Вы находитесь на странице: 1из 5

Cuarta reunión

Tercera clase
Eucaristía, sacramento de amor
La Eucaristía es el principio de una nueva humanidad y del mundo renovado, cuya plena
manifestación tendrá lugar al final de la historia. Sin embargo, ya desde ahora, crece como
semilla y levadura del Reino de Dios.
1. La sagrada eucaristía es un misterio de fe –memorial, sacrificio y sacramento. En el
sacrificio de la misa el pan y el vino son eucaristizados, transubstanciados, para convertirse
en nuestro alimento espiritual. Y, por cuanto el sacrificio de la misa se destina
primordialmente a la glorificación de Dios, el sacramento de la eucaristía mira directamente
a la santificación de las almas.
Después de la santa misa, el pan eucaristizado se conserva en los sagrarios de nuestras
iglesias y capillas; allí es adorado, con el culto de latría (adoración), y se destina a
prolongar entre los fieles las gracias del santo sacrificio de la misa.
2. La comunión eucarística hace parte integrante del santo sacrificio de la misa; por eso, es
imprescindible que el celebrante, repitiendo las palabras y los gestos de Jesucristo en la
última cena, consagre y transubstancie el pan y el vino, comulgándolos en seguida; como
también es recomendable que todos los fieles que participan en la santa misa, que es un
banquete eucarístico, reciban también la sagrada comunión nuevo mana (Dt 8, 3), manjar
divino, “pan vivo bajado del cielo” (Jn 6, 51)
3. La persona divina de Jesucristo, Verbo encarnado, glorioso en el cielo, no puede ser
dividida: donde está su cuerpo también está su sangre, y viceversa; bajo la especie de pan
como la especie del vino, están el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro señor
Jesucristo; por eso no es siempre necesario recibir las dos especies, pan y vino, porque
Jesús esta íntegramente presente y se multiplica, entero como esta en el cielo, en cada
hostia consagrada, en cada gota de vino eucaristizado en todos los altares y sagrarios del
mundo.
Por más que hoy, por motivos de convivencia práctica, la Iglesia latina de la comunión
eucarística a los fieles más frecuentemente bajo la especie de pan (en algunas
circunstancias y conmemoraciones especiales, también bajo la especie de vino), sin
embargo, hasta el siglo XVI la comunión eucarística, si bien no era tan frecuente como
ocurre en nuestros tiempos, se daba habitualmente bajo las dos especies del pan y del vino.
1 En relación con la comunión eucarística bajo las dos especies (pan y vino), es bueno saber que circulan
rumores de que en breve los católicos de la Iglesia latina podrán comulgar habitualmente bajo las dos
especies.
Sin embargo, todavía no han sido publicadas nuevas normas en relación con este asunto, por lo que
permanecen en vigor las concesiones hechas de la década del 70: aniversarios, matrimonios, bodas, exequias,
bautismo de adultos, confirmación, admisión en la comunión de la Iglesia, retiros, profesiones religiosas,
ordenaciones, jubileos y otras (cf. Directorio litúrgico – 2003, XIII, pp. 281-282).
El 7 de marzo de 2002, la radio vaticana publico la siguiente nota:
“Los fieles católicos podrán comulgar de forma habitual, bebiendo el vino del cáliz, prerrogativa que estaba
reservada, hasta ahora, en las misas ordinarias, al sacerdote; es esto lo que dispone la nueva edición del Misal
Romano, que será publicado próximamente”.
“Hasta ahora el sacramento de la comunión era recibido por medio de la hostia, y tan solo en celebraciones
excepcionales, entre las cuales se cuenta el rito del matrimonio, se permitía que los comulgantes bebiesen
también de vino”.
“El párrafo 283 del nuevo Misal Romano contiene diversas disposiciones redactadas por la congregación para
el culto Divino y la Disciplina de los sacramentos, que establece la posibilidad de la distribución diaria de la
comunión bajo las dos especies: el pan (cuerpo de Cristo) y el vino (sangre de Cristo)”.
“Con esta decisión, desaparece una prohibición que databa del concilio de Trento (1562), y que fue solo
parcialmente revocada por el concilio Ecuménico Vaticano II (1963). La universalización de esta práctica
depende de los obispos diocesanos, a quienes la Santa Sede concede la facultad de emitir normas y
proporcionar orientaciones concretas a los párrocos, sobre la nueva forma de la comunión”.
“El franciscano, padre Rinaldo Falsini, estudioso de la liturgia, señalo la importancia histórica de esas
nuevas normas y sus significativos reflejos en el movimiento y en el dialogo ecuménico. La diferencia entre
los sacerdotes y los fieles durante la comunión, observo el, era uno de los puntos de controversia y una de las
acusaciones hechas a la Iglesia católica por parte de las iglesias de Oriente y de la iglesias de la reforma
protestante” (AF).

5. Con excepción de la inmaculada virgen María, madre de Dios y nuestra, nadie es digno
de comulgar la sagrada eucaristía; esta no es un premio si no un aliento necesario, medicina
imprescindible; por eso debe ser recibida con frecuencia, si fuera posible, diariamente,
durante el santo sacrificio de la misa, como también por los niños que han llegado ya al uso
de razón.
6. Solo los enfermos mentales graves y las personas que realmente se hallen en pecado
mortal no pueden recibir este santísimo sacramento, para el cual se debe observar el
desayuno eucarístico, que consiste en obtenerse del alimento sólido y liquido (el agua no
rompe el ayuno) por espacio de una hora, que se cuenta no desde el principio de la misa, si
no desde el momento que se va a recibir la comunión.
Son maravillosos los efectos y frutos de la sagrada comunión eucarística, pues, de esta
íntima y física unión con el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro señor
Jesucristo sacramentado; nuestras almas, cuando están bien preparadas para recibir la
sagrada eucaristía, crecen en la vida espiritual, experimentan el aumento de la gracia
santificante, son preservadas del mal, de las tentaciones del demonio y de los pecados,
superan la mediocridad y progresan en el camino del amor a Dios y al prójimo,
consolidando su crecimiento en el bien, en la santificación y en la salvación propia y de los
demás.
Resumiendo, el santísimo sacramento de la eucaristía en el “tesoro de la Iglesia, el corazón
de mundo, la prenda de la meta por la que, aun inconscientemente, suspira todo ser
humano” (Ecclesia de eucharistia 59)
Tiempo después de haber comulgado, y el proceso digestivo haya destruido dentro de
nosotros las apariencias o especies del pan y del vino, Jesucristo ya no pertenece
corporalmente sacramentado en nuestro cuerpo, sino que continuara espiritualmente unido
a nosotros, por medio de su divina gracia santificante.
Así, pues, después de la comunión eucarística sacramental, cuando han desaparecido de
dentro de nosotros las especies del pan y del vino, permanecerán, espiritualmente unidos a
nosotros el padre, el Hijo y el Espíritu Santo, mientras que, por un pecado grave, no los
expulsemos de nuestra alma.
Preguntas
¿Qué es para usted la Eucaristía?
¿Qué relación tiene la Eucaristía con la vida y cuáles son sus repercusiones en ella?
¿Es suficiente la asistencia a la misa?
En la celebración de la Eucaristía están presentes personas de distintas formas de pensar,
sentir y actuar ¿qué sentido puede tener celebrar la eucarística con personas que tienen
visiones de la realidad o posiciones distintas de las nuestras?
¿Crees que el pan y el vino “se transubstancian” en aquello que es la presencia misteriosa
de Dios entre nosotros?
¿Vives eso en tu participación habitual en la eucaristía?
Quinta reunión
Cuarta clase
Evangelización y sacramentalización
Quizás alguien pudiera pensar que solo se evangeliza con la catequesis y la predicación,
porque dice San Pablo: “la fe entra por el oído” (Rm 10, 17). Así es ciertamente, pero la
celebración de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y el testimonio de vida
tienen una fuerza inigualable para evangelizar. “Ven y verás” (Lc 19, 1-10). Es la mejor
forma de llamar a seguir a Jesús. Ven y verás cómo celebramos la fe y la vivimos los
cristianos y quedarás evangelizado. No se necesita hacer grandes razonamientos, ni
adoctrinar con muchas palabras. La fuerza de los hechos es más convincente.
Esta era la forma más frecuente de evangelizar entre los primeros cristianos. Los Padres de
la Iglesia antigua catequizaban más celebrando que enseñando. La liturgia tiene la ventaja
de que evangeliza de forma visible, a través de signos, con vivencias experienciales, con la
práctica de la religión. Toda celebración litúrgica es catequética. Es “el lugar privilegiado
de la catequesis del Pueblo de Dios” (Catecismo Iglesia Católica, nº 1074). La catequesis
está intrínsecamente unida y de modo especial a la Eucaristía.
1. En sus celebraciones litúrgicas y paralitúrgicas, la iglesia del señor Jesús siempre cuida
de que adecuada evangelización prepare a los fieles y los disponga a una digna fructuosa
recepción de los santos sacramentos; es decir, es necesario que una oportuna catequesis
general y sacramental lleve al cristiano a recibir piadosa, consciente y fructuosamente –y no
pasiva ni rutinariamente- los sacramentos de la fe.
2. Al proceder de esta manera, la Iglesia del Señor Jesús no hace otra cosa que poner por
obra el solemne mandato que cristo resucitado, antes de su gloriosa ascensión al cielo, dejo
recomendado a sus apóstoles: “vayan, pues, por todo el mundo, y enseñen a todas las
naciones; y bautícenlas en el nombre de del Padre, y del Hijo y del Espíritu santo” (Mt 28,
19). Nótense las palabras claves de esta pericopa bíblica: “enseñen”, lo que equivale a la
evangelización, el kerigma general, el anuncio de la fe; “bauticen”, que corresponde a la
sacramentalización, es la recepción del sacramento como plenitud de la evangelización.
3. Esta vinculación entre evangelización y sacramentalización se halla enfatizada por el
propio concilio Ecuménico Vaticano II, en su primer documento oficial Sacrosanctum
concilium sobre la sagrada liturgia: “los sacramentos tienen por finalidad santificar a los
seres humanos, edificar el cuerpo de cristo; y, finalmente, rendir culto a Dios. Sin embrago,
a título de signos ellos tienen asimismo un papel de enseñanza y de catequesis. No
solamente suponen la fe, sino que también, por las palabras y por las cosas, ellos se
alimentan, fortalecen y expresan; por tal razón, se les llama sacramentos de la fe” (SC 59).
Sin un sólido apoyo de la catequesis global y sacramental, los fieles podrán pasar a recibir
los santos sacramentos de una manera rutinaria, como por simple costumbre, sin aprovechar
entonces debidamente su eficacia transformadora y santificadora.
4. “En primer lugar viene el anuncio del Evangelio, la presentación de la buena noticia
cristiana; después, vendrán los sacramentos”, dice el Directorio de los sacramentos –
Eucaristía (p. 79).
Todavía en relación especifica con el sacramento de la eucaristía, he aquí otra enfática
recomendación: “De ahora en adelante, la distribución de la comunión debe insertarse
dentro de una celebración de la palabra de Dios…, de tal modo, que nunca se reciba el pan
eucarístico sin antes haber probado el pan de la palabra” (la sagrada comunión y el culto
del misterio eucarístico fuera de la misa. Presentación, p. 9).
5. En la santa misa –el culto litúrgico por excelencia de alabanza, adoración y suplica a
Dios- la Iglesia del señor Jesús ofrece a los fieles a evangelización y la sacramentalización,
es decir, el Evangelio de la palabra de Dios y el sacramento del cuerpo del Señor. “Las dos
partes que constituyen, de alguna forma, la misa –es decir, la liturgia de la palabra y la
liturgia de la eucaristía- es tan íntimamente ligadas entre sí que forman un solo acto de
culto. Nadie debe acercarse a la mesa del pan del Señor sin antes haber estado presente en
la mesa de su palabra” (Instrucción inestimabile donum, sobre algunas normas relativas al
culto de la santísima eucaristía,).
De todas estas orientaciones y recomendaciones de la Iglesia del señor Jesús y del concilio
Ecuménico Vaticano II, se llega fácilmente a la siguiente conclusión: la evangelización,
asea, la catequesis global y la catequesis sacramental, debe siempre proceder a la
sacramentalización, preparando a los fieles y disponiéndolos para una digna y fructuosa
recepción de los sacramentos de la Iglesia de Dios.
PREGUNTAS
¿Me ayuda la celebración de la eucaristía para acoger a Jesús como “camino” de encuentro
con el Padre, “verdad” de mi existencia y “vida” plena que me espera en Dios?
¿Me anima la celebración de la eucaristía para avanzar en la experiencia del amor cristiano
y el compromiso por construir una sociedad más justa?
¿Cómo podemos celebrar el sacramento del amor gratuito siguiendo aferrados a nuestro
individualismo?
¿Es posible compartir el pan “entregado para la vida del mundo” y seguir insensibles ante
tanta miseria y tanta muerte?
Celebrar la eucaristía significa sentarnos y participar en la mesa del Señor, la verdad del
sacramento exige y facilita que maduremos en el amor cuyos beneficiarios deben ser
también nuestros enemigos ¿qué hacer para avanzar en este proceso?

Вам также может понравиться