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Alguien puede también encontrar declaraciones que parecen negar una explicación dada
o carecen de una confirmación científica en la actualidad. Respecto a esto, en la siguiente
declaración, se nos recuerdan algunas supuestas dificultades en las Escrituras:
“Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él no quitará jamás todas
las excusas que pueda haber para la incredulidad. Todos los que buscan motivos de
duda los encontrarán. Y todos los que rehúsan, aceptar la Palabra de Dios y
obedecerla antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo
de duda, no llegarán jamás a la luz” (El conflicto de los siglos, p. 582).
Declaraciones sacadas de su contexto
“Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros
en su conversión, a decir o sentir que están salvados”
Una mirada más de cerca de las advertencias de Elena G. de White respecto al tema,
muestra que, en el contexto, no está hablando contra la certeza de un creyente en cuanto a
su relación presente con Dios. Advierte contra la presunción de la enseñanza de eterna
seguridad “una vez salvo, siempre salvo” –aquellos que dicen “soy salvo” mientras
continúan transgrediendo la ley de Dios.
A continuación, aparece la declaración completa:
“La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual. La confianza propia lo indujo a
creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en el camino descendente hasta que pudo
negar a su Maestro. Nunca podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni
tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos
encontramos seguros contra la tentación. Nunca debe enseñarse a los que aceptan al
Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados. Eso
es engañoso. Debe enseñarse a todos a acariciar la esperanza y la fe; pero aun cuando
nos entregamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del alcance de la
tentación. La Palabra de Dios declara: ‘Muchos serán limpios, y emblanquecidos, y
purificados’ (Dan 12:10). Sólo el que soporte la prueba, ‘recibirá la corona de vida’
(Santiago 1:12)” (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 119, 120)
La siguiente declaración es una evidencia de que Elena G. de White comprendía la base
apropiada para la verdadera seguridad del cristiano. Ésta fue hecha antes de la sesión de la
Asociación General:
“Cada uno debe conocer por sí mismo que tiene un Salvador viviente, que Él es su
ayudador y su Dios. No necesita preguntarse ‘¿soy salvo’. ¿Cree en Cristo como su
Salvador personal? Si es así, entonces regocíjese” (General Conference Bulletin [Boletín
de la Asociación General], 10 de abril, 1901).
Elena G. de White escribió a una mujer que luchaba con sus dudas:
“El mensaje que Dios me dio para usted es ‘al que a mí viene, no lo echo fuera’ (Juan
6:37). No tiene nada más que suplicar al Señor sino esta promesa de su Señor y Salvador;
tiene la seguridad de que nunca, nunca será rechazada. Puede parecerle que está
dependiendo de una sola promesa, pero aprópiese de ella, y le abrirá los tesoros
completos de las riquezas de la gracia de Cristo. Tómese de esta promesa y estará a salvo.
‘Al que a mí viene, no lo echo fuera’. Presente esta garantía a Jesús, y estará tan segura
como si estuviera dentro de la ciudad de Dios” (Manuscript Releases [Manuscritos
liberados], vol. 10, p. 175).
“¿Por qué no he pretendido ser profetisa? Porque en estos días muchos que osadamente
pretenden ser profetas son un baldón para la causa de Cristo, y porque mi obra incluye
mucho más de lo que significa la palabra "profeta"…
“Nunca he pretendido ser profetisa. Si otros me llaman así, no les discuto. Pero mi obra
ha abarcado tantos aspectos, que no puedo llamarme sino mensajera, enviada para dar
un mensaje del Señor a su pueblo y para ocuparme de cualquier actividad que él me
señale.
“La última vez que estuve en Battle Creek, dije delante de una gran congregación que no
pretendía ser profetisa. Dos veces me referí a este asunto, con el propósito de hacer cada
vez esta declaración: ‘No pretendo ser profetisa’. Si digo algo diferente a esto, entiendan
todos ahora que lo que quería decir era que no pretendo el título de profeta o profetisa”
(Review and Herald, 26 de julio, 1906, reimpreso en Mensajes selectos, vol. 1, pp. 36-39).
“Durante el discurso dije que no pretendía ser profetisa. Algunos se sorprendieron ante
esta declaración, y como mucho se está diciendo acerca de esto, daré una explicación.
Otros me han llamado profetisa, pero nunca pretendí ese título. No he sentido que era mi
deber designarme así. Los que osadamente pretenden que son profetas en éste nuestro
día, son con frecuencia un baldón para la causa de Cristo.
“Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma
como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo” (Carta 55,
1905; citado en Mensajes selectos, vol. 1, p. 40).
Declaraciones inusuales sobre asuntos científicos
Cruzamiento de hombre y bestia
Algunos han acusado que Elena G. de White escribió en 1864 (y se volvió a publicar en
1870) que los seres humanos anteriormente cohabitaron con animales y que su
descendencia produjo ciertas razas que existen en la actualidad. La declaración reza así:
“Pero si hubo un pecado por encima de otro que requería la destrucción de la raza por el
diluvio, fue el vil crimen del cruzamiento de hombre y bestia que desfiguró la imagen de
Dios, y causó confusión en todas partes. Dios se propuso destruir por un diluvio a esa
raza poderosa y longeva que había corrompido sus caminos delante de él”.[1][1]
Ningún diccionario ha usado “cruzamiento” para describir la cohabitación del hombre con
la bestia. El uso primario de la palabra usada por la Sra. White, “amalgamation”
[amalgamación], describe la fusión de metales, la unión de elementos diferentes tal como
ocurre para hacer empaste para los dientes. El uso del siglo XIX incluía la mezcla de
diversas razas.
Admitimos que la declaración de la Sra. White podría parecer ambigua: ¿Quiere decir ella
“cruzamiento de hombre con bestia” o “cruzamiento de hombre y de bestia”? A menudo se
omite la repetición de la preposición “de” en construcciones similares.[2][2]
En otras dos ocasiones, la Sra. White usó la palabra “amalgamation” [“amalgamación” y
“cruzamiento”]. La empleó metafóricamente, al comparar a los creyentes fieles con las
personas del mundo.[3][3]
Y la usó para describir el origen de plantas venenosas y otras irregularidades en el mundo
biológico: “Cristo nunca sembró la semilla de la muerte en el organismo. Satanás fue
quien la sembró cuando tentó a Adán a que comiese del árbol del conocimiento, lo cual
significaba desobediencia a Dios. Ninguna planta tóxica fue colocada en el gran huerto
del Señor, pero después que Adán y Eva pecaron, comenzaron a surgir hierbas
ponzoñosas… Toda la cizaña es sembrada por el maligno. Toda hierba perniciosa es de su
siembra, y mediante sus ingeniosos métodos de cruzamiento ha corrompido la tierra con
cizaña”.[4][4]
Al reconocer que Satanás ha sido un agente activo en la corrupción del plan de Dios para el
hombre, las bestias, las plantas, etc., podemos comprender mejor lo que Elena de White
puede haber querido decir cuando describió los resultados del cruzamiento. Aquello que
“desfiguró la imagen de Dios” en el hombre y que “confundió las especies [de animales]” ha
sido el trabajo de Satanás con la cooperación de los seres humanos. Ese “cruzamiento
[amalgamación] de hombre y [de] bestia, como puede verse en las variedades casi infinitas
de especies de animales, y en ciertas razas de hombres”, llega a ser comprensible.
La Sra. White nunca insinuó la existencia de seres subhumanos o de ninguna clase de
relación animal-humana híbrida. Ella habló de “especies de animales” y de “razas de
hombres”, pero no de alguna clase de cruzamiento de animales con seres humanos.
Sin embargo, reconocemos que los estudiantes concienzudos de los escritos de Elena de
White difieren en cuanto a lo que ella quiso decir por “amalgamation” [cruzamiento]. “La
obligación de probar su opinión descansa en aquellos que afirman que la Sra. White le dio
un nuevo y extraño significado al término”.[5][5]
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White, (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa,
Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 491, 492].
Vulcanología
Algunos sostienen que las declaraciones de la Sra. White referentes a la causa de los
volcanes reflejaban los mitos y el modo de pensar extravagante de teorías antiquísimas. Sus
escritos contienen ocho conceptos relevantes[21][21] que se han debatido desde que
aparecieron por primera vez en 1864.[22][22]
Esta lista incluye: (1) La formación de estratos de carbón está vinculada al diluvio. (2) El
carbón produce pretróleo. (3) Los incendios subterráneos son alimentados por la
combustión de tanto el carbón como del petróleo. (4) El agua añadida a los incendios
subterráneos produce explosiones, y de esta manera terremotos. (5) Los terremotos y la
acción volcánica están relacionados juntamente como productos de estos incendios
subterráneos. (6) Tanto la piedra caliza como el mineral de hierro están vinculados con la
combustión de los estratos de carbón y de los depósitos de petróleo. (7) El aire está
involucrado con el supercalor. (8) Se encuentran depósitos de carbón y de petróleo después
que se han extinguido los incendios subterráneos.[23][23]
Aunque existen similitudes entre los escritos de la Sra. White y el famoso sermón de John
Wesley, “La Causa y la Cura de los Terremotos” (1750), hay diferencias notables.
Contrariamente a lo que sucede con autores anteriores, en los escritos de Elena de White
uno no encuentra ninguna huella de “arroyos que causen erosión y vientos violentos; ni
cavidades abovedadas que se desplomaron y de ese modo causaron el diluvio; ni cavernas
huecas en las que resonaban los ecos de truenos subterráneos; ni incendios alimentados
por depósitos subterráneos de sulfuro, nafta o nitrato. Visto como una unidad, el concepto
de ella de los fuegos subterráneos es único, y buscamos en vano para encontrar que lo haya
tomado prestado de alguna fuente humana”.[24][24]
Por supuesto, la siguiente pregunta es si uno puede encontrar una confirmación científica
de su punto de vista “único” sobre estos fenómenos naturales violentos. Abundan muchas
teorías en cuanto a las causas de los volcanes y los terremotos, y a la formación del petróleo
y del carbón. La mayoría de los geólogos basan sus ideas en la teoría de las placas
tectónicas. No hay nada en los comentarios de Elena de White que descarte esta teoría.
Además, nada en sus escritos declara que todos los volcanes son el producto de la
combustión de yacimientos de carbón o que todos los terremotos están causados por
incendios subterráneos. Cuando ella relaciona los terremotos con los volcanes, uno piensa
inmediatamente en el “anillo de fuego” del océano Pacífico y en el alto potencial para
desastres que procede de ambos.
Sin embargo, hombres de ciencia notables han confirmado las observaciones de Elena de
White. El libro Geology of Coal [Geología del carbón], de Otto Stutzer, documentó que “los
incendios subterráneos en estratos carboníferos se prenden por combustión espontánea, lo
que resulta en el derretimiento de las rocas cercanas que se clasifican como depósitos
pseudos volcánicos”.[25][25] Stutzer enumeró varios ejemplos de dicha actividad,
incluyendo “una montaña en combustión”, un afloramiento que “duró más de 150 años”, y
“el calor ocasionado por un estrato de carbón en combustión [que] fue usado para calentar
invernáculos en esa área desde 1837 a 1868”.[26][26] Existe una confirmación moderna
para el incendio del carbón y del petróleo con el sulfuro como su elemento constitutivo, lo
que “se ve alrededor de las erupciones de las aguas termales, géisers y fumarolas
volcánicas”.[27][27]
Las referencias a las rocas “que cubren el carbón y que han sufrido una alteración
considerable a causa de los incendios, que son aglutinadas y parcialmente derretidas”, se
correlacionan con la declaración de Elena de White que “con frecuencia la hulla y el
petróleo se encienden y arden bajo la superficie de la tierra. Esto calienta las rocas, quema
la piedra caliza, y derrite el hierro”.[28][28] Investigaciones posteriores en el oeste de los
Estados Unidos han producido conclusiones muy semejantes y en un lenguaje muy
parecido a los escritos de la Sra. White un siglo antes: “La roca derretida se parece al
ladrillo refractario de un horno común o a la lava volcánica”.[29][29]
Una última acusación ha sido que el mineral de hierro derretido no se encuentra en
conexión con depósitos de carbón y de petróleo en combustión. Sin embargo, una
monografía de la Encuesta Geológica de los Estados Unidos registra el descubrimiento de
hematina (un mineral de hierro) que “de alguna manera [había sido] formado mediante la
intervención del carbón en combustión”.[30][30]
La sugerencia de que Elena de White estaba en deuda con fuentes existentes para su
información científica, no tiene mérito, porque algo de esta verificación sólo llegó a
conocerse muchos años después de su muerte. Además, “es sumamente improbable que
ella recurrió a las ideas publicadas de creacionistas contemporáneos sobre el tema, puesto
que los puntos de vista de éstos eran residuos de especulaciones cosmológicas alocadas”.
[31][31]
[Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G.
de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho:
Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora
Interamericana, 2000), pp. 492, 493].
[1][1] Spiritual Gifts [Dones espiritualesl], vol. 3, p. 64. “Todas las especies de los
animales que Dios había creado fueron preservadas en el arca. Las especies mezcladas
que Dios no creó, que fueron el resultado del cruzamiento, fueron destruidas por el
diluvio. Desde el diluvio ha habido cruzamiento de hombre y bestia, como puede verse en
las variedades casi infinitas de especies de animales, y en ciertas razas de hombres” (p.
75).
[2][2] “Podríamos hablar de la dispersión del hombre y de la bestia sobre la tierra, pero por
ello no queremos decir que anteriormente el hombre y la bestia estaban fusionados en una
masa en un sitio geográfico. Simplemente significa la dispersión del hombre sobre la tierra
y la dispersión de las bestias sobre la tierra, aunque la ubicación original de los dos grupos
podría haber estado en lados opuestos de la tierra. En otras palabras, la dispersión del
hombre y de las bestias” (Francis D. Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White
y sus críticos], p. 308).
[3][3] “Aquellos que profesan ser seguidores de Cristo, debieran ser agentes vivientes, que
cooperan con las inteligencias celestiales; pero por la unión con el mundo, el carácter del
pueblo de Dios se empaña, y mediante la amalgama con lo corrupto, el oro fino se
oscurece” (Review and Herald, 23 de agosto, 1892; véase también The Spirit of Prophecy
[El Espíritu de Profecía], vol. 2, p. 144 y Alza tus ojos, p. 320).
[4][4] Mensajes selectos, vol. 2, pp. 330, 331.
[5][5] Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 308).
[6][6] La educación, p. 14 (la misma declaración aparece en El Deseado de todas las gentes,
p. 430).
[7][7] Primeros escritos, p. 40. Esta versión fue primera descrita en el pliego suelto, To
those who are receiving the seal of the living God [A aquellos que están recibiendo el sello
del Dios viviente], publicado por primera vez el 31 de enero de 1849.
[8][8] A Word to the Little Flock [Unas palabras a la manada pequeña], p. 21, citado en
Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], p. 581.
[9][9] Id., p. 22. Elena de White escribió: “Tuve una visión de la gloria de Dios, y por
primera vez se me mostraron otros planetas” (Notas biográficas de Elena G. de White, p.
106; ver también Spiritual Gifts, t. 2, p. 83. No existe evidencia de que ésta es la misma
visión descrita en Primeros escritos, p. 40. Ver pp. 144, 145).
[10][10] En Loughborough, The Great Second Advent Movement [El segundo gran
movimiento adventista], pp. 257-260, se encuentra información adicional sobre esta visión
de 1846. Para un análisis de cómo el recuerdo de Loughborough de su conversación con
Bates muchos años antes armoniza con este momento memorable para Bates, ver Nichol,
Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus críticos], pp. 93-101.
[11][11] An Appeal to Mothers [Un llamado a las madres], p. 27; Testimonies for the Church
[Testimonios para la iglesia], vol. 2, p. 470.
[12][12] Ibid., p. 5.
[13][13] Ibid., p. 18.
[14][14] Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia], vol. 2, p. 391.
[15][15] Ibid.
[16][16] An Appeal to Mothers fue reimpreso en 1870 como parte de una obra mayor. A
Solemn Appeal Relative to Solitary Vice and Abuses and Excesses of the Marriage Relation
[Una llamado solemne relativo al vicio solitario y abusos y excesos de la relación
matrimonial]. Una reimpresión facsimilar aparece en el Apéndice C de A Critique of
Prophetess of Health (Centro White).
[17][17] Carl C. Phiefffer, Ph. D, M. D., Zinc and Other Micro-Nutrients [El cinc y otros
micro nutrients] (New Canaan, CT: Keats Publishing Inc., 1978), p. 45.
[18][18] David F. Horrobin, M. D., Ph D, Zinc (St. Albans, VT: Vitabooks, Inc., 1981), p. 8.
[19][19] Richard Nies, Ph. D (Psicología experimental, UCLA, 1964; Ph. D. equivalente en
psicología clínica, incluyendo examen oral, pero murió durante la preparación de la
disertación), Conferencia, “Give Glory to God”, Glendale, CA, n.d.; Alberta Mazat, M. S. W.
(profesora de matrimonio y terapia familiar, Universidad de Loma Linda, Loma Linda, CA),
monogafía, “Masturbation” (43 pp.), Instituto de Investigación Bíblica.
[20][20] Mazat, monografía, “Masturbación”.
[21][21] Ver Warren H. Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 1” [Elena de
White y fuegos subterráneos, Parte 1], Ministry [Ministerio], agosto, 1977, pp. 9-12.
[22][22] Spiritual Gifts [Dones espirituales], vol. 3, pp.79-80; ver también Spirit of
Prophecy [Espíritu de profecía], vol. 1, pp. 82-83 (1870); Signs of the Times [Señales de los
tiempos], 13 de marzo, 1879; Patriarcas y profetas, pp. 98-100; Manuscrito 21, 1902, citado
en Comentario bíblico adventista, vol. 7, p. 958.
[23][23] Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 1” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 1], Ministry [Ministerio], agosto, 1977, p. 6.
[24][24] Ibid., p. 12.
[25][25] Otto Stutzer, Geology of Coal [Geología del carbón], traducido por Adolph Noe
(Chicago: University of Chicago Press, 1940), pp. 309-310, citado en Ibid., p. 19.
[26][26] Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 2], Ministry [Ministerio], octubre, 1977, p. 20.
[27][27] Ibid. Ver también Thomas Gold, profesor emérito de astronomía en Cornell
University, “Earthquakes, Gases, and Earthquake Prediction” (1994),
en www.people.cornell.edu/pages/tg21/Earthq.html.
[28][28] Stutzer, Geology of Coal [Geología del carbón], p. 310; Patriarcas y profetas, p. 99,
citado en Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 2], p. 20.
[29][29] E. E. Thurlow, “Western Coal” [Carbón Occidental], Mining Engineering
[Ingeniería minera], 26 (1974), pp. 30-33, citado en Ibid., p. 21.
[30][30] G. Sherburne Rogers, “Baked shale and Slag Formed by the Burning of Coal
Beds”, U. S. Geological Survey Professional Paper, 108-A (1918), citado en Ibid., p. 21.
[31][31] Johns, “Ellen G. White and Subterranean Fires, Part 2” [Elena de White y fuegos
subterráneos, Parte 2], p. 22. “Las minas de carbón de Alemania han llegado a ser una
verdadera mina de oro para un estudio de las declaraciones científicas de Elena de White,
mostrando el entretejimiento de lo divino y humano en una manera única”. – Ibid., p. 22.
[xxxii][32] Health Reformer, octubre 1871, pp. 120-121.
[xxxiii][33] Ibid., julio 1867.
[xxxiv][34] Ibid., enero 1871.
[xxxv][35] Ibid., octubre 1871.
¿Predicciones no cumplidas?
¿Inglaterra declararía la guerra durante la
guerra civil de Estados Unidos?
¿Predijo Elena G. de White que Inglaterra declararía la guerra contra Estados Unidos? A
continuación, aparece el contexto de su comentario:
“Inglaterra está estudiando cuándo es el mejor momento para tomar ventaja de la
presente condición de debilidad de nuestra nación y aventurarse a hacer guerra contra
ella. Está pesando las decisiones y tratando de tentar a otras naciones. Teme que, si
comienza una guerra fuera de su territorio, se debilitaría en su tierra y que otras
naciones se aprovecharían de su debilidad. Otras naciones están actuando silenciosa,
aunque activamente en sus preparaciones para la guerra, y están esperando que
Inglaterra haga guerra contra otra nación, porque entonces tendrán la oportunidad de
tomar venganza en ella por la ventaja que obtuvo de ellas en el pasado y por la injusticia
que les hizo. Parte de los súbditos de la Reina están esperando una oportunidad favorable
para quebrantar su yugo; pero si Inglaterra piensa que será provechoso, no dudará un
instante en aprovechar sus oportunidades para ejercer su poder y humillar a nuestra
nación. Cuando Inglaterra declare la guerra, todas las naciones tendrán un interés
propio que satisfacer, y habrá guerra general, confusión general” (Testimonies for the
Church [Testimonios para la Iglesia], vol. 1, p. 259).
Note el carácter condicional de estas declaraciones: “Teme que si comienza una guerra
fuera de su territorio, se debilitaría en su tierra”. “Pero si Inglaterra piensa que será
provechoso”. Luego sigue la frase: “Cuando Inglaterra declare la guerra…” Es evidente que
la Sra. White está usando aquí la palabra “cuando” como un sinónimo de “si”, lo cual es
buen inglés. De hecho, si no comprendemos así la palabra “cuando” en esta relación,
tenemos una situación inusual –una serie de “si” problemáticos seguidos de una
declaración simple de que Inglaterra está por declarar la guerra. Así la última frase de la
Sra. White haría que sus frases anteriores no tuvieran sentido.
En la página previa, Elena de White usó la misma construcción gramatical: “Cuando
nuestra nación observe el ayuno que Dios ha escogido, entonces aceptará sus oraciones…”.
Nadie discutiría que la palabra “cuando”, en esta relación, introduce una declaración
simple concerniente a un evento futuro que sucedería indiscutiblemente.
Un paralelo inspirado de estas construcciones “si” y “cuando” se encuentran en Jeremías
42:10-19. El profeta habla a Israel sobre morar en Palestina en lugar de descender a Egipto:
“Si permanecéis quietos en esta tierra,…” (v. 10).
“Pero si decís: ‘No habitaremos en esta tierra’,…” (v. 13).
“Si vosotros volvéis vuestros rostros para entrar en Egipto,…” (v. 15).
“Cuando entréis en Egipto;…” (v. 18).
Es evidente que la frase “Cuando entréis en Egipto;…”, se puede entender como sinónima
con “Si entráis en Egipto”.
Con la frase “Cuando Inglaterra declare la guerra”, entendida como sinónima de “si
Inglaterra declarara la guerra”, la declaración cambia de una predicción a una declaración
de mera posibilidad, pero una posibilidad, no obstante, cuyo pleno potencial muchos
pueden no darse cuenta. La Sra. White no estaba haciendo una predicción sino una
declaración condicional. Este uso de “cuando” por “si” es una práctica común en el idioma
inglés.
[Adaptado de Francis D. Nichol, Ellen G. White and Her Critics [Elena de White y sus
críticos], pp. 122-123.)
Jerusalén nunca ha de ser reconstruida
Elena de White escribió en 1851 que “la vieja Jerusalén nunca [sería]… edificada”.[1][36]
Por sí misma, la declaración parece insostenible. Pero cuando se reconstruye el marco que
la acompaña, encontramos que la Sra. White estaba aconsejando al grupo creciente de
adventistas que tanto el fijar fechas[2][37] como la noción de la “era venidera”[3][38] no
eran compatibles con la verdad bíblica. Ella recalcó que las profecías del Antiguo
Testamento respecto al establecimiento de un reino judío en Palestina estaban basadas
sobre la condición de la obediencia y caducaba su vigencia debido a la desobediencia. Las
profecías incumplidas se cumplirían en el “Israel venidero” como se expone en el texto del
Nuevo Testamento.
Por lo tanto, el movimiento popular de las décadas de 1840 y 1850 para promover un
estado sionista en Palestina no era un cumplimiento de la profecía bíblica ni un proyecto en
el cual los adventistas deberían involucrarse. Las advertencias e instrucciones de la Sra.
White tenían el propósito de desviar el interés en Palestina y dirigirlo hacia la obra que
Dios había abierto ante ellos.
En una visión de septiembre de 1850 ella vio que era un “gran error” creer “que tienen el
deber de ir a la vieja Jerusalén, y [pensar]… que tienen una obra que hacer allí antes que
venga el Señor;… porque los que piensan que todavía tienen que ir a Jerusalén fijarán sus
pensamientos en esto y privarán de sus recursos a la causa de la verdad presente para
transportarse a sí mismos y llevar a otros allí”.[4][39]
Menos de un año más tarde, en agosto de 1851, ella escribió con mayor énfasis “que la vieja
Jerusalén nunca será edificada; y que Satanás estaba haciendo cuando podía para extraviar
en estas cosas a los hijos del Señor ahora, en el tiempo de reunión, a fin de impedirles que
dediquen todo su interés a la obra actual de Dios e inducirlos a descuidar la preparación
necesaria para el día del Señor”.[5][40]
¿Cómo entendieron esta declaración los lectores de Elena G. de White? Que no hay luz en la
enseñanza popular de la “era venidera”, que no tiene significado bíblico el hecho de que los
judíos regresen a Palestina, que Jerusalén nunca será reconstruida en un período milenial
futuro. Ella no estaba hablando de una posible reconstrucción política de Jerusalén sino de
una reconstrucción proféticamente significativa de la vieja Jerusalén. Seguir pensando de
esa manera, destacó ella, era hundirse más en los engaños de Satanás y alejarse de los
deberes presentes.[6][41]
Para profundizar un estudio sobre este tema, leer Julia Neuffer, “La reunión de Israel” en la
Biblioteca de Referencia.
Elena de White deja en claro, no obstante, que Adán no fue engañado en la misma forma que
Eva en Patriarcas y profetas, p. 42).
A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y el Señor dijo: “A tu marido será tu
deseo, y él se enseñoreará de ti.” En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen
permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre hubieran
estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía
podían mantenerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la primera en
pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero, contrariando la
instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y ahora ella fué puesta en sujeción a su marido.
Si los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido apreciados por la humanidad
caída, esta sentencia, aunque era consecuencia del pecado, hubiera resultado en bendición
para ellos; pero el abuso de parte del hombre de la supremacía que se le dió, a menudo ha
hecho muy amarga la suerte de la mujer y ha convertido su vida en una carga.