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TENDENCIAS DE LA NARRATIVA A PARTIR DE 1939

Después de la Guerra Civil, el ambiente de desorientación cultural es muy


acusado en el campo de la novela, pues se ha roto con la tradición inmediata:
quedan prohibidas las novelas sociales de preguerra, así como las obras de los
exiliados.

Dos fechas suelen señalarse como indicios de un nuevo arranque del género:
1942, con “La familia de Pascual Duarte” de Cela, y 1945, con “Nada” de
Carmen Laforet. La primera novela, con su agria visión de la realidad, inauguró
una corriente que se llamó tremendismo y que consistía en una selección de
los aspectos más duros de la vida. La segunda causó un fuerte impacto,
porque abordaba una parcela irrespirable de la realidad cotidiana del momento:
la protagonista es una muchacha que había ido a estudiar a Barcelona, donde
vive con unos familiares en un ambiente sórdido de mezquindad, de histeria, de
ilusiones fracasadas...

En la década de los cincuenta, con la publicación de “La colmena” de Cela y su


despiadada visión de la sociedad madrileña, se abre un nuevo rumbo para la
novelística española, que empieza a marchar por el camino del relato objetivo y
da lugar al llamado realismo social. Esta corriente, que también se da en la
poesía y el teatro, incluye autores como: Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández
Santos, Juan Goytisolo, Ana María Matute, Armando López Salinas. Propugna
la utilización de la literatura como arma para transformar la sociedad. Son
rasgos comunes: la solidaridad con los humildes y los oprimidos, la
disconformidad ante la sociedad española, el anhelo de cambios... Pueden
señalarse dos tendencias:

• El realismo crítico. Los personajes suelen ser tipos que encarnan los
valores de la clase social a la que representan. Se subordina la forma al
contenido y se pretende, mediante la utilización de un lenguaje sencillo y
abundantes diálogos, agitar las conciencias. Un buen ejemplo es “La mina”
de A. López Salinas, a la que pertenece el siguiente fragmento:

A Joaquín se le escaparon las palabras. Como arrastrándose desde muy


adentro, haciéndole daño en el pecho, le salió la voz:
-Dicen que todos los hombres somos iguales, yo digo que no es verdá, que
todos nacen lo mismo, pero luego no es verdá; hay quien quiere trabajar y
no trabaja, y hay quien quiere y otros le sacan las castañas del fuego.
-Sí –dijo otro hombre, le llamaban el “Mellao” pues le faltaban la mayor
parte de los huesos de la boca-. Así estamos sin carne entre el cuero y el
hueso. Ojalá que hiciera Dios que el amo no dejara la tierra para pasto, que
no echara cabras ni ovejas, que plantara trigo y cebá. Ojalá que lo hiciera.
No dijo más el “Mellao” y quedó en silencio, fumando. Ni cuando tenía
hambre o frío, el “Mellao”, había dicho tantas palabras seguidas. Nunca
decía nada, esperaba. Era viejo y llevaba mucho tiempo esperando. Una
vez había oído hablar de un reparto de tierras entre los campesinos pobres,
pero eso era demasiado bueno para que pudiera ser cierto. “De todas
maneras fue bonito, tenían buena voluntad para nosotros.” Luego añadía:
“Uno vivía ilusionao. Después, todo se lo llevó el demonio”.
-Yo creo que esta tierra la hacen mala los hombres. Tienen tierras y no
viven en ellas, las tienen en barbecho porque el campo no pide pan como
las criaturas. Toda la vida he trabajado y toda la vida ando maldiciendo esta
puta tierra –comentó el tío Emilico.

• El objetivismo surge, cuando los escritores se dan cuenta de la inutilidad de


dirigir sus novelas a los obreros y campesinos. La nueva táctica consiste en
escribir para la burguesía, pero criticándola. Para ello, recurren a la técnica
del objetivismo conductista que consiste en ofrecer un testimonio escueto
de la realidad, a través de los diálogos de los personajes, sin que el autor
intervenga apenas. “El Jarama” de Sánchez Ferlosio encaja en estas
coordenadas.

En 1962 apareció “Tiempo de silencio” de Martín Santos, novela que marca el


cierre de la corriente de realismo social y la apertura de un nuevo ciclo en el
que se concede mayor atención a los aspectos formales. Su autor incorpora
procedimientos utilizados en Europa y América: ruptura del relato lineal,
alternancia de distintos puntos de vista y personas gramaticales, monólogo
interior, alteraciones de las normas de puntuación, fusión de géneros...

La novela de los setenta continúa la búsqueda de nuevas formas y el


experimentalismo se lleva al máximo. Sin embargo, algunos autores,
asimiladas ya las innovaciones más consistentes, ponen en juego la
imaginación y la fantasía (Torrente Ballester en “La saga/fuga de JB”) o
descubren el placer de contar (Eduardo Mendoza en “La verdad sobre el caso
Savolta”). En esta última novela, se conjugan el interés de la intriga con la
utilización de nuevas técnicas narrativas, como la ruptura del orden cronológico
mezclando secuencias que se desarrollan en diferentes tiempos: parte de un
artículo periodístico, fragmento de la declaración del protagonista ante un juez,
retazos de conversaciones en una fiesta, descripción del despacho de un
célebre abogado...

En los años ochenta el experimentalismo radical es mantenido por escasos


autores, pues la mayoría se orienta hacia formas narrativas más tradicionales.
Cultivan un nuevo realismo que no se pliega ni a la tradición decimonónica ni a
la de los años cincuenta y emplean una amplia gama de técnicas narrativas.

En la década de los noventa y primeros años del siglo XXI, destacan las
siguientes técnicas y tendencias:
• Novela de evocación: “El jinete polaco” de Muñoz Molina, donde aparece
una estrecha alianza entre historia personal y colectiva; “La lluvia amarilla”
de Julio Llamazares, monólogo del último habitante de un pueblo
abandonado del Pirineo aragonés.
• Novela histórica, cultivada por autores como Arturo Pérez Reverte o Javier
Cercas... Un significativo ejemplo lo tenemos en “Soldados de Salamina”
(2001), novela del segundo de los autores citados, en la que se reconstruye
un pasaje de la historia de España: el fusilamiento de un grupo de presos
franquistas, entre los que se encuentra el ideólogo de la falange Sánchez
Mazas, que logra escapar. Veamos un fragmento:
Cuando salí hacia el frente en el 36, iban conmigo otros muchachos.
Eran de Tarrasa, como yo; muy jóvenes, casi niños, igual que yo (...)
Ninguno de ellos sobrevivió. Todos muertos (...) Desde que terminó la
guerra, no ha pasado un solo día sin que piense en ellos. Eran tan
jóvenes... Murieron todos. Todos muertos. Muertos. Muertos. Todos.
Ninguno probó las cosas buenas de la vida: ninguno tuvo una mujer
para él solo, ninguno conoció la maravilla de tener un hijo y de que su
hijo, con tres o cuatro años, se metiera en su cama, entre su mujer y él
(...) A veces sueño con ellos, y entonces me siento culpable: les veo a
todos, intactos y saludándome entre bromas, igual de jóvenes que
entonces, porque el tiempo no corre para ellos, igual de jóvenes y
preguntándome por qué no estoy con ellos, como si los hubiese
traicionado, porque mi verdadero lugar estaba allí; o como si yo
estuviese usurpando el lugar de alguno de ellos; o como si en realidad
yo hubiera muerto hace sesenta años en cualquier cuneta de España o
de África o de Francia y estuviera soñando una vida futura con mujer e
hijos, una vida que iba a acabar aquí, en esta habitación de un asilo,
charlando con usted. –Miralles siguió hablando, más deprisa, sin
secarse las lágrimas, que le caían por el cuello y le mojaban la camisa
de franela-. Nadie se acuerda de ellos, ¿sabe? Nadie. Nadie se acuerda
siquiera de por qué murieron, de por qué no tuvieron mujer e hijos y una
habitación con sol, y, menos que nadie, la gente por la que pelearon. No
hay ni va a haber nunca ninguna calle miserable de ningún pueblo
miserable de ninguna mierda de país que vaya a llevar nunca el nombre
de ninguno de ellos (...) no pasa un solo día sin que piense en ellos.

• Novela metaliteraria: “Juegos de la edad tardía” de Luis Landero,


protagonizada por un oficinista gris, Gregorio Olías, que basa su existencia
en una mentira -hacerse pasar por un gran escritor- en la que involucra a
otro pobre diablo, Dacio Gil. Al final, la ficción triunfa sobre la realidad y la
literatura sobre la vida.
• Novela intelectual: “Mañana en la batalla piensa en mí” de Javier Marías, en
la que el autor madrileño, a partir de la muerte de una mujer que
conocemos desde la primera frase, hace reflexionar al personaje
protagonista sobre cuestiones trascendentales, como la vida y la muerte, el
miedo, el ocultamiento, el olvido, el engaño...

Finalmente, en cuanto a la narrativa breve, hay que resaltar que el cuento vive
en estos últimos años un momento estable y creativo muy variado. José María
Merino, Enrique Vila-Matas y Javier Cercas son escritores que ha mostrado
devoción por este género.

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