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3.

LA ESTRUCTURACIÓN POLÍTICA PENINSULAR EN LA BAJA EDAD


MEDIA.

La Baja Edad Media es, a grandes rasgos, el periodo que abarca los siglos XIII,
XIV y XV. A escala europea, se trata de un momento de grandes transformaciones. Los
reajustes políticos a medida que se va produciendo el fortalecimiento de las monarquías
sobre los señores feudales; los conflictos entre monarquías; el momento crítico del siglo
XIV... todo ello va a tener su reflejo en la historia de la península Ibérica.
En esta etapa la península está ocupada por cinco entidades políticas: la Corona
de Castilla, la Corona de Aragón, el reino de Portugal, el reino de Navarra, y el reino
nazarí de Granada, reducto del Islam en la península. Pero van a ser las dos primeras las
que acaparen el protagonismo, fundamentalmente porque a lo largo del siglo XIII
habían protagonizado el espectacular y casi definitivo avance sobre Al Ándalus. Este
último impulso reconquistador había dejado a Portugal en una posición marginal, y a
Navarra bloqueada entre Castilla y Aragón. Por otra parte, Granada era un testimonio
que tenía sus días contados. Así que parece plenamente justificado centrar el tema en
Castilla y Aragón.
En cuanto a las instituciones políticas, distinguimos una tendencia general a la
afirmación monárquica, bajo la cual encontramos claras diferencias:

a- Castilla. El modelo castellano es de corte autoritario. En Castilla la feudalización al


estilo europeo había sido menor, y el rey retenía más poder (declaración de guerra,
poder legislativo, poder judicial...) Por otra parte, la evolución histórica, con las
sucesivas separaciones y uniones de los reinos, hasta la definitiva de 1230 bajo
Fernando III había obligado a un proceso de centralización administrativa y jurídica. El
fruto de esto fue el Ordenamiento de Alcalá, de 1348, que venía a aprobar el Código de
las Partidas (Alfonso X) como derecho general castellano.
Las Cortes castellanas se desarrollan a partir del siglo XI, y reunían a tres
brazos: nobleza, clero y burguesía. Tenían carácter meramente consultivo, y su función
principal era jurar a los herederos, y aprobar los subsidios que solicitaba el rey. A
cambio de ello, tenían el derecho de petición.
Bajo las Cortes se encuentra la institución municipal, regida por un cabildo del
que en un momento dado podía formar parte cualquier habitante libre de la villa
(cabildo abierto). Poseían cierta autonomía, y poco a poco perdieron el carácter
democrático: los burgueses afianzaron su protagonismo económico acaparando y
reteniendo los cargos municipales. Ante el mayor poder de las ciudades, el monarca
reaccionó desarrollando una figura que representara sus intereses en los núcleos más
importantes: el corregidor.

b- Aragón. La historia de Aragón registra un mayor peso de la feudalización y de la


nobleza, lo que procuró un modelo pactista, por el cual el monarca se veía sometido al
control de la nobleza. El pactismo se afirmó con Pedro III (fines de siglo XIII), quien
concedió a las Cortes el poder legislativo que hasta entonces tenía el monarca. El pacto
entre el rey y las cortes incluía el respeto a las costumbres de los países que formaban la
corona (Usatges, Fueros, y Furs).
Las Cortes en Aragón podían ser generales (representantes de los cuatro reinos),
o particulares de cada reino. Además, estaban formadas por cuatro brazos en vez de tres,
tenían facultades legislativas y podían votar los impuestos. Dicho de forma sencilla, en
Aragón primera hablaban las cortes, y luego el rey, mientras en Castilla venía a ser al
contrario. Además, en Aragón las Cortes poseían una Diputación General que se
mantenía vigente en los periodos entre convocatoria y convocatoria, como garante del
cumplimiento de los acuerdos tomados. Es el origen de la actual Generalitat.
El municipio aragonés es similar al castellano. En Barcelona, el proceso de
institucionalización del ayuntamiento se representó en el Consejo de Ciento.

Esta estructura política se sostenía en Castilla en una economía cuyo principal


aspecto era la ganadería lanar de exportación, que beneficiaba a la nobleza; de rebote, la
gran actividad comercial, de nivel incluso internacional en algunas ferias, repercutía en
el creciente desarrollo de las ciudades y, por ende, de la burguesía que finalmente será
el principal sostén de la monarquía autoritaria castellana. En Aragón, el comercio y la
expansión por el Mediterráneo permitirán formar un emporio comercial, aunque sufrirá
grandes trastornos con la crisis del siglo XIV.
Esta crisis va a provocar fenómenos de conflicto político, en especial, el
enfrentamiento entre la nobleza y la corona. Los nobles se resisten al aumento del poder
del rey, y buscarán una ocasión o un candidato que les garantice su poder. En el
contexto de la guerra entre Pedro I el Cruel de Castilla, y Pedro III el Ceremonioso de
Aragón (guerra de los dos Pedros) por la hegemonía peninsular, tiene lugar la guerra
civil castellana (1365-1369). Apoyado por el Ceremonioso, Enrique de Trastamara,
hermano de Pedro I el Cruel, recibirá el apoyo de buena parte de la aristocracia
castellana para derrocar al monarca. Una vez convertido en rey como Enrique II, su
apodo deja clara su actitud hacia los que le elevaron al trono: el de las Mercedes, por
todos los privilegios concedidos a sus partidarios. A partir de ahí, todo el siglo XV es,
en Castilla, una lucha feroz entre un rey que busca afirmar su poder, y una aristocracia
que resiste. Tras los intentos de reforzar el poder con la creación de la Audiencia
(1371), reforma del Concejo real (1385), y creación de la figura del Condestable, el
siglo XV se presentó como una sucesión de bandos nobiliarios que degeneró en guerra
civil bajo Juan II, enfrentándose los partidarios de la monarquía con don Álvaro de
Luna a la cabeza; el partido de los “infantes de Aragón”, vinculados a los Trastamara
aragoneses; y la alta aristocracia castellana. Fueron los linajes castellanos los
vencedores, y los que prolongaron este estado de cosas en el reinado de Enrique IV
(1454-1474).
En Aragón, mientras, la vida no era más tranquila. La peste, el hundimiento de la
economía comercial, y los enfrentamientos políticos habían dañado seriamente a la
Corona. En 1412, por el compromiso de Caspe, se nombre rey de Aragón a un
Trastamara: Fernando de Antequera, por la muerte sin sucesión de Martín el Humano
(1410). Se inicia la tradición castellana de imponer la fuerza del rey sobre la del reino.
Fernando I, y su sucesor Alfonso V el Magnánimo ya tuvieron tensiones con la nobleza.
La manera de buscar apoyos frente a la nobleza fue recurrir a los campesinos remensa y
las clases populares urbanas, lo que suscitó la oposición inmediata de nobleza y de las
oligarquías urbanas (apartadas del poder político en Barcelona en 1453). La situación,
como había sucedido en Castilla, degeneró en guerra civil bajo Juan II (1462-1472):
- Conflicto político entre el rey y la Generalitat, que representaba los intereses de
la oligarquía amenazada por el poder creciente del monarca.
- Conflicto social por el apoyo que los reyes dieron a los campesinos remensa
frente a los nobles.
- Conflicto urbano, centrado en la lucha por el gobierno de la ciudad de Barcelona
entre dos facciones: la Busca y la Biga. Ésta última agrupaba a los oligarcas
rentistas, mientras la primera representaba a artesanos y pequeños comerciantes
que querían recuperar la capacidad de exportación que tanto les había
beneficiado, y que habían perdido en favor del puerto de Valencia.
Los conflictos se fueron apaciguando poco a poco. La paz de Pedralbes (1472) puso
fin a la guerra; la sentencia arbitral de Guadalupe, dada por Fernando el Católico (1486)
a los principales abusos sobre los campesinos remensas. Y el reconocimiento del
pactismo como base del sistema aragonés por Fernando en las Cortes de Barcelona de
1480 permitió salir del callejón en el que los conflictos habían sumido a Aragón en el
siglo XV.

Y perdonadme, pero ya no puedo poner más temas. Quería haber puesto todos, pero
no me ha sido posible.
Un abrazo y suerte.

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