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Mateo 14:22-33
La cananea aparece sola, algo poco común en la época, como María va sola a
visitar a Isabel. Bien podría tratarse de una viuda o una madre soltera sin
dependencia de varón y se dirige a Jesús públicamente y gritando. El centurión es
más discreto cuando pide la curación de su esclavo. No parece usar
metafóricamente el “pan de los hijos” que era para los judíos la Torah. La mujer
busca el bien de su hija no enseñanzas. También puede haber tenido influjo la
orden de Yahvéh a Oseas de que se case con una mujer cananea de vida airada,
dedicada a cultos inmorales (prostituta) y de poner así de manifiesto, por medio de
este matrimonio, la culpa del Israel contemporáneo de Oseas, porque el país está
prostituido, alejado del Señor. La mujer cananea acude a un personaje de amplia
resonancia para el pueblo judío como es David. A nombre de David pide a Jesús
como la misma genealogía de Mateo lo ilustra. Empieza en Abrahán para terminar
en José, esposo de María (todo el pueblo judío). Lucas remonta la genealogía a
Adán, hijo de Dios (toda la humanidad). Marcos y Juan no reseñan ninguna
genealogía.
Jesús, quien no alaba la fe de los discípulos y antes los reprende por su poca fe,
alaba la fe de la cananea. Parece capaz de descubrir entre los paganos una fe
más grande que entre sus propios seguidores. Una fe que se expresaba como
preocupación por su hija. La cananea tiene razón. De nada sirven otras
explicaciones. Lo primero es aliviar el sufrimiento. Su petición coincide con la
voluntad misericordiosa de Dios Padre y Jesús no puede sino discernir (antrhopos
diakritikos). La voz de la mujer es la del que sufre y es la voz de Dios sorpresiva e
inesperada. El diálogo ha sido fructífero para las dos partes. Así es el Dios de la
palabra que aunque calle podemos motivarlo a hablarnos.
[1] Cuando Cirilo traduce las Escrituras a lengua eslava para evangelizar las
regiones del báltico, es reprendido en Roma porque de Dios no se podía hablar
sino en las tres lenguas del transepto de la cruz: hebreo, latín y griego.