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PRIMER BLOQUE

Está constituido por cinco temas, que corresponden a


los cinco rasgos que proponemos para el perfil bíblico
de los jóvenes postmodernos.

1. Establecer una relación personal y amorosa

PRIMER BLOQUE
con Dios
2. Tener sentido de alteridad
3. Estar dispuesto a buscar la sabiduría
4. Asumir su compromiso político
5. Afrontar los retos de la injusticia y la
violencia

Cada uno de estos temas, está dividio a su vez, en dos


partes:

Primra parte: Antropología Bíblica; acercamiento a la


Sagrada Escritura desde la Antropología, para
observar los usos y costumbres que en el texto
inspirado se perciben a lo largo de la historia,
especialmente en relación con los rasgos
propuestos.

Segunda parte: Postmodernidad y Juventud; por


contraposición a la primera parte, se observa
cómo se viven en plena postmodernidad esos
mismos usos y costumbres, especialmente desde
el ángulo de la juventud.
2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2. ESTABLECER UNA RELACIÓN


PERSONAL Y AMOROSA
CON DIOS
2.1 Dios, destino del ser humano
2.1.1 Homo religiosus
2.1.2 Sin detrimento de la libertad
2.1.3 La interculturalidad como amenaza
2.2 La relación con Dios a través de su Palabra
2.2.1 Homo loquens
2.2.2 Dios, interlocutor amoroso del hombre
2.2.3 La oración: diálogo Dios - hombre
2.2.4 Dios, celebrado en la vida y en el culto
2.3 Responde al llamado a ser profeta
2.3.1 El hombre es un ser vocacionado
2.3.2 Vencer las propias resistencias
2.3.3 Testigo de Dios, aun en medio de la
adversidad
2.3.4 Denunciar el mal con firmeza
2.4 Observa una conducta moralmente recta
2.5 Los jóvenes posmo frente a la cuestión religiosa

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2. ESTABLECER UNA RELACIÓN


PERSONAL Y AMOROSA
CON DIOS

I PRIMERA PARTE: ANTROPOLOGÍA BÍBLICA


2.1 DIOS, DESTINO DEL SER HUMANO
2.1.1 Homo religiosus
Sólo se es plenamente persona cuando se establece con Dios una relación personal,
consciente, libre y amorosa; sólo Dios puede dar al ser humano su pleno sentido; sólo
cuando Dios ocupa en su corazón el lugar que le corresponde, se puede decir que se
es verdadero hombre.

EVITERNO El hombre es un ser eviterno y teleológico, con un destino perdurable:


Habiendo Dios; por ello, el ser humano es un ser esencialmente religioso.1 Sin
comenzado embargo, la validez de esta religiosidad está actualmente en cuestión –
en el tiempo, no pocos se empeñan en negarla, sobre todo desde al ámbito ético y
no tendrá fin. político–; pero basta con observar el desasosiego del corazón humano en
busca de la felicidad y la plenitud, que no logra aquietarse con la posesión
TELEOLÓGICO
Destinado
de las creaturas, para pensar que necesariamente existe un Ser Superior,
a un fin único capaz de satisfacer esa sed del hombre.

Por otra parte, es un hecho constatable que la religiosidad no es una etapa –y por lo
tanto, algo pasajero– en el desarrollo de la humanidad, sino que es una constante
antropológica, un fenómeno universal. Por primitivo que sea el ser humano, le vemos
adorando a un Ser Superior, cuya existencia y poder se manifiestan en la naturaleza:
el rayo, el viento, el fuego, la lluvia, la luz y las tinieblas, la fecundidad de la tierra.
No es que adore los fenómenos naturales en sí mismos, sino a aquello que los mueve,
los agita, les da sustento; incluso está también la realidad de la zoolatría, hasta llegar
a la idolatría de las obras de sus manos, que es la tentación que aún hoy lo esclaviza.

1
Parece oportuno explicitar que este capítulo –como todos los demás que componen este estudio–
está realizado desde el punto de vista del creyente, por lo que damos por sentado la existencia de
Dios y otros aspectos de la religiosidad del hombre.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

La experiencia multisecular muestra que la irrupción de lo divino en la vida del


hombre surge con el hombre mismo. Dios está en el núcleo de su identidad; Él da
cohesión y coherencia a la vida humana y le acompañará mientras la humanidad
exista. De ello hay vestigios a lo largo de toda la historia y la geografía universales.

Dios no es una cosa entre las cosas, ni la suma de todas ellas, ni el englobante
supremo o trasfondo últmo. Es, más bien, la respuesta última a la problemática
del mundo y del hombre. Aquello que buscan los hombres desde el fondo de
su indigencia y limitación constitutivas conscientemente asumidas. Porque nos
sentimos deficientes y finitos, pero con capacidad para más ser que el que nos
dan las cosas, nos interrogamos y nos abrimos a lo que está fuera y por encima
del mundo. Esta capacidad e insatisfacción constituyen nuestra grandeza, a
la par que son el fundamento de nuestro trascendimiento hacia realidades y
valores siempre mayores. La última respuesta y el valor supremo, que confieren
pleno sentido a esta exigencia radical del hombre, es lo que comúnmente se ha
venido entendiendo por Dios.2

Esta dimensión religiosa, que a veces es tan primitiva como una vaga y difusa
percepción interior de lo infinito, de lo inmenso, con su vertiente personal y su
expresión social, viene a completar la dimensión relacional del hombre,
plenificándola, en cuanto que el centro no lo constituye el hombre, sino Alguien
superior, a quien éste se debe y que es el sustento de su trascendencia; estar remitido
a Dios es la superación definitiva de la inmanencia humana. Y si las relaciones
personales del hombre, son a la vez parciales –pues nos relacionamos con los demás
según diversos roles: marido y mujer, padres e hijos, hermanos, amigos, vecinos,
conciudadanos– la relación con Dios, a cuya imagen ha sido hecho, 3 es la más
personalizadora; ante Él cada uno es total, verdadera y absolutamente lo que es.

La concepción de Dios que tiene el hombre, condiciona la concepción que éste tiene
de las diversas realidades en las que está inmerso y, tratándose del hombre bíblico,
esto alcanza un nivel eminente, pues sin relación con Dios, prácticamente no existe.

2
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es? 206-207.
3
«L’immagine di Dio afferma che l’uomo è uomo davanti a Dio. L’uomo ha bisogno dello sguardo
d’un altro per essere veramente se stesso e questo altro, per l’autore biblico, non può che essere
Dio. L’uomo è immagine non di se stesso, ma di un Altro che egli non riuscirà mai ad afferrare e
che gli sfuggirà continuamente, perchè Dio, giustamente, non ha immagine ma un Nome ed una
storia». I. SANNA, «L’ Antropologia della postmodernità e la coscienza cristiana» en Studia
Moralia. vol. 40, no. 2 (Dic 2002). 334.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

El destino del hombre es encontrarse con Dios, no como quien descubre una teoría,
un concepto, una idea, sino una Persona; reconocerle como su creador, distinguir su
voz de las voces de tantos ídolos, comunicarse con Él, unirse a Él, descubrirle como
el sentido de su vida –primer don que ha recibido gratuitamente–. No se trata de
esperar de Dios intervenciones continuas, directas, casi mágicas, que le saquen de su
marasmo, que sean la solución de cuantos obstáculos dificultan su felicidad, que
anulen las causas segundas y de paso su libertad, para ir conduciendo la
TEOFANÍA vida de los hombres, de emoción en emoción, en espera pasiva e
Manifestación inevitable de que su destino se cumpla. ¡No! Se trata de encontrarse con
visible de Dios
Él libremente, en la cotidianidad de la existencia, sin teofanías
particulares, sin dicotomías entre la vida ordinaria y la vida religiosa, en
el tejido de la propia historia. Se trata de una experiencia de Dios que compromete
con Él y no de un mero conocimiento especulativo, intelectual, sobre la divinidad.

El cumplimiento definitivo de este destino del hombre se da justo cuando,


aparentemente, la vida es vencida por la muerte, pues en realidad es la muerte la que
es vencida por la vida, la vida definitiva, la vida eterna, la vida en la presencia de Dios
por la resurrección.4

La nostalgia de plenitud, la sed de infinito, el anhelo de armonía y trascendencia, el


aguijón de las reiteradas decepciones de este ser de barro con aliento divino, sólo
encontrará en Dios, algún día, respuesta, satisfacción; por lo pronto, tal vez sólo
sentido y, para quienes afirman la muerte de Dios, ni siquiera eso.

Este primer rasgo para un perfil juvenil surge de la concepción bíblica que ve al
hombre siempre en su relación con Dios, siendo Éste el centro de la reflexión
bíblica. La valía del hombre −de cualquier edad− radica en ser imagen y semjanza de
Dios, su creatura y, sorprendentemente, su interlocutor. ¿No es como para dar vértigo?

2.1.2 Sin detrimento de su libertad


Sin embargo, el ser humano es libre de aceptar o no aceptar la presencia de Dios en
su vida, es libre de resistirse a la imantación que le atrae hacia Él; Dios no se impone
como destino de aquellos que no le desean en su vida, pues a nadie se le puede pedir
amor por la fuerza; el hombre, este ser religioso por naturaleza, permanece libre frente
a la divinidad.

4
La revelación sobre la resurrección no aparece en los libros veterotestamentarios más antiguos, sino
hasta ya muy avanzada la historia del pueblo de Israel, apenas un par de siglos antes de Cristo.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

El hombre es un ser determinado por una serie de circunstancias: su dotación genética,


el ambiente familiar en el cual creció, el contexto socio – cultural en el que se
desenvuelve, la educación que ha recibido, la clase social a la que pertenece, sus
pasiones y preferencias, sus debilidades y capacidades innatas, etc. Pero hay un
margen de indeterminación donde se puede ejercer nuestra capacidad de elección, de
opción, de autonomía, es decir, donde se puede ejercer la libertad. Y en ese ámbito de
indeterminación, el hombre es libre para autodeterminarse, para decidir qué elegir y,
mientras más eminente sea el objeto de elección, más libre es el hombre, de aquí
que la máxima expresión de su libertad se da cuando opta por Dios.

Ser libre es prerrogativa del ser humano y, al ser dueño de sí mismo, es libre de
convertirse en una palabra muda –valga la antinomia– ante la llamada divina; ese es
el riesgo de ser libre; luego el destino del hombre no es inexorable, ni siquiera cuando
este destino es Dios mismo. Pero eso si, quien no se encuentra con el verdadero Dios,
acaba hincándose frente a cualquier sucedáneo; hay más riesgo de convertirse en
idólatra que en ateo.

La Escritura presenta al hombre, desde el principio, como un ser con libre albedrío,
capaz de decidir y, en consecuencia, responsable de tales decisiones; no hay en las
páginas de la Biblia el más mínimo rastro de determinismo como inexistencia de
libertad, y la ausencia de una especulación bíblica sobre la libertad, no significa que
se desconozca esta realidad. El texto clásico de Dt 30,15-20,5 habla claramente al
respecto, pues Yahvéh pone al pueblo en situación de elegir qué camino seguir; así
como el hecho de que la vida religiosa de los judíos estuviera caracterizada por leyes
y mandatos, que suponen la libre decisión de cumplirlos o no. El hombre es el
constructor de su propio destino, según enseñanza de Eclo 15,14-176; él tiene que
hacerse, tiene que decidir acerca de su forma de vivir y esto sin desconocer los
condicionamientos externos e internos que amenazan, pero difícilmente anulan, el
ejercicio de la libertad. La libertad, ciertamente, está herida de muerte, pero no ha
muerto, por más que algunos pretenden exhibir su acta de defunción.

5
«Mira que te he ofrecido en este día el bien y la vida, por una parte, y por la otra, el mal y la muerte.
Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra ustedes de que he puesto ante ti la vida y la
muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia,
amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y allegándote a Él; porque eso es tu vida y la duración
de tus días.» Dt 30,15.19-20.
6
«Al principio hizo al hombre y lo dejó en manos de su propia conciencia. Si tú quieres, puedes
observar los mandamientos y está en tus manos permanecer fiel. El ha puesto ante ti el agua y el
fuego lleva tu mano a lo que quieras. Ante el hombre está la vida y la muerte: lo que prefiere cada
cual le será dado.» Eclo 15,14-17.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2.1.3 ¿La interculturalidad como amenaza?


Indiscutiblemente la religiosidad incluye la dimensión social, pública, comunitaria,
por lo que no puede privatizarse, sino que incluso se encarna en las diversas culturas.
Que las sociedades hayan sido monoculturales, facilitaba la convivencia entre sus
miembros y la fidelidad a las propias tradiciones, especialmente las religiosas; por el
contrario, la interculturalidad, como contacto entre diversas culturas, sobre todo
cuando una tenía el rol dominante sobre la otra, podía conducir a la asimilación de
ésta por aquélla, hasta su total extinción, aunque lo más común era que sólo se dieran
procesos parciales de influencia y mestizaje, con lo que esto conlleva de diálogo
intercultural y de crítica intracultural, proceso que tiene matices tanto positivos como
negativos.

Este es el caso de la cultura israelita, que en diversas etapas de su historia se ve


sometida al contacto continuo y prolongado con otras culturas, con lo que para ella
implicaba el riesgo de contaminarse, de perder su cultura, sus tradiciones, sus
usos y costumbres y, con ello, su identidad como pueblo elegido por Dios para
establecer con él una alianza –baste pensar en el riesgo del politeísmo cirundante,
frente al monoteísmo israelita–. De aquí la insistencia de algunos de sus líderes en
rechazar las influencias exógenas que alejaban al pueblo de las prescripciones de la
alianza.

Para Israel la cuestión se agrava por su situación geopolítica, pues está ubicado en un
punto donde convergen las grandes culturas de los asirios, babilonios, persas, egipcios
y, para colmo, más tarde, es objeto de la dominación de estos grandes imperios. Todos
ellos empeñados –unos más y otros menos– en crear una cultura única, universal, con
lo que esto supone de sincretismo por la unificación / imposición religiosa. El reto
para el pueblo elegido, a lo largo de su accidentada historia, es inmenso: permanecer
fieles a su identidad, derivada y representada en la alianza con Yahvéh, lo que
conlleva una cierta conducta particularista que, sin embargo, acabó asimilando
elementos culturales –generalmente positivos– de otras culturas, sobre todo la griega.

Los israelitas se distinguen y mantienen como pueblo separado porque guardan –fieles
a su destino– el recuerdo de las acciones de Dios. Son un pueblo–memoria, un
monumento vivio al recuerdo de su diferencia, que en el fondo se identifica con la
diferencia de Dios, quien, empezando con Israel, ha iniciado una actuación salvífica
a favor de todos los hombres.7

7
X. Pikaza, Antropología bíblica: Tiempos de gracia. Sígueme, Salamanca. 2006. 191.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2.2 DIÁLOGO DIOS - HOMBRE

2.2.1 Homo loquens


La palabra humana reviste una gran importancia8 en la Antropología –y,
HOMO
por supuesto, en la Antropología Bíblica–. El hablar define al hombre; el LOQUENS
lenguaje es algo característicamente humano, es signo de la inteligencia Hombre
humana, es actividad creadora de significados; es distintivo específico y “habl ante”
realización del hombre. No es simplemente una manera de nombrar la
realidad o de transmitir mensajes, sino que dota de significaciones y valoraciones a
las cosas que pueblan nuestro mundo interior y exterior, es decir, a la totalidad de la
vida humana; es vehículo privilegiado para revelar nuestra interioridad; es la
mediación que permite relacionarse con el mundo y le da la posibilidad de estar
abierto a los demás y a todo lo otro: saberes presentes y pasados, tradiciones e
historia; es un medio para crear sinergia, pues la comunicación estrecha lazos, crea
comunión, favorece la colaboración. Conversar, con las reglas implícitas que supone,
–la palabra, la escucha y el silencio–, hace al hombre realizarse como un ser
relacional, social –no simplemente gregario–, pues la comunicación crea comunión.
Por el contrario, la falta de comunicación, de diálogo, lleva no sólo a la soledad, sino
a la muerte, no sólo padecida sino infligida, a sí mismo o al otro.

Cada hombre –y la creación entera– se puede considerar una


palabra pronunciada por Dios; el Génesis así lo sugiere,9 por ANTROPOMORFISMO
lo que otra de las felices consecuencias de haber sido creado a
Atribuirle a
imagen y semejanza de un Dios que habla –si se nos permite
Dios cualidades o
el antropomorfismo–, es el don de la palabra; el hombre es rasgos humanos
capaz de hablar, de comunicarse, de entrar en diálogo consigo
mismo, con los demás e incluso con Dios.

La palabra es vehículo privilegiado para la Revelación, mediante la cual Dios se da a


conocer al hombre y le manifiesta su designio de salvación. Es también gracias a la
palabra que el hombre puede formular juicios morales, expresar la distinción básica
entre el bien y el mal; y en torno de estas formulaciones, crear una comunidad que las
comparte, es decir, que está sustentada por esta plataforma, que fue posibilitada por
el lenguaje como base de la ética.

8
La importancia de la palabra humana se puede deducir también de la cantidad de preceptos que
hay respecto de la “lengua” y su capacidad de causar daño: Ex 20,16; Lv 19,12; Num 23,19; Dt
15,20; Eclo 20,24-26; 28,13-26; 34,4;
9
«El hombre es un ser hablado por Dios. En cierto modo, cada hombre es una palabra divina». J. L.
LORDA, Antropología Teológica,. EUNSA, Navarra. 20132. 226

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2.2.2 Dios, interlocutor amoroso del hombre


Es preciso que cada ser humano, asumiendo su naturaleza terrosa, se atreva a tomar
conciencia de la presencia de Dios en su vida y lo acoja libremente, pues a diferencia
de los otros seres de la creación, lo característico del ser humano es poder entrar en
contacto, consciente y voluntariamente, con Dios, el interlocutor por excelencia del
hombre; acercarse a su misterio inefable, con la humilde pretensión de conocerlo, de
saber quién es, cómo es, qué espera de nosotros, el por qué de esta imantación de
nuestro ser hacia Él. Entonces estará el hombre en condiciones de saber qué es ser
hombre y de experimentar a Dios como coprotagonista del drama humano. La
Escritura reseña en forma abundante cómo los hombres hablan con Dios; desde Adán
y Eva, pasando por Abraham, Moisés, Samuel, David, los profetas…

La confianza ha de tener la primacía en estas conversaciones; confianza de no estar


frente a un ser temible, confianza de que su atrevimiento no será motivo de sanción,
por el contrario, confianza de ser escuchados, confianza de ser alguien frente a la
divinidad, confianza en la presencia y los designios de Dios, confianza en que Él no
limita nuestros horizontes, sino los crea, confianza sobre todo, de que nos ama
inmensamente;10 poder acercarse a Él sin recelo, sin miedo,11 sin sospechas de las
divinas intenciones –como sucedió con la pareja primordial–. Por supuesto estamos
hablando del Dios de la Escritura, no de las caricaturas que de Él se han hecho.

2.2.3 La oración; diálogo Dios – hombre


La religiosidad del hombre no es un monólogo. Guardada la distancia entre la palabra
divina y la palabra humana, la comunicabilidad del hombre alcanza su plenitud en
el diálogo entre Dios y el hombre, llamado comúnmente oración, y que abarca
diversos aspectos de la experiencia humana: la conciencia de sus limitaciones e
indigencia, de aquí la solicitud de ayuda y protección; la experiencia de la culpa, de
aquí la imploración de perdón y salvación; la vivencia de los beneficios recibidos, de

10
«Si Dios es, como lo define la tradición teológica, palabra y amor, no se opone al crecimiento del
hombre ni contradice el ejercicio de su libertad; más bien los impulsa y garantiza, porque palabra
es llamamiento a la vida y amor equivale a suscitar respuestas de generosidad. El verdadero amor
no ama si no es haciéndose amar, es decir, procurando que sea aceptada libremente la donación
que hace de sí mismo. Es, pues, la reciprocidad la esencia del amor y, por lo mismo, el
engrandecimiento mutuo». J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es? 217.
11
Los antiguos mexicas (el pueblo que habitó el Valle de México antes de la conquista) ya conocían
la lepara y le llamaban “ser comido por los dioses”, lo que pone de manifiesto el concepto de
“Dios” que tenían.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

aquí la acción de gracias; y finalmente, el reconocimiento de la grandeza y bondad de


Dios, de aquí la oración de alabanza.12

Pero de todo esto no se ha de colegir que la oración es una especie de chantaje o


manipulación de la divinidad, para que su voluntad se pliegue a la del orante; Dios
sabe cómo andan las cosas, quiere lo mejor para sus hijos y puede hacerlo, luego la
oración no puede ser entendida como un esfuerzo del hombre por enmendarle la plana
a Dios, sino una manera de percibir cuál es su plan y tratar de plegar nuestra voluntad
a la de Él, por desconcertante que no pocas veces nos parezca – podemos preguntarle
al respecto a Job, a Samuel y, sobre todo, a Jeremías13–.

La oración no sólo se hace mediante la palabra;14 es todo el cuerpo del hombre el que
se convierte en una expresión orante, expresión de sus pensamientos y sentimientos
religiosos que, en todo caso, la palabra viene a explicitar; la risa, el llanto, la danza,
el aplauso, las posturas corporales, el tañer de los instrumentos, pueden no ir
acompañados de la palabra y de fórmulas y sin embargo, dicen el sentir del sujeto. El
cuerpo –y especialmente el rostro– siempre habla y aprendimos a expresarnos con él
incluso antes de aprender un lenguaje articulado. El sólo hecho de estar junto con
otros, ya es un mensaje. Oramos, pues, con todo el cuerpo, lo que significa con todo
nuestro ser:

Aunque el hombre consta de alma y cuerpo, no son éstos principios


yuxtapuestos, sino dos dimensiones ensambladas de tal modo que el cuerpo, en
su unión con el espíritu es la manifestación de la persona misma, su visibilidad;
y el alma, como espíritu encarnado animador de un cuerpo, constituye la
interioridad de la persona, su intimidad.15

12
«Todo en la vida puede pasar por la oración: podemos rezar la vida y la experiencia de los santos,
la gracia y el pecado, el cuerpo y la propia sexualidad, los grandes y pequeños acontecimientos,
el día Patrio o las elecciones, un huracán o un terremoto, el deporte o internet… Todo ello pasando
por la iconografía (con abundancia de belleza), por la Palabra del Señor proclamada y comentada,
y por la oración que reinterpreta lo vivido». C. PRECHT B. «Espiritualidad cristiana juvenil en los
comienzos del siglo XXI…». 152.
13
Personajes que estudiaremos más adelante; cf. Infra cc. 9 y 12.
14
«La preghiera presuppone non un individuo isolato che “spontaneamente” si rivolge alla divinità
o algi spiriti del mondo, ma la partecipazione di un individuo all’elaborazione consolidata che la
sua cultura di appartenenza ha fatto dell’azione di pregare. Si prega secondo modi, formule,
mantra, invocazioni, ripetizioni, ritmi, musiche, movimenti, gesti, posture. Nella preghiera è il
corpo collettivo che presta le sue movenze al corpo individale. La preghiera è l’invenzione che
ogni cultura fa della sua capacitâ “vocativa”, della capacità di “rivolgersi” e di “chiamare” una
presenza superiore o delle presenze pervasive, siano essi gli antenati o gli spiriti della foresta».
CECLA, Franco La. «Antropologia della preghiera» en Vita e pensiero . vol. 96, no. 1 (Ene-Feb
2013). 117.
15
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es?146.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

Conviene evitar la opinión, totalmente contraria a la enseñanza bíblica, de quienes


consideran que la oración es una evasión intimista, que para encontrarse con Dios hay
que prescindir del mundo, de la realidad, de las circunstancias; por el contrario, todo
ello no es sino un signo de la presencia amorosa de Dios, principio fundante de todo
diálogo; la vida entera del hombre, con todas sus facetas, por simples que sean, es
oración.

2.2.4 Dios, celebrado en la vida y en el culto


La vida cotidiana es el lugar primordial de la relación con Dios. La Escritura no
muestra que el hombre tuviera que hacer cosas un tanto extrañas para poder estar en
contacto con Dios; no hay una dicotomía entre el mundo religioso y el mundo
ordinario, de aquí el valor intrínseco de la vida cotidiana, de cuanto somos y hacemos.
Es en la sencillez de la realidad de cada día donde sucede el encuentro con Dios,
el culto privado, doméstico; de esto da fe sobre todo la literatura sapiencial.

Los mandatos del Señor se cumplen viviendo una vida recta, con sentido común, a la
altura de lo humano, conscientes de que la vida es obra de Dios; esta es la manera más
sencilla de darle culto, de rendirle alabanza por su grandeza.

Pero, dada la dimensión social del hombre y por lo tanto de su religiosidad, existe
además el tiempo dedicado expresamente al culto, para alabar, agradecer y bendecir
al Señor con un culto público, en comunidad, y presentarle precisamente nuestra
vida cotidiana, vivida rectamente y con sentido de alteridad, como una ofrenda de
gratitud.

Participar en una asamblea cúltica no significa sólo estar ahí, significa más bien estar
presente¸ que es un estar intencional, consciente de que se está frente a Alguien,
respecto del cual hay una sensación de pertenencia, expresada en la posibilidad de la
interlocución.

2.3 EL LLAMADO A SER PROFETA

2.3.1 El hombre es un ser vocacionado


El hombre es un ser con un llamado, su vida misma es una respuesta a una llamada
primigenia que ha recibido de un Ser distinto de sí mismo y superior a él, pues tiene
el poder de traerlo a la existencia y le impulsa a ir realizando su propia historia; se
percibe viniendo de alguna parte y dirigiéndose hacia otra, en un proceso –
compromiso construido a base de intentos por superar, a favor, la tensión entre lo que
es y lo que podría llegar a ser, siempre al socaire de los inevitables vendavales.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

Tras este primer llamado, va recibiendo otros, que le configuran y van constituyendo
su personal biografía, ante sí mismo, ante los demás y ante Dios, que es quien le llama.
La idoneidad –ciertas cualidades y disposiciones– suele ser un indicio de las diversas
vocaciones a que una persona puede ser llamada y que le plenifican en la medida en
que se traducen en un servicio valioso a las diversas comunidades a las que se
pertenece.

Una peculiar vocación a la que el Señor llama a muchos más de los que suponemos –
aunque no todos alcancen un reconocimiento público– es el llamado a ser profeta.16
No se trata sólo de ser un profesional de la profecía, al estilo de Samuel o de Jeremías;
todo el que habla de parte de Dios para comunicar al hombre su proyecto, funge como
profeta. Y así, podemos percibir la dimensión profética de personajes como Josías,17
al interpretar la voluntad de Dios al ser descubierto el Libro de la Alianza, o los 7
Hermanos sacrificados por Antíoco IV, que hablan de la novísima idea de la
resurrección,18 o la función profética –no exenta de violencia– que en contexto de
guerra ejercen mujeres como Judit y Ester.19

¿Y dónde quedó la idoneidad? La antropología afirma: «Quienes carezcan de la


conveniente aptitud interna y externa, están incapacitados para recibir la llamada a
empresas que determinan la vida entera»;20 la Antropología Bíblica difiere. Basta
con mirar las muchas páginas de la Escritura donde los elegidos, los llamados por
Dios, no eran en absoluto humanamente idóneos –buena noticia para quienes
sospechan que han sido llamados ¿no?–; Dios no llama personas capaces, las hace
capaces porque las ha llamado.

2.3.2 Vencer las propias resistencias


Tratándose de la vocación de algunos personajes bíblicos emblemáticos, se puede
establecer un esquema vocacional clásico y que consta de las siguientes fases: el

16
«Como fenómeno religioso, profeta es el hombre o mujer que proclama un mensaje que ha recibido
por inspiración directa de un dios, al margen de la institución religiosa. Por su vínculo directo con
la divinidad, el profeta puede mantener una relativa autonomía de las estructuras religiosas y
políticas dominantes en la sociedad. En una sociedad de tradición igualitaria y antimonárquica
como la de Israel, se comprende por qué cobraron importancia los profetas de Yahvéh durante el
período en que el pueblo estuvo sometido a dinastías reales autóctonas. Precisamente el período
clásico del profetismo bíblico coincide con la monarquía: del siglo décimo al sexto». J. PIXLEY,
citado A. SALAS, Los Profetas. Heraldos del Dios que actúa, Dabar. México 1993. 22.
17
Personaje que estudiaremos más adelante; cf. Infra c.11.
18
Personajes que estudiaremos en la Lectura Complementaria del c. 17
19
Personaje que estudiaremos más adelante; cf. Infra c. 13 y 15.
20
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es?175.

COLEGIOS GUADALUPANOS PLANCARTINOS 61


2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

Señor llama, el sujeto llamado se resiste en base a su ineptitud, el Señor ofrece su


asistencia; al final, el sujeto acepta.21

La resistencia a la elección de que se es objeto por parte de Dios se considera como


una reacción predecible, pues nada fáciles han sido las encomiendas que los diversos
personajes recibieron; como vemos a lo largo del AT, no sólo los profetas, también
experimentaron y expresaron reiteradamente esta resistencia al llamado que recibían
ciertos jueces, reyes y grandes personajes vetero y novotestamentarios.

Sin embargo, en todos los casos, acaban respondiendo a la vocación a la que el Señor
les llama, y cumplen su misión,22 aunque en ello les vaya la vida.

2.3.3 Testigo de Dios, aun en medio de la adversidad


La Escritura muestra que la Historia es el escenario de la Revelación, el lugar del
encuentro de Dios con el hombre; por eso, éste ha de tomar conciencia de la presencia
de Dios en aquélla, con sus acontecimientos afortunados o adversos, en medio de los
cuales se ha de seguir siendo testigo de la bondad del proyecto de Dios para el hombre;
de igual manera, enseña que no todo es igualmente válido, que hay situaciones
históricas ante las cuales no se puede transigir, y que exigen ser denunciadas
proféticamente aún a costa de la propia vida.

Pero dar testimonio de la presencia amorosa de Dios en la historia personal y, sobre


todo, en los acontecimientos de la Histora cuando esta se presenta como una situación
adversa que parece irresoluble, requiere de una fortaleza a toda prueba, que sólo
Dios puede dar al valiente que se atreva a llevar adelante semejante misión. 23

Y para saber descubrir la presencia y justicia de Dios aun en medio de los peores
acontecimientos, la relación entre el que envía y el enviado, debe ser una relación
personal, íntima, de plena confianza mutua; de otro modo, no se es profeta, sino
simple agorero.

21
Cf. vocación de Moisés, Ex 3,1-4,17; de Samuel, 1Sam 3; de Gedeón, Jc 6,14-24; de Isaías, Is 6
(con la excepción de que aquí Isaías se postula).
22
«El profeta es el hombre o la mujer de la palabra verídica y eficaz. El profeta cristiano es el hombre
o la mujer de la Palabra de Dios. La ha recibido y no puede callarla. Tiene que proclamarla pese
a quien pese, incluso pese a sí mismo. Porque la palabra no es suya; él o ella son sencillamente
sus pregoneros». F. MARTÍNEZ. «¿Hay lugar para los profetas en la Iglesia?» en Nuevo Mundo.
No. 53 (1997). 91.
23
Baste como ejemplo, pensar en lo difícil de ser profeta de la bondad y la misericordia de Dios en
plena pandemia, como la del coronavirus, que recién ha herido tan terriblemente a la humanidad.

COLEGIOS GUADALUPANOS PLANCARTINOS 62


2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2.3.4 Denuncia el mal con firmeza


El rol social y religioso del profeta es insustituible, pues en ambas dimensiones es
indispensable que haya alguien que alce la voz contra quien sea responsable de unas
conductas, unas estructuras y un orden ajenos al plan amoroso de Dios, ya se trate de
la autoridad civil, de la autoridad religiosa, de un grupo hegemónico o del pueblo
mismo. El portavoz de la divinidad será quien, además de denunciar las desviaciones
de lo prescrito en la alianza, proponga los caminos para volver a observarla
fielmente y, en caso de resistencia, tendrá la difícil misión de anunciar el castigo por
semejante conducta.

El profeta no es un investigador de escritorio, sin embargo, quién como él para


percibir las situaciones de abuso, de esclavitud –en sentido real o analógico–, de
injusticia, y hacerles frente con valentía –con su inevitable dosis de miedo a
vencer–; sin su aportación, algo más que faltas secundarias o daños menores
socavarían la sociedad y la religión; los profetas representan la utopía que debían no
sólo proponer, sino exigir.

Y por supuesto que no es preciso ser un profesional de la profecía, un profeta famoso,


reconocido, deisgnado u oficialmente calificado como tal; también los llamados
profetas anónimos24 juegan un papel de suma importancia en la preservación del
proyecto de Dios:

Los profetas anónimos se pusieron desde un principio al lado de los


campesinos explotados, defendiéndolos de toda opresión alienante. No eran
instigadores políticos, sino defensores del orden justo. Amaban al oprimido,
cuyo desvalimiento dificultaba la fidelidad a la alianza del Sinaí. La obra de
estos hombres providenciales se hizo aún más eficaz tras la instauración del
régimen monárquico, donde la figura del rey canalizaba todas las inquietudes
de un pueblo que a veces posponía sus valores teocráticos. Y tales valores… ¡no
podían fenecer! Pues bien, alguien debía erigirse en su acérrimo defensor,
¿Quién? El gremio de los profetas anónimos, cuyas denuncias evitaron que su
credo religioso se tornara arma política a favor del sistema monárquico.25

El período monárquico de Israel, será el que verá la aparición y férrea lucha de los
profetas contra los abusos regios, pues al ser el monarca una autoridad absoluta y, más

24
Cuántos catequitas, cuántos educadores de la fe, pueden ser calificados con el honroso título de
profetas anónimos, pues han hecho de su vocación magisterial una verdadera profecía, en cuanto
que valientemente anuncian el bien y denuncian el mal.
25
A. SALAS, Los Profetas. Heraldos del Dios que actúa, Dabar, México 1993, 20-21.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

aún, teocrática, se prestaba a toda clase de arbitrariedades, ya descaradas, ya


camufladas bajo apariencia de legalidad, pues hasta los caprichos del rey adquirían
fuerza de ley; la injusticia rampante era una provocación no sólo para el pueblo, que
acababa esquilmado y victimizado, sino sobre todo para Dios mismo. Por supuesto
que hubo sus honrosas excepciones.

Otro grupo social hacia al que tuvieron que dirigirse las severas amonestaciones de
los profetas, fueron los sacerdotes, algunos de los cuales no dudaron en aliarse al
poder político y su hermano siamés, el poder económico, convertidos en ídolos que
vinieron a sustutir al Único Dios de Israel. El colmo de esta traición es que la clase
sacerdotal era la encargada de conservar la pureza de la fe israelita, cuyo prístino
sentido descansaba precisamente en el monoteísmo.

2.4 OBSERVA UNA CONDUCTA MORALMENTE RECTA


Establecer una relación personal y amorosa con Dios,26 se expresa, como hemos
venido señalando, reconociéndole como nuestro destino final, conversando con Él en
la oración personal y celebrándole públicamente mediante el culto, respondiendo a los
diversos llamados que a lo largo de nuestra vida nos va haciendo, especialmente al de
ser su profeta, su portavoz; pero también ha de expresarse en una relación
igualmente amorosa con el prójimo,27 lo cual supone una vida moralmente recta.

Sería una contradicción inexplicable que una persona que dice tener una relación
consciente y libre con Dios, no viviera bajo los lineamientos de sus mandatos, el
principal de los cuales es el amor. Amar a Dios implica, necesariamente, amar al
prójimo, lo que en la práctica se traduce en la observancia de las normas morales, cuya
transgresión llamamos pecado, el cual se puede describir como un no al amor.

II SEGUNDA PARTE: POSTMODERNIDAD Y JUVENTUD

2.5 LOS JÓVENES POSMO FRENTE A LA CUESTIÓN RELIGIOSA


Conviene hacer ahora una brevísima descripción de la situación que viven los jóvenes
posmo precisamente en el ámbito religioso, para tener más claro a quiénes es a quienes
vamos a proponer la asunción de una relación personal y amorosa con Dios, como
rasgo característico de su perfil.

26
Si tuvieras que relacionar este primer rasgo del perfil que proponemos −Establecer una relación
personal y amorosa con Dios−, con alguno de los valores de la Constelación de Valores de los
Colegios Guadalupanos Plancartinos, ¿con cuál lo relacionarías?
27
Sobre este tema trataremos más ampliamente en el siguiente capítulo; cf. Infra c. 3

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

La sociedad actual, en su afán de desaparecer a Dios del horizonte, se ve en la


necesidad de proponer al hombre nuevos incentivos que le den sentido a su vida, para
llenar el vacío religioso con falsos dioses, con ídolos frente a los cuales arrodillarse;
la gama es amplísima, desde la diosa razón de la modernidad, hasta la diosa emoción
de la postmodernidad, pasando por los dioses que cuentan con más fans hoy, como el
dinero y el bienestar material; por ello, el neoliberalismo globalizado28 –con su
obsesivo consumismo– pasó a ocupar el vértice social que antaño correspondía a la
religión, es decir a Dios, al verdadero y único Dios.

Esto tiene consecuencias evidentes, como suponer la imposibilidad de poder


relacionarse personalmente con Dios; se abandonan las prácticas religiosas, la
participación litúrgica e incluso se deserta como miembro de la Iglesia. La oración
más que un diálogo personal con Dios, es concebida como un simple ejercicio de
contacto con la trascendencia.

Por ello, los jóvenes están inmersos en una serie de circunstancias que dificultan
gravemente su experiencia de Dios; ante una cultura minimalista, ¿una espiritualidad
bonsái? A veces da la impresión de que los jóvenes piensan que la respuesta es
afirmativa, e incluso olvidan que traer colgada una cruz al cuello puede ser sólo
cuestión de estética, de esnobismo, pero de ninguna manera es garantía de una relación
personal con Cristo. Por otra parte, confundir la religiosidad con una especie de
turismo emocional, es no tener idea de quién es Dios.

Enunciamos en seguida algunos aspectos del contexto socio – religioso actual, sin
perder de vista, por una parte, que hay matices que dependen de las coordenadas
culturales en que los jóvenes están insertos y, por otra, que no se pretende generalizar.

2.5.1 Indiferentismo religioso


Algunos jóvenes viven hoy un despreocupado indiferentismo religioso; Dios ya ni
siquiera es un problema, ya es sólo una vaga nostalgia, una anhelo de no se sabe bien
qué. Aumenta el abandono de las religiones formales para transitar hacia una religión
light, o se va tras el atractivo de una religión a la carta, o trivializada por un
neopoliteísmo (sectas, horóscopos, esoterismo, astrología, supersticiones y otras

28
«El gran desafío de los jóvenes en este nuevo milenio es relacionarse con una sociedad y un modelo
económico que los seduce a consumir y a participar de las modernizaciones, de los éxitos
económicos; pero al mismo tiempo los rechaza, los excluye, los ignora y/o los castiga por su
condición juvenil, en un contexto mundial de mutación cultural». Mario SANDOVAL M. «La
relación entre los cambios culturales actuales y la participación social y política de los jóvenes»
en Medellín, Vol. XXIX/113 (2003) 42.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

formas de caricaturización de lo religioso).29 La finalidad de la religión se reduce a


sentirse bien, por lo que se cultiva una espiritualidad más bien pragmática. El
agnosticismo vuelve a escena, postulando la imposibilidad de saber con certeza si
Dios existe o no, por lo que mejor se ignora el asunto. Parecen no darse cuenta de que
quien no ha encontrado al verdadero Dios, se hinca delante de cualquier sucedáneo.

2.5.2 Religión emocionalista


En el caso de los jóvenes cristianos, no pocos desconocen lo básico de la fe y esta es
más bien vivencial y sin resonancias sociales, pues el Dios del joven no puede ser
demasiado exigente. La fe tiene una fuerte carga emocional,30 sujeta a los estados
de ánimo –si tengo ganas… si me nace…– y es aceptable más por medio de
relaciones interpersonales con fuerte carga afectiva, que por las anquilosadas
estructuras eclesiásticas tradicionales.

La Iglesia, no pocas veces, proyecta una imagen ambigua e incluso incoherente. Esta
incoherencia ha ocasionado el progresivo abandono de la Iglesia, sobre todo de parte
de los jóvenes y, para mitigar los daños, se pretende controlar la disidencia a través
de la adhesión afectiva de éstos a la fe, lo cual no es, por supuesto, un recurso acertado,
pues la fe es mucho más que una explosión de emociones de factura religiosa; el
abuso del emocionalismo como recurso pastoral sólo conduce a que los jóvenes se
consideren cristianos tanto tiempo cuanto dure la emoción que los embarga, es decir,
que se convierten en cristianos tan efímeros como lo son las emociones.

2.5.3 Eclecticismo religioso


Dada la pluralidad de ofertas del mercado ideológico y el
ECLECTICISMO
desplazamiento del monopolio secular de la cosmovisión cristiana, Combinación
la actual cosmovisión puede ser muy ecléctica, producto del de elementos de
sincretismo de visiones diversas y hasta encontradas, sostenidas en diversas corrientes o
ocasiones por valores opuestos y contradictorios, que inclusive se doctrinas religiosas
presentan como auténticas revelaciones, con aires de divinidad.

29
«En estos tiempos postmodernos, complejos y ambiguos, es tentador crear a un dios que
corresponda a la necesidad de seguridad que la situación genera: un dios sereno e inmutable, que
rehúse lo que no nos gusta. Pero éste no es el Dios que se nos da en Jesús». V. BRADY.
«Postmodernidad y vida espiritual» 218.
30
«El postmoderno busca la experiencia religiosa a cualquier precio y sin ningún canon, que no sea
la medida del propio sentimiento. Sin necesidad de mantener lealtades con las religiones y las
iglesias tradicionales, sin normas ni mandamientos». F. MARTÍNEZ. «Modernidad,
Postmodernidad y Nueva Era: ¿Para dónde va la espiritualidad del siglo XXI?». 126.

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

2.5.4 Subjetivización de la religión


Desafortunadamente el cristianismo, sometido a los criterios de la nueva tolerancia,
es visto como fuente de intolerancia, por su mensaje universal –contenido en la
Palabra de Dios, el gran metarrelato de nuestra fe–, por las verdades que postula –
acerca de Dios, del hombre, del mundo, verdades incluso de carácter dogmático–, por
la ética que propone –basada en un orden moral objetivo–, por las expresiones
litúrgicas –independientes de los sentimentalismos y estados de ánimo–; por todo ello,
se pretende que la vida de fe debe ser replegada al ámbito de lo estrictamente
personal, so pena de poner en peligro el propio progreso social, económico, político.
Incluso, por este camino, se llega a la subjetivización del cristianismo, que ha dado
pie a desaguisados como la multiplicación de las sectas y la pretensión de legitimidad
de cualquier interpretación de la Escritura.31

2.5.5 Ética según las circunstancias


La dificultad para orientarse y tomar decisiones morales32 es creciente; la actualidad
está emparentada con la permisividad, pues se pasa de lo coercitivo a lo permisivo,
del agobio de la culpabilidad a la carencia del sentido de culpa; se pasó de la
clandestinidad a la permisividad y de ahí, a la plausibilidad. La ética es según las
circunstancias, los actos son buenos o malos en función del placer que generan; no
hay normas válidas para todos ni para siempre; la moralidad depende de las

31
Por desgracia, bajo la consigna de que toda perspectiva es “válida”, muchos pueden utilizar
porciones selectas de la Biblia para apoyar ideas y valores preconcebidos, legitimar posiciones de
privilegio, abusar de los más débiles y perpetuar la explotación, la colonización, la marginación
y la exclusión de individuos y grupos sociales. Con la Biblia se puede “probar” hasta lo insólito:
exigir obediencia a regímenes totalitarios (neo-colonialismo), defender la esclavitud
(esclavismo), justificar “la cacería de brujas” y tildar a los demás de “herejes” (ortodoxia a
ultranza) y defender las doctrinas preconcebidas de una confesión cristiana particular
(denominacionalismo), etc. A partir de una lectura parcializada de las Escrituras y bajo la
consigna de que "toda interpretación es producción social", se puede marginar el rol y el estatus
de la mujer e intensificar su sufrimiento (machismo, sexismo o chauvinismo), defender la causa
de los ricos o los pobres al extremo (clasismo) y rotular a los demás de “paganos”, asumiendo
ingenuamente que nuestra cultura es “mejor” que las demás (etnocentrismo). Si no nos cuidamos,
nuestro mejor aliado puede convertirse en nuestro peor enemigo. Cf.
http://html.rincondelvago.com/postmodernidad.html. 8.IX.2014. De autor anónimo, bajo la
cláusula de protección de datos del portal.
32
«La muerte, ante todo, de la moral, de los valores incondicionales, la reducción de la moral a una
“ética de la presentabilidad” de la “apariencia”, a una “ética indolora”, ajena al sufrimiento que
pesa sobre lo finito y fragmentario, la disolución, en definitiva, de la ética en estética, incluso en
dietética, si no claramente en cinismo». J. J. SÁNCHEZ B. «La caída de las utopías.
Postmodernidad: sin Dios no hay futuro». 260

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2. Establecer una relación personal y amorosa con Dios

preferencias individuales; es un traje a la medida. Así como no hay verdades objetivas


en el terreno de la razón, tampoco las hay en el terreno de la ética; cada quién es libre
de determinar qué es lo correcto o lo incorrecto; gigantes en cuestiones tecnológicas
y pigmeos en cuestiones éticas. ¿Será que pretenden así hacer más llevadero el
peregrinar por esta vida?

2.5.6 Búsqueda de un Dios personal


Afortunadamente, muchos jóvenes hoy se resisten a entender su fe como un conjunto
de verdades que hay que creer o de ritos que hay que repetir o de normas que hay que
cumplir; buscan a un Dios – Persona con el cual relacionarse, no un Dios – dato
que hay que aprender. Y desde este encuentro con un Dios – Persona, cobran sentido
las verdades, los ritos y las normas.

Cada vez más jóvenes posmo, expuestos como todos los de su edad a la adoración de
los nuevos ídolos –especialmente el placer, el tener y el poder–, superan la tentación
de la idolatría33 viviendo una estrecha relación personal y comunitaria con Dios, con
el único y verdadero Dios, a través de la oración y las celebraciones litúrgicas,
señaladamente la Eucaristía.34

Hoy los jóvenes cristianos están lejos de seguir bajo el influjo de aquel
MISTAGÓGICO binomio maquiavélico de que Dios está para vigilar / castigar nuestras
Relativo a la acciones. Su espiritualidad aspira a ser una relación personal,
iniciación en los confiada, amorosa con el Dios Amor que nos muestra la Escritura, lo
misterios de la fe cual no significa que su relación con el Señor está basada en
emociones, pues en cuestiones de fe, los jóvenes han de intentar pasar
no sólo de lo emocional sino también de lo nocional, a lo mistagógico.

33
«Creer en el amor de Dios no es tarea fácil: requiere donación personal, no tranquilizar
egoístamente la conciencia o dejar indiferente el corazón, sino hacerlo más generoso, más libre y
más fraterno. Libre de tantas esclavitudes, como son los desórdenes sexuales, la droga, la violencia
y el afán de poder y de tener, que terminan por dejaros vacíos y angustiados, e impiden el
verdadero amor y la auténtica felicidad». San Juan Pablo II. II Jornada Mundial de la Juventud
(Diocesana). Discurso. No. III. Buenos Aires. 11 de abril de 1987.
34
«Pensad, jóvenes, en primer lugar, que ese mismo sacrificio redentor de Cristo se actualiza
sacramentalmente en cada Misa que se celebra, quizás muy cerca de vuestros lugares de estudio y
de trabajo. No es Jesús, por tanto, Alguien que ha dejado de actuar en nuestra historia. ¡No! ¡El
vive! Y continúa buscándonos a cada uno para que nos unamos a El cada día en la Eucaristía,
también, si es posible, acercándonos –con el alma en gracia, limpia de todo pecado mortal– a la
comunión». San Juan Pablo II. II Jornada Mundial de la Juventud (Diocesana). Discurso. No. II.
Buenos Aires. 11 de abril de 1987.

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