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“Hay tantos caminos para la creación artística como hay artistas.

Entre el creador inspirado de


nuestra imaginación al que se refiere Platón (sin olvidarse de considerarlo “privado de razón” y de
alabanzar los expertos que dominan una técnica) y el cocinero de Poe con su receta metódica (que
califica como menos elegante que la inspiración divina), el artista de hoy, liberado de los yugos y
grilletes de las convenciones, elige su propio camino.

El deseo de expresión seguramente será el inicio. A veces ni siquiera sabe bien de qué expresión.
Entonces el deseo primero. Luego una forma de arrancar, el ingenio de cada uno para lidiar con la
página blanca: una idea, un tema de predilección, una imagen, un sonido, un amor, un sueño, unas
consignas, una técnica, un marco, un soporte…

Siempre, o casi siempre una idea de cómo sigue, una idea de cómo termina, pero como el rodaje de
la película Truffaut, la producción programada empieza a tener vida propia, con accidentes y
ocurrencias como la vida misma. Antes de terminar la obra, hay que lidiar con la mancha inesperada:
aceptarla, adoptarla, apropiársela e integrarla a la producción.

El artista recurrirá a todo lo que tenga, los ingredientes de Poe, la paciencia de Truffaut, su destreza
técnica personal, un poco de ayuda divina y mucha humildad, para finalizar esta obra, producto del
deseo inicial.”

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