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UNA HERRAMIENTA HUMANA PARA EL DERECHO

El ser humano, al ser una criatura diseñada para vivir en sociedad 1, ha construido sistemas

de coexistencia que garanticen la convivencia pacífica, formas racionales de solucionar los

conflictos y ciertas limitantes que protegen los derechos fundamentales de todos,

acompañadas, por supuesto, de penalizaciones para los infractores de dichas limitantes.

Este último sistema, llamado sistema legal o de derecho, demuestra su efectividad y, hasta

cierto punto, su imparcialidad, desde épocas anteriores al Imperio Romano (pues la especie

se ha regido bajo reglas desde tiempos inmemoriales, teniendo el código de Hammurabi

como prueba), pues establece reglas de conducta específicas e impositivas que, de ser

quebrantadas, implican una consecuencia negativa para el transgresor.

A pesar de poseer un concepto básico sencillo, la aplicación de este sistema ha generado

conflictos cuando surgen situaciones que, por cuestiones de ética, moral o circunstancias

especiales, no permiten su resolución a través de la aplicación estricta de la ley.

Como respuesta a esta situación, las personas encargadas de dictar sentencia tienen a su

disposición una herramienta conocida como la interpretación jurídica. En ella, el juez hace

uso de sus conocimientos legales y de su experiencia, para determinar cuál es el sentido al

que hace referencia una ley, y emitir un fallo justo, que salvaguarde los principios jurídicos,

evitando menospreciar los aspectos éticos o morales de la situación particular. En otras

palabras, el juez tiene la capacidad de otorgarle dirección a la ley cuando esta lo requiera,

siempre que no la desvirtúe o la reestructure.

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Se entiende desde los tiempos aristotélicos, y la sociología, la psicología y otras ciencias sociales no han
hecho más que confirmar sus ideas.
Al respecto, Pabón y Torres (2017) afirman que la interpretación judicial “no es una mera

actividad de asignación de significados, como tampoco es la labor de subsumir hechos a

normas en procesos de adecuaciones deductivas” (p. 228). Esto implica que un juez no

puede redefinir la ley, sino equilibrar su alcance y preservar su naturaleza.

Sin embargo, y a pesar de la existencia constante de situaciones en las que se presentan

conflictos que requieren una intervención interpretativa, la evidencia sugiere que las

posturas de algunas legislaciones en cuanto a las afirmaciones legales son de corte radical,

lo que no da ninguna cabida a elementos atenuantes que rodeen el caso particular.

Esta acción resulta, entre otras cosas, peligrosa, pues da pie a sentencias injustas, que

escalan hasta el grado de privación de la libertad, a personas que, con alto nivel de certeza,

no merecían ese tipo de condena.

En Colombia, por ejemplo, la aplicación radical de la ley en 2012 apresó a un hombre

durante tres años, por hurtar un queso avaluado en treinta mil pesos. La sentencia,

justificada por el juez con el argumento de que el sujeto tenía antecedentes delictivos (había

cometido un robo similar dos atrás), no tomó en cuenta la condición famélica del hombre,

sancionando con severidad el acto basado en la sentencias especificadas en el Código Penal

sobre hurto a establecimientos comerciales. Un caso similar ocurrió cuando un campesino

fue condenado por robar dos unidades de caldo de gallina.

Lo que demuestran este tipo de casos es la necesidad que tiene la jurisprudencia de adquirir

una sensibilidad que, muchas veces, no tiene. Las situaciones a las que se enfrentaron los

procesados estaban marcadas por circunstancias que sobrepasaban el alcance de la ley

escrita.
Por sí sola, la ley es efectiva, pero si no es transversalizada por la comprensión de la

compleja naturaleza humana, el texto le cierra las posibilidades de justicia a personas que

infringieron la ley con motivaciones igualmente complejas. Le niegan a los individuos un

juicio enmarcado en términos morales y, cabe decirlo, de humanidad.

Más allá de la determinación de culpabilidad (término complicado, por lo demás, ya que

cada infractor de la ley es culpable ante los Códigos), esta discusión se cierne en torno a la

frialdad del sistema judicial radical con los casos que requieren un análisis más allá de la

textualidad de la ley.

Se requieren jueces humanos, no máquinas que responden ciegamente a los estatutos sin

contemplar los atenuantes, los hechos que pueden dar puntos de vista distintos al del ente

acusador que busca judicializar a un aparente criminal. Esa perspectiva puede, quizá, hacer

del derecho un proceso más seguro, más humano, más justo.

Referencias
Pabón, J. A., & Torres, A. (2017). La interpretación jurídica en el litigio estratégico en
defensa de los derechos humanos en Colombia. Justicia, 227-242.

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