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"Sea como sea, si la mujer suscita mi angustia, es en la medida en que quiere mi goce, o

sea, gozar de mí. Esto, por la muy simple razón (…) de que no hay deseo realizable que
no implique la castración. En la medida en que se trata de goce, o sea, que ella va por mi
ser, la mujer sólo puede alcanzarlo castrándome."

(p. 200)

"Una mujer demuestra ser superior en el dominio del goce, porque su vínculo con el nudo
del deseo es mucho más laxo. La falta, el signo menos con el que está marcada la
función fálica para el hombre, y que hace que su vínculo con el objeto deba pasar por la
negativización del falo y el complejo de castración –el estatuto del (-φ) en el centro del
deseo del hombre–, he aquí algo que no es para la mujer un nudo necesario."

(p. 207.)

"En verdad, lo que nos importa es captar el vínculo de la mujer con las posibilidades
infinitas o, más bien, indeterminadas del deseo en el campo que se extiende a su
alrededor. Ella se tienta tentando al Otro (…) cualquier cosa le sirve para tentarlo,
cualquier objeto, aunque para ella sea superfluo… Es el deseo del otro lo que le
interesa."

(pp. 207-208)

"… el masoquismo femenino es un fantasma masculino …En este fantasma, y en relación a


la estructura masoquista imaginada en la mujer, es por procuración como el hombre hace
que su goce se sostenga mediante algo que es su propia angustia. Es lo que recubre el
objeto. En el hombre, el objeto es la condición del deseo. El goce depende de esta
cuestión. Ahora bien, el deseo, por su parte, no hace más que cubrir la angustia."

Para la mujer, el deseo del Otro es el medio para que su goce tenga un objeto, si puedo
expresarme así, conveniente. Su angustia no es sino ante el deseo del Otro, del que ella
no sabe bien, a fin de cuentas, qué es lo que cubre. (…) en el reino del hombre siempre
está presente algo de impostura. En el de la mujer, si hay algo que corresponda a esto,
es la mascarada."

(pp. 209-210.)

"Don Juan es un sueño femenino (…) se trata de una pura imagen femenina. (…) El
prestigio de Don Juan está ligado a la aceptación de dicha impostura. Él está ahí siempre
en el lugar de otro. Es, por así decir, el objeto absoluto. Observen que no se dice en
absoluto que él inspire deseo. Si se desliza en la cama de las mujeres, está ahí no se sabe
cómo. Incluso se puede decir que él mismo tampoco lo tiene. Está en relación a algo
frente a lo cual debe cumplir con cierta función. Llámenlo odore di femina y nos llevará
lejos. (…) Hay que decirlo, no es un personaje angustiante para la mujer. Cuando sucede
que una mujer siente que es verdaderamente el objeto en el centro de un deseo, pues
bien, créanme, de esto es de lo que en verdad huye."

(pp. 218- 219.)

"Resulta que las mujeres hablan. Habrá quien lo lamente, pero es un hecho. Ella, por lo
tanto, también quiere el objeto, e incluso un objeto tal como el que ella no tiene. Esto
es ciertamente lo que Freud nos explicó, su reivindicación del pene seguirá vinculada
hasta el final a la relación con la madre, o sea, con la demanda. En la mujer, el objeto a
se constituye en dependencia respecto a la demanda. Ella sabe muy bien que, en el
Edipo, no se trata de ser más fuerte, más deseable que la madre – porque enseguida se
da cuenta de que el tiempo está de su lado –, sino de tener el objeto."

(p. 221)

"El –φ es el vacío de la vasija, la misma que define al Homo faber. Mientras que la mujer
es primordialmente una tejedora, el hombre, sin duda, el alfarero. Incluso ya sólo por
este lado, en la especie humana, tiene fundamento aquel estribillo –como nos dicen, el
hilo es para la aguja como la chica para el muchacho. Referencia que pretende ser
natural. No es tan natural. La mujer se presenta, sin duda, con la apariencia de la vasija,
y evidentemente es esto lo que engaña al partenaire, al Homo faber en cuestión, el
alfarero. Él se imagina que esta vasija puede contener el objeto de su deseo."

(p. 287)

"Sin el análisis, ¿de qué modo puede la mujer superar su Penisneid, si lo suponemos ahí
implícito? Lo conocemos muy bien, es la forma más ordinaria de seducción entre los sexos
– es ofrecer al deseo del hombre el objeto de la reivindicación fálica, el objeto de no
detumescencia para sostener su deseo, o sea, hacer de sus atributos femeninos los signos
de la omnipotencia del hombre."

Lacan, J (2008) El seminario. Libro 1

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