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Sarniento”
“¡ah! Si estas pobres criaturas de quienes hablo tuviera sindéresis, al instante que
se viera las inocentes abandonadas de sus madres, como dirían llenas de dolor y
entusiasmo “Mujeres crueles, ¿Por qué tenis el descaro y la insolencia de llamaros
madres?...» (p.17).
«digo: que nací en esta rica y populosa ciudad por los años de 1771 a 73, de unos
padres no opulentos, pero no constituidos en la miseria; al mismo tiempo que eran
de una limpia sangre, la hacían lucir y conocer por su virtud. ¡Oh, sí siempre los
hijos siguieran contantemente los buenos ejemplos de su padre!» (p. 14).
«A más de esto, era de un corazón harto y sanguinario. El infeliz que caía en sus
manos por causa criminal bien se podía componer si era pobre, porque no
escapaba de un precio cuando menos, y se vanagloriaba de esto altamente,
teniéndose por un hombre íntegro y justificado, jactándose de que por medio se
había cortado un miembro podrido a la república. En una palabra, era el hombre
perverso a toda prueba» (p. 309).
«Es increíble lo que domina el corazón humano un carácter dulce y afable, y más
en un superior. El de mi maestro me docilito tanto con su primera lección, que
siempre le quise y veneré entrañablemente, y por lo mismo le obedecía con gusto»
(p. 31).
Exalta el valor patriota: esta es de las características que más rápido se encuentran
en la novela:
«Nací en México, capital de la América Septentrional en la Nueva España.
Ningunos elogios serían bastantes en mi boca para dedicarlos a mi cara patria;
pero, por serlo, ningunos más sospechosos» (p.14).
«Los que la habitan y los extranjeros que han visto pueden hacer su panegirico más
creíble, pues no tienen el estorbo de la parcialidad, cuyo lente de aumento puede a
veces disfrazar los defectos, o poner en grande las ventajas de la patria aun a los
mismos naturales; y así, dejando la descripción de México para los curiosos
imparciales» (p. 14).
«El caso fue, que ya por verme distante de mi patria, ya pot libertarme de las
incomodidades que me acarrearía el servicio en la tropa por ocho años, a que me
sujetaba mi condena o ya por el famoso tratamiento que me daba el coronel» (p.
509).
«no por un acto primo ni acalorados por alguna grosería que se use con ellos sino
solo engreídos en que el secular es cristiano y ha de respetar su carácter no los
excusa de la muy mal, y son muy reprensibles, pues debe reflexionar que el carácter
no los excusa de la observancia de las leyes que el orden social prescribe a todos»
(p. 385).
«La justicia, o los jueces que la distribuyen, según las buenas leyes, no privan de la
libertad o de la vida al reo por venganza, sino por necesidad. No le quita a Juan la
vida precisamente porque mató a Pedro, sino también porque cuando aquél expía
su delito en el suplicio, tenga el pueblo la confianza de que el estado vela en su
seguridad, sepa que, así como castiga a aquel, castigará a cuantos incurran en
igual crimen, que en el mismo que imponer así está el obligar al hombre a obedecer
la ley con el temor del castigo» (p. 559 -560).
«No porque en esas capitales ni reina nuestra religión ni rigen nuestras leyes; y si no
sabía coser una camisa, tejer un jubón, hacer unos zapatos o cosa semejante con sus
manos, sus conclusiones, sistemas y erudiciones» (p.165).
Bibliografía