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Los maestros dan un servicio indispensable a nuestra sociedad, sin embargo, por la
miopía social y el egocentrismo de muchos de nuestros líderes, han ido perdiendo
el respeto y el lugar que merecen. Son los líderes que han abierto la puerta a las
ideologías materialistas, las cuales nos hacen creer que las personas valen por lo
que tienen, según una escala económica, sin poner atención a sus funciones
sociales.
Los medios de comunicación también fomentan esto, ya que por lo general nos
abren una ventana para conocer más de cerca la vida de los ricos y famosos, y
conceden poco espacio a los que perciben bajos salarios.
Los niños y jóvenes de hoy serán mañana los que protagonicen las batallas en la
vida y éstas serán ganadas con esfuerzo y dedicación, pero no un esfuerzo bruto,
sino bien instruido por un buen maestro.
Dice un dicho que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. No me
equivocaría al decir que igual se puede decir que una gran persona,
independientemente de su sexualidad, tiene o contó con el apoyo de un gran
maestro. Un instructor es un gran maestro cuando no sólo transmite
conocimientos certeros a sus alumnos, sino que además les enseña con el ejemplo a
cultivar hábitos que los llevarán a ser personas de éxito.
Esto es muy importante, algunos piensan que hacen el bien al abandonar los
conocimientos probados, los caminos ya recorridos. Otros tiran lo que conocen
como la verdad, y proclaman doctrinas esotéricas para agradar a los demás, para
causar asombro, para aparentar sabiduría y en casos graves para defraudar. Estas
personas siembran falsas ilusiones y sus alumnos desperdician su vida, tratando de
alcanzar algo que no existe. El buen maestro debe ser fiel a la verdad y enseñarla
sin amarguras para transmitir optimismo, respetando así, la frescura de la vida de
sus pupilos.
El catedrático tiene la obligación de enriquecer la inteligencia de los alumnos con
los conocimientos culturales y requiere para esto de una gran caridad, paciencia sin
límites y profunda humildad. Adicionalmente la sociedad ha dificultado su labor al
darle la carga adicional de soportar un sueldo de hambre. La caridad, la paciencia y
la humildad son virtudes que enaltecen, la capacidad para sufrir de hambre no es
una cualidad que debemos imponerles.