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FRANÇOIS HOUTART
Presidente
ISBN: 978-9962-645-54-2
ISBN: 978-959-06-1279-4
Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar por escrito su opinión
acerca de este volumen y de nuestras ediciones.
RUTH
CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO
Trípode
SAMIR AMIN
SAMIR AMIN*
INTRODUCCIÓN **
El conflicto Norte-Sur
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1
Serge Cordelier: La mondialisation au delà des mythes, La Découverte, París, 1997, p. 141
(datos de OMC, 1995).
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ARCHIE MAFEJE*
Introducción
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
nales» y, como tal, todos y cada uno de los individuos pueden reclamar
cualquier pedazo de tierra o tener acceso a ella a su antojo. Esto es un
error básico.
Primero que todo, es importante indicar que los conceptos usados
para caracterizar los sistemas africanos de tenencia de tierra fueron sa-
cados de la jurisprudencia europea, lo cual condujo a una serie de falsas
ideas. Entre estas puede mencionarse la noción de «propiedad» sobre la
tierra y la tierra como «propiedad». Según la jurisprudencia europea,
estos dos conceptos se refieren a algunas partes delineadas del solum
físico y confieren la jurisdicción, así como el control exclusivo, al titular. En
cambio, en el África subsahariana el titular podría ser cualquiera de va-
rios actores: las autoridades territoriales (dominium eminens), el clan, el
linaje, el grupo familiar o la unidad de producción, pero nunca el indivi-
duo. De ahí que se distinga entre depositarios y derechos de uso. Como
es completamente evidente en este caso, los titulares son grupos orga-
nizados de manera vertical con derechos corporativos y no la comunidad
en su conjunto. A diferencia de Asia y Europa, las aldeas africanas no
eran unidades económicas, sino más bien unidades sociopolíticas soste-
nidas por lazos de parentesco y de buen vecino. En tanto que la asigna-
ción y la explotación de la tierra cultivable fueron determinadas por el
ingreso en los grupos particulares enumerados más arriba, es una seria
transgresión conceptual pensar en los sistemas africanos de tenencia de
tierra como «comunales». Al contrario, aunque colectivos, los derechos
sobre la tierra en el África subsahariana eran más limitados y controlados de
lo que podría sugerir la noción de «régimen de tenencia comunal».
Esto influye de manera muy importante sobre la cuestión de la segu-
ridad de la tenencia, lo que se convirtió en una obsesión entre los teóri-
cos burgueses simplemente porque, por prejuicio, interpretaron los
derechos colectivos sobre la tierra como «libre para todos» en una base
comunal. Los derechos colectivos sobre la tierra en el África subsahariana
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
«estado familiar» sean invocados con frecuencia, se debe recordar que
estos son solo productos del trabajo social —por ejemplo, cosechas y
ganado—, que son objetos de la apropiación. Estos pueden mencionar-
se legítimamente como la propiedad de los usuarios. Sin embargo, debe-
ría prestarse más atención para distinguir entre los derechos de propiedad
de las diferentes unidades de producción y consumo. Una vez más, aunque
bajo la influencia occidental, pudiéramos estar acostumbrados a pensar
en «la familia» como la unidad fundamental de producción y consumo
en las sociedades agrarias, este no es necesariamente el caso en África.
A menudo son los grupos familiares quienes se ajustan a esta definición
social, mientras que las familias con frecuencia no son depositarias de
la propiedad hereditaria, con independencia de cómo es generada.
Esta aparente paradoja se explica por el simple hecho de que la orga-
nización social en el África subsahariana está basada en el principio de
linajes o grupos de descendencia unilineal. Legalmente, la propiedad es
sostenida y transmitida a través de ellos. Puesto que los linajes y los
clanes son exógamos, ipso facto excluye a los cónyuges, sean hombre o
mujer. Desde el punto de vista de la relación entre trabajo social y dere-
chos sobre su producto, esto constituye una gran contradicción y una
fuente de injusticia para las mujeres y otros miembros que no son pa-
rientes de los grupos familiares africanos. Esta regla de exclusión tiene
implicaciones serias para los grupos familiares, los cuales son las unida-
des básicas de producción en la agricultura y para cuya formación las mujeres
que los constituyen son una condición necesaria. Es decir, según la cos-
tumbre, la tierra es asignada solo a hombres casados para ser cultivada
por sus esposas, las cuales no tienen jurisdicción sobre la propiedad de
la familia o el linaje mínimo. En otras palabras, las mujeres casadas
producen valor para los grupos de sus maridos.1 Ellas retienen solo las
1
E. Boserup: Women and their Role in Peasant Societies, documento presentado en el Seminario de
agricultores.
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
sobre la tierra, pues los miembros del linaje tienen en común salvaguar-
darla contra la enajenación de esta por forasteros.
Sin embargo, esto no significa que no haya intercambio de tierra a
través de las fronteras de los linajes, sino que todavía persiste una fuer-
te creencia en la inalienabilidad de la tierra o en los derechos de rever-
sión. En el pasado, este problema había sido infringido con la cesión del
uso de la tierra a extranjeros necesitados a cambio de un precio conve-
nido o parte de los productos, lo que no es equivalente a la venta de
terrenos. Esto dio lugar al conocido fenómeno de agricultores emigran-
tes en África Occidental y en el sur de Uganda, lo cual fue posible gra-
cias a la distinción en el derecho consuetudinario africano entre el solum
y sus manifestaciones. Al mismo tiempo, permitió el acceso a la tierra a
un círculo más amplio de usuarios potenciales, como respuesta a la in-
troducción de cultivos comerciales, sin poner en riesgo la seguridad de
los linajes. Hay varias cuestiones implícitas en este desarrollo, que han
suscitado respuestas contrarias de los teóricos del desarrollo. Hay quie-
nes ven en la insistencia de los habitantes rurales del África subsaharia-
na en los derechos corporativos sobre la tierra y en la inalienabilidad de
la tierra en general, una barrera para un mayor desarrollo. Se argumenta
que inhibe la inversión en tierras de sus actuales usuarios por el temor a que
sean asignadas a otros solicitantes. El contraargumento de aquellos
que están preocupados por la difícil situación de los pequeños produc-
tores, o los pobres rurales, es que la individualización de los derechos
sobre la tierra conducirá inevitablemente a la monopolización de la tierra
por los pocos afortunados y, por consiguiente, a la pauperización de la
mayoría de la población rural. Aunque lógicamente sostenibles, ambos
argumentos fallan en términos de la dinámica de la situación.
En cuanto al primer argumento, basta con señalar que no hay prue-
bas de que los productores agrícolas africanos en general no están ha-
ciendo lo correcto debido a la falta de acceso a tierras cultivables y a la
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
absoluta» en el sentido occidental. En nuestra opinión, ello depende de
la dinámica del modo de organización social por linajes en el África
subsahariana, que consiste en unidades que son radicalmente diferentes
de lo que es conocido como «familia» en Occidente. Por tanto, lo que
podría haber cambiado en esta parte del continente no es tanto la gene-
ración de derechos sobre la tierra, sino más bien el manejo de los dere-
chos de los usuarios.
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
la tenencia mientras sus posesiones sean cultivadas continuamente
y ellos mismos no sean expulsados por sus parientes o desterrados por
las autoridades territoriales bajo cuya jurisdicción caen. Como las dos
últimas suceden en raras ocasiones, ello implica que los linajes realmen-
te mantienen su tierra adjudicada a perpetuidad. Lo que puede ocurrir
—y ocurre— es que en condiciones de creciente escasez de tierra, las
adjudicaciones originales sean subdivididas entre varios titulares, por
ejemplo, hermanos y primos. Llamarle a esto «comunal» sería forzar
demasiado el asunto puesto que se comparte entre aquellos que ya tie-
nen ciertos derechos comunes de propiedad sobre bienes o inmuebles y
que están relacionados por lazos exclusivos de mutua obligación. Por
tanto, se puede concluir que los derechos africanos subsaharianos de
tenencia consuetudinaria son reivindicados por la pertenencia a grupos
socialmente reconocidos y por el uso continuado de las tierras por las
unidades productivas beneficiarias.
Como se mencionó anteriormente, hubo de manera paralela una in-
troducción selectiva de tenencia individual de tierra en algunos países
africanos. Esto se hizo sobre la base de que ofrecía mayores garantías
que los sistemas consuetudinarios de tenencia y que así se animaba la
inversión en la tierra. Esta posición recibió el apoyo de marxistas orto-
doxos como Samir Amin, quién planteó que «la propiedad privada so-
bre la tierra» era una condición necesaria para el desarrollo agrícola en
África.4 Nos arriesgamos a decir que esto no es nada más que presuposi-
ciones basadas en la experiencia histórica europea. En el Oriente ocurrie-
ron grandes revoluciones agrícolas sin la introducción de la propiedad
privada sobre la tierra. En efecto, fue la producción colectiva lo que
hizo posible grandes proyectos agrícolas, tales como proyectos de riego
y economías de escala en la agricultura de Mesopotamia, Egipto e India.
4
Samir Amin: Class and Nation, Historically and in the Current Crisis.
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Seudo-reformas agrarias
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Como se ha advertido ya, los programas de reforma agraria en el África
subsahariana no se orientaron a la redistribución de la tierra —excepto
en Etiopía—, sino a mejorar lo que se pensaba que era la inseguridad de
la tenencia en virtud de la tenencia consuetudinaria. Debido al impacto
del colonialismo europeo, esto se asoció con fuerza a una sola alternati-
va, es decir, a la tenencia individual de la tierra. Por consiguiente, poco
después de la independencia varios gobiernos africanos hicieron esfuer-
zos vigorosos para conseguir este objetivo a través de una serie de pla-
nes.5 Como es evidente, no presupuso el desalojo o la expropiación de
los agricultores asentados. Los planes previstos se introdujeron en terrenos
baldíos, generalmente considerados tierras públicas, o en tierras ocupadas
con la cooperación de los actuales poseedores que tenían la esperanza
de conseguir los títulos de propiedad, como en Kenia. En otros sitios,
esto se aplicó sobre todo a colonos, quienes estaban preocupados por
garantizar la propiedad de sus árboles adquiriendo derechos exclusivos
sobre la tierra misma. Además, las granjas estatales de los colonos que
se marcharon fueron vendidas a algunos individuos privilegiados a tra-
vés de préstamos estatales.
Aunque la individualización de los derechos sobre la tierra en áreas
densamente pobladas, como el sur de Malawi, privó a los pequeños
productores bajo tenencia consuetudinaria del acceso a buenas tierras,
el grado de tenencia individual de tierra en los países africanos es míni-
mo. En los casos peores, como Kenia,6 Costa de Marfil7 y Malawi,8 re-
presenta apenas el 20 % de las tierras disponibles en cada país. Sobre
todo, a pesar de la existencia de los títulos individuales, las encuestas
5
Ver Ann Seidman: «The Agricultural Revolution», en East Africa Journal.
6
Ver la obra de Odingo de 1986.
7
B. Campbell: «The Fiscal Crisis of the State: The Case of the Ivory Coast», en H. Bernstein y
B. Campbell (eds.): Contradictions of Accumulation in Africa: Studies in Economy and State.
8
T. Mkandawire: «Economic Crisis in Malawi», en J. Carlsson (ed.): Recession in Africa.
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
también figura fuertemente en esta categoría de agricultores.
Queda claro, pues, que la tenencia individual de tierra defendida por
algunos gobiernos africanos benefició solo en parte a la agricultura
y, probablemente, no más que a la producción parcelaria bajo la tenen-
cia consuetudinaria —un punto que será abordado más tarde—. La razón
subyacente es que una proporción significativa del valor derivado de la
privatización de la tierra provino de la circulación y el consumo. Así, a
finales de los años sesenta, la producción agrícola en el África subsaharia-
na había llegado a una meseta, mientras unos cuantos especuladores
siguieron prosperando. Otro aspecto preocupante de las limitadas re-
formas agrarias africanas es que favorecieron la explotación y el parasi-
tismo entre latifundistas y pequeños granjeros, o entre ricos y pobres. Algo
que no hicieron fue desarrollar una clase auto-reproductora de capitalistas
agrícolas, basada en el trabajo a tiempo completo, despojada de cualquier
medio de producción, como es afirmado por el modelo europeo clásico.
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
cambiado los cultivos tradicionales por cultivos de alto valor, tales como
el maíz híbrido, la horticultura, el arroz con cáscara, las aves de corral y
las granjas lecheras. Otros han vuelto a las variedades originales resis-
tentes al calor —y a la sequía—, como el mijo y el sorgo. Todas estas
adaptaciones ocurren dentro de los límites de la tenencia consuetudinaria.
Pero las personas involucradas se han «modernizado» en el sentido de
que han recibido la educación moderna mínima, han tenido experiencia
en las ciudades como trabajadores emigrantes, y han tenido imaginación
suficiente para movilizar los recursos familiares y el trabajo de grupo para
adaptar sus actividades agrícolas a las condiciones cambiantes del merca-
do. Con el tiempo su número aumentará porque la participación está en
principio abierta a todos bajo la tenencia consuetudinaria, y es del inte-
rés de productores menos afortunados para prevenir la exclusión.
Esto es perfectamente sostenible porque las personas exitosas de-
penden de los miembros de sus grupos familiares para el trabajo y el
apoyo, y están ligados por principios de reciprocidad. Lo que inclinó la
balanza hacia el individualismo precedente fue la intervención del gobier-
no en nombre de sus elegidos agricultores progresistas, quienes actúan
sin obligaciones familiares y utilizan solo mano de obra contratada. En
realidad esto no sucedió, hasta tal punto que en algunos casos comuni-
dades enteras, por ejemplo, en Luoland en Kenia,12 rechazaron ofertas
de tenencia individual de tierra. El Gobierno ghanés, que estaba dis-
puesto a proteger los derechos de los agricultores emigrantes, encontró la
misma resistencia. Es igualmente importante, sin embargo, el hecho de que
la solidaridad de grupo o de los familiares no implica ausencia de explo-
tación y de dominación social. Como fue mencionado, los individuos
11
P. Collier y R. Horsnell: «The Agrarian Response to Population Growth in Kenya», en A.
Mafeje y S. Radwan (eds.): Economic and Demographic Change in Africa.
12
P. Anyang’ Nyong’o: «“Middle Peasantry” in Nyanza», en Review of African Political Economy,
vol. 8, no. 20.
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
cualquiera sea el problema de la agricultura en el África subsahariana,
este no reside en la existencia o inexistencia de la tenencia individual de
tierra o en el «estancamiento tecnológico». Vale la pena señalar que en
la crisis actual se ha producido un colapso virtual entre los agricultores
de todos los tamaños y descripciones. De hecho, hay indicios de que los
pequeños productores han capeado mejor el temporal que los agricultores
capitalistas o comerciales. Sus estrategias de supervivencia, tales como
el desarrollo de mercados paralelos, el trueque de productos agrícolas
con productores de países vecinos y el cambio a cultivos de alto valor,
aunque a una escala modesta, parecen haber dado resultado. Así, la
pregunta por la innovación tecnológica o su opuesto, el estancamiento
tecnológico, debe ser estudiada de nuevo, y también la cuestión de quién
debería «movilizar» a quién.
Se sabe, pero no se reconoce, que los campesinos africanos subsaha-
rianos, quienes estuvieron profundamente implicados en el mercado ca-
pitalista de diversas formas, han sido muy dinámicos desde principios
del siglo pasado como mano de obra emigrante y como productores de
gastos menores. Lo que se convirtió en un problema es la relación es-
tructural entre ellos y sus gobiernos. También se conoce que el creci-
miento de los mercados va de la mano del desarrollo capitalista. Sin
embargo, los mercados, como en el capitalismo, no pueden ser desarro-
llados de manera uniforme en todas partes. Esto es particularmente
cierto en el África subsahariana. Por tanto, en la propuesta para promo-
ver el desarrollo capitalista entre los productores agrícolas después de
la independencia, los gobiernos africanos eran conscientes de que esto
no podría hacerse sin proporcionar las instalaciones de mercadotecnia
14
N. Alexandratos: «Food-production potential of African lands and projections to 2000», en
A. Mafeje y S. Radwan (eds.): Economic and Demographic Change in Africa.
15
Agricultura africana: los próximos veinticinco años. [N. del T.].
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Los problemas expuestos anteriormente son comprendidos de manera
diferente por los neoliberales occidentales y sus adversarios africanos.
Entretanto, la posición neoliberal es tan dominante en la coyuntura his-
tórica actual que pretende ser la única alternativa viable desde el colap-
so del llamado socialismo en la Europa del Este. Por tanto, una crítica
a las pretensiones neoliberales, quiérase o no, se vuelve imprescindible
para ponerlo todo de relieve y ofrecer a los protagonistas una oportunidad
de volver sobre sus antagonistas. Esto ya ha sido hecho por Mkandawire
y Soludo en su libro, Our Continent, Our Future,19 antes referido. Aquí
solo podemos examinar lo que se podrían considerar los presupuestos
básicos de los neoliberales y sus desastrosas consecuencias en cuanto a
la cuestión agraria en el África subsahariana.
Desde el advenimiento de la actual crisis agrícola y de alimentos en
África, los Programas de Ajuste Estructural [PAE]20 son, probablemen-
te, la intervención más drástica en las economías africanas. Llegaron
pisando los talones del Plan de Acción de Lagos, el cual era un claro
reconocimiento de los gobiernos africanos de la necesidad de solucio-
nes sociales y políticas a sus problemas económicos. El Banco Mundial
demeritó esta visión al insistir en: 1) la intensificación y diversificación
de la producción para la exportación entre los agricultores que cuentan
con los recursos necesarios; 2) la eliminación de los controles de pre-
cios sobre los productos agrícolas básicos; 3) el retiro de subvenciones
oficiales a todo tipo de agricultores; 4) la eliminación de subsidios a los
alimentos por parte del gobierno; 5) recortes en asistencia social, y 6) la
retirada del Estado de toda la producción en una región subdesarrollada.
18
M. Mamdani: «Extreme but not Exceptional: Towards an Analysis of the Agrarian Question
in Uganda», en Journal of Peasant Studies, vol. 4, no. 2.
19
T. Mkandawire y C. Soludo: Ob. cit.
20
En inglés: StructuralAdjustment Programmes (SAPs). [N. del T.].
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Parece que el hecho de que no hay ninguna cuestión sobre la tierra en el
África subsahariana, excepto en el sur de África donde la reforma de la
tierra es un tema candente, ha adormecido a los gobiernos y responsa-
bles políticos en la idea de que tampoco hay ninguna cuestión agraria.
Es una visión errónea porque se prolonga la crisis agrícola y alimentaria en
la subregión, un claro indicador de que no todo está bien. Sorprenden-
temente, esto no ha dado lugar a ninguna investigación seria sobre la
cuestión agraria en la subregión. Aún hay varias cuestiones que deben
ser abordadas en este sentido. Primeramente, está la pregunta de cómo
los mejores sistemas de tenencia de tierra existentes y los modos de
organización social para la producción en la subregión pueden ser mo-
dificados con el fin de satisfacer las necesidades actuales de todos los
productores agrícolas, incluidas las mujeres. En segundo lugar está la
relación entre el Estado y el campesinado. Es evidente que los gobier-
nos no pueden seguir considerando la agricultura como una vaca leche-
ra para conseguir fondos que financien el desarrollo en las zonas urbanas,
descuidando el campo. Se requiere un nuevo contrato social entre los
gobiernos y los productores agrícolas, particularmente los pequeños y
medianos, quienes constituyen más del 90 % de todos los agricultores.
En tercer lugar están las consecuencias del colapso de la estrategia de
desarrollo basada en la agricultura de «gran escala». Esta es de crucial
importancia, dado el hecho de que la erradicación de la pobreza es una
prioridad en las agendas de todas partes. Ya no es una cuestión de
maximizar la producción física, sino de un desarrollo con justicia y pro-
tección del ambiente, o de agricultura sostenible. Todas estas son cues-
tiones nuevas cuyas respuestas válidas no pueden ser sacadas de modelos
eurocéntricos, como ha sucedido antes. Sin embargo, teóricamente, el
problema no ha sido resuelto todavía. Los economistas neoclásicos,
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
bio desigual» y la «articulación de modos de producción». Es la última
teoría la que proporciona una antítesis a las «teorías duales» de la derecha.
Fue creada por marxistas franceses, pero no fue hasta la publicación de
Rey, Colonialisme, neo-colonialisme et transition au capitalisme, en 1971, que cir-
culó entre los estudios africanos. La tesis básica era que, al contrario de
las suposiciones neoclásicas, el capitalismo no se expandió de tal mane-
ra que se hizo universal en África, precisamente porque el colonialismo
intentó socavar los modos africanos de producción, al mismo tiempo
que buscaba la vía de conservarlos en una forma modificada a fin de
garantizar la reproducción social del trabajo sin costo para los explota-
dores coloniales. En tanto los productores de subsistencia se compro-
metían en este rol estructural o imperativo, no estaban destinados a
hacerse capitalistas por derecho propio, como se predijo.
Si bien la teoría de la disolución y la preservación —como llegó a ser
conocida— ha sido rechazada como «funcionalista»,27 así como no dia-
léctica,28 ciertamente se sostiene en situaciones donde la política segui-
da fue la coacción extraeconómica o la discriminación contra los pequeños
productores, por ejemplo, en el sur de África y en países como Kenia y
Malawi. El reconocimiento de este hecho tiene significación teórica
porque el efecto catalítico del voluntarismo es a menudo minimizado
en la teoría marxista clásica. Asumido esto, también hay que reconocer
que, en su caso, el voluntarismo por sí mismo no es suficiente, pues a menu-
do es obstaculizado por las actuales condiciones objetivas existentes y los
reflejos de los agentes reales de la historia. Por ejemplo, no deja de ser
26
A. Lewis: «Economic Development with Unlimited Supplies of Labour», en The Manchester
School.
27
H. Bernstein: «Agricultural «Modernisation» and the Era of Structural Adjustment:
Observations on sub-Saharan Africa», en Journal of Peasant Studies, vol. 18, no. 1.
28
A. Mafeje: African Households and Prospects for Agricultural Revival in Sub-Saharan Africa,
CODESRIA working paper, no. 2/91.
53
29
H. Wolpe (ed.): The Articulation of Modes of Production.
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Lo consiguieron al invertir parte de sus exiguos salarios en la produc-
ción agrícola. Aquí, la expresión anterior se emplea conscientemente, a
pesar de los persistentes estereotipos acerca de la agricultura africana,
incluso entre marxistas eurocéntricos, la producción de subsistencia en
el sur de África hace mucho tiempo dejó de existir. Incluso los llamados
cultivos básicos, como el maíz, han sido comerciales desde finales del
siglo XIX.30 Las ovejas son criadas por su lana, la que es vendida a co-
merciantes blancos locales; el ganado no solo es criado para fines cere-
moniosos-rituales como dotes matrimoniales, sino también para la venta
en ferias (fantesi, de la palabra en afrikáans vandusie), organizadas por
comerciantes blancos ambulantes; mientras crían caballos principalmen-
te para el transporte, los excedentes son vendidos a compradores loca-
les; y el pollo, los huevos y las hortalizas a menudo son producidos y
vendidos por las mujeres a los comerciantes blancos locales. Por su-
puesto, las relaciones de intercambio entre los campesinos y los comer-
ciantes blancos son peores que las que, por lo general, se dan entre los
granjeros blancos y las zonas urbanas. Esto no solo reduce significati-
vamente las perspectivas de acumulación desde la base, sino que tam-
bién obliga a los productores a subsistir en niveles más bajos de lo que
se justifica su productividad.
Finalmente, una vez más contrario al estereotipo habitual sobre el
atraso tecnológico de los productores agrícolas africanos, en el sur de
África la tracción animal y el uso del arado de hierro han sido práctica
estándar entre todos los tipos de cultivadores durante gran parte del
siglo pasado. Además, el plantador de hierro, la grada, el escardador
mecánico, el abono y los fertilizantes (por lo general los fosfatos) son de
uso general, aunque no siempre asequibles. Sin embargo, todo esto no
incrementó la productividad de los agricultores negros bajo el apartheid,
30
C. Bundy: The Rise and Fall of the South African Peasantry.
55
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Cuando se aplica al África subsahariana, la analogía rusa se desmoro-
na por completo. En primer lugar, no existe una aristocracia feudal de la
cual los capitalistas emergentes podrían desear «liberarse» y, así, contri-
buir al desarrollo de la democracia burguesa. En segundo lugar, los po-
cos agricultores capitalistas que han surgido en el África subsahariana,
excepto en el sur de África, no necesariamente han desplazado a los
pequeños productores ni los han explotado con frecuencia como mano
de obra asalariada (es decir, convertirlos en un proletariado rural despo-
jado de los medios de producción). Más bien es la migración del campo
a la ciudad la que ha conducido a la proletarización de los campesinos
africanos. Probablemente, esto habría hecho más fácil la tarea de Lenin
dado que la alianza necesaria entre campesinos y trabajadores estaría
encarnada en los mismos agentes sociales. Pero incluso esto no ha sido
demostrado. Las diferencias de perspectiva entre los trabajadores urba-
nizados por completo y los trabajadores emigrantes persisten. En tercer
lugar, a diferencia de la Rusia zarista, en África los agricultores capita-
listas son auspiciados por el Estado. Este ha sido el caso desde el régi-
men colonial, y fue mayor en el sur de África con respecto a los agricultores
blancos. Por el contrario, la relación entre el campesinado y el Estado
siguió siendo antagónica. No solo los Estados coloniales y poscoloniales
aplicaban políticas de extracción a la clase campesina, sino que también
ambos utilizaban métodos represivos para asegurar obediencia. No es
sorprendente que el Estado llegara a ser considerado un enemigo del
pueblo. Pero, asombrosamente, los agricultores capitalistas, también lla-
mados kulaks, son vistos con buenos ojos por el Estado, no los conside-
ran, por lo general, enemigos, excepto en África austral. Se trata de una
roca sobre la cual el mecanicista análisis de clases marxista titubea, y es
una de las trampas en la que Mamdani cayó sin darse cuenta.
35
Ver P. Waterman: «Notes on Lenin and the alliance of the working class and peasantry», en
Human Futures.
57
58
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
do,39 las relaciones de dominación e intercambio40 habían sido interpre-
tadas simplemente como relaciones de clase, sobre la premisa de la
desigualdad social. Esta suposición fue refutada con éxito por autores
como Meillassoux,41 Coquery-Vidrovitch42 y Samir Amin.43
Como se ha reiterado a través de nuestra discusión, uno de los princi-
pios más perdurables y únicos de la organización social en África
subsahariana es el parentesco, por el cual se supone la afiliación por
descendencia o consanguinidad. Sin excepción, el grupo de descendencia
o clan es el pivote alrededor del cual giran la producción y la reproduc-
ción social. Esto está regulado, por lo general, por hombres de alto ran-
go, tradicionalmente conocidos como los ancianos, los cuales hoy día
todavía son reconocidos como los representantes de las unidades consti-
tuyentes del clan (clanes mínimos). Ellos son los que determinan la asigna-
ción de recursos y trabajo, y actúan como representantes político-jurídicos
de sus respectivas unidades en la esfera pública o asuntos externos. Esto
implica una relación jerárquica entre ellos y sus subalternos, así como
entre ellos mismos y las mujeres. A su vez, aceptan la responsabilidad
de la protección y el bienestar de ambos, es decir, controlan los medios de
subsistencia y de reproducción social.
Es de gran importancia que algunos marxistas franceses, a pesar de haber
sido instruidos en el universalismo marxista, como es ejemplificado por los
cinco modos de producción o etapas históricas del desarrollo postula-
dos por Marx, encontraran no solo intrigante el modo subsahariano de
organización, sino también único, al punto que estaban dispuestos a
hacer una excepción de ello. Coquery-Vidrovitch planteó que: «Teniendo
39
G. Dupre y P. Rey: «Lineage Mode of Production», en D. Seddon (ed.): Relations of Production.
40
M. Godelier: Perspectives in Marxist Anthropology.
41
Claude Meillassoux: L’Anthropologie Economique des Gouro de Côte d’Ivoire.
42
C. Coquery-Vidrovitch: Ob. cit.
43
Samir Amin: Ob. cit.
59
44
C. Coquery-Vidrovitch: Ob. cit. (cursivas en el original).
45
Pierre Phillippe Rey: Colonialisme, Neo-colonialisme et Transition au Capitalisme.
46
Claude Meillassoux: Ob. cit.
60
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
ción entre los productores africanos. Esto solo es cierto desde el punto
de vista del individualismo burgués. En conjunto, un porcentaje signifi-
cativo de las unidades de producción africanas ha sido capaz de acumular
valor cultivando cosechas o criando animales para el mercado capitalista.
De lo contrario, no es posible explicar la prosperidad de los campesinos
africanos en los años cincuenta y sesenta, cuando los precios de los produc-
tos básicos eran boyantes, o el rápido incremento de campesinos «me-
dios», es decir, el desarrollo a pequeña escala del modo ampliado de
producción en todas partes, excepto en el sur de África. Probablemente
sea cierto que el desarrollo del capitalismo, en el sentido burgués, fue
frustrado por la resistencia colectiva contra la individualización de la
producción, aceptando la comercialización bajo la tenencia consuetudi-
naria, donde los derechos de uso se garantizan a todos los productores po-
tenciales. Lo anterior también afecta los intercambios de tierra preexistentes
entre grupos depositarios. Por esto es que la venta de tierras a indivi-
duos no significa mucho, ya que, bajo ciertas condiciones, el grupo origi-
nal podría invocar sus derechos de reversión y ofrecer la recompra de la
tierra con la debida compensación por las inversiones permanentes. Es lo
que sucedió en Kenia y podría pasar a los herederos del «comprador
capitalista» de Mamdani en el norte de Uganda.
El modo menos problemático de acumulación desde la base que ha
ocurrido en África es aquel que no implicó la alienación de la tierra,
sino que aprovechó la tenencia consuetudinaria al permitir el uso per-
petuo y la herencia de parcelas de tierra asignadas. También se necesita
que no sea tan agresivo como en el caso de Mamdani. En el este y el sur
de África fue financiado por las remesas de las áreas urbanas, por los
salarios de la pequeña burguesía entrenada por misioneros, por ejemplo,
sacerdotes, profesores, pequeños burócratas, artesanos, especuladores
a pequeña escala y aparceros. Los factores técnicos de la producción
simplemente se intensificaron mientras dependían del trabajo del grupo
61
62
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
La introducción de cultivos comerciales se ha convertido en una fuente
importante de conflicto entre esposas y esposos, porque da a los mari-
dos el derecho de apropiarse del valor de lo que sus mujeres producen
y disponer de él a su discreción. Posiblemente sea este un ejemplo de
dominación y explotación, ya que el producto —pero no el trabajo de las
mujeres— es de consumo general. Aquí se manifiestan con más fuerza
las desventajas de la tenencia dependiente. La solución inmediata al
problema sería otorgar los mismos derechos de usufructo a hombres
y mujeres, casados o no. Esto no amenazaría los derechos de reversión
de los grupos de tenencia de la tierra, puesto que ninguno de los
adjudicatarios adquiriría así el derecho de disponer de la misma, sino
solo de sus manifestaciones. La cuestión es que ello afectaría de forma
radical la división del trabajo entre hombres y mujeres, y afectaría profun-
damente los procesos de reproducción social de los clanes africanos.
El intercambio de mujeres es esencial para la reproducción biológica
de los clanes africanos, ya que la exogamia y el tabú del incesto impiden
a los hombres casarse con sus parientas, reales o putativas. En primer
lugar, para su supervivencia material, los clanes se esfuerzan por mantener
su patrimonio-matrimonio intacto y dentro del colectivo. Esto inmedia-
tamente excluye a las mujeres que están casadas en el grupo, y a aquellas
que nacen en él, pero que están destinadas a pasar a otros clanes como
esposas, de cualquier control jurídico que ellas pudieran desear ejercer
en su propio nombre. En segundo lugar, para incrementar sus recursos
de subsistencia, los clanes africanos dependen en gran medida del tra-
bajo de las mujeres que asimilan mediante el matrimonio. Los derechos
de usufructo les permitirían a las mujeres desarrollar su fuerza de trabajo
por cuenta propia y les concederían el derecho de disponer del producto.
Sin embargo, es muy poco probable que las mujeres casadas descuida-
ran las necesidades de subsistencia de sus grupos familiares. En tercer
lugar, es probable que los esposos estuvieran obligados a trabajar más
63
47
Ver E. R. Fapohunda: «The Nuclear Household Model in Nigerian Public and Private Sector
Policy: Colonial Legacy and Socio-political Implications», en Development and Change, vol. 18,
no. 2.
64
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
bres como las mujeres han sido agentes activos en el proceso, aunque
en condiciones desiguales. Lo han conseguido mediante la producción
de cultivos comerciales para el mercado capitalista, mientras confían en
el trabajo familiar y la ayuda ocasional de parientes y trabajadores
subcontratados. Esto vino acompañado por la intensificación de algu-
nos factores técnicos de producción, tales como el uso de tracción ani-
mal e implementos mecánicos, donde fuera posible, y utilizando abonos
y aplicando fertilizantes inorgánicos e insecticidas. Así, el problema de la
agricultura africana no es la cuestión de la tierra o los sistemas de tenen-
cia de tierra —excepto en el sur de África y algunos pequeños países
con problemas en sus tierras como Lesoto, Burundi, Ruanda, Gambia
y las Islas Comoros—. Sin embargo, las Seychelles y Mauricio, aunque
países pequeños, solucionaron su cuestión de la tierra dividiendo las
antiguas haciendas coloniales en granjas de tamaño medio y ampliando
los sectores no agrícolas de sus economías. De ese modo, se absorbió la
población excedente de la agricultura (que no debe ser confundida con
el campo en general). El desarrollo rural a través de actividades no agrí-
colas era una parte importante de su estrategia de desarrollo.
Para el resto del continente africano, la cuestión agraria es un tema
crítico. Como se conoce, implica reformas sociales, económicas y tec-
nológicas que varían en función de las circunstancias históricas. Es evi-
dente que en la agricultura africana hay un imperativo problema
económico y social para liberar a las mujeres de la dominación masculi-
na. Esto, además de ser su derecho democrático, es una fuerza liberadora
en el sector agrario en general. No solo son las mujeres la mayoría de los
productores agrícolas en África subsahariana —casi el 70 %—, sino
que no se ha desarrollado plenamente su potencial bajo el modo de
organización de linaje restrictivo, parcial y machista, el cual ha pervivido
a pesar del individualismo burgués fomentado primero por los misione-
ros y el Estado colonial, y ahora por el Banco Mundial y las agencias
65
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
sante notar que los propietarios tradicionales de las haciendas de azúcar
en Mauricio sufrieron el mismo destino y se vieron obligados a vender
sus tierras a los medianos productores, quienes encontraron más fácil
diversificar la producción. Bajo la actual crisis agrícola los agricultores
a gran escala, que no tenían mercado seguro para sus granjas más o
menos abandonadas, simplemente fueron sacados de la circulación agrí-
cola (del comercio). Ello no es sorprendente porque hasta en los mejores
tiempos los mayores agricultores africanos mostraron una preferencia
definida por ganar dinero rápido invirtiendo sus excedentes en el co-
mercio, más que reinvirtiendo en la agricultura. Este es un signo de la
debilidad del capital agrícola en el África subsahariana y tiene implica-
ciones muy graves para el desarrollo de una auténtica agricultura capi-
talista, en lugar del actual capitalismo agrícola lumpen.
En contraste con los agricultores a gran escala, los campesinos afri-
canos han demostrado gran capacidad, quizás porque no tenían muchas
opciones. Ellos han hecho todo lo posible para mantener sus activida-
des agrícolas, incluso bajo la actual crisis. Como antes, a los campesinos
medios les ha ido mejor. Aunque convencionalmente se entiende por
«campesinos medios» aquellos que tienen entre cinco y ocho acres, el
área cultivada no es la mejor medida porque está sujeto a la fertilidad
del suelo, los cultivos y la intensidad del trabajo. Un criterio más confiable
es su productividad y el tipo de mano de obra utilizada. Esto se presta
para diferenciar entre el modo pequeño de producción, en el cual el
valor de uso es el factor dominante, y el modo ampliado de producción
a pequeña escala, en el cual el valor de cambio es un factor importante
en la asignación de recursos y mano de obra, es decir, parte de la pro-
ducción se destina expresamente al mercado y su objetivo es la acumu-
lación de valor. Ya sea que se utilicen más o menos acres, o se vendan
algunos productos innecesarios, aquellos que operan dentro del modo
pequeño de producción son cualitativamente diferentes porque su ob-
jetivo primario es la subsistencia y no la acumulación.
67
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Por casualidad, después de investigaciones infructuosas de econo-
mistas africanos, encontré en el olvidado artículo de Toyo, «Primary
Accumulation and Development Strategy in a Neocolonial Economy»,
la definición más clara de «acumulación primitiva» que yo había encon-
trado en los escritos de la izquierda africana.
«[L]a acumulación capitalista primitiva es una categoría transicional
de la acumulación. Es la creación de la empresa capitalista, es decir,
empresas que emplean por salario con capital privado, cuyo origen no
es el excedente generado por ella misma u otra empresa capitalista».48
Aunque Toyo continúa diciendo: «Es obvio que la fuente de este
capital para el capitalismo embrionario debe ser el exceso generado en
la esfera precapitalista de producción», esto es una distracción innece-
saria porque el mercado capitalista, a un alto grado, ha integrado los
diferentes sectores de las economías africanas. Por ejemplo, sería difícil
sostener que el empleo asalariado, el pequeño comercio y los ingresos
del gobierno en África son «precapitalistas». Lo que es pertinente con
el argumento de Toyo es el hecho de que los excedentes derivados de
ellos son precapital, en tal grado que tienen que ser convertidos en capi-
tal —la única forma de valor que puede reproducirse indefinidamen-
te— sin recurrir a ninguna fuente primaria. Es probable que sea por eso
que es avanzado, es decir, no primitivo. Dado que estas otras formas de
acumulación son apenas primitivas, parece muy adecuado referirse a
ellas como «acumulación simple».
Una vez hecha la distinción crítica entre acumulación simple y acu-
mulación ampliada, es hora de volver a los sujetos de estos procesos. Es
evidente que los campesinos medios son capaces de lograr tanto acu-
mulación simple como ampliada, y de ahí que su modo de producción
sea referido como modo ampliado de producción a pequeña escala. En
48
E. Toyo: «Primary Accumulation and Development Strategy in a Neocolonial Economy», p. 21.
69
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
ber dejado de tomar en cuenta la «dimensión humana» en sus Progra-
mas de Ajuste Estructural, que lejos de aliviar la pobreza la aumentaron,
al menos entre los grupos vulnerables encontró conveniente seguir la
corriente. Sin embargo, conscientes de que el desarrollo del capital hu-
mano menoscaba la acumulación antes de acentuarla, el Banco Mun-
dial buscó la forma de acomodarlo en virtud de los límites del crecimiento
económico. En una línea similar se vio la erradicación de la pobreza
como una consecuencia del crecimiento, encabezado por los producto-
res capitalistas sin la interferencia del Estado.50 Así, colocaba a los po-
bres en un papel pasivo bajo la creencia de que ellos son incapaces de
generar excedentes para la inversión y que, por regla general, son quie-
nes jamás accederían al financiamiento de los bancos, a diferencia de
los grandes agricultores. ¿Es todo esto verificable y universalmente cierto?
Es posible que la mayor parte de estas suposiciones no sean nada más
que prejuicios burgueses basados en la historia del desarrollo del capita-
lismo en la agricultura de Occidente.
Por ejemplo, no hay evidencias de que los grandes agricultores en el
África negra sean más eficientes que los pequeños. En segundo lugar, si
los agricultores a gran escala eran los mayores ganadores de divisas has-
ta el inicio de la actual crisis agrícola, las pequeñas cultivadoras en Áfri-
ca fueron y siguen siendo los mayores productores de alimentos. La
observación última no es invalidada por el hecho de que hay un déficits
de alimentos en los países africanos. En todo caso, es un argumento
para dar a esta categoría de productores un trato preferencial, en lugar
de marginarlos. Del mismo modo, no se puede demostrar que los gran-
des agricultores en África sean más sensibles a las innovaciones tecno-
lógicas que los pequeños agricultores. En la actual crisis agrícola en
África, los grandes agricultores en general han respondido al colapso de
49
PNUD: Human Development Report, 1997.
50
T. Mkandawire y C. Soludo: Ob. cit.
71
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
jetivo inmediato es la eliminación de la pobreza. Sin embargo, es impor-
tante señalar aquí que el énfasis no está en el margen de tiempo, sino en el
tratamiento a la eliminación de la pobreza como desarrollo básicamente
desde abajo. Esto tiene mucho sentido en regiones como el África subsaha-
riana, donde la mayoría de la población es pobre, pero tiene acceso a la
tierra. En su informe, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola54
argumentó de modo persuasivo no solo que la productividad de los po-
bres rurales se ha incrementado con facilidad por la inversión modera-
da, sino también que la relación entre el capital marginal y la tasa de
retorno es mucho más baja para los productores rurales pobres que para
los agricultores a gran escala de capital intensivo. Teniendo en cuenta la
productividad del capital marginal —es decir, lo recíproco del capital
al índice de ingreso— entre los dos subsectores, el informe postuló que
una unidad de recursos invertidos en el subsector campesino podría
generar mayores ahorros que si fuera invertido en el subsector del capi-
tal intensivo. Además, sugirió que, dada una situación en la que los
pobres son mayoría, el retorno decreciente al capital no sería tan signi-
ficativo en el sector pobre como en el sector no pobre.
La idea central de estos inspiradores argumentos consiste en que, en
situaciones donde los pobres predominan, es más eficiente invertir en ellos
que en los no pobres, quienes son propensos a absorber más recursos que
pueden ser justificados económicamente. En otras palabras, no solo es más
barato, en términos de gastos de capital (incluidas las divisas extranje-
ras), invertir en la mayoría descapitalizada, sino que también ayuda a
movilizar su única forma de riqueza, su mano de obra. Esta es una
garantía para el desarrollo personal y una base necesaria para el desarro-
llo nacional. En este contexto, los argumentos burgueses sobre los pro-
ductores marginales dispersos e improductivos pierden toda relevancia,
54
International Fund for Agricultural Development (IFAD): The State of Wold Rural
Poverty, 1992.
73
74
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
su transformación en agricultores capitalistas a través de la intensificación
de los factores técnicos, tales como, los regadíos, la introducción de
nuevos cultivos, un uso mayor de fertilizantes, mejor control de las pla-
gas y uso de herramientas más modernas, más que a través de la aliena-
ción de la tierra.
Esto presupone el desarrollo de industrias que sean capaces de res-
ponder a la demanda de la agricultura, incluida la generación de tecno-
logías apropiadas, como ocurrió en el Japón después que el país dio la
espalda al modelo occidental de desarrollo agrícola.57 Más cerca de casa,
en Egipto —la cuna del arado—, la despreciada azada con una hoja
mucho más amplia y el mango más corto que la que es común en el
África subsahariana, todavía se utiliza junto con un arado tirado por
tractor en, prácticamente, todas las operaciones, además de remover el
suelo y romper los terrones en las fincas medias y pequeñas. También,
entre esta categoría de agricultores aún se emplean animales de tracción
—caballo y burro— para transportar los productos al mercado. Y, sin
embargo, su productividad e intensidad de cultivo está solo por debajo
de la de los agricultores holandeses y daneses. Los africanos subsaharia-
nos están todavía muy lejos de agotar estas posibilidades, lo que signifi-
ca que se podría lograr mucho con una inversión relativamente muy
pequeña de capital. Pero el eurocentrismo bloquea su visión.
En contra de la estrategia de desarrollo proyectada desde abajo y
arriba, es importante señalar que dar prioridad a la agricultura es una
cosa, y considerar a la agricultura como la «columna vertebral» de las
economías africanas, en un sentido intrínseco, es otra. De hecho, es una
gran falacia perpetrada por el Banco Mundial y los antiguos amos colo-
niales para sus propios beneficios. Considerando que África tiene mu-
cha más tierra por persona que cualquier otro continente, la proporción
57
P. Franks: Industrialisation and the «Japanese Model» of Agricultural Development: A Case Study.
75
58
FAO: Ob. cit.
76
ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
Por tanto, la preservación de suelo y la protección del ambiente podrían
ser un factor crítico en cualquier esfuerzo para revitalizar la agricultura
en África. Entre otras cosas, ello significa que África tendrá que
industrializarse, con carácter urgente —no solo para sobrevivir econó-
micamente, sino también con el fin de satisfacer las exigencias técnicas
y científicas para el desarrollo de la agricultura—. La implicación inme-
diata es que, al contrario de las habituales presuposiciones eurocéntricas,
la acumulación primaria para la industrialización no podría venir de las
deprimidas economías agrícolas africanas. La tarea inminente para los
planificadores africanos y responsables políticos es asegurarse de que la
agricultura pueda, en el futuro previsible, alimentar a la creciente po-
blación africana. Los gobiernos africanos deberían sacar buen provecho
de esto, por razones tanto sociales como financieras, y pensar en otras
formas de financiar la industrialización, que se está convirtiendo en
condición sine qua non para el futuro del continente. No debería ser tan
difícil, si se recuerda cómo los recursos preciosos —incluidos la riqueza
mineral, la ayuda externa y los préstamos— han sido dilapidados en los
últimos treinta años en actividades desdeñables como el consumo cons-
picuo, la inútiles guerras civiles y, sobre todo, en apoyo a pequeños dic-
tadores. Todo esto conduce nuevamente a la cuestión de la democracia
social como condición necesaria para el desarrollo equitativo en África.
En este contexto, el requerimiento importante es que, si tomamos en
serio la erradicación de la pobreza y una estrategia de desarrollo de aba-
jo hacia arriba, entonces la política de extracción de plusvalía de los
campesinos en beneficio de las zonas urbanas debe ser abandonada para
asegurar la equidad y garantizar que las zonas urbanas vivan del valor
añadido, como un imperativo lógico de tal estrategia de desarrollo.
59
E. Lambini y D. Ehrlich: Broad Scale Maps of African Land Cover and its Dynamics, 1982–1991.
77
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ARCHIE MAFEJE / La cuestión agraria, el acceso a la tierra y las respuestas de los campesinos en el África subsahariana
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79
80
SAM MOYO*
Introducción
81
82
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
El marco de la política neoliberal ha tenido dos implicaciones para el
desarrollo nacional. Se abandonó el proyecto de integración de la agricul-
tura y la industria en una base nacional, promoviéndose en cambio su
integración a mercados globales, lo que también agravó las inseguridades
económicas y sociales, la migración intensificada hacia áreas urbanas
y creó un modelo más profundo de «desarrollo inadecuado».9 Con el fin
de la Guerra Fría, el fin del dominio blanco en el sur de África, la
profundización de la crisis del desarrollo en África, la emergencia de varias
crisis de la tierra —por ejemplo, en Zimbabue y Costa de Marfil— y
la reemergencia de los movimientos rurales de reforma agraria desde la
década de los noventa, los temas sobre la reforma agraria y la pobreza
han vuelto a la agenda política, pero en menor medida a la agenda del
desarrollo. La práctica de la reforma agraria sigue basándose en princi-
pios de mercado, mientras que su teoría no ha articulado todavía un
objetivo coherente para la reforma en relación con el desarrollo nacio-
nal. Estas tendencias reflejan diferencias ideológicas y políticas que se
manifiestan en varias formas de conflictos organizados y esporádicos
sobre la tierra.
La reforma agraria es una dimensión fundamental de la cuestión agraria,
y a su vez esta lo es de la cuestión nacional. La cuestión agraria clásica,
relacionada con la transición de la sociedad feudal-agraria a la sociedad
capitalista-industrial, solo ha sido en parte resuelta por el curso del de-
sarrollo en el período de la posguerra. Aunque las relaciones capitalistas
de producción han desplazado a las relaciones de tipo feudal en casi
7
P. Yeros: «The Political Economy of Civilization: Peasant-Workers in Zimbabwe and the
Neocolonial World».
8
S. Moyo y P. Yeros: «Land Occupations and Land Reform in Zimbabwe: Towards the National
Democratic Revolution», en S. Moyo y P. Yeros (eds.): Reclaiming the Land: The Resurgence of
Rural Movements in Africa, Asia and Latin America.
9
Ibídem.
83
84
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
nacional basada en un programa de reforma agraria creíble.
La reforma agraria, incluso la reforma de la tierra, tuvo siempre la
intención de servir a la industrialización nacional. Sin embargo, los re-
cientes debates africanos sobre la tierra han minimizado el potencial de
desarrollo nacional de la reforma agraria en contraposición a tres puntos de
vista generales sobre su objetivo: el «social», el «económico» y el «polí-
tico».12 La versión social de la reforma agraria predomina en la actua-
lidad en muchos de los debates sobre la reducción de la pobreza en
África.13 Esta supone, implícitamente, que la actual base agroindustrial
africana, que sobrevivió al ajuste estructural y a la liberalización, es
suficiente y bastante competitiva, y que la capacidad de exportación
agrícola es provechosa, pero limitada por los pocos incentivos para la
inversión extranjera y, en menor grado, por la deformación del mercado
del norte. Siendo así, cualquier intervención en el sector agrario debería
limitarse a proporcionar cierta seguridad a la tenencia de tierra, sobre
todo a los trabajadores desposeídos y desempleados, hasta que más
empleos de «subsistencia» o no agrícolas puedan ser generados en otros
sitios de la economía informal.14 Desde este punto de vista, también se
sostiene que el problema del empleo ya no puede ser tratado por medio
de la reforma agraria,15 como había sido la fórmula en los años cincuenta
12
Ibídem.
13
R. Palmer: «The Struggles Continue: Evolving Land Policy and Tenure Reforms in Africa:
Recent Policy and Implementation Process», en C. Toulmin, C. y J. Quan (eds.): Evolving Land
Rights, Tenure and Policy in Sub-Saharan Africa; J. Quan: Ob. cit.; World Bank: Ob. cit.
14
R. Palmer: «The Struggles Continue: Evolving Land Policy and Tenure Reforms in Africa:
Recent Policy and Implementation Process», en C. Toulmin, C. y J. Quan (eds.): Evolving Land
Rights, Tenure and Policy in Sub-Saharan Africa.
15
D. Bryceson: «African Peasants Centrality and Marginality: Rural Labour Transformations»,
en D. Bryceson, C. Kay y J. Mooji (eds.): Disappearing Peasantries?: Rural Labour in Africa, Asia
and Latin America.
85
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SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
estructuras de riego y comercialización) disfrutados por el sector agrícola
a gran escala. Hace poco este marco bimodal de política agraria ha sido
enérgicamente asumido en Botsuana, el Congo, Mozambique, Nigeria y
Uganda, sobre todo con la ayuda para la reubicación de los agricultores
blancos de Zimbabue. Los opositores sostienen que las ventajas de la
agricultura a gran escala se sobrestiman, dado sus privilegios históricos,
los costos sociales y la sostenibilidad ambiental.24 Este argumento ve
valor en una estrategia nacional de «desvinculación» parcial del merca-
do mundial, pero afronta el dilema del intercambio crónico de divisas,
así como la oposición nacional e internacional.25
La versión política de la reforma de la tierra también tiene dos gran-
des tendencias que no son necesariamente diferentes del pensamiento
económico: las tendencias «micro» y «macro». La tendencia micro ve
valor político en la reforma de la tierra como un medio para disolver las
relaciones no capitalistas de producción o las estructuras de poder ex-
cesivamente concentradas, donde continúan existiendo a nivel local y
regional. La reforma de la tierra, según este punto de vista, debe limitar-
se a un proyecto de democratización local y regional, y no a un proyecto
nacional de transformación estructural. Por el contrario, la tendencia
macro ve la reforma de la tierra como un medio para disolver el poder
político de los grandes capitales agrarios que operan alineados con el
capital internacional y tiene interés en mantener un modelo extroverti-
do de acumulación.26 Para esta tendencia la reforma de la tierra a gran
escala es una condición política previa a la implementación de una po-
lítica de desarrollo nacional para la integración del mercado interno, y la
24
S. Moyo: «The Politics of Land Distribution and Race Relations in Southern Africa», en Y.
Bangura y R. Stavenhagen (eds.): Racism and Public Policy.
25
Ibídem.
26
S. Moyo: «The Land Occupation Movement and Democratization in Zimbabwe: Contradictions
of Neo-liberalism», en Millennium Journal of International Studies, vol. 30, no. 2, pp. 311-330.
87
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SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
acceso a importantes recursos socioeconómicos nacionales en particular,
dada la ausencia de una burguesía nativa madura. El acceso a un cargo
político puede ser crítico para la dirección de la acumulación. Los débi-
les Estados africanos neocoloniales, ya sea que fuesen asentamientos
coloniales o no, mantienen diferentes grados de regímenes «consuetudi-
narios» de autoridad, incluyendo algunas formas similares a remanentes
de regímenes semifeudales, como aquellos localizados en Marruecos,
Etiopía y el norte de Nigeria. Estos desempeñan un papel fundamental,
junto con los gobiernos locales y centrales, en el control y la asignación
de la tierra.
La contradicción primaria que afrontan las estrategias neoliberales de
desarrollo y las luchas democráticas radica en los mercados globalizados
desigualmente. Las relaciones comerciales están destinadas a sustituir
la intervención estatal como instrumento de desarrollo para las necesi-
dades internas de la sociedad dentro de una economía integrada, basadas
en la mejora de los recursos, la productividad técnica y el producto del
trabajo en niveles adecuados para la reproducción social básica. Las inter-
venciones estatales para el desarrollo, ligadas a relaciones cada vez más
basadas en el control del mercado de recursos —incluyendo la tierra—,
han tendido a excluir la débilmente organizada y favorecida élite inter-
na, y el capital extranjero a través de la manipulación de los mercados
y los procesos administrativos que gobiernan los recursos como la tierra y
el agua.
El control de la tierra se ha convertido cada vez más en una fuente
clave de poder de movilización a través de la política electoral, en la
cual el poder de clase y de capital dirige la lucha por la democratización
y el desarrollo. Las reformas de la tierra pueden ser espacios críticos de
luchas políticas, cuando la clase y las estructuras de poder y de raza son
desigualmente promovidas en función de los intereses del capital externo
89
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SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
pastoril como de asentamiento— de las agrupaciones a través de los
linajes dados.30 Tales derechos sobre la tierra también incluyeron aque-
llos asignados eventualmente a los «esclavos» asimilados, emigrantes y
colonizadores, tal y como advierten Mamdani31 y otros. Esto significa
que los grupos familiares africanos mantuvieron la tierra y movilizaron
sus relaciones laborales con relativa autonomía de los linajes gobernan-
tes y los jefes, principalmente por sus propias necesidades de consumo
y, en segundo lugar, por proyectos sociales o comunales en una escala
menor. Bajo estas condiciones, la producción para el comercio ocurrió a
una pequeña, pero creciente escala desde el colonialismo.32 Amin ha
argumentado33 que estas formaciones sociales africanas tenían algunos
elementos explotadores de las relaciones sociales tributarias de produc-
ción. Estos pueden ser citados a través de las contribuciones que los
grupos familiares aportaban, a partir de pequeñas porciones del producto
del trabajo y de la familia, a los proyectos sociales de los gobernantes
(por ejemplo, los campos del rey, las reservas de graneros, etc.). La cuestión
esencial que distingue el problema de la tierra en África es la ausencia
de relaciones sociales rurales de producción basadas en la servidumbre,
como la renta de la tierra y el trabajo servil, en un contexto donde el
monopolio sobre la tierra por parte de unos terratenientes no existía. El
colonialismo extendió la extroversión de la producción y el proceso de
extracción de plusvalía a través del control de los mercados y de las
fuerzas extraeconómicas, pero dejó la tierra y las relaciones laborales
genéricamente libres.
29
Ibídem.
30
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
31
M. Mamdani: When Victims Become Killers: Colonialism, Nativism, and the Genocide in Rwanda.
32
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
33
Samir Amin: Neocolonialism in West Africa.
91
92
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
están gravemente restringidas por la calidad y la disponibilidad de tierras,
y por políticas agrarias estatales, así como por mercados que extraen
la plusvalía significativa de ellas. Las reformas africanas agrarias y de la
tierra tienen, por tanto, que corregir estas desigualdades de tierras y su
uso directo para el desarrollo internamente beneficioso y articulado en
la transformación de la clase campesina africana.38
La clase campesina —a pequeña escala y de familias agricultoras que
operan dentro del sistema generalizado de producción de productos
básicos— no constituye una clase en sí misma, sino que le son inherentes
las tendencias antagonistas entre el proletario y el propietario.39 La fa-
milia campesina ideal se reproduce como capital y trabajo a la vez y en
contradicción interna, pero esta combinación no es uniforme dentro del
campesinado por dos razones principales.40 En primer lugar, el campesi-
nado se diferencia en pequeños productores de materias primas ricos, me-
dios y pobres, un espectro que va desde el capitalista que contrata fuerza
de trabajo más allá de la familia, hasta el semiproletario que la vende.
Como tal, el campesino medio es la única categoría que encarna el tipo
ideal de producción de la pequeña burguesía, que ni contrata ni vende
fuerza de trabajo —y que, a su vez, es raro—. En segundo lugar, la
combinación de capital y trabajo no es uniforme dentro de los hogares
individuales ya sea por diferencias de género o de generación; los patriarcas
controlan los medios de producción, mientras que las mujeres y los ni-
ños proporcionan trabajo no remunerado. En la superficie esto puede
parecer un modo de producción «diferente», pero se ha argumentado
37
A. Mafeje: «The Agrarian Question in Southern Africa and Accumulation from Below»,
SAPEM, vol. 10, no. 5.
38
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
39
S. Moyo y P. Yeros: Ob. cit.
40
Ibídem.
93
41
P. Gibón y M. Neocosmos: «Some Problems in the Political Economy of “African Socialism”»,
en H. Bernstein y B. Campbell (eds.): Contradictions of Accumulation in Africa.
42
Ibídem.
43
D. Bryceson: Ob. cit.
44
S. Moyo y P. Yeros: Ob. cit.
94
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
mineros han asumido la producción de coca.46 La tesis de la semiproletari-
zación es cuestionada por aquellos que ven la urbanización y proletarización
de manera categórica y, por tanto, desestiman la reforma de la tierra
como anacrónica, sobre todo la versión particular de Kay de la semipro-
letarización, que subvalora la importancia política del campo y hasta se
combina con la tesis del «fin de la reforma de la tierra» para eliminar
un modelo alternativo de acumulación.47 La tesis de la semiproletarización
aún tiene que ser volcada en la teoría y la práctica, sobre todo teniendo en
cuenta el cambio agrario en la estructura contemporánea centro-periferia
que no prevé traslados demográficos masivos hacia el norte.
El surgimiento de una clase más rica de campesinos junto a una ma-
yoría que se convirtió en semiproletaria o sin tierras, significa que la
completa proletarización ha sido generalmente anticipada, no tanto por
la acción estatal como por las familias rurales que se aferran a sus par-
celas de tierra y mantienen la estrategia dual de ingresos de pequeña
producción mercantil y el trabajo asalariado. Las actividades rurales no
agrícolas y los mercados han proliferado, de manera que entre el 30 y
el 40 % de los ingresos de las familias se derivan ahora de fuentes exter-
nas a la granja. La transición al capitalismo en la periferia ha ocurrido
así bajo una acumulación desarticulada y subordinada a las necesidades
de acumulación del centro. Como consecuencia, la transición no se ha
caracterizado por el «camino americano», como fuera identificado por
Lenin —es decir, una acumulación de amplia base «desde abajo» de
pequeños productores comerciales—, sino por caminos variados.
45
Citado en D. Bryceson, C. Kay y J. Mooji (eds.): Disappearing Peasantries?: Rural Labour in
Africa, Asia and Latin America.
46
J. Petras: «MST and Latin America: The Revival of the Peasantry as a Revolutionary Force»,
en Canadian Dimension, vol. 31, no. 3.
47
D. Bryceson, C. Kay y J. Mooji (eds.): Ob. cit.
95
96
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
les expropiaciones de tierras resultantes de dicha reforma, sino también
a las víctimas de la expropiación colonial, que han sufrido la pérdida a
largo plazo.54 Las demandas de compensaciones de tierras coloniales se
han hecho en Kenia, Zimbabue y Namibia, y en menor escala en
Botsuana y Suazilandia, como ha sido el caso de otras naciones con una
historia de expropiaciones coloniales de tierras. En algunos países don-
de ocurrieron las históricas reformas de tierras, por ejemplo, en Japón y
Taiwán, estas fueron apoyadas económicamente por antiguos poderes
coloniales o imperiales, sobre todo en el contexto de los esfuerzos
hegemónicos de la Guerra Fría.
Las compensaciones por la pérdida de tierras coloniales en África no
han sido tratadas de manera adecuada.55 Los gobiernos africanos, el
Gobierno de Zimbabue en particular, alegan que el racismo y la protec-
ción por parte de los donantes internacionales de sus terratenientes «ami-
gos y parientes» y de su capital en África están en el centro del dilema
de la reforma de la tierra y de la actual controversia política. Los actua-
les Programas de Ajuste Estructural (PAE) y las estrategias de reduc-
ción de la pobreza, proporcionan préstamos y ayudas para el desarrollo
bajo la condición de reformas económicas neoliberales y de formas de
gobierno, y socavan la capacidad nacional para resolver estas quejas
sobre la tierra según el estado de derecho. Esta característica enfatiza la
dimensión colonial y externa de la cuestión de la tierra en África y los
procesos de reforma, así como la controversia política de las estrategias
de reforma de la tierra promovidas por el mercado en el contexto de la
«globalización» neoliberal.56
53
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
54
M. Mamdani: When Victims Become Killers: Colonialism, Nativism, and the Genocide in Rwanda.
55
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
56
Ibídem.
97
98
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
guas colonias de pobladores, es el desafío de la redistribución de la tierra
y las luchas relacionadas con la tierra, las que son dominantes.
99
100
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
concentración local de tierras también implica situaciones en las cuales
los líderes tradicionales, los ancianos y los «colonialistas» nativos han
acaparado las más grandes extensiones de tierra y de mejor calidad, que
estaban «en venta». Mientras, condonan los persistentes abusos de las
élites y los funcionarios estatales locales. Aunque las desiguales estruc-
turas de tenencia de tierras en el oeste de África no son tan extremas
como en los territorios de los colonos blancos, los procesos de concen-
tración de tierras están ocurriendo a una escala significativa.
Las políticas coloniales y de posindependencia sobre la tierra tam-
bién tendieron a dividir las economías nacionales en enclaves etno-re-
gionales de crecimiento desigual, donde la concentración de tierras y
recursos ocurrió junto con la marginalización. Los conflictos por las
tierras toman la forma de luchas «étnicas» entre grupos pastoriles que
compiten por el control de los pastos y los abastecimientos de agua,
especialmente durante las sequías.62 Tales conflictos por las tierras se
incrementaron con la demarcación de las fronteras, la cual fragmentó a
los grupos pastoriles, impidió los movimientos fronterizos y socavó la
viabilidad de la tierra consuetudinaria y los sistemas de uso del recurso.
Los grupos minoritarios han sufrido considerablemente, y los conflictos
de distribución de tierras afectan a algunos grupos étnicos, en especial
a los grupos minoritarios «nativos» (como los sans o bosquimanos en
Botsuana, y los herero en Namibia). Esto es común en algunos países,
sobre todo donde las expropiaciones de tierras de la posindependencia
por el Estado han facilitado o han promovido la reasignación de tierras a las
élites locales y al capital extranjero. En algunos países, el reordenamiento
espacial de los pueblos y las familias fue instrumentalizado para conso-
lidar las estructuras de poder étnicas de las alternativas colonialistas y
62
F. Flintan y I. Tamrat: «Spilling Blood over Water? The Case of Ethiopia», en J. Lind y K.
Sturman (eds.): Scarcity and Surfeit: The Ecology of Africa’s Conflicts, pp. 243-319.
101
102
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
miento colectivista, como en Tanzania y Etiopía.67 La mayor parte de
los países en el este de África ha proporcionado algún reconocimiento
legal a la tenencia consuetudinaria indígena de tierras.68 Tanzania, Etio-
pía y Eritrea abolieron la propiedad privada y procuraron sustituir los
sistemas de tenencia indígenas con reformas alternativas de tenencia
basadas en la comunidad. En el norte de África las reformas de tenen-
cia se iniciaron a partir de los años setenta con un proceso incompleto
de registro y certificación de la propiedad en Túnez y Marruecos. El
proceso de privatización de tierras de propiedad colectiva y del Estado
también ha sido lento, al igual que la aparición de mercados de tierras.
La extendida tendencia en el África de los años setenta y ochenta
hacia la individualización y la titulación de tierras tradicionales fue pa-
trocinada por los donantes que estaban convencidos de la superioridad
de los derechos de la propiedad privada.69 Cuando estos esquemas per-
dieron la aceptación social y política, el Banco Mundial en la década de
los noventa sostuvo que, como la presión demográfica aumentó, las
sociedades desarrollarían espontáneamente nuevas relaciones de pro-
piedad y mercados de tierras, y la tarea de los gobiernos africanos debe-
ría consistir en formalizar tales relaciones de propiedad a través de la
titulación.70 Sin embargo, contrario a los reclamos por el reconocimiento
de los derechos sobre las tierras locales, el establecimiento de títulos de
65
Ibídem.
66
K. Amanor: Ob. cit.
67
S. Moyo: «The Interaction of Market and Compulsory Land Acquisition Processes with
Social Action in Zimbabwe’s Land Reform», en I. Mandaza y D. Nabudere (eds.): Ob. cit.
68
J. W. Bruce: Country Profiles of Land Tenure.
69
J. P. Platteau: «The Evolutionary Theory of Land Rights as Applied to Sub-Saharan Africa: A
Critical Assessment», en Development and Change, vol. 27, no. 1, pp. 29-86.
70
S. Moyo: «The Interaction of Market and Compulsory Land Acquisition Processes with
Social Action in Zimbabwe’s Land Reform», en I. Mandaza y D. Nabudere (eds.): Ob. cit.
103
104
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
canales legales disponibles para atender sus preocupaciones se limitan
a órganos no representativos, incluidos jefes, ancianos y otros líderes
locales.78 Mientras los jefes suelen ser los socios del Estado en la expro-
piación de tierras de cultivo, ellos son reconocidos por este como los
representantes legítimos del pueblo, por lo que su papel en la media-
ción de conflictos por las tierras es usualmente eclipsado por la trans-
misión de órdenes del gobierno a la población rural y garantiza la
conformidad con las políticas gubernamentales.79
105
106
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
en Kenia. Además, hay muchos pequeños agricultores de cacao en el oeste
de África y pequeños agricultores de algodón en el oeste, este y sur del
continente. Al mismo tiempo, la evidencia sugiere que la producción de los
pequeños productores de alimentos para el consumo propio se ha hecho
importante para la seguridad alimentaria y la subsistencia sostenible de la
mayoría de la población africana.
El rasgo más persistente de los resultados agrícolas africanos, durante las
últimas tres décadas, es el aumento de las desigualdades en la distribución
de los crecientes ingresos rurales y una mayor diferenciación social,82 como
consecuencia de la expansión de los mercados rurales y de la negativa
integración económica global. En esta perspectiva histórica esto se re-
fleja negativamente en la agenda nacionalista africana, porque no se ha
generado desarrollo industrial ni estabilidad, y ha propiciado mayores
conflictos sociales por la tierra y otros recursos naturales.
Los modelos africanos de uso de la tierra siempre han sido una di-
mensión muy controvertida de la cuestión agraria. Las políticas de uso
de la tierra sostienen un valor moral y socioeconómico por el que privi-
legian su utilización para la exportación de cultivos, ganado y vida sal-
vaje, en lugar de aprovechar los suelos para mejorar la integración de la
economía nacional y satisfacer el mercado doméstico basado en las ne-
cesidades de tierras de la mayoría pobre rural y urbana. En cambio, un
número reducido de grandes terratenientes, y los propios animales, son
privilegiados por excluir a los campesinos de enormes extensiones de
tierras, recursos naturales y de las asignaciones financieras estatales.
Las políticas que directa o indirectamente orientan el uso de la tierra
hacia los intereses externos y de minorías capitalistas, se han converti-
do en un asunto importante de protestas en toda África.
82
Ver D. Ghai y S. Radwan: Agrarian Policies and Rural Poverty in Africa.
107
108
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
torios de Zimbabue, Namibia y Sudáfrica, los acuerdos negociados de-
jaron relativamente sin resolver tanto la cuestión nacional como la de la
tierra, en particular las dimensiones raciales de las desigualdades en la ri-
queza. Las reformas radicales de la tierra implicaron la nacionalización
de las posesiones coloniales, extranjeras y de pobladores, tales son los
casos de Zambia a inicio de los años setenta, y de Mozambique y Angola
a mediados de los años setenta. Zambia y Tanzania siguieron reformas
agrarias y de la tierra «socialistas», basadas en sistemas estatales de
comercialización y la reorganización de los asentamientos de tierra y
su uso. Mozambique siguió la nacionalización de la tierra e intentó una
transformación socialista por medio de granjas estatales y cooperativas.
Angola, que comenzó envuelta en una guerra civil, no siguió una reforma
significativa de la tierra luego de la nacionalización de estas. Las guerras
civiles en estos territorios fueron alentadas por los imperialistas y la
desestabilización sudafricana. Estas comprenden reformas agrarias radi-
cales, mientras las reformas de tenencia de tierra posconflicto reinsertaron
alguna concentración de ellas.
En contraste, se adoptaron más estrategias liberales de reformas de
la tierra en los «protectorados» coloniales, en los cuales experimenta-
ron, fundamentalmente, la autoridad colonial indirecta acompañada de
grados menores de asentamiento blanco, junto a sistemas de trabajo
migratorios baratos (Botsuana, Lesoto, Malawi y Suazilandia). Aquí la
reforma implicó un grado limitado de expropiación de tierras, acompa-
ñado de la compensación en condiciones de mercado con algunas fi-
nanzas coloniales, como fue el caso en Suazilandia y Botsuana. La tierra
expropiada era «indigenizada» como grandes granjas, con una limitada
minoría blanca y extranjera propietaria de tierra a gran escala, y la restante
agricultura estatal junto con la aparición de granjas estatales, campesinos
83
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
109
110
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
tierra, regulación de su uso y solución de disputas tienden a proteger los
intereses de aquellos cuyos derechos sobre la tierra son desproporcio-
nados y mayores, incluidos los derechos de propiedad derivados de la
expropiación del pasado, en lugar de proteger los intereses de las vícti-
mas de estas injusticias. Las reformas de administración de la tenencia
de tierras se han caracterizado por tener una concepción neoliberal de
la buena forma de gobierno, concentrada en la descentralización y la
democratización de instituciones de la tierra, el realce de la eficiencia
administrativa, la representatividad universal de las estructuras locales de
control de la tierra y la participación de la sociedad civil en su adminis-
tración, dentro de un marco de introducción de la ley formal y estatutaria
en sistemas de administración de la tierra. Son llamados a «asegurar la
tenencia de tierra» e implícitamente hacer más amistosas a las institu-
ciones del mercado.
Un enfoque realmente democrático para conseguir reformas admi-
nistrativas de la tierra requeriría que los principios básicos de la demo-
cracia —equidad, eficacia, responsabilidad, transparencia, legitimidad
y participación— sean los criterios para la resolución de los problemas
administrativos.86 La concentración en las autoridades nacionales de po-
deres administrativos sobre la tierra y los recursos naturales es el princi-
pal obstáculo. Las demandas populares de la transparencia reflejan las
preocupaciones por la corrupción y asignaciones de recursos, sobre todo la
tendencia por la que funcionarios estatales y líderes políticos dominan
las licencias, los arriendos y las concesiones. Las instituciones de admi-
nistración de la tierra también suelen ser inaccesibles y poco represen-
tativas de los intereses locales.87
86
I. Shivji et al.: «Draft National Land Policy for the Government of Zimbabwe», documento
para el debate, FAO and Ministry of Lands and Agriculture.
87
Ibídem.
111
112
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
más a menudo en los movimientos informales que representan diversas
fuerzas sociales, incluyendo aquellos que persiguen las ocupaciones de
tierras, la caza furtiva de recursos y otras formas de «sabotaje».
Los movimientos de ocupación de tierras como los de la Zimbabue
rural y urbana, antes y después de la independencia, representan pre-
sión social no oficial y subterránea utilizada para forzar la redistribución
de la tierra como parte de las agendas políticas.93 Las ocupaciones de
tierras entre 2000 y 2001 en Zimbabue marcaron el clímax de una lucha
mayor, menos pública y más dispersa por la tierra en ese país, la cual se
intensificó bajo las adversas condiciones económicas que fueron exacer-
badas por el ataque de la reforma liberal económica y política. Las diná-
micas de la reforma de la tierra, en este y otros contextos, son complejas
y pueden entenderse mejor en términos políticos. Esto es, en términos
de una prolongada lucha de los campesinos, obreros urbanos pobres y
otros grupos por el acceso a la tierra, y en términos de la reacción a esta
lucha por la clase dominante dueña de la tierra y por el Estado.94 Las ocupa-
ciones de tierras reflejan así una táctica de la lucha de clases y dirige la
acción colectiva. Sin embargo, los movimientos por la tierra son diver-
sos y adoptan diferentes estrategias, cuyas tácticas pueden contradecir
algunos aspectos progresistas del proyecto de democratización.
Los movimientos y luchas por la tierra son numerosos, aislados y
dispersos, sobre todo muchos son incipientes y no están formalmente
organizados. Abundan los conflictos tanto de alto como de bajo perfil,
91
S. Moyo: «The Land Occupation Movement and Democratization in Zimbabwe: Contradictions
of Neo-liberalism», en Millennium Journal of International Studies, vol. 30, no. 2, pp. 311-330.
92
S. Moyo: The Land Question in Zimbabwe.
93
S. Moyo: «The Land Occupation Movement and Democratization in Zimbabwe: Contradictions
of Neo-liberalism», en Millennium Journal of International Studies, vol. 30, no. 2, pp. 311-330.
94
J. Petras y H. Veltmeyer: «Are Latin American Peasant Movements Still a Force for Change?
Some New Paradigms Revisited», en Journal of Peasant Studies, vol. 28, no. 2.
113
114
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
la construcción de una clase capitalista agraria más amplia, algunos casos
concentrados en lo etno-regional y en el género, tiene por otra parte
reenfocada la agenda de reforma de la tierra hacia la desracialización de
la propiedad de las tierras agrícolas comerciales en los asentamientos
africanos y una estructura agraria bimodal grande-pequeña. Así, un en-
foque dual, pero esencialmente nacionalista, defendido por aspirantes a
grandes agricultores y campesinos pobres, domina ahora la agenda ofi-
cial de reforma de la tierra en África. Esto ha cambiado el discurso
político en cuanto al criterio de acceso a la tierra, reenfocando la visión
desde el «sin tierra» y la «inseguridad» hacia los capitalistas agrarios na-
tivos «capaces» y «eficientes», dentro de los términos del paradigma de
desarrollo global neoliberal, utilizando la movilización regional.
En Botsuana, algunos defensores de reforma de la tierra desde la
sociedad civil suelen ser movilizados dentro de un marco social y de dere-
chos humanos en defensa de los derechos a la tierra de las etnias nativas
y los grupos minoritarios marginados, particularmente los basarwa. Cada
vez más, este grupo de minoría étnica desafía el paradigma dominante de
construcción de la nación que ha sido construido a través de la difusión
de los valores de la cultura mayoritaria de los grupos tswana dominantes.
Los barsawa, a menudo denominados como los «habitantes de tierras re-
motas», han sido históricamente una clase baja servil, explotada por los
grupos tswana dominantes como pastores de ganado o peones.99 Los
sans en Sudáfrica, Namibia y Botsuana demandan la restauración de sus
98
Congreso Nacional Africano, ANC por sus siglas en inglés: African National Congress. Organi-
zación política sudafricana fundada en 1912 que, en 1994, ganó las primeras elecciones del
país en las que la mayoría negra pudo votar. En mayo de ese año el líder de esta organización,
Nelson Mandela, se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica [N. de la E.].
99
M. G. Molomo: «The Land Question and Sustainable Development in Botswana», borrador
para el Regional and World Summit on Sustainable Development (WSSD).
115
Conclusiones101
100
S. Moyo: «Land, Food Security and Sustainable Development in Africa».
101
Los fenómenos «no capitalistas» fueron señalados por los teóricos clásicos: Marx (1976,
cap. 13), destacó el tráfico de niños en Inglaterra como una función de la industrialización, y
Lenin (1964: 204-206) la persistencia del trabajo cuasi-feudal en Rusia, lo que refleja la
propensión del capitalismo a recrear tales fenómenos en un largo período de tiempo.
Véase P. Yeros: «Zimbabwe and the Dilemmas of the Left», en Historical Materialism,
vol. 10, no. 2.
Para más detalles de los argumentos ver de CODESRIA Greenbook, S. Moyo: African Land
Questions, Agrarian Transitions and the State: Contradictions of Neo-liberal Land Reforms.
116
SAM MOYO / La tierra en la economía política del desarrollo africano: estrategias alternativas para la Reforma
la reforma radical de la tierra en el sentido clásico e histórico de orien-
tarse hacia la cuestión agraria.
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121
ISSA G. SHIVJI*
Neocolonialismo, neoliberalismo
y nacionalismo panafricanista:
la restauración del legado de Nkrumah**
*
(Tanzania, 1946). Fue profesor de Derecho en la Universidad de Dar es-Salaam y ocupa la
cátedra de Mwalimu Julius Nyerere de Estudios Panafricanos en esta misma universidad. Ha
publicado más de una docena de libros y numerosos artículos. Presidió la Comisión Presiden-
cial sobre Asuntos de la Tierra en Tanzania entre 1991 y 1992.
**
El presente artículo está basado en una conferencia preparada para el Simposio Kwame Nkrumah’s
Philosophical Writing, que tuvo lugar el 14 y 15 de septiembre de 2009, y fue organizado por el
Departamento de Filosofía y el Instituto de Estudios Africanos de la Universidad de Ghana
en colaboración con el W. E. B. du Bois Memorial Centre for Pan-African Culture. [Traducido del
inglés por Oscar Ochoa González].
1
http://findarticles.com/p/articles/mi_qa5391/is_200602/ai_n2140880/print
122
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
dos caras de una misma moneda: el sistema capitalista, el sistema rapaz
de explotación.
Nkrumah fue el autor del gran trabajo de análisis: El Neocolonialismo,
la última etapa del Imperialismo. Nyerere escribió el manifiesto político La
declaración de Arusha.2 Ambos documentos son radicalmente nacionalistas y
antimperialistas. Pero la Declaración de Arusha de Nyerere no era tan ra-
dical en su tratamiento al imperialismo como el Neocolonialismo de Nkrumah.
Si la Declaración de Arusha tuviera un subtítulo en el lenguaje estratégico
de Nkrumah, podría haber sido algo así como «La primera etapa de la
autosuficiencia». Cuando Neocolonialismo fue publicado, el embajador
ghanés ante las Naciones Unidas fue llamado al Departamento de Esta-
do para presentar una protesta. Unos meses después, la CIA3 tramó un
golpe para derrocar a Nkrumah. Cuando la Declaración de Arusha fue
adoptada y los principales medios de producción nacionalizados, los
bancos extranjeros se cerraron, pero sus Estados fueron llamados a ne-
gociar una compensación. Nyerere los calmó planteando que la nacio-
nalización no tenía nada que ver con la ideología. Era simplemente un
acto de nacionalismo económico. «…(E)ste nacionalismo económico
no tiene nada que ver con las ideologías del socialismo, capitalismo o
comunismo», planteó apenas unos días después de la nacionalización.
«Es universal entre los Estados nacionales».4
Lo más intrigante en la comparación de las dos figuras son sus
posicionamientos panafricanistas y sus visiones. El panafricanismo de
2
J. K. Nyerere: «The Arusha Declaration», 29 de enero de 1967, en J. K. Nyerere: Freedom and
Socialism: A Selection from Writings and Speeches, 1965-1967, pp. 231-250.
3
Agencia Central de Inteligencia, CIA por sus siglas en inglés: Central Intelligence Agency.
[N. de la E.].
4
J. K. Nyerere: «Economic Nationalism», 28 de febrero de 1967, en J. K. Nyerere: Freedom and
Socialism: A Selection from Writings and Speeches, 1965-1967, p. 263.
123
124
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
financiero bajo el imperialismo.
125
8
Discurso de 1977.
9
K. Nkrumah: Ob cit., p. X.
10
Organización para la Unidad Africana, fundada en 1963. [N. de la E.].
11
J. K. Nyerere: «African Unity-O.A.U. Cairo», 20 de julio de 1964, contribución para el debate
en la unidad africana, en J. K. Nyerere: Freedom and Unity: A Selection from Writings and Speeches,
1952-1965, p. 300.
126
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
sino también con la experiencia inmediata del neoliberalismo imperial.
Volveremos sobre esta cuestión en la última sección.
El neoliberalismo ha probado ser la peor forma de neocolonialismo y
la subversión excesiva de la unidad africana. Las tres generaciones de
condicionantes dictadas por el trío profano del [Fondo Monetario Inter-
nacional] FMI-Banco Mundial-OMC [Organización Mundial del Comer-
cio], apoyados por los poderes imperialistas, fueron un ataque directo
y bramante a la soberanía política y económica de los Estados africa-
nos. Comenzando con la primera generación de condicionantes econó-
micas en los renombrados Programas de Ajuste Estructural, seguidos
por la despiadada privatización y los dictados en políticas financieras
y fiscales, hasta las condicionantes políticas vagamente encubiertas por
los llamados «buena gobernanza, derechos humanos y responsabilidad»,
que no eran más que un ataque abierto a la verdadera noción de inde-
pendencia. La independencia se constituyó en el reclamo de la sobera-
nía del Estado, la cual era precisamente lo que socavaba estas
condicionantes. Incluso a los parlamentos africanos se les estableció pla-
zos dentro de los cuales debían promulgar leyes deseadas por las Institu-
ciones Financieras Internacionales (IFI), con independencia de lo que
los parlamentarios pensaran como «representantes» del pueblo. Duran-
te el apogeo del neoliberalismo en Tanzania, en el transcurso del tercer
mandato de nuestro presidente, Mkapa, a menudo replicó a las críticas
internas planteando que incluso el Banco Mundial elogió sus políticas.
Así, los gobiernos africanos buscaban la legitimidad política afuera, en
lugar de buscarla en su pueblo. Nkrumah no podía haber soñado, ni en
su sueño más salvaje, que los Estados africanos podrían ser reducidos a
tal cobardía.
12
J. K. Nyerere y Ikaweba Bunting: «The Heart of Africa: Interview with Julius Nyerere on
Anti-colonialsim», en New Internationalist Magazine, no. 309.
127
128
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
recursos naturales y su resguardo para la explotación imperial. Es en
este punto de vista, junto con la estrategia para responder al creciente
poderío chino, que debemos ver la formación del Comando Norteame-
ricano para África o Africom20 y el escenario de desarrollo de la estrategia
geopolítica y militar en el Océano Índico. Esto último requiere de ser
estudiado y analizado por académicos africanos, si no queremos ser sor-
prendidos con que el terreno de batalla por el gran poder ha cambiado
de los Océanos Atlántico y Pacífico hacia el Índico con la costa este
africana, desde Djibouti hasta Durban, como el punto débil al borde del
Océano Índico.
La primera generación de nacionalistas africanos, como Nyerere y
Nkrumah, era consciente de estas consideraciones, por su firme lealtad
a la política de no alineamiento (positiva). El neoliberalismo debilitó el no
alineamiento con la renombrada «nueva generación de líderes africa-
nos», desvergonzadamente abrazada (y continúa haciéndolo) al impe-
rialismo norteamericano.
Antes de terminar esta sección, permítanme llamar la atención sobre
un debate importante, el cual ha emergido de la explotación rapaz de
los recursos humanos y naturales de África bajo el neoliberalismo. Este
es el debate acerca de las formas de acumulación. Las tesis de Rosa
Luxemburgo sobre la acumulación primitiva coexisten con la actual acu-
mulación, a partir de que la reproducción ampliada ha sido extendida
para argumentar que, de hecho, la acumulación primitiva bajo el neoli-
beralismo, particularmente en África, es la tendencia dominante.21 Por
otra parte, he argumentado que en términos de acumulación el «período
nacionalista» (1960-1975) puede ser descrito como un período de lucha
19
K. Nkrumah: Ob. cit., p. 22.
20
Por sus siglas en inglés: United States Africa Command. [N. del T.].
21
Ver D. Harvey: A Brief History of Neo-liberalism; I. Shivji: Accumulation in an African Periphery:
A Theoretical Framework.
129
El capitalismo financiero
22
I. Shivji: «Keynote address to Maputo Conference April 2009 on Forms of Accumulation».
23
K. Nkrumah: Ob. cit., pp. 63-64, 36, 72-78 y ss.
24
Las cursivas son del autor del presente artículo. [N. de la E.].
25
El capital, vol. 3, capítulo 33, citado en K. Nkrumah: Ob. cit., p. 82.
130
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
cada una de estas políticas fue contraria al —y socavaba el— desarrollo
económico de los países en vías de desarrollo.26 En África, solo se tuvo
éxito en el desvío de excedentes y en la creación, de la noche a la maña-
na, de una clase de compradores financieros, quienes prosperaron con
la especulación y el drenaje de los ingresos del Estado a través de la
gran corrupción rampante.
Una de las expresiones dramáticas de la financiarización en África
fue (y es) que sus deudas soberanas fueron convertidas en mercancía
para la compra bajo descuento y revendidas con ganancias. Uno de los
casos ilustrativos es el de Zambia, descrito en el recuadro siguente. El
mayor escándalo en Tanzania estuvo relacionado con la venta de deudas
que comprendían 132 millones de dólares. El pago por las deudas sobera-
nas debidas a compañías comerciales privadas fue colectado en la Cuenta
de Atrasos de Pago Externo, o EPA, como fue notoriamente bautizado.27
Las personas con conexiones políticas o posición, en complot con funcio-
narios bancarios, le presentaron al Banco de Tanzania documentos frau-
dulentos que pretendían mostrar que tales deudas habían sido asignadas
a ellos. Así lograron retirar del banco central millones de dólares.
Obtener ganancias de la venta de deudas soberanas: El caso de Zambia
131
28
I. Shivji: Accumulation in an African Periphery: A Theoretical Framework, pp. 44-45
29
Grupo que está conformado por los siete países más industrializados (G-7: Alemania,
Canadá, los Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido), Brasil e India. [N. de la E.].
30
Grupo de los 20 o G-20, es un grupo de países formado en 1999 por los siete países más
industrializados (G-7), Rusia (G-7+1 o G-8), once países recientemente industrializados de
todas las regiones del mundo, y la Unión Europea como bloque. [N. de la E.].
132
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
utandawazi (redes abiertas), pero los intelectuales, en un giro de térmi-
no, lo han llamado utandawizi, lo que significa una red de robo. Una
convocatoria de ponencias para tres días de la conferencia «Repensar la
política económica africana a la luz de la crisis económica y financiera
global», que tuvo lugar en diciembre de 2009, organizada por el Consor-
cio de Investigación Económica Africano y apoyado por el Banco Mun-
dial, el Banco de Desarrollo Africano, USAID,31 IDRC32 y el PNUD,
enumera las preguntas y sutilmente advierte a África acerca de cómo
obtener ideas para crear un sector público permanente:
En la medida en que la respuesta de los Estados Unidos y los paí-
ses europeos ante la crisis es aumentar la participación directa del
gobierno en las actividades económicas, especialmente en el sec-
tor financiero, y aumentar el gasto del gobierno, ¿deben los gobier-
nos africanos repensar las políticas de privatización y austeridad
fiscal? ¿Cuál es el papel apropiado del Estado africano en la ges-
tión económica a raíz de la crisis económica y financiera global?
¿Cuáles son las cuestiones de política económica asociadas a otras
estrategias alternativas de intervención estatal, y cómo África ges-
tionará las consecuencias y evitará el peligro de la captura y el
posible conflicto? Si es conveniente que los gobiernos africanos
intervengan también en las actividades económicas, ¿cuáles son
los ajustes institucionales y las salvaguardas necesarias para garan-
tizar que el Estado se retirará de tales actividades tan pronto como sea
posible y de una manera transparente?33
31
Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID por sus siglas en inglés:
United States Agency for International Development. [N. de la E.].
32
Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID), IDRC por sus siglas en
inglés: International Development Research Centre. [N. de la E.].
33
Tomado de http://www.aercafrica.org/html/announcements2.asp?announcementid=115
[Las cursivas son del autor del presente artículo].
133
A pesar de que los años cincuenta y los sesenta habían sido descritos
como la época dorada del capitalismo, en términos económicos, el impe-
rialismo a nivel global estaba ideológicamente a la defensiva. Durante este
período tres movimientos de resistencia se unieron y reforzaron la lucha
de los pueblos del mundo contra el imperialismo. El movimiento de
liberación nacional comenzó en Asia en los años cuarenta y llegó a Áfri-
ca en los cincuenta como un potente movimiento. Los siete años de la
guerra de Argelia, la lucha brutal Mau-mau del Ejército de Liberación
de la Tierra en Kenia y la lucha armada en el Sur de África, fueron una
expresión concentrada del movimiento de liberación nacional. Otra
poderosa lucha antimperialista que encontró resonancia en el continente,
fue el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos en
contra de siglos de opresión racial. El movimiento socialista en el sudeste
asiático, que culminó en la guerra de Vietnam y su triunfo final fue un
duro golpe al imperialismo norteamericano. Esto catalizó y movilizó a
la juventud educada a nivel mundial con manifestaciones masivas, ocu-
pación de universidades y luchas callejeras, nunca antes vistas.
A pesar de que el imperialismo tuvo éxito al ejecutar sus actividades
corruptas en África y en otras partes a través de golpes militares, asesi-
natos y cambio de antiguos regímenes, en lo moral y lo ideológico esta-
ba a la defensiva. El Neocolonialismo de Nkrumah pudo haberlo conducido
a su derrota por el golpe organizado por la CIA, pero su libro se convir-
tió en una Biblia para la juventud africana, devorada en los campus
universitarios, inspirando revueltas estudiantiles contra los regímenes
neocoloniales y campañas en contra de la CIA. En el campus de Dar es-
134
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
fue abiertamente apegado al nacionalismo (territorial). Él se suscribió a
las ideologías de construcción de la nación que estaban generalizadas
entre políticos y académicos en el período inmediato a la independen-
cia. En los años sesenta, Nyerere continuó agonizando con lo que él
llamó el dilema entre el nacionalismo africano y el panafricanismo. En
un discurso a la Congregación de la Universidad de Zambia en 1966, le
llamó apropiadamente El dilema del panafricanista, y planteó:
¿Puede la unidad africana ser construida sobre el fundamento exis-
tente y el creciente nacionalismo?
No creo que la respuesta sea fácil. Efectivamente, creo que el dilema
real lo enfrenta el panafricanista. Por una parte el Panafricanismo de-
manda una conciencia y una lealtad africana; y por otra cada
panafricanista debe también preocuparse con la libertad y el desarrollo
de una de las naciones africanas. Esto puede generar conflictos.34
En años posteriores, este dilema retrocedió en la medida en que
Nyerere consolidó el poder del Estado tanzano y su soberanía, y a la
vez que tomaba medidas, a menudo conscientemente, para forjar una
nación a partir de 120 etnias. Lo más intrigante acerca de este sentido es
el uso de Nyerere del nacionalismo africano y las naciones africanas para
describir a los países africanos, mientras, al mismo tiempo, condenaba
en fuertes términos estas entidades artificiales llamadas países o nacio-
nes. Las fronteras eran artificiales, trazadas por los colonialistas. No
había contigüidad cultural, social, económica o lingüística entre los pue-
blos de un mismo país, a menudo el pueblo de una misma etnia o clan
estaba separado por las fronteras. A pesar de la condena vociferante
de estas entidades artificiales, o de los pequeños Estados, como él los
34
J. K. Nyerere: «The Dilemma of the Pan-Africanist», discurso para la congregación de la
Universidad de Zambia en ocasión de la toma de posesión del presidente Kaunda como el
primer Canciller de la Universidad, 13 de julio de 1966, en J. K. Nyerere: Freedom and Socialism:
A Selection from Writings and Speeches, 1965-1967, p. 28.
135
136
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
la mayor contribución del neoliberalismo ha sido desvelar los límites del
nacionalismo territorial, así, irónicamente «vindica» la idea de Nkrumah
de que sin unidad africana, África no podría defender su independencia
y soberanía. El neoliberalismo marcó la derrota del proyecto de libera-
ción nacional. ¿Pero no fue esta derrota también la del proyecto de cons-
trucción de la nación basada en los espacios territoriales creados por el
imperialismo, de lo cual también estuvimos orgullosos tanto como de
«nuestros países, nuestras naciones»?
Nacionalismo panafricanista
137
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
significativos, pasos en esa dirección. Uno de los resultados de la Sema-
na del Festival Intelectual Julios Nyerere, que se celebró en la Universi-
dad de Dar es-Salaam, en abril de 2009, fue la propuesta de hacer del
panafricanismo un curso académico de pleno derecho. Si todo marcha
bien, seremos capaces de iniciarlo en abril de 2010. Estoy seguro que
hay otras iniciativas de las cuales no somos conscientes. Necesitamos
coordinación. Jornadas como esta, por tanto, son una contribución a la
creación de una comunidad intelectual panafricana para la que ya tene-
mos una casa en CODESRIA.
Permítanme terminar citando lo que Nyerere dijo hace unos cuarenta
años:
¿Quién va a mantenernos activos en la lucha por convertir al nacio-
nalismo en panafricanismo, si no es el personal y los estudiantes de
nuestras universidades? ¿Quién tendrá el tiempo y la habilidad para
pensar en los problemas prácticos para conseguir el objetivo de la
unificación si no aquellos que tienen la oportunidad de pensar y
aprender sin la responsabilidad directa de los asuntos del día a día?
¿Y no pueden las universidades ellas mismas moverse en esta di-
rección? Cada una de ellas tiene que atender a las necesidades de
su propia nación, su propia área. Pero, ¿no debe también atender a
África? ¿Por qué no podemos intercambiar estudiantes —que los
tanzanos obtengan títulos en Zambia y los zambianos reciban el
suyo en Tanzania? ¿Por qué no podemos hacer otras cosas que
vinculen indisolublemente nuestra vida intelectual?37
Vincular nuestra vida intelectual indisolublemente es la tarea de la
generación posneoliberal de los intelectuales africanos.
36
Shivji: «Keynote address to Maputo Conference April 2009 on Forms of Accumulation».
37
J. K. Nyerere: «The Dilemma of the Pan-Africanist», 13 de julio de 1966, en J. K. Nyerere:
Freedom and Socialism: A Selection from Writings and Speeches, 1965-1967, pp. 216-217.
139
ADEDEJI, ADEBAYO: «From the Lagos Plan of Action to the New Partnership
for Africa’s Development and from Final Act of Lagos to the Constitutive
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de la Universidad de Zambia en ocasión de la toma de posesión del
presidente Kaunda como el primer Canciller de la Universidad, 13 de julio
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140
ISSA G. SHIVJI / Neocolonialismo, neoliberalismo y nacionalismo panafricanista: la restauración del legado de Nkrumah
books, Nairobi, 2009.
141
THANDIKA MKANDAWIRE*
Repensando el panafricanismo,
el nacionalismo y el nuevo regionalismo**
Introducción
142
143
145
146
147
148
149
150
151
8
Chasse gardée (francés): campo o terreno limitado. [N. de la E.].
152
153
Globalización y regionalismo
154
Conclusión
155
Bibliografía
157
MAKHTAR DIOUF*
Introducción
158
Preludio al diálogo
1
NIP por sus siglas en francés: Nouveaux Pays Industrialisés. [N. de la E.].
2
Informe de la Comisión Sur, p. 126.
159
160
161
162
163
164
6
Marchés Tropicaux et Méditerranéens, 1ro. de febrero de 1980.
165
166
168
169
8
Samir Amin: Afrique, pour un nouveau contrat de développement, Foro del Tercer Mundo, enero de
2000, p. 29.
170
171
172
173
174
175
12
Según sus siglas en francés: Accords de Partenariat Economiques Régionaux. [N. de la E.].
176
177
179
180
Se espera que el sector privado sea el motor del crecimiento, que cree
empleos, que luche contra la pobreza. Uno de los medios para promover al
sector privado es el ajuste estructural, y han sido previstos los medios
para apoyar el desarrollo de este sector. El Centro para el Desarrollo
Industrial (CDI), creado en 1977, se convirtió en el Centro para el De-
sarrollo de las Empresas (CDE), para poder cubrir el turismo, el trans-
porte y las comunicaciones. El CDE reside en Bruselas y no financia las
inversiones, sino que interviene solamente en la asistencia a los estudios de
factibilidad (en una proporción de 2/3, la fuente de financiamiento del
sector privado es el Banco Europeo de Inversiones, con su nueva Faci-
182
184
185
186
187
Bibliografía
ADAMS, NASSAU: Worlds Apart. The North-South Divide and the International
System, Zed Books, Londres, Nueva Jersey, 1993.
191
192
193
194
BERNARD FOUNOU-TCHUIGOUA*
*
Geográfo cameronés, director del Foro del Tercer Mundo. Ha publicado numerosos libros, el
más reciente es Migrations de travail et insécurités humaines (2009).
**
Traducido del francés por Yanelis Rodríguez Rodríguez.
195
1
Es necesario señalar que mientras Maquiavelo exponía el principio de las inquietudes metafí-
sicas, el gran pensador africano Ibn Khaldoun, contemporáneo suyo, invitaba a los árabes
a evitar el laicismo. «En efecto, los asuntos naturales no tienen ninguna importancia para
nosotros, ni desde el punto de vista de la religión ni desde el de la vida cotidiana. Constituye
por tanto, nuestro derecho, el no ocuparnos de esos asuntos». La muqaddima. Fragmentos
de G. Labica. Traducción al francés revisada por Jamel Eddine Ben Cheikh, Alger, Hachette,
1965, p. 166.
La importancia histórica del paso de la confianza a la razón durante el surgimiento de la
modernidad y la dominación de Europa sobre el mundo, fue puesta en evidencia de una
forma particular por Cheikh Anta Diop: «Estamos convencidos de que lo mejor que nos legó
la colonización fue el racionalismo laico, que nos permite ver las cosas fuera de los conceptos
religiosos, cualesquiera que estos sean, y de esta forma, ser libres desde el punto de vista
intelectual». Cheikh Anta Diop: Alerte sous les tropiques. Culture et développement en Afrique noire,
Editions Présence Africaine, artículos 1946-1960, 2006.
196
197
198
199
8
Mazoyer Marcel y Roudard Laurence: Histoire des agricultures du monde, Le Seuil, París, 1997.
200
201
202
203
204
205
206
17
Ngonzola G: Les dimensions politiques de la situation de l’Afrique dans le système mondial, Seminario
del FTM, Dakar, 9-12 de abril de 2001.
207
208
20
RCD, según sus siglas en francés: Rassemblement Congolais pour la Démocratie. [N. de la E.].
21
Conflict Diamonds, Informe de Global Witness, Londres, junio de 2000.
22
Yenshu E.: Social movements and the search for alternatives strategies of democratic participation and
development in Cameroon. A research proposal, Seminario del FTM, Dakar, 9-12 de abril de 2001.
En Camerún, la catástrofe del lago Nyos, las erupciones del Monte Camerún y la deforestación
209
abusiva que existen actualmente hubieran debido incitar al Estado a crear estructuras para la
investigación y los debates sobre el desarrollo sostenible.
23
Para definir la democracia liberal A. Mafeje propuso un concepto por comparación que
retomamos aquí. «Para la definición moderna de democracia, la Revolución Francesa de 1789
constituyó un momento histórico irrecusable. Fue solo después que los tres conceptos de
democracia liberal, social y socialista aparecieron en el discurso teórico y político europeo. En el
plano teórico, todos los conceptos nacieron de la crítica de las formas ya existentes de gobier-
no y de distribución de las riquezas. Pero después de 1917 los tres han coexistido políticamen-
te imitando los puntos de referencia de Europa (y de América del Norte); en Europa occidental
de forma general, en Escandinavia de forma particular, y en Europa del Este». A. Mafeje:
«Théorie de la démocratie et discours africain: Cassons la croûte mes compagnons de voyage»,
en Processus de démocratisation en Afrique (Bajo la coordinación de Eshetu Chole), CODESRIA,
Dakar, 1995.
24
Peter Nyongo Anyang (coord.): La longue marche de la démocratie, L’Harmattan, París, 1988.
25
Samir Amin: L’Empire du chaos, L’Harmattan, París, 1991; «La mondialisation économique et
l’universalisme démocratique», en Alternatives Sud, vol. VI, 1993, pp. 171-221.
210
26
Amady Dieng: «Situation politique, économique et sociale du Sénégal», en Dieng (coord.): Le
Sénégal à la veille du troisième millénaire, L’Harmattan, París, 2000, pp. 377-489.
27
B. Founou Tchuigoua : «L’hostilité de l’Occident (et du Japon) à la formation du potentiel écono-
mique de démocratisation au Sud: quoi de nouveau?», en Alternatives Sud, vol. I, no. 1, 1994.
211
212
213
215
La sociedad civil
216
217
218
219
220
Movimientos feministas
La revelación de que las desigualdades entre los sexos son relaciones socia-
les establecidas y no exigencias biológicas, es, a nivel mundial, bastante
posterior a la Segunda Guerra Mundial. En África, la reflexión y la acción
en este sentido datan de la primera década de la mujer en las Naciones
Unidas (1975-1985). A partir de entonces, la cuestión principal gira alrede-
dor de la forma de garantizar la igualdad. El enfoque de la modernización
plantea que el desarrollo económico y social aplicado hasta ahora, ya no es
aceptado desde el punto de vista teórico. El que se impone hoy día es el
enfoque de género, defendido por la teoría de la globalización capitalista.
Este enfoque permite comprender que la desigualdad hombre-mujer, al
221
222
223
224
El movimiento sindical
49
Andreas November: L’évolution du mouvement syndical en Afrique occidentale, tesis presentada en
la Universidad de Ginebra para obtener el grado de doctor en Ciencias Políticas, 1965. «La
contribución del Congreso de los sindicatos (Trade Union Congress, TUC) británicos al de-
sarrollo del sindicalismo en las colonias parece, a primera vista, limitado. Cuando se examinan
los aportes del TUC, se demuestra, sin embargo, que la influencia del sindicalismo inglés es
mayor de lo que parece», p. 21.
Jean Bernard Ouedraogo: Formation de la classe ouvrière en Afrique noire. L’exemple du Burkina
Faso, Khartala, París, 1989, p. 185. «Los trabajadores de las empresas públicas y privadas solo
representan el 0,7 % de la población total y el 8-9% de la población activa», p. 186.
225
226
227
228
229
230
231
HEIN MARAIS*
Romper el molde.
El carácter de la integración regional
en el sur de África**
*
(Johannesburgo, 1962) Escritor y periodista sudafricano. Trabaja temas de políticas económi-
cas, sociales y de la vida política en general. Es autor de South Africa, limits to change (1998) y
To the Edges (2000), así como de numerosos ensayos y artículos.
**
Traducido del inglés por Oscar Ochoa González.
232
Para los países en vías de desarrollo tales proyectos parecen ser una vía
atractiva de eludir el estancamiento y la marginación, y de fortalecer sus
posiciones de negociación frente a los países industrializados.
El lugar de un país o una región en el sistema mundial —y los térmi-
nos en los cuáles está vinculado o integrado en el sistema— conforma
decisivamente su camino al desarrollo. Eso, a su vez, conforma su habi-
lidad para ir al encuentro de los derechos socioeconómicos de sus ciu-
dadanos. Confrontar este enigma es fundamental para la mayoría de los
países del mundo: ¿En qué medida, y en qué condiciones, se cumplen
los ajustes prescritos asociados con la globalización neoliberal para que
pueda modificar su ubicación en el sistema mundial?
Prevalece el sueño de la «convergencia», de escapar del estatus periférico
1
Convergencia o Catchin up del inglés original. [N. del T.].
2
Samir Amin: Regionalization in the Third World-In response to the challenge of polarizing globalization,
(con especial referencia a África y al mundo árabe), p. 14.
233
234
5
Ibídem, pp. X-XI.
6
S. Amin, Arrighi y Wallerstein: Transforming the Revolution: Social movements and the world system,
p. 113.
235
236
237
238
239
240
241
242
243
24
D. O’Meara: «Regional Economic Integration in Post-Apartheid South Africa. Dream or
Reality», en A. van Nieuwkerk y G. van Staden (eds.): Southern Africa at the Crossroads, citado
por Beaudet y Theade N. (eds.): Southern Africa after Apartheid, p. 233.
25
ICFTU/Organización Regional Interamericana de Trabajadores, 1991, Economic Integration,
Development and Democracy: An International Conference, Costa Rica, citada por R. Davies:
«Emerging Southern African Perspectives on Regional Cooperation and Integration After
Apartheid», en Transformation, no. 20, p. 17.
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245
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248
Resumen de la situación
249
250
251
BIBLIOGRAFÍA
252
254
La cuestión de la deuda**
255
256
257
258
259
3
Asociación de Desarrollo Internacional, IDA según sus siglas en inglés: International Development
Association. [N. de la E.].
4
CNUCED, 2000, p. 140.
5
Killick y Stevens: «Assessing the Efficiency of Mechanisms for Dealing with the Debt Problems
of Low-Income Countries», en Z. Iqbal y R. Kanbur (eds.): External Finance for Low-Income
Countries, Fondo Monetario Internacional, Washington DC, 1997, p. 154.
260
261
263
10
John Elliott Cairnes: Some leading principles of political economy newly expounded, Harper &
Brothers,1874; Charles Francis Bastable: The commerce of nations, Methuen & co, Londres, 1899.
264
266
11
T. Killick: HIPC II and conditionality: Business as before or a new beginning? (Documento comisio-
nado por Commonwealth Secretariat for Policy Workshops on «Debt, HIPC and poverty
reduction»), 17-18 de julio de 2000, p. 3.
12
DSRP por sus siglas en francés: Document de Stratégie de Réduction de la Pauvreté. [N. de la E.].
13
Deusy-Fournier, 1999, [s/d].
267
268
15
Tumusiime-Mutebile: «Making partnerships work on the ground», en Experiences in
Uganda, Ministry of Finance, Government of Uganda, 1999, pp. 7-8.
269
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275
276
La linterna
La cuestión no es saber si habrá intervención, sino más bien qué forma tomará la misma.
278
GERARD PIERRE-CHARLES*
*
(Haití, 1935-Cuba, 2004) Dirigente político haitiano de la Organización del Pueblo en Lucha
y del Partido Comunista Haitiano, exiliado en México por veinticinco años durante la dicta-
dura de François Duvalier y Jean-Claude Duvalier. Fue profesor de Ciencias Sociales y Eco-
nomía en el Colegio de México. En 2003, fue propuesto al Premio Nobel de la Paz por su labor
para solucionar las permanentes crisis políticas haitianas.
**
Este artículo ha sido tomado de Pensamiento Crítico, no. 32, pp. 165-181, La Habana, septiem-
bre, 1969.
279
1
Raymond Alcide Joseph: «Haiti Ripe for the Marines», en The Nations, 31 de marzo de 1969.
280
281
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283
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285
286
287
288
Adaptación mutua
18
Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (Banco Mundial, ONU). [N. de la E.].
19
Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID por sus siglas en inglés:
United States Agency for International Development. [N. de la E.].
20
Robert D. Heinl: «Haiti, Next Mess in the Caribbean?», en The Atlantic, no. 220, noviembre,
1967, pp. 83-84.
290
291
292
Planes de intervención
293
No a la intervención
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295
296
297
Visiones
LANGA ZITA*
298
1
Samir Amin: «The Social Movements in the Periphery: An end to National Liberation?», en S.
Amin et al. (eds.): Transforming the Revolution.
299
300
301
302
303
4
Partido Comunista de Sudáfrica, SACP por sus siglas en inglés: South African Communist
Party. [N. de la E.].
304
305
308
309
310
311
7
Del inglés, «comprador»: principal criado indígena en casas de europeos en el Oriente, gene-
ralmente en casas de comercio. [N. del T.].
312
Bibliografía
313
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