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Comentarios sobre declaraciones inusuales que se

encuentran en los escritos de


Elena G. de White
Introducción 
Entre las 100.000 páginas de los escritos de Elena G. de White, algunos han encontrado
ciertas declaraciones difíciles de entender. Unas pocas de estas declaraciones causan
perplejidad sólo porque han sido extraídas de sus contextos inmediatos.
Otras causan problemas a aquellos que creen que los mensajeros de Dios son infalibles, sus
predicciones inalterables y que sus palabras y expresiones les son comunicadas en forma
verbal por el Espíritu Santo.
 
Los Adventistas del Séptimo Día creen que tales puntos de vista son incompatibles con lo
que se observa en la Escritura. Por cierto, concuerdan con lo que Elena G. de White expresa
para sí misma o sus escritos.

Alguien puede también encontrar declaraciones que parecen negar una explicación dada
o carecen de una confirmación científica en la actualidad. Respecto a esto, en la siguiente
declaración, se nos recuerdan algunas supuestas dificultades en las Escrituras:
 
“Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él no quitará jamás todas
las excusas que pueda haber para la incredulidad.  Todos los que buscan motivos de
duda los encontrarán.  Y todos los que rehúsan, aceptar la Palabra de Dios y
obedecerla antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo
de duda, no llegarán jamás a la luz” (El conflicto de los siglos, p. 582).
 
Declaraciones sacadas de su contexto 
“Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros
en su conversión, a decir o sentir que están salvados”
 
Una mirada más de cerca de las advertencias de Elena G. de White respecto al tema,
muestra que, en el contexto, no está hablando contra la certeza de un creyente en cuanto a
su relación presente con Dios. Advierte contra la presunción de la enseñanza de eterna
seguridad “una vez salvo, siempre salvo” –aquellos que dicen “soy salvo” mientras
continúan transgrediendo la ley de Dios.
A continuación, aparece la declaración completa: 
“La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual.  La confianza propia lo indujo a
creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en el camino descendente hasta que pudo
negar a su Maestro.  Nunca podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni
tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos
encontramos seguros contra la tentación.  Nunca debe enseñarse a los que aceptan al
Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados.  Eso
es engañoso.  Debe enseñarse a todos a acariciar la esperanza y la fe; pero aun cuando
nos entregamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del alcance de la
tentación.  La Palabra de Dios declara: ‘Muchos serán limpios, y emblanquecidos, y
purificados’ (Dan 12:10).  Sólo el que soporte la prueba, ‘recibirá la corona de vida’
(Santiago 1:12)” (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 119, 120)
 
La siguiente declaración es una evidencia de que Elena G. de White comprendía la base
apropiada para la verdadera seguridad del cristiano. Ésta fue hecha antes de la sesión de la
Asociación General:
 
“Cada uno debe conocer por sí mismo que tiene un Salvador viviente, que Él es su
ayudador y su Dios. No necesita preguntarse ‘¿soy salvo’. ¿Cree en Cristo como su
Salvador personal? Si es así, entonces regocíjese” (General Conference Bulletin [Boletín
de la Asociación General], 10 de abril, 1901).
 
Elena G. de White escribió a una mujer que luchaba con sus dudas:
“El mensaje que Dios me dio para usted es ‘al que a mí viene, no lo echo fuera’ (Juan
6:37). No tiene nada más que suplicar al Señor sino esta promesa de su Señor y Salvador;
tiene la seguridad de que nunca, nunca será rechazada. Puede parecerle que está
dependiendo de una sola promesa, pero aprópiese de ella, y le abrirá los tesoros
completos de las riquezas de la gracia de Cristo. Tómese de esta promesa y estará a salvo.
‘Al que a mí viene, no lo echo fuera’. Presente esta garantía a Jesús, y estará tan segura
como si estuviera dentro de la ciudad de Dios” (Manuscript Releases [Manuscritos
liberados], vol. 10, p. 175).

“Dije que no pretendía ser profetisa”


¿Por qué cree la iglesia Adventista del Séptimo Día que Elena G. de White recibió el don de
profecía cuando ella dice que no pretendía ser una profetisa? El mal uso que se hace a
menudo de esta declaración de Elena G. de White es una ilustración de la importancia de
tomar el contexto en forma apropiada. A continuación, en las propias palabras de Elena G.
de White, está lo que ella quiso y no quiso decir con su declaración:
 
“Algunos han tropezado en el hecho de que dije que no pretendía ser profetisa y han
preguntado: ¿Por qué?
“No he tenido otra pretensión sino la de que se me ha indicado que soy la mensajera del
Señor; que él me llamó en mi juventud para ser su mensajera, para recibir su palabra y
dar un mensaje claro y decidido en el nombre del Señor Jesús.
“En mi temprana juventud se me preguntó varias veces: ¿Es Ud. profetisa? Siempre he
respondido: Soy la mensajera del Señor. Sé que muchos me han llamado profetisa, pero
no he pretendido ese título. Mi Salvador me declaró que era su mensajera "Tu obra me
indicó es llevar mi palabra. Surgirán cosas extrañas, y en tu juventud te consagro para
que lleves el mensaje a los errantes, para que lleves la palabra ante los incrédulos y, por
la pluma y de viva voz, reproches al mundo las acciones que no son correctas. Exhorta
usando la Palabra. Haré que mi Palabra te sea manifiesta. No será como un idioma
extraño. En la verdadera elocuencia de la sencillez, con la voz y por la pluma, los
mensajes que te doy se oirán de parte de alguien que nunca ha aprendido en las escuelas.
Mi Espíritu y mi poder estarán contigo…

 “¿Por qué no he pretendido ser profetisa? Porque en estos días muchos que osadamente
pretenden ser profetas son un baldón para la causa de Cristo, y porque mi obra incluye
mucho más de lo que significa la palabra "profeta"…
“Nunca he pretendido ser profetisa. Si otros me llaman así, no les discuto. Pero mi obra
ha abarcado tantos aspectos, que no puedo llamarme sino mensajera, enviada para dar
un mensaje del Señor a su pueblo y para ocuparme de cualquier actividad que él me
señale.
“La última vez que estuve en Battle Creek, dije delante de una gran congregación que no
pretendía ser profetisa. Dos veces me referí a este asunto, con el propósito de hacer cada
vez esta declaración: ‘No pretendo ser profetisa’. Si digo algo diferente a esto, entiendan
todos ahora que lo que quería decir era que no pretendo el título de profeta o profetisa”
(Review and Herald, 26 de julio, 1906, reimpreso en Mensajes selectos, vol. 1, pp. 36-39).
 
“Durante el discurso dije que no pretendía ser profetisa. Algunos se sorprendieron ante
esta declaración, y como mucho se está diciendo acerca de esto, daré una explicación.
Otros me han llamado profetisa, pero nunca pretendí ese título. No he sentido que era mi
deber designarme así. Los que osadamente pretenden que son profetas en éste nuestro
día, son con frecuencia un baldón para la causa de Cristo.
“Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma
como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo” (Carta 55,
1905; citado en Mensajes selectos, vol. 1, p. 40).
 
Declaraciones inusuales sobre asuntos científicos
 
Cruzamiento de hombre y bestia
 
Algunos han acusado que Elena G. de White escribió en 1864 (y se volvió a publicar en
1870) que los seres humanos anteriormente cohabitaron con animales y que su
descendencia produjo ciertas razas que existen en la actualidad. La declaración reza así:
 
“Pero si hubo un pecado por encima de otro que requería la destrucción de la raza por el
diluvio, fue el vil crimen del cruzamiento de hombre y bestia que desfiguró la imagen de
Dios, y causó confusión en todas partes. Dios se propuso destruir por un diluvio a esa
raza poderosa y longeva que había corrompido sus caminos delante de él”.[1][1]
 
Ningún diccionario ha usado “cruzamiento” para describir la cohabitación del hombre con
la bestia. El uso primario de la palabra usada por la Sra. White, “amalgamation”
[amalgamación], describe la fusión de metales, la unión de elementos diferentes tal como
ocurre para hacer empaste para los dientes. El uso del siglo XIX incluía la mezcla de
diversas razas.
 Admitimos que la declaración de la Sra. White podría parecer ambigua: ¿Quiere decir ella
“cruzamiento de hombre con bestia” o “cruzamiento de hombre y de bestia”? A menudo se
omite la repetición de la preposición “de” en construcciones similares.[2][2]
 
En otras dos ocasiones, la Sra. White usó la palabra “amalgamation” [“amalgamación” y
“cruzamiento”]. La empleó metafóricamente, al comparar a los creyentes fieles con las
personas del mundo.[3][3]
Y la usó para describir el origen de plantas venenosas y otras irregularidades en el mundo
biológico: “Cristo nunca sembró la semilla de la muerte en el organismo. Satanás fue
quien la sembró cuando tentó a Adán a que comiese del árbol del conocimiento, lo cual
significaba desobediencia a Dios. Ninguna planta tóxica fue colocada en el gran huerto
del Señor, pero después que Adán y Eva pecaron, comenzaron a surgir hierbas
ponzoñosas… Toda la cizaña es sembrada por el maligno. Toda hierba perniciosa es de su
siembra, y mediante sus ingeniosos métodos de cruzamiento ha corrompido la tierra con
cizaña”.[4][4]
 Al reconocer que Satanás ha sido un agente activo en la corrupción del plan de Dios para el
hombre, las bestias, las plantas, etc., podemos comprender mejor lo que Elena de White
puede haber querido decir cuando describió los resultados del cruzamiento. Aquello que
“desfiguró la imagen de Dios” en el hombre y que “confundió las especies [de animales]” ha
sido el trabajo de Satanás con la cooperación de los seres humanos. Ese “cruzamiento
[amalgamación] de hombre y [de] bestia, como puede verse en las variedades casi infinitas
de especies de animales, y en ciertas razas de hombres”, llega a ser comprensible.
La Sra. White nunca insinuó la existencia de seres subhumanos o de ninguna clase de
relación animal-humana híbrida. Ella habló de “especies de animales” y de “razas de
hombres”, pero no de alguna clase de cruzamiento de animales con seres humanos.
Sin embargo, reconocemos que los estudiantes concienzudos de los escritos de Elena de
White difieren en cuanto a lo que ella quiso decir por “amalgamation” [cruzamiento]. “La
obligación de probar su opinión descansa en aquellos que afirman que la Sra. White le dio
un nuevo y extraño significado al término”.[5][5]
 
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White, (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa,
Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 491, 492].
 

Preocupación por declaraciones científicas


de Elena de White
 
Se ha llamado la atención a declaraciones que parecen mostrar que Elena de White cometió
errores lamentables respecto a cuestiones científicas. No se pide a los profetas que
actualicen enciclopedias o diccionarios. Ni los profetas (ni ninguna otra persona) han de
ser hechos “un ofensor por una palabra” (Isa. 29:21, NKJV). Si los profetas tienen que
ajustarse a las normas de exactitud científica más elevadas (cada pocos años esas “normas”
cambian, aun para los expertos), tendríamos motivo para rechazar a Isaías por referirse a
“los cuatro confines de la tierra” (Isa. 11:12) y a Juan por escribir que vio a “cuatro ángeles
en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra” (Apoc. 7:1).
 
Algunos señalan la frase, “Así como la luna y las estrellas [“planetas”, en la versión en
español] del sistema solar brillan por la luz del sol que reflejan”, para acusar que Elena de
White no era digna de confianza en cuestiones científicas.[6][6] Pero la mayoría de los
lectores reconocerán este uso de “estrellas” en vez de “planetas del sistema solar” como una
descripción no técnica fácilmente entendida por la gente corriente.
 
Algunos han declarado que Elena G. de White estaba equivocada cuando aseguró que había
visitado “un mundo que tenía siete lunas”,[7][7] y que los planetas visitados eran Júpiter y
Saturno. En realidad, ella nunca mencionó el “mundo que tenía siete lunas”. Pero hay algo
más sobre esta historia.
 
Menos de tres meses después que ella y Jaime se hubieron casado en 1846, Elena tuvo una
visión en la casa de los Curtis en Topsham, Maine, en presencia de José Bates. Aunque
Bates había visto a Elena de White en visión en varias ocasiones, todavía tenía dudas sobre
su don profético; pero gracias a la visión de Topsham se convenció que “la obra es de Dios”.
[8][8] Jaime White informó que, en esta visión, la Sra. White fue “guiada a los planetas
Júpiter y Saturno, y creo que a uno más. Después que salió de la visión, pudo dar una
descripción clara de sus lunas, etc. Es bien sabido que antes de que tuviera esta visión, ella
no sabía nada de astronomía y no podía contestar una sola pregunta en relación a los
planetas”.[9][9]
 
¿Qué fue lo que lo convenció a Bates, el veterano capitán de mar y astrónomo aficionado,
que la obra de Elena de White era “de Dios”? Después de la visión, ella describió lo que
había visto. Sabiendo que ella no tenía antecedentes en astronomía, Bates dijo: “Esto es del
Señor”.
 
Obviamente, lo que Bates oyó correspondía a su conocimiento de lo que los telescopios
mostraban en 1846. Casi seguramente esta visión fue dada en presencia de Bates para
aumentar su confianza en el ministerio de Elena de White. Si ella hubiese mencionado el
número de lunas que revelan los telescopios modernos, parece claro que las dudas de Bates
se habrían confirmado.

¿Muerte por el uso de cosméticos?


 
En un artículo que describe modas no saludables, Elena G. de White incluyó la siguiente
declaración en un artículo que trataba sobre arreglos de moda peligrosos:
 
“Muchos dañan su salud por su ignorancia y ponen en peligro sus vidas por el uso de
cosméticos. Privan a sus mejillas del brillo de la salud, y luego para suplir la deficiencia,
usan cosméticos. Cuando se empiezan a acalorar en la danza el veneno se absorbe por los
poros de la piel y se introduce en la sangre. Muchas vidas se han sacrificado sólo por este
medio” (The Health Reformer [El reformador de la salud], octubre de 1871).
 
Algunos se han preguntado cómo sólo el uso de cosméticos puede llegar a ser fatal. En el
mundo actual, con controles gubernamentales y normas seguras para el consumidor, las
reacciones adversas a los cosméticos se limitan esencialmente a irritación y alergias de la
piel. Pero este no era el caso en el siglo XIX, como se puede notar en el siguiente número
del boletín para el consumidor de la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados
Unidos: “El cosmético europeo conocido como cerusa era utilizado fielmente –y
fatalmente, porque era principalmente plomo— por mujeres ricas del segundo siglo hasta
bien entrado el siglo XIX para hacer que sus rostros lucieran pálidos según la moda” (Dori
Stehlin, FDA Consumer, noviembre de 1991; revisión en mayo 1995).
 
En 1871, cuando Elena G. de White preparó el artículo en cuestión, “esmaltarse” era el
último arreglo en cosméticos, “que no era nada menos que pintarse el rostro con pintura de
plomo, y para ello se usaban las sales venenosas de plomo” (Sara Chase, M.D. en The
Health Reformer [El reformador de la salud], octubre de 1871, p. 125). Otra mezcla mortal
era bermellón, hecho de sulfato de mercurio. En un contexto tal, no es sorprendente que
Elena G. de White alertara a sus lectores a las temibles realidades que poseían tales
productos para la vida y la salud.
 
 
Daños físicos y espirituales de la masturbación
 
Pocos temas han sido más ridiculizados por los críticos que las declaraciones de
Elena de White respecto al “autoabuso”,[11][11] “el vicio solitario”,[12][12] “la
autoindulgencia”,[13][13] “el vicio secreto”,[14][14] “la contaminación moral”,[15]
[15] etc. Elena de White nunca usó el término “masturbación”.
 
Su primera referencia a este tema apareció en un panfleto de 64 páginas, An Appeal to
Mothers (Un llamado a las madres), en abril de 1864, nueve meses después de su primera
visión abarcante de salud. El panfleto se dedicaba primariamente a la masturbación: las
páginas 5 al 34 eran de su propia pluma, el resto consistía en citas de autoridades médicas.
[16][16]
 
Elena de White no dijo que todas, o ni siquiera la mayoría, de las consecuencias
potencialmente serias de la masturbación le sobrevendrían a todo individuo. Ni dijo que el
peor grado posible de una consecuencia seria le ocurriría a la mayoría de los que se
entregaban a este vicio.
 
Las investigaciones modernas indican que las declaraciones fuertes de Elena de White
pueden tener respaldo cuando se las entiende debidamente. Sin embargo, el punto de vista
general en la actualidad es que la masturbación es normal y saludable, y que por lo tanto la
persona que la practica debiera sentirse libre de sentimientos de culpa.
 
Dos especialistas médicos han sugerido que en “un adolescente con deficiencias de cinc, la
excitación sexual y la masturbación excesiva podrían precipitar la locura”,[17][17] e
“incluso es posible, dada la importancia del cinc para el cerebro, que los moralistas del siglo
XIX tenían razón cuando decían que la masturbación reiterada podía enloquecer a una
persona”.[18][18]
 
Dos profesionales en el área de la psicología clínica y la terapia familiar han comparado las
declaraciones de Elena de White sobre la masturbación con el conocimiento médico actual.
[19][19] El Dr. Richard Nies defendió el consejo general de Elena de White sobre la
masturbación, al señalar cuatro puntos principales: (1) La masturbación conduce al
“deterioro mental, moral y físico… No es la estimulación por sí misma lo que está mal. Es lo
que ocurre en [las personas] cuando se vuelven auto céntricas”. (2) La masturbación
“quiebra las sensibilidades más finas de nuestro sistema nervioso… No es difícil ver desde
el punto de vista de la intervención eléctrica de nuestro sistema nervioso, cómo la
enfermedad llega a ser un resultado natural en individuos que han colocado su propia
gratificación en el centro de su ser… La enfermedad es el resultado natural de esto”.
 
(3) La masturbación es una predisposición que puede ser “heredada y transmitida de una
generación a otra, incluso conduciendo a la degeneración de la raza”.
 
(4) Al tratar con otros, especialmente con niños, el consejo de Elena de White sigue el
rumbo de tratar con las consecuencias, de mostrarles que debiéramos educarnos para el
amor y para la eternidad, no para la autogratificación con sus terribles consecuencias. El
Dr. Nies concluyó su monografía: “La autogratificación es sinónimo de destrucción”.
           
Alberta Mazat observó que la preocupación de Elena de White respecto a la masturbación
era primariamente sobre las consecuencias mentales antes que por el “acto puramente
físico. Ella estaba más preocupada con los procesos de pensamiento, las actitudes, las
fantasías, etc.” Mazat citó las referencias de Elena de White al hecho de que “los efectos no
son los mismos en todas las mentes”, que “los pensamientos impuros se apoderan de la
imaginación y la controlan”, y que la mente “se complace en contemplar las escenas que
despiertan las pasiones viles”.
 
Mazat indicó además que algunos pueden sentirse avergonzados con las declaraciones
fuertes de Elena de White respecto a la masturbación. Sin embargo,  muchas otras
declaraciones de la Sra. White también parecían “no realistas y exageradas antes de que la
ciencia las corroborase, por ejemplo, que el cáncer es causado por un virus, los peligros del
hábito de fumar, el comer con exceso, y el uso excesivo de grasas, azúcar y sal, para
mencionar unas pocas… Es importante recordar que en ningún momento el conocimiento
médico es perfecto”.[20][20]
 
Mirado desde otra perspectiva, Dios siempre eleva el ideal para su pueblo mediante sus
mensajeros. No obstante, uno reacciona ante el consejo específico de Elena de White.
Claramente, la masturbación no era lo que Dios tenía en mente cuando creó al hombre y la
mujer, los unió en matrimonio, y luego los instruyó a que se fructificaran y multiplicaran.
El ideal de Dios respecto a la sexualidad es la relación amorosa que existe en el matrimonio
entre el marido y la esposa. Cualquier otra cosa, incluyendo la masturbación, se sale del
ideal de Dios.
 
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 493, 494, con comentarios adicionales].
 

Vulcanología
 
Algunos sostienen que las declaraciones de la Sra. White referentes a la causa de los
volcanes reflejaban los mitos y el modo de pensar extravagante de teorías antiquísimas. Sus
escritos contienen ocho conceptos relevantes[21][21] que se han debatido desde que
aparecieron por primera vez en 1864.[22][22]
 
Esta lista incluye: (1) La formación de estratos de carbón está vinculada al diluvio. (2) El
carbón produce pretróleo. (3) Los incendios subterráneos son alimentados por la
combustión de tanto el carbón como del petróleo. (4) El agua añadida a los incendios
subterráneos produce explosiones, y de esta manera terremotos. (5) Los terremotos y la
acción volcánica están relacionados juntamente como productos de estos incendios
subterráneos. (6) Tanto la piedra caliza como el mineral de hierro están vinculados con la
combustión de los estratos de carbón y de los depósitos de petróleo. (7) El aire está
involucrado con el supercalor. (8) Se encuentran depósitos de carbón y de petróleo después
que se han extinguido los incendios subterráneos.[23][23]
 
Aunque existen similitudes entre los escritos de la Sra. White y el famoso sermón de John
Wesley, “La Causa y la Cura de los Terremotos” (1750), hay diferencias notables.
Contrariamente a lo que sucede con autores anteriores, en los escritos de Elena de White
uno no encuentra ninguna huella de “arroyos que causen erosión y vientos violentos; ni
cavidades abovedadas que se desplomaron y de ese modo causaron el diluvio; ni cavernas
huecas en las que resonaban los ecos de truenos subterráneos; ni incendios alimentados
por depósitos subterráneos de sulfuro, nafta o nitrato. Visto como una unidad, el concepto
de ella de los fuegos subterráneos es único, y buscamos en vano para encontrar que lo haya
tomado prestado de alguna fuente humana”.[24][24]
 
Por supuesto, la siguiente pregunta es si uno puede encontrar una confirmación científica
de su punto de vista “único” sobre estos fenómenos naturales violentos. Abundan muchas
teorías en cuanto a las causas de los volcanes y los terremotos, y a la formación del petróleo
y del carbón. La mayoría de los geólogos basan sus ideas en la teoría de las placas
tectónicas. No hay nada en los comentarios de Elena de White que descarte esta teoría.
Además, nada en sus escritos declara que todos los volcanes son el producto de la
combustión de yacimientos de carbón o que todos los terremotos están causados por
incendios subterráneos. Cuando ella relaciona los terremotos con los volcanes, uno piensa
inmediatamente en el “anillo de fuego” del océano Pacífico y en el alto potencial para
desastres que procede de ambos.
 
Sin embargo, hombres de ciencia notables han confirmado las observaciones de Elena de
White. El libro Geology of Coal [Geología del carbón], de Otto Stutzer, documentó que “los
incendios subterráneos en estratos carboníferos se prenden por combustión espontánea, lo
que resulta en el derretimiento de las rocas cercanas que se clasifican como depósitos
pseudos volcánicos”.[25][25] Stutzer enumeró varios ejemplos de dicha actividad,
incluyendo “una montaña en combustión”, un afloramiento que “duró más de 150 años”, y
“el calor ocasionado por un estrato de carbón en combustión [que] fue usado para calentar
invernáculos en esa área desde 1837 a 1868”.[26][26] Existe una confirmación moderna
para el incendio del carbón y del petróleo con el sulfuro como su elemento constitutivo, lo
que “se ve alrededor de las erupciones de las aguas termales, géisers y fumarolas
volcánicas”.[27][27]
 
Las referencias a las rocas “que cubren el carbón y que han sufrido una alteración
considerable a causa de los incendios, que son aglutinadas y parcialmente derretidas”, se
correlacionan con la declaración de Elena de White que “con frecuencia la hulla y el
petróleo se encienden y arden bajo la superficie de la tierra. Esto calienta las rocas, quema
la piedra caliza, y derrite el hierro”.[28][28] Investigaciones posteriores en el oeste de los
Estados Unidos han producido conclusiones muy semejantes y en un lenguaje muy
parecido a los escritos de la Sra. White un siglo antes: “La roca derretida se parece al
ladrillo refractario de un horno común o a la lava volcánica”.[29][29]
 
Una última acusación ha sido que el mineral de hierro derretido no se encuentra en
conexión con depósitos de carbón y de petróleo en combustión. Sin embargo, una
monografía de la Encuesta Geológica de los Estados Unidos registra el descubrimiento de
hematina (un mineral de hierro) que “de alguna manera [había sido] formado mediante la
intervención del carbón en combustión”.[30][30]
 
La sugerencia de que Elena de White estaba en deuda con fuentes existentes para su
información científica, no tiene mérito, porque algo de esta verificación sólo llegó a
conocerse muchos años después de su muerte. Además, “es sumamente improbable que
ella recurrió a las ideas publicadas de creacionistas contemporáneos sobre el tema, puesto
que los puntos de vista de éstos eran residuos de especulaciones cosmológicas alocadas”.
[31][31]
 
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 492, 493].

¿La cintura de avispa se hereda?


 
Elena G. de White frecuentemente trata el tema de cómo el cristianismo práctico se
relaciona con la moda. Señala el deber de vestirse saludablemente y no de ser esclavo de los
dictados del “estilo”. Al igual que otros reformadores de sus días, Elena G. de White
protestó ardientemente contra las prácticas insalubres asociadas con la vestimenta del
corsé. Ella dice:
 
“Los corsés que se usan de nuevo, generalmente para comprimir la cintura, es una de las
vestimentas más distintivas de la mujer. La salud y la vida se sacrifican para seguir una
moda que está vacía de la belleza y la comodidad reales. La compresión de la cintura
debilita los músculos de los órganos respiratorios. Impide el proceso digestivo. El
corazón, el hígado, los pulmones, el bazo y el estómago se acomodan en un espacio
pequeño, no dejando lugar para la acción saludable de estos órganos…
“Al comprimirlos, los órganos internos de las mujeres se ubican fuera de sus posiciones.
Hay pocas mujeres que están completamente sanas. La mayoría de las mujeres tienen
numerosas dolencias. Muchas están aquejadas de debilidad de naturalezas disímiles.
Estas vestimentas de moda para las mujeres no pueden transmitir buenas constituciones
a sus hijos. Algunas mujeres tienen por naturaleza cinturas pequeñas. Pero en lugar de
ver tales formas como hermosas, deben verse como defectuosas. Esas cinturas de avispa
pueden haber sido transmitidas por sus madres, como el resultado de su indulgencia en la
práctica pecaminosa de ajustar su cintura, y como consecuencia de producir una
respiración imperfecta. Pobres los niños nacidos de estas esclavas miserables de la moda
que tienen la vitalidad disminuida y predisposición a enfermarse. Las impurezas
retenidas en el sistema como una consecuencia de la respiración imperfecta se transmiten
a su descendencia” (Review and Herald, 31 de octubre, 1871).
 
Algunos han cuestionado la credibilidad en Elena G. de White por sugerir la posibilidad de
que algunas mujeres puedan haber heredado cinturas pequeñas a causa de sus madres –
como si clamara revelación divina en este punto. Su declaración cauta y calificada (“pueden
haber heredado”) indica que no estaba clamando por revelación en este caso. Incluso si
estaba equivocada en su comprensión de cómo adquieren sus deformidades físicas algunas
personas, no desdice los principios de salud por los que estaba abogando, o la sabiduría de
su consejo para que las mujeres abandonen tales prácticas no saludables. (Ver “Evite hacer
que los consejos ‘prueben’ cosas que nunca tuvieron la intensión de probar”.)
 
 
Daño por el uso de pelucas
 
En el número del Health Reformer (Reformador de la salud) de octubre de 1871, [xxxii][32]
Elena G. de White escribió sobre las “complacencias nocivas” que militan contra los
intereses más elevados y la felicidad de las mujeres. Entre esas “complacencias” ella incluía
las pelucas que, “cubriendo la base del cerebro, calientan y excitan los nervios espinales que
se centran en el cerebro”. Como un resultado de “seguir esta moda que deforma”, dijo ella,
“muchas han perdido su razón y han llegado a un estado de locura sin esperanza”.
 
En el contexto de las pelucas confortables de hoy día, los críticos tienden a ridiculizar esta
declaración. Pero la Sra. White se refería a un producto enteramente diferente. Las pelucas
que ella describió eran “manojos monstruosos de cabello enrulado, algodón, alga acuática,
lana, musgo español, y otras abominaciones innumerables”.[xxxiii][33] Una mujer dijo que
su moño generaba “un grado no natural de calor en la parte posterior de la cabeza” y
producía “un dolor de cabeza perturbador tanto tiempo como lo usaba”.
 
Otro artículo del Health Reformer (que citaba del Marshall Statesman y el Springfield
Republican) describía los peligros de usar “trenzas postizas de yute”, pelucas hechas de
corteza oscura, fibrosa. Aparentemente esas trenzas se infestaban a menudo con
“sabandijas de yute”, insectos pequeños que se escondían debajo del cuero cabelludo. Una
mujer informó que la cabeza se le puso en carne viva y el cabello se le comenzó a caer. Todo
el cuero cabelludo “estaba perforado por los parásitos que se escondían [en él]”. “La
mujer… está casi enloquecida por el terrible sufrimiento, y por la perspectiva de la muerte
horrible que los médicos aparentemente no pueden prevenir”.[xxxiv][34]
 
Con informes como éste en la prensa pública, es fácil comprender por qué Elena G. de
White advirtió a las mujeres contra los peligros posibles de usar pelucas y tratar de
“mantenerse al día con la moda cambiante, meramente para crear una sensación”.[xxxv]
[35]
 

[1][1] Spiritual Gifts [Dones espiritualesl], vol. 3, p. 64. “Todas las especies de los
animales que Dios había creado fueron preservadas en el arca. Las especies mezcladas
que Dios no creó, que fueron el resultado del cruzamiento, fueron destruidas por el
diluvio. Desde el diluvio ha habido cruzamiento de hombre y bestia, como puede verse en
las variedades casi infinitas de especies de animales, y en ciertas razas de hombres” (p.
75).
[2][2] “Podríamos hablar de la dispersión del hombre y de la bestia sobre la tierra, pero por
ello no queremos decir que anteriormente el hombre y la bestia estaban fusionados en una
masa en un sitio geográfico. Simplemente significa la dispersión del hombre sobre la tierra
y la dispersión de las bestias sobre la tierra, aunque la ubicación original de los dos grupos
podría haber estado en lados opuestos de la tierra. En otras palabras, la dispersión del
hombre y de las bestias” (Francis D. Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White
y sus críticos], p. 308).
[3][3] “Aquellos que profesan ser seguidores de Cristo, debieran ser agentes vivientes, que
cooperan con las inteligencias celestiales; pero por la unión con el mundo, el carácter del
pueblo de Dios se empaña, y mediante la amalgama con lo corrupto, el oro fino se
oscurece” (Review and Herald, 23 de agosto, 1892; véase también The Spirit of Prophecy
[El Espíritu de Profecía], vol. 2, p. 144 y Alza tus ojos, p. 320).
[4][4] Mensajes selectos, vol. 2, pp. 330, 331.
[5][5] Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 308).
[6][6] La educación, p. 14 (la misma declaración aparece en El Deseado de todas las gentes,
p. 430).
[7][7] Primeros escritos, p. 40. Esta versión fue primera descrita en el pliego suelto, To
those who are receiving the seal of the living God [A aquellos que están recibiendo el sello
del Dios viviente], publicado por primera vez el 31 de enero de 1849.
[8][8] A Word to the Little Flock [Unas palabras a la manada pequeña], p. 21, citado en
Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 581.
[9][9] Id., p. 22. Elena de White escribió: “Tuve una visión de la gloria de Dios, y por
primera vez se me mostraron otros planetas” (Notas biográficas de Elena G. de White, p.
106; ver también Spiritual Gifts, t. 2, p. 83. No existe evidencia de que ésta es la misma
visión descrita en Primeros escritos, p. 40. Ver pp. 144, 145).
[10][10] En Loughborough, The Great Second Advent Movement [El segundo gran
movimiento adventista], pp. 257-260, se encuentra información adicional sobre esta visión
de 1846. Para un análisis de cómo el recuerdo de Loughborough de su conversación con
Bates muchos años antes armoniza con este momento memorable para Bates, ver Nichol,
Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], pp. 93-101.
[11][11] An Appeal to Mothers [Un llamado a las madres], p. 27; Testimonies for the Church
[Testimonios para la iglesia], vol. 2, p. 470.
[12][12] Ibid., p. 5.
[13][13] Ibid., p. 18.
[14][14] Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia], vol. 2, p. 391.
[15][15] Ibid.
[16][16] An Appeal to Mothers fue reimpreso en 1870 como parte de una obra mayor. A
Solemn Appeal Relative to Solitary Vice and Abuses and Excesses of the Marriage Relation
[Una llamado solemne relativo al vicio solitario y abusos y excesos de la relación
matrimonial]. Una reimpresión facsimilar aparece en el Apéndice C de A Critique of
Prophetess of Health (Centro White).
[17][17] Carl C. Phiefffer, Ph. D, M. D., Zinc and Other Micro-Nutrients [El cinc y otros
micro nutrients] (New Canaan, CT: Keats Publishing Inc., 1978), p. 45.
[18][18] David F. Horrobin, M. D., Ph D, Zinc (St. Albans, VT: Vitabooks, Inc., 1981), p. 8.
[19][19] Richard Nies, Ph. D (Psicología experimental, UCLA, 1964; Ph. D. equivalente en
psicología clínica, incluyendo examen oral, pero murió durante la preparación de la
disertación), Conferencia, “Give Glory to God”, Glendale, CA, n.d.; Alberta Mazat, M. S. W.
(profesora de matrimonio y terapia familiar, Universidad de Loma Linda, Loma Linda, CA),
monogafía, “Masturbation” (43 pp.), Instituto de Investigación Bíblica.
[20][20] Mazat, monografía, “Masturbación”.
[21][21] Ver Warren H. Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 1” [Elena de
White y fuegos subterráneos, Parte 1], Ministry [Ministerio], agosto, 1977, pp. 9-12.
[22][22] Spiritual Gifts [Dones espirituales], vol. 3, pp.79-80; ver también Spirit of
Prophecy [Espíritu de profecía], vol. 1, pp. 82-83 (1870); Signs of the Times [Señales de los
tiempos], 13 de marzo, 1879; Patriarcas y profetas, pp. 98-100; Manuscrito 21, 1902, citado
en Comentario bíblico adventista, vol. 7, p. 958.
[23][23] Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 1” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 1], Ministry [Ministerio], agosto, 1977, p. 6.
[24][24] Ibid., p. 12.
[25][25] Otto Stutzer, Geology of Coal [Geología del carbón], traducido por Adolph Noe
(Chicago: University of Chicago Press, 1940), pp. 309-310, citado en Ibid., p. 19.
[26][26] Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 2], Ministry [Ministerio], octubre, 1977, p. 20.
[27][27] Ibid. Ver también Thomas Gold, profesor emérito de astronomía en Cornell
University, “Earthquakes, Gases, and Earthquake Prediction” (1994),
en www.people.cornell.edu/pages/tg21/Earthq.html.
[28][28] Stutzer, Geology of Coal [Geología del carbón], p. 310; Patriarcas y profetas, p. 99,
citado en Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 2], p. 20.
[29][29] E. E. Thurlow, “Western Coal” [Carbón Occidental], Mining Engineering
[Ingeniería minera], 26 (1974), pp. 30-33, citado en Ibid., p. 21.
[30][30] G. Sherburne Rogers, “Baked shale and Slag Formed by the Burning of Coal
Beds”, U. S. Geological Survey Professional Paper, 108-A (1918), citado en Ibid., p. 21.
[31][31] Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 2], p. 22. “Las minas de carbón de Alemania han llegado a ser una
verdadera mina de oro para un estudio de las declaraciones científicas de Elena de White,
mostrando el entretejimiento de lo divino y humano en una manera única”. – Ibid., p. 22.
[xxxii][32] Health Reformer, octubre 1871, pp. 120-121.
[xxxiii][33] Ibid., julio 1867.
[xxxiv][34] Ibid., enero 1871.
[xxxv][35] Ibid., octubre 1871.

 
¿Predicciones no cumplidas?
 
¿Inglaterra declararía la guerra durante la
guerra civil de Estados Unidos?
 
¿Predijo Elena G. de White que Inglaterra declararía la guerra contra Estados Unidos? A
continuación, aparece el contexto de su comentario:
“Inglaterra está estudiando cuándo es el mejor momento para tomar ventaja de la
presente condición de debilidad de nuestra nación y aventurarse a hacer guerra contra
ella. Está pesando las decisiones y tratando de tentar a otras naciones. Teme que, si
comienza una guerra fuera de su territorio, se debilitaría en su tierra y que otras
naciones se aprovecharían de su debilidad. Otras naciones están actuando silenciosa,
aunque activamente en sus preparaciones para la guerra, y están esperando que
Inglaterra haga guerra contra otra nación, porque entonces tendrán la oportunidad de
tomar venganza en ella por la ventaja que obtuvo de ellas en el pasado y por la injusticia
que les hizo. Parte de los súbditos de la Reina están esperando una oportunidad favorable
para quebrantar su yugo; pero si Inglaterra piensa que será provechoso, no dudará un
instante en aprovechar sus oportunidades para ejercer su poder y humillar a nuestra
nación. Cuando Inglaterra declare la guerra, todas las naciones tendrán un interés
propio que satisfacer, y habrá guerra general, confusión general” (Testimonies for the
Church [Testimonios para la Iglesia], vol. 1, p. 259).
 
Note el carácter condicional de estas declaraciones: “Teme que si comienza una guerra
fuera de su territorio, se debilitaría en su tierra”. “Pero si Inglaterra piensa que será
provechoso”. Luego sigue la frase: “Cuando Inglaterra declare la guerra…” Es evidente que
la Sra. White está usando aquí la palabra “cuando” como un sinónimo de “si”, lo cual es
buen inglés. De hecho, si no comprendemos así la palabra “cuando” en esta relación,
tenemos una situación inusual –una serie de “si” problemáticos seguidos de una
declaración simple de que Inglaterra está por declarar la guerra. Así la última frase de la
Sra. White haría que sus frases anteriores no tuvieran sentido.
 
En la página previa, Elena de White usó la misma construcción gramatical: “Cuando
nuestra nación observe el ayuno que Dios ha escogido, entonces aceptará sus oraciones…”.
Nadie discutiría que la palabra “cuando”, en esta relación, introduce una declaración
simple concerniente a un evento futuro que sucedería indiscutiblemente.
 
Un paralelo inspirado de estas construcciones “si” y “cuando” se encuentran en Jeremías
42:10-19. El profeta habla a Israel sobre morar en Palestina en lugar de descender a Egipto:
 
“Si permanecéis quietos en esta tierra,…” (v. 10).
 
“Pero si decís: ‘No habitaremos en esta tierra’,…” (v. 13).
 
“Si vosotros volvéis vuestros rostros para entrar en Egipto,…” (v. 15).
 
“Cuando entréis en Egipto;…” (v. 18).
 
Es evidente que la frase “Cuando entréis en Egipto;…”, se puede entender como sinónima
con “Si entráis en Egipto”.
 
Con la frase “Cuando Inglaterra declare la guerra”, entendida como sinónima de “si
Inglaterra declarara la guerra”, la declaración cambia de una predicción a una declaración
de mera posibilidad, pero una posibilidad, no obstante, cuyo pleno potencial muchos
pueden no darse cuenta. La Sra. White no estaba haciendo una predicción sino una
declaración condicional. Este uso de “cuando” por “si” es una práctica común en el idioma
inglés.
 
[Adaptado de Francis D. Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus
críticos], pp. 122-123.)
 
 
Jerusalén nunca ha de ser reconstruida
 
Elena de White escribió en 1851 que “la vieja Jerusalén nunca [sería]… edificada”.[1][36]
Por sí misma, la declaración parece insostenible. Pero cuando se reconstruye el marco que
la acompaña, encontramos que la Sra. White estaba aconsejando al grupo creciente de
adventistas que tanto el fijar fechas[2][37] como la noción de la “era venidera”[3][38] no
eran compatibles con la verdad bíblica. Ella recalcó que las profecías del Antiguo
Testamento respecto al establecimiento de un reino judío en Palestina estaban basadas
sobre la condición de la obediencia y caducaba su vigencia debido a la desobediencia. Las
profecías incumplidas se cumplirían en el “Israel venidero” como se expone en el texto del
Nuevo Testamento.
 
Por lo tanto, el movimiento popular de las décadas de 1840 y 1850 para promover un
estado sionista en Palestina no era un cumplimiento de la profecía bíblica ni un proyecto en
el cual los adventistas deberían involucrarse. Las advertencias e instrucciones de la Sra.
White tenían el propósito de desviar el interés en Palestina y dirigirlo hacia la obra que
Dios había abierto ante ellos.
 
En una visión de septiembre de 1850 ella vio que era un “gran error” creer “que tienen el
deber de ir a la vieja Jerusalén, y [pensar]… que tienen una obra que hacer allí antes que
venga el Señor;… porque los que piensan que todavía tienen que ir a Jerusalén fijarán sus
pensamientos en esto y privarán de sus recursos a la causa de la verdad presente para
transportarse a sí mismos y llevar a otros allí”.[4][39]
 
Menos de un año más tarde, en agosto de 1851, ella escribió con mayor énfasis “que la vieja
Jerusalén nunca será edificada; y que Satanás estaba haciendo cuando podía para extraviar
en estas cosas a los hijos del Señor ahora, en el tiempo de reunión, a fin de impedirles que
dediquen todo su interés a la obra actual de Dios e inducirlos a descuidar la preparación
necesaria para el día del Señor”.[5][40]
 
¿Cómo entendieron esta declaración los lectores de Elena G. de White? Que no hay luz en la
enseñanza popular de la “era venidera”, que no tiene significado bíblico el hecho de que los
judíos regresen a Palestina, que Jerusalén nunca será reconstruida en un período milenial
futuro. Ella no estaba hablando de una posible reconstrucción política de Jerusalén sino de
una reconstrucción proféticamente significativa de la vieja Jerusalén. Seguir pensando de
esa manera, destacó ella, era hundirse más en los engaños de Satanás y alejarse de los
deberes presentes.[6][41]
 
Para profundizar un estudio sobre este tema, leer Julia Neuffer, “La reunión de Israel” en la
Biblioteca de Referencia.
 

[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.


de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 488, 489].
 
 
 
Algunos que vivían en 1856 nunca habrían de morir
 
En relación con una declaración que hizo Elena G. de White en 1856, en una conferencia:
“Se me mostró el grupo presente en la conferencia. Dijo el ángel: ‘Algunos [serán] alimento
para los gusanos, otros [se verán] sometidos a las siete últimas plagas, otros estarán vivos y
permanecerán sobre la tierra para ser trasladados en la venida de Jesús’”. Todos los que
estaban vivos entonces, están ahora muertos. Esta predicción, ¿da a entender que Elena G.
de White es un falso profeta?
 
Varias declaraciones hechas por Elena G. de White en las décadas siguientes a la visión de
1856, demuestran su clara comprensión que hay una implícita cualidad condicional a las
promesas y amenazas de Dios –como lo declaró Jeremías- y que el rasgo condicional en
pronósticos respecto al advenimiento de Cristo involucra el estado de corazón de los
seguidores de Cristo. La siguiente declaración, escrita en 1883, es de especial relevancia en
este punto:
 
“Los ángeles de Dios en sus mensajes dados a los hombres representan el tiempo como
algo muy corto.  Así es como siempre me ha sido presentado.  Es cierto que el tiempo ha
sido más largo de lo que habíamos esperado en los primeros días del mensaje.  Nuestro
Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. ¿Pero ha fallado la Palabra de
Dios? ¡Nunca!  Debiera recordarse que las promesas y las amenazas de Dios son
igualmente condicionales…
“No era la voluntad de Dios que se demorara así la venida de Cristo.  Dios no tenía el
propósito de que su pueblo, Israel, vagara cuarenta años por el desierto.  Prometió
guiarlos directamente a la tierra de Canaán, y establecerlos allí como un pueblo santo,
sano y feliz.  Pero aquellos a quienes primero se les predicó, no entraron ‘a causa de
incredulidad’ (Heb. 3: 19).  Sus corazones estaban llenos de murmuración, rebelión y
odio, y Dios no pudo cumplir su pacto con ellos.
“Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la
entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán.  Los mismos pecados han demorado la
entrada del moderno Israel en la Canaán celestial.  En ninguno de los dos casos faltaron
las promesas de Dios.  La incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las
contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y
tristeza tantos años” (Manuscrito 4, 1883, citado en El evangelismo, pp. 504-505).
 
Podemos comprender mejor la predicción de 1856 de la Sra. White al examinar, a la luz del
carácter condicional de las promesas proféticas encontradas en las Escrituras. Para un
estudio más amplio sobre el tema ver “Las predicciones de la visión de 1856” en
la Biblioteca de Referencia.
[1][36] Primeros escritos, p. 75. Esta frase aparece en el capítulo, “El Tiempo de Reunión”,
que combinó dos visiones y algunas líneas adicionales. La primera visión, que tuvo lugar el
23 de septiembre de 1850, trataba del “tiempo de reunión” de “Israel”, las fechas en el
diagrama millerita de 1843, el “continuo”, la fijación de fechas del regreso de Cristo, y el
error de ir a la vieja Jerusalén. La segunda visión, del 21 de junio de 1851, se concentraba
en el mensaje del tercer ángel, la fijación de fechas y el hecho de que no se construiría la
vieja Jerusalén.
[2][37] Muchos ex milleritas estaban fijando diversas fechas para el regreso de Jesús,
siendo 1850 y 1851 las últimas fechas para el fin de la profecía de los 2.300 días/años.
Aunque los adventistas sabatistas eran generalmente inmunes a la tendencia de fijar
fechas, Hiram Edson y José Bates abogaron por los años 1850 y 1851, respectivamente.
Jaime White no incluyó sus puntos de vista en la Present Truth, la Adventy Review  y la
Review and Herald.
[3][38] Los exponentes de la doctrina de la era venidera, encabezados por Joseph Marsh,
O. R. L. Crosier y George Storrs, creían, con diversas variaciones, que el segundo
advenimiento introduciría el reino milenial en la tierra y que durante dicho tiempo el
mundo se convertiría bajo el reino de Cristo, jugando los judíos un papel sobresaliente.
Este grupo estaba relacionado estrechamente con los literalistas (adventistas británicos)
que habían creído que en la década de 1840 los judíos literales darían la bienvenida a su
Mesías (Cristo) en Palestina, para cumplir de esa manera las profecías del Antiguo
Testamento, convirtiéndose Jerusalén en la capital de Cristo durante el milenio. La
mayoría de los milleritas habían rechazado este aspecto de la teología adventista de ellos,
llamándolo judaísmo. (Ver Josiah Litch, “The Rise and Progress of Adventism”, The Advent
Shield and Review, mayo, 1844, p. 92, citado en Seventh-day Adventist Bible Students’
Source Book, p. 513). Los primeros desertores al comienzo de la Iglesia Adventista del
Séptimo Día fueron H. S. Case y C. P. Russell quienes, entre otros conceptos, habían
aceptado la teoría de la “era venidera”. Ver SDAE, t. 11, “Messenger party”, pp. 51-52.
[4][39] Primeros escritos, p. 75.
[5][40] Primeros escritos, pp. 75-76.
[6][41] Para los antecedentes sobre el contexto religioso de este tema concerniente a la
reconstrucción de la vieja Jerusalén, ver Julia Neuffer, “The Gathering of Israel” (un
panfleto preparado por la Comisión de Investigación Bíblica, Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día).
 
Supuestos errores históricos 
Aunque muchos acontecimientos del pasado fueron presentados ante ella, ni Elena G. de
White ni su hijo afirmaron alguna vez que todo detalle histórico mencionado en sus obras
fue proporcionado por el Señor en visión. Elena G. de White dice que usó los “hechos” que
eran “conocidos y universalmente aceptados” (El gran conflicto, p. 14). Escribió, por
ejemplo: “En 1816 se fundó la Sociedad Bíblica Americana” (Ibid, p. 331).  No existe razón
alguna para creer que este tipo de información fue provista en la visión.
 
W. C. White declara:
“La estructura del gran templo de la verdad, sostenida por sus escritos, le fue presentada
claramente en visión. En algunos aspectos de esta obra se le dio información detallada.
En cuanto a algunos aspectos de la revelación, tales como rasgos de cronología profética,
los relacionados con el ministerio en el santuario y los cambios que ocurrieron en 1844, el
asunto le fue presentado muchas veces y en detalle, y esto le permitió hablar muy
claramente y en forma muy positiva con respecto a los pilares fundamentales de nuestra
fe. 
“En algunos de los asuntos históricos que fueron desarrollados en Patriarcas y profetas y
en Hechos de los apóstoles, así como en El conflicto de los siglos, los grandes bosquejos le
fueron dados en forma muy clara y sencilla; y cuando ella comenzó a escribir acerca de
estos tópicos, tuvo que estudiar la Biblia y la historia para conseguir fechas y
relaciones geográficas, y para perfeccionar su descripción de los detalles”
(Mensajes selectos, t. 3, pp. 527-528).
 
En una carta a W. W. Eastman,  W. C. White declaró:
“Cuando se terminó de escribir El conflicto, mi madre nunca pensó que los lectores lo
usarían como autoridad sobre datos históricos o para empeñarse en una controversia
con respecto a detalles de historia, y ahora cree que no debe ser usado de esa manera”
(Mensajes selectos, t. 3, p. 511).
 
W. C. White también escribió a S. N. Haskell sobre el mismo tema, y dijo que:
“Cometeremos un gran error si dejamos de lado la investigación y el trabajo histórico
para resolver cuestiones históricas por medio del uso de los libros de mamá como una
autoridad, cuando ella misma no desea que se los use de esa manera” (W. C. White a S. N.
Haskell, 31 de octubre de 1912, Documento del White Estate ficha Nº 65). (Véase además,
la pregunta 83.) 
Al presentar los argumentos para el futuro, Elena G. de White no se basó solamente en las
revelaciones que Dios le dio, sino también en los registros del pasado. No hizo ningún
intento de escribir un libro de texto de historia autorizado. Antes bien, según las palabras
de W. C. White, “El uso principal de los pasajes citados de los historiadores no fue para
hacer una nueva historia, ni para corregir errores de ésta, sino usar ilustraciones
valiosas para aclarar verdades espirituales importantes” (W. C. White a L. E. Froom, 18
de febrero de 1932).
 
[Adaptado de R. W. Olson, 101 Preguntas acerca del santuario y Elena G. de White, pp. 54,
55 (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1982]
 
Aparentes discrepancias y contradicciones
 
Los críticos de Elena G. de White contrastan algunas de sus declaraciones que parecen
contradecir sus propios escritos o la Biblia. Algunas de estas “contradicciones” son
meramente distorsiones de sus palabras por los críticos; otras pueden ser tomadas como
tales por el hecho de que la declaración en cuestión es sólo parte de una idea desarrollada
más completamente en otra parte de sus escritos. Para una revisión auxiliar de malas
interpretaciones de ese tipo, ver Pero el intento de probar que todos los supuestos “errores”
en los escritos de Elena G. de White no son errores reales, es infructuoso por dos razones.
 
La primera, una persona que busca contradicciones y errores en los escritos inspirados
siempre estará listo a encontrar nuevas dificultades para reemplazar aquellos que han sido
eliminados. Esto ya ha sido demostrado con el correr de los siglos por aquellos que se
deleitan en buscar “errores” en la Biblia.
 
Al hablar de los tales, Elena G. de White escribió, “Todos los errores no ocasionarán
dificultad a un alma ni harán que ningún pie tropiece, a menos que se trate de alguien que
elaboraría dificultades de la más sencilla verdad revelada” (Mensajes selectos, t. 1, p. 18).
Segundo, los Adventistas del Séptimo Día (incluso la misma Elena G. de White) no
pretendían que ella o cualquier otra persona inspirada fueran infalibles, ni en sus escritos o
sus vidas. Las supuestas discrepancias y errores posibles eran sólo situaciones de puntos de
vista sobre la inspiración que demandan perfección en el lenguaje humano y en los
instrumentos humanos que presentan el mensaje divino. Tales puntos de vista corren
paralelos con los que se observan en relación a la Escritura, que es la norma por medio de
la cual hemos de juzgar nuestros conceptos de cómo habla Dios.
 
Al evaluar esos así denominados errores, uno necesita considerar si el “error” que se
percibe es central en el mensaje divino, o sin consecuencias. Incluso, cuando es central,
necesitamos dar cabida a la posibilidad de que el Espíritu Santo puede “corregir” al profeta
en futuras comunicaciones. Ver 2 Samuel 7:1-17 como ejemplo. Si, en sus enseñanzas
proféticas –aquellos mensajes presentados como revelación del Señor- Elena G. de White o
cualquier otro que lo pretenda, fueren hallados contradiciendo las enseñanzas de la Palabra
de Dios, entonces tales pretensiones fallarían en la prueba bíblica “¡A la ley y al testimonio!
Si no dicen conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).
 
Para un estudio más detallado, ver “Comprender que los profetas no son inspirados
verbalmente, ni son infalibles o inerrantes” (“Realice That Prophets are not Verbally
Inspired, nor are They Infallible or Inerrant”. Ver también “Infalibilidad: ¿puede errar un
verdadero profeta?” (“Infallibility: Does the Trae Prophet Ever Err?”)
 
“La puerta cerrada”
 
¿Qué es “la puerta cerrada” y qué creía Elena G. de White sobre la cuestión?
 
Guillermo Miller relacionó su mensaje del pronto regreso de Jesús con el “clamor de
medianoche” de la parábola de las vírgenes prudentes e insensatas (Mat. 25:1-13).
Interpretó las diez “vírgenes” como aquellos que se reunirían para esperar el regreso del
Señor, la “boda” como el reino eterno, y la “puerta” que se cerró (vers. 10) como “la cierre
del reino mediador y la culminación del período evangélico” –en otras palabras, el cierre de
la “puerta de salvación” o la finalización del tiempo de gracia. De acuerdo con Mat. 25:10,
“llegó el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a la boda, y se cerró la puerta”.
 
Debido a que ellos esperaban el regreso de Cristo al término de los 2.300 días proféticos de
Daniel 8:14, los adventistas milleritas habían enfatizado que el tiempo de gracia terminaría
al final de ese período. Por tanto, por un corto periodo después del chasco de octubre de
1844, Miller y muchos de sus seguidores, incluyendo la joven Elena Harmon
(posteriormente Elena G. de White), sintieron que su tarea de advertir a los pecadores
había terminado para el mundo. Mientras que la mayoría de los milleritas pronto
abandonaron sus creencias de que la profecía se había cumplido en 1844, un pequeño
grupo continuó sosteniendo que el tiempo había sido correcto, pero que habían estado
equivocados con respecto al evento que se esperaba. Estaban convencidos que el
movimiento era de Dios, que la profecía de los 2.300 días se había cumplido, y que la
“puerta” a la que se hacía referencia en la parábola estaba por tanto cerrada –sea lo que
fuere que significase. Así, creer en la “puerta cerrada” llegó a ser lo mismo que creer en la
validez del movimiento de 1844 como un cumplimiento de la profecía bíblica.
 
Lo que es importante reconocer es que el término “puerta cerrada” sufre un cambio de
significado entre aquellos que vieron que la profecía de los 2.300 días se refería a un
cambio del ministerio de Cristo en el santuario celestial. Se veía la “puerta cerrada” como
aplicada a la primera fase y a la apertura de la fase segunda y final de la intercesión de
Cristo en el cielo. Es erróneo leer en todas las declaraciones de Elena G. de White sobre “la
puerta cerrada” la definición inicial de los Milleritas.
 
Elena G. de White mantuvo, y la evidencia lo apoya, que, mientras ella y otros creyeron por
un tiempo que no se convertirían más pecadores después de 1844, ella nunca instruyó por
visión que la puerta de salvación estaba cerrada para el mundo.
 
A continuación hay una explicación de Elena G. de White de lo que ella creía respecto de
“puerta cerrada”:
 
“Por un tiempo después del chasco de 1844, sostuve junto con el conjunto de adventistas
que la puerta de la gracia quedó entonces cerrada para siempre para el mundo. Tomé esa
posición antes de que se me diera mi primera visión. Fue la luz que me dio Dios la que
corrigió nuestro error y nos capacitó para ver la verdadera situación.
“Todavía creo en la teoría de la puerta cerrada, pero no en el sentido en que se empleó el
término al principio o en el que es empleado por mis oponentes.
“Hubo una puerta cerrada en los días de Noé. Entonces fue retirado el Espíritu de Dios de
la raza pecaminosa que pereció en las aguas del diluvio. Dios mismo dio a Noé el mensaje
de la puerta cerrada:
"No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne;
mas serán sus días ciento veinte años" (Gén. 6: 3).
“Hubo una puerta cerrada en los días de Abrahán.
“La misericordia dejó de interceder por los habitantes de Sodoma, y todos, con excepción
de Lot, su esposa y dos hijas, fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo.
“Hubo una puerta cerrada en los días de Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos
incrédulos de esa generación: "Vuestra casa os es dejada desierta" (Mat. 23: 38).
Mirando hacia la corriente del tiempo en los últimos días, el mismo poder infinito
proclamó mediante Juan:
“‘Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre’ (Apoc. 3: 7).
“Se me mostró en visión, y todavía lo creo, que hubo una puerta cerrada en 1844. Todos los
que vieron la luz de los mensajes del primero y segundo ángeles y rechazaron esa luz,
fueron dejados en tinieblas. Y los que la aceptaron y recibieron el Espíritu Santo que
acompañó a la proclamación del mensaje celestial, y que después renunciaron a su fe y
declararon que su experiencia había sido un engaño, de ese modo rechazaron al Espíritu de
Dios, y éste no intercedió más por ellos.
“Los que no vieron la luz, no fueron culpables de rechazarla. Los únicos a los cuales el
Espíritu de Dios no podía alcanzar eran los que habían despreciado la luz celestial. Y en esa
clase estaban incluidos, como lo he dicho, tanto los que rehusaron aceptar el mensaje
cuando les fue presentado, como los que, habiéndolo recibido, después renunciaron a su fe.
Estos podrían tener una forma de piedad y profesar ser seguidores de Cristo. Pero no
teniendo una comunicación viviente con Dios, eran llevados cautivos por los engaños de
Satanás. Se presentan esas dos clases en la visión los que declararon que era un engaño la
luz que habían seguido, y los impíos del mundo que, habiendo rechazado la luz, habían sido
rechazados por Dios. No se hace referencia a los que no habían visto la luz y, por lo tanto,
no eran culpables de su rechazo” (Mensajes selectos, t. 1, pp. 71-72).
 
Para ampliar el estudio, ver los siguientes documentos en la Biblioteca de Referencia:
“La puerta abierta y cerrada”, artículo de la Seventh-day Adventist Enciclopedia
[Enciclopedia Adventista del Séptimo Día].
“Los documentos de ‘la puerta cerrada’”, por Robert W. Olson.
 
Declaraciones misceláneas
 
Apócrifas
En un documento titulado “Una copia de la visión que Elena G. de White tuvo en Oswego,
New York”, 11 de enero de 1850, aparece una declaración inusual concerniente a los
apócrifos, también conocidos como “el libro oculto”:
 
“Entonces vi la Palabra de Dios, pura y sin adulterar, y que debíamos responder por la
forma que recibimos la verdad proclamada por esa Palabra. Vi que había sido un martillo
para quebrar el corazón duro en pedazos, y un fuego para consumir la escoria y el estaño,
para que el corazón pueda ser puro y santo. Vi que los Apócrifos eran el libro escondido, y
que los sabios de estos últimos días deberían comprenderlo. Vi que la Biblia era el Libro
normativo, que nos juzgaría en el último día. Vi que el cielo era lo suficientemente barato, y
que nada era de tanto valor como para no sacrificarlo por Jesús, y que debemos dar todo
para entrar al reino” (Manuscript Releases [Manuscritos liberados], vol. 16, p. 34).
 
Si lo que tenemos es una copia correcta de lo que ella escribió, el sentido y el significado de
esta declaración no son claros. En ningún otro momento posterior Elena G. de White hizo
referencia a los apócrifos, instó a los adventistas a estudiarlos o los urgió a leerlos. Ni
siquiera incluyó esta declaración en alguna de sus publicaciones. Sin importar lo que uno
haga de esta declaración, debe observarse que los apócrifos no se describen como
inspirados, sino que son contrastados con las Escrituras, las cuales son llamadas “el Libro
normativo, que nos juzgaría en el último día”.
 
 
Descripciones extra bíblicas
La cuestión es si los escritores inspirados posteriores pueden agregar detalles sobre
personas y eventos descriptos en la Biblia. Las adiciones en términos de detalles, de alguien
privilegiado por ver en visión escenas de la historia bíblica, no es más sorprendente que el
hecho de que uno encuentre detalles mencionados por un escritor del evangelio que es
omitido por otro que describe el mismo evento. Pablo identifica los magos egipcios por
nombre (2 Tim. 3:8), mientras que en el libro de Éxodo no tienen nombre. Judas describe
una profecía de Enoc (Judas 14, 15) que no se registra en ningún lugar del Génesis.
Discernimientos similares de Elena G. de White complementan el registro bíblico, que
permanece como la revelación de la voluntad de Dios única y autoritativa.
 
 
El amor de Dios por los hijos errantes
Algunos pocos se han preguntado en cuanto a ciertas expresiones que Elena G. de White
usó en algunas cartas a sus hijos a comienzos de la década de 1860. En su tierno amor,
apeló al alma de ellos de muchas maneras. En 1860 ella estaba hablando a niños entre 5 y
13 años de edad. Al tratar de explicar claramente y en un lenguaje sencillo los principios
básicos de la experiencia cristiana, esta madre de 33 años usó a veces un lenguaje que se
parecía más a taquigrafía teológica, especialmente cuando escribió que el Seños ama a los
niños “que tratan de hacer lo correcto”, pero que “Dios no ama a los niños malos”.[1][42]
 
Así como algunos textos bíblicos difíciles debemos considerarlos dentro del contexto
bíblico total, lo mismo debemos hacer con Elena G. de White. Por ejemplo, en
Deuteronomio 7:10-11 notamos que Dios “da el pago en persona al que le aborrece,
destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. Guarda, por
tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas”. En sí
mismo este pasaje suena como muy duro, pero cuando se lo coloca en el contexto de toda la
Biblia (junto a pasajes como Isa. 1:18-20; Jer. 31:3; Juan 3:16-17; Juan 14-17), su verdadero
significado se vuelve claro.
 
Notemos el contexto más amplio del consejo de Elena de White a los padres (1892):
 
“Jesús querría que los padres y madres les enseñasen a sus hijos… que Dios los ama, que su
naturaleza puede ser cambiada y puesta en armonía con Dios. No enseñéis a vuestros hijos
que Dios no los ama cuando hacen algo malo; enseñadles que él los ama tanto que su tierno
Espíritu se aflige cuando ve que cometen una transgresión porque sabe que están
perjudicando sus almas. No aterroricéis a vuestros hijos hablándoles de la ira de Dios, sino
más bien procurad impresionarlos con su inexpresable amor y bondad, y de ese modo
permitid que la gloria del Señor sea revelada ante ellos”.[2][43]
 
En otras circunstancias, ella estableció claramente una diferencia entre el hecho de que
Dios ame a una persona y que apruebe lo que esa persona pueda estar haciendo.[3][44]
 
En términos teológicos claros ella expuso el hecho de que el carácter determina el destino.
Aun un Dios amante no modificará el carácter de las personas después de su muerte a fin
de redimirlas.[4][45]
 
Sin embargo, ¿cuánta teología puede entender un niño de seis años? Dios tuvo el mismo
desafío cuando instruyó a los israelitas recientemente liberados después de su éxodo de
Egipto. Usó lenguaje y métodos de un jardín de infantes –incluyendo las ilustraciones de
una “caja de arena”: el servicio del santuario en el desierto- porque ése era el único nivel de
lenguaje que ellos podían entender. A veces la amenaza de desaprobación y castigo puede
atraer la atención de niños de seis años y de israelitas recientemente liberados, cuando el
“lenguaje del amor” no tendría ningún impacto.
 
Elena de White usó ambos métodos al tratar con sus hijos, aparentemente con buenos
resultados. Los registros contienen numerosos casos en los cuales ella habló a sus hijos
acerca de un Dios amigable, y en muchas ocasiones oró con ellos sobre su crecimiento
espiritual. Si la joven Elena tuviese que hacer frente a un posible malentendido de sus
palabras, ella rápidamente diría lo que, en esencia, expresó más tarde por escrito en forma
más completa: “Lo que quise decir –y creo que los muchachos lo entendieron- fue que Dios
no tolera la desobediencia, aunque siempre ama a los niños y niñas, buenos o malos. La
desobediencia tiene consecuencias duras, y Dios, en su amor, no quiere que ellos sufran el
precio de la desobediencia.”[5][46]
 
Elena G. de White no siempre expresó sus pensamientos en forma perfecta en su primer
intento, y sus declaraciones posteriores indican que halló una forma mejor de presentar el
desagrado de Dios y su amor.
 
Referencias
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 59, 60].
 
 
La mano de Dios cubre el error de un diagrama de 1843
En 1850 Elena G. de White escribió que había visto “que el diagrama de 1843 fue dirigido
por la mano del Señor, y que no debe ser alterado; que las cifras eran como él las quería;
que su mano cubrió y ocultó una equivocación en algunas de las cifras, para que nadie
pudiese verla, hasta que la mano de Dios se apartase”.[6][47]
 
A primera vista, uno podría preguntarse por qué Dios querría ocultar un error. Esta
referencia de Elena G. de White es ridiculizada por aquellos que comienzan con la
presuposición de que Jesús no inició en 1844 la fase final de su obra mediadora.
 
Pero aquellos que han encontrado significado en estos eventos, ya sea en la tierra o en el
cielo, también comprenden que los caminos de Dios son a menudo inexplicables. Además,
sus caminos son expresados a menudo en lenguaje humano en el que las circunstancias que
Dios permite son descritas como eventos que Dios causa. Cuando el autor del Éxodo
escribió en cuanto a la conversación de Dios con Moisés, representó a Dios como el Agente
que “endureció” el corazón de Faraón (Éxo. 10:1). Sin embargo, el mismo autor también
escribió sobre la responsabilidad de Faraón por endurecer su propio corazón (Éxo. 8:15,
32; 9:34).
 
Pensamos en situaciones bíblicas en las que les fue “retenido” el conocimiento a hombres y
mujeres consagrados. En el camino a Emaús, Jesús se unió a dos discípulos abrumados por
la tristeza pero que no lo reconocieron porque “los ojos de ellos estaban velados” (Luc.
24:16). Pocas horas más tarde, mientras comían con su Compañero de viaje, “les fueron
abiertos los ojos” (Luc. 24:31). Si sus ojos hubiesen sido “abiertos” prematuramente
mientras caminaban hacia Emaús, se habrían perdido una gran experiencia que Dios
deseaba que ellos compartiesen.
 
Por razones que sólo Dios puede explicar mejor, los estudiantes de la Biblia en 1843
necesitaban la experiencia de 1843-1844. Obviamente Dios podría haber “intervenido” y
garantizado cada fecha, cada línea de razonamiento, cuando Fitch y Hale prepararon su
diagrama. Pero a lo largo de la historia esa clase de intervención divina ha sido rara. Parece
que el plan general de Dios ha sido permitir que los seres humanos se abran paso en medio
de sus problemas, aprendiendo lecciones especiales que de otro modo no habrían
experimentado.[7][48]
 
¿Qué habría ocurrido si Guillermo Miller hubiera predicado el verdadero significado de
1844? ¿Qué clase de respuesta pública habría recibido si hubiese proclamado la verdad
acerca de un cambio en el ministerio de Cristo en el santuario celestial, en vez de recalcar
su regreso inminente? Nadie lo habría escuchado; nadie se habría sentido estimulado a leer
la Biblia. Después del Chasco del 22 de octubre, un grupo de sus seguidores volvieron a
estudiar sus Biblias a fin de descubrir el verdadero significado de 1844, un interés que
nunca se habría desarrollado si Miller no hubiera concentrado su atención en la Biblia y sus
profecías antes de 1844.
 
Referencias
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), p. 490].
 
 
Algunos esclavos no resucitarán
En 1858 Elena G. de White escribió que “el que es dueño de un esclavo tendrá que
responder por el alma de ese esclavo a quien mantuvo en la ignorancia… Dios no puede
llevar al cielo al esclavo que fue mantenido en la ignorancia y la degradación, sin saber
nada de Dios ni de la Biblia, temiendo tan sólo el látigo de su amo, y ocupando un puesto
inferior al de los brutos. Pero hace con él lo mejor que puede hacer un Dios compasivo. Le
permite ser como si nunca hubiera sido”.[viii][49]
 
Sin embargo, unas poca páginas más adelante ella informó que vio “que los piadosos
esclavos se alzaban [en la resurrección] triunfantes y victoriosos”.[ix][50] En muchos
lugares se refirió a las condiciones terribles que se les imponían a los esclavos en el Sur,
quienes eran tratados “como si fueran bestias”.[x][51] No obstante, ella fue igualmente
enfática al decir que “muchos de los esclavos tenían mentes nobles”.[xi][52]
 
En estas declaraciones Elena G. de White estaba distinguiendo entre el esclavo “piadoso” y 
el “ignorante” que no sabe “nada de Dios”. Con discernimiento profético ella declaró que el
acto más compasivo de un Dios justo sería permitir que los esclavos permaneciesen en sus
tumbas, y no ser resucitados para enfrentar el juicio.
 
Algunos objetan esta declaración porque la Biblia dice que “todos los que están en los
sepulcros… saldrán” (Juan 5:28-29). Unos pocos capítulos más adelante, Juan citó a Jesús:
“Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). Aquí
tenemos dos ejemplos, entre muchos, en los que los escritores bíblicos usaron un lenguaje
que abarca a todos, pero con restricciones muy definidas. Nadie sino los universalistas
arguyen que todos, tarde o temprano, serán redimidos, independientemente del carácter y
el deseo. ¡No todos serán atraídos a Jesús porque no todos están dispuestos a ser atraídos!
 
Otro ejemplo de una declaración general, que abarca a todos, es la descripción de Juan el
Revelador del segundo advenimiento: “…todo esclavo y todo libre, se escondieron en las
cuevas y entre las peñas de los montes, y decían a los montes y a las peñas: ‘Caed sobre
nosotros y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono’” (Apoc. 6:15-
16). Obviamente, no todos los esclavos ni todos los hombres libres van a perderse.
 
Los profetas, al igual que todos los demás, usan a veces un lenguaje que abarca a todos, y la
mayoría de las personas entienden las restricciones implicadas. La siguiente pregunta es,
¿Cómo trata Dios a aquellos que no están ni entre “los que hicieron lo bueno” ni entre “los
que hicieron lo malo” (Juan 5:29)? Lo mejor que podemos hacer es unirnos a Abrahán, el
padre de los fieles, y creer confiadamente: “El Juez de toda la tierra, ¡no ha de hacer lo que
es justo?” (Gén. 18:25).
 
Referencias
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 489, 490].
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Temas selectos sobre inspiración y la vida y obra de Elena G. de White
[1][42] Un ejemplo de las cartas de Elena G. de White a su hijo Willie, que entonces tenía
seis años, revela sus esfuerzos maternales para que cultivase perseverantemente una
actitud de obediencia alegre: “Debes ser un niñito bueno, dulce, y amar y obedecer a Jenny
[Fraser] y a Lucinda [Hall]. Renuncia a tu voluntad y cuando tienes muchos deseos de
hacer algo, pregúntate: ¿No es algo egoísta? Debes aprender a renuncia a tu voluntad y a
tus preferencias. Esta será una lección difícil para que la aprenda mi pequeño niño, pero al
fin será para él más valiosa que el oro”.* “Aprende, mi querido Willie, a ser paciente, a
tener en cuenta el tiempo y la conveniencia de otros; entonces no te impacientarás ni
irritarás. El Señor ama a esos niñitos que tratan de hacer lo correcto y ha prometido que
estarán en su reino. Pero Dios no ama a los niños malos. No los llevará a la hermosa
Ciudad, porque sólo acepta allí a los niños buenos, obedientes y pacientes. Un niño irritable
y desobediente, echaría a perder toda la armonía del cielo. Cuando te sientas tentado a
hablar en forma impaciente y con descontento, recuerda que el Señor te ve, y no te amará si
haces lo malo. Cuando te portas bien y vences sentimientos indebidos, el Señor te sonríe.
“Aunque él está en el cielo y tú no puedes verlo, sin embargo él te ama cuando haces algo
bueno; y cuando haces algo malo, coloca una marca negra contra ti. Ahora, querido Willie,
trata de portarte bien siempre, y entonces no se registrará ninguna marca negra contra ti; y
cuando Jesús venga, él llamará a ese buen niño Willie White y colocará en tu cabeza una
corona de oro y pondrá en tu mano una pequeña arpa para que puedas tocar con ella, y
emitirá hermosa música, y jamás estarás enfermo, jamás serás tentado a hacer lo malo,
sino que estarás siempre feliz, y comerás de rica fruta y arrancarás hermosas flores. Trata,
trata, querido niño, de ser bueno. Con cariño tu madre.” [*Por la bendición de Dios y las
instrucciones de su madre, Willie ha vencido el espíritu impaciente que a veces se
manifestaba cuando era bien pequeño, y ahora posee una disposición afectuosa, amable y
obediente”.- A.P.P.] –Elena G. de White, An Appeal, pp. 62-63.
Una mirada cuidadosa a toda la carta (y a todos sus escritos sobre la conducción del niño)
sugiere fuertemente que cuando Elena G. de White escribió que “Dios no ama a los niños
malos”, ella quiso decir que finalmente los niños que continúan siendo “malos” no serán
llevados al cielo.
[2][43] Signs of the Times, 15 de febrero de 1892; “Su corazón [el de Jesús] se siente
atraído, no sólo a los niños que mejor se conduce, sino a aquellos que han heredado rasgos
criticables de carácter. Muchos padres no comprenden cuánta responsabilidad tienen ellos
por estos rasgos de sus niños… Jesús considera a estos niños con compasión. Él puede
seguir de la causa al efecto” (El Deseado de todas las gentes, p. 476).
[3][44] Ver Testimonies for the Church, t. 2, pp. 558-565, donde figura una carta sensible a
una adolescente mimada.
[4][45] Palabras de vida del gran Maestro, pp. 52, 62, 93-94; Testimonies for the Church, t.
2, pp. 355-356.
[5][46] Ver referencias previas, citando Signs, 15 de febrero, 1892, y El Deseado de todas
las gentes, p. 476.
[6][47] Primeros escritos, p. 74. Este diagrama, diseñado en 1842 por Charles Fitch, pastor
congregacional, y Apollos Hale, predicador metodista, fue aprobado por los milleritas en su
Asociación General en Boston, en mayo de 1842. Los símbolos gráficos del diagrama y los
períodos de tiempo se convirtieron en una marca registrada bien conocida de la
predicación millerita cuando trataban de simplificar en una manera atractiva las profecías
de tiempo que se concentraban en 1843.- Ver Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, t.
4, pp. 538, 616.
[7][48] Ver Mat. 11:25; Mar. 4:33; Juan 16:12; 1  Cor. 3:2; Heb. 5:11-14.
[viii][49] Primeros escritos, p. 276.
[ix][50] Primeros escritos, p. 286.
[x][51] Review and Herald, 17 de diciembre de 1895.
[xi][52] Ibid.

¿Fue Adán engañado por Satanás?


EGW: Si: “Satanás, quien es el padre de la mentira engañó a Adán en forma similar,
diciéndole que no necesitaba obedecer a Dios, que no moriría si transgredía la ley de Dios”
(El evangelismo, p. 434).
La Biblia: No: “y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en
transgresión” (1 Tim 2:14).
Respuesta
Este texto sólo construye su caso sobre la pregunta 2 de esta lista. Era Eva quien estaba
ante el árbol, “engañada”, y luego su caída llevó a la de Adán. Cuando leemos todo lo que
Elena de White tiene para decir sobre este hecho, vemos que aquí su declaración se está
refiriendo a “Satanás” en los términos generales de su plan para la caída de la pareja
(similar a cuando hablamos de la forma en que Satanás nos tienta cuando en realidad
probablemente sea uno de sus demonios el que está haciendo eso, pues Satanás no es
omnipresente).
Esto es como tratar de explicar si los fariseos fueron “engañados” o no cuando crucificaron
a Cristo. En un sentido no lo fueron, ellos sabían que estaban matando a un hombre
inocente que cumplía cada descripción bíblica del Mesías (y que ellos serían responsables
por sus pecados). En otro sentido, fueron engañados porque habían endurecido sus
corazones hasta que se autoengañaron. Adán tuvo que haber sido “engañado” de alguna
forma porque después de la caída, él comió el fruto (si él no hubiera sido engañado en ninguna
forma, nunca lo habría hecho).

Elena de White deja en claro, no obstante, que Adán no fue engañado en la misma forma que
Eva en Patriarcas y profetas, p. 42).

A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y el Señor dijo: “A tu marido será tu
deseo, y él se enseñoreará de ti.” En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen
permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre hubieran
estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía
podían mantenerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la primera en
pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero, contrariando la
instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y ahora ella fué puesta en sujeción a su marido.
Si los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido apreciados por la humanidad
caída, esta sentencia, aunque era consecuencia del pecado, hubiera resultado en bendición
para ellos; pero el abuso de parte del hombre de la supremacía que se le dió, a menudo ha
hecho muy amarga la suerte de la mujer y ha convertido su vida en una carga.

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