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PRIMER BLOQUE
con Dios
2. Tener sentido de alteridad
3. Estar dispuesto a buscar la sabiduría
4. Asumir su compromiso político
5. Afrontar los retos de la injusticia y la
violencia
Por otra parte, es un hecho constatable que la religiosidad no es una etapa –y por lo
tanto, algo pasajero– en el desarrollo de la humanidad, sino que es una constante
antropológica, un fenómeno universal. Por primitivo que sea el ser humano, le vemos
adorando a un Ser Superior, cuya existencia y poder se manifiestan en la naturaleza:
el rayo, el viento, el fuego, la lluvia, la luz y las tinieblas, la fecundidad de la tierra.
No es que adore los fenómenos naturales en sí mismos, sino a aquello que los mueve,
los agita, les da sustento; incluso está también la realidad de la zoolatría, hasta llegar
a la idolatría de las obras de sus manos, que es la tentación que aún hoy lo esclaviza.
1
Parece oportuno explicitar que este capítulo –como todos los demás que componen este estudio–
está realizado desde el punto de vista del creyente, por lo que damos por sentado la existencia de
Dios y otros aspectos de la religiosidad del hombre.
Dios no es una cosa entre las cosas, ni la suma de todas ellas, ni el englobante
supremo o trasfondo últmo. Es, más bien, la respuesta última a la problemática
del mundo y del hombre. Aquello que buscan los hombres desde el fondo de
su indigencia y limitación constitutivas conscientemente asumidas. Porque nos
sentimos deficientes y finitos, pero con capacidad para más ser que el que nos
dan las cosas, nos interrogamos y nos abrimos a lo que está fuera y por encima
del mundo. Esta capacidad e insatisfacción constituyen nuestra grandeza, a
la par que son el fundamento de nuestro trascendimiento hacia realidades y
valores siempre mayores. La última respuesta y el valor supremo, que confieren
pleno sentido a esta exigencia radical del hombre, es lo que comúnmente se ha
venido entendiendo por Dios.2
Esta dimensión religiosa, que a veces es tan primitiva como una vaga y difusa
percepción interior de lo infinito, de lo inmenso, con su vertiente personal y su
expresión social, viene a completar la dimensión relacional del hombre,
plenificándola, en cuanto que el centro no lo constituye el hombre, sino Alguien
superior, a quien éste se debe y que es el sustento de su trascendencia; estar remitido
a Dios es la superación definitiva de la inmanencia humana. Y si las relaciones
personales del hombre, son a la vez parciales –pues nos relacionamos con los demás
según diversos roles: marido y mujer, padres e hijos, hermanos, amigos, vecinos,
conciudadanos– la relación con Dios, a cuya imagen ha sido hecho, 3 es la más
personalizadora; ante Él cada uno es total, verdadera y absolutamente lo que es.
La concepción de Dios que tiene el hombre, condiciona la concepción que éste tiene
de las diversas realidades en las que está inmerso y, tratándose del hombre bíblico,
esto alcanza un nivel eminente, pues sin relación con Dios, prácticamente no existe.
2
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es? 206-207.
3
«L’immagine di Dio afferma che l’uomo è uomo davanti a Dio. L’uomo ha bisogno dello sguardo
d’un altro per essere veramente se stesso e questo altro, per l’autore biblico, non può che essere
Dio. L’uomo è immagine non di se stesso, ma di un Altro che egli non riuscirà mai ad afferrare e
che gli sfuggirà continuamente, perchè Dio, giustamente, non ha immagine ma un Nome ed una
storia». I. SANNA, «L’ Antropologia della postmodernità e la coscienza cristiana» en Studia
Moralia. vol. 40, no. 2 (Dic 2002). 334.
El destino del hombre es encontrarse con Dios, no como quien descubre una teoría,
un concepto, una idea, sino una Persona; reconocerle como su creador, distinguir su
voz de las voces de tantos ídolos, comunicarse con Él, unirse a Él, descubrirle como
el sentido de su vida –primer don que ha recibido gratuitamente–. No se trata de
esperar de Dios intervenciones continuas, directas, casi mágicas, que le saquen de su
marasmo, que sean la solución de cuantos obstáculos dificultan su felicidad, que
anulen las causas segundas y de paso su libertad, para ir conduciendo la
TEOFANÍA vida de los hombres, de emoción en emoción, en espera pasiva e
Manifestación inevitable de que su destino se cumpla. ¡No! Se trata de encontrarse con
visible de Dios
Él libremente, en la cotidianidad de la existencia, sin teofanías
particulares, sin dicotomías entre la vida ordinaria y la vida religiosa, en
el tejido de la propia historia. Se trata de una experiencia de Dios que compromete
con Él y no de un mero conocimiento especulativo, intelectual, sobre la divinidad.
Este primer rasgo para un perfil juvenil surge de la concepción bíblica que ve al
hombre siempre en su relación con Dios, siendo Éste el centro de la reflexión
bíblica. La valía del hombre −de cualquier edad− radica en ser imagen y semjanza de
Dios, su creatura y, sorprendentemente, su interlocutor. ¿No es como para dar vértigo?
4
La revelación sobre la resurrección no aparece en los libros veterotestamentarios más antiguos, sino
hasta ya muy avanzada la historia del pueblo de Israel, apenas un par de siglos antes de Cristo.
Ser libre es prerrogativa del ser humano y, al ser dueño de sí mismo, es libre de
convertirse en una palabra muda –valga la antinomia– ante la llamada divina; ese es
el riesgo de ser libre; luego el destino del hombre no es inexorable, ni siquiera cuando
este destino es Dios mismo. Pero eso si, quien no se encuentra con el verdadero Dios,
acaba hincándose frente a cualquier sucedáneo; hay más riesgo de convertirse en
idólatra que en ateo.
La Escritura presenta al hombre, desde el principio, como un ser con libre albedrío,
capaz de decidir y, en consecuencia, responsable de tales decisiones; no hay en las
páginas de la Biblia el más mínimo rastro de determinismo como inexistencia de
libertad, y la ausencia de una especulación bíblica sobre la libertad, no significa que
se desconozca esta realidad. El texto clásico de Dt 30,15-20,5 habla claramente al
respecto, pues Yahvéh pone al pueblo en situación de elegir qué camino seguir; así
como el hecho de que la vida religiosa de los judíos estuviera caracterizada por leyes
y mandatos, que suponen la libre decisión de cumplirlos o no. El hombre es el
constructor de su propio destino, según enseñanza de Eclo 15,14-176; él tiene que
hacerse, tiene que decidir acerca de su forma de vivir y esto sin desconocer los
condicionamientos externos e internos que amenazan, pero difícilmente anulan, el
ejercicio de la libertad. La libertad, ciertamente, está herida de muerte, pero no ha
muerto, por más que algunos pretenden exhibir su acta de defunción.
5
«Mira que te he ofrecido en este día el bien y la vida, por una parte, y por la otra, el mal y la muerte.
Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra ustedes de que he puesto ante ti la vida y la
muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia,
amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y allegándote a Él; porque eso es tu vida y la duración
de tus días.» Dt 30,15.19-20.
6
«Al principio hizo al hombre y lo dejó en manos de su propia conciencia. Si tú quieres, puedes
observar los mandamientos y está en tus manos permanecer fiel. El ha puesto ante ti el agua y el
fuego lleva tu mano a lo que quieras. Ante el hombre está la vida y la muerte: lo que prefiere cada
cual le será dado.» Eclo 15,14-17.
Para Israel la cuestión se agrava por su situación geopolítica, pues está ubicado en un
punto donde convergen las grandes culturas de los asirios, babilonios, persas, egipcios
y, para colmo, más tarde, es objeto de la dominación de estos grandes imperios. Todos
ellos empeñados –unos más y otros menos– en crear una cultura única, universal, con
lo que esto supone de sincretismo por la unificación / imposición religiosa. El reto
para el pueblo elegido, a lo largo de su accidentada historia, es inmenso: permanecer
fieles a su identidad, derivada y representada en la alianza con Yahvéh, lo que
conlleva una cierta conducta particularista que, sin embargo, acabó asimilando
elementos culturales –generalmente positivos– de otras culturas, sobre todo la griega.
Los israelitas se distinguen y mantienen como pueblo separado porque guardan –fieles
a su destino– el recuerdo de las acciones de Dios. Son un pueblo–memoria, un
monumento vivio al recuerdo de su diferencia, que en el fondo se identifica con la
diferencia de Dios, quien, empezando con Israel, ha iniciado una actuación salvífica
a favor de todos los hombres.7
7
X. Pikaza, Antropología bíblica: Tiempos de gracia. Sígueme, Salamanca. 2006. 191.
8
La importancia de la palabra humana se puede deducir también de la cantidad de preceptos que
hay respecto de la “lengua” y su capacidad de causar daño: Ex 20,16; Lv 19,12; Num 23,19; Dt
15,20; Eclo 20,24-26; 28,13-26; 34,4;
9
«El hombre es un ser hablado por Dios. En cierto modo, cada hombre es una palabra divina». J. L.
LORDA, Antropología Teológica,. EUNSA, Navarra. 20132. 226
10
«Si Dios es, como lo define la tradición teológica, palabra y amor, no se opone al crecimiento del
hombre ni contradice el ejercicio de su libertad; más bien los impulsa y garantiza, porque palabra
es llamamiento a la vida y amor equivale a suscitar respuestas de generosidad. El verdadero amor
no ama si no es haciéndose amar, es decir, procurando que sea aceptada libremente la donación
que hace de sí mismo. Es, pues, la reciprocidad la esencia del amor y, por lo mismo, el
engrandecimiento mutuo». J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es? 217.
11
Los antiguos mexicas (el pueblo que habitó el Valle de México antes de la conquista) ya conocían
la lepara y le llamaban “ser comido por los dioses”, lo que pone de manifiesto el concepto de
“Dios” que tenían.
La oración no sólo se hace mediante la palabra;14 es todo el cuerpo del hombre el que
se convierte en una expresión orante, expresión de sus pensamientos y sentimientos
religiosos que, en todo caso, la palabra viene a explicitar; la risa, el llanto, la danza,
el aplauso, las posturas corporales, el tañer de los instrumentos, pueden no ir
acompañados de la palabra y de fórmulas y sin embargo, dicen el sentir del sujeto. El
cuerpo –y especialmente el rostro– siempre habla y aprendimos a expresarnos con él
incluso antes de aprender un lenguaje articulado. El sólo hecho de estar junto con
otros, ya es un mensaje. Oramos, pues, con todo el cuerpo, lo que significa con todo
nuestro ser:
12
«Todo en la vida puede pasar por la oración: podemos rezar la vida y la experiencia de los santos,
la gracia y el pecado, el cuerpo y la propia sexualidad, los grandes y pequeños acontecimientos,
el día Patrio o las elecciones, un huracán o un terremoto, el deporte o internet… Todo ello pasando
por la iconografía (con abundancia de belleza), por la Palabra del Señor proclamada y comentada,
y por la oración que reinterpreta lo vivido». C. PRECHT B. «Espiritualidad cristiana juvenil en los
comienzos del siglo XXI…». 152.
13
Personajes que estudiaremos más adelante; cf. Infra cc. 9 y 12.
14
«La preghiera presuppone non un individuo isolato che “spontaneamente” si rivolge alla divinità
o algi spiriti del mondo, ma la partecipazione di un individuo all’elaborazione consolidata che la
sua cultura di appartenenza ha fatto dell’azione di pregare. Si prega secondo modi, formule,
mantra, invocazioni, ripetizioni, ritmi, musiche, movimenti, gesti, posture. Nella preghiera è il
corpo collettivo che presta le sue movenze al corpo individale. La preghiera è l’invenzione che
ogni cultura fa della sua capacitâ “vocativa”, della capacità di “rivolgersi” e di “chiamare” una
presenza superiore o delle presenze pervasive, siano essi gli antenati o gli spiriti della foresta».
CECLA, Franco La. «Antropologia della preghiera» en Vita e pensiero . vol. 96, no. 1 (Ene-Feb
2013). 117.
15
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es?146.
Los mandatos del Señor se cumplen viviendo una vida recta, con sentido común, a la
altura de lo humano, conscientes de que la vida es obra de Dios; esta es la manera más
sencilla de darle culto, de rendirle alabanza por su grandeza.
Pero, dada la dimensión social del hombre y por lo tanto de su religiosidad, existe
además el tiempo dedicado expresamente al culto, para alabar, agradecer y bendecir
al Señor con un culto público, en comunidad, y presentarle precisamente nuestra
vida cotidiana, vivida rectamente y con sentido de alteridad, como una ofrenda de
gratitud.
Participar en una asamblea cúltica no significa sólo estar ahí, significa más bien estar
presente¸ que es un estar intencional, consciente de que se está frente a Alguien,
respecto del cual hay una sensación de pertenencia, expresada en la posibilidad de la
interlocución.
Tras este primer llamado, va recibiendo otros, que le configuran y van constituyendo
su personal biografía, ante sí mismo, ante los demás y ante Dios, que es quien le llama.
La idoneidad –ciertas cualidades y disposiciones– suele ser un indicio de las diversas
vocaciones a que una persona puede ser llamada y que le plenifican en la medida en
que se traducen en un servicio valioso a las diversas comunidades a las que se
pertenece.
Una peculiar vocación a la que el Señor llama a muchos más de los que suponemos –
aunque no todos alcancen un reconocimiento público– es el llamado a ser profeta.16
No se trata sólo de ser un profesional de la profecía, al estilo de Samuel o de Jeremías;
todo el que habla de parte de Dios para comunicar al hombre su proyecto, funge como
profeta. Y así, podemos percibir la dimensión profética de personajes como Josías,17
al interpretar la voluntad de Dios al ser descubierto el Libro de la Alianza, o los 7
Hermanos sacrificados por Antíoco IV, que hablan de la novísima idea de la
resurrección,18 o la función profética –no exenta de violencia– que en contexto de
guerra ejercen mujeres como Judit y Ester.19
16
«Como fenómeno religioso, profeta es el hombre o mujer que proclama un mensaje que ha recibido
por inspiración directa de un dios, al margen de la institución religiosa. Por su vínculo directo con
la divinidad, el profeta puede mantener una relativa autonomía de las estructuras religiosas y
políticas dominantes en la sociedad. En una sociedad de tradición igualitaria y antimonárquica
como la de Israel, se comprende por qué cobraron importancia los profetas de Yahvéh durante el
período en que el pueblo estuvo sometido a dinastías reales autóctonas. Precisamente el período
clásico del profetismo bíblico coincide con la monarquía: del siglo décimo al sexto». J. PIXLEY,
citado A. SALAS, Los Profetas. Heraldos del Dios que actúa, Dabar. México 1993. 22.
17
Personaje que estudiaremos más adelante; cf. Infra c.11.
18
Personajes que estudiaremos en la Lectura Complementaria del c. 17
19
Personaje que estudiaremos más adelante; cf. Infra c. 13 y 15.
20
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es?175.
Sin embargo, en todos los casos, acaban respondiendo a la vocación a la que el Señor
les llama, y cumplen su misión,22 aunque en ello les vaya la vida.
Y para saber descubrir la presencia y justicia de Dios aun en medio de los peores
acontecimientos, la relación entre el que envía y el enviado, debe ser una relación
personal, íntima, de plena confianza mutua; de otro modo, no se es profeta, sino
simple agorero.
21
Cf. vocación de Moisés, Ex 3,1-4,17; de Samuel, 1Sam 3; de Gedeón, Jc 6,14-24; de Isaías, Is 6
(con la excepción de que aquí Isaías se postula).
22
«El profeta es el hombre o la mujer de la palabra verídica y eficaz. El profeta cristiano es el hombre
o la mujer de la Palabra de Dios. La ha recibido y no puede callarla. Tiene que proclamarla pese
a quien pese, incluso pese a sí mismo. Porque la palabra no es suya; él o ella son sencillamente
sus pregoneros». F. MARTÍNEZ. «¿Hay lugar para los profetas en la Iglesia?» en Nuevo Mundo.
No. 53 (1997). 91.
23
Baste como ejemplo, pensar en lo difícil de ser profeta de la bondad y la misericordia de Dios en
plena pandemia, como la del coronavirus, que recién ha herido tan terriblemente a la humanidad.
El período monárquico de Israel, será el que verá la aparición y férrea lucha de los
profetas contra los abusos regios, pues al ser el monarca una autoridad absoluta y, más
24
Cuántos catequitas, cuántos educadores de la fe, pueden ser calificados con el honroso título de
profetas anónimos, pues han hecho de su vocación magisterial una verdadera profecía, en cuanto
que valientemente anuncian el bien y denuncian el mal.
25
A. SALAS, Los Profetas. Heraldos del Dios que actúa, Dabar, México 1993, 20-21.
Otro grupo social hacia al que tuvieron que dirigirse las severas amonestaciones de
los profetas, fueron los sacerdotes, algunos de los cuales no dudaron en aliarse al
poder político y su hermano siamés, el poder económico, convertidos en ídolos que
vinieron a sustutir al Único Dios de Israel. El colmo de esta traición es que la clase
sacerdotal era la encargada de conservar la pureza de la fe israelita, cuyo prístino
sentido descansaba precisamente en el monoteísmo.
Sería una contradicción inexplicable que una persona que dice tener una relación
consciente y libre con Dios, no viviera bajo los lineamientos de sus mandatos, el
principal de los cuales es el amor. Amar a Dios implica, necesariamente, amar al
prójimo, lo que en la práctica se traduce en la observancia de las normas morales, cuya
transgresión llamamos pecado, el cual se puede describir como un no al amor.
26
Si tuvieras que relacionar este primer rasgo del perfil que proponemos −Establecer una relación
personal y amorosa con Dios−, con alguno de los valores de la Constelación de Valores de los
Colegios Guadalupanos Plancartinos, ¿con cuál lo relacionarías?
27
Sobre este tema trataremos más ampliamente en el siguiente capítulo; cf. Infra c. 3
Por ello, los jóvenes están inmersos en una serie de circunstancias que dificultan
gravemente su experiencia de Dios; ante una cultura minimalista, ¿una espiritualidad
bonsái? A veces da la impresión de que los jóvenes piensan que la respuesta es
afirmativa, e incluso olvidan que traer colgada una cruz al cuello puede ser sólo
cuestión de estética, de esnobismo, pero de ninguna manera es garantía de una relación
personal con Cristo. Por otra parte, confundir la religiosidad con una especie de
turismo emocional, es no tener idea de quién es Dios.
Enunciamos en seguida algunos aspectos del contexto socio – religioso actual, sin
perder de vista, por una parte, que hay matices que dependen de las coordenadas
culturales en que los jóvenes están insertos y, por otra, que no se pretende generalizar.
28
«El gran desafío de los jóvenes en este nuevo milenio es relacionarse con una sociedad y un modelo
económico que los seduce a consumir y a participar de las modernizaciones, de los éxitos
económicos; pero al mismo tiempo los rechaza, los excluye, los ignora y/o los castiga por su
condición juvenil, en un contexto mundial de mutación cultural». Mario SANDOVAL M. «La
relación entre los cambios culturales actuales y la participación social y política de los jóvenes»
en Medellín, Vol. XXIX/113 (2003) 42.
La Iglesia, no pocas veces, proyecta una imagen ambigua e incluso incoherente. Esta
incoherencia ha ocasionado el progresivo abandono de la Iglesia, sobre todo de parte
de los jóvenes y, para mitigar los daños, se pretende controlar la disidencia a través
de la adhesión afectiva de éstos a la fe, lo cual no es, por supuesto, un recurso acertado,
pues la fe es mucho más que una explosión de emociones de factura religiosa; el
abuso del emocionalismo como recurso pastoral sólo conduce a que los jóvenes se
consideren cristianos tanto tiempo cuanto dure la emoción que los embarga, es decir,
que se convierten en cristianos tan efímeros como lo son las emociones.
29
«En estos tiempos postmodernos, complejos y ambiguos, es tentador crear a un dios que
corresponda a la necesidad de seguridad que la situación genera: un dios sereno e inmutable, que
rehúse lo que no nos gusta. Pero éste no es el Dios que se nos da en Jesús». V. BRADY.
«Postmodernidad y vida espiritual» 218.
30
«El postmoderno busca la experiencia religiosa a cualquier precio y sin ningún canon, que no sea
la medida del propio sentimiento. Sin necesidad de mantener lealtades con las religiones y las
iglesias tradicionales, sin normas ni mandamientos». F. MARTÍNEZ. «Modernidad,
Postmodernidad y Nueva Era: ¿Para dónde va la espiritualidad del siglo XXI?». 126.
31
Por desgracia, bajo la consigna de que toda perspectiva es “válida”, muchos pueden utilizar
porciones selectas de la Biblia para apoyar ideas y valores preconcebidos, legitimar posiciones de
privilegio, abusar de los más débiles y perpetuar la explotación, la colonización, la marginación
y la exclusión de individuos y grupos sociales. Con la Biblia se puede “probar” hasta lo insólito:
exigir obediencia a regímenes totalitarios (neo-colonialismo), defender la esclavitud
(esclavismo), justificar “la cacería de brujas” y tildar a los demás de “herejes” (ortodoxia a
ultranza) y defender las doctrinas preconcebidas de una confesión cristiana particular
(denominacionalismo), etc. A partir de una lectura parcializada de las Escrituras y bajo la
consigna de que "toda interpretación es producción social", se puede marginar el rol y el estatus
de la mujer e intensificar su sufrimiento (machismo, sexismo o chauvinismo), defender la causa
de los ricos o los pobres al extremo (clasismo) y rotular a los demás de “paganos”, asumiendo
ingenuamente que nuestra cultura es “mejor” que las demás (etnocentrismo). Si no nos cuidamos,
nuestro mejor aliado puede convertirse en nuestro peor enemigo. Cf.
http://html.rincondelvago.com/postmodernidad.html. 8.IX.2014. De autor anónimo, bajo la
cláusula de protección de datos del portal.
32
«La muerte, ante todo, de la moral, de los valores incondicionales, la reducción de la moral a una
“ética de la presentabilidad” de la “apariencia”, a una “ética indolora”, ajena al sufrimiento que
pesa sobre lo finito y fragmentario, la disolución, en definitiva, de la ética en estética, incluso en
dietética, si no claramente en cinismo». J. J. SÁNCHEZ B. «La caída de las utopías.
Postmodernidad: sin Dios no hay futuro». 260
Cada vez más jóvenes posmo, expuestos como todos los de su edad a la adoración de
los nuevos ídolos –especialmente el placer, el tener y el poder–, superan la tentación
de la idolatría33 viviendo una estrecha relación personal y comunitaria con Dios, con
el único y verdadero Dios, a través de la oración y las celebraciones litúrgicas,
señaladamente la Eucaristía.34
Hoy los jóvenes cristianos están lejos de seguir bajo el influjo de aquel
MISTAGÓGICO binomio maquiavélico de que Dios está para vigilar / castigar nuestras
Relativo a la acciones. Su espiritualidad aspira a ser una relación personal,
iniciación en los confiada, amorosa con el Dios Amor que nos muestra la Escritura, lo
misterios de la fe cual no significa que su relación con el Señor está basada en
emociones, pues en cuestiones de fe, los jóvenes han de intentar pasar
no sólo de lo emocional sino también de lo nocional, a lo mistagógico.
33
«Creer en el amor de Dios no es tarea fácil: requiere donación personal, no tranquilizar
egoístamente la conciencia o dejar indiferente el corazón, sino hacerlo más generoso, más libre y
más fraterno. Libre de tantas esclavitudes, como son los desórdenes sexuales, la droga, la violencia
y el afán de poder y de tener, que terminan por dejaros vacíos y angustiados, e impiden el
verdadero amor y la auténtica felicidad». San Juan Pablo II. II Jornada Mundial de la Juventud
(Diocesana). Discurso. No. III. Buenos Aires. 11 de abril de 1987.
34
«Pensad, jóvenes, en primer lugar, que ese mismo sacrificio redentor de Cristo se actualiza
sacramentalmente en cada Misa que se celebra, quizás muy cerca de vuestros lugares de estudio y
de trabajo. No es Jesús, por tanto, Alguien que ha dejado de actuar en nuestra historia. ¡No! ¡El
vive! Y continúa buscándonos a cada uno para que nos unamos a El cada día en la Eucaristía,
también, si es posible, acercándonos –con el alma en gracia, limpia de todo pecado mortal– a la
comunión». San Juan Pablo II. II Jornada Mundial de la Juventud (Diocesana). Discurso. No. II.
Buenos Aires. 11 de abril de 1987.