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REFLEXIONES SOBRE NUESTRO SECTOR LÁCTEO Y SU

ESTANCAMIENTO PRODUCTIVO

EL DIAGNÓSTICO RECURRENTE DEL SECTOR

E n Colombia hemos sido históricamente bastante buenos para la elaboración


de diagnósticos en todos los ámbitos sectoriales, incluido el lácteo; sin
embargo, generalmente no somos tan buenos para plantear y ejecutar
soluciones. Si consideramos una producción estimada de 7.300 millones de litros
para 2019 (Fedegan, 2020) y la cruzamos con el reporte del acopio formal, el cual
fue de 3.170 millones (USP., 2020), significa que en el año pasado se transaron
más 4.000 millones de litros (66%) a través de canales informales. Ese solo
hecho hace que, contar con un sector lácteo competitivo en términos
internacionales, sea solo una quimera. En un reporte previo (Gangretto, 2012),
Colombia aparecía en el puesto 17 entre 19 países de América Latina en cuanto
al tamaño de su formalidad. Los datos antes anotados, reflejan el hecho de que
esta situación tiende a empeorarse en vez de subsanarse.

O tro problema que reconocemos desde hace muchos años es el de la


infraestructura, pues sabemos que de los algo más de 200.000 kilómetros
de vías con que cuenta el país, el 69% corresponde a la red terciaria y de éstas
solo el 6% está pavimentada (mas del 20% se considera caminos de “trocha”).
Todo esto hace que el costo de transporte desde las unidades de producción
hacia los grandes centros de consumo sea demasiado alto, en comparación con

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otros países. De otro lado, los colombianos pagamos el kilovatio más caro de
América Latina (Fedegan, 2018) y en cuanto a los principales insumos (maíz,
soya, aminoácidos, fertilizantes, medicamentos), básicos para incrementar la
productividad de las lecherías, sus precios son igualmente mayores que en
países productores de leche de América Latina (Argentina, Brasil, Uruguay).

S abemos igualmente que en nuestro eslabón primario predominan las


explotaciones pequeñas, pues se estima que de 320.000 productores
reportados en el país (UPRA, 2020), el 50% de las mismas son de menos de 5
hectáreas. Esto constituye una gran dificultad para la cobertura de asistencia
técnica y por ende, la mejora de la productividad por hato. Todo lo anterior bajo
un horizonte cercano de liberación de aranceles en los tratados de comercio
firmados con los Estados Unidos, la Unión Europea, entre otros, y la posibilidad
de mas adelante la firma de uno nuevo con Nueva Zelanda.

S in embargo, de todos los indicadores negativos que hemos venido


conociendo desde hace varios años sobre el sector lácteo, el que me
provoca más desazón, es el de productividad. En efecto, en un reporte
comparativo sobre productividades en varios países desde el año 2000 hasta la
fecha (Fedesarrollo, 2019), Brasil lidera la tabla con un incremento del 72%,
seguido por la Unión Europea con el 32% y luego por los Estados Unidos, país
de mayor productividad por vaca del mundo, con un 27%. Entre tanto, Colombia
aparece con un incremento de sólo el 8% en el mismo periodo; sin embargo,
revisando la literatura internacional a este respecto, hay datos todavía más
desesperanzadores, tales como los del IFCN, que dice que entre el periodo de
1996 a 2018 el incremento del país fue del 1.6%; FAOSTAT, citado por UPRA

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(2020), calcula que entre 1992 y 2017 nuestra productividad sólo se incrementa
en 0.7%. En otras palabras, llevamos años estancados.

L uego de trabajar durante mas de 30 años de una u otra forma en el sector


lácteo, he sido testigo del esfuerzo permanente de muchos ganaderos para
aumentar su productividad y obtener rentabilidades que permitan el
mantenimiento de sus familias, en diferentes regiones del país, pero pareciera
que dichos esfuerzos fueran vanos en términos del sector como un total.

A ntes de adentrarnos a considerar los principales factores que determinan la


productividad de nuestras lecherías, quisiera explicar mejor por qué no se
observa, a pesar del esfuerzo de muchos, un mejoramiento en la competitividad
de nuestras lecherías. En Colombia, ordeñamos diariamente 3.528.585 vacas
(UPRA, 2020), de las cuales 1.856.416 son de doble propósito y 761.214 son de
carne; ¿cómo podríamos esperar una mejora en la producción de leche, cuando
el 70% de nuestras vacas no están dedicadas exclusivamente a dicha labor, y
más del 20% están “diseñadas” sólo para la producción de carne? .Esta situación,
además de provocar distorsiones en la disponibilidad de leche del país,
dependiendo de la época del año y/o del precio de leche y carne, nos mantiene
amarrados a productividades de 4 o 5 litros por vaca desde hace más de 20 años.
Desde otro punto de vista, el social, es una estrategia que usan muchos
pequeños ganaderos para mantener algunos recursos de caja, que les permite
suplir sus requerimientos básicos; es la realidad del país.

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LOS FACTORES CLAVES DE LA PRODUCTIVIDAD

Estructura de hato:

E l promedio de vida de las vacas en los Estados Unidos está estimada en 2.8
partos, las cuales de acuerdo a FAOSTAT (2017), producen 14.5 toneladas
por lactancia, siendo éstas como anotamos antes, las mayores productividades
por vaca en el mundo. En nuestro sistema pastoril hemos recalcado la
importancia de mantener la mayor longevidad posible de las vacas en la medida
en que sus producciones por parto son significativamente menores a aquellas
obtenidas en sistemas estabulados. En un análisis de alrededor de 1.500
lactancias completas con información diaria (Finca S.A.S., 2010), encontramos
que las mayores producciones en nuestro medio se obtienen entre el cuarto y el
sexto parto e incluso las vacas en su octavo, lactaron más que las novillas de
primer parto. Como siempre hemos tenido referentes del hato norteamericano,
se nos hace normal que un 50% o 60% de nuestros animales estén en primer y
segundo parto; esto, aunque es válido en el sistema estabulado e intensivo de
los Estados Unidos no tiene ninguna lógica en el nuestro. En las estructuras de
nuestras lecherías, lo ideal es tener no más de un 35% de los animales en primer
y segundo parto; lo que nos garantizaría tener un mayor número de vacas
maduras que son las que finalmente les dan la rentabilidad a los hatos. De
acuerdo a diferentes circunstancias tales como el costo de levante, el precio de
venta de la leche y el margen por litro, para amortizar el costo incurrido durante

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el levante de un animal se requiere alrededor de 3 lactancias, y de allí en
adelante, la vaca empieza a generar utilidad. Uno de los factores que juega en
contra de este objetivo es la presencia de “productos fallidos”, como los califica
el Dr. Alex Bach, 2019, quien en una revisión reportó que en el Reino Unido el
16% de las novillas de primer parto no completaron su primera lactancia; en
Canadá dicho porcentaje fue del 15% y en Hungría, 19%. En una evaluación que
hicimos entre el 2010 y 2015 en diversas regiones en Colombia, rastreamos el
descarte de cerca de 9.500 vacas y nos sorprendimos al encontrar que en
Cundinamarca el 21.1% de éstas fueron descartadas durante o al terminar su
primera lactancia, el 19.2% en Antioquia y el 22.1% en Nariño; es decir, valores
aún más altos que los reportados en los países citados. Además del lucro cesante
que dejan estos animales porque ni siquiera alcanzan a cubrir su costo de
levante, se eleva la presión de mantener más reemplazos y se dificulta alcanzar
la madurez del hato, lo que representa un alto costo al negocio.

C uando observamos la evolución de las dos principales cuencas lecheras del


país entre 2008 y 2019, encontramos con gran preocupación que en
Cundinamarca los hatos tienden cada vez a ser más jóvenes; en efecto, en el
año 2008 el 43.4% de los mismos tenían menos de 3 partos en promedio; para
el 2019, este grupo aumentó al 56.9%. En Antioquia, por el contrario, parece que
los ganaderos tratan de aumentar la edad promedio de sus hatos, ya que las
fincas de menos de 3 partos pasan del 40.1% del total en el 2008, al 29.7% en
2019. (Tabla N° 1).

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E sta diferencia no es menor pues, como anotamos anteriormente, en la
medida que se mantenga un hato mas maduro, su promedio de producción
será mayor. En el caso de las poblaciones analizadas, la diferencia de un parto
representa entre 0.5 y 1 litro de leche diario por vaca, sólo por el efecto de la
edad.

ara calcular la estructura “ideal” de un hato especializado en nuestro medio,


P asumimos una tasa de descarte de 16.5%, Intervalo entre partos de 410
días, lo que arroja una edad promedio en términos de número de partos de 4.2.
En el gráfico N° 1, se muestra la distribución teórica por partos de este hato ideal.
Esta es, obviamente, una meta que debe considerarse lograble en un largo plazo,
como la MEGA del negocio que soñamos alcanzar y que debe alcanzarse año
tras año. De hecho, de todas las fincas analizadas en nuestra plataforma para
los años 2019 y 2020 (647 fincas), 73 (12%) presentan un promedio de 4 o más
partos.

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C uando analizamos nuestros datos reales encontramos que hay un buen
trecho por recorrer en este sentido, lo que implica una importante área de
oportunidad para mejorar la rentabilidad de nuestros hatos (Tabla N° 2).

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Área destinada a producción:

A unque parece muy obvio, dos fincas que tengan la misma extensión no
necesariamente son iguales, la diferencia a veces radica en cuánta área del
total de la finca se pueden ubicar vacas en producción (nos referimos a área total
en potreros, excluyendo bosques, caminos e infraestructura). Esto puede
obedecer a características topográficas, edafológicas, o de simetría del terreno
total con que cuenta el ganadero. Por ejemplo, si comparamos dos fincas de 50
hectáreas y una de ellas puede disponer de 38 hectáreas para ubicar las vacas
en producción mientras la otra por razón de topografía (áreas muy quebradas),
sólo puede destinar 28 hectáreas para tal efecto, aún a iguales cargas en el área
en producción, la segunda finca estaría en absoluta desventaja competitiva con
respecto a la primera. En nuestro medio hemos analizado cuál sería el porcentaje
ideal de cualquier finca de lechería especializada para destinar a las vacas en
producción; sin embargo, hay que tener en cuenta, además de las
consideraciones naturales ya mencionadas que la finca en su conjunto abarca

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diferentes áreas para distintos grupos y todas deben estar sincronizadas. Cuando
hemos analizado el porcentaje que nuestros ganaderos utilizan específicamente
para alojar vacas en producción, hemos encontrado una gran variedad de datos;
desde menos del 50% hasta más del 80%. La pregunta que surge entonces es
¿cuál es el porcentaje ideal a utilizar? Si nos desligamos de factores medio
ambientales podríamos especular que entre un 70% y 80% del área total de la
finca debería destinarse a vacas en producción; sin embargo, la distribución de
las áreas también está en función de la capacidad de carga de las mismas. Si
consideramos en el ejemplo anterior de las fincas de 50 hectáreas, aquella que
puede destinar 38 Ha (76% del área total) para las vacas en producción tendría,
por lo tanto, un remanente de 12 hectáreas para todo el levante y su grupo de
vacas secas. Si estimamos una carga de 3 vacas/hectárea en el área de
producción, las áreas restantes (considerando su grupo horro y de levante),
deben mantener una carga de 4.6 U.G.G./Ha para asegurar su flujo de
reemplazos necesario, bajo condiciones normales (se calculó el inventario total
con una tasa de descarte de 18% y edad a primer parto de 30 meses). Si este
ganadero decide incrementar la carga en el área de producción a 4 vacas/Ha, las
áreas restantes tendrían que asumir una carga de 6.2 U.G.G./Ha, por el ajuste
correspondiente al resto del inventario, y es allí, donde surgen varias preguntas:
¿Es capaz la finca de mantener ese inventario con ese nivel de carga sin afectar
el crecimiento de los reemplazos o el estado general de las vacas secas?, si no
es capaz de hacerlo, ¿sería más rentable mantener la alta carga en producción
generando mayores ingresos y asumiendo un programa de suplementación
adicional al resto del inventario?, o ¿arrendar un terreno aparte para hacer
únicamente el levante?. Estas son el tipo de preguntas que cada cual debe hacer
y responderse en su propio hato de acuerdo, no solo a sus metas, sino también
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a las características y capacidades propias de la finca. En el Gráfico N° 2, se
observan los rangos de las fincas clasificadas según el porcentaje del área total
que está destinada al grupo de ordeño; como se puede observar encontramos
fincas que ni siquiera llegan al 50%, en tanto hay otras que pasan del 80%.

O bviamente, el ingreso total de la finca aumenta en la medida que lo hace


dicha área (para el cálculo de ingreso por hectárea, se igualó el precio del
litro al promedio general pagado a todas las fincas, con el fin de medir el impacto
de la variable en cuestión), pero como anotamos, el porcentaje ideal para cada
finca depende de sus particularidades; pero no puede en ningún caso, ir en
detrimento de las tasas de crecimiento de los animales de levante o del estado
corporal de la secas, como hemos evidenciado en algunos casos durante nuestro
trabajo de campo.

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Intensificación del pastoreo:

D urante los últimos años los ganaderos han tratado de compensar el


incremento de sus costos a través de la intensificación en pastoreo; una vez
aclarado el tema del área destinada a producción, es pertinente anotar que
aproximadamente el 70% o más de la productividad en sistemas pastoriles se
alcanza vía intensificación de las cargas; es decir, el desempeño (litros/vaca/día)
normalmente explica menos del 30% de la productividad. Como es común en
nuestras ganaderías, sobre este parámetro encontramos nuevamente una gran
diversidad de valores; sin embargo, hay un momento crítico en que la rentabilidad
de las lecherías especializadas se incrementa linealmente y es a partir de cargas
superiores a 3.0 U.G.G./Ha (una U.G.G. en nuestro sistema equivale a una vaca
en producción de 600 kilogramos de peso vivo); el problema es definir en cada
finca desde el punto de vista ambiental hasta dónde es posible presionar más la
carga. Vale la pena resaltar que un buen número de ganaderías se encuentran
ya en valores que difícilmente pueden superarse, a no ser que se incorporen
sistemas adicionales de suplementación, lo cual no es fácil en un país carente
mayoritariamente de residuos de cosecha o subproductos agrícolas. En la tabla
N° 3 se observa las fincas clasificadas por su rango de carga. El efecto de la
carga en nuestro sistema es tan influyente, que, si se comparan las fincas que
están en el último rango con respecto a aquellas que están en el primero, vemos
en términos de carga que las de éstas últimas equivalen a 3.5 veces las de las
primeras; sin embargo, obtienen rentabilidades 8 veces mayores. Es por esto que
observamos, como lo anotamos anteriormente, una tendencia por parte de los
ganaderos de seguir incrementando su rentabilidad a través de mayores cargas.

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E n un trabajo reciente (Fedesarrollo, 2019), sobre una población de 1.088
fincas evaluadas entre 2009 y 2018, se reporta un aumento de productividad
del 20% en promedio de todas las fincas durante dicho periodo. Los autores del
trabajo identifican estos resultados bajo lo que denominaron “Modelo de
tecnificación para aumento de la rentabilidad”, información que, valga decir, les
suministró FINCA S.A.S. sobre una población analizada de nuestros clientes.
Sobre dicha población, si seleccionamos únicamente el TOP25, encontramos
que estas fincas están un 38% por encima en productividad, con respecto al
promedio de la población total. Son en esas fincas en donde se dificulta hacer
mas presión por las limitantes naturales que anotábamos anteriormente y la
productividad llega prácticamente a su límite, dejando sin mayor posibilidad de
maniobra al ganadero, ante escenarios de incrementos de costos de los insumos
o bajas en el precio de la leche.

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CONSIDERACIÓN FINAL

E l objetivo de estas reflexiones y anotaciones, no es más que un modesto


aporte a los muchos análisis juiciosos y profundos del sector lácteo que
últimamente se han hecho en Colombia. Me da la sensación de que cuando
hablamos de este sector como un todo, se mete en la misma bolsa una gran
diversidad de modos de producción, medio ambientes, genéticas, niveles de
tecnificación e incluso diferencias culturales, y finalmente se trata de buscar
soluciones comunes a diferentes situaciones.

P ara un productor pequeño y alejado de la ciudad, su solución puede ser la


adecuación de las vías a su finca, un aporte del estado para la mejora de
su genética, o incluso la simple extensión del servicio eléctrico para poder
mejorar la calidad de su producto. Para otros ganaderos de zonas cálidas, la
ayuda en la implementación de sistemas silvopastoriles, con soportes reales para
la siembra y recomendaciones técnicas de especies a sembrar, con un incentivo
económico que reconozca su labor en beneficio del medio ambiente, por ejemplo.
En cambio, para un ganadero en la Sabana de Bogotá, alivios en la carga
tributaria, considerando que su actividad está centrada en un elemento básico de
la política de seguridad alimentaria del país, al igual que una tarifa de servicios
públicos más acorde con la actividad y menos con la ubicación.

C onsidero que sería necesario hacer un análisis matricial mucho mas


completo del sector lácteo en su eslabón primario (dejo por fuera
consideraciones sobre los otros porque se sale del ámbito de este escrito), y
adecuar políticas más ajustadas a cada segmento de productores; pero surge la

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pregunta: ¿Quién lo va a hacer?. Aunque las comparaciones son odiosas, vale
la pena anotar que mientras en Nueva Zelanda, en los últimos 20 años han
ejercido 4 ministros de Agricultura, que es lo normal en países democráticos, en
Colombia, en el mismo período, vamos en 13 (no se ha terminado el actual
período presidencial), lo que hace muy difícil mantener una política pública
continua y coherente.

R econozco la labor de los gremios, los esfuerzos del gobierno y el trabajo de


los ganaderos que siguen esforzándose al máximo por mejorar su
productividad, llevándola incluso en ocasiones a los límites de su oferta ambiental
para subsistir en el negocio, pero seguimos como país casi en la misma
productividad en la época en que me gradué de la universidad, hasta ahora, que
vislumbro mi retiro laboral. No deja de provocar desazón.

Fernando Osorio Sierra


FINCA S.A.S

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