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La tarantela
2009
Personajes
Arlecchino
La Marquesa Rosalinda
Cinco Grandes Monjas Tapadas
Juan Nepomuceno Almonte
José María Galán
Bubby, Luis Víctor de Habsburgo
Sissy, Elizabeth la Emperatriz de Austria
1
Al abrirse el telón, en un escenario oscuro comienza a iluminarse Arlecchino, un viejo zanni de
mirada tan pícara cuanto peligrosa.
ARLECCHINO (al público). ¿Qué es el carro de la farsa sino un juego de niños? ¿Qué es la caja de
un teatro sino un carro de farsa? Nada es más, nada es menos. Sólo que el niño crece y juega con la
historia de otro modo. Son los nombres más reales y los hechos más cercanos a eso que se llama la
verdad de las cosas. Pues en verdad, en verdad, en verdad... Aquí, en esta oscuridad, esta escondido
un bosque de cuento de hadas que podría ser para sueños de niño, con sus abetos altos y con
cipreses tristes, dentro del cual se eleva un castillo.., pero, como el niño ha crecido, el palacio fue
construido para encerrar a un archiduque austriaco. ¿No me creen? ¿Lo vemos? ¡Sí! ¡Todo es magia!
Todo es permitir que la imagen se construya sola, apenas convocada. Así, una línea es el tronco de
un árbol y un dibujo en la pared es la copa de un árbol o una pobre construcción de cartón piedra es
el palacio de Luis Víctor de Habsburgo, a finales del Siglo XIX... (Pausa) ¿No es cierto? No, no es
cierto, pero ¡donde nada se ve ya existe todo!
ROSALINDA. “¿Ya espera el carro de la farsa / vuestro permiso en la cancela / del jardín..?1”
Ofrece la punta de su dedo medio a Arlecchino, quien, tras besarla, ejecuta una carantoña.
ARLECCHINO. ¡Ah, Don Ramón del Valle-Inclán, viejo fauno! ¿Lo citas? Pues te sigo ¿Será que
“Traigo en mi comparsa / a Pierrot y Polichinela”2?
Mientras ellos inician lo que podría ser una danza a ritmo de vals, las monjas brincan sobre su
sitio al ritmo de una tarantela, que se vuelve mecánica y ridícula.
ARLECCHINO. Les hablaba del castillo al que llevas estas monjas con Luis Víctor. Un castillo que
ROSALINDA. ¡Mi amado Arlecchino, has dejado los saltos y las muecas para ponerte histórico!
ROSALINDA (al público). Llamado por la familia y los muy cercanos Bubby, desde que su madre lo
apodara así. Bubby es mi amigo querido. Habito entre sus fantasmas cotidianos. Y como sólo a
mujeres se permite visitarlo, yo le acerco monjas, cada viernes, para que se entregue a sus rezos con
honda devoción, con garganta profunda.
ARLECCHINO. Pero, ¿has visto, Rosalinda, que dos hombres, morenos, de otros continentes, se
han infiltrado en el bosque?
ROSALINDA. ¿Desafían las órdenes de Emperador de que ningún hombre penetre el castillo de Luis
Víctor, luego de su escandalito aquel en un urinario del centro de la augusta Viena?
ARLECCHINO. La desafían, Rosalinda, pero no sólo eso, también han burlado una de las guardias
mejor entrenadas de la anciana Europa.
ARLECCHINO. ¡Flotando!
ARLECCHINO.
“Y sollocen otros poetas
sobre los cuernos de la lira
con el ritmo de mis piruetas
yo rimo mi bella mentira.”5
Bailan una tarantela, nuevamente sobre sus propios ejes, acompañados por La Marquesa y
Arlecchino, ellos sí con los amplios saltos de una tarantela clásica.
5 Id.
2
Va subiendo la luz al tiempo que, desde lo alto, bajan flotando el general Juan Nepomuceno
Almonte y el coronel José María Galán. El segundo lleva en sus hombros la carga de los dos. Tras
dos o tres saltos enormes, se posan en tierra. Galán se descarga y ambos comienzan a arrastrarse
para no ser vistos por los supuestos guardias. Cada determinado tiempo, Almonte, con su catalejo,
busca hacia algún punto. Están en medio de una maleza que recuerda las pintadas por el Aduanero
Rousseau. En algún momento, Almonte exclama:
ALMONTE. ¡Ahí!
GALÁN. Chist.
ALMONTE (baja la voz). Perdón... (Grita) ¡Sí! (Vuelve a bajarla hasta el susurro al recibir el jalón
de Galán sobre su chaparrera) Perdón... Sí. Ahí.
Pasa el catalejo a Galán. Al mirar éste, se ilumina, en otro extremo, un jardín que podría recordar
el célebre cuadro del Aduanero Rousseau del Jardín de Luxemburgo. En él, Luis Víctor de
Habsburgo, Bubby, camina impaciente a la espera de alguien.
Baja la luz de Almonte y de Galán al tiempo de que entra a escena la Marquesa Rosalinda con sus
Grandes Monjas Tapadas. Al verlas, Bubby da brinquitos de felicidad.
ROSALINDA. Aquí están, vuestra Alteza, son las muy reverendísimas profesas adoratrices de la
Extrema Clausura del Monasterio siciliano de la Longa Pache.
BUBBY. ¡Ah, muy bene, bene, bene! ¿Pero, y cómo es que son de la Extrema Clausura..?
ROSALINDA. ¿Se pregunta vuestra Alteza, cómo es que me acompañan si es que son mucho muy
adoratrices de la extremadísima clausura?
BUBBY. Eso me pregunto y te pregunto, sí, porque eso mismo debieron haberse preguntado los
guardias a la entrada.
ROSALINDA. Porque, y os respondo como a los guardias en la entrada respondiera, porque el
mismo Papa firmó sus permisos para que pudieran visitaros.
BUBBY (entre brinquitos de alegría). ¡Ah, el Papa, el Papa! ¡Claro, tan bondadoso el Papa! Y,
viniendo del Papa, ¿algo tendrán las madres de guardias suizas?
ROSALINDA. No.
BUBBY (decepcionado). Ay, lástima. Con la devoción que siempre le he tenido a la Guardia Suiza.
ROSALINDA. Alguna de ellas vez bebió ginebra cuando novicia.., pero todas las demás son
italianas.
GRANDES MONJAS TAPADAS (a coro y en falsete, aunque que con gallos que revelan lo grave
de sus voces). ¡Viva il Papa, italianas, viva il Papa!
BUBBY. ¡Ah! ¡Italianas! ¡Bene, bene! ¡Benvenuti tuti tuti! (A las monjas) Buona sera,
reverendísimas...
GRANDES MONJAS TAPADAS (a coro, con voces graves que por momentos se aflautan).
Buona.., buona.., buona.., buona...
BUBBY. ¡Bravísimo! Pollos y gallos hasta en las voces de las santas madres.
ROSALINDA. Como es grave su rezo y enormes sus fervores, grave queda la voz tras los oficios.
Bailan de gusto Rosalinda y Bubby entre los cantos gregorianos de las monjas.
3
Ha bajado la luz sobre ellos, mientras ha subido sobre Almonte y Galán. Sin embargo, en el área de
Bubby no dejan, en sordina y cámara lenta, de cantar y de moverse.
GALÁN. Pues, mire usted, mi general. Diría yo que las.., con su perdón, las nalgas de la señora
tienen porte y comporte y me las...
GALÁN. Perdón. Pero el señor flaquito que platica con las monjitas.., pues.., la verdad me parece
uno de esos mochos melifluos...
GALÁN. Pero sí sé que es de los que brincan de emoción al ver rosarios pero luego le meten la
mano a uno como quien no quiere la cosa. Y luego dicen: ¡ay, disculpe!
ALMONTE. Es el futuro emperador de México. (Sube la voz) ¡El heredero! (Baja la voz) Perdón.
¡El heredero! Y los emperadores nunca le meten la mano a nadie como quien no quiere la cosa.
GALÁN. No. Ni Iturbide ni Maximiliano. No. Pero éste. No sé lo que quiera decir melifluo, pero
éste se ve melifluo.
ALMONTE (lo toma por las solapas y le grita). ¡Escúchame bien! (Baja la voz) Perdón, pero me
exaspera. Lo que importa es que lleven la sangre imperial corriendo por sus venas. O sea, que Dios
los haya elegido para reinar sobre un pueblo de una vez para todas. Y ése pueblo es el nuestro, ¿me
entendiste? Si no se pudo con Agustín Primero, luego hizo sus barbaridades la Alteza Serenísima y
tampoco se pudo con Maximiliano. Ahora sí se podrá con Luis Víctor Primero. Ese que ves ahí.
GALÁN. Pues nos podía escrito a uno más varonil. Como el difunto. ¡Ése sí! ¡Recuerde usted, mi
general, las barbas del difunto! De tan rubias y sedosas daban ganas de yo no sé qué...
ALMONTE. Pues, coronel Galán, ese “no sé qué” tampoco se oye tan varonil como usted quisiera.
Eso sí que le salió melifluo.
ALMONTE. Que se le escurre la miel. Como usted al hablar de las barbas del difunto.
ALMONTE. Y, varonil o no, éste es el hermano menor del difunto y a él le toca el trono. Ya, vamos
a abordarlo.
GALÁN. ¿Y cómo?
GALÁN. ¿Quiere usted, mi general, que me padrotee al güerito? Si ahora vengo a ser padrote de
emperadores mexicanos pues me hubiera gustado empezar con Moctezuma Xocoyotzin, que por lo
menos era de mi tierra.
ALMONTE. Sólo necesito que lo seduzca con su voz, coronel, con el color de tu piel y con la
redondez de tus cuartos traseros. Y no olvide lucir bien esos cuartos traseros.
GALÁN (canta en voz baja). “Madre mía de Guadalupe, por tu religión me van a...” ¿Va usted a
prostituirme, mi general?
GALÁN. Pura...
ALMONTE. Y si así fuera, ¿qué? No serías el primer soldado que vende sus favores.
ALMONTE. Por ahora solamente como un buen chanteur des marriages. Ya veremos después si es
en calzones.
“Llegó en un fotingo
Don Maximiliano
que era entonces gobernante,
y vio entre los muertos
a un pobre gendarme
gritando: 'Alto y adelante!'
“Don Maximiliano
vio el pullman abierto
y a comer se metió al punto
y allí el cocinero
le sirvió al instante
los hígados de un difunto.
Mientras Galán canta, Almonte extrae un mapa de la Ciudad de México y lo fija a una tabla en un
tripié como quien va a vender terrenos de un fraccionamiento. Extrae también tres ejemplares de
un libro. Uno lo entrega a Bubby quien ve fascinado al mariachi y otro a la Marquesa Rosalinda,
quien sonríe amablemente amablemente a Almonte. El tercero lo muestra al público para que
quede claro que se trata de su Guía de Forasteros7.
ALMONTE. ¡Es un coronel del Ejército Imperial Mexicano y yo soy su General en Jefe! Con u
perdón, señora, no vendo a nadie.
ROSALINDA. Sí, sobre todo ancas, (se acerca a Galán) yo podría regentearte.
BUBBY. No.
BUBBY. Sobre todo... Mira nada más qué color de piel y qué negrura de ojos.
ROSALINDA. ¿Es lo que más le gusta a vuestra excelencia? ¿Le vio el tras...?
BUBBY (interrumpe). Es su piel... Oh, esa piel... Dulces aves piaron en mis sueños al sólo ver su
piel. Es lo que me ha transido, me ha extasiado, me ha...
ALMONTE. Se apellida Galán. Y ha tenido muy buen cuidado, en su hermosa canción, de referirse a
Maximiliano, quien fuera bienamado y trágicamente asesinado emperador nuestro y hermano de
vuestro excelencia.
BUBBY. Eso no es ningún punto a su favor... Pero su piel. Dime, marquesa, quién es este Galán...
¿Cómo ha llegado?
BUBBY. Pues flotaré con él, en un vals inmortal de nuestra Viena. (Va con los brazos abiertos hacia
el coronel, quien se parapeta tras Almonte) ¿Eres gitano?
ROSALINDA. Creo, por su atuendo y por lo del bienamado emperador, que quien a vuestra
excelencia ha seducido es mexicano.
BUBBY. ¡Ay, no, México otra vez! ¡La tumba de Fernando Max! ¡Cuánta tragedia.., y la verdad, qué
flojera! Dime, Rosalinda, ¿México está cerca de Brasil?
BUBBY. Eso, eso, en el mismo continente. ¡Cuántas veces he de oír de esa tierra ignota! Llama a los
guardias, Rosalinda, para poder... rezar... con nuestras... reverendas.
Se vuelve hacia las monjas que brincan mecánicamente en su sitio para empezar a moverse como
streappers, en cuanto Bubby se une al coro, y despojarse de sus hábitos. Quedan en mallas listadas,
como en otro cuadro famoso del Aduanero Rousseau, el de los jugadores de pelota. Sacan
precisamente una pelota y juegan con ella, en movimientos cadenciosos que excitan a Bubby. Éste
se les une.
BUBBY. ¡No! (Vuelve súbitamente y se dirige a Galán) ¡Tú, por Dios, no te vayas..! (A Almonte)
Tú, ¡sí! ¡Regrésate a Brasil! (Vuelve a Galán) Luego de haber sentido sobre los míos el fuego de
esos ojos, ya no podré dormir. ¿Cómo te llamas?
BUBBY (a Almonte). ¡Que te largues! (A Galán) Ay.., Chema.., Chema.., Chema... A mí llámame
Bubby.
GALÁN. ¿Bubby?
BUBBY. ¡Nunca nadie ha puesto así los labios para llamarme Bubby..! Chema... Cántame otra vez.
Reconstrúyeme el ser en esta soledad en la que habito.
El Coronel Galán, pasmado desde las primeras declaraciones del Archiduque, no sabe qué hacer.
ALMONTE (se detiene al borde del mutis). Cante usted, coronel, es una orden.
Almonte sale.
GALÁN (canta:).
“Aquí hemos venido
porque hemos llegado
los dos por distintos lados.
Cantando canciones
pasamos la vida
un poco más divertida.
Los jugadores de futbol danzan con pasos que, ridículos, quisieran ser como de un jarabe tapatío.
Bubby escucha extasiado a Galán. La Marquesa Rosalinda lanza fuertes carcajadas mientras
mueve ampliamente sus enormes faldas. La escena se va oscureciendo hasta quedar en penumbra.
8 La Maquinita.
4
Se ilumina el proscenio para que entre Arlecchino y hable al público.
ARLECCHINO. La realidad supera en absurda al carro de la farsa. Porque Juan Nepomuceno, aquel
coronelito de nueve años que conoció, junto a su heroico padre, escaramuzas y auténticas batallas,
ahora flota por los aires sobre un palacio escondido en un bosque de Salzburgo.
ALMONTE (aterriza para hablar al público). “Fundada por los indígenas en 1325 con el nombre de
Tenochtitlan, sobre una laguna en medio de un valle que tiene 14 leguas de largo, 7 de ancho y 40 de
circunferencia: dominada por los españoles en 1521, fue construida de nuevo por ellos en 1524: la
ciñen y coronan 67 leguas de montes y serranías, fecundos en cedros, árboles raros y comunes,
gomas, drogas, sales y productos metálicos de todas clases, mármoles, sólidas y de colores...”9
ARLECCHINO. No te rindes.
ALMONTE. Morelos fue mi padre, sí, dicen que algo mulato, y purhépecha pura fue mi madre, con
sangre de Tariácuri en sus venas.
ARLECCHINO (al público). Sí, señoras y señores, esta marioneta de carne y hueso que he traído a
mostrarles, es hijo del cura de Carácuaro, Don José María Morelos y Pavón.
ALMONTE. Ni soy una marioneta ni nadie me traído. Yo siempre llego solo. Pero, es verdad que
soy hijo de mi padre.
ALMONTE. Soy sicuame. Heredero, sí. de antiguos hechiceros purhépechas. Todo a mucha honra y
para mayor gloria de Dios.
ARLECCHINO. Cómo vas a hacer que te oiga alguien como Bubby, el hermano más pequeño de tu
Emperador al que fusilaron en... ¿dónde?
ARLECCHINO. Eso es, de las campanas. Siempre en todo tan musicales. Por eso resulta tan fácil
manejarlos en los teatrinos.
ALMONTE. Esta vez seré yo quien mueva los hilos de las marionetas. Y ese principito de zarzuela
será frívolo e invertido pero no tiene las veleidades liberaloides de su hermano...
ARLECCHINO. Tiene otras veleidades que, seguramente, no van a gustar nada a un pueblo tan
requetemacho como el de México.
ALMONTE. Y el pueblo de México, como todos los pueblos, digan lo que digan los que imitan a los
yanquis, necesita de alguien que impere como cacique sobre todos los demás caciques.
ALMONTE. No, Maximiliano no tenía que ser fusilado. Pero no me oyó y se malquistó con los
caciques de todos los rincones. No me oyó.
ARLECCHINO. ¿Te mandó al monte? ¿Es verdad que te llamas Almonte porque, en las batallas,
gritaba tu padre, para salvarte: ¡lleven el niño al monte!?
ALMONTE. Mi madre, Brígida, se apellidaba Almonte. Lo otro es una calumnia, como tantas otras
cosas que pesan sobre mi cabeza. Tan sólo es un mal chiste contra el único capaz de ver claro.
ARLECCHINO. ¿Ver claro es acompañar a Carlota al destierro y, ahora, venir por el hermano del
muerto para que se siente en su trono? ¿Eso es ver claro? Mientras lo entretiene tu indio bonito, ver
claro ¿es convencer a Bubby de las bellezas de la Ciudad de México..?
ALMONTE (al público). “Los ríos y lagunas fertilizan el terreno que la surte de las más sazonadas y
deliciosas frutas todo el año, así como de legumbres, hortalizas, granos, aves de la tierra, patos,
ánsares, gallaretas, codornices, peces, anguilas y demás producciones y frutos delicados y exquisitos
en abundancia...”10
ALMONTE. No. El Emperador torció el rumbo. Quiso pactar con quienes no lo querían. Se peleó
con quienes sí lo querían. Se separó de los franceses...
ARLECCHINO. Y nunca tuvo el apoyo de su propio hermano Francisco José, que tampoco va
apoyar a este que ahora juega con cinco bellos machos y con tu mariachi.
ALMONTE. A Luis Víctor de Habsburgo con la princesa del Brasil para hacerlo emperador de
aquellas tierras.
ARLECCHINO (al público). Nos está mintiendo, señoras y señores. Lo de Bubby en Brasil no fue
idea de Francisco José, fue idea nada más de Maximiliano.
ALMONTE (al público). Y también del Primer Ministro austriaco. El propio Maximiliano me la
explicó en nuestra primera entrevista en Miramar.
ARLECCHINO (id). Sólo que Bubby siempre ha preferido visitar los urinarios públicos en Viena.
ARLECCHINO (vuelve a Almonte). Sí. Heroísmo con música de Strauss, como el de Maximiliano
mismo.
ALMONTE. Él estaba seguro de que un Emperador como el de Brasil podría hacer de Bubby un
hombre, si fuera su yerno.
ALMONTE. Porque a nadie se le ocurrió enseñar a Bubby-ubby el color de las pieles de los
brasileños. Pero yo aprendí a conocer la atracción por la canela de estos Habsburgos.
ARLECCHINO. Y le trajiste al Coronel Galán. Todo lo tienes muy, pero muy bien planeado.
10 Id.
ALMONTE. Ahora empiezas a conocerme.
ARLECCHINO. ¿Y por qué, luego de una catástrofe tan larga, eres tú el único que queda para ver
todo tan claro? Los demás se batieron en retirada y ya se cambiaron las chaquetas para acomodarse
en los siguientes gobiernos. Se agazaparon a la espera de nuevos tiempos que no tardan en llegar.
ALMONTE. Sí, ése es el deporte nacional. Cambiarse de chaqueta y lamerle las patas a un nuevo
cacique. Pero yo no soy así, porque soy hijo de Morelos. El único vástago varón de quien le dio
sentimientos a toda una nación. ¡Y porque yo mismo soy sicuame!
ARLECCHINO. ¿Sicuame?
ARLECCHINO. Sí, así lo entiendo mejor. Yo también, además de ser un zanni, soy un brujo.
ALMONTE. Pues soy un brujo como tú, que flota por los aires y cambia los lugares y los tiempos,
para descomponer la historia. Tal vez por eso sea de los últimos en ver claro, entender a mi pueblo y
buscarle un monarca.
ARLECCHINO. ¡Monarcas! ¡Gua! Para mí, que vengo de muy lejos, muchos siglos, y que de mucho
he sido testigo en muchos sitios.., un monarca.., un monarca, ¡fo! Es un inútil. Nos cae desde los
cielos como una desgracia más y rompe el ritmo preciso de nuestras vidas. ¿Para qué los monarcas..?
Déjennos en paz, sin aplicar esas leyes que a ellos les han dictado dioses en las montañas altas. Para
un pícaro viejo como soy yo, las cabezas coronadas sólo sirven para mandar cortar las cabezas de los
más débiles.
ALMONTE. Cualquiera, desde el poder, hace lo mismo. Para eso es el poder. Pero los de sangre
azul vienen de lo alto. Son elegidos por el dedo de Dios y sus tronos están definidos de una vez y
para siempre para no provocar reyertas entre los pueblos.
ALMONTE. No. El de los jesuitas era Gutiérrez Estrada. Ya te dije que a mí la Iglesia nunca me ha
visto con buenos ojos. Soy un hijo del sacrilegio, recuérdalo. Por eso y por ser indio, Guillermo
Prieto me compuso un corrido espantosamente hiriente.
ALMONTE. Y apenas lo dejaron ser presidente. En mi patria les basta con la memoria imperial de
Cuauhtémoc, y nada más esculpido en bronce. Pero veo claro porque estoy cierto de que es preciso
evitar una lucha tras otra entre distintos caciques.
ARLECCHINO. Como sea esa, ustedes regaron la sangre real de un escogido por el dedo de Dios.
ALMONTE. Con éste será distinto... Él no piensa en nada de estas cosas. Y, por lo tanto, tiene que
oírme.
ARLECCHINO. Si consigues, primero, que te reciba y, después, si logras convencerlo de cuanto has
escrito sobre México. Una ciudad soñada, de cuento de hadas... No vendrá alguien a decir que
“México se escribe con equis que algo tiene de cruz y algo de espada.”..?
ALMONTE (al público). “Los mexicanos somos de grande ingenio y disposición para las artes, en
que han sobresalido artífices muy diestros: nuestro carácter es de ser liberales, corteses, afables y
caritativos.”11 (A Arlecchino) Y por eso va a oírme este archiduque.
Se hace el oscuro.
11 Id
5
Sube la luz en el salón de Bubby. Fuera, en los jardines, Galán y los futbolistas juegan y danzan
tarantelas. Bubby está solo con la Marquesa Rosalinda.
BUBBY. ¿Muchas..?
ROSALINDA. Sí.
ROSALINDA. Para un hombre cualquiera, demasiadas. Para un sol como vuestra alteza, nada es
demasiado.
BUBBY. Pero ahora es verdad.., estoy enamorado ¡y es verdad..!, (llora desconsolado) Es verdad...
ROSALINDA (lo consuela). Ya, ya, tranquilito.... Todo tiene remedio. Y el amor se cura.
ROSALINDA. Con los extremos: el olvido, puede ser; o puede ser la muerte. O quizás lo que
vuestra alteza necesite, que es la entrega.
BUBBY. Eso quiero, la entrega. ¡De inmediato, la entrega! Entregarme en sus brazos y bogar en mis
sueños para toda una vida.
BUBBY. ¿Y cómo no habría de ser? (Señala a los jugadores). Mira cómo, entre todos esos pálidos,
sosos, transparentes, sobresale su piel. ¡Cómo brillan sus ojos!
BUBBY. No. No juegues con mi amor que me lo ensucias. Hablo de otra cosa. Inmensurable. Este
muchacho es limpio. (Pausa, titubea) Puede ser limpio como un arcángel o... limpio como los
mármoles que cubren a los muertos.
ROSALINDA. ¿Y eso.., cómo puede adivinar eso vuestra alteza? Los arcángeles son rubios y los
mármoles blancos.
BUBBY. Porque lo veo por dentro y algo hay en mí que puede intuirlo. (Tras mirarlo en silencio)
¿Cómo dijo el garzón que se llamaba?
BUBBY. Sí, ése es su nombre, poético y brillante: Chema. Sí. (Llama a Galán) ¡Ven acá, Chema!
Tras un momento de repetir el nombre y de que el Coronel se dé por aludido y a señas se asegure de
que es a él a quien llama, entra en la habitación, sin camisa, sudando.
BUBBY (toma de algún sitio un paño y le seca el pecho). Dinos, Chema, ¿eres limpio?
GALÁN (titubeando). A vuestra Alteza.., yo.., acabo de conocerle y además yo.., pues yo.., la
verdad.., yo con los hombres...
BUBBY (lo abraza). No digas más. (A la Marquesa) ¿Lo oíste? Pudo decir que sí a la primera y
pedirme un anillo de oro con incrustaciones de rubíes y al centro el diamante mismo del rey de
Persia, como hacen todos esos que me traes. Pero, ha titubeado... Tampoco se atrevió, de golpe, a
decir que no para no romperle el corazón a un pobre enamorado. Simplemente titubeó, porque él es
limpio y bueno.
ROSALINDA. Si vuestra alteza así lo determina. (Le lanza un paño blanco) Toma, para los
sobacos. Así mismo lo certifico yo. ¡Chema es limpio y Chema es bueno! (Va hacia los jugadores)
¿Oyeron todos? ¡Chema es limpio y Chema es bueno!
TODOS (mientras bailan). ¡Chema es limpio! ¡Sí que sí! ¡Que Chema es bueno!
BUBBY. Pídeme lo que se antoje en este momento.
GALÁN. Que vuestra alteza escuche lo que ha venido a decirle el general Almonte.
BUBBY. Lo escucharé, por ti. Pero, ¿cómo vas a encontrarlo si ya se debe haber perdido en el
bosque, o estará preso en Viena?
GALÁN. Un sicuame es un vidente. (Grita hacia lo alto) ¡General! Venga usted a narrar al
Archiduque Luis Víctor las bellezas de México.
BUBBY (tomándole las manos a Galán). Tengo las manos de una de esas bellezas entre las mías.
¿Qué más podría decirse de tu patria?
ALMONTE. Lo que el sabio rey Alfonso X dijo de España: “Es abondosa de frutas, viciosa de
pescado...” Así en nuestro México “Hay también aves primorosas por su canto, plumas y hermosura;
y tiene también fertilidad para el lino, cáñamo, olivo, algodón, tabaco, añil, azúcar y magueyes o
pita”.12
ROSALINDA. Ha dicho cáñamo. ¿Puedo yo preguntarle si también es abondoso “de todas las cosas
que de ello se facen.” Y muy específicamente al cáñamo me refiero.
BUBBY. A fumar todas las cosas que del cáñamo se facen, ¡que sí, que sí!
Prenden el churro, lo comparten con los jugadores y lo consumen, mientras habla Almonte.
ALMONTE. “Rodean la población en vez de murallas acequias que vienen de la laguna y que en
otro tiempo corrían por algunas calles formando hermosos canales que se llenaban de canoas que
diariamente entraban por miles, cargadas de frutos, bastimentos y flores, y llegaban hasta las paredes
del Palacio Nacional, situado en la Plaza Mayor.”13
GALÁN. Vuestra Alteza me empieza a provocar una cierta ternurilla que sí, que hace cosquillas...
12 Id.
13 Id.
Vuestra alteza es melifluo, ¿lo sabía?
BUBBY. ¿Melifluo?
BUBBY. ¿Lo oyes? Es bueno y no me miente. (A la Marquesa, en secreto) ¿Hasta dónde podrá
llegar el ser melifluo?
ROSALINDA (también en secreto). Hasta donde vuestra alteza se proponga. Si es como las
cosquillas. Todo es cuestión de empezar.
BUBBY (al Coronel). Ven, recuéstate en la chaise long, cuan largo eres, y permite que repose en tu
pecho mi cabeza para escuchar los latidos de un corazón, que , tal vez, algún día, comience a
redoblar por mí. (Se tienden en la chaise long) Tú, sigue hablando de México que te oigo con
auténtica ilusión.
ALMONTE. “El clima de México es benigno, y de una continua primavera, y aunque se distinguen
las estaciones de año, en todas ellas se crían flores y se producen los mismos frutos: toda la
circunferencia de la población está rodeada de haciendas huertas y jardines, que la abastecen y hacen
abundante de flores, frutas, legumbres y hortalizas, para regalo de sus habitantes.”14
BUBBY. Bien bien. Eres un magnífico corredor de bienes raíces. Me has convencido. Sí, sí, sí. ¡Te
compro un terrenito! (A Almonte) ¡Dime cuánto! Para hacerme un palacio como el palacio de
ensueño que se hizo mi primo Ludwig, en Baviera.
ALMONTE. Pero Vuestra Alteza ya tiene un Castillo. Vuestro glorioso hermano, el Emperador
Maximiliano, construyó uno en la parte más alta del Bosque de Chapultepec. (Va al mapa de la
Ciudad de México que había montado en un tripié) A esta Calzada que aquí se ve con otro nombre,
porque mi pluma e ingenio hicieron esta Guía de forasteros y repertorio de conocimientos útiles
antes de que llegara vuestro augusto hermano, él la nombró Paseo de la Emperatriz. Va del Castillo
al Palacio Nacional.
BUBBY. ¡Sí, sí, sí! ¡Y reinaré con Chema! Aunque a mí, la verdad, estas cosas de la corona y los
imperios nunca me han gustado nada. Me visten de seda, pero me encierran en los palacios. Me
prohíben todo lo que me gusta. ¿Sabes, Chema? De chico me hubiera gustado ser emperatriz. Yo
quería ser igual, igual a mi cuñada. A mi madre, no, porque siempre se vestía de negro. (Da pasos de
vals) Un, dos tres... Un, dos tres... ¡Sissy, emperatriz...! (Se detiene) Pero cuando se lo conté a mis
hermanos. Cada uno me fue dando una majestuosa bofetada archiducal. Paf, paf, paf, paf. Y de
regreso. Paf, paf, paf. (Pausa) Pero eso sí, a escondidas, y para mis quince años, Sissy me prestó su
vestido más hermoso e hicimos fiesta entre los muy íntimos. ¿Estuviste, Rosalinda?
14 Id.
ROSALINDA. Como yo soy de fábula, vuestra alteza, también estuve en la fiesta aquella como
siempre he estado en vuestra vida, vuestra alteza.
Danza con Galán, mientras Rosalinda obliga a bailar con ella a Almonte. Y entran, como cuerpo
de ballet, los otros cuatro para danzar un vals muy cursi, tan cursi que bien podría ser la canción
de Chayanne Bésame en tiempo de vals.
BUBBY (ríe). No. Eso no es posible. Mi cuñada Elizabeth es la más bonita, la más hermosa de toda
la historia de este pobre imperio construido de mentiras. Y yo conozco perfectamente mis
limitaciones. Pero, está bien otra mentira más: dime, Marquesa, que soy la más bonita.
ROSALINDA. Vuestra alteza es una Sissy mucho más hermosa que la auténtica emperatriz
Elizabeth.
BUBBY (traes reír, fascinado). Pues provoqué un problema nacional. El macho desbocado de mi
hermano no sólo la tomó contra mí, sino contra su propia esposa. Y cuanto más se reía ella, más se
enfurecía él. Mi madre me defendió, como siempre. De negro, como siempre. Y a Sissy también. A
Sissy, como siempre la defendieron todos. Y a mí, como siempre, muy poquitos. Pero, ¿y qué, y qué?
Paf, paf, paf, paf, bofetadas archiducales.
GALÁN. ¡Hijos de la chingada! Sea dicho con perdón de vuestra alteza. Pero abofetear a un niño de
quince años.
BUBBY. No. Sólo se me ha antojado ser emperatriz de fiesta de quince años, nada más. Por
ejemplo,¡no quise oír nada de que me mandaran a gobernar Brasil! Imagínenme a mí en la selva, en
un río como un mar lleno de animalitos que te comen los dedos cuando sacas la mano de una barca.
ALMONTE. Me da la impresión de que vuestra alteza nunca ha visto a un joven brasileño. Más
moreno que éste, con los ojos más negros y el pelo muy rizado.
BUBBY. Me lo perdí. O no. Porque ni lo hubiera visto. Estaba escrito en los concordatos que me
construyeran un palacio en la selva como una prisión, sólo atendido por mujeres. Lo mismo que aquí.
GALÁN. Pues éste no está mal. Aunque, sí, (canta) “aunque la jaula sea de oro, no deja de ser
prisión”.
BUBBY. Aquí sólo sólo me quedaba esperar a que, por los aires, llegaras a cantarme. Canta.
GALÁN y BUBBY.
“Háblenme montes y valles,
grítenme piedras del campo;
cuándo habían visto en la vida,
querer como estoy queriendo,
llorar como estoy llorando,
morir como estoy muriendo.
A veces me siento un sol
y el mundo me importa nada;
luego despierto y me río,
luego despierto y me río;
soy mucho menos que nada.
En fin soy en este mundo
como la pluma en el aire;
sin rumbo voy por la vida,
sin rumbo voy por la vida
y de eso tú eres culpable.”15
Galán, pasmado, se deja hacer. Todos se miran los unos a los otros, mientras Bubby, de hinojos,
casi litúrgico le besa el ombligo, con las manos suavemente colocadas en las nalgas de su amado.
Al final del beso, Galán ayuda a Bubby a incorporarse y le dice balbuceando.
GALÁN. Gracias.
BUBBY. Sí. Soy melifluo. Mientras mis hermanos sólo tienen imaginación de carceleros.
ALMONTE. Pero, en México, será otra cosa. Vuestra Alteza podrá pasear por donde quiera y
libremente.
ALMONTE. Bueno, eso en coche cubierto. Porque vuestra Alteza necesitará una emperatriz que lo
acompañe. Sin embargo el Coronel Galán, ya elevado al rango máximo de Almirante y Ministro de
Guerra, estará siempre a vuestro lado, como yo mismo de Primer Ministro.
BUBBY. ¿Lo ven, lo ven? ¿Ahora entienden por qué no me gusta? Además, como dice mi sobrino,
que es nada menos que el heredero, esta cosa de los imperios ya está pasando de moda. Viene otro
siglo y se acerca otro milenio.
BUBBY. ¡Pero yo no te permito que difieras! Imagínate, si el heredero lo dice. ¿Tú quién eres?
ALMONTE. Un patriota.
BUBBY. ¡Los imperios ya están pasaditos de moda! Sí, me estoy volviendo demócrata. Difiere lo
que te dé la gana. Pero te propongo otra cosa. Llévame con Chema. Yo te decoro los palacios que
construyamos, te diseño modelitos para la corte y te instalo el protocolo. Y si eres tan patriota, ¡reina
tú!
GALÁN. ¿Reinar, mi general? ¿Cómo creen..? (Se ríe pero ante la mirada furiosa de Almonte, se
contiene.) Bueno, no estoy dudando de que lo hiciera muy bien. Mejor que nadie. Pero es que... Lo
que quiero decir es que mi general Almonte, como su padre, don José María Morelos, sólo desea ser
conocido como el Siervo de la Nación.
ROSALINDA. Sí, como Napoleón, cuando le arrancó al papa la corona de sus manos.
ALMONTE (interrumpe). Tu general sí... Sí, lo he pensado. Sé que mi patria nunca estará tranquila
sin soberano. Un cacique de todos los caciques. Ya me lo han ofrecido. Y yo... ¿Para qué darle
vueltas a la verdad? Pero, como soy indio, se han burlado de mí. Y Guillermo Prieto... Me compuso
aquella cancioncita.
ALMONTE. Pero, no importan mis heridas en el alma. La patria es primero. ¿Quiere saber vuestra
alteza por qué mi gente no me quiere en ningún trono?
ALMONTE. Estoy seguro. Todo sea para convencer a Luis Víctor de Habsburgo. Y beber además
mi cáliz hasta las heces. Para resucitar, ¿saben ustedes?, hay que consumir el propio cáliz. ¡Cante
usted, coronel!
GALÁN.
“Amoquinequi, Juan Pamuceno,
no te lo plantas el Majestá,
que no es propio manto y corona
que to huarache, que to huacal.
ROSALINDA. ¿Y es necesario un rey? ¿No se puede confiar en que los pueblos se manden a sí
mismos?
ALMONTE (a Bubby). El dedo de Dios ha escrito en nuestra historia a Luis Víctor de Habsburgo...
GALÁN. Amén.
ROSALINDA. ¿No será, general, que usted lo que sueña es en manipular a quien se deje, desde la
sombra?
ALMONTE. No acostumbro discutir cuestiones de Estado con mujeres, señora Marquesa, a no ser
que se trate de mi Emperatriz. ¿No lo gustaría serlo a la Marquesa?
ALMONTE. ¡Exacto! (Se vuelve hacia Bubby) ¡Propongo a vuestra alteza un matrimonio blanco
con la Marquesa Rosalinda! Y podría tener, además del Castillo de Chapultepec, alguna finca de
sueño para pasear el día entero entre los árboles con el Coronel Galán, Supremo Mariscal de nuestro
Imperio. Una finca como ésa la tenía vuestro augusto hermano en Cuernavaca para caminar entre los
árboles y besarle el ombligo a la India Bonita. Como le llamaba el pueblo, con cariño, a la amada
mexicana del Emperador.
16 Marcha a Juan Pamuceno, firmada en 1862 por “Fidel”, Guillermo Prieto. Recogido por Rubén M. Campos, El
folklore literario en México.
ALMONTE (por lo bajo, ante el titubeo de Galán). Acepte, coronel, es una orden.
GALÁN. No sé si quiero ser el Indio Bonito de vuestra alteza, pero sí quiero acompañarlo en su
aventura.
BUBBY (tras besar la mano de Galán, a la Marquesa). ¿Qué dices, Rosalinda? Podemos huir a ese
país tan interesante, a vivir la aventura con mi Chema...
ROSALINDA. Pero hay que recordar, Vuestra Alteza, que quizás no todos los indios sean bonitos y
que algunos de ellos fusilaron a Maximiliano.
BUBBY. ¿Ya ves, Rosalinda? Cannabis, pieles tersas y morenas, voces dulces y ojos negros para los
dos. ¡Fuguémonos de aquí! Porque han de saber, señores, que aquí me tienen preso tan sólo por
mirarles sus cositas a los muchachos mientras hacían pipí en los urinarios públicos de la ciudad de
Viena. Mi hermano Francisco José no tiene la menor noción de cuán rentable puede resultar a fin de
cuentas la lluvia de oro. ¿Huimos, Rosalinda?
ALMONTE (señalando en su mapa). Emperatriz, señora. Y a la sombra de una sombrilla por este
Paseo que va de la Ciudad de los Palacios a los añosos ahuehuetes de Chapultepec.
Oscuro.
6
Arlecchino aparece en un área iluminada, en proscenio.
ARLECCHINO. Y comenzó a llover. Y la lluvia fue terrible en ese bosque. Y el frío comenzó a calar
hasta los huesos. Entonces, para placer de todos los románticos, se debieron encender las chimeneas.
Y, con su crepitar como coro de brujas en los árboles, las llamas proyectaban sobre las paredes los
cuerpos de quienes danzaban frente a ellas para dar calor a sus músculos helados.
ROSALINDA. Desnudos, los hermosos muchachos que llevé disfrazados para solaz y esparcimiento
del Archiduque veían sus sombras proyectadas y se reían mucho de los nudos que podían formar en
ese mundo de sus cuerpos que se proyectaba sobre las paredes, los techos y las ventanas.
ARLECCHINO. Era la caverna de Platón con el olor a orgía de los sudores íntimos.
ROSALINDA. Pero, Bubby estaba de verdad enamorado. Sólo tenía ojos para su Galán. Lo miraba
y lo miraba, y suspiraba y suspiraba.
ROSALINDA. Pero yo sabía que muy pronto habría de terminarse aquella escena.
ROSALINDA. Sí. La Emperatriz llegaba, en medio de la lluvia, con los caballos de su carruaje
reventados, iluminada por relámpagos y rayos en instantes, a encontrarse con Almonte. Tenía que
verlo. Su corazón le decía que una nueva desgracia iba a ocurrir, después de tantas otras. Porque
siempre pendía sobre su imperial cabeza la maldición de los Habsburgo
ARLECCHINO. Ay, los Habsburgo. De novela gótica hasta el fin.
ROSALINDA. Entonces, alguien vio, por el enorme ventanal, cómo un relámpago dibujaba la
carrera enloquecida del carruaje imperial. Y y yo grité, como si ignorara lo que en verdad pasaba:
“¡Viene el Emperador!” Y todos a correr, a disfrazarse nuevamente de monjas gigantonas y a
construir sendos hábitos con sábanas y cortinajes al Coronel Galán y al General Almonte.
ROSALINDA. Parecía un alma en pena. Pero en cambio Galán.., qué galanura... Qué novicia
morena con sus ojazos negros y esa extraña coloración cetrina que tienen los cadáveres y que tanto
seduce de un convento.
BUBBY. ¿A qué debo la visita del Emperador mi hermano.., eh.., Francisco José?
Bubby descompone su imagen. Brinca como una niña y grita varias veces:
BUBBY. ¿A Rosalinda?
SISSY (sin volverse a mirar la caravana que le rinde Rosalinda). Tú tienes otros visitantes.
SISSY (se vuelve hacia ella). Que no sean tan malas tus noches, Marquesa, como lo están siendo las
mías.
ROSALINDA. Amén.
SISSY. Pues que se acerquen. (Pausa incómoda) ¡Ya! ¡Que se acerquen! (Habla hacia todos los
puntos del escenario) Salgan de sus rincones, ¡ya! (Aplaude, autoritaria) Todos.., todos...
Salen las Cinco Grandes Monjas Tapadas y, entre ellas, escondiéndose, Galán y Almonte. Sissy va
hacia el grupo. Aparta a uno y a otro, llega hasta Galán y, tras negar con la cabeza, va de frente
hacia Almonte y le arranca el velo con que se cubre.
ALMONTE (se despoja de todas las ropas y muestra su uniforme). Soy General del Ejército
Imperial de vuestro cuñado Maximiliano Primero de México.
SISSY. ¡Rosalinda!
ROSALINDA. Señora.
SISSY. ¿No había una bruja aquí?
BUBBY (busca a Galán para tomarlo del brazo y decirle muy cerca de su oído). ¿Brujo? Chema,
¿lo sabías?
ALMONTE (a Sissy). No soy brujo, vuestra Imperial Alteza, pero, sí, soy sicuame.
ALMONTE. Católico y sicuame. ¿Cómo explicar a vuestra Alteza lo que significa un sicuame en las
tierras purhépechas de Brígida, mi madre? Católicos somos todos, bautizados, apostólicos y muy
pero muy romanos. Más romanos cuanto menos sabemos dónde queda Roma y qué hay en Roma,
aparte del Santo Padre. Creemos en el Papa. Pero hay tradiciones muy lejanas que no se pueden
quitar y yo vengo de una. Una ancestral. (Pausa incómoda) ¿Me ha entendido vuestra Alteza?
SISSY. ¡Bendito sea Dios! O como le llamen los ancestros de usted. Pues sepa usted, sicuame, que
nuestra familia carga con una maldición desde hace mucho tiempo.
SISSY. Porque el pobrecito nunca creyó en esas cosas. Presumía de liberal y racionalista.
SISSY. Todos. Hay una Dama Blanca que llega y nos congela.
SISSY. Pero, ¡basta de Maximilianos y Carlotas! Ya no quiero oír de nada que no sea lo mío propio.
Vengo porque tengo mucho miedo. Creo que debo ponerlo en antecedentes. Mi marido es un
hombre profundamente conservador.
ALMONTE. Como deben de ser los emperadores. Por eso tuvo serias diferencias con el nuestro,
que sí creía en independencias y en gobiernos deseados por los pueblos.
SISSY. Sí. Y ese historia sí importa en este momento, porque fue precisamente por eso por lo que mi
marido traicionó a su propio hermano.
GALÁN. ¿Traición?
SISSY. Traicionó, sí, puedo decirlo. Como lo traicionó también Napoleón III y el Papa mismísimo.
BUBBY (lo ha oído y, muy junto, le dice en un susurro). Pues comienza a explicarme.
SISSY. Hace muy poco, también mi propio hijo Rodolfo, por demasiado liberal, entró en conflicto
con su padre. Mi marido lo acusa de querer darle un golpe de Estado, en apoyo a los húngaros.
SISSY. Eso parece. ¡Eso dicen! O eso ha creído Francisco José. Y por eso ha tenido una pelea
terrible con nuestro hijo. Se encerraron horas en el despacho y los gritos de padre e hijo se
escucharon por toda la ciudad. Deben haberse oído en Austria y hasta Hungría. Rodolfo salió furioso
del despacho del Emperador. Él se encerró con un portazo. Y ni uno ni otro me escucharon cuando
les pedí que se detuvieran. Entonces, lo juro, sentí a la Dama Blanca entre nosotros.
SISSY. Sí, ahí estaba, había estado con ellos en el despacho. Y desapareció también. Tampoco la
Dama Blanca escuchó mis voces. No quiso detenerse.
SISSY. No sé.
SISSY. No sé. No sé. (A Almonte) Y por eso vine a buscarlo a usted en cuanto Rosalinda me aviso
que aquí estaba un vidente.
ROSALINDA. Ssoy un poema, y las palabras de los poemas vuelan, vuelan, y atraviesan las paredes.
SISSY. ¡No me importa cómo se traslada Rosalinda! ¡Quiero que usted vea en dónde está la Dama
Blanca! ¡Con quién se fue!
ALMONTE. Muy bien. Los deseos de Vuestra Imperial Alteza son órdenes perentorias para mí.
Manos a la obra. (A Galán) Coronel Galán, tráigame usted mi jícara.
ALMONTE. En mi equipaje, como siempre. Es la jícara que siempre cargo. No me diga que no la ha
visto. (A las Monjas) Y ustedes quítense los disfraces y pónganse a buscar en todos los rincones.
Necesito una araña.
ALMONTE. No, no, no, ¡silencio! ¡¡Una araña, señores, una araña!!
ALMONTE. La necesito para mi trabajo. Y cuanto más grande sea la araña, más tejerá en el agua de
la jícara y más cosas podré ver para contar a Vuestra Alteza Imperial.
ROSALINDA (a los muchachos). Tarantela. Un cosa así, negra, patuda, que, cuando nos pica, nos
pone frenéticas a bailar y bailar hasta caer rendidas.
Mientras cantan y danzan una tarantela, buscan la araña que, por fin, entregan a Almonte. Él la
pone solemnemente en la jícara que le entregara Galán y a la que ha llenado de agua. La
solemnidad de sus pases mágicos contrasta con la alegría del Funiculí, funiculá que han seguido
cantando.
SISSY (furiosa). ¡Basta, basta! (Todos detienen cantos y danzas. Incluso Almonte cesa sus pases
mágicos.) ¡No! Usted continúe. Que se callen ellos para no distraerlo.
ALMONTE. Que el emperador está hundido en su sillón con la mirada fija en un punto cualquiera de
su despacho.
ALMONTE. No, ni creo que haya estado. Se ve que tuvo una junta con sus ministros. Hay señales
de reunión. Inclusive vasos, algunas botellas y colillas en los ceniceros. Ahora el emperador bebe un
trago muy largo de un vaso que ha tenido en su mano. Tiembla. Creo que...
SISSY. ¿Qué?
ALMONTE. Pues llora, señora. Saca su pañuelo. Se lo lleva a la cara y llora como un niño. Pero no
está con él la Dama Blanca.
TODOS. Tarantela.
SISSY. ¡Silencio!
ALMONTE. Una cama. Y.., sí.., acostada en ella.., ¡una mujer! Es la amante, con perdón, de vuestro
archiducal hijo Rodolfo.
SISSY. ¡Silencio!
SISSY. ¿Y mi hijo?
ALMONTE. En este momento, señora, estoy viendo caer el cuerpo sin vida de su hijo en su coto de
caza de Mayerling.
TODOS. ¡Mayerling!
SISSY. ¡Mi carroza..! (Grita mientras sale, acompañada por Rosalinda) ¡A galope..!
ALMONTE. Y la Dama Blanca me mira. (Se oyen los cascos de la caballería del carruaje que parte
a todo galope.) Conozco su mirada. Y me sonríe.
BUBBY. Conozco a mi hermano. He conocido bien a todos mis hermanos pero sobre todo a él, al
Emperador. Sus bofetadas eran más fuertes, porque tenía el poder. (Hacia Almonte) Ese que el dedo
de Dios le escribió... Paf, paf, paf. Y de regreso. Y si yo gritaba como niña, va otra vez. Y entonces
yo, otra vez, gritaba como niña y lo arañaba. Y él se enfurecía. Paf, paf, paf. Y va de regreso. (Más
pausado) Paf... paf... (Se acerca a Galán y lo toma del brazo) ¿Sabes una cosa? ¡Nunca pudo
doblegarme! Tan mariquita como ves, pues nunca le dio el gusto de ganarme al Emperador de
Austria y de Hungría. (Ríe) Y eso lo desesperaba. Cuando fueron a acusarme de fisgar a los
muchachos en los urinarios de la ciudad, me llamó y después del paf, paf, paf, con su regreso, quiso
que le prometiera no volver a ir jamás. Y yo levanté la cabeza, me quité la sangre de la boca, sorbí
mis archiducales mocos de la nariz y le dije: “¡Voy a volver, voy a volver, voy a fisgar, voy a fisgar!”
Entonces sacó la pistola, me apuntó con ella y me dijo: “No, no vas a volver.” Yo tomé aire. Supe
que hasta ahí llegaba. Fisgona, princesita y muerte. Sólo le pedí: “¡En la cara, no!” Y, como un ángel,
entró mi mamá para salvarme. Ay, mi mamá. (Ríe) ¿Y sabes, Chema, cuál fue mi argumento? ¡Porque
me daba la gana! (Valsea por el salón) Desde entonces estoy en esta jaula de oro que, como en tu
canción, no deja de ser prisión. (Se detiene y hace una pausa) ¿Por qué les contaba todo esto? Ah,
sí, para asegurarles que si Rodolfo también se enfrentó a Francisco José, esa bala que lo mató, fue
disparada por orden suya... Qué perla más perfecta para adornar, en sus collares, la maldición de
todos los Habsburgo: fi-li-ci-dio. (Ríe y habla al público) ¡Y luego resulta que la loca soy yo..!
Oscuro.
8
Entran a proscenio Arlecchino y Rosalinda.
ARLECCHINO. ¿Qué es el carro de farsa sino un juego de niños? ¿Qué es la caja de un teatro sino
un carro de farsa? Nada es más, nada es menos. Sólo que el niño crece y juega con la historia de otro
modo. Son los nombres más reales y los hechos más cercanos a eso que se llama la verdad, que
siempre es de otra forma. En este carro sólo hemos visto a un sicuame que ve en su jícara como el
único y legítimo heredero único del Imperio Austrohúngaro, murió junto a su amante.
ROSALINDA. María Vetsera. Pero no hemos oído que lo van a acusar de asesinarla antes de
suicidarse.
ARLECCHINO. El mismo que abandonó a su hermano, en México, para que de una vez por todas
fuera hacia la muerte.
ROSALINDA. El mismo que entregó las llaves para encerrar en jaula de oro a su otro hermano, el
más pequeño. El mariquita.
ARLECCHINO. Pero el Emperador lloraba cuando mandó asesinar a su propio hijo. Se conmovió.
ARLECCHINO. No. Fue tan sólo un momento de debilidad. Después se atusó el bigote y calumnió
con la seguridad que el poder otorga al que ha sido elegido por el dedo de Dios. Y, así, la maldición
de los Habsburgo continúa.
ROSALINDA. Sí. Caerá sobre Sissy y después sobre el archiduque Fernando, que es ahora el único
y legítimo heredero.
ARLECCHINO. Y con la muerte de Fernando, caerá la maldición sobre Europa entera. Todo, todo
arderá.
ARLECCHINO. Salvador al menos de sí mismo, morirá muy viejo y morirá sonriendo. (Va rumbo al
mutis y se detiene) Alguien va a decir en el futuro algo que podría definirlo: “a la realidad le gustan
las simetrías y los leves anacronismos17.”
Arlecchino hace mutis, al tiempo que, transido de dolor, aparece Bubby en proscenio y se dirige a
Rosalinda.
MARQUESA. Pues qué imbécil ¿Quiere, vuestra alteza, que convoque a la Sorellina Veintichinque y
a la Sorella Nicolassino Diechi para que se ocupen un poquito de tantísimo dolor..? Entre las dos y a
un tiempo, tal vez puedan, si no consolar a vuestra alteza, sí distraerle en algo.
Se hace el oscuro.
ARLECCHINO.
“¡Pasaron las locas quimeras
de Farandul!
¡Canto de alondras mañaneras
en el azul!
¡A qué rodar por los caminos
como antes,
si no he de ver en los molinos
los gigantes!
Dejo colgada mi careta
en una rama de laurel
y si me torno a la carreta
es porque acaba mi papel.”18
ALMONTE (con gran voz). ¡Yo.., yo..! (Hace mutis Arlecchino) Yo soy el hijo de un héroe mítico,
del constructor de una patria, y eso es mucho más que ser el hijo de un rey cualquiera, por más
armiños y sedas que los vistan y más leoncitos y listones que adornen sus escudos. (Pausa) Debieron
de habérmelo mostrado antes los tejidos de arañas en mis jícaras: ¡estaban malditos..! Fue una
maldición la que llevó a Maximiliano al Monte de las Cruces. (Pausa) ¿Y qué? Si soy el hijo de un
escogido por el dedo mismísimo de dios, sin sombra de duda... Si mi padre fue ungido sacerdote
para siempre según el orden de Melquisedec, como canta la liturgia: tu es sacerdos in aeternum... Si
esa unción, como señala el Levítico pasa de padres a hijos. Si mi filiación y mi unción están unidas a
la sangre de una madre que me heredó los poderes también sacerdotales de los purhépechas para
adivinar pasados y predecir futuros... (Pausa) ¡Volveremos a México, coronel! Tengo escondidos los
restos de mi padre. Sólo yo sé dónde están. Con ellos en una arca, como fuera la de la Alianza,
GALÁN. Ya.
ALMONTE. No.
GALÁN. No.
ALMONTE. ¿Ya?
GALÁN. No. Pero un beso en el ombligo de vez en cuando, y algo de lluvia de oro los fines de
semana, valen por su mirada de ternura. Sí, me gusta que al mirarme se ponga tan melifluo. Además,
para las necesidades de calentura más inmediatas, está siempre la Marquesa Rosalinda. Que tiene
unas ancas...
19 Id.
20 La Marsellesa, Himno Nacional Francés.
CORONEL. ¿La patria, general..? ¡La tarantela..!
Sin más, da la vuelta y se congela. Almonte, furioso, hace mutis. Y con él se hace el oscuro.
10
Al mutis de Almonte, la luz va cambiando a plena. Al mismo tiempo, Galán comienza a moverse y
entran todos los personajes, excepto Sissy y Almonte. Simultáneamente, va subiendo la música de la
tarantela Funiculí finuculá. Todos la cantan y la danzan. Poco a poco, va cayendo el
TELÓN FINAL