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MIÉRCOLES, 7 DE OCTUBRE DE 2020

Mi opinión sobre Venezuela

 Mi opinión sobre Venezuela

Eduardo de la Serna

Es evidente que lo que ocurre en un país no es, ¡nunca lo es!, fruto de una
causa, sino de muchas. Y también es evidente, que hace tiempo debemos
abandonar (también en esto) una mirada binaria: ya pasó la época de las
películas de vaqueros de buenos buenísimos y malos malísimos. Pero no es
menos cierto, que el esquema binario es más cómodo y más fácil para la
pereza habitual: es bueno, es malo ¡y listo!

Señalo esto para hablar expresamente de lo que ocurre en Venezuela (y lo que


se dice y hace con Venezuela). Es evidente que, salvo que tengamos alguna
otra fuente (que también sería parcial), toda información sobre la realidad de un
país extranjero nos llega “mediada” por los “medios”. Esos que nos dan la
noticia regurgitada acerca de tal o cual gobierno, política, situación. Pensando
en voz alta: si los medios hegemónicos (des) informan y mienten
descaradamente al hablar de nuestro propio país, algo que basta con
abandonar la pereza para saber la mentira de “ze dobadon todo” y demás
tonterías, ¿por qué debería creerles a esos mismos medios, con tan claras
intenciones e ideologías, cuando informan sobre otro país (o cuando no
informan)? Si lo que yo puedo saber sobre Venezuela es lo que los medios me
informan debo confesar definitiva, clara e inflexiblemente: ¡¡¡no les creo!!! Por
tanto, mi opinión (que, además, no es importante) sobre qué me parece mejor
hacer o no, sería irresponsable o manipulada. Cuando escucho a algunos
operadores políticos que hacen de periodistas diciendo “por ese camino vamos
a ser Venezuela”, simplemente me resultan detestables, ¡y listo! Y – debo
confesarlo – cuando veo a sectores de la Iglesia, el episcopado, por ejemplo,
opinando sobre el gobierno, mi intuición es que debo mirar exactamente desde
otro lado. Tampoco los creo independientes.

Por lo tanto, y con un criterio absolutamente razonable, según mi opinión, lo


que ocurra, o lo que deba ocurrir, deben decidirlo los mismos venezolanos,
y nuestra injerencia sería abominable, torpe, y en ocasiones (¡muchas!) dignas
de idiotas útiles.
Se dirá, quizás con razón, que ministros de relaciones exteriores y
embajadorxs tienen instrumental para tomar otras decisiones a partir de otras
miradas. Pero no los creo asépticos, y por tanto creo que mirarán y decidirán
desde un lugar. Y, en esto, mi mirada es jauretchiana: ¿qué dice, piensa,
sugiere, propone “la Embajada”? porque estoy en un todo convencido que lo
mejor para el país y su pueblo (y lo mejor, también, para Venezuela en este
caso) es exactamente lo contrario. Si, sumado a esto, veo la felicitación de
“juntos por el cambio” (sic) por continuar el camino empezado por ellos, no
tengo dudas ningunas. Si veo la alegría de la prensa hegemónica, menos
todavía. Por tanto, lamento profundamente el reciente voto argentino contra el
pueblo venezolano en las Naciones Unidas. Lo lamento y no me representa ni
“un tantico así”.

Y me formulo esta pregunta: si es cierto que hay violaciones de los derechos


humanos en un país, me parece muy sensato que miremos todos atentamente
para tratar de aportar en favor de su vigencia. Pero si miramos Venezuela y no
vemos Colombia, que está bien cerquita, me parece no solamente parcial, sino,
además, tendencioso. Allí hay violaciones cotidianas de los derechos humanos,
hay suma del poder público, hay persecución de dirigentes sociales, atentados
cotidianos contra la paz, masacres diarias, y hasta un arzobispo ha hablado de
genocidio. ¿La ONU? ¡Con tortícolis! Entonces, si nos creemos adalides de la
defensa de los Derechos Humanos de verdad (y no títeres del imperio)
empecemos por Guantánamo, las Guerras sistemáticas, la opresión de
pueblos, la imposición de políticas y economías a partir de sus instrumentos
(FMI, BM, BID), venta de armas, entre otras linduras. Y, después, miremos
también los “amigos” del imperio (y no está de más recordar aquello de “los
amigos de mis enemigos…”)… y, para terminar, cuidarnos también nosotros
mismos (especialmente porque no somos sus amigos, así que todo lo que
pensemos o insinuemos será usado en nuestra contra); no sea cosa que
mañana propongan invadir Buenos Aires por desaguisados de “la bonaerense”
o que algún intendente, con cara de bueno, se autoproclame presidente y
varios países lo reconozcan y aplaudan. Ganas, a algunos, no creo que le
falten, por más renovadores que se presenten.

Imagen tomada de
https://informesinbandera.com/noticias/San_Martin_y_Bolivar_y_una_batalla_m
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