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169 Para que la elección sea válida, ninguna persona ajena al colegio o grupo puede ser
admitida a votar.
173 § 1. Antes de comenzar la elección, deben designarse al menos dos escrutadores de entre
los miembros del colegio o grupo.
§ 2. Los escrutadores han de recoger los votos y comprobar ante el presidente de la elección si
el número de papeletas corresponde al número de electores, así como examinar los votos y
hacer público cuántos ha conseguido cada uno.
§ 3. Si el número de votos es superior al de electores, la votación es nula.
§ 4. Quien desempeña la función de actuario debe levantar cuidadosamente acta de
la elección, la cual, firmada al menos por el actuario, el presidente y los escrutadores, se
guardará con diligencia en el archivo del colegio.
174 § 1. La elección, si no disponen otra cosa el derecho o los estatutos, puede hacerse
también por compromiso, siempre que los electores, previo acuerdo unánime y escrito,
transfieran por esa vez el derecho de elección a una o varias personas idóneas, de entre sus
miembros o no, para que, en virtud de la facultad recibida, procedan a la elección en nombre
de todos.
§ 2. Si se trata de un colegio o grupo formado sólo por clérigos, los compromisarios deben
haber sido ordenados; si no, la elección es inválida.
§ 3. Los compromisarios deben cumplir las prescripciones del derecho acerca de la elección y
deben atenerse, para la validez de la elección, a las condiciones puestas en el compromiso que
no sean contrarias al derecho; las condiciones contrarias al derecho se tendrán por no puestas
.
181 § 1. Para la validez de la postulación se requieren al menos los dos tercios de los votos.
§ 2. El voto para la postulación se debe manifestar mediante la palabra postulo u otra
equivalente; y la fórmula elijo o postulo, u otra equivalente, vale para la elección si no hay
impedimento, y de haberlo, para la postulación.
CAPÍTULO II
DE LA PÉRDIDA DEL OFICIO ECLESIÁSTICO
184 § 1. El oficio eclesiástico se pierde por transcurso del tiempo prefijado, por cumplimiento
de la edad determinada en el derecho, y por renuncia, traslado, remoción o privación.
§ 2. El oficio eclesiástico no se pierde al cesar de cualquier modo el derecho de la autoridad
que lo confirió, a no ser que el derecho disponga otra cosa.
§ 3. La pérdida de un oficio cuando ha sido efectiva, debe notificarse cuanto antes a todos
aquellos a quienes compete algún derecho en la provisión del oficio.
185 Puede conferirse el título de «emérito» a aquel que ha cesado en un oficio por haber
cumplido la edad o por renuncia aceptada.
DE LA RENUNCIA
187 El que se halla en su sano juicio puede, con causa justa, renunciar a un oficio eclesiástico.
DEL TRASLADO
190 § 1. El traslado sólo puede hacerlo quien tiene derecho a conferir tanto el oficio que se
pierde como el que se encomienda.
§ 2. Si el traslado se hace contra la voluntad del titular del oficio, se requiere causa grave y,
quedando en pie el derecho a exponer las razones contrarias, debe observarse el
procedimiento establecido por el derecho.
§ 3. Para que el traslado produzca efecto, ha de intimarse por escrito.
191 § 1. En caso de traslado, el primer oficio queda vacante con la toma de posesión canónica
del segundo, a no ser que otra cosa disponga el derecho o prescriba la autoridad competente.
§ 2. El trasladado percibe la remuneración correspondiente al primer oficio, hasta que toma
posesión canónica del segundo.
DE LA REMOCIÓN
192 Uno queda removido de un oficio, tanto por un legítimo decreto dado por la autoridad
competente, sin perjuicio de los derechos que pudieron adquirirse por contrato, como por el
derecho mismo conforme a la norma del c. 194.
LIBRO II
DEL PUEBLO DE DIOS
PARTE I
DE LOS FIELES CRISTIANOS (Cann. 204 – 207)
204 § 1. Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el
pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal,
profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la
misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo.
§ 2. Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la Iglesia
católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.
209 § 1. Los fieles están obligados a observar siempre la comunión con la Iglesia, incluso en su
modo de obrar.
§ 2. Cumplan con gran diligencia los deberes que tienen tanto respecto a la Iglesia universal,
como en relación con la Iglesia particular a la que pertenecen, según las prescripciones del
derecho.
210 Todos los fieles deben esforzarse según su propia condición, por llevar una vida santa, así
como por incrementar la Iglesia y promover su continua santificación.
211 Todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de
salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero.
212 § 1. Los fieles, conscientes de su propia responsabilidad, están obligados a seguir, por
obediencia cristiana, todo aquello que los Pastores sagrados, en cuanto representantes de
Cristo, declaran como maestros de la fe o establecen como rectores de la Iglesia.
§ 2. Los fieles tienen derecho a manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades,
principalmente las espirituales, y sus deseos.
§ 3. Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento,
competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que
pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la
integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la
utilidad común y de la dignidad de las personas.
213 Los fieles tienen derecho a recibir iie los Pastores sagrados la ayuda de los bienes
espirituales de la Iglesia principalmente la paiabra de Dios y los sacramentos.
217 Los fieles, puesto que están llamados por el bautismo a llevar una vida congruente con la
doctrina evangélica, tienen derecho a una educación cristiana por la que se les instruya
convenientemente en orden a conseguir la madurez de la persona humana y al mismo tiempo
conocer y vivir el misterio de la salvación.
222 § 1. Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que
disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el
conveniente sustento de los ministros.
§ 2. Tienen también el deber de promover la justicia social, así como, recordando el precepto
del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes.
TÍTULO II
DE LAS OBLIGACIONES Y DERECHOS DE LOS FIELES LAICOS (Cann. 224 – 231)
224 Los fieles laicos, además de las obligaciones y derechos que son comunes a todos los fieles
cristianos y de los que se establecen en otros cánones, tienen las obligaciones y derechos que
se enumeran en los cánones de este título.
225 § 1. Puesto que, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos, como todos los
demás fieles, están destinados por Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan
del derecho tanto personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de
salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo; obligación que les
apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos pueden los
hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo.
§ 2. Tienen también el deber peculiar, cada uno según su propia condición, de impregnar y
perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo,
especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas
seculares.
228 § 1. Los laicos que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser llamados por los
sagrados Pastores para aquellos oficios eclesiásticos y encargos que pueden cumplir según las
prescripciones del derecho.
§ 2. Los laicos que se distinguen por su ciencia, prudencia e integridad tienen capacidad para
ayudar como peritos y consejeros a los Pastores de la Iglesia, también formando parte de
consejos, conforme a la norma del derecho.
229 § 1. Para que puedan vivir según la doctrina cristiana, proclamarla, defenderla cuando sea
necesario y ejercer la parte que les corresponde en el apostolado, los laicos tienen el deber y el
derecho de adquirir conocimiento de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y condición de
cada uno.
336 El Colegio Episcopal, cuya cabeza es el Sumo Pontífice y del cual son miembros los Obispos
en virtud de la consagración sacramental y de la comunión jerárquica con la cabeza y
miembros del Colegio, y en el que continuamente persevera el cuerpo apostólico, es también,
en unión con su cabeza y nunca sin esa cabeza, sujeto de la potestad suprema y plena sobre
toda la Iglesia.
339 § 1. Todos los Obispos que sean miembros del Colegio Episcopal, y sólo ellos, tienen el
derecho y el deber de asistir al Concilio Ecuménico con voto deliberativo.
§ 2. Otros que carecen de la dignidad episcopal pueden también ser llamados a participar en el
Concilio por la autoridad suprema de la Iglesia, a la que corresponde determinar la función que
deben tener en el Concilio.
CAPÍTULO III
DE LOS CARDENALES DE LA SANTA IGLESIA ROMANA
349 Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen un Colegio peculiar, al que compete
proveer a la elección del Romano Pontífice, según la norma del derecho peculiar; asimismo, los
Cardenales asisten al Romano Pontífice tanto colegialmente, cuando son convocados para
tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos
oficios que desempeñan, ayudando al Papa sobre todo en su gobierno cotidiano de la Iglesia
universal.
CAPÍTULO IV
DE LA CURIA ROMANA
360 La Curia Romana, mediante la que el Romano Pontífice suele tramitar los asuntos de la
Iglesia universal, y que realiza su función en nombre y por autoridad del mismo para el bien y
servicio de las Iglesias, consta de la Secretaría de Estado o Papal, del Consejo para los asuntos
públicos de la Iglesia, de las Congregaciones, Tribunales, y de otras Instituciones, cuya
constitución y competencia se determinan por ley peculiar.
TÍTULO III
DE LA ORDENACIÓN INTERNA DE LAS IGLESIAS PARTICULARES (Cann. 460 – 572)
CAPÍTULO I
DEL SINODO DIOCESANO
460 El sínodo diocesano es una asamblea de sacerdotes y de otros fieles escogidos de una
Iglesia particular, que prestan su ayuda al Obispo de la diócesis para bien de toda la comunidad
diocesana, a tenor de los cánones que siguen.
De los sacramentos
842 § 1. Quien no ha recibido el bautismo, no puede ser admitido válidamente a los demás
sacramentos.
843 § 1. Los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo
oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos.
§ 2 Los pastores de almas y los demás fieles, cada uno según su función eclesiástica, tienen
obligación de procurar que quienes piden los sacramentos se preparen para recibirlos con la
debida evangelización y formación catequética, atendiendo a las normas dadas por la
autoridad eclesiástica competente.
844 § 1. Los ministros católicos administran los sacramentos lícitamente sólo a los fieles
católicos, los cuales, a su vez, sólo los reciben lícitamente de los ministros católicos, salvo lo
establecido en los § § 2, 3 y 4 de este canon, y en el c. 861 § 2.
§ 2. En caso de necesidad, o cuando lo aconseje una verdadera utilidad espiritual, y con tal de
que se evite el peligro de error o de indiferentismo, está permitido a los fieles a quienes
resulte física o moralmente imposible acudir a un ministro católico, recibir los sacramentos de
la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos de aquellos ministros no católicos, en cuya
Iglesia son válidos esos sacramentos.
§ 3. Los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos de la penitencia, Eucaristía
y unción de los enfermos a los miembros de Iglesias orientales que no están en comunión
plena con la Iglesia católica, si los piden espontáneamente y están bien dispuestos; y esta
norma vale también respecto a los miembros de otras Iglesias, que, a juicio de la Sede
Apostólica, se encuentran en igual condición que las citadas Iglesias orientales, por lo que se
refiere a los sacramentos.