Durante la presidencia de mi papá, de 1959 a 1964. Viví con mi familia en
la urbanización Las Marías de El Hatillo y, después de un asalto guerrillero a la jefatura civil de ese pueblo, en la Qta. Los Pajaritos de Los Palos Grandes. Trabajaba como voluntaria en el Banco del Libro, hacía traducciones del inglés, aprendía francés y disfrutaba de mis hijos aún en edad pre escolar. Visitaba a mis padres los fines de semana en la Qta. Los Nuñez,una casa de familia alquilada, convertida, por arte de magia, en residencia oficial del Presidente de la República, ubicada en Altamira, cerca del restaurant Tarzilandia. En esas ocasiones sus nietos cumplían el ritual de compartir con su abuelo un helado de café (bien resguardado por él en una neverita con la temperatura adecuada), sentados en el quicio del corredor grande, con vista al jardín, de la casa de huéspedes. Después se bañaban en la pequeña piscina y, por último, le hacían carantoñas a Gay el perro fox terrier de Don Rómulo, ya entrado en años. Por mi lado, el ritual consistía en recoger las revistas francesas semanales ya leídas por papá, así como el NY Times del domingo. Cuando nos mudamos a Los Palos Grandes, hacía visitas breves a mi mamá en el día y me acercaba en la noche cuando papá me invitaba a ver una buena película. Ese período presidencial fue especialmente azaroso y por ende poco propicio para jolgorios. Cuando venía un Presidente extranjero en visita oficial, la recepción de bienvenida tenía lugar en la Casa Amarilla. Cuando llegaba un amigo extranjero papá lo llevaba a La Guzmania, una casona propiedad del Ejecutivo, rodeada de corredores con helechos y muebles de mimbre, ubicada en Macuto, cerca del Parque de las Palomas, a dos cuadras de la mar, y le ofrecía un almuerzo de hervido de pescado comprado en Las Quince Letras, un restaurant vecino. Ni mi mamá, ni yo, nos involucrábamos en la organización de las visitas oficiales de Jefes de Estado. Hubo dos excepciones: la del primer ministro de Canadá Tureau y su esposa y la del Presidente Jhon F. Keenedy y Jaquelyn, el 16 y 17 de diciembre de 1961. En este caso me correspondió escoger el regalo a Jaqueline: un collar, corto y doble, de perlas que usaba con frecuencia tal como atestiguan las fotos. La cena fue el día 16 Querida Milagros: te envié la información solicitada sobre la visita de Kennedy a Venezuela Constaté en una foto que el collar era de 3 vueltas.Lo del cambio de menú es cierto aunque no preciso en cuanto a los ingredientes. Hoy me dijo hoy Josefina Bertorelli que yo le había mostrado el menú en ocasión de una visita suya a la sede de la FRB. Ahora me fajaré a buscarlo.
Lo más significativo localizado por mi hija Alejandra es que antes de la
cena del 16/12/1961 hubo una interesantísima reunión, en el salón de Los Nuñez , de RB y Keenedy y sus respectivos equipos técnicos, a las 5:30 PM, de la que acuerdo a un registro pormenorizado cuyo texto adjunto, Al termino de la reunión tuvo lugar un encuentro de RB con los periodistas registrado en foto a ser remitida por otra vía. Afectuosos saludos, Virginia La cena ofrecida por los Betancourt el día 16, las 8 PM, por razones de seguridad, tuvo lugar en el jardín de la Qta. Los Nuñez, cubierto con falso piso y techado con una carpa. Papá me había dicho con antelación “Negrita ocúpese del menú y asegúrese que la comida sea venezolana y no francesa”. Tuve un estire y encoja con el representante de la casa de festejos y logré sustituir el pavo por lapa y la crema de champiñón por una de apio. Los dulces fueron criollos. También me responsabilicé del arreglo de la mesa principal con flores y frutas del país, tarea asumida por Carmen Heny de García Arocha, mi vieja amiga desde el exilio en Costa Rica. María Luisa Zuloaga de Tovar me entregó un plato de cerámica sin hornear con el pedido de obtener la firma de Keenedy. Así lo hice sin pensar que podrían haber sido dos. El 20 de diciembre de 1961 Jaqueline le envió a Doña Carmen, desde Palm Beach, Florida, una carta manuscrita de agradecimiento por sus atenciones durante la visita a Caracas, haciendo especial referencia al collar de perlas y al bello mantel de encaje de la mesa del comedor adornado con flores y frutas tropicales. En nuestros días alguien habría tomado fotos con un celular.
Milagros: Las correcciones a tu texto las destaque en amarillo. Francia y
Bocaranda confirman cuan tramposa es la memoria.Por ello averigüe con Teresa Albanez el nombre de la ONG: Comité de madres venezolanas, cuya presidenta,e incansable trabajadora, a diario, era la Sra. Alicia de Vegas. Otra participante era Mercelena Gonzalez.
Es muy probable que el pequeño salón y el amplio corredor del área de
huéspedes, construcción separada de Los Nuñez, que daban al jardín de grama, fueran incorporados al área destinada a la cena . Aún así, era pequeña. Por eso es muy probable que sólo asistieron los ministros y sus esposas, el embajador de USA y el equipo que acompañó a RB en la reunión previa la cena y sus esposas.Además, las medidas de seguridad eran muy estrictas y la falta de estacionamiento un problema real Tengo el libro, Jaqueline Kennedy: the White House years en el que aparece una foto suya en el kinder y otra del traje solo. Mañana las hago fotografiar y te las envío.Virginia
¡Apareció la carta de Jacqueline a mamá, a la que hice
referencia en la nota mia enviada sobre la visita de los Kennedy a Caracas! Adjunto transcripción. Palm Beach, diciembre 20,1961 Querida señora Betancourt: El Presidente y yo estamos muy agradecidos por su maravillosa hospitalidad en Los Nuñez. El Presidente y Ud. no podrían habernos hecho sentirnos más cómodos, y la casa fue una completa delicia con sus bellos jardines, el encantador nacimiento y las frutas de Venezuela. Nosotros disfrutamos de la comida y la recepción tanto y yo nunca olvidaré la mesa con su mantel de encaje antiguo y las miles de orquídeas destacadas por su tapiz. El collar de perlas de Venezuela es mi compañero constante y cada vez que me lo pongo pienso en la amistad del pueblo de Venezuela y la hospitalidad del Presidente y la Sra. Betancourt. Otra vez nuestras gracias por todo, y yo espero volverla a ver muy pronto en nuestro país. Una alegre navidad para toda la familia. Sinceramente Jacqueline Kennedy
Caracas, 29 de julio de 2013
El 16 de diciembre de 1961 tuvo lugar, en Los Nuñez, una reunión del presidente Keenedy y el presidente Betancourt. El registro oficial de USA de esta entrevista es como sigue: • “Conference Between President Kennedy and Venezuelan President Betancourt—Cuban Problem—OAS Foreign Ministers Meeting • PARTICIPANTS • The President • Ambassador Chester Bowles • Mr. C. Allan Stewart, Charge d'Affaires ad interim • Mr. Robert F. Woodward, Assistant Secretary of State for Inter- American Affairs • Mr. Teodoro Moscoso, Assistant Administrator for Latin America of the Agency for International Development • Mr. Richard Goodwin, Deputy Assistant Secretary of State for Latin American Affairs • Mr. Harold Linder, President of Export-Import Bank of Washington • Mr. Fernando van Reigersberg, LS staff interpreter • President Romulo Betancourt of Venezuela • Dr. Marcos Falcón Briceno, Foreign Minister of Venezuela • Dr. Andres German Otero, Minister of Finance of Venezuela • General Antonio Briceno Linares, Minister of Defense of Venezuela • Dr. Jose Antonio Mayobre, Venezuelan Ambassador to the United States • Dr. Alejandro Oropeza Castillo, Governor of the Federal District of Venezuela • Dr. Manuel Perez Guerrero, Chief, Office of Coordination and Planning, Venezuelan Government The meeting convened at 5:15 p.m. on December 16, 1961, at Los Nunez, President Betancourt's residence in Caracas, Venezuela. Several unrelated matters were discussed at this conference, including the subject covered in this memorandum.2 Cuban Problem—OAS Foreign Ministers Meeting President Kennedy brought into the conversation the OAS Foreign Ministers' Meeting (MFM) scheduled on January 10 to deal with the Cuban problem. He said the Panamanian Government had offered Panama City as site for the Meeting but had indicated that circumstances made it necessary to hold the meeting in February. President Kennedy asked President Betancourt whether a delay would be advisable or whether the meeting should be held as scheduled in the Pan American Union headquarters in Washington. President Betancourt replied that he had discussed this point with Foreign Minister Falcón Briceno and Ambassador Mayobre and had concluded that the important point was not the site but whether the necessary two-thirds votes could be obtained to vote sanctions against the Castro regime. He said the Governments of Colombia and Venezuela were working a “pincers” movement against Ecuador. He had written a letter to the Ecuadorean President and might send an emissary to converse with President Arosemena about changing his country's policy in favor of voting sanctions. He is also considering a possible trip to Venezuela by the Ecuadorean President. President Betancourt added that when President Frondizi of Argentina stopped briefly in Venezuela he was of the opinion that Argentina planned to vote favorably for the Meeting of Foreign Ministers, but actually had abstained. President Betancourt also said that as a result of a trip of President López Mateos of Mexico to Caracas, personal contact was established between the two Presidents. The Government of Venezuela was considering the possibility of sending a special envoy to Mexico in order to try to convince that country to modify its stand vis-a-vis Cuba. Of course, there were internal political factors and a traditional attitude on the part of the Mexican Foreign Ministry that would make such a change extremely difficult to achieve. When President Kennedy asked again whether the timing of the MFM was vital President Betancourt responded that time was not as important as having the necessary 14 votes. President Kennedy expressed the view, which was corroborated by Assistant Secretary Woodward, that it would be difficult to obtain a resolution imposing sanctions on Cuba but thought that one would pass asking the Castro regime to sever its ties with the Sino-Soviet bloc and return to the inter-American family. He felt that the strongest possible resolution should be passed. President Betancourt agreed with this. He added that Venezuela would vote for sanctions or for any other resolution such as the one that had just been indicated by the President. President Betancourt observed that the resolution against the Dominican Republic, voted at San Jose, did not go very far but it was of great moral assistance in paving the way for downfall of the Trujillo regime. President Kennedy asked for Mr. Woodward's comments on the MFM meeting and the latter stated that it was not likely Chile, Brazil, Argentina, Mexico and possibly Bolivia and Ecuador would vote for strong sanctions. Mr. Woodward thought that we should support the Colombian resolution strongly and attempt to pin down Castro to break with the Sino-Soviet bloc or face sanctions. At this point President Betancourt observed that any unilateral action against Cuba would destroy the inter-American system and President Kennedy assured him the United States did not intend to take unilateral action against the Castro government. President Kennedy added that the United States hoped to get as strong a resolution against Cuba as it was possible to get; but even if one calling only for a break with the Sino-Soviets were obtained, it is certain Castro would refuse to do so and thus place Cuba in a most difficult position. He said if we lower our aim from the outset the final result might well be a watered-down resolution that would not be very effective. Perhaps we would not be able to agree on sanctions at this meeting but we could lay the groundwork for them in the future. Castro will obviously reject the OAS request and his refusal could be the basis for another Meeting of Foreign Ministers later on. Because it will take some time to line up the necessary votes and the Christmas holidays are near, President Kennedy expressed the view that the February meeting was most logical. Mr. Woodward added that President Kennedy would have an opportunity on December 17 to obtain President Lleras Camargo's judgment on the timing of the meeting and the type of resolution which could be obtained. President Kennedy said Mr. Woodward would stay an extra day in Bogota to go over the proposed resolutions which are to be presented at the MFM meeting. He thought the revised drafts would be ready for consideration in 10 days. President Betancourt stated that Venezuela would support strong action against Cuba but cautioned that it might be necessary to go by easy stages, as was done with the Dominican Republic. He expressed the conviction that Castro's days were numbered and he based this on his residence in that country for two years. Castro has insulted everyone and brought about rupture of relations with most of the OAS members. He said that the resistance movement in Cuba must be strongly supported and Venezuela is so doing within its resources. President Betancourt indicated that the situation in Cuba is different from that in the Soviet Union because the Cuban people had known freedom and the Russians never have. He hoped that the Cuban people will eventually be able to get rid of Communism. Any unilateral action on the part of the United States would be extremely harmful. President Kennedy replied that the police system in Cuba was very powerful and that it would make it difficult for the Cubans to revolt. On the other hand, the United States would not act unilaterally but only on a hemisphere-wide basis. In view of Castro's recent speeches and of the economic and social structure he was trying to impose on Cuba it would seem that it would be difficult for the Latin American governments to oppose a resolution that urged Castro to return to the inter-American family of nations. Castro has shown himself to be a Communist rather than a great American revolutionary leader. President Kennedy thought it would not be likely that Castro would return to the inter-American family and therefore action against his regime would be easier once he had refused to break his ties with the Sino-Soviet bloc. President Betancourt expressed his total agreement with the President's views.” Los Kennedy en Venezuela Milagros Socorro
El sábado 16 de diciembre de 1961, a las 9:16 de la mañana, aterrizó en
Maiquetía un avión a reacción, el jet Boeing (707) versión VP137A, marcado con el número 86970, propiedad de la Casa Blanca. Procedente de Puerto Rico, iba piloteado por el teniente coronel James Swindal, oficial de la fuerza aérea de los Estados Unidos y veterano de la dos guerras mundiales; y, al ingresar al espacio venezolano, fue escoltado por una escuadrilla de las Fuerzas Aéreas Nacionales. En la pista se encontraban el presidente de la república, Rómulo Betancourt, su esposa, la primera dama Carmen Valverde de Betancourt, y como una numerosa comitiva que incluía autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Estaban allí para recibir a John Kennedy y su esposa Jacqueline, quienes llegaron a Venezuela en la segunda escala de un viaje programado para dar fe del interés del gobierno norteamericano en fortalecer vínculos con América Latina. A partir de las 8:33 comenzó a cernirse dulcemente una garúa que, según constató el reportero enviado por El Nacional, “era anticipo de la lluvia cerrada que caería” cuando el notable pasajero de aquella nave pronunciara su discurso de saludo al pueblo anfitrión. Cuando la nave terminó de posarse, todos estiraron el cuello para ver un mito viviente: una mujer blanca, de 32 años, que en un año había transformado la noción de “esposa de jefe de Estado” y se había convertido ella misma en centro de atracción y operadora política en la labor de acarrearle simpatías a los Estados Unidos, entonces fajado en fragorosa guerra fría con el bloque soviético. En lo alto de la escalerilla, al lado del presidente John Kennedy, apareció Jacqueline con un traje claro, guantes y zapatos blancos, y un pequeño sombrero que sería motivo de polémica. Sin detenerse por la impertinencia del clima, Betancourt y Kennedy emprendieron el protocolo que daba inicio a la visita oficial, mientras las respectivas consortes cuchicheaban. Al término de la agenda, -que incluyó una interpretación del himno, la revista a las tropas y la irrupción de la pequeña María Teresa Ianneta Hernández, (de 5 años), ¡vestida de “llanera”, blusa de faralaes y falda ancha, para entregarle a Jacqueline Kennedy unas orquídeas en una caja transparente-, todo el mundo estaba mojado. Y la glamurosa neoyorquina no era la excepción. –Famosa por su elegancia, -escribió Francia Natera- era inevitable que sus vestidos atrajeran la atención de todos. El de su arribo, color rosado mamón, dividió las opiniones de las esposas de los ministros y otros altos dignatarios. Algunos estuvieron en desacuerdo con el peinado “Jacqueline”, una bomba un tanto exagerada medio sujeta por un pequeño sombrerito blanco. Con este traje mojado (cuando los paraguas aparecieron en el aeropuerto, ya Mrs. Kennedy estaba empapada), la primera dama de los Estados Unidos saludó a la señora Betancourt: “I’m very glad to meet you”. Y así, toda mojada, entró en el helicóptero que la llevó a la campiña carabobeña. En el hotel Maracay, la señora Kennedy cambió su indumentaria por un traje blanco, de shantung, con doble falda abierta a los costados, que hizo exclamar a todo el mundo: “Esta sí es Jacqueline”.
De Maiquetía los dignatarios pasaron a La Carlota donde, según recuerda
una nota del Museo del Transporte de Caracas, “los aguardaban cinco helicópteros marca Sikorsky S58 verde oliva y techo blanco de la US Marines” para llevarlos al interior del país. “A uno de esos helicópteros subieron los presidentes Kennedy y Betancourt, ayudantes militares y civiles, y el traductor. En otro viajaron las primeras damas Jacqueline Bouvier y Carmen Valverde”. Poco antes del mediodía llegaron a El Frío, estado Carabobo, donde asistieron a la firma del primer crédito del Banco Interamericano de Desarrollo, concedido a 48 familias. De allí volaron a La Morita, asentamiento agrícola ubicado al sur de Turmero, estado Aragua, donde ofrecieron discursos los dos presidentes… y Jacqueline Kennedy, quien se anotó un resonante triunfo al ofrecer una breve alocución en español, lengua que hablaba con fluidez, lo mismo que el francés. Terminado este acto abordaron nuevamente los helicópteros para dirigirse a los campos de golf del hotel Maracay en cuyas instalaciones tomaron el almuerzo. Mientras se desarrollaba esta intensa agenda, unos periodistas escribían las notas con la noticia de la visita de los Kennedy y otros se apostaban en La Carlota a la espera del regreso de los importantes personajes para hacer seguimiento informativo a su peripecia. En el grupo de La Carlota se encontraba Francia Natera, quien era, a la sazón, una de las periodistas más conocidas del país debido a sus crónicas, llenas de deliciosas observaciones, y a sus audaces avances para conseguir noticias y revelaciones. Su nota aparecería en la edición de El Nacional del domingo 17 de diciembre, con el título de “Medio día de Jacqueline Kennedy en Caracas”. –Con una sonrisa favorecedora que le duró de la mañana hasta la noche – consignó Natera- , una Jacqueline Kennedy radiante pasó el día de ayer en Caracas. La sonrisa no pudo ser borrada ni por la inoportuna lluvia del aeropuerto de Maiquetía, ni por el calor de Maracay y ni siquiera por la antipática actitud de los detectives del FBI, que fueron lo único desagradable que rodeó a Mrs. Kennedy. En las horas muertas, Francia Natera se peleó con los efectivos militares que impedían a los periodistas venezolanos estar en la pista de aterrizaje, mientras que se lo permitían a los norteamericanos. Naturalmente, ella impuso su voluntad. Y se distrajo conversando con la secretaria de Prensa de la señora Kennedy, Pamela Turnure, a quien hizo “las mismas tonterías que le preguntaban los periodistas de todo el mundo: Sí, la señora Kennedy tiene más secretarias, no soy la única. No, la señora Kennedy no duerme hasta tarde. Sí, trabajamos desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la noche”. En alarde de picardía, Francia Natera escribió que “la señorita Pamela, una rubia muy joven y bastante agraciada, peinada a los Jacqueline y vestida con un traje parecido a los de ella, nos contó que había conocido a Mrs. Kennedy porque fue secretaria de su esposo en el Senado durante tres años”. Y agregó que una joven periodista, carente de la diplomacia que supuestamente ella sí tenía, le preguntó a Pamela Turnure que si ella siempre se peinaba como Jacqueline Kennedy; y que “la rubia Pamela, enrojecida, le aseguró que solo por el día de ayer”. El trasfondo de esta anécdota, aparentemente anodina, es que se rumoreaba que Pamela Turnure había sido amante de John Kennedy y, de hecho, había llegado al cargo de encargada de Prensa de la primera dama sin tener experiencia en medios. “Sin comentarios”, era su frase más usual frente a reporteros. El largo plantón en La Carlota rindió magros frutos para Natera. “Después de mucho rogar”, escribió, “pude retratarme junto al Lincoln negro, placa EX915. En él entró la señora Kennedy acompañada de la señora Betancourt después de bajar del helicóptero”.
John Kennedy cruzó Caracas en una limusina Lincoln Continental
fabricada en 1961, alargada, blindada, recubierta por un techo transparente removible, que trajeron a bordo de uno de los tres transporte Lockheed Hércules C130 destinados a ofrecerle soporte logístico y de personal de apoyo a la gira presidencial. De cerca, detrás del Lincoln, iba el automóvil especial para los agentes del Servicio Secreto y dos limusinas descapotadas marca Cadillac Fleetwood del año 1957, especialmente fabricadas por uno de los famosos carruajeros estadounidense. En una de ellas iba Jacqueline. El presidente norteamericano se dirigió a la embajada de su país, que entonces quedaba en La Floresta. Ese acontecimiento supondría la iniciación en el oficio del periodismo de Nelson Bocaranda, quien estuvo esa tarde en la representación diplomática. –En la Universidad –dice Bocaranda- nos habían dado a los estudiantes de Periodismo unos carnets de prensa para hacer las prácticas. Con ese carnet, me fui a la Embajada de los Estados Unidos y me inscribí como reportero de la Universidad Católica. El día que llegó Kennedy me dirigí a la Embajada con mi carnet y una Kodak starmate, que tenía un flash enorme con una bombillita desechable. Llegué donde estaba el presidente de los Estados Unidos y, cuando estuve muy cerca, levanté mi cámara y le tomé una fotografía. El fogonazo le estalló en la cara y Kennedy quedó tan encandilado que me dio un cocotazo mientras se lamentaba: “¡Oh, boy!”. “Sin amilanarme ni detenerme a sobarme la cabeza, seguí apuntándolo con la cámara y obtuve una imagen de Kennedy al lado del embajador de Puerto Rico, Teodoro Moscoso, (quien luego renunciaría a la Embajada en Venezuela para asumir el cargo de Administrador General de Asuntos Latinoamericanos en la Agencia de Fomento Internacional), porque los seguí hasta el interior de la Embajada y no hubo nadie que me lo impidiera. No podía parar. Le tomé fotos al carro del presidente, por dentro, por fuera. Todo me parecía noticia. Esas fotos no llegaron a publicarse. Quizá porque yo no estaba allí en representación de ningún periódico sino de asomado”. Mientras esto ocurría, las señoras Betancourt y Kennedy estaban en el jardín de infancia Don Simón, una institución de educación pre-escolar que el primer gobierno democrático había fundado en la quinta La Muda, que había pertenecido a Laureano Vallenilla Planchart, ex ministro de Relaciones Interiores de Pérez Jiménez. En su libro Escrito de memoria, Laureanito cuenta que, unos días después de su destitución y encontrándose ya en París, lo llamaron para informarle que Pérez Jiménez había abandonado el país y estaba huyendo con toda su familia rumbo a Santo Domingo. "Tenga valor”, le aconsejaron “Su casa ha sido destruida por las turbas". Cuatro años después del derrocamiento de Pérez Jiménez, la residencia , ya despojada de los lujosos muebles y las lámparas de cristal, convertida en el escenario para recibir a Jacqueline Kennedy, quien, naturalmente, ignora la violenta historia de la casa. Para ellas es solo la encantadora sede de una escuela de 120 niños, provenientes en su mayoría del barrio Agua de Maíz, que la reciben con regalos y cantando aguinaldos -El niño Ramón López – escribió Francia natera- le ofreció un par de alpargatas minúsculas y la niña Náyade de Brandon hizo entrega a Mrs. Kennedy de una virgen con el niño, obra de la artesanía criolla. Con su traje blanco, sus perlas, una pequeña pulsera con brillantes y su peinado adornado al centro por una pequeña cinta negra, Mrs. Kennedy recibió los obsequios de los niños.
Poco antes de su fallecimiento, ocurrido el 5 de diciembre de 2012,
entrevisté a Francia Natera. Hablamos de sus extraordinarias vivencias como periodista y volvió a recordar la visita de Jacqueline Kennedy. –Ella no dio rueda de prensa aquí –evocó Francia-. Pero nosotros la seguimos todo el tiempo. En La Carlota le lancé un papelito a Carmen Valverde por la ventanilla del carro para pedirle que me facilitara una entrevista con Jacqueline (porque los Kennedy se hospedaron en Los Núñez, que era la casa de los presidente de esa época). El día antes yo había estado allí con Carmen y ella me había confesado su preocupación porque la bañera que iban a usar los Kennedy se botaba. Era una casa vieja y había una filtración. Me enseñó cómo había preparado el cuarto para ellos: una cama cómoda con unas bellas sábanas y muchas flores. Carmen me enseñó el regalo que ella y Rómulo le tenían, era un collar de perlas extraídas en Margarita, de tres vueltas, cada cuatro dedos, digamos, tenía una baguette que separaba las perlas. Era una pieza de alta orfebrería, hecha por Henri Poinçot, el mejor joyero de Caracas para la época. Ese collar está en el Museo Smithsonian, en Washington, yo lo vi allí. Siempre que veo fotos de ellas me fijo para ver si llevaba el collar. “Carmen me lanzó el papel de vuelta; había escrito que nos viéramos en el kínder Don Simón. Pero, finalmente, la entrevista no se dio. La gente del FBI lo impidió. Entonces yo escribí una nota en El Nacional, furiosa”. Esa noche, la del sábado 16 de diciembre, los Betancourt ofrecieron una recepción de gala para sus invitados. Margarita de Hernández Ron, esposa del ministro de Obras Públicas, Santiago Hernández Ron, estuvo allí. –Era más hermosa de lo que de veía en las fotos –asegura Margarita de Hernández Ron-. Y muy alta. Conformaba conjunto muy armonioso. Esa noche llevaba un vestido largo, blanco, suelto en la cintura, una columna de seda. Y tenía un collar de perlas que se tocaba a cada rato. Era el regalo del Gobierno y estaba enloquecida con el collar. No llevaba cartera. No habló con nadie. Estaba siempre muy sonriente, pero no le dirigió la palabra a nadie, salvo, claro está, a la señora Betancourt, a quien parecía tener mucha simpatía. Al día siguiente, muy temprano, salieron de Los Núñez en dirección al aeropuerto, con una parada de pocos minutos en el Panteón Nacional para dejar unas flores en la tumba del Libertador. Ninguno de los dos regresaría a Venezuela.
Revista Clímax, febrero de 2013
Recuerdos de la visita de Kennedy y Jaqueline a Venezuela
Virginia Betancourt-Valverde Durante la presidencia de mi papá, de 1959 a 1964. Viví con mi familia en la urbanización Las Marías de El Hatillo y, después de un asalto guerrillero a la jefatura civil de ese pueblo, en la Qta. Los Pajaritos de Los Palos Grandes. Trabajaba como voluntaria en el Banco del Libro, hacía traducciones del inglés, aprendía francés y disfrutaba de mis hijos aún en edad pre escolar. Visitaba a mis padres los fines de semana en la Qta. Los Nuñez,una casa de familia alquilada, convertida, por arte de magia, en residencia oficial del Presidente de la República, ubicada en Altamira, cerca del restaurant Tarzilandia. En esas ocasiones sus nietos cumplían el ritual de compartir con su abuelo un helado de café (bien resguardado por él en una neverita con la temperatura adecuada), sentados en el quicio del corredor grande, con vista al jardín, de la casa de huéspedes. Después se bañaban en la pequeña piscina y, por último, le hacían carantoñas a Gay el perro fox terrier de Don Rómulo, ya entrado en años. Por mi lado, el ritual consistía en recoger las revistas francesas semanales ya leídas por papá, así como el NY Times del domingo. Cuando nos mudamos a Los Palos Grandes, hacía visitas breves a mi mamá en el día y me acercaba en la noche cuando papá me invitaba a ver una buena película. Ese período presidencial fue especialmente azaroso y por ende poco propicio para jolgorios. Cuando venía un Presidente extranjero en visita oficial, la recepción de bienvenida tenía lugar en la Casa Amarilla. Cuando llegaba un amigo extranjero papá lo llevaba a La Guzmania, una casona propiedad del Ejecutivo, rodeada de corredores con helechos y muebles de mimbre, ubicada en Macuto, cerca del Parque de las Palomas, a dos cuadras de la mar, y le ofrecía un almuerzo de hervido de pescado comprado en Las Quince Letras, un restaurant vecino. Ni mi mamá, ni yo, nos involucrábamos en la organización de las visitas oficiales de Jefes de Estado. Hubo dos excepciones: la del primer ministro de Canadá Tureau y su esposa y la del Presidente Jhon F. Keenedy y Jaquelyn, el 16 y 17 de diciembre de 1961. En este caso me correspondió escoger el regalo a Jaqueline: un collar, corto y doble, de perlas que usaba con frecuencia tal como atestiguan las fotos. La cena ofrecida por los Betancourt el día 16, las 8 PM, por razones de seguridad, tuvo lugar en el jardín de la Qta. Los Nuñez, cubierto con falso piso y techado con una carpa. Papá me había dicho con antelación “Negrita, ocúpese del menú y asegúrese que la comida sea venezolana y no francesa”. Tuve un estire y encoja con el representante de la casa de festejos y logré sustituir el pavo por lapa y la crema de champiñón, por una de apio. Los dulces fueron criollos. También me responsabilicé del arreglo de la mesa principal con flores y frutas del país, tarea asumida por Carmen Heny de García Arocha, mi vieja amiga desde el exilio en Costa Rica. María Luisa Zuloaga de Tovar me entregó un plato de cerámica sin hornear con el pedido de obtener la firma de Keenedy. Así lo hice sin pensar que podrían haber sido dos. El 20 de diciembre de 1961 Jaqueline le envió a Doña Carmen, desde Palm Beach, Florida, una carta manuscrita de agradecimiento por sus atenciones durante la visita a Caracas, haciendo especial referencia al collar de perlas y al bello mantel de encaje de la mesa del comedor adornado con flores y frutas tropicales. En nuestros días alguien habría tomado fotos con un celular. Caracas, 29 de julio de 2013
Una página del pensamiento feminista en México: Diario de Emma Sánchez Montealvo (1934-1957) Prólogo y estudio introductorio de Mílada Bazant y Jan Bazant