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R. Katál., Florianópolis, v. 22, n. 1, pág.

 160-170, enero / abril 2019 ISSN 1982-0259


DOI: http://dx.doi.org/10.1590/1982-02592019v22n1p160 

Encarcelamiento de menores: el legado histórico de


selectividad y criminalización de la pobreza
Bruna Carolina Bonalume 1, 2
https://orcid.org/0000-0002-4109-5435
ESPACIO TEMÁTICO LIBRE
Recibido el 01.06.2018. Aprobado el 18/09/2018. Revisado el 22 de enero de 2018.
Encarcelamiento de menores: el legado histórico de la selectividad y criminalización de la pobreza
Resumen: El propósito de este artículo es proponer reflexiones sobre el encarcelamiento de menores, así como sobre la forma en que
la violencia recorre la vida cotidiana de esta población. Esta discusión se basa en el reconocimiento de la selectividad de la justicia frente a
una
sociedad profundamente marcada por la desigualdad de género, clase social y raza / etnia. Para ingresar a este escenario,
discusiones construidas en la perspectiva de contextualizar la problemática social, sus expresiones y la forma en que el Estado históricamente
ha
contestado, es decir, con coacción y consenso, lo que revela hasta qué punto el enfrentamiento de esta realidad tiene sus raíces fundadas en
un
sociedad desigual y que sustenta una lógica de criminalización de la pobreza.
El Estado históricamente ha abordado el tema --con coacción y consenso-- revelando cómo tiene raíces el enfrentamiento de esta realidad.
Adriana Giaqueto Jacinto 1
https://orcid.org/0000-0003-0181-2839
Introducción
Los debates en torno a la juventud brasileña han recibido cierta notoriedad en la sociedad en su conjunto,
ya sea en el ámbito académico, sociojurídico o incluso en procesos de militancia en defensa de los
derechos de este
población. No se puede negar, aún, que en medio de estos debates se incorporan discusiones mediáticas,
que, sobre todo al tratar el tema relacionado con la infracción, fortalezcan la idea de asociación de
imágenes
de estos jóvenes a la vagancia y la peligrosidad. En este contexto, un cuestionamiento es inevitable, es
decir, la
¿De qué jóvenes estamos hablando?
Primero hay que reconocer que existen diferentes lugares
diferentes factores a ser ocupados por los sujetos sociales, que son
legitimado por el modelo de una sociedad dividida en clases
y gobernado por el orden capitalista. Así, la juventud
al que nos referimos es el que vive en las afueras, joven
negros, pobres, que experimentan la intensificación de
de la cuestión social, el proceso desenfrenado de
criminalización y marginación de la pobreza. Jóvenes que
enfrentar una verdadera batalla por la supervivencia en un
sociedad que privilegia una clase sobre la otra, explora,
segrega y asume formas cada vez más violentas, oprimidas
y moralizar como forma de garantizar el orden social,
pero lo cierto es que este modelo tiene un impacto directo en
y reproducción de las condiciones de vida de estos adolescentes,
principalmente los que cometieron infracciones.
En este escenario, el Estado revela su rol punitivo
en detrimento de garantizar una protección total. De ese modo,
los pocos y tímidos intentos de responder a la ex-
presiones de la cuestión social en la escena contemporánea,
la adopción de medidas coercitivas para restablecer
orden público, apoyando la falsa promesa de una cultura
de la paz en defensa de una sociedad que también llama
por la justicia, como si pudiera legitimarse con la adopción
sistema opresivo y eficaz capaz de garantizar la
encarcelamiento indiscriminado de esta población.
Basado en estas discusiones, este artículo ha
tienen como objetivo proponer reflexiones sobre el encarcelamiento
la juventud y cómo la violencia atraviesa la vida cotidiana de esta población
ción. Para entrar en este escenario, dis-
discusiones sobre la intensificación de las expresiones del
tan social y la forma en que el Estado históricamente legitima
su acción controladora y represiva como parte integral
de un proyecto empresarial guiado y gobernado por el sistema capitalista. Con base en esto, buscamos
sacar a la luz el
trayectoria socio-histórica de la política de atención a la niñez, adolescencia y juventud en Brasil,
observando la
logros, desafíos y retrocesos especialmente cuando los discursos se centran en la situación de los
adolescentes y
jovenes ofensivos. Finalmente, se presentan datos sobre la política de encarcelamiento de menores que
contrastan con
datos sobre la violencia y exterminio de estos sujetos sociales.
Cuestión social y Estado penal: incongruencias de un discurso no siempre convincente
La actualidad ha estado marcada por retrocesos en los derechos sociales, avances en el conservadurismo,
valorización de discursos y prácticas que demarcan el carácter coercitivo y opresivo de la forma en que el
Estado
intensificación de las expresiones de la cuestión social. Además, estamos inmersos en un entorno político,
económico y
Ética y ética sin precedentes, que parece poner bajo control incluso al proceso democrático brasileño.
Las desigualdades sociales, consolidadas en el modelo actual de sociedad, son el resultado de la riqueza
social
producido y accedido por unos pocos, así como el proceso de concentración de poder. La pobreza se
propaga
lo que aumenta la distancia entre ricos y pobres en Brasil, lo cual no es una mera coincidencia. Vivimos
un
realidad en la que la expansión de la riqueza contrasta fuertemente con la profundización de la miseria.
R. Katál., Florianópolis, v. 22, n. 1, pág. 160-170, enero / abril 2019 ISSN 1982-0259
Encarcelamiento de menores: el legado histórico de la selectividad y criminalización de la pobreza
Bruna Carolina Bonalume y Adriana Giaqueto Jacinto
R. Katál., Florianópolis, v. 22, n. 1, pág. 160-170, enero / abril 2019 ISSN 1982-0259
Tavares (2009) contribuye a nuestra reflexión, comentando que la forma en que se organiza a nivel
mundial
la producción refleja una larga historia de explotación del hombre por el hombre, cuyas relaciones
sociales están determinadas
minado por la esclavitud, el feudalismo y, al mismo tiempo, el capitalismo. El autor agrega que
todas estas formaciones sociales están compuestas por clases antagónicas, es decir, dominantes y
dominadas. A
sociedad capitalista, la vida del trabajador no impone límites a la producción. Aun así, todos tienen en
común
desigualdad, pero esto no es un argumento suficiente para afirmar que la división de la sociedad en clases
ser algo natural. Y, cita a Marx (1988, p. 140): “La naturaleza no produce poseedores de dinero y
bienes y, por otro, meros poseedores de su propia fuerza de trabajo ”.
Paulo Netto (2001, p. 46) refleja que lo que distingue la explotación en el capitalismo de otros sistemas
es que no sería necesario explotar el trabajo para producir riqueza, es decir, es posible
producir riqueza sin explotar el trabajo:
La explotación no es un rasgo distintivo del régimen de capital (se sabe, de hecho, que las formas sociales basadas en
la explotación precede en gran medida al orden burgués); lo distintivo de este régimen es que la explotación
entra en vigor en un marco de contradicciones y antagonismos que hacen que, por primera vez en la historia
registrada,
suprimible sin eliminar las condiciones bajo las cuales se crea exponencialmente la riqueza social. Eso es el
la supresión de la explotación del trabajo por el capital, constituía el orden burgués y altamente desarrollado
fuerzas productivas no implica - ¡todo lo contrario! - reducción de la producción de riqueza.
En esta línea de razonamiento, podemos decir que la acumulación y la desigualdad son inseparables de la
capitalismo, ya que el aumento progresivo de la riqueza constituye también un aumento de la pobreza.
En este sentido, Paulo Netto (2007, p. 142) también destaca que “[...] el desarrollo capitalista
es necesaria e, irreductiblemente, producción exponencial de riqueza y producción repetida de pobreza
[...] ”, por lo tanto, resultado del modo de división de los bienes en el que el trabajador asalariado produce
riqueza,
pero estos no serán apropiados por él, sino acumulados por una clase dominante (SIQUEIRA,
2013). Para Iamamoto (2011, p. 128-129):
[...] tales desigualdades revelan el desajuste entre diferentes temporalidades históricas, pero simultáneamente
articuladas, atribuyendo particularidades a la formación social del país, que afectan la economía, la política y la
cultura,
redimensionando simultáneamente nuestro patrimonio histórico y el presente. Imprimen un ritmo particular al
proceso de cambio en el que tanto lo nuevo como lo viejo se alternan en direcciones opuestas:
La modernidad de las fuerzas productivas del trabajo social coexiste con patrones retrógrados en las relaciones en el
radicalizando la cuestión social.
Esta lógica sustenta la estructura del capital y se extiende por todas las esferas de la vida social,
especialmente
todo desde la clase trabajadora que se forja para vender su fuerza laboral como forma de garantizar la
mínimo para sobrevivir. Para ello, además de ser versátil, necesita pasar por exploración e inseguridad.
relaciones laborales, que incluye la extensión de la jornada laboral, reducción de puestos, funciones
repetitivas y
mecanizado a cambio de un salario miserable.
En este escenario, Iamamoto (2011, p. 144-145), también destaca que existe un proceso de metamorfosis
en la
que él considera el viejo problema social, que ahora toma otras formas:
Hoy destaca la inmensa brecha entre el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social y el
relaciones sociales que lo impulsan. Esta fractura se ha traducido en la banalización de la vida humana, la
la violencia escondida en el fetiche del dinero y la mistificación del capital al impregnar todos los espacios y
esferas de la vida social. Violencia en el aparato represivo del Estado, capturada por las finanzas y
puesto al servicio de la propiedad y el poder de los dominadores, su escudo de protección y difusión.
Estas fracturas señaladas por Iamamoto (2011) se intensifican y concretan con la legitimación de
un estado represivo y punitivo. Evidentemente, estas particularidades del Estado no son para todos
sujetos sociales, sino a la población pobre, producidos y reproducidos en el contexto de la explotación
capitalista. EL
dependerá de la vigilancia y el control, y mientras se establece esta relación, la pobreza se legitima como
peligroso, sin dejar al Estado más alternativa que castigarlo para la preservación del orden.
En este contexto, la lógica del control social que busca establecer la dinámica y
orden capitalista. Vale la pena considerar que el control social está presente en todas las formas de
sociedad y es
medios en las diferentes dimensiones de la vida, “[...] siendo necesaria para el intercambio del hombre
con la naturaleza
[...] ”(SILVA, 2011, p. 40). Sin embargo, en el marco de la expansión capitalista, el autor señala que:
Encarcelamiento de menores: el legado histórico de la selectividad y criminalización de la pobreza
[...] el control social gana significados, significados y adquiere forma histórica en los diferentes modos de
producción social En la sociedad capitalista, el control se construye socialmente en los diferentes sistemas de
poder, bajo el dominio del capital, que utiliza el control social en defensa de la sociedad de clases, la propiedad
sector privado, explotación del trabajo y cultura de élite, con el fin de reproducir de generación en generación el
la necesidad de un control social dominante, que confirma la aparente legalidad de
como la verdad. (SILVA, 2011, pág. 40).
Dicho esto, Mészáros (2002, p. 989) enfatiza que la raíz del problema no es si producimos o no
formas de control, sino, más bien, el “[...] tipo de control, dado que las condiciones actuales se produjeron
bajo el
control del capital que nuestros políticos pretenden perpetuar como fuerza reguladora fundamental en
nuestras vidas ”.
Esta fuerza reguladora descrita por el autor se consolida como un mecanismo esencial para mantener la
sistema capitalista, de orden burgués, siendo posible afirmar que el proceso de criminalización de
La pobreza es un ejemplo de control social en la escena contemporánea.
De esta manera, el control social así legitimado tiene como trasfondo la propagación de una
ideología burguesa que culpa, sobre todo, a la clase obrera, de la precaria condición de vida, de la
explotación del trabajo e incluso la intensificación de la violencia, lo que justificaría la ostensible
expansión indiscriminada de la intervención criminal.
Para Wacquant (2008, p. 466):
[...] el surgimiento del Estado Penal es el resultado de una política de penalización de la miseria, que responde a la
el crecimiento de la inseguridad salarial y la profundización del gueto como mecanismo de control
población doblemente marginada en el doble plano material y simbólico.
Según Wacquant (2001), esta política de criminalización de la pobreza y gestión de la pobreza gestionada
según la lógica del Estado Penal, se da en dos modalidades. El primer componente del Estado Penal se
refiere a la
transformación de las políticas sociales en instrumentos de control y vigilancia, especialmente para los
pobres y
considerado peligroso. El segundo componente es el encarcelamiento o represión ofensiva de esta
misma población, que afecta principalmente a negros y jóvenes que viven en la periferia. Wacquant
(2001) señaló
que la fuerza de este segundo componente se caracteriza por el avance neoliberal, que implica la
Disminución visible del presupuesto de políticas sociales en detrimento del creciente presupuesto de
políticas sociales.
delitos penales / penales. Además, la expansión del número de cárceles privadas como nicho lucrativo y
las estadísticas de
jóvenes detenidos, así como los hechos cometidos, que revelan que en la actualidad hay un aumento de
jóvenes
Cumplimiento de medidas privativas de libertad por hechos menos graves.
En este contexto, existe, entonces, un Estado que no se intimida en reprimir a la gigantesca masa de
miserias engendradas por la reestructuración contemporánea del capital. Al contrario, su intervención
el fortalecimiento de la coacción, que evidencia el audaz mantenimiento del orden establecido,
distintos lugares a ocupar en esta división de clases socialmente establecida, que dibuja la relación
entre el aparato estatal coercitivo y la pobreza bajo vigencia neoliberal.
¿Y cuáles serían las repercusiones de esta lógica en la adolescencia y juventud brasileñas? Como hablar-
protección social de este grupo de población, si la prioridad es mantener la división de clases? Me gusta
ampliar el debate en torno a la lucha por los derechos cuando el legado histórico de la política se centró
en la infancia y
¿Nos revela la juventud que el castigo y el control se reafirman frente a los intereses dominantes?
El legado histórico de un estado de castigo y represión de la juventud brasileña
Cuando pensamos en una infracción, lo que tenemos es una trayectoria sociohistórica que a lo largo de su
desarrollo construyó y legitimó estrategias de coerción y represión, una historia que tiene poco que ver
con
con derechos sociales.
Evidentemente, no se puede ignorar toda la trayectoria histórica de lucha y resistencia e intensa
movilización.
que dio lugar a la promulgación del Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA), pero aún no es posible
Afirmamos que se consolida la lógica de la plena protección y vigencia de los derechos.
En este contexto, coincidimos con Arendt (2009, p. 33), cuando dice que para comprender la realidad
actual es necesario mirar los “huecos” que dejó el pasado, a partir de los cuales es posible
entender el futuro. Se ratifica que las lagunas del pasado son históricas, siendo necesario comprender la
particularidades de la constitución de la violencia y sus manifestaciones en la realidad brasileña,
considerando la
cambios en el desarrollo de la historia.
Para Silva (2011, p. 52), a lo largo de la historia, la atención a la niñez y adolescencia, especialmente
pobre,
recibe atención en momentos de carácter de "compasión / castigo", a veces de "sanción / castigo", que,
para el autor, revela
el carácter contradictorio de las prácticas educativas, asistenciales y sociojurídicas y que “[...] imprimen
una cierta
nada propuesto para el control sociopenal ”. (SILVA, 2011, pág.69).
Para retomar esta historia que marca el proceso de responsabilidad y control social, elegimos
por la división sociohistórica elaborada por Méndez (2000). El referido autor entiende que la
responsabilidad
El derecho penal se consolida en América Latina y Brasil en tres etapas diferenciadas: la primera se
refiere a la de “[...]
carácter penal indiferenciado , que se extiende desde el nacimiento de los códigos judiciales penales
claramente
Retribucionista del siglo XIX hasta 1919 ”. (MENDEZ, 2000, p. 1, énfasis agregado). Para el autor, este
período
delimita el entendimiento de que los niños y adolescentes no se diferenciaron de los adultos y en Brasil,
más
concretamente, este momento surge con el primer Código Penal de 1830 y se extiende por 97
años hasta la promulgación del primer Código de Menores de 1927.
Rizzini (2011a) menciona que la ley estableció la edad penal en los 14 años y, por tanto, la autoridad
policial
podía recoger al adolescente en los Correccionales cuando cometían algún tipo de delito. El autor
(RIZZINI, 2011a) destaca que ya en 1888, en la Cámara de Diputados de Río de Janeiro, la
Número 33-A, cuya propuesta se centró en la represión y corrección de adolescentes considerados
ociosos en la medida
que habitualmente deambulaba por las vías públicas. Por lo tanto, era necesaria una atención legal en
estos sujetos, mediante la aplicación de medidas más drásticas, a fin de prevenir lo que claramente
constituía
como molestia y amenaza a la armonía, las buenas costumbres y la tranquilidad social.
Aún en la perspectiva del autor (RIZZINI, 2011a, p. 115), esta preocupación por reprimir la ociosidad
estaba ocurriendo como parte del inevitable proceso de transformación “[...] de las relaciones
socioeconómicas en este período
transición al orden capitalista ”. Por tanto, la pregunta se refería a la construcción de un nuevo
ideología del trabajo, con valores nacionalistas, que sobrepasaba la lógica de los sujetos holgazanes, tan
asociados
al modelo de sociedad colonial, para alcanzar los estándares de los países europeos, ya que esto haría
posible la
Amplio acceso al capital.
La segunda etapa de esta división socio-histórica es denominada por Méndez (2000, p. 1) como “tutelar”.
Para el autor
Esta etapa tiene su origen en Estados Unidos a finales del siglo XIX, está liderada por el llamado Movimiento de
Reforma y responde a una reacción de profunda indignación moral ante la promiscuidad de la vivienda
de mayores y menores en las mismas instituciones. De la experiencia de los EE.UU., que la especialización de
se introduce la ley y la administración de justicia de menores en América Latina. (MENDEZ, 2000, pág. 1).
En Brasil, este período estuvo marcado por la promulgación del Código M27 Mattos Menor de 1927.
El Código, a pesar de establecer intentos de romper con la visión tradicionalista previamente instituida,
muestra poco revolucionario en categorizar la infancia y la adolescencia como abandonadas o
pervertidos. Para Faleiros (2011, p. 47), el “Código de 1927 incorpora tanto la visión higienista de
proteger el
medio ambiente y el individuo, como visión jurídica represiva y moralista [...] ”, utilizando modelos
correccionales cuya
La filosofía política se basaba en el control social.
El gobierno de Vargas lanzó políticas que no fueron más allá de lo autoritario, represivo, paternalista y
clientelista del Estado Novo y en 1941 creó el Servicio de Atención a Menores (SAM). Este modelo,
según
Rizzini (2011b, p. 266), fue severamente criticado por la sociedad, ya que transformó sus internados en
“verdaderos”.
ramas del infierno ”, por su estructura y funcionamiento análogos al sistema penitenciario,
que enmascara atrocidades reales y violaciones de derechos. Y además:
[...] la filosofía de SAM se basó en la criminología positivista europea del siglo XIX, donde se le dio
énfasis en las ciencias biológicas y psicológicas para explicar científicamente los comportamientos patológicos y
sádicos
a. Es de este enfoque que nace el término “delincuente”, usado con prejuicio para
demarcar el comportamiento juvenil considerado problemático, una amenaza potencial. (COSTA, 1990,
apud SILVA, 2011, pág. 83).
En 1964, debido a la articulación realizada en el ámbito social, institucional y partidista para extinguir el
SAM, a través de la resistencia del Ministerio de Justicia, la Política Nacional para el Bienestar del
Menor, recientemente
creado, establece la Fundación Nacional para el Bienestar del Menor (FUNABEM), con un objetivo
opuesto al de SAM,
sus objetos eran: “[...] la autonomía financiera y administrativa de la institución y en el rechazo de
depósitos de
menores ”. (RIZZINI, 2004, pág. 35). Sin embargo, esta filosofía no superó el modelo represivo,
considerando que el
El escenario político del país adolece de la vigilancia y el control abiertos del militarismo.
R. Katál., Florianópolis, v. 22, n. 1, pág. 160-170, enero / abril 2019 ISSN 1982-0259
Encarcelamiento de menores: el legado histórico de la selectividad y criminalización de la pobreza
Dentro de esta perspectiva de vigilancia, el 10 de noviembre de 1979, el Nuevo Código de
Menores, bajo la doctrina de la situación irregular. Faleiros (2011, p. 70) destaca que la situación irregular
se define
como “[...] la privación de las condiciones esenciales para la subsistencia, la salud y la educación, por
omisión, acción o
irresponsabilidad de los padres o tutores ”. Tal concepción hace que la “[...] cuestión sea aún más legal y
asistencia, dando al juez el poder de decidir qué es lo mejor para el menor: asistencia, protección o
vigilancia". (FALEIROS, 2011, pág.70).
La atención en torno a la infancia y la adolescencia se está gestando en el país en esta trayectoria histórica
sin
superar modelos punitivos y discriminatorios, que revelan el rol tutelar que asume el Estado ante esta
grupo, a efectos de control, vigilancia y sanción a quienes no se adapten a la normativa vigente del
la clase dominante. Para Silva (2011, p. 87):
Este sistema selló, de una vez por todas, el control social institucional de este segmento en una articulación
los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Porque el sistema tutelar fue creado para tratar los síntomas de
la 'insuficiencia social', como antídoto de la 'delincuencia juvenil', derivada del supuesto 'abandono moral'.
Es en la tercera etapa, definida por Méndez (2000) como responsabilidad penal de los adolescentes, que
inicia el intento de romper con modelos previamente establecidos, para adoptar un modelo basado en
justicia y garantía de derechos.
Esta etapa fue inaugurada en Brasil en 1990 con la promulgación de ECA, cuando se convirtió en
adoptó la doctrina de protección integral que reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de
derechos y
dejar de ser meros objetos de intervención jurídico-estatal, así como establecer medidas de prevención,
protección,
una política de servicios especiales y un acceso digno a la justicia.
Evidentemente, ECA representa una construcción social que surge de una lucha sociohistórica en un
contexto neoliberal, pero aún es necesario reconocer que es un campo de tensiones, contradicciones
y juego de interés, ya que estamos ante un Estado burgués, cuyo proyecto empresarial permanece
inalterado,
su estructura está estrechamente arraigada en la lógica de un sistema capitalista, que contribuye a
sostener respuestas estatales represivas y controladoras.
En esta perspectiva Silva (2011, p. 121) destaca que:
[...] aunque hay mayoritariamente interpretaciones de que el ECA está dirigido a todos los niños y adolescentes
independientemente de su condición social, su sociohistórico y jurídico
inferir que, al igual que el Código de Menores, no ha liberado a adolescente pobre y ofensor
res. Sigue estando destinado a la población pobre, potencialmente "peligrosa" y "delincuente". La pobreza y
La delincuencia se ha adaptado a la pobreza y la infracción, manteniéndola actualizada como es la pobreza.
quienes, en su mayor parte, se ven privados de su libertad.
Este debate está lejos de terminar, ya que revela que aún hoy, incluso después de que hayan pasado 28
años desde
promulgación de la ECA, todavía nos asombra la vieja pregunta que plantea al adolescente y al
Juventud brasileña entre escasa protección y control represivo desenfrenado, que se traduce en
encarcelamiento
de esta población y legitima el silencio y el desprecio por los jóvenes, negros, residentes en las periferias.
Encarcelamiento de adolescentes y jóvenes: ¿a quién le interesa este debate?
La adolescencia se define, según ECA (BRASIL, [2019]), como el período que se extiende desde los 12
a los 18 años. El Estatuto de la Juventud (EJUVE) (BRASIL, [2018]), promulgado en 2013,
define a los jóvenes como las personas de 15 a 29 años. Resaltar esta división por edades es
objetivo de ubicar el grupo social al que se refiere este artículo.
Cabe señalar que EJUVE no tiene menciones específicas cuando el tema es una infracción,
jóvenes de entre 15 y 18 años, cuando cometan una infracción de cualquier tipo.
naturaleza, la medida aplicada es de carácter socioeducativo y se basa en los principios de la CEPA,
más de 18 años responden a los procesos a través del Código Penal brasileño.
Además de los límites de edad, lo cierto es que estamos ante un escenario social intenso y complejo,
cuando las discusiones se centran en datos sobre el encarcelamiento de esta población.
Según datos del Mapa de Encarcelamiento (BRASIL, 2015), hubo un período de siete años
un aumento significativo de la población carcelaria, especialmente entre los jóvenes de 18 años
y 24 años. En 2005 fueron encarcelados 96,288 jóvenes, pero en 2012 había 266,356 presos
en ese mismo grupo de edad. Los datos aún revelan que la mayoría no había completado la escuela
primaria,
así como no se insertó en trabajos formales.
Este documento (BRASIL, 2015) también señala que en 2012, el encarcelamiento de jóvenes
era 2,5 veces mayor que el de los no jóvenes. En cuanto al grupo étnico-racial, el 60,8% de la población
penitenciaria
eran negros, además, fueron encarcelados un 1,5% más que los blancos (BRASIL, 2015).
A partir del escenario descrito, es posible destacar que el encarcelamiento en Brasil ha sido
históricamente
un corte de raza y clase que está estrechamente relacionado con la herencia de la esclavitud que resalta el
problema
étnico-racial como elemento central en las múltiples violaciones de derechos. Este hecho revela que “el
racismo
sigue ofreciendo al aparato represivo los elementos ideológicos que legitiman el libre uso de la fuerza de
Estado [...] ”(FAUSTINO, 2010, p. 24-25). Se trata, por tanto, de reconocer que “[...] la policía militar
invade de igual manera la cobertura del descendiente del esclavo y la choza del descendiente del esclavo
del. El pasado, como una piedra arrojada al agua, crea ondas concéntricas que resuenan en el presente ”.
(CASTRO, 2016, pág.23).
Con respecto a la población adolescente, ECA (BRASIL, [2019]) establece en su art. 112 que
Si se verifica la práctica de una infracción, la autoridad competente podrá aplicar al adolescente lo
siguiente
medidas socioeducativas: alerta; obligación de reparar el daño; prestación de servicios a la
comunidad; liber-
calidad asistida; inserción en un régimen de semilibertad y admisión a un establecimiento educativo,
enfatizar que esta última constituye una medida de privación y está sujeta a los principios de
brevedad, excepcionalidad y respeto por la condición peculiar de una persona en desarrollo.
Por otro lado, según datos de la Encuesta Anual del Sistema Nacional de Servicios
Socioeducativo (SINASE) (BRASIL, 2018), en referencia al año 2015, revela que la medida
socioeducativa
La hospitalización, que debe aplicarse como excepción, representa más del 68% entre todos
medidas aplicadas en Brasil y en el conjunto de una serie histórica tiene un crecimiento visible, como se
presenta en
Gráfica 1.
Gráfico 1 - Adolescentes y jóvenes en internamiento, internamiento temporal y semilibertad
(2010-2015)
Fuente: Basado en datos de Brasil, 2018.
En esta misma encuesta (BRASIL, 2018) se registró que las infracciones análogas al hurto
representaron el 46% (12,724), el 24% (6,666) como análogo al narcotráfico y el 10% (2,788) análogo al
asesinato. Si bien el delito análogo al homicidio, considerado más grave, representa el 10% de los
registros, robo y trata parecen recibir la misma equivalencia cuando observamos la
aplicación de la medida de hospitalización.
El perfil de los adolescentes es aún más esclarecedor, cuando la encuesta señala que en relación a
género, hay predominio de varones adolescentes (96%), y concentración en el grupo de edad
edad entre 16 y 17 años con 57% (BRASIL, 2018). Cuando analizamos el perfil étnico-racial, nos
encontramos con
con situaciones similares a las observadas en los datos de encarcelamiento de menores, y no parece ser
solo una mera eventualidad.
Los datos revelan las tensiones y contradicciones del momento actual que se encuentran entre protección
y
castigo, lo que pone de relieve la necesidad de un debate amplio y serio sobre el tema, ya que
privilegiando
medidas de coacción y represión en detrimento de la protección social es ir contra las luchas en
defensa de los derechos de los adolescentes y jóvenes, especialmente los negros, los pobres y los
habitantes de la favela, quienes
la violencia ingresa al sistema judicial a través del encarcelamiento.
En este sentido, los estudios de Adorno (2003) destacan que al discutir la relación entre justicia,
de derecho y juicio, desde el punto de vista de la influencia del racismo y el prejuicio racial en la
distribución de
La justicia penal concluye que si bien el delito no lo comete solo la población negra, el castigo es
centrado en ese grupo.
La otra cara de la misma moneda: vidas destrozadas
En lo que respecta a la protección social, parece que todavía no hemos pasado del nivel del aparato
legislativo.
A medida que crece la perspectiva de encarcelamiento, también lo hace el exterminio de la juventud
brasileña
evidente clase étnico-racial y social.
Datos del Índice de vulnerabilidad a la violencia de los jóvenes de 2017, desarrollado por
Asociación Nacional de Jóvenes en alianza con el Foro Brasileño de Seguridad Pública, revelan una
imagen que
nada se relaciona con la lógica de la protección social (BRASIL, 2017).
En este documento se puede observar que en Brasil el riesgo relativo de que un joven negro sea víctima
de
homicidio en relación con un joven blanco es 2,7 y este dato se vuelve más aterrador cuando
miramos escenarios como el de la región Nordeste, que alcanza el porcentaje de 8,9 en el estado de
Paraíba.
La tasa de homicidios entre los jóvenes negros nos revela un flagrante proceso de reproducción de un
sociedad esclavista, cuya herencia afecta visceralmente la vida de estos sujetos sociales, como es posible
Gráfico 3 - Tasa de homicidios de hombres y mujeres negros y no negros
En esta misma perspectiva, los datos del Atlas de la Violencia 2017 (CERQUEIRA et al ., 2017)
muestran
que más de la mitad de las 59.080 personas asesinadas por homicidios en 2015 eran jóvenes (31.264,
equivalente a
54,1%), de los cuales 71% eran negros y 92% hombres.
Un verdadero genocidio, una grave violación de los derechos humanos, una violencia que impide parte de
de los jóvenes brasileños para tener una vida plena y revela una ineficacia inagotable de un estado
lo que ni siquiera garantiza la supervivencia de esta población.
Otro hallazgo significativo es la selectividad racial de los homicidios con armas de fuego. La tasa de
homicidios
cayeron las armas de fuego de los jóvenes blancos en Brasil, mientras que aumentó el de los jóvenes
negros. “[...] victimización
del país, que en 2003 era del 72,5%, en pocos años se duplica. En 2012 es 142% [...] ”(WAISELFISZ,
2015, pág. 101). Eso significa 2,5 veces más negros que blancos víctimas de armas de fuego.
(WAISELFISZ, 2015). El número de muertes de hombres jóvenes es extremadamente superior al de
mujeres
en total, el 95% de las muertes de hombres frente a solo el 5% de mujeres, entre todas las causas
de muertes por arma de fuego en la población joven en 2012 en Brasil (WAISELFISZ, 2015).
En medio de este campo de exterminio nos encontramos ante el discurso social, que criminaliza y
atribuye a
población negra la responsabilidad de la inserción en esta perversa situación, impulsada por el orden
social actual.
Tal discurso ignora la barbarie a la que fue sometida esta población a raíz de la violenta historia vivida en
el
Escenario brasileño. Pero lo que realmente importa es la historia contada por las clases dominantes, que
difunden
en su discurso de clase y racista la idea de que esta población es potencialmente peligrosa y debe ser
castigada
y prohibido en la sociedad en su conjunto (ADORNO, 2003).
Mirando este escenario, en lugar de mirar hacia el futuro, tenemos la ausencia de derechos. Al revés de
políticas de educación pública efectivas, tenemos planes de encarcelamiento masivo. En lugar de libertad
tenemos un continuo de los grilletes de la esclavitud. Por tanto, se produce la criminalización de la
juventud, sobre todo
de la juventud negra pobre.
Consideraciones finales
El encarcelamiento de la juventud brasileña está atravesado por diversas concepciones e ideologías, así
como por
por proyectos antagónicos en disputa en la sociedad, que se basan en una sociedad de clases
regido por el orden del capital. El carácter clasista, racista, excluyente y selectivo tiene sus raíces en el
sistema
derecho penal juvenil, haciendo explícito el intento de mantener la lógica de la marginación, la
criminalización de
pobreza y naturalización flagrante del problema social.
Este escenario trae como telón de fondo la perversidad de violar los derechos de los adolescentes y
jóvenes,
producido y reproducido en un modelo de sociedad que se sustenta en la órbita actual del capitalismo,
este hecho
nos pregunta: ¿hubo algún momento en la trayectoria de vida de este grupo de derechos
que de hecho estaban asegurados?
Además, cabe considerar que la vulneración de los derechos de estos sujetos representa un retroceso para
logros de los movimientos sociales y otros activistas, en torno al paradigma de protección integral y
ampliación de los preceptos establecidos en la CEPA, lo que pone de manifiesto la lucha urgente y
necesaria en defensa de
garantía de estos derechos, así como la resistencia a las medidas represivas / coercitivas, que enmascaran
la necesidad de mantener el orden socialmente establecido por el capital en detrimento de la expansión
de políticas públicas realmente capaces de sostener un modelo integral de protección social.
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