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La sociedad no es un ente abstracto. Está compuesta –como afirma Sira del Río–, por
individuos concretos, por los hombres y mujeres que la forman y la transforman. Así, las mujeres
concretas, en los esfuerzos para compartir el trabajo de cuidados, se encuentran con hombres
concretos, situados en cualquier nivel de la estructura social y con cualquier ideología, que no
comprenden ni la importancia ni la necesidad de este trabajo y, sobre todo, no se sienten en
absoluto responsables de su realización. La idea –y la práctica– de la corresponsabilidad está
ausente en el día a día en numerosas ocasiones.
Al profundizar en ese desapego y falta de responsabilidad masculina ante las necesidades
vitales, en la década de los 80 surgió el debate sobre dos éticas distintas. Los primeros trabajos
fueron desarrollados por Carol Gilligan quien en 1982 publicó In a Different Voice en
controversia con L. Kohlberg. Explica Celia Amorós que los resultados de las investigaciones
de Gilligan ponían de manifiesto la existencia de diferencias significativas en el razonamiento
moral según el sexo. Así como los varones razonaban jerarquizando principios, normas morales
de justicia y derechos, las mujeres lo hacían dentro de un contexto, atendiendo a
consideraciones relativas a las relaciones personales, a los detalles de la situación… Como
consecuencia, eran ubicadas en un rango inferior al de los varones en la escala que L.
Kohlberg elaboró para medir el desarrollo moral de los sujetos .
Entendiendo la ética como las normas morales que rigen la conducta humana, para Gilligan hay
dos formas de comportarse: siguiendo una ética de la justicia o según las normas prescritas por
la ética del cuidado. La ética de la justicia, que es la ética dominante en las sociedades
occidentales, surgió para resolver los conflictos mediante el consenso, para ser aplicada donde
hay que distribuir algo. Es la ética de lo público. No importa lo que se distribuya, lo que importa
es que el procedimiento sea justo. Es la ética que se desarrolla en el siglo XVIII, en el siglo de
la Ilustración. Pero una vez más, lo universal –igual que ocurrió con los derechos–, sólo se
refería a lo masculino. Así, ésta –según Gilligan– es una ética que sólo sirve para lo público y
que se construye sin contar con las mujeres.
Tomado de: Varela, N. (2013). La ética del cuidado. [mensaje en un blog]. Recuperado de:
http://nuriavarela.com/la-etica-del-cuidado/