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HUATLATLAUCA

LEYENDA DEL CERRO DEL TENTZO  #La Coordillera del Tentzo inicia en el cruce de la carretera federal a Atlixco
estando entre sus primeros cerros el poblado de San Bernardino Chalchihuapan y en la cima de uno de los cerros una
iglesia y varias torres de telecomunicaciones, la serranía termina en el cerro del Tentzo propiamente dicha y al pie del
mismo, el poblado de Molcaxac, el cual se encuentra sobre la carretera a Tepexi de Rodríguez, desde cuyo pueblo se
puede apreciar en la cima cuando el sol le da de lleno, la silueta del rostro de un gato. Se cuentan numerosas historias con
respecto a las cuevas que hay en el cerro. Se dice que ahí está el diablo y quien tiene el valor de entrar, es para ofrecer su
alma a cambio de riquezas. Los mismos pobladores de Molcaxac se dicen testigos de la muerte de varias de estas personas
que de la noche a la mañana se hicieron ricos, y que en el momento de su velorio se va la luz y al regresar, el cuerpo ya no
se encuentra en su ataud. A continuación una de las leyendas mas populares con respecto al Tentzo:
“Los Músicos de cerro del Tentzo”:
“Cuentan los pobladores de aquella región la aventura corrida por un grupo de músicos, quienes se dedicaban a amenizar
bodas, fiestas de quince años, bautizos y cuanta celebración alegrara las vidas de los pueblos de la zona. Precisamente fue
con motivo de un casamiento que el grupo de don Ruperto, el líder de la banda, fue contratado para hinchar el ambiente
del festejo con sus sones, dianas y huapangos. Así, muy temprano, los músicos salieron de sus casas, pues debían cruzar
varias rancherías y campos saturados de vegetación para llegar adonde se realizaría el baile.
Poco antes de llegar, a eso del mediodía, don Ruperto advirtió cómo desde la punta del cerro de Tentzo (tras el cual se
festejaría la boda) se acercaba hacia ellos un jinete de buen porte.
Cuando se hallaron a unos pasos de él, la banda notó la elegante estampa de su caballo prieto así como la evidente
delicadeza del traje del jinete. Éste les preguntó a dónde se dirigían.
—Pues al otro lado del cerro, a tocar a una boda —contestó don Ruperto.
—Bueno, si me acompañan a mi fiesta les pagaré el doble pa’ que la amenicen.
Ruperto volteó a ver a sus compañeros, quienes, emocionados, asintieron con la cabeza. Así, siguieron al jinete por una
vereda un tanto oculta por los matorrales. Al poco tiempo, músicos y jinete arribaron a una casa con un portón enorme.
Luego de cruzarlo, el violinista pidió que comenzaran sin él, pues los alcanzaría luego de pasar al baño. Entonces, el resto
de la banda se instaló en un largo salón y comenzó a tocar en lo que parecía una boda de gente adinerada.
Hombres y mujeres iniciaron el baile, fascinados por el ritmo de la tambora, la trompeta, la guitarra y la tarola. Luego de
tres o cuatro piezas, el violinista se apareció, bastante espantado. Al verlo, Ruperto le preguntó sobre la causa de ello.
— ¿Qué no le han visto los pies a las parejas? —contestó el músico.
—No. ¿Qué tienen?
—Las mujeres traen patas de burro. Los hombres no, pero ellas sí.
—‘Tas loco.
En ese momento se apareció el jinete que los condujo hasta allí, dispuesto a pagarles. Luego de recibir el dinero, los
músicos, ya completos, se dispusieron a tocar la última pieza de la tarde. Más cuando el violinista comenzó la melodía,
todo el escenario se convirtió en una cueva rodeada de enormes piedras (seguramente porque el violín y su arco, al formar
una cruz, rompieron el hechizo). 
Entonces la banda aceleró con todas sus fuerzas hacia la salida, la cual brillaba a lo lejos del túnel. No pararon de correr
hasta el llamado Puente de Dios, temerosos de quedar encantados para siempre en las entrañas del cerro.
Una vez a salvo, los músicos decidieron repartirse el dinero para poder irse a quitar el susto a la cantina de su pueblo. Pero
al deshacer el nudo del paliacate donde habían guardado lo que les dio el jinete, no hallaron ni siquiera diez centavos. Sólo
les restó caminar cabizbajos de regreso a casa, mientras a sus espaldas el cerro de Tentzo se sumergía en las sombras del
anochecer.
En el mes de mayo se recibe numerosas visitas como parte de rituales que se realizan a este, ya sea para pedir algún favor
o dinero a cambio de sacrificio de animales, etc
Nunca se sabrá a ciencia cierta si lo que se cuenta es verdad, pero El cerro del Tentzo forma parte importante de lo que es
Molcaxac, Atoyatempan,San Juan Atzompa, San Antonio Juárez y Huatlatlauca.

La leyenda del Tenzo y la Malinche:


Concepción Cuautla es un poblado perteneciente al municipio de Tecali de Herrera Puebla ubicado al
centro de la entidad, y es bordeado por el río Atoyac. Este río está formado por la confluencia del
Zahuapan que nace en Tlaxcala y el San Martín que baja de Río Frío.
El nombre de Concepción Cuautla esta compuesto por dos variantes: una del Español ’’Concepción’’
que se le puso en honor a la imagen de la Purisima Concepción que se venera en este lugar. El otro:
’’Cuautla, que originalmente era Coatla o Coatlan: del náhuatl koatlan, la cual se compone de dos
vocablos: koatl, que quiere decir "serpiente" y tlan, que significa "abundancia", por tanto Coatlán
significa Lugar donde abundan las serpientes.
A unos cuantos kilometros de este poblado, se puede ver, una montaña de medianas dimensiones a lo
alto, pero de bastante longitud hacia lo largo, y a quienes muchos conocen como El Tenso o El Tenzo,
de la cual existe una leyenda que muy pocos conocen y que nos lleva de la mano a los tiempos míticos
del México mágico y misterioso.
***
Allá en la noche de los tiempos, cuando el hombre aún no existía, los dioses y semidioses poblaban el
mundo y hacían su vida como cualquier ser humano, con pasiones, con errores, con alegrías, con
infortunios.
Cuenta la leyenda que había un dios llamado Tentzon, cuyo nombre significa “Anciano de barbas”, y
cuya edad rebasaba la memoria conocida. Era uno de los dioses más antiguos y poco se sabía de su
origen.
Sin embargo, un día, Tentzon se enamoró de una de las hijas más jóvenes y más bellas de los dioses: la
dulce Malintzin, cuyo nombre proviene de las voces náhuatl Malin (que es el nombre que en lengua
indígena se da de modo general a todas las mujeres y que significa Madre) y Tzin (que significa Señora
o Princesa).
Cuenta la historia que, precisamente por tratarse de un dios muy viejo, los demás moradores del cielo se
negaron a que hubiera cualquier relación entre él y la joven Malintzin.
Como era tradición, Tentzon nombró un Embajador para que pidiera su mano a los señores del universo.
El Embajador fue un dios también muy viejo y cuyo nombre era precisamente ese: Huehuechiki o
Embajador, pero que ahora se conoce como El Pinal, y que es un cerro muy alto en forma de pino que se
encuentra ubicada en la región de Nopalucan y Lara Grajales, al oriente del estado de Puebla.
Cuando conocieron de la petición de Tentzon, los dioses –como ya se dijo- se reunieron a parlamentar
tres días y tres noches, y llegaron a la conclusión de que se trataba de un dios muy viejo para una
muchacha tan joven y linda, por lo que se negaron a dicha unión.
Cuentan que, cuando el Huehuechiki le transmitió la respuesta a Tentzon, éste se desgarró de dolor, y su
tristeza fue tan grande, que la dulce Malintzin se conmovió y apiadó de él, despertando en su corazón la
llama del amor.
La doncella, entonces, se dirigió a los señores del cielo para que le dieran una oportunidad al anciano de
las barbas, pero se negaron rotundamente, pues además, una diosa tenía vedado realizar una petición de
tal naturaleza.
Y ahora fue Malintzin quien rompió en amargo llanto.
Los señores del universo, que no habían conocido un dolor tan grande y un amor tan extraño, se
conmovieron y decidieron darles una oportunidad, así que colegiaron y, tras deliberar, mandaron llamar
al Huehuechiki para darle su veredicto.
Como ni siquiera los dioses podían romper sus propias reglas, determinaron que la prueba que se les iba
a poner a los enamorados debía ser muy difícil para que nadie de ellos pudiera exponerse a un castigo.
La prueba para Malintzin sería llorar hasta que sus lágrimas formaran una corriente tan grande que
pudiera arrastrar todo aquello que encontrara a su paso.
La prueba para Tentzon sería impedir que la corriente siguiera creciendo. Para ello, debería cubrirla con
su cuerpo, pues no podría usar piedras, tierra ni ningún material más que su propio ser.
El castigo sería que, si ella no lograba formar una corriente con su llanto, y que si él no lograba detener
dicha corriente o ésta llegaba a burlarlo y escurrir por algún lado, serían confinados al firmamento y
separados para siempre.
***
Cuenta la leyenda que, una vez que los dioses le dieron la orden, Malintzin lloró y lloró hasta que de sus
ojos brotó la corriente que daría vida al río Atoyac. Por su parte, Tentzon, cuando vio venir el enorme
caudal, se tiró a lo largo y desde los pies a la cabeza, logró detener aquel torrente.
Huehuechiki, emocionado, cantó victoria, y los dioses estuvieron a punto de celebrar el hecho, pero de lo
que nadie se dio cuenta es que el agua se escurrió entre las barbas del anciano.
Cuando los señores del universo repararon en este detalle, se sintieron decepcionados y, tristes, y se
dispusieron a aplicar el castigo que habían previsto para el caso de que alguno de ellos fallara. Sin
embargo, Malintzin siguió llorando a causa del dolor que esto le había causado y el anciano continuó
deteniendo el torrente.
Las diosas, maravilladas por el prodigio que el amor había operado, se reunieron con los moradores del
cielo y les pidieron que, si no podían estar juntos como esposos, los dejaran continuar unidos a través de
este sortilegio, sólo que los dioses no estaban muy seguros de poder aceptarlo. Fue así como
Huehuechiki se ofreció como pieza de inmolación para que se cumpliera la solicitud de las diosas.
El ofrecimiento consistió en que los dioses convirtieran en piedra a Malintzin y a Tentzon para que el
universo fuera testigo de su amor eterno y ellos pudieran seguirse amando en silencio. Él, por su parte,
sería el guardián de aquel cariño y quedaría petrificado cerca de ellos.
Los príncipes, contentos, aceptaron el sacrificio y permitieron a los enamorados que vivieran su amor a
través de esa corriente que, aún hoy, baña con sus aguas el centro del estado de Puebla.
Desde entonces, Malintzin se convirtió en una montaña, y la Puebla de los Ángeles fue fundada a sus
pies. Y allá en Molcaxac Puebla puede verse todavía el caudal del río Atoyac filtrarse entre las barbas
del Tentzon, mismas que ahora se conocen con los nombres de Puente Chico y Puente de Dios, bajo la
mirada alerta y silenciosa de El Pinal, quien desde su morada continúa dando cuenta a los dioses sobre el
cariño silencioso del dios más viejo del firmamento y la princesa más joven del cielo.

AMOZOC

Sabias que ?
La leyenda del Tenzo y la Malinche:
En esta ocasión queremos narrarles una leyenda que nos hicieron el favor de compartir, esperamos que
sea de su agrado. 
Concepción Cuautla es un poblado perteneciente al municipio de Tecali de Herrera Puebla ubicado al
centro de la entidad, y es bordeado por el río Atoyac. Este río está formado por la confluencia del
Zahuapan que nace en Tlaxcala y el San Martín que baja de Río Frío.
A unos cuantos kilometros de este poblado, se puede ver, un cerro de medianas dimensiones a lo alto,
pero de bastante longitud hacia lo largo, y a quienes muchos conocen como El Tenzo o el Tentzo, de la
cual existe una leyenda que muy pocos conocen y que nos lleva de la mano a los tiempos míticos del
México mágico y misterioso.
***
Allá en la noche de los tiempos, cuando el hombre aún no existía, los dioses y semidioses poblaban el
mundo y hacían su vida como cualquier ser humano, con pasiones, con errores, con alegrías, con
infortunios.
Cuenta la leyenda que había un dios llamado Tentzon, cuyo nombre significa “Anciano de barbas”, y
cuya edad rebasaba la memoria conocida. Era uno de los dioses más antiguos y poco se sabía de su
origen.
Sin embargo, un día, Tentzon se enamoró de una de las hijas más jóvenes y más bellas de los dioses: la
dulce Malintzin, cuyo nombre proviene de las voces náhuatl Malin (que es el nombre que en lengua
indígena se da de modo general a todas las mujeres y que significa Madre) y Tzin (que significa Señora
o Princesa).
Cuenta la historia que, precisamente por tratarse de un dios muy viejo, los demás moradores del cielo se
negaron a que hubiera cualquier relación entre él y la joven Malintzin.
Como era tradición, Tentzon nombró un Embajador para que pidiera su mano a los señores del universo.
El Embajador fue un dios también muy viejo y cuyo nombre era precisamente ese: Huehuechiki o
Embajador, pero que ahora se conoce como El Pinal, y que es un cerro muy alto en forma de pino que se
encuentra ubicada en la región de Nopalucan y Lara Grajales, al oriente del estado de Puebla.
Cuando conocieron de la petición de Tentzon, los dioses –como ya se dijo- se reunieron a parlamentar
tres días y tres noches, y llegaron a la conclusión de que se trataba de un dios muy viejo para una
muchacha tan joven y linda, por lo que se negaron a dicha unión.
Cuentan que, cuando el Huehuechiki le transmitió la respuesta a Tentzon, éste se desgarró de dolor, y su
tristeza fue tan grande, que la dulce Malintzin se conmovió y apiadó de él, despertando en su corazón la
llama del amor.
La doncella, entonces, se dirigió a los señores del cielo para que le dieran una oportunidad al anciano de
las barbas, pero se negaron rotundamente, pues además, una diosa tenía vedado realizar una petición de
tal naturaleza.
Y ahora fue Malintzin quien rompió en amargo llanto.
Los señores del universo, que no habían conocido un dolor tan grande y un amor tan extraño, se
conmovieron y decidieron darles una oportunidad, así que colegiaron y, tras deliberar, mandaron llamar
al Huehuechiki para darle su veredicto.
Como ni siquiera los dioses podían romper sus propias reglas, determinaron que la prueba que se les iba
a poner a los enamorados debía ser muy difícil para que nadie de ellos pudiera exponerse a un castigo.
La prueba para Malintzin sería llorar hasta que sus lágrimas formaran una corriente tan grande que
pudiera arrastrar todo aquello que encontrara a su paso.
La prueba para Tentzon sería impedir que la corriente siguiera creciendo. Para ello, debería cubrirla con
su cuerpo, pues no podría usar piedras, tierra ni ningún material más que su propio ser.
El castigo sería que, si ella no lograba formar una corriente con su llanto, y que si él no lograba detener
dicha corriente o ésta llegaba a burlarlo y escurrir por algún lado, serían confinados al firmamento y
separados para siempre.
***
Cuenta la leyenda que, una vez que los dioses le dieron la orden, Malintzin lloró y lloró hasta que de sus
ojos brotó la corriente que daría vida al río Atoyac. Por su parte, Tentzon, cuando vio venir el enorme
caudal, se tiró a lo largo y desde los pies a la cabeza, logró detener aquel torrente.
Huehuechiki, emocionado, cantó victoria, y los dioses estuvieron a punto de celebrar el hecho, pero de lo
que nadie se dio cuenta es que el agua se escurrió entre las barbas del anciano.
Cuando los señores del universo repararon en este detalle, se sintieron decepcionados y, tristes, y se
dispusieron a aplicar el castigo que habían previsto para el caso de que alguno de ellos fallara. Sin
embargo, Malintzin siguió llorando a causa del dolor que esto le había causado y el anciano continuó
deteniendo el torrente.
Las diosas, maravilladas por el prodigio que el amor había operado, se reunieron con los moradores del
cielo y les pidieron que, si no podían estar juntos como esposos, los dejaran continuar unidos a través de
este sortilegio, sólo que los dioses no estaban muy seguros de poder aceptarlo. Fue así como
Huehuechiki se ofreció como pieza de inmolación para que se cumpliera la solicitud de las diosas.
El ofrecimiento consistió en que los dioses convirtieran en piedra a Malintzin y a Tentzon para que el
universo fuera testigo de su amor eterno y ellos pudieran seguirse amando en silencio. Él, por su parte,
sería el guardián de aquel cariño y quedaría petrificado cerca de ellos.
Los príncipes, contentos, aceptaron el sacrificio y permitieron a los enamorados que vivieran su amor a
través de esa corriente que, aún hoy, baña con sus aguas el centro del estado de Puebla.
Desde entonces, Malintzin se convirtió en una montaña, y la Puebla de los Ángeles fue fundada a sus
pies. Y allá en Molcaxac Puebla puede verse todavía el caudal del río Atoyac filtrarse entre las barbas
del Tentzon, mismas que ahora se conocen con los nombres de Puente Chico y Puente de Dios, bajo la
mirada alerta y silenciosa de El Pinal, quien desde su morada continúa dando cuenta a los dioses sobre el
cariño silencioso del dios más viejo del firmamento y la princesa más joven del cielo

Yehualtepec
Coa-tla
La leyenda del Tenzo y la Malinche:
En esta ocasión queremos narrarles una leyenda que nos hicieron el favor de compartir, esperamos que
sea de su agrado. 
Concepción Cuautla es un poblado perteneciente al municipio de Tecali de Herrera Puebla ubicado al
centro de la entidad, y es bordeado por el río Atoyac. Este río está formado por la confluencia del
Zahuapan que nace en Tlaxcala y el San Martín que baja de Río Frío.
A unos cuantos kilometros de este poblado, se puede ver, un cerro de medianas dimensiones a lo alto,
pero de bastante longitud hacia lo largo, y a quienes muchos conocen como El Tenzo o el Tentzo, de la
cual existe una leyenda que muy pocos conocen y que nos lleva de la mano a los tiempos míticos del
México mágico y misterioso.
***
Allá en la noche de los tiempos, cuando el hombre aún no existía, los dioses y semidioses poblaban el
mundo y hacían su vida como cualquier ser humano, con pasiones, con errores, con alegrías, con
infortunios.
Cuenta la leyenda que había un dios llamado Tentzon, cuyo nombre significa “Anciano de barbas”, y
cuya edad rebasaba la memoria conocida. Era uno de los dioses más antiguos y poco se sabía de su
origen.
Sin embargo, un día, Tentzon se enamoró de una de las hijas más jóvenes y más bellas de los dioses: la
dulce Malintzin, cuyo nombre proviene de las voces náhuatl Malin (que es el nombre que en lengua
indígena se da de modo general a todas las mujeres y que significa Madre) y Tzin (que significa Señora
o Princesa).
Cuenta la historia que, precisamente por tratarse de un dios muy viejo, los demás moradores del cielo se
negaron a que hubiera cualquier relación entre él y la joven Malintzin.
Como era tradición, Tentzon nombró un Embajador para que pidiera su mano a los señores del universo.
El Embajador fue un dios también muy viejo y cuyo nombre era precisamente ese: Huehuechiki o
Embajador, pero que ahora se conoce como El Pinal, y que es un cerro muy alto en forma de pino que se
encuentra ubicada en la región de Nopalucan y Lara Grajales, al oriente del estado de Puebla.
Cuando conocieron de la petición de Tentzon, los dioses –como ya se dijo- se reunieron a parlamentar
tres días y tres noches, y llegaron a la conclusión de que se trataba de un dios muy viejo para una
muchacha tan joven y linda, por lo que se negaron a dicha unión.
Cuentan que, cuando el Huehuechiki le transmitió la respuesta a Tentzon, éste se desgarró de dolor, y su
tristeza fue tan grande, que la dulce Malintzin se conmovió y apiadó de él, despertando en su corazón la
llama del amor.
La doncella, entonces, se dirigió a los señores del cielo para que le dieran una oportunidad al anciano de
las barbas, pero se negaron rotundamente, pues además, una diosa tenía vedado realizar una petición de
tal naturaleza.
Y ahora fue Malintzin quien rompió en amargo llanto.
Los señores del universo, que no habían conocido un dolor tan grande y un amor tan extraño, se
conmovieron y decidieron darles una oportunidad, así que colegiaron y, tras deliberar, mandaron llamar
al Huehuechiki para darle su veredicto.
Como ni siquiera los dioses podían romper sus propias reglas, determinaron que la prueba que se les iba
a poner a los enamorados debía ser muy difícil para que nadie de ellos pudiera exponerse a un castigo.
La prueba para Malintzin sería llorar hasta que sus lágrimas formaran una corriente tan grande que
pudiera arrastrar todo aquello que encontrara a su paso.
La prueba para Tentzon sería impedir que la corriente siguiera creciendo. Para ello, debería cubrirla con
su cuerpo, pues no podría usar piedras, tierra ni ningún material más que su propio ser.
El castigo sería que, si ella no lograba formar una corriente con su llanto, y que si él no lograba detener
dicha corriente o ésta llegaba a burlarlo y escurrir por algún lado, serían confinados al firmamento y
separados para siempre.
***
Cuenta la leyenda que, una vez que los dioses le dieron la orden, Malintzin lloró y lloró hasta que de sus
ojos brotó la corriente que daría vida al río Atoyac. Por su parte, Tentzon, cuando vio venir el enorme
caudal, se tiró a lo largo y desde los pies a la cabeza, logró detener aquel torrente.
Huehuechiki, emocionado, cantó victoria, y los dioses estuvieron a punto de celebrar el hecho, pero de lo
que nadie se dio cuenta es que el agua se escurrió entre las barbas del anciano.
Cuando los señores del universo repararon en este detalle, se sintieron decepcionados y, tristes, y se
dispusieron a aplicar el castigo que habían previsto para el caso de que alguno de ellos fallara. Sin
embargo, Malintzin siguió llorando a causa del dolor que esto le había causado y el anciano continuó
deteniendo el torrente.
Las diosas, maravilladas por el prodigio que el amor había operado, se reunieron con los moradores del
cielo y les pidieron que, si no podían estar juntos como esposos, los dejaran continuar unidos a través de
este sortilegio, sólo que los dioses no estaban muy seguros de poder aceptarlo. Fue así como
Huehuechiki se ofreció como pieza de inmolación para que se cumpliera la solicitud de las diosas.
El ofrecimiento consistió en que los dioses convirtieran en piedra a Malintzin y a Tentzon para que el
universo fuera testigo de su amor eterno y ellos pudieran seguirse amando en silencio. Él, por su parte,
sería el guardián de aquel cariño y quedaría petrificado cerca de ellos.
Los príncipes, contentos, aceptaron el sacrificio y permitieron a los enamorados que vivieran su amor a
través de esa corriente que, aún hoy, baña con sus aguas el centro del estado de Puebla.
Desde entonces, Malintzin se convirtió en una montaña, y la Puebla de los Ángeles fue fundada a sus
pies. Y allá en Molcaxac Puebla puede verse todavía el caudal del río Atoyac filtrarse entre las barbas
del Tentzon, mismas que ahora se conocen con los nombres de Puente Chico y Puente de Dios, bajo la
mirada alerta y silenciosa de El Pinal, quien desde su morada continúa dando cuenta a los dioses sobre el
cariño silencioso del dios más viejo del firmamento y la princesa más joven del cielo.

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