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ESTANCAMIENTO PRODUCTIVO
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otros países. De otro lado, los colombianos pagamos el kilovatio más caro de
América Latina (Fedegan, 2018) y en cuanto a los principales insumos (maíz,
soya, aminoácidos, fertilizantes, medicamentos), básicos para incrementar la
productividad de las lecherías, sus precios son igualmente mayores que en
países productores de leche de América Latina (Argentina, Brasil, Uruguay).
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(2020), calcula que entre 1992 y 2017 nuestra productividad sólo se incrementa
en 0.7%. En otras palabras, llevamos años estancados.
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LOS FACTORES CLAVES DE LA PRODUCTIVIDAD
Estructura de hato:
E l promedio de vida de las vacas en los Estados Unidos está estimada en 2.8
partos, las cuales de acuerdo a FAOSTAT (2017), producen 14.5 toneladas
por lactancia, siendo éstas como anotamos antes, las mayores productividades
por vaca en el mundo. En nuestro sistema pastoril hemos recalcado la
importancia de mantener la mayor longevidad posible de las vacas en la medida
en que sus producciones por parto son significativamente menores a aquellas
obtenidas en sistemas estabulados. En un análisis de alrededor de 1.500
lactancias completas con información diaria (Finca S.A.S., 2010), encontramos
que las mayores producciones en nuestro medio se obtienen entre el cuarto y el
sexto parto e incluso las vacas en su octavo, lactaron más que las novillas de
primer parto. Como siempre hemos tenido referentes del hato norteamericano,
se nos hace normal que un 50% o 60% de nuestros animales estén en primer y
segundo parto; esto, aunque es válido en el sistema estabulado e intensivo de
los Estados Unidos no tiene ninguna lógica en el nuestro. En las estructuras de
nuestras lecherías, lo ideal es tener no más de un 35% de los animales en primer
y segundo parto; lo que nos garantizaría tener un mayor número de vacas
maduras que son las que finalmente les dan la rentabilidad a los hatos. De
acuerdo a diferentes circunstancias tales como el costo de levante, el precio de
venta de la leche y el margen por litro, para amortizar el costo incurrido durante
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el levante de un animal se requiere alrededor de 3 lactancias, y de allí en
adelante, la vaca empieza a generar utilidad. Uno de los factores que juega en
contra de este objetivo es la presencia de “productos fallidos”, como los califica
el Dr. Alex Bach, 2019, quien en una revisión reportó que en el Reino Unido el
16% de las novillas de primer parto no completaron su primera lactancia; en
Canadá dicho porcentaje fue del 15% y en Hungría, 19%. En una evaluación que
hicimos entre el 2010 y 2015 en diversas regiones en Colombia, rastreamos el
descarte de cerca de 9.500 vacas y nos sorprendimos al encontrar que en
Cundinamarca el 21.1% de éstas fueron descartadas durante o al terminar su
primera lactancia, el 19.2% en Antioquia y el 22.1% en Nariño; es decir, valores
aún más altos que los reportados en los países citados. Además del lucro cesante
que dejan estos animales porque ni siquiera alcanzan a cubrir su costo de
levante, se eleva la presión de mantener más reemplazos y se dificulta alcanzar
la madurez del hato, lo que representa un alto costo al negocio.
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E sta diferencia no es menor pues, como anotamos anteriormente, en la
medida que se mantenga un hato mas maduro, su promedio de producción
será mayor. En el caso de las poblaciones analizadas, la diferencia de un parto
representa entre 0.5 y 1 litro de leche diario por vaca, sólo por el efecto de la
edad.
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C uando analizamos nuestros datos reales encontramos que hay un buen
trecho por recorrer en este sentido, lo que implica una importante área de
oportunidad para mejorar la rentabilidad de nuestros hatos (Tabla N° 2).
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Área destinada a producción:
A unque parece muy obvio, dos fincas que tengan la misma extensión no
necesariamente son iguales, la diferencia a veces radica en cuánta área del
total de la finca se pueden ubicar vacas en producción (nos referimos a área total
en potreros, excluyendo bosques, caminos e infraestructura). Esto puede
obedecer a características topográficas, edafológicas, o de simetría del terreno
total con que cuenta el ganadero. Por ejemplo, si comparamos dos fincas de 50
hectáreas y una de ellas puede disponer de 38 hectáreas para ubicar las vacas
en producción mientras la otra por razón de topografía (áreas muy quebradas),
sólo puede destinar 28 hectáreas para tal efecto, aún a iguales cargas en el área
en producción, la segunda finca estaría en absoluta desventaja competitiva con
respecto a la primera. En nuestro medio hemos analizado cuál sería el porcentaje
ideal de cualquier finca de lechería especializada para destinar a las vacas en
producción; sin embargo, hay que tener en cuenta, además de las
consideraciones naturales ya mencionadas que la finca en su conjunto abarca
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diferentes áreas para distintos grupos y todas deben estar sincronizadas. Cuando
hemos analizado el porcentaje que nuestros ganaderos utilizan específicamente
para alojar vacas en producción, hemos encontrado una gran variedad de datos;
desde menos del 50% hasta más del 80%. La pregunta que surge entonces es
¿cuál es el porcentaje ideal a utilizar? Si nos desligamos de factores medio
ambientales podríamos especular que entre un 70% y 80% del área total de la
finca debería destinarse a vacas en producción; sin embargo, la distribución de
las áreas también está en función de la capacidad de carga de las mismas. Si
consideramos en el ejemplo anterior de las fincas de 50 hectáreas, aquella que
puede destinar 38 Ha (76% del área total) para las vacas en producción tendría,
por lo tanto, un remanente de 12 hectáreas para todo el levante y su grupo de
vacas secas. Si estimamos una carga de 3 vacas/hectárea en el área de
producción, las áreas restantes (considerando su grupo horro y de levante),
deben mantener una carga de 4.6 U.G.G./Ha para asegurar su flujo de
reemplazos necesario, bajo condiciones normales (se calculó el inventario total
con una tasa de descarte de 18% y edad a primer parto de 30 meses). Si este
ganadero decide incrementar la carga en el área de producción a 4 vacas/Ha, las
áreas restantes tendrían que asumir una carga de 6.2 U.G.G./Ha, por el ajuste
correspondiente al resto del inventario, y es allí, donde surgen varias preguntas:
¿Es capaz la finca de mantener ese inventario con ese nivel de carga sin afectar
el crecimiento de los reemplazos o el estado general de las vacas secas?, si no
es capaz de hacerlo, ¿sería más rentable mantener la alta carga en producción
generando mayores ingresos y asumiendo un programa de suplementación
adicional al resto del inventario?, o ¿arrendar un terreno aparte para hacer
únicamente el levante?. Estas son el tipo de preguntas que cada cual debe hacer
y responderse en su propio hato de acuerdo, no solo a sus metas, sino también
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a las características y capacidades propias de la finca. En el Gráfico N° 2, se
observan los rangos de las fincas clasificadas según el porcentaje del área total
que está destinada al grupo de ordeño; como se puede observar encontramos
fincas que ni siquiera llegan al 50%, en tanto hay otras que pasan del 80%.
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Intensificación del pastoreo:
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E n un trabajo reciente (Fedesarrollo, 2019), sobre una población de 1.088
fincas evaluadas entre 2009 y 2018, se reporta un aumento de productividad
del 20% en promedio de todas las fincas durante dicho periodo. Los autores del
trabajo identifican estos resultados bajo lo que denominaron “Modelo de
tecnificación para aumento de la rentabilidad”, información que, valga decir, les
suministró FINCA S.A.S. sobre una población analizada de nuestros clientes.
Sobre dicha población, si seleccionamos únicamente el TOP25, encontramos
que estas fincas están un 38% por encima en productividad, con respecto al
promedio de la población total. Son en esas fincas en donde se dificulta hacer
mas presión por las limitantes naturales que anotábamos anteriormente y la
productividad llega prácticamente a su límite, dejando sin mayor posibilidad de
maniobra al ganadero, ante escenarios de incrementos de costos de los insumos
o bajas en el precio de la leche.
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CONSIDERACIÓN FINAL
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pregunta: ¿Quién lo va a hacer?. Aunque las comparaciones son odiosas, vale
la pena anotar que mientras en Nueva Zelanda, en los últimos 20 años han
ejercido 4 ministros de Agricultura, que es lo normal en países democráticos, en
Colombia, en el mismo período, vamos en 13 (no se ha terminado el actual
período presidencial), lo que hace muy difícil mantener una política pública
continua y coherente.
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