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EL RENACIMIENTO

I. Introducción.

El término Renacimiento es un término que define todo el proceso de transformación


cultural y social posterior a la Edad Media. Está íntimamente unido al Humanismo, movimiento
cultural iniciado en Italia que tiene al hombre como centro y medida de todas las cosas y que
supuso el renacer de los estudios clásicos y a la admiración por los autores grecolatinos. Al
tiempo que se produce la revalorización del latín, se promociona el uso de las lenguas vulgares
para llevar la cultura al mayor número de lectores. La imprenta, que aparece en Europa en la
segunda mitad del siglo XV, será una verdadera revolución que difundirá las nuevas ideas y la
cultura de forma imparable, lo que favorecerá el nacimiento de ideales como la libertad de
pensamiento y de creación.

La cultura y la ciencia contribuyen al desarrollo material y favorece una nueva


organización social en la que cobra gran importancia una nueva clase social urbana, la burguesía.
Entre los siglos XIV y XV empiezan a imponerse unas nuevas relaciones sociales basadas en el
individuo y el concepto del hombre como motor de la historia. Se destaca la dignidad del
hombre, lo cual se opone al teocentrismo de la sociedad medieval. Ello explica también el
intenso vitalismo que se manifiesta tanto en el arte y en la literatura de este período. Se canta al
amor y a los placeres. El universo y la naturaleza parecen estar a disposición del ser humano,
que, con la ciencia y la técnica, se cree capaz de dominarlos y organizarlos racionalmente, con
el fin de explotarlos de modo adecuado. Se considera que el saber puede hacer mejor al hombre,
lo que permitió un avance científico-tecnológico sin precedentes y los grandes descubrimientos
geográficos de la época .

Se difunden las ideas del holandés Erasmo de Rotterdam, probablemente el más importante
humanista del Renacimiento. En su obra, a menudo mediante la ironía y la sátira, pasa revista
a todos las cuestiones sociales, políticas y religiosas del momento. Erasmo propugnaba una
religión pura, desprovista de ceremonias exteriores y de hipocresías, una religiosidad íntima y
personal libre de todo tipo de supersticiones. El deseo de una renovación religiosa culminará
pronto en la fragmentación de la Iglesia cristiana con el auge de la reforma protestante
promovida por Martín Lutero. La reforma luterana se extendió rápidamente por la Europa del
Norte. El luteranismo proponía como ideal la vuelta a la pureza evangélica y defendía una
religiosidad individual basada en el libre examen, en la lectura personal de los libros sagrados.
La Iglesia Católica convocó a mediados de siglo el Concilio de Trento en un intento de hacer
frente a la expansión del protestantismo. Esta reacción dará lugar a un movimiento religioso y
político denominado Contrarreforma.

Este auge histórico-cultural es inseparable de las nuevas condiciones históricas. El arte y


las ciencias adquieren una autonomía frente a la religión, lo que permitirá un desarrollo sin
precedentes. Baste mencionar en el campo científico figuras como las de Copérnico, Kepler y
Galileo. En el terreno artístico la lista de nombres sería interminable: pintores y escultores como
Rafael, Miguel Ángel, Tizziano, Piero della Francesca, Boticelli... la nómina de escritores es
excepcional: Ariosto, Castiglione, Maquiavelo y Tasso en Italia; Rabelais, Ronsard y Montaigne
en Francia; Sá de Miranda y Camoens en Portugal; Marlowe y, a finales de siglo, Shakespeare
en Inglaterra. También en España es época de esplendor literario.
II. Orígenes del Renacimiento

La ciudad de Florencia, capital de la Toscana, es considerada como la cuna de una nueva


civilización europea. Florencia toma el testigo de los logros culturales desarrollados en Provenza
en el siglo anterior. Durante las luchas del siglo XIII entre el papa y el emperador, Florencia
asistió al ascenso de una burguesía comercial y a la ruina de las viejas familias aristocráticas. A
partir de entonces Florencia fue una República independiente. Las familias poderosas de
Florencia, en un principio, y de otras ciudades italianas después consideraron el patrocinio del
arte como símbolo de prestigio social. Aparece así la figura del mecenas, o persona poderosa y
principal que contrata los servicios de un artista para que haga obras en su honor.

En Florencia, o de familias florentinas, nacieron los tres grandes genios del siglo XIV:
Dante, Petrarca y Boccaccio. Su obra es fundamental para comprender la cultura europea de los
siguientes siglos, de la cual ellos son los verdaderos creadores. La Divina Comedia, el
Cancionero y el Decamerón, respectivamente, son el más alto legado literario que nos ha
quedado de ellos. Durante el siglo XV el Renacimiento continúa en Italia brillando
principalmente en artes como la pintura, a escultura y la arquitectura. Hasta el siglo XVI no se
incorporaron otras naciones europeas a este movimiento y fue en España en donde arraigó
primero fuera de Italia.

La pronta incorporación de España al Renacimiento europeo fue propiciada por las


tradicionales relaciones entre Italia y Aragón, a cuya corona pertenecían los reinos de Sicilia y
Nápóles. La instauración de la dinastía de los Austrias no solamente modernizó el Estado, sino
que España se sitúo en el centro político de un gigantesco imperio. Se puede hablar de dos etapas
de la cultura renacentista española. Una primera le expansión cultural, que abarca la primera
mitad del siglo XVI, con el emperador Carlos V, caracterizada por su apertura a Europa y a las
nuevas ideas. Literariamente sus mejores logros se dieron en la lírica y en la labor de los
humanistas como Juan de Valdés y Luis Vives. Una segunda etapa de repliegue cultural se
identifica con los reinados de Felipe II y de Felipe III, dominada ideológicamente por la
Contrarreforma y por la intransigencia religiosa.

III. Dante Alighieri y la Divina comedia

Dante nació en Florencia, en 1265, en el seno de una familia de la pequeña nobleza. El


acontecimiento más importante de su trágica juventud, según su propio testimonio, fue conocer,
en el año 1274, a Beatriz, la mujer a quien amó y que exaltó como símbolo supremo de la gracia
divina, primero en La vida nueva y, más tarde, en su obra maestra, La Divina Comedia. Beatriz
murió en 1290, con apenas 20 años y, a pesar de que, Dante sólo la vio en tres ocasiones y nunca
habló con ella, se convirtió en la musa inspiradora de casi toda su obra.

Su amor por Beatriz queda reflejado en su obra Vita nova, conjunto de poemas y prosas
dirigidos a Beatriz, razón de la vida del poeta y también de sus tormentos. Dante se convierte en
la figura principal del Dolce stil nuovo, escuela poética italiana de la segunda mitad del siglo
XIII que unen las convenciones del amor cortés con elementos de misticismo religioso. La
amada se transforma en la Donna angelicata, ser más próximo a los ángeles que a los humanos
y cuya contemplación va a inspirar el camino vital y literario de poeta. El juego poético-amoroso
oscila entre la pasión imposible y la espiritualizada idealización de la figura de su amada, aunque
las rígidas formas del estilnovismo adquieren una fuerza y sinceridad nuevas en manos de Dante.
Pero su obra cumbre a la que dedicó los últimos años de su vida fue la Divina comedia.
Dante tituló a su extensísimo poema Comedia, aunque una larga tradición iniciada por Boccaccio
la ha adjetivado como Divina, tanto por su grandiosidad como por tratar de asuntos no terrenales.
No se sabe con exactitud cuándo comenzó Dante la redacción de la Comedia. Es posible que la
composición tuviera su inicio hacia 1306-1307, desde poco después de iniciar su destierro de
Florencia por disputas política, y durara hasta poco antes de morir (1320), o sea, durante unos
quince años.

La Divina Comedia relata el viaje de Dante por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso,


guiado por el poeta romano Virgilio. El poema comienza con el encuentro de Virgilio con Dante,
que se ha perdido en una selva y tropieza con bestias salvajes. Virgilio le confiesa al poeta que
ha venido en nombre de Beatriz, una dama virtuosa, y lo conduce por un largo viaje de redención
que comienza en el Averno y acaba con la contemplación del Paraíso, donde habita el espíritu
de Beatriz cerca de la gloria de Dios.

La Comedia está dividida en tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso), cada una de las
cuales consta de 33 cantos, que con el canto que sirve de introducción suman un total de cien
cantos. A su vez, el Infierno se divide en 9 círculos, el Purgatorio en 9 partes y el Paraíso en
9 cielos. Los condenados se agrupan en tres series (incontinentes, violentos y fraudulentos).
Los que purgan sus pecados también forman tres grupos (los que siguieron un amor que les
llevó al mal, los que amaron poco el bien y los que manifestaron un amor desmesurado a los
bienes terrenales) y en el Paraíso se encuentran los seglares, los activos y los contemplativos,
según el grado y tipo de amor que hayan mostrado a Dios.

El número cien es simbólico y constituye una cantidad habitual en los textos


medievales de carácter didáctico; del mismo modo, el número tres, base de la concepción
estructural de la Comedia, también tiene un alto valor simbólico en la numerología medieval,
como muestra de la perfección y del misterio de la Trinidad.

IV. La lírica renacentista: el petrarquismo

El famoso Cancionero, de Francesco Petrarca (1304-1374), sirvió de ejemplo poético


para la poesía amorosa universal durante los siglos XVI y XVII. El petrarquismo tuvo su
origen en la lírica de dos tradiciones anteriores: la poesía trovadoresca y la del Dolce stil
nuovo:

- La tradición trovadoresca. La poesía trovadoresca, nacida en la región francesa de la


Provenza, respondía a unos modelos sociales típicamente medievales: el poeta (vasallo)
consideraba su amor como servicio a la dama (señor). Se trataba de un amor imposible
porque el poeta pretendía a una dama inalcanzable tanto por estar casada como por
pertenecer a un estamento social superior. Esta circunstancia imponía el tono contenido en la
expresión de los sentimientos.

- II dolce stil nuovo. La lírica culta trovadoresca fue pronto superada en Italia por los
representantes del Dolce stil nuovo. El nuevo estilo eliminó la relación de vasallaje e
incorporó el motivo del poder beatificador de la amada y su influjo espiritual sobre el
amante. La mujer es la donna angelicata, mensajera y compendio de lo celeste. Entre los
poetas de esta escuela, que se desarrolló a finales del siglo XIII, sobresale la figura de Dante
Alighieri (1265-1321), a quien se debe la denominación de la escuela. La Laura de Petrarca
heredará parte del aura angelical con que dota a las mujeres esta escuela:
No era su caminar cosa mortal
sino de forma angélica; y sonaba
su voz como no suena voz humana.

A un celestial espíritu miraba,


a un sol vivo: y si ya no fuese igual,
porque distienda el arco no me sana.

Petrarca añade a esta tradición elementos radicalmente innovadores que tardarían aún
un siglo en ser imitados, primero, en España y en Portugal, después en Francia y en
Inglaterra. Los rasgos fundamentales de la poesía petrarquista que se expandió por Europa
son los siguientes:

a) El poeta concibe acentúa la idea del amor como conflicto íntimo, expresado en
sentimientos contradictorios (pena/gozo; vida/muerte).
Paz no encuentro, y no tengo armas de guerra:
temo y espero: ardiendo, estoy helado;
vuelo hasta el cielo, pero yazgo en tierra;
no estrecho nada, al mundo así abrazado.

b) La poesía de Petrarca humaniza la figura de la amada: la describe físicamente, exalta su


belleza y enaltece su virtud y perfección espiritual.

Oro el cabello, el rostro nieve ardiente,


cejas de ébano y ojos como estrellas.

c) La Naturaleza interviene en el devenir de la pasión amorosa del poeta, ya sea como


reflejo, o como marco de su estado de animo.

Valle que de mis quejas hoy se llena,


río que con mi llanto amargo creces,
fieras silvestres. lindas aves, peces
a los que una, y la otra, orilla frena.

d) Y, sobre todo. Petrarca acierta en el hallazgo de un tono de franqueza y confesión


íntima desconocidos hasta entonces, y con el que el lector puede identificarse.

No hay médula en mis huesos, sangre en fibra


que no hayan temblado cuando he ido
junto a la que en su peso suspendido
me tiene, y muerte y vida allí equilibra.
Francesco Petrarca: Cancionero
e) Se realiza un descripción física de la dama utilizando metáforas tomadas de los elementos
más nobles de la naturaleza (flores, metales preciosos, gemas...) para poder ensalzar sus
virtudes físicas e interiores. Las imágenes y metáforas petrarquistas serían recreadas una y
otra vez por sus continuadores.

f) La literatura clásica grecolatina será la fuente constante para Petrarca. La mitología


grecolatina proporcionará imágenes y temas a la poesía renacentista. Por otro lado, una serie
de tópicos clásicos reaparecerán insistentemente en la lírica renacentista:

- Carpe diem (Goza del día de hoy): llamada a aprovechar el momento, pues la vida
es breve y la fortuna variable y no se sabe qué puede ocurrir mañana.
- Collige, virgo, rosas (recoge, doncella, las rosas): exhortación a una joven para que
ame antes de que el tiempo marchite su belleza.

- Áurea mediocritas (La feliz mediocridad): alabanza de la vida moderada, alejada de


grandes ambiciones y pasiones que sólo acarrearían preocupaciones e infelicidad.

- Beatus Ille (Feliz aquél): añoranza de la vida apartada del fragor mundano,
generalmente en contacto con la naturaleza, lugar apropiado para encontrar la paz y
la armonía. A éste estaría muy próximo otro tópico renacentista conocido como
menosprecio de corte y alabanza de aldea, en el que por iguales motivos se pondera
la vida en el campo en detrimento de la ajetreada y conflictiva vida cortesana.

g) El petrarquismo asimiló rápidamente elementos de la denominada filosofía neoplatónica.


Se explica así el hecho de que, a pesar de su sensualismo, la temática poética sea
esencialmente espiritualista e idealista. Algunas de las ideas neoplatónicas que formarán
parte del trasfondo ideológico del petrarquismo son:

- El mundo material, como emanación de Dios que es, resulta un reflejo del mundo
divino.
- El amor posee una fuerza purificadora, porque en la belleza de la amada se proyecta
la Belleza espiritual y absoluta.

Las formas y temas petrarquistas pasaron a ser patrimonio común europeo a lo largo del
Quinientos. Petrarca se convirtió en el primer clásico de la Edad Moderna y en el principal
estímulo para la creación poética en las lenguas vulgares.

V. Francesco Petrarca

Francesco Petrarca (1304, Arezzo-1374, Arqua) nació en Arezzo, hijo de un notario


florentino. Petrarca se declaró siempre florentino, aunque nunca quiso vivir en la ciudad, ni
siquiera, cuando siendo ya muy famoso, se le ofreció la restitución de todos los bienes
confiscados a su padre. La familia se trasladó a Aviñón, y allí, en 1327, vio a la mujer que le
inspiró su poesía amorosa. La llamó Laura, aunque su verdadera identidad se desconoce. Murió
en Arqua y, según cuenta la tradición, sus familiares lo encontraron muerto, con la cabeza
reclinada sobre un libro, como si se hubiera quedado dormido mientras leía.

A Francesco Petrarca se le recuerda hoy como autor del Cancionero, el modelo en que
generaciones de poetas europeos han aprendido a expresar el amor gracias al minucioso análisis
de su pasión por Laura. Sin embargo, fue más famoso en vida por su actividad como humanista
rescatando y divulgando numerosas obras de los autores latinos: una parte fundamental de la
literatura latina se entendió mejor al pasar por las manos de Petrarca. Su fama como poeta y
erudito le ganó pronto el reconocimiento entre sus contemporáneos y en 1341, fue coronado
poeta laureado en Roma, el momento más memorable de su vida.

La renovación de la lírica en lengua vernácula sería impensable sin la creación poética


de Petrarca. De ahí que Petrarca venga a ser el primer clásico de la Edad Moderna. El
Cancionero, escrito entre 1336 y 1374. está compuesto por trescientos sesenta y seis poemas,
la gran mayoría de ellos sonetos, que refieren la historia de un amor no correspondido. El objeto
de los poemas es tanto Laura como los efectos del amor sobre el amante: su sufrimiento
ejemplifica la naturaleza contradictoria del amor. El poemario contiene un análisis del yo
desconocido en la Edad Media. Además, la aparición de la figura de la amada confirió un nuevo
sentido a la expresión del amor. A partir de Petrarca empezó a asociarse a una mujer real, de
carne y hueso, como la Elisa de Garcilaso o la Helena de Ronsard.

VI. El petrarquismo en Europa

En Italia, Pietro Bembo (1470-1547) fue el poeta italiano que mejor encontró en Petrarca
todas las cualidades de la poesía en lengua vulgar. En 1501, edita y comenta el Cancionero de
Petrarca y, en la influyente obra titulada Prosas de la lengua vulgar (1525), propone a Petrarca
como el paradigma clásico de la poesía italiana. En sus obras imita temas y formas petrarquistas
y con ellas alcanzó la fama de un segundo Petrarca.

Es a mediados del siglo XVI cuando se impone la nueva poesía renacentista en Francia.
El espaldarazo definitivo para la evolución de la lírica francesa lo dio la formación de La
Pléyade, un grupo de siete escritores entre los que destaca Pierre de Ronsard (1524-1585). Hoy
en día, a Ronsard se le sigue considerando como uno de los poetas franceses de mayor prestigio
universal. Al igual que en Petrarca, en su lírica puede rastrearse la huella de su experiencia
personal y combina el petrarquismo con elementos literarios de la Antigüedad.

En Inglaterra, no fue hasta la época isabelina, en la segunda mitad del siglo XVI, cuando
el petrarquismo se impuso a corrientes anteriores gracias a la figuras de Edmund Spenser (1552-
1599) y de William Shakespeare (1564-1616). En los poetas ingleses se distinguen del modelo
italiano porque sus composiciones tienen un matiz más sensual.

En España se impone la poesía petrarquista en la primera mitad del siglo XVI, con
Garcilaso de la Vega y Juan Boscán como máximos representantes. Son muchos los escritores
que compusieron poesía durante el siglo XVI. Además de los ya citados Boscán y Garcilaso,
contribuyen a la renovación poética en los años centrales del siglo autores como Diego Hurtado
de Mendoza, Hernando de Acuña o Gutierre de Cetina. En la segunda mitad de siglo, los poetas
suelen agruparse en dos escuelas: la salmantina o castellana, a la que pertenecerían fray Luis
de León, Francisco de Aldana o Francisco de la Torre , y la escuela sevillana o andaluza, con
Fernando de Herrera. También se suma al petrarquismo la poesía religiosa, cuyos autores más
destacados son Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.

En el siglo XVII continúa la tradición petrarquista con las innovaciones propias del
Barroco con Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Luis de Góngora y la legión de seguidores
de estos.

VII. La poesía bucólica.

Por lo general, toda sociedad genera una imagen ideal de un mundo al que aspira. En la
cultura del Renacimiento y del Barroco esa imagen cristaliza en la Arcadia, un espacio ideal
habitado por inocentes ninfas y pastores. El mito arcádico se remonta a la literatura bucólica de
la Antigüedad clásica, como Virgilio que lo usó como ideal frente a la civilización urbana.

El iniciador del género bucólico en la época moderna fue Jacopo Sannazaro (1456-1530)
en su Arcadia (1504). La obra hizo rápidamente famoso a su autor y desencadenó una serie
interminable de imitaciones. Los rasgos del género tal y como se establecieron en la Arcadia
son los siguientes:

a) Los protagonistas son pastores que exponen sus casos de amor desde una perspectiva
idealizada y platónica.

b) Idealización del paisaje. Los poetas grecolatinos habían establecido un tema literario,
el locus amoenus (lugar agradable) que recreaba un lugar paradisiaco. Los autores renacentistas
actualizarán este tópico.

c) Sannazaro añade la novedad de establecer una correspondencia entre el paisaje y el


estado anímico del poeta. Aparece una naturaleza que se conduele o se hace eco de sus penas.

d) En las novelas se mezcla el verso y la prosa. Los autores de relatos arcádicos utilizan
un lenguaje estilizado.

El tema bucólico tiene muchos seguidores en la literatura europea posterior. En verso,


el español Garcilaso de la Vega (1501-1536) introdujo el modelo bucólico en sus tres églogas.
En Inglaterra, el ejemplo más notable son las doce églogas de El calendario del pastor (1579),
de Edmund Spenser. En prosa, La Arcadia dio lugar a la moda de las novelas pastoriles, tan
populares en España desde la publicación de La Diana (1559), del portugués Jorge de
Montemayor. Más tarde cultivaron el género Cervantes (La Galatea, 1585) y Lope de Vega (La
Arcadia, 1598).

VIII. Poesía épica.

La actualización de la épica culta en el Renacimiento está relacionada con la propaganda


de las dinastías europeas. Así, la épica renacentista mezcla los ideales caballerescos con las
ambiciones de poder y de colonización de los grandes señores de la nueva época.

Formalmente estas obras siguieron el canon clásico: la Odisea y la Iliada de Homero y


la Eneida de Virgilio. En el Renacimiento existen dos tipos de épica culta: la épica caballeresca,
heredera de la épica medieval con el Orlando furioso de Ludovico Ariosto; la épica histórico-
nacionalista, que responde al deseo de apología de las grandes potencias europeas en su
expansión por otros continentes. De ahí que sus mejores ejemplos se hayan dado en lengua
portuguesa y en castellano, pues Portugal y España eran las potencias en expansión entonces.
Las dos obras mas representativas de este grupo son: Los Lusíadas (1572), de Luis Vaz de
Camoes y La Araucana (1569-1589), de Alonso de Ercilla (1533-1594).

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