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Esta maravillosa promesa fue dada en el periodo más oscuro de la historia de Israel, de manera
que bien puede ayudarnos especialmente en la actualidad cuando estamos rodeados de tanta
tristeza y depresión y cuando nos encontramos constantemente amenazados por los tres grandes
enemigos que son la duda, el temor y la preocupación. Cuando todo va bien y el sol brilla es fácil
leer nuestro versículo clave de una manera muy superficial, pero cuando las nubes de la prueba,
la desilusión, el miedo y la alarma se alargan por el cielo y oscurecen el sol, ¡qué preciosas son
entonces para nosotros estas palabras! En la Biblia no hay ninguna promesa que nos asegure que
mientras estamos en nuestros cuerpos terrenales vayamos a encontrarnos libres de problemas,
pero hay algo mucho mejor, la promesa de paz en medio de los problemas. ¿De qué nos serviría
estar libres de problemas si no tuviéramos paz en nuestro interior? Y sin embargo, ¡qué
maravilloso que en medio de la más dura batalla y en lo peor de la tormenta el alma confiada
puede tener paz interior, una paz en lo más profundo y una tranquila confianza!
(1) Es perfecta en CUALIDAD; es decir, es perfecta en la clase de paz que es. Existe una
paz imperfecta, p.ej. la paz de la ignorancia, cuando pensamos que todo va bien y en
realidad, si nuestros ojos estuvieran abiertos a la verdad, sabríamos que no es así
(Jeremías 6:14). También hay la imperfecta paz del estancamiento: la charca de aguas
tranquilas y apacibles en la superficie, pero sucia y llena de verde cieno en las
profundidades. Son muchos los hombres y mujeres que sólo conocen esa clase de paz, y
llegará el día en que la sacudida del juicio de Dios revolverá su charca y verán que no
tienen paz alguna. Hay también la imperfecta paz de la dependencia, que es una paz que
depende de alguna cosa o persona. Qué insatisfactorio es esto, porque la “cosa” puede
fallar, o la “persona” morir y entonces ¿dónde estará su paz? La paz de Dios contrasta
con estas tres clases de paz imperfecta en que Su paz es perfecta.
(1) Por Cristo Jesús. Vaya de nuevo a Filipenses 4:7 y note cómo el Señor Jesucristo es el
canal por el que la paz de Dios fluye a nuestras almas. Sólo un cristiano puede poseer esta
paz interior. No hay paz para quien no tiene a Cristo y no está descansando en Su obra
completa de salvación. Sólo por la sangre de Cristo tenemos paz (Colosenses 1:20).
(2) Por el Espíritu Santo. El Señor Jesucristo logró esa paz para nosotros en la cruz del
Calvario y por medio de Él se nos ofrece esa paz, que se transmite a nuestros corazones y
mentes por el Espíritu Santo: ver Gálatas 5:22. Así como el Espíritu llena e inunda
nuestras vidas, así también produce este maravilloso fruto en nosotros.
(3) Por su Palabra. Mire la gran promesa que se nos hace en el Salmo 119:165. Las cosas
y las personas pueden muchas veces inquietarnos, o incluso hacernos tropezar, pero esta
es una promesa de perfecta paz para todos aquellos que aman y meditan y obedecen la
Palabra de Dios.
(4) Por nuestra obediencia. Mire Levítico 26:3-6 y note como comienza con el importante
condicional “si…”. Dios nos garantiza que, si andamos en sus estatutos y guardamos sus
mandamientos, Él guardará nuestros corazones en perfecta paz; si cumplimos nuestra
parte, podemos estar seguros de que Dios cumplirá la suya.