía así redeterminado no tan sólo no serviría para justificar una interpretación represiva de
la constitución, sino que permitiría discutir, comunicativamente, el servicio público de seguridad, democrática y
deónticamente redeterminado. Del mismo modo, permitiría transformar los obstáculos a las alternativas de acción en
verdaderos recursos de solución. Por ejemplo, podría permitir que la reglamentación de las zonas francas no tan sólo no
afectara a la soberanía territorial sino que sería la única manera de hacerla posible en el territorio en conflicto, al convertirlas
en las protoformas jurídicas de las regiones autónomas indígenas que serían, de este modo, la manera democrática y
deóntica de garantizar la prestación de los servicios públicos en las zonas indígenas.

Ya para terminar, la soberanía territorial redeterminada como la correlación del derecho de mandar y la obligación
de servir, no tan sólo no excluiría a la autonomía de las regiones indígenas sino que las necesitaria, ya sea como subsistemas
normativos abiertos, en términos de Luhmann,43 o como descentralización normativa, en términos de Kelsen,44 puesto que
serían concebidas como complejos normativos ético-jurídicos que propiciarían el reconocimiento de los indígenas como
sujetos capaces de autodesarrollarse, recíprocamente, con los demás mexicanos.

(Footnotes)
1
Hegel. Fenomenología del Espíritu. Trad. Wenceslao Roces, México, FCE, 1985, p. 346.
2
Idem. p. 337.
3
Idem. p. 332.
4
Ibidem.
5
Idem. pp. 23, 24.
6
Idem. p. 349.
7
Wolf, Erik. El problema del derecho natural. Ariel, Barcelona, 1960, p. 27.
8
Hegel. Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Trad. E. Ovejero y Maury, México, Porrúa, 1980, par. 89, p. 58.
9
Habermas. Observaciones sobre el concepto de acción comuicativa, en Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos.
Trad. Manuel Jiménez Redondo, México, REI, 1993, p. 494.
10
Hegel. Fenomenología. p. 360.
11
Hegel. Enciclopedia. par. 50, 51, pp. 34, 36: El concepto constituye por lo menos una relación que se produce” por “el suprimir en la
mediación la misma mediación.
12
Savater, Fernando. Invitación a la ética. Barcelona, Anagrama, 1982, pp. 31 y ss.
13
Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Trad. Elsa Cecilia Frost, México, Siglo XXI, 1988, pp. 329, 333.
14
Touraine, Alain. Crítica de la modernidad. Trad. Alberto Luis Bixio, México, FCE, 1995, p. 263.
15
Edelman, Bernard. La práctica ideológica del derecho. Trad. Roque Carrión Wam, Madrid, Tecnos, 1980, p. 101.
16
Habermas. op. cit. p. 481.
17
Raz, Joseph. El concepto de sistema jurídico. trad. Rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, 1986, p. 203.
18
Kelsen. Teoría pura del derecho. Trad. Roberto J. Vernengo, México, UNAM, 1979, p. 47; Hart. El concepto de derecho. Trad. Genaro R.
Carrió, México, Nacional, p. 121; Ross, Alf. Sobre el derecho y la justicia. Trad. Generaro Carrió, Buenos Aires, EUDEBA, 1970, p. 32.
19
Ibidem.
20
Dworkin, Ronald. El imperio de la justicia. Trad, Claudia Ferrari, Barcelona, Gedisa, 1992, pp. 175, 176.
21
Correas, Oscar. Crítica de la ideología jurídica. México, UNAM, 1993, p. 115.
22
Luhmann. La observación sociológica del derecho. Trad. Héctor Fix Fierro, en Crítica Jurídica, num. 12, México, UNAM, 1993, pp. 80, 84.
23
Laporta, Francisco. Sobre las relaciones entre derecho y moral: cuestiones básicas. en Entre el derecho y la moral, México, Fontamara,
1993, p. 103.
24
Correas. op. cit. pp. 38, 38, 123.
25
Apel. Fundamentos de semiótica. Trad. Yolanda Angulo Parra, en Debate en torno a la ética del discurso de Apel, comp. Enrique Dussel,
México, siglo XXI, 1994, p. 291.
26
Correas. op. cit. p. 210.
27
Idem. p. 39.
28
Vernengo. La interpretación jurídica. México, UNAM, 1977, pp. 84, 85, 90.
29
Gramsci, Antonio. El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce. Trad. Isidoro Flambaum, México, Juan Pablos, 1975, p. 48.
30
Ardila, Edgar. La acción jurídica radical. en El otro derecho, num. 19, Bogotá, Ilsa, diciembre de 1991, p. 101.
31
Habermas. op. cit. p. 479.
32
Idem. pp. 481 y ss.
33
Ibidem.
34
Fischbach, Oskar Georg. Teoría general del estado. Trad. Rafael Luego Tapia, México, Nacional, 1968, p. 134.
35
Gramsci. Notas sobre Maquiavelo. Trad. José M. Aricó, México, Juan Pablos, 1986, p. 55.
36
La jornada, 10 de febrero de 1995, p. 6; La jornada, 18 de febrero de 1995, p. 3
37
Diario de debates de la Cámara de Diputados, 9 de marzo de 1995, pp. 110, 117, 131, 155.
38
La jornada, 25 de julio de 1995, p. 3
39
La jornada, 20 de octubre de 1995,p. 3.
40
La jornada, 14 de noviembre de 1995, p. 14.
41
El perfil de la jornada, 22 de noviembre, p. I; La jornada, 19 de noviembre de 1995, p. 8.
42
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ETICA JURIDICA: UNA PROPUESTA TEORICA Y UN CASO PRACTICO

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