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1. INTRODUCCIÓN
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Durante el siglo XIX se producen los primeros intentos educativos para las
personas con deficiencia mental. Jean Itard entiende que las capacidades humanas
vienen determinadas por el ambiente y son casi ilimitadas, y es él quien lleva a cabo la
primera experiencia de tratamiento y educación en deficiencia mental. Mediante su
experiencia, demostró que una persona diagnosticada de retraso mental puede llegar a
aprender determinadas habilidades si el entrenamiento es adecuado y sistemático.
En los últimos años del siglo XIX, se llevan a cabo una serie de estudios científicos que
aportan claves muy relevantes para poder comprender la naturaleza de la deficiencia
mental. Por ello, se toma conciencia de que hay diversos niveles y causas de retraso
mental, distinguiéndola de la enfermedad mental. En esta época se crean aulas
específicas para las personas con retraso mental, ya que el criterio de diagnóstico fue
unificado gracias a los tests de inteligencia.
Durante la primera mitad del siglo XX, el retraso mental era considerado como
un rasgo absoluto del individuo y su evaluación estaba centrada casi totalmente en la
puntuación del CI. De este modo también se categorizaba el grado de deficiencia del
individuo (ligero, medio, severo y profundo). A lo largo de este siglo, el concepto de
retraso mental ha sido estudiado desde diferentes enfoques hasta llegar a una definición
unificada.
A partir del siglo XX, las propuestas de la AAMR (American Association on Mental
Retardation) en 1959 consiguen marcar una pauta de concepción de la deficiencia
mental aceptada en su mayoría por los profesionales y científicos. Desde este momento
hasta los años 80, se realizan una serie de cambios en su definición, en la que se
incorpora el concepto de conducta adaptativa, y se desecha su permanencia a lo largo
del ciclo vital.
La definición aportada por la AAMR en 1992 supone modificaciones muy
importantes, como por ejemplo el hecho de considerar el retraso mental como una
expresión entre la interacción de la persona y el entorno que se encuentra, así como
determinar que la tarea de los profesionales consiste en evaluar al individuo y su
contexto para determinar el apoyo que necesita en función de esa evaluación.
En el año 2002, la AAMR propone la última definición de retraso mental, en la
cual se plantea que “el retraso mental es una discapacidad caracterizada por
limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual y la conducta adaptativa tal
como se ha manifestado en habilidades prácticas, sociales y conceptuales. Esta
discapacidad comienza antes de los 18 años”. (Luckasson y cols., 2002, p. 8)
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3. CLASIFICACIÓN E IDENTIFICACIÓN
Para que una persona sea clasificada dentro de deficiencia mental límite, su
Cociente Intelectual se sitúa entre 70-85. La mayoría de las personas situadas en este
rango manifiestan un retraso en el aprendizaje o alguna dificultad concreta en él, pero
con muchas posibilidades. Normalmente presentan dificultades académicas
generalizadas, las cuales son salvables si la atención educativa es la correcta, con sus
correspondientes adaptaciones curriculares.
Las aptitudes sociales y comunicativas de estas personas suelen ser normales, y
comúnmente presentan un retardo sensoriomotor leve. Su evolución durante los
primeros años de vida no presenta apenas diferencias con los niños no deficientes,
comenzando a observarlas al iniciar la escolaridad del niño debido a sus diversas
dificultades de aprendizaje.
Algunos autores añaden el concepto de “pseudodebilidad mental”. Este concepto
trata de definir a las personas que presentan características similares a la deficiencia
mental límite, pero con un potencial intelectual normal.
Si el cociente intelectual se sitúa entre 50-69, estaremos hablando de una
deficiencia mental ligera. Aunque no son identificados con facilidad, es en la escuela
donde en la mayoría de los casos se identifica tras observar las dificultades del niño, ya
que presentan un retraso ligero en las áreas motoras y perceptivas. Si reciben el apoyo
necesario y la actuación apropiada, sus dificultades pueden ser mermadas en alto grado,
alcanzando los niveles de comunicación y socialización adecuadas, lo que les permitirá
(entre otras cosas) adaptarse e integrarse en el mundo laboral.
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Las personas con deficiencia mental ligera se pueden adaptar adecuadamente y
desenvolverse durante la vida adulta con bastante independencia. Aún así, pueden
aparecer problemas de adaptación al enfrentarse a situaciones nuevas, lo que provoca
que precisen de cierta ayuda al encontrarse en un estado de fuerte tensión emocional.
Los niños presentan una sensibilidad especial ante el fracaso, y tienen una tolerancia
mínima a las frustraciones de tipo afectivas (en cuya área presentan ciertas
alteraciones).
Inhelder observa que los niños deficientes presentan dificultades en el
pensamiento abstracto, pasando por los estadios del desarrollo a un ritmo más lento. A
pesar de que en el desarrollo de las operaciones concretas no presentan retardo, en las
personas deficientes no aparecen indicios de las operaciones formales.
Las personas con deficiencia mental moderada poseen un cociente intelectual
entre 35-49. Éstas presentan alteraciones psicomotoras, aunque pueden llegar a poseer
un desarrollo motor aceptable. Pueden conseguir comunicarse a través del lenguaje oral
pero presentan dificultades en la expresión oral.
Los niños con este grado de deficiencia mental pueden realizar clasificaciones y
generalizaciones mentalmente, pese a que posteriormente presenten dificultades para
expresarlas a nivel verbal. Respecto a su socialización, presentan algunas dificultades,
aunque se desenvuelven con cierta autonomía si se encuentran en un grupo estructurado.
Si son entrenados correctamente y las condiciones son favorables, pueden realizar
trabajos no cualificados e incluso, en algunos casos, semicualificados.
Su evolución se verá tremendamente condicionada por la estimulación ambiental que
reciba a lo largo de los primeros años de vida.
A medida que el cociente intelectual va disminuyendo, el grado de deficiencia
aumenta, encontrándonos así con personas con deficiencia mental severa cuyo cociente
intelectual se sitúa entre 20-34.. Este grado de deficiencia se aprecia en las primeras
semanas de vida ya que presentan una gran hipotonía abdominal y, por tanto, leves
deformaciones torácicas. Respecto al lenguaje, pueden realizar algunas adquisiciones
verbales, pero su lenguaje oral es muy elemental y no pueden desarrollar el lenguaje
escrito. Suelen tener dificultades en los movimientos necesarios para el lenguaje oral y
en el control de la respiración; así como se encuentran incapacitados para emitir algunos
sonidos.
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Su autonomía es bastante limitada, por lo que suelen necesitar ayuda. Sin
embargo, desarrollan actitudes básicas de autoprotección al enfrentarse a los peligros
más comunes. Con entrenamiento se le puede proporcionar mayor autonomía, sobre
todo en habilidades de autocuidado básico. En su mayoría, pueden realizar trabajos
mecánicos y manuales con una dificultad muy baja.
En cuanto a la personalidad de las personas con deficiencia mental severa,
suelen presentar cambios bruscos en el estado de ánimo, así como son propensos a
sentimientos de gran angustia o cólera., manifestando actitudes de inseguridad y falta de
confianza en sí mismos en la mayoría de las situaciones.
El grado de deficiencia mental más grave es la profunda, cuyo cociente
intelectual es inferior a 20. Desde el nacimiento a la edad escolar, presentan una mínima
capacidad de desarrollo sensoriomotor. En algunas ocasiones consiguen adquirir los
mecanismos motores básicos, y relacionarse afectivamente aunque de modo muy
simple; en otras ocasiones, no consiguen este desarrollo y precisan de una atención
permanente. Los deficientes mentales profundos se caracterizan por la falta de
maduración, lo que provoca una persistencia de los reflejos primitivos.
Presentan retraso en sus funciones desde los primeros años, con un lenguaje casi
inexistente y su interacción social prácticamente nula, debido a sus brusquedades en la
conducta y retraimiento. Es conveniente realizar un entrenamiento básico con estas
personas, pero en la mayoría de los casos no responderán ante prácticas para conseguir
que se desenvuelvan por sí mismos. Cuando son adultos, pueden conseguir un grado
mínimo de autodefensa que le permita reaccionar mínimamente ante situaciones de
peligro conocidas para ellos, aunque seguirán necesitando ayuda y protección en la
mayoría de situaciones que se presenten.
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el maestro de pedagogía terapéutica (por su preparación específica; el cual intervendrá
cuando las posibilidades del tutor se vean desbordadas), y el Departamento de
Orientación (que a través de la evaluación psicopedagógica, identificará las necesidades,
tomará decisiones sobre la escolarización, si es necesaria una adaptación del currículo, y
determinará las ayudas necesarias).
Como elementos significativos tendremos en cuenta su historia personal
(antecedentes, datos evolutivos, hª clínica y escolar), aspectos sociofamiliares
(economía, cultura, conductas y actitudes) , aspectos escolares ( adaptación, clima social
y estilo metodológico ), valoración funcional ( desarrollo biológico /cognitivo/
comunicativo/motor/afectivo/ integración..) ,competencia curricular (nivel en las
diferentes areas), estilo de aprendizaje ( funciones predispositivas –
atención/autocontrol, funciones integradoras- percepción/memorización, funciones de
razonamiento manejo y selección de información, sistema de signos, motivación.).
4. PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN
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hecho capaz la prevención de miles de casos de retraso mental en enfermedades
causadas por Haemophilus influenza B, encefalitis por sarampión, isoinmunización por
Rh, ictericia grave en recién nacidos, hipotiroidismo congénito, fenilcetonuria y rubeola
congénita.
Las etapas de la prevención del retraso mental se dan a lo largo de toda la vida, por
ello es importante empezar a prevenir desde el embarazo, ya que su control permite
prevenir una ingente cantidad de factores de riesgo del retraso mental como puede ser la
ingestión de drogas, alcohol, tabaco, etc., patología de la placenta, examen del cariotipo,
alimentación de la madre durante el embarazo, y otros problemas. Ante esto lo que se
debe hacer es una historia médica completa de la madre y de sus familiares para ir
descartando o viendo casos de embarazos prematuros o la existencia de casos en la
familia con retraso mental.
A esto se le deben añadir acciones como el uso de ácido fólico para evitar problemas
en el tubo neural y el empleo de técnicas de tamizaje neonatal, el uso debido del
cinturón de seguridad en el coche según el momento del embarazo y otras acciones de
protección tanto material y social como psicológica ( problemas psicoafectivos,
sociales y económicos).
Después del nacimiento se encuentran los problemas postnatales entre los que se
encuentran los partos prematuros, las lesiones secundarias, hemorragias cerebrales y
problemas metabólicos varios.
Durante la infancia se debe realizar un control de forma periódica hasta el final de la
adolescencia donde se pueden detectar problemas en el desarrollo neurológico asociados
a la vista, al oído, etc.
Durante toda la vida se puede prevenir con la mejora y atención del cuidado del
niño, ya que condiciones de pobreza o de familias marginales desestructuradas pueden
dar lugar a situaciones higiénicas peligrosas para el desarrollo de la persona, donde se
puede dar lugar a un ambiente peligroso con contaminación ambiental como puede ser
el plomo y las radiaciones, y la mejora de la nutrición ya que una mala alimentación y
desnutrición y anemia son posibles factores causantes del retraso mental.
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La clasificación convencional de la prevención del retraso mental son la primaria,
secundaria y terciaria; cada una de éstas capta una información que podría resolver
ciertos problemas. En la primaria se trata de actuar antes de la aparición del problema
par impedir que aparezca, en la secundaria acciones que hacen que disminuya o en el
mejor de los casos incluso eliminar el problema (como pueden ser dietas en niños con
fenilcetonuria), y finalmente la fase terciaria, en la que mejoran el nivel de
funcionamiento del paciente y hace que haya limitaciones para las consecuencias
negativas.
Respecto a la intervención educativa, sus principios generales quedaron
recogidos en la Orden de 14 de febrero del 96, por la que se regula el procedimiento
para la realización de la Evaluación psicopedagógica y el dictamen de escolarización y
se establecen los criterios para la escolarización de ACNEEs, y son la normalización e
integración escolar, a los que la LOE añade los de equidad e inclusividad.
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Se fundamenta en que todas las experiencias del niño tienen sentido educativo. Por ello
es claramente intencional, y su orientación debe estar fijada para eludir aprendizajes
inadecuados, que luego sería preciso corregir.
Como Molina García indica, esta atención temprana hace referencia a la
estimulación que se lleva a cabo durante los tres primeros años de vida
aproximadamente.
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No hay que olvidar aspectos como la preparación correcta del aula, plantear
distintas formas de agrupamiento de los alumnos para que rompan la estructura general
del aula, adecuándose así a los diferentes ritmos de aprendizaje, intereses y
motivaciones (grupos flexibles, talleres de trabajo, casetas de investigación...), como
objetivo de una acogida positiva para la diversidad del alumnado. Así como fomentar de
prácticas educativas cooperantes y propiciar que los compañeros colaboren en el
aprendizaje de sus compañeros.
El punto de partida es tratar de responder a las necesidades individuales desde
una metodología común para todo el alumnado y no el buscar métodos y técnicas de
trabajo diferentes desde un primer momento.
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alumnos con discapacidad. Dotar el aula de espacios de trabajo y ocio como la
biblioteca de aula (con libros adecuados para distintos niveles de lectura), o el espacio
de la naturaleza o el de las noticias, por ejemplo.
La mayoría de estos aspectos, así como cambios, quedan reflejados en el PEC.
Las NEs de este alumnado deben, igualmente, modular los distintos elementos que
constituyen este proyecto. Los alumnos con DM, pueden necesitar acceder
prioritariamente a determinados objetivos, áreas o contenidos, es decir, dar más
importancia o más tiempo a determinados objetivos, áreas o contenidos, sin dejar de
trabajar el resto.
Estos cambios también estarán contemplados en el Proyecto educativo y la PA,
ya que va a ser muy positiva para todos; estableciendo unos criterios básicos respecto a
los métodos que vamos a utilizar.
5. RECAPITULACIÓN
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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