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El espacio que queda debajo del cilindro que sobresale en la calle, está cubierto
con un plástico que a su vez contiene cientos de frases en todas las lenguas. Son algunas
de las que dejaron los que peregrinaron hasta Atocha tras el atentado. “La que más me
ha gustado es una que hablaba de educación, porque ahí empieza todo esto”, afirma
Antonio encubriendo el llanto de su mujer.
Tras leer algunas frases, la mayoría se gira para mirar el conjunto. Los
cuchicheos aumentan tras el shock azul inicial. “No se lo que han querido decir con
esto”, comenta una estudiante mientras su compañera hace una foto al plástico. Como
ella, muchos otros sacan sus cámaras sin saber muy bien qué fotografiar. Pero a pesar de
todo nadie se separa del círculo blanco. La luz parece imantar sus miradas, quizás
porque a dos metros bajo tierra el cielo se ve de forma diferente.
“Me parece todo muy frío, y seguro que tiene su significado, pero para mí esto
no representa lo que sucedió el 11 de marzo”. La que habla es Ana, una joven de 32
años que, antes del trabajo, ha decidido venir “porque me sentía en la obligación, y
porque no quiero olvidar”. Como ella, muchos son los que se quejan de lo poco que
transmite la sala. “Es frío por el color, porque no hay nada, porque no se oye nada…”.
Tras esta frase Alicia vuelve a mirar a su alrededor para seguir buscado.
Cuando el visitante baja por fin la cabeza descubre que la visita se ha acabado.
Aparte del enorme círculo de luz no hay nada más que llame la atención. El azul vuelve
a inundarlo todo y al encaminarse hacia la salida hay quien espera una última sorpresa
en la doble puerta del fondo. Sin embargo, la explicación del porqué la sala está
despresurizada es todo. Mantener el plástico en su sitio, la razón.
Al salir de nuevo al vestíbulo, el ruido habitual de Atocha entra por los oídos
como si de una bala se tratase. Salir de la habitación azul es como acabar con un sueño
y volver a la realidad. Las sensaciones son confusas porque, por unos minutos, quien
allí entra vuelve a revivir imagen a imagen lo que recuerda de aquel fatídico día.
“Quizás ahí está su valía, en su mera existencia, porque la forma es lo que menos
importa”, afirma María después de salir. “A mi me da igual como sea, lo importante es
que hace pensar”.