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25.

LA CONSTITUCIÓN DE 1978: INSTITUCIONES DEMOCRÁTICAS Y


ORGANIZACIÓN DEL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS.

Entre el asesinato de Carrero Blanco (1973) y la aprobación de la Constitución


de 1978 transcurre en España el periodo que denominamos “transición democrática”, es
decir, el paso de un régimen de dictadura militar a un régimen parlamentario cuya
expresión jurídica más clara es, precisamente, la Constitución de 1978. España
recuperaba así la tradición constitucional que había quedado interrumpida en 1936.
Los hitos más destacados hasta llegar a 1978 son:
- 22 de noviembre de 1975: Juan Carlos I es designado Jefe del Estado.
- Junio 1976: Arias Navarro es sustituido por Adolfo Suárez. Es la manifestación
de la voluntad democratizadora representada por Juan Carlos I. Frente al sector
más duro de los llamados “inmovilistas” esto le hizo aparecer como un traidor,
tras haber jurado en 1969 fidelidad a los principios del Movimiento Nacional en
el acto de nombramiento como sucesor de Franco.
- 18 de noviembre de 1976, Ley de Reforma Política y referendum para la
Reforma Política (15 de diciembre 1976).
- 15 de junio de 1977: Elecciones democráticas, con el triunfo del partido creado
por Adolfo Suárez, Unión de Centro Democrático.

El proceso sigue una lógica impuesta por los acontecimientos. Una vez superado el
obstáculo de los últimos defensores de una cierta continuidad del régimen franquista, se
hacía imprescindible abrir el camino a la reforma (“reforma o ruptura”, era la expresión
de aquellos años); inmediatamente, la legislación que permitiera la formación de
partidos políticos y la legalización de los que existían de forma clandestina,
constituyendo un símbolo la legalización del PCE el 9 de abril de 1977. Sin estos pasos,
no hubiera sido posible convocar elecciones.
Reunidas las Cortes, se afronta el periodo de elaboración de la constitución con una
consigna clara: consenso (otra palabra muy representativa de aquel momento histórico).
Se buscaba un texto que pudieran firmar todas las fuerzas políticas representadas en el
Parlamento. La ponencia constitucional estaba formada por siete miembros: tres de
UCD (José Pedro Pérez Llorca, Gabriel Cisneros y Miguel Herrero), uno del PSOE
(Gregorio Peces Barba), de AP (Manuel Fraga Iribarne), del PCE (Jordi Solé Tura) y de
la minoría catalana (Miguel Roca). Entre bastidores, la negociación del consenso se
ultimó por el número dos del gobierno de Suárez, Fernando Abril, y el número dos del
PSOE, Alfonso Guerra. El texto de la ponencia constitucional fue largamente debatido,
hasta llegar al referendum celebrado el 6 de diciembre de 1978. Votó un 67 % del
censo, y fue aprobada con un 88 % de votos afirmativos, frente a un 8 % de negativos.
El texto final presentaba una constitución larga (169 artículos), compleja y
reiterativa. Sus aspectos más importantes son:
• Define a España como un Estado social y democrático de derecho.
• La forma política será la monarquía parlamentaria, con dos cámaras: Congreso
de los Diputados y Senado, al que se atribuía el papel de representación
territorial que aún hoy está sin desarrollar.
• La Corona asume funciones representativas y el ejército queda sometido al
poder civil.
• Caracter no confesional del Estado español.
• Definición extensa de derechos y libertades civiles y políticas.
• Queda abolida la pena de muerte.
• Amplio capítulo de derechos sociales y económicos.
• Abre la puerta al divorcio, proclama la libertad de enseñanza, reconoce la
libertad de empresa, la economía de mercado y sanciona la legitimidad
constitucional de sindicatos y partidos.
• Reconoce el derecho a la autonomía de nacionalidades y regiones, expresión de
lo cual fue la oficialidad del castellano y de las demás lenguas españolas en sus
respectivas comunidades autónomas.

Este último aspecto, el del reconocimiento de las nacionalidades, fue uno de los más
novedosos en cuanto a la organización territorial, y uno de los mayores obstáculos para
la negociación. Para empezar, existían precedentes históricos en los casos de Cataluña
(Estatuto de 1932), Galicia (borrador de 1936) y País Vasco (estatuto de 1936). Y por
otra parte, el resto de regiones debían definir sus intereses e incluso sus límites
territoriales. Valga como ejemplo el caso de Murcia, región que en principio se
consideraba debía sumarse a iniciativas autonómicas más amplias (Valencia, Andalucía
o Castilla-La Mancha) y que finalmente se constituyó como autonomía uniprovincial.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, el texto constitucional, en el Título VIII
preveía el acceso a la condición de comunidad autónoma por dos vías: las señaladas en
los artículos 143 (más general) y 151 (más precisa y, sobre todo, más rápida). En el caso
de las llamadas autonomías históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia) ya habían
conseguido una autonomía provisional previa solicitud de sus representantes
parlamentarios, y los antecedentes históricos hicieron fácil la aplicación del artículo
151, de forma que consagraron su condición de Comunidad Autónoma en primer lugar:
en diciembre de 1979 se aprueban los estatutos de Cataluña y País Vasco; en abril de
1981, el de Galicia. El resto de regiones, siguiendo el ejemplo, también habían
solicitado el establecimiento de una preautonomía. Ahora se trataba de ver si se
gestionaría su camino por la vía del artículo 143 o 151. Sólo Andalucía siguió el
“Camino rápido” del artículo 151, y en 1980 se aprobó en referendum la elaboración de
un estatuto siguiendo este procedimiento. El resto de regiones tuvo que seguir la vía
constitucional del artículo 143, y así, entre 1981 y 1983 se fueron sucediendo las
aprobaciones de los estatutos respectivos. Al margen de estos dos procedimientos,
quedaba la situación de Navarra, que recibirá un tratamiento específico en función del
reconocimiento de sus fueros; y de las ciudades de Ceuta y Melilla, que obtendrán la
condición de ciudad autonómica en 1995.
España se convierte así en un estado descentralizado que irá traspasando
paulatinamente las competencias a los organismos competentes de las Comunidades
Autónomas. Éstas verán expresada su personalidad política en los Estatutos de
Autonomía, en sus Gobiernos Autonómicos, y en sus Parlamentos Regionales.
De esta forma la joven democracia española intentó dar respuesta a los retos que la
organización territorial le planteaba para la consolidación de la democracia en un estado
que es a la vez uno y plural. Entre estos retos estaba (y desgraciadamente está todavía)
la existencia de grupos terroristas que desde los años finales del franquismo venían
reclamando ya no la autonomía, sino la independencia, sobre todo en el País Vasco,
donde la actividad de ETA desde 1969 fue un constante quebradero de cabeza. A una
escala mucho menor, también Cataluña tuvo su grupo radical en Terra Lliure.
Como balance, el Estado de las Autonomías representó una alternativa a medio
camino entre el estado unitario y el federal. Se puede considerar que la tradición
española que se remonta a los Reyes Católicos había convertido al Estado español en un
crisol de convivencia de naciones donde la convivencia y las tensiones entre
nacionalidades habían sido una constante que a veces podrían estallar. Para evitar un
estallido que comprometiera la transición a la democracia, la Constitución buscó el
consenso, que en este punto fue realmente delicado y difícil de conseguir. Hoy todavía
vemos los logros en este aspecto, pero también los problemas que ha creado.

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