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Mascotas y su impacto en el

medio natural

El término mascotismo hace referencia a toda actividad relacionada con la


posesión de mascotas y el desarrollo de una economía emergente alrededor de
todo un mundo de servicios para estos animales de uso doméstico. Han surgido
muchos ejemplos concretos como son los hospitales exclusivos, hoteles,
cementerios, etc. Incluso se destinan entornos naturales, como playas, para el
disfrute de las mascotas. Esto es una clara demostración del significativo
incremento de la importancia relativa de esta actividad. Sin olvidar, además, su
relevancia en términos ecológicos, debemos destacar que todo esto lleva asociada
una huella ecológica significativa -tanto de carbono (y su contribución al cambio
climático) como de agua, producción de heces- y al mismo tiempo un grave
impacto para la biodiversidad de la fauna autóctona.
Dejando a un lado las consideraciones éticas sobre lo que supone para un animal
ser convertido en una mera posesión doméstica o un juguete vivo, encerrado en
una pecera, un terrario, una jaula o un piso (que es una jaula algo mayor), el
mascotismo no deja de ser una moda en auge en un mundo rico, que está
adquiriendo un impacto ambiental insospechado y preocupante.

En nuestra sociedad de consumo solemos pensar, de forma general, que aquellas


personas poseedoras de mascotas son auténticos amantes de los animales, y por
extensión, de la naturaleza y el medio ambiente que nos rodea. La realidad que
este fenómeno en alza puede estar muy alejado de un verdadero respecto y
preocupación por el medio natural y la conservación. El poseer mascotas y no
gestionarlas adecuadamente puede resultar gravemente lesivo para la fauna
autóctona, siendo incluso incompatible con la conservación de la naturaleza o las
buenas prácticas en el medio ambiente.

Nos remitimos a los números. En España se incrementó la presencia de mascotas


en un 40% durante el último lustro; concretamente en el año 2018 se censaron 13
millones de mascotas en el país (Red Española de Identificación de Animales de
Compañía, REIAC), en donde un 89% de los encuestados posee perros, un 38%
gatos, y el resto, aves, animales acuáticos, roedores y reptiles (Huffpost).
Paralelamente, en 2018 se produjeron 138.000 abandonos de perros y
gatos (Fundación Affinity, a partir de la información de las protectoras). Esto
deja de relieve un problema. No se puede ignorar que estos animales domésticos,
cuando están en libertad, se comportan como potenciales depredadores que
ejercen un impacto, no despreciable, sobre con especies autóctonas a nivel
global.
“Se censaron 13 millones de mascotas y se produjeron 138.000
abandonos de perros y gatos en el 2018 solo en España“

Centrándonos en los gatos domésticos (Felis catus) una reciente publicación


arroja luz sobre el problema (Kays et al., 2020). Los gatos domésticos son una
preocupación porque matan miles de millones de presas naturales cada año. En
base a datos de 925 gatos domésticos de seis países, obtenidos gracias a la
ciencia ciudadana, se estimaron las áreas de campeo que oscilaron en torno a 3.6
± 5.6 ha. La mayoría de los gatos (75%) usaban principalmente hábitats alterados
(90%). Los propietarios informaron que sus mascotas mataron un promedio de
3.5 presas/mes, lo que llevó a un impacto ecológico estimado por gato de 14.2 –
38.9 presas por ha/año. Esto supera el impacto ecológico de los carnívoros
salvajes, pero el efecto se amplifica por la alta densidad de gatos en los
vecindarios. Como resultado, los gatos domésticos de todo el mundo tienen un
impacto ecológico mayor que los depredadores autóctonos, pero se concentra
dentro de los 100 m alrededor de las casas.
Fuente: twiter
Otra estudio centrado en Australia (Woinarski et al., 2017) concluye que los
gatos asilvestrados matan 272 millones de aves, de las cuales el 99% son nativas.
Si incluimos los gatos estrictamente domésticos la cifra asciende a 377 millones
de aves. En cuanto a reptiles, las cifras son de 649 millones de reptiles al año
(1,8 millones al día), de los cuales 53 millones son debido a gatos domésticos
(Stokeld et al., 2018).
En Italia, se estudiaron 145 gatos domésticos que se siguieron durante un año
con ayuda de sus dueños. Obtienen que estos gatos cazaron 2017 especies
diferentes (Mori et al., 2019). Una investigación mucho más reciente (Piquet et
al. 2019) llevada a cabo en La Graciosa (Lanzarote), muestra que aunque los
gatos presenten mayor densidad en la zona cercana a la población, sus
excrementos se distribuyen por cualquier parte de la isla.
A nivel global se estima que los gatos domésticos matan anualmente de 1.3 a 4.0
billones de aves y de 6.3 a 22.3 billones de mamíferos y claman por una estricta
política de conservación basada en ciencia y una intervención política sólidas
para reducir este impacto (Loss et al. 2013).
“Los gatos domésticos pueden tener un impacto ecológico mayor
que muchos de los depredadores naturales autóctonos.“

En cuanto a los perros domésticos, se calcula que su abundancia a nivel mundial


supera los 700 millones (Hughes et al., 2013). Una importante revisión
determina que los perros domésticos han contribuido a 11 extinciones de
vertebrados y son una amenaza para al menos 188 especies amenazadas en todo
el mundo (Doherty et al., 2017). Además la depredación resultó ser el impacto
reportado con mayor frecuencia, seguido de molestias, transmisión de
enfermedades, competencia e hibridación.
Fuente: https://bichosedemaisfamilia.blogspot.com/2020/01/el-
mascoterismo-y-la-desaparicion-de.html
Pasear a los perros es una de las actividades recreativas más populares del
mundo, que atrae a millones de personas a áreas naturales cada año con diversos
beneficios para la salud humana y canina. A menudo se prohíbe pasear a los
perros en áreas naturales por temor a que la vida silvestre vea a los perros como
posibles depredadores y abandonen sus hábitats naturales, lo que genera protestas
de los dueños de mascotas por el acceso restringido a zonas públicas. Un trabajo
muy interesante determinó que pasear a los perros en un bosque conduce a una
reducción del 35% en la diversidad en cuanto a aves y una reducción del 41% en
la abundancia, tanto en áreas donde el paseo de perros es común como en zonas
donde los perros están prohibidos (Banks and Bryant, 2007) . Estos resultados
recomiendan, de forma inequívoca, la prohibición de acceso a los perros (y por
consiguiente a sus dueños) en áreas naturales importantes para aves, como
pueden ser las playas.

Cartel informativo en la playa de Bouzas, Vigo. Fuente: G.


Mucientes/BEC
El ser humano, como especie, a lo largo de su historia ha
conseguido domesticar un numeroso grupo de especies tanto animales como
vegetales con un fin último de supervivencia (Chaline 2013). Hoy en día en
nuestra sociedad, muchos animales de compañía, principalmente perros, siguen
manteniendo una función para la que fueron destinados durante la domesticación.
Esta función aprovecha en gran medida sus aptitudes biológicas, como son la
defensa del territorio, la agrupación del grupo, manada o rebaño, la ayuda en la
locomoción y o transporte, etc. Estas actividades potencian sus habilidades
naturales y son llevadas a cabo por razas de perros muy próximas
morfológicamente a su ancestro (el lobo). Por el contrario, aquellas razas
generadas con fines únicamente estéticos pierden en gran medida estas
habilidades, convirtiéndose en meros “objetos” de exhibición que, debido a la
deriva de estas variaciones morfológicas “estéticas”, son en gran medida
incompatibles con la salud y carentes de sentido biológico alguno.
Sin menoscabar la importante huella de carbono que generan los perros, el
propietario civilizado de mascotas, aún desconociendo la legislación que le afecta
como responsable de ellas, debería aplicar el sentido común, así como el respeto
por los demás y el medio ambiente. Es importante no confundir el ámbito
particular con lo público, y si vemos un cartel que prohíbe la presencia de
mascotas, respetémoslo, si observamos aves descansado en la playa o en una
laguna mantén atado a tu perro…, sentido común.

Hay un peligro intrínseco en tratar a los animales como niños. Los perros
necesitan ser perros. Y el animalismo no es ecologismo, de hecho, es contrario a
la conservación basada en ciencia.

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