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Juan Pablo Vargas Beltrán

Departamento de Filosofía
Universidad Nacional de Colombia
SFC-Hannah Arendt

Reflexiones en torno al sentido común:


Una reivindicación arendtiana

El propósito del presente ensayo es traer a colación el análisis que Hannah Arendt realiza acerca
del “sentido común”. Considero que un esclarecimiento de dicha noción nos ayudaría a dar
cuenta de su importancia, en especial cuando hablamos de ella [del sentido común] en relación
con el “pensamiento”, el “conocimiento” y el “juicio”. Por ello, en lo que sigue de este ensayo
me centraré en el análisis que Arendt hace del sentido común y ver que éste tiene un doble
aspecto cuando hablamos, por un lado, de “pensamiento” y “conocimiento”, y, por otra parte,
cuando nos remitimos al “juicio”. Siguiendo el estudio que hace Calderón (2010), considero que
el sentido común, en relación con lo anterior, muestra los siguientes dos aspectos: uno sensible y
otro semántico. Esta noción es nuclear en lo que al pensamiento, conocimiento y juicio se refiere,
por ello considero que estas reflexiones en torno al sentido común, desde la perspectiva de
Arendt, son una manera de reivindicarlo y traerlo de nuevo a nuestras discusiones. Por ende, el
presente ensayo se dividirá en los siguientes momentos: i) en el primero veremos qué es lo
propio del sentido común (entendido en su aspecto sensible); partiendo de esas consideraciones,
ii) me centraré en su relación con el “conocimiento” y el “pensamiento”, para así iii) poder pasar
de su aspecto sensible a su aspecto semántico. Al final iv) me centraré en algunas
consideraciones acerca de esos aspectos del sentido común y ver cómo se conectan uno respecto
a otro.

Sentido común y sensación de realidad

Las reflexiones en torno al sentido común, en el pensamiento de Arendt, son relevantes debido a
que muestra que este sentido, aunque no se exprese como un órgano corporal preciso, “incorpora
las sensaciones de los cinco sentidos […] en un mundo común compartido con otros” (Arendt
2002: 74). Esto no quiere decir, por supuesto, que nuestras mentes o percepciones sean comunes,
o idénticas; nuestras sensaciones distan de ser las mismas de las de otros: nuestra vista nos
muestra un objeto x de manera distinta a alguien que también está viendo ese mismo objeto, lo
que veo me-parece a mí, pero ¿cómo sé que lo que estoy viendo es real? Arendt nos dice:
“Aunque todo lo que aparece se percibe como un «me-parece», y por ello está expuesto al error y
la ilusión, la apariencia como tal conlleva un indicador previo de sensación de realidad” (Ibid.,
74). ¿Qué significa que aquello que se nos aparece tenga un indicador previo de sensación de
realidad? “Las experiencias sensibles suelen ir acompañadas de la sensación adicional, por lo
general silenciosa, de realidad” (Ibid., 74). Repasemos qué quiere decir Arendt con sensación de
realidad.
Cuando Arendt nos dice que las cosas que “se nos aparecen” llevan un indicador previo
de realidad, está señalando que aun cuando nuestras percepciones sobre objetos yerren en
perspectiva, el objeto que percibimos [que “nos-parece”] es percibido por otros como yo. En
otros términos, la “sensación de realidad” se relaciona con el puro contexto en el que aparecen
los objetos (Arendt 2002: 75). Al explorar la noción de fondo vemos que “sentido común”, desde
Tomás de Aquino, se denomina sensus communis, un sentido que nos integra dentro de una
comunidad1 junto a otros:

«[E]s una suerte de sexto sentido que se necesita para aunar los otros cinco y garantizar que se trata del
mismo objeto que veo, toco, degusto, huelo y oigo; es “una sola potencia [que] se extiende a todos los
objetos de los cinco sentidos”2. Este mismo sentido, un misterioso “sexto sentido” porque no puede
localizarse en un órgano corporal preciso, incorpora las sensaciones de los cinco sentidos estrictamente
privados [el “me-parece”] […] en un mundo común compartido por otros.” (Arendt 2002: 74, énfasis mío)

El sentido común, entonces, “es aquel sentido que nos integra a una comunidad junto a
otras personas, nos hace miembros de ella y nos permite comunicar datos de nuestros cinco
sentidos particulares” (Arendt 2007: 145). Este “sexto sentido”, por ende, es la fuente de la
sensación de realidad, es nuestro polo a tierra con el mundo de las apariencias (cf. Calderón
2010: 26). Como fuente de dicha sensación ─en su aspecto “sensible”─ es la que brinda los
objetos de los que parte el conocimiento [científico] (cf. Arendt 2002: 79), pero también brinda
sus objetos al pensamiento, aunque éste último, en función de sí mismo, ya no los tomará con sus
cualidades sensibles; cuando estamos en actividad pensante (o reflexiva), el pensamiento no
toma los objetos que nos ofrece el mundo con sus cualidades, los desensoriza3 para volverlos
objetos del pensamiento (cf. Arendt 2002: 99).

Sentido común: entre conocimiento y pensamiento

El análisis expuesto del sentido común nos permite ver lo siguiente: éste, como la vista, el oído o
el tacto, es pasivo tomado en su aspecto sensible, pues gracias a este sentido podemos identificar
nuestras percepciones sobre objetos; sin embargo, a diferencia de los sentidos humanos, es
público y no privado (cf. Ibid., 74). Arendt nos muestra que hay una relación de triple afinidad
de la que surge esa sensación:

i) Los cinco sentidos, radicalmente distintos entre sí, comparten el mismo objeto.
ii) Los miembros de una misma especie tienen un contexto común que dota a cada
objeto en particular de su significado4.
iii) El resto de los seres dotados de sentidos, a pesar de que perciben este objeto desde
perspectivas completamente distintas, coinciden en cuanto a su identidad.

Esa triple afinidad, la que permite en últimas que tengamos esa sensación de realidad, es
la que nos brinda ese vínculo con el mundo de las apariencias, mundo del cual recibimos sus
objetos. Ahora bien, el sentido común no es un sentido que indague sobre la naturaleza de los
objetos que recibe: por eso se dice que es pasivo. En este punto, el conocimiento [científico] y el
pensamiento tienen una relación con dicho sentido que nos permite caracterizarlo más, debido a
que ambos parten desde él [sentido común] pero sus propósitos, por expresarlo de alguna
manera, son distintos en lo que respecta a dicho sentido. El sentido común brinda los objetos al
conocimiento [científico] y al pensamiento, pero en lo que respecta a éstas actividades ─conocer

1
Se esclarecerá más la noción cuando nos remitamos al aspecto semántico de la misma.
2
Tomás de Aquino, Suma teológica I, cit. 1 a. 3.2.
3
En el siguiente apartado daré algunas características de esto.
4
Esta es una de los aspectos que podremos ver en el aspecto semántico del sentido común. Pues, en últimas, no sólo
tenemos un sentido que nos integra en una comunidad, también tenemos un lenguaje común que nos permite
comunicar nuestras percepciones. Lo veremos en el apartado dedicado a ello.
y pensar─ el uso de esos objetos difiere cualitativamente. Hay que destacar dos diferencias
cruciales entre ambas actividades: i) el conocimiento [científico] es instrumental, se mueve
dentro de una estructura de medios-fines; el pensamiento, por otra parte, sólo se ocupa de sí
mismo, i.e., no tiene un fin salvo actualizarse constantemente5; ii) el pensamiento tiene una doble
connotación cuando hablamos de retirada del mundo de las apariencias: “cuando el científico se
retira a «pensar», sólo lo hace para encontrar vías de aproximación [al mundo], llamadas
«métodos», mejores y más prometedores” (Arendt 2002: 74-75); en cambio, cuando nos
retiramos a pensar ─no en virtud de otra cosa salvo de la necesidad misma de la razón─ no
dejamos nada tangible después de dicha actividad (cf. Ibid., 87)6.
El conocimiento [científico], al partir del sentido común, toma los objetos que este le
brinda para explorarlos e indagar en ellos. El punto de partida para ambos ─para el conocimiento
y para el sentido común─ es la “evidencia” 7; aunque ambos partan de lo mismo, la diferencia
principal radica en que el conocimiento, por expresarlo así es activo en tanto que su fin es la
cognición, por otra parte el sentido común no tiene ninguna función salvo ser pasivo y receptivo.
El conocimiento científico, al tener como fin la cognición, se encarga de develar lo que yace
oculto tras la apariencia, i.e., se adentra en las apariencias ─o en los fenómenos─ para develar
aquello que yace oculto a la experiencia de sentido común, y así relacionar lo evidente para esta
experiencia con su explicación, que sería lo oculto a ésta (cf. Arendt 2002: 81). Sin embargo, el
conocimiento nunca abandona o se aleja completamente del sentido común, “la ciencia es una
refinación prolongada del sentido común, en el que las ilusiones sensoriales se corrigen una y
otra vez, tal como en la ciencia se corrigen los errores” (Ibid., 79). El conocimiento [científico],
entonces, no se aleja del sentido común, pues aún en sus razonamientos vuelve a este.
Retomando las diferencias que señalé arriba: el conocimiento científico se mueve en una
estructura de medios-fines, i.e., el conocimiento es instrumental, siempre está buscando
resultados, el conocimiento “siempre deja algo útil tras de sí” (Ibid., 83). La finalidad básica del
conocimiento [científico] es la cognición, cuyo criterio más elevado es la verdad (cf. Ibid.,
78,82). El fin de toda empresa científica es el conocimiento, sus resultados son proposiciones
verdaderas que permean los razonamientos del sentido común. El sentido común, considero, no
tiene esta estructura de medios-fines del conocimiento, pues, como Arendt señala: “el
razonamiento del sentido común jamás se habría atrevido a trastornar de manera tan radical las
evidencias de nuestro aparato sensorial” (Ibid., 78). En resumen, el sentido común es pasivo y
sensible (receptivo), no es activo como sí lo es el conocimiento ─el cual se funda en el intelecto
(cf. Ibid., 81-82). El sentido común dará al conocimiento [científico] los objetos sobre los cuales
tendrá que volver.
Un caso distinto ocurre con el pensamiento en función de sí mismo. El pensamiento
─fundado en la razón (Ibid., 81-82) ─ se caracteriza por la búsqueda de sentido o significado 8. A
diferencia del conocimiento, el pensamiento no se mueve en la estructura medios-fines, no deja

5
Actualización que es natural a la razón misma, i.e., al preguntarse y responderse constantemente en la búsqueda de
sentido (cf. Arendt 2002: 89).
6
Cabe considerar que, en ambos casos, no estamos al margen del mundo, i.e., cuando pensamos en función del
conocimiento o según la naturaleza de la razón por indagar, estamos dentro de un mundo y partimos de él para
nuestras observaciones y reflexiones.
7
En el apartado anterior vimos que el sentido común, como fuente de sensación de realidad, es el que nos provee de
objetos, o, en este contexto, de evidencias. La evidencia de la que parte la ciencia es la misma que se le ofrece al
sentido común; sin embargo, la diferencia entre sentido común y conocimiento radica en la función de ambos (cf.
Arendt: 74,79).
8
“Sentido” o “significado” se usan aquí de manera indistinta. En la versión inglesa meaningless acepta ambas
connotaciones.
nada útil tras de sí. El pensamiento es una actividad autónoma, i.e., aunque los objetos del
espíritu [brindados por el sentido común] son dados al mundo o surgen de él, el pensamiento,
como actividad, no está condicionado o necesitado por éstos objetos. Los seres humanos, en
actividad pensante, pueden trascender mentalmente esas condiciones materiales, pero en la
realidad y en el conocimiento, no (cf. Arendt 2002: 93). Aquí hallamos otra diferencia respecto al
conocimiento: aunque ambos partan de un mundo, difieren en que, en el conocimiento, mi
relación con el mundo se ve condicionada por los objetos que este [mundo] me ofrece, pues en
últimas cuando intento conocer lo que se oculta tras ellos, siempre busco explicaciones o
respuestas, pues me dan una mayor aproximación a dicho objeto; en otros términos, aquí la
relación cognoscitiva está dada entre un sujeto (cognoscente) y un mundo (aparente); sin
embargo, el pensamiento no está condicionado a dicha relación sujeto-objeto: cuando pensamos
sin relación alguna con la cognición, nos retiramos del mundo ─incluso de dicha relación─ para
poder hallar sentido: aunque el mundo nos ofrezca sus objetos, cuando nos retiramos a pensar,
estos objetos pierden toda cualidad que los ata al mundo. Aquí es cuando el sentido común
vuelve a operar.
Ya vimos que en el caso del conocimiento [científico] el sentido común le ofrece los
objetos a éste con el fin de conocer. Sin embargo, el caso es completamente distinto cuando los
objetos son ofrecidos ahora al pensamiento. Como vimos, hay una enorme diferencia cualitativa
entre lo que nos ofrece el mundo [sus objetos], y los objetos de los que parte el pensamiento en
función de su propia actividad. Repasemos lo que Arendt dice respecto a estos objetos:

«Todo acto mental se basa en la facultad del espíritu para presentarse a sí mismo aquello que está
ausente para los sentidos. La representación, el hacer presente aquello que en realidad está ausente, es el
único don del espíritu, y dado que toda terminología mental se apoya en metáforas procedentes de la
experiencia visual, este don recibe el nombre de imaginación, que Kant definió como «facultad de tener
intuiciones sin la presencia del objeto.» (Arendt 2002: 98)

¿Cómo ocurre este proceso en el que tenemos en nuestra mente un objeto que en realidad
está ausente? Este proceso, este acto mental, es el que provee al pensamiento sus objetos, sobre
los cuales operara. Ahora bien, este proceso, el de re-presentar, tiene un par de características. La
representación toma, como punto de partida, los objetos que el sentido común ofrece, pues,
recordando, el sentido común es el polo a tierra que tenemos con el mundo. Ahora bien, este
proceso de imaginar, de re-presentar, trae consigo un componente importante en su actividad: el
de desensorizar (cf. Arendt 2002: 99). Con desensorizar, Arendt señala lo siguiente:

i) A la percepción sensorial de un objeto, tenemos en nosotros una imagen semejante


de él.
ii) La imagen que tenemos del objeto se guarda en la memoria, para convertirse así en
una «visión en el pensamiento».
iii) Lo que permanece en la memoria (la imagen del objeto), difiere de la «visión en el
pensamiento» (el objeto deliberadamente recordado).

Hasta aquí, como señala la autora, vemos una doble transformación del objeto sensible a la
«visión en el pensamiento», el objeto deliberadamente recordado, objeto sobre el cual operará el
pensamiento (cf. Arendt 2002: 98-99). El pensamiento, en su actividad, toma dichos objetos una
vez ocurre dicho proceso; en otros términos, cuando pienso, me represento (o me imagino) cosas
que en realidad están ausentes cuando me dedico a pensar, éstas representaciones operan como
recuerdos, ya que el recuerdo ─a diferencia de la memoria─ es deliberado.9 “La imaginación,
que transforma un objeto visible en una imagen invisible, lista para guardarla en el espíritu, es la
conditio sine qua nom para dotar al espíritu de objetos apropiado” (Ibid., 99). Gracias a este
proceso, el pensamiento se dota de objetos sobre los que puede operar. Hasta aquí, podemos ver
la importancia del sentido común, y su relación con el conocimiento y el pensamiento cuando lo
tomamos en su aspecto sensible. Sin embargo, las consideraciones acerca del sentido común no
se agotan en su aspecto sensible, pues, considero, hay un aspecto semántico (y activo) del
mismo, lo cual, según lo que acabamos de notar, podría entrar en tensión con lo ya mencionado.

Sentido común y juicio

Habiendo destacado el aspecto sensible del sentido común, me gustaría ahondar un poco en el
aspecto semántico del mismo. El sentido común no se agota en su aspecto sensible. No es
únicamente sentido como fue explicado a lo largo de esta exposición, ni tampoco común “porque
nos provea de un sentido de realidad que podemos compartir con otros” (Calderón 2010: 32).
Aquí, comparto lo que dice Calderón para poder seguir en ésta exposición:

«Es ‘sentido’ porque, además, le da una dirección al sentido de realidad que provee, es decir, el sujeto se
orienta con un sentido a esa realidad que “se le presenta”, tiene una actitud intencional frente a sus objetos.
Y es ‘común’, no sólo por el hecho de que todos seamos capaces de obtener ese sentido de realidad, sino
porque el modo como nos dirigimos a ella tiene en cuenta a los otros.” (Calderón 2010: 32, énfasis mío)

Los aspectos que Calderón nombra acá son los que le dan el carácter activo al sentido
común, el carácter semántico. Estos aspectos podemos encontrarlos en la exposición que Arendt
realiza en la última lección de Algunas cuestiones de filosofía moral. Siguiendo a Kant, cuando
hablamos de cuestiones de gusto ─de juicios estéticos─ tenemos en cuenta dos aspectos: la
imaginación ─cómo ya la vimos antes─ y el sentido común. Sin embargo, la noción, en lo que
respecta al juicio, cambia de significado. En el momento de proferir un juicio tal como “la rosa
es bella”, no lo digo como si hubiera una regla apodíctica que me indique que cada vez que vea
una rosa, ergo será bella. La belleza la conozco aun cuando trato con un particular. Sin embargo,
en el momento de proferir dicho juicio he tenido en cuenta a los otros, a mi comunidad, aunque
ellos propiamente no estén presentes (cf. Arendt 2007 145-146). Es decir, me represento a todos
los sujetos que tengan la capacidad de emitir juicios. Al emitir un juicio tenemos en cuenta
ambos aspectos, pero podemos profundizar un poco más.
El sentido común, en tanto que sentido, significa también “orientarse a”, marca una
actitud intencional. Buscamos que nuestra sensación de realidad ─provista por el sentido
común─ tenga sentido para nosotros, i.e., buscamos conciliarnos con el mundo, no sólo en tanto
que mundo sensible ─en donde todos perciben lo mismo que yo─, sino teniendo en cuenta esa
pluralidad de relaciones humanas que, al igual que yo, también se dirigen hacia él (cf. Calderón
2010: 34). Cuando emitimos un juicio, tenemos en cuenta esa pluralidad de relaciones ─aunque
no presentes─ en nosotros. La noción “semántica” del sentido común, “nos dirige de un modo
específico y propio hacia la realidad que se abre ante nosotros, y digo “nosotros” porque esa

9
Me gustaría centrarme más en esta distinción entre “memorizar” y “recordar”. A lo mucho puedo decir lo
siguiente, en relación con este proceso [el de desensorizar]: cuando memorizamos una canción, leemos la letra así
como escuchamos su ritmo una y otra vez, estando la canción presente ante nosotros. En cambio, yo puedo recordar
dicha canción cuando esté en un escenario distinto al de memorizar, como, v.g., en el baño. Aunque no esté
escuchando la canción ni leyendo la letra, recuerdo la canción en mi mente. Esto es una semejanza en lo que atañe a
los objetos del pensamiento.
intencionalidad frente a la realidad tiene en cuenta el sentido que otros tienen hacia esa realidad
que compartimos” (Ibid., 34). En vista a esto, no sólo tenemos un sentido común, sino un
lenguaje común, con el cual dotamos de significado nuestros juicios. Es gracias a esto ─a tener
en cuenta a nuestra comunidad a la hora de emitir juicios y de este lenguaje que compartimos─
que el sentido común denota un aspecto activo frente al aspecto pasivo que vimos antes.

Conclusión

Dadas este doble aspecto del sentido común, debemos concluir lo siguiente. Cuando vemos que
en el mismo [sentido común] se presenta un carácter pasivo (sensible) y otro activo (semántico),
no solo nos referimos a ese carácter que nos da un polo a tierra con el mundo, gracias a que
estamos integrados dentro de una comunidad, a que hay otros que, como yo, aunque de manera
distinta, perciben las mismas cosas que yo percibo, a que los objetos caen dentro de nuestro
contexto. No obstante, gracias a que estamos en medio de una comunidad, en el momento de
integrarnos y compartir juicios, somos conscientes de lo que piensan otros, i.e., de lo que otros
han dicho acerca de algo. Nos imaginamos a nuestra comunidad ─los tenemos en cuenta─ en el
momento de dar nuestras opiniones, de aparecer frente a otros en el discurso. Esta
intersubjetividad, tomada en sus dos acepciones, es la que nos permite integrarnos al mundo
físico, mental y políticamente. La tensión no debe causarnos pánico a la hora de examinar el
sentido común, pues nos referimos a dos casos distintos en donde nos ancla con el mundo, nos da
sensación de realidad, pero también en donde tenemos en cuenta a los otros gracias a ese
lenguaje común que todos compartimos, además de poder dotar de dirección a aquello que
percibimos. El sentido común, en la reflexión de Arendt, parece tener un lugar especial en su
pensamiento: sin este sentido, en su doble sentido, careceríamos de objetos para el conocimiento
y para el pensamiento.

Bibliografía

Arendt, H. (2002). La vida del espíritu. Fina Birulés y Carmen Corral (Trads.). Barcelona:
Paidós.

-------------- (2007). “Algunas cuestiones de filosofía moral”. En: Responsabilidad y juicio.


Miguel Candel (Trad.). Barcelona: Paidós.

Calderón, C. (2010). “El sentido común en Hannah Arendt: La fuente del sentido de realidad”.
En: Saga, revista de estudiantes de filosofía. No. 22. (pp. 25-36)

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