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El pueblo venezolano es cultural y espiritualmente demócrata, porque la

democracia es más que un modo de gobierno, una forma esencial de la


vida societaria. Los habitantes de esta tierra han ofrendado su vida por
preservar ese valor fundamental para el logro de la felicidad colectiva.
En el devenir histórico de su existencia, desde la independencia, cuando
la Nación se constituyó en República, después de una cruenta, larga y
sostenida lucha, ha logrado mantener la Democracia contra los avatares
de tenebrosas dictaduras militares, alzamientos, golpes de Estado,
asonadas y el asedio de ambiciosos de poder sin miramiento alguno de
los principios del orden constitucional en constante revisión,
desconocimiento y violación. La República ha contado con 29
constituciones políticas de lo más incumplidas y usadas a su manera por
gobernantes inescrupulosos, quienes han hecho uso de ellas para
ascender al poder y luego desconocerlas sin escrúpulos.

Hoy día hemos retrocedido en esa vocación política. El gobierno actual


asume a plenitud la función del Estado, sin respetar la separación de los
poderes públicos, base fundamental de la democracia como forma de
gobierno, persiste en dirigir la sociedad venezolana como si fuéramos la
Venezuela rural subdesarrollada de las tres primeras décadas del siglo
XX. El presidente de la República usurpa funciones, se extralimita en sus
atribuciones, emplea el terrorismo psicológico con interminables
alocuciones en las que amenaza, atemoriza, expropia, invade
propiedades habidas legalmente y da órdenes al poder judicial de
sentenciar a quien él considere va en dirección contraria a los principios
aberrantes que personalmente profesa. Muchos son los casos con los
cuales se muestra la descomposición moral y profesional del sistema de
justicia venezolano que el presidente ha pervertido en su esencia y
cantidad. No es de extrañar que así acontezca en el poder judicial -en el
que Aristóteles hacía residir la esencia de la democracia pues, para el
filósofo, la verdadera República es la república de los jueces- si en la
instalación solemne de ese tribunal, los magistrados, vestidos con toga
y birrete gritaban a coro “¡Uh Ah, Chávez no se va!” con la algarabía de
adolescentes perturbados. ¿Podría haber una más clara manifestación
de abyecta sumisión, complicidad y descaro?

El presidente ha demolido el poder legislativo y ordenó a la Asamblea


Nacional aprobar a quema ropa un paquete legislativo en forma abrupta,
sin consultar a nadie, en contraposición a los principios de la democracia
participativa, que resulta más un espectáculo circense que un
procedimiento constitucional para la aprobación de las leyes; todo ante
el hecho inevitable de la incorporación de los nuevos diputados no
adeptos al régimen, pero electos libérrimamente por el 52% de los
electores; y, que por efectos de la caprichosa ingeniería electoral
aprobada por la anterior Asamblea le permite tener mayoría aunque no
las mayorías calificadas, entre otras, para otorgarle al presidente
poderes excepcionales y legislar por decretos. Resulta tan descarada la
maniobra que no cuesta nada concluir que se trata de un golpe de
estado contra el Poder Legislativo, modalidad novedosa en la larga
historia de los golpes y subversiones en Venezuela. Mediante este
subterfugio carente de legalidad y legitimidad, la Asamblea Nacional
aprobó un paquete de leyes que atentan contra los derechos humanos
relacionados con la propiedad, la libre expresión del pensamiento, la
descentralización como política constitucional, la estructura político-
administrativa de la República, el uso de los medios electrónicos, la
prensa, la radio y la televisión, libertad de la que se valieron los que hoy
gobiernan y que ahora conculcan y olvidan

Aun peor ha sido la decisión de haber asumido la transferencia de su


competencia legislativa al presidente. Insatisfechos con esas leyes
aprobadas a ultranza, en horas de la madrugada, como la Ley de
Educación Universitaria y la Defensa de la Soberanía y la
Autodeterminación Nacional, ambos instrumentos propicios a la
eliminación del pluralismo ideológico y político, aprobaron la ley
habilitante que concede poderes excepcionales al presidente de la
República para legislar por Decreto, permitiendo, para cubrir las
apariencias, la mínima expresión de la Asamblea que se instaló el 5 de
enero próximo pasado; es decir, un golpe de facto contra la soberanía
del pueblo.

Ese paquete de leyes y la Ley Habilitante no responden a la situación de


emergencia ocasionada por las inundaciones; éstas son un pretexto. La
razón de ser es la de imponer un modelo de Estado y una forma de
gobierno que el pueblo rechazó de manera contundente el 2 de
diciembre de 2007, cuyos resultados específicos no ha dado a conocer
todavía el Consejo Nacional Electoral. Esos paquetes espurios, lejos de
resolver los graves problemas del pueblo como la escasez de vivienda,
el desempleo, la violencia colectiva, la corrupción pública, la niñez
abandonada, la deserción escolar, el creciente y acelerado éxodo rural,
el hacinamiento, el déficit de servicios públicos como la electricidad, el
combustible, el gas doméstico, la vialidad urbana y rural, la baja
producción nacional y el aumento incesante de la importación, los
acentúa, genera conflictos y confrontación entre los sectores sociales.

Tal es el dominio que ejerce el presidente sobre los demás órganos de


los poderes públicos que la Contraloría es nula frente al incremento de
la corrupción, y es útil como mecanismo de inhabilitación de candidatos
de la oposición, en franca usurpación de los tribunales penales, a
quienes corresponde decidir en esta materia según la Constitución. El
contubernio de la Fiscalía con el sistema judicial impide que haya juicios
en los que se respeten los derechos a la defensa y el debido proceso,
porque los retardos procesales y la sustitución abrupta de los jueces se
hacen a conveniencia del gobierno. El Consejo Nacional Electoral actúa
por mampuesto del Ejecutivo, retarda en exceso la publicidad de los
resultados electorales no obstante estar dotado de la más avanzada
tecnología en informática y computación electoral.

¿Por qué actúan así? Ellos especulan sobre un nuevo concepto de la


separación de los poderes. Para la presidente del Tribunal Supremo de
Justicia, algunos diputados y el propio presidente de la República, la
separación de los poderes no tiene sentido en un proceso
revolucionario; y el proceso no es otro que el caos, afinada teoría
política en la que el régimen justifica su acción de destruir el Estado
burgués para dar paso al comunismo como forma política,
profundizando la crisis del país, el malestar de las mayorías populares,
la impotencia colectiva y el escepticismo y desaliento en los jóvenes que
ha generado una fuga masiva de talentos. Algunos han llegado al
cinismo de afirmar que el caos que promueven está previsto en el
preámbulo de la Constitución cuando ésta se refiere al “fin supremo de
refundar la República”. Dista mucho este propósito encomiable al de
sembrar el pánico, el terror, la estulticia, la barbarie y la involución
social, en un país con abundantes riquezas y un pueblo cada día más
empobrecido y desconcertado. El caos es sólo el resultado de los
ineptos.

La Democracia que logramos con el derrocamiento de la sangrienta


dictadura militar el 23 de enero de 1958, está sometida a los vicios del
despotismo primitivo, propio de las montoneras del siglo XIX, bajo el
liderazgo de caudillos inescrupulosos, codiciosos y sediciosos, que se
valieron del estatuto de la libertad y el respeto a los derechos humanos,
para ascender al poder y hoy se rebelan contra aquél con el mayor
cinismo y la pérdida de la memoria colectiva de un pueblo que ha
sabido responder sólo con las armas de la democracia, el voto universal,
personal y secreto, mediante el cual ha depuesto y depondrá a los
usurpadores. Venezuela experimenta de nuevo una imperceptible, por
ahora, exacerbación del fuero militar. El gobierno ha incurrido en el
más alto nivel de gasto público y endeudamiento en armas, muchas de
ellas obsoletas y en la mantención de una copiosa y ociosa nómina
militar, inutilizada por la molicie, que constituye una debilidad física y
psicológica ante una emergencia nacional.
Los universitarios venezolanos defendemos, en primera instancia, la
Democracia como la forma de vida colectiva que asumimos para
siempre como pueblo; y, por consiguiente, la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, que nos dimos como pacto social
soberano, y que moral y jurídicamente restauraremos mediante la lucha
popular y los comicios electorales consecutivos hasta establecer un
verdadero Estado democrático regido por la Constitución.

La Universidad venezolana, inspirada en su alta misión ductora ante la


Nación y su pueblo, manifiesta públicamente su adhesión a la lucha
popular por la defensa de la Democracia, la Constitución, y por su
dignidad, autonomía y respeto a sus derechos para cumplir cabalmente
su sagrada misión universal en el devenir humano, con la prioridad
inminente de su pueblo ¡Venezuela!

ANÁLISIS LEY DE EDUCACIÓN UNIVERSITARIA (LEU)

La Universidad, como institución universal, milenaria y fundamental,


rinde una función determinante en el progreso del pueblo venezolano.
No obstante, en su devenir, regímenes despóticos atentan contra su
esencia y razón de ser, al perturbar su gran misión rectora en las
humanidades, las ciencias, las tecnologías, las técnicas, las artes, las
culturas y la formación del talento que exige el desarrollo de la
sociedad.

La Universidad tiene la dualidad de ser esencia de la sociedad civil,


puesto que ésta la ha concebido y creado; y, a la vez, estructura que el
Estado regula; pero que no pude regimentar como si fuera un
estamento subordinado, carente de libre pensamiento, y sometido a la
ortodoxia del poder político de turno.

El actual gobierno, mediante una Ley concertada y con fines


preconcebidos, pretendió desconocer su naturaleza y autonomía; e
ignorar el reconocimiento que el pueblo le ha conferido desde el origen
histórico de la Nación hasta el presente, no obstante las circunstancias
negativas, diatribas y percances de toda índole. Este gobierno se
propuso, mediante esa Ley inconstitucional, generar en la vida interna
de cada institución universitaria el caos que impedirá su gobernabilidad
autónoma, su alta misión, su grandeza de espíritu, hasta justificar, en
su evidente perjuicio, la intervención solapada y la opresión, su
aniquilamiento, propias de los regímenes autoritarios, centralistas y
autocráticos. ¿Qué visión de futuro podemos tener quienes integramos
esas instituciones, a la sombra de ese conjunto de normas directas o
sobrentendidas que pretenden implantar el caos en nuestras casas de
estudio?

Si, a la luz de la Ley de Universidades, que se propuso derogar


irracionalmente la Asamblea Nacional, obsecuente, sumisa y
complaciente, la Universidad es una comunidad espiritual que reúne a
profesores y estudiantes en la búsqueda de la verdad; ella pasaría a ser
según la nueva ley aberrante el recinto del dogmatismo impuesto por el
pensamiento único del gobierno, cuyo efecto será el caos y la regresión
institucional como acontece hoy en todo el país; entonces, la
Universidad dejaría de ser dolorosamente la casa que vence las
sombras; y sería un ser que languidece en la penumbra de la ignorancia
y la barbarie.

El pasado 23 de diciembre de 2010, la Asamblea Nacional aprobó y


sancionó la Ley de Educación Universitaria, LEU. En el proceso de
elaboración, discusión y aprobación, como en su contenido, se
desconocen y se ignoran de forma expresa y reiterada principios y de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que convierte la
mencionada Ley, en una ley inaplicable por ser violatoria en su forma y
en su contenido de la constitución venezolana. Ç

1. INCONSTITUCIONALIDAD DE LA LEU

VIOLACIÓN DEL PRINCIPIO DE SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL.

De acuerdo al artículo 7 de la mencionada Constitución, ésta “(…) es la


norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las
personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta
Constitución”. En tal sentido, la Ley debe hacerse en apego estricto a los
mandatos constitucionales so pena de violar; igualmente, el artículo 25
de nuestra Carta Magna, que dice: “(…)Todo acto dictado en ejercicio
del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por
esta Constitución y la ley es nulo, y los funcionarios públicos y
funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en
responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les
sirvan de excusa órdenes superiores”.

Por otra parte el artículo 211 de la Constitución Nacional de la


República Bolivariana de Venezuela el cual dice “La Asamblea Nacional o
las Comisiones Permanentes, durante el procedimiento de discusión y
aprobación de los proyectos de leyes, consultarán a los otros órganos
del Estado, a los ciudadanos y ciudadanas y a la sociedad organizada
para oír su opinión sobre los mismos (…)” Además la anterior postura de
la Asamblea Nacional se agrava al desconocer de una manera
irresponsable la propuesta que, consciente de su responsabilidad en la
orientación de la vida del país mediante su contribución, presentó la
comunidad universitaria nacional respaldada por más de 38.000 firmas
de universitarios.

La Asamblea Nacional, en el proceso que dio origen a la Ley de


Educación Universitaria, se olvidó de la decisión soberana del pueblo
venezolano, actuando con carácter de Poder Constituyente Originario,
cuando expresó en forma clara, en el Referéndum Constitucional del
pasado 2 de diciembre de 2007, su RECHAZO a cualquier mención del
socialismo en el Ordenamiento Jurídico Nacional, ratificando de esta
manera el texto de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela promulgada en diciembre de 1999 que, en modo alguno
hace mención a lo largo de su contenido frases o expresiones como:
“la construcción de un modelo productivo socialista”, o a “una sociedad
socialista”, o “la construcción de una patria socialista”, conceptos estos,
hechos letra permanente en la redacción de los artículos de la LEU. De
manera concreta se evidencian en el contenido del artículo 3, numeral 2,
que habla de “(…) la construcción de una sociedad socialista”; en el
artículo 4, numeral 12, el cual habla de “(…) impulsar un modelo
productivo socialista”; el artículo 14 y el artículo 46, numeral 2, los
cuales se refieren a “(…) la construcción de la Patria Socialista
Bolivariana”; la sección tercera del Capítulo III de la Ley que refiere al
“Desempeño, Servicio Comunitario y Contribución con el Modelo
Productivo Socialista; el artículo 60 referido a la “Educación universitaria
y el modelo productivo socialista”; y el artículo 105 donde se lee la
“vinculación de las instituciones de educación universitaria con el
modelo productivo socialista”.

La Asamblea Nacional aturde el sentimiento de los venezolanos al


calificar a la República Bolivariana de Venezuela como “Patria Socialista
Bolivariana”, tal como se le denomina en la Ley. Contrario a esta
calificación la Constitución Nacional, en su artículo 2, dispone que
“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho
y de Justicia, que propugna como valores superiores de su
ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia,
la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en
general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el
pluralismo político”.
Esta misma forma de concebir la función universitaria orientada a la
creación de una sociedad, un modelo productivo y una república
socialista, atenta contra lo dispuesto en el artículo 102 constitucional el
cual plantea que “(…) La educación es un servicio público y está
fundamentado en el respeto a todas las corrientes del pensamiento
(…)”, porque la esencia de la universidad está en su carácter de fuente y
debate de las diversas corrientes del pensamiento. La universidad, como
comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y
estudiantes en la tarea de buscar la verdad (Ley de Universidades de
1970, Art 1), debe estar abierta a todas las corrientes del pensamiento
universal, y la formación que se imparte en ellas debe propender al
pleno desarrollo de la personalidad.

VIOLACIÓN DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA

La autonomía universitaria, como es bien conocido, tiene diversos


matices o manifestaciones, pudiéndose mencionar entre ellas la
autonomía normativa, organizativa, decisoria, financiera y quizás, la
más significativa, la autonomía académica la cual, en palabras del
Profesor Antonio Moles Caubet, en la obra titulada Estudios de Derecho
Público, “(…) la autonomía universitaria por antonomasia y expresado en
términos corrientes, le corresponde decidir qué se ha de enseñar o
investigar, cuánto hay que enseñar o investigar, cómo hay que enseñar
o investigar, con quién o con quiénes hay que enseñar o investigar”.

Sobre la autonomía universitaria, la Constitución de la República


Bolivariana de Venezuela determina en su artículo 109 la autonomía
como principio y jerarquía y, además, “(…) Se consagra la autonomía
universitaria para planificar, organizar, elaborar y actualizar los
programas de investigación, docencia y extensión. Se establece la
inviolabilidad del recinto universitario”. En este sentido, la LEU le otorga
al Ministro de Educación Universitaria, en el artículo 11, numerales 2 y
3, competencias para regular, supervisar y controlar, el funcionamiento
del subsistema de educación universitaria y de sus componentes, así
como para planificar, coordinar y ejecutar políticas y programas,
respectivamente; programas, funciones y actividades que le
corresponden por mandato de la Constitución a las universidades en
ejercicio pleno de la autonomía universitaria.

VIOLACION DE LOS DERECHOS HUMANOS

El artículo 20 de la Constitución, establece “Toda persona tiene


derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más
limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y del orden
público y social”. Con relación al desarrollo de la personalidad, entendida
como la facultad natural de toda persona a ser individualmente cómo
quiere ser, sin coacción, ni controles injustificados o impedimentos por
parte del Estado, la LEU establece limitaciones en el artículo 11, numeral
3, literal l, al otorgarle al Ministro facultades para formular, planificar,
coordinar y ejecutar políticas y programas para “El acceso de la
comunidad universitaria a la información; intercambios académicos,
recreativos, deportivos y artísticos, publicaciones; tecnología de la
información y comunicación; así como otros medios que fortalezcan la
innovación y expansión de la educación universitaria”. Pero, además, el
artículo 108 constitucional señala que “(…) El Estado garantizará
servicios públicos de radio, televisión y redes de bibliotecas y de
informática, con el fin de permitir el acceso universal a la información.
Los centros educativos deben incorporar el conocimiento y aplicación de
las nuevas tecnologías, de sus innovaciones, según los requisitos que
establezca la ley”. Además, la LEU deja en manos del Ministro la
decisión del acceso a la información o a intercambios de cualquier tipo, o
a la tecnología, el artículo 11, numeral 3, literal o, conculca el derecho al
libre tránsito, hacia otros países, de profesionales universitarios con la
excusa de “(…) salvaguardar el patrimonio intelectual, científico,
cultural, artístico y profesional de la República (…)”, violando de esta
forma el artículo 50 constitucional donde se especifica que “Toda
persona puede transitar libremente y por cualquier medio por el
territorio nacional, cambiar de domicilio y residencia, ausentarse de la
República y volver, trasladar sus bienes y pertenencias en el país, traer
sus bienes al país o sacarlos, sin más limitaciones que las establecidas
por la ley”.

DEL DEBER DE TODO CIUDADANO

Los comentarios anteriores demuestran que la LEU es violatoria de


varias disposiciones de la Constitución y ante estas eventualidades la
propia Carta Magna prevé mecanismos y acciones para garantizar su
inviolabilidad asignando deberes a todos los ciudadanos. Es así como el
artículo 333 constitucional dice: “Esta Constitución no perderá su
vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere
derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal
eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de
autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su
efectiva vigencia”. Por tanto consideramos que ante la eventualidad de
acatar una ley inconstitucional está el sagrado deber ciudadano de
procurar la defensa de los principios, valores y derechos consagrados en
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Por otra parte,
el artículo 334 constitucional obliga a los Magistrados del Tribunal
Supremo de Justicia y a todos los Jueces de la República “asegurar la
integridad de esta Constitución”

2. ¿CÓMO LA LEU AFECTARÍA LABORALMENTE A LA COMUNIDAD


UNIVERSITARIA?

Nuestra comunidad universitaria, se encuentra compuesta por:

• LOS ESTUDIANTES
• LOS DOCENTES
• EL PERSONAL ADMINISTRATIVO
• EL PERSONAL OBRERO
• LOS EGRESADOS
• LOS JUBILADOS

Ahora, con la Ley de Educación Universitaria, la comunidad universitaria


quedaría compuesta por (Art.65 LEU):

• ESTUDIANTES
• TRABAJADORES ACADEMICOS
• TRABAJADORES ADMINISTRATIVOS
• TRABAJADORES OBREROS
• EGRESADOS QUE CUMPLAN LAS CONDICIONES
ESTABLECIDAS POR EL MINISTRO.

Si la norma se hubiere aplicado, surgirían dos exclusiones.

• LOS JUBILADOS
• LOS EGRESADOS QUE NO CUMPLAN LAS CONDICIONES
ESTABLECIDAS POR EL MINISTRO.

Eliminando, así, dos factores fundamentales de la comunidad


universitaria

La LEU, quería establecer un principio de discrecionalidad subjetiva a


favor del Ministro, cuando:

1°) El Ministro regularía, supervisaría y controlaría personalmente la


carrera de los trabajadores académicos en cualquier tipo de institución,
lo que incluye el ingreso, la permanencia, el desempeño, la formación
permanente, el ascenso, la promoción, el régimen disciplinario y el
egreso de la institución (Art. 11.2.K LEU)
2°) El ministro establecería, mediante reglamento especial, un sistema
de carrera, estabilidad y remuneraciones de los administrativos y
obreros (Art. 67 LEU)

Solo para citar algunos ejemplos establecidos en la LEU, vean los


siguientes:

• El ingreso, permanencia, desempeño, formación


permanente, ascensos, promoción, régimen disciplinario, y
egreso del personal académico, sería regulado por el Ministro.
• A cuál información podría acceder la comunidad
universitaria, a cuáles intercambios académicos, recreativos,
deportivos y artísticos se podrían asistir; publicaciones y
tecnología de la información se pudiera accesar, sería decidida
por el Ministro.
• Las Universidades deberían abstenerse de ingresar personal
académico a dedicación de medio tiempo, limitando el derecho al
trabajo.
• La LEU ordenaba la aplicación de acciones a fin de que el
personal académico que se encuentra laborando a medio tiempo
pasara a otro tipo de dedicación, limitando el derecho a la
libertad de trabajo y violentando el principio de progresividad de
los derechos humanos de cada trabajador establecido en el
Artículo 19 de la CBRV

El hecho de que se dicten normas para los docentes no implica que no


se pueda aplicar a los administrativos y obreros.

Desde el punto de vista, de cómo se va a regular las relaciones entre el


personal y la Universidad se planteó lo siguiente:

• La relación laboral de los trabajadores y las trabajadoras obreros


se regirá por la legislación laboral ordinaria, sus reglamentos y
convenciones colectivas o normativas laborales.
• El régimen funcionarial de los trabajadores y las trabajadoras
administrativos será el contemplado en la ley, reglamentos y
convenios marco que rijan la función pública.
• Los trabajadores y las trabajadoras académicos se regirán por la
Ley Orgánica de Educación, la LEU, las normas de homologación y
actas convenio, así como por la legislación laboral ordinaria, en
cuanto corresponda.
En consecuencia, vistos los aspectos laborales anteriores se puede
concluir que el régimen de personal para todos los trabajadores
universitarios, si se hubiera aprobado la LEU, sería establecido,
manejado y decidido por el Ministro, el cual podría decidir, cómo,
cuándo y dónde sería que el trabajador universitario ejercería sus
labores, sin tomar en cuenta sus derechos adquiridos.

CONCLUSIÓN

El Presidente de la República ha señalado que la ley sancionada, LEU,


presenta “fortalezas y DEBILIDADES” y que “la misma debe ser
sometida a un debate nacional con profundidad”. De lo anterior se
desprende que este proceso aún no ha concluido y que se avizora de
nuevo la discusión de una ley para las universidades. En consecuencia,
no nos engañemos los universitarios: profesores, estudiantes,
empleados, técnicos y obreros; el veto a la Ley no es una actitud
transparente del gobierno y los demás personeros del Estado. Es una
tregua hábilmente concebida para tomar oxigeno frente a la
contundente y digna actitud del pueblo que ama a su Universidad.

Ratifiquemos la convocatoria que de manera insistente hemos hecho al


debate abierto, democrático y paritario; que vengan a nuestros recintos
a plantear sus intenciones con la seguridad de que respetaremos su
investidura, inclusive que vengan con sus armas, aunque no haya
necesidad de ellas, porque podemos garantizarles sus vidas e
integridad.

Si es nuestro deber como ciudadanos defender la Constitución y la


Democracia, es nuestro deber como universitarios presentar nuestras
ideas y nuestro proyecto de Ley de Universidades, que regule la vida de
la universidad venezolana para ofrecerlo transparentemente a la
Nación. No admitiremos dádivas y concesiones de última hora, y menos
fingidos arrepentimientos. Haremos uso de la iniciativa popular para
presentar nuestro proyecto, y sólo habrá que recoger 18.000 firmas, y
presentarlo a la Asamblea Nacional, y si ésta no lo discute, como suele
suceder y es muy probable, convocaremos el referéndum aprobatorio
previsto en la Constitución Nacional. ¡Así debe ser la lucha de las ideas
frente al despotismo!

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