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¿Qué tan excluyentes son la

igualdad y la eficiencia
económicas?
Durante mucho tiempo en la discusión al interior de la ciencia
económica y en los debates sobre política pública se ha
planteado la existencia de un trade-off entre una sociedad
igualitaria y una sociedad con eficiencia económica. La lógica de
los que plantean la existencia de tal conflicto radica en que
perciben a la redistribución como un costo. Redistribuir implica el
cobro de impuestos y estos, bajo ciertas circunstancias, pueden
generar distorsiones mayores o menores; a su vez, estas
distorsiones pueden conducir a la pérdida de eficiencia. Por
ejemplo, al desincentivar la actividad económica o alterando el
precio de los factores de producción y, por lo tanto, llevando a su
uso subóptimo.
Ilustración: Oldemar González

En abstracto, esta crítica a la redistribución puede ser válida,


ejemplo de ello es la implacable lógica detrás de los
llamados teoremas fundamentales del bienestar (también llamados los
teoremas de la mano invisible). Esta lógica nos dice que los
mercados, si se les deja solos, llegarán por sí mismos a la
colocación óptima de recursos y, por lo tanto, a la mayor
eficiencia. Esta lógica fue formalizada por los aclamados
economistas Kenneth Arrow y Gerard Debreu y en su momento
les hizo acreedores al premio Nobel de Economía.

No obstante, para que los famosos teoremas sean ciertos


requieren de una serie de supuestos sumamente astringentes
que, en la realidad, son prácticamente inalcanzables; por ejemplo,
la existencia de competencia perfecta, la información completa (o
perfecta) y la ausencia de múltiples fallas de mercado que en los
hechos encontramos virtualmente en cada rincón de la economía.
Por lo tanto, a la luz de la realidad existe lugar a la intervención
pública y existe lugar por lógica a la redistribución.

Este viejo debate de la economía se ve renovado en el último libro


del economista francés François Bourguignon, La globalización de
la desigualdad, publicado y traducido recientemente por el Fondo
de Cultura Económica. El libro trata sobre cómo ha evolucionado
la desigualdad global, su reducción —si se le considera desde
principios del siglo XIX hasta el presente— y sobre un asunto
particularmente clave: reconciliar el combate a la desigualdad con
las ganancias de eficiencia en la economía.
Para el autor, uno de los expertos mundiales sobre desigualdad
—y con trabajos seminales al respecto como Inequality Among
World Citizens: 1820-1992 en coautoría con Christian Morrisson—
debemos alejarnos de la idea de discutir sobre redistribución
exclusivamente en términos fiscales (cobro de impuestos y
después gasto público) y concentrarnos en los múltiples otros
aspectos en los que la intervención estatal puede ayudar a
producir una sociedad más igualitaria.

Bourguignon argumenta que si bien es necesario discutir los


impuestos tal como lo hacen otros expertos en el tema, hacerlo
suele encontrar resistencias políticas por parte de las élites y
debates bizantinos con el argumento de la pérdida de eficiencia
—el clásico, por ejemplo, “los ricos invertirán menos si se les
cobran más impuestos”. El autor sugiere que evitemos estos
falsos debates que llevan a la noción de que eficiencia e igualdad
son mutuamente excluyentes y les demos la vuelta concentrando
parte de la agenda por la igualdad en aquellos puntos que
pueden, al mismo tiempo, producir ganancias de eficiencia y
disminuciones importantes en la concentración de ingreso,
riqueza y, desde luego, oportunidades.
¿Cuáles son estas áreas de oportunidad poco tomadas en cuenta
cuando hablamos de combatir la desigualdad?

El combate a los monopolios y las prácticas anticompetitivas. La


alta concentración del mercado en muchas ocasiones se vuelve
un lastre para la economía al facilitar la extracción de rentas, la
falta de necesidad de innovación, precios más altos. Todo lo
anterior en detrimento de la igualdad. La extracción de rentas
facilita la concentración del ingreso, produce una distribución
inequitativa de oportunidades en los mercados de factores y, por
esas mismas causas, resta eficiencia a la economía.

Otra área en la que se pueden beneficiar mutuamente la igualdad


y la eficiencia es en el combate a la corrupción. La corrupción
está asociada a pérdidas de eficiencia y desigualdad porque
favorece la extracción de rentas. De la misma forma, el acceso
universal a educación de calidad para la mayor cantidad de
personas puede igualar oportunidades en el mercado laboral y, a
su vez, producir ganancias de eficiencia  conforme el mayor
capital humano disponible en la economía incrementa la
productividad.

Quizá el vínculo principal que une estos dos objetivos —y que los
hace complementarios en muchos niveles— es el crecimiento
económico. Un crecimiento económico inclusivo tiene que tener
ambos objetivos, que toda la sociedad participe del crecimiento y
que sea eficiente para que crezca.
La globalización de la desigualdad es un libro que deja un mensaje
muy claro: el combate a la desigualdad en buena medida es un
tema de economía política (quiénes ganan y quiénes pierden con
la distribución existente) y, más importante aún, que hace falta
mucha voluntad política para producir una sociedad igualitaria.

 
Rubrica

Contenido 5 pts

Presentación 5 pts

Ortografía 5 pts

Tema central con asociación 5 pts

De las ideas.

Entrega fecha sugerida 8 de junio

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