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muestra con claridad como el acoger la vida, sin planear, sin querer, sin esperar, te
puede dar una nueva vida. También es un argumento que contrasta la libertad de las
personas, con la responsabilidad hacia los demás cuando eres capaz de mirar más
allá de tus intereses.
Está la situación del perdón y reconciliación entre padre e hijo, que nace de la
experiencia del hijo de poder estar en los zapatos del padre. No imitándolo,
simplemente experimentando la maravillosa vivencia de querer ver por alguien más,
de querer proteger, acompañar, o equipar a tu hijo para enfrentar la vida que tenga por
vivir.
Y por supuesto, la gran reflexión que implica la asociación que existe entre verdad y
amor. Cuando en nombre del amor se oculta o disfraza la verdad, solo se detiene la
plenitud del amor y la unidad, esa plenitud de amor que nos muestra “el esplendor de
la verdad”, como diría Juan Pablo II.
Como verán, esta película ligera, de risa y entretenimiento, nos puede dar también
material para reflexionar sobre verdades morales que la fe católica nos presenta, para
ayudarnos a vivir en plenitud en las decisiones cotidianas que todos hacemos al vivir.
La película nos enseña darnos una cátedra de cómo creer en uno mismo es más
importante que cualquier cosa. Cómo las adversidades se pueden convertir en nuestro
mejor aliado y principalmente entender que para fracasar hay muchos pretextos pero
para triunfar hay uno sólo EL TRABAJO.
Pero en nuestro tiempo cada vez más personas llegan a ser padres o madres sin
haber querido… es lo que vive el personaje principal de la película mexicana No se
aceptan devoluciones.
La película muestra también cuánto puede sufrir un niño que no tiene un padre y una
madre que se quieren y viven con él.
Deja ver cómo muchas veces los papás se la tienen que ingeniar a la hora de
explicarles a los niños por qué uno de los dos está ausente. Una realidad dolorosa
para una mente tan inocente que reclama lo que por naturaleza le pertenece (en el
caso de esta producción, la presencia de su madre).
La película me dejó pensando en cuánto sufren los niños al percibir que sus padres se
pelean por su custodia, como ocurrió cuando la madre de Maggie regresó siete años
después con su actual pareja para querer llevarse a su hija y formar una supuesta
nueva familia.
Y esa realidad resulta tan difícil que muchos padres buscan eludirla y por ende, invitar
a sus hijos a la evasión. En No se aceptan devoluciones, Valentín inventa las historias
más creativas para que Maggie ni siquiera se imagine que su madre la abandonó
cuando era bebé. La evasión muchas veces es la consecuencia de las familias
disfuncionales. Algo cada vez más frecuente pero no por ello menos doloroso.
Pero más allá del drama, esta película enseña que a pesar de la inmadurez en la que
muchos padres reciben a sus hijos, la paternidad les hace sacar lo mejor de sí. Que
aunque la llegada inesperada de un hijo genera un rechazo inicial, los padres van
viendo en ellos el tesoro más grande que les ha dado la vida.
Bonita enseñanza. Necesaria para una sociedad que en nombre de los derechos
sexuales y reproductivos, quiere eliminar a los hijos no deseados y no entiende que
ellos podrán cambiar, y para bien, la vida de sus padres.
Quizás sea eso lo que necesiten para dejar la vida disipada y descubrir la vocación
que tiene todo ser humano a amar.