Indicaciones sobre el
Canto Litúrgico
El Canto de Entrada
Inicia con la marcha del sacerdote hacia el altar, entonado por
los participantes en señal de gozo. En el debe participar todos
los asistentes no solo el Servicio de Música. Debe durar desde
el inicio de la procesión, hasta cuando el celebrante besa el
altar, si hay incensación, hasta que entrega el incensario a los
ministros. No debe prolongarse más, pero tampoco debe dejar
en silencio buena parte de la procesión.
El canto debe guardar relación con la liturgia del día, por eso se
debe consultar el misal para conocer los textos que propone la
iglesia, la antífona de entrada nos puede servir de guía.
El Acto Penitencial
El Celebrante invita a la asamblea a reflexionar y a convertirse,
a reconocer los pecados ante Dios y a pedir perdón. A través de
diferentes formas litúrgicas el presidente de la asamblea facilita
esa actitud de arrepentimiento, meditación silenciosa y
confesión de culpas.
Se puede realizar también por medio de la aspersión con agua
bendita, mientras se entona un salmo, así también el rito
penitencial se puede suprimir cuando hay una procesión
inmediatamente antes, pues esta tiene el carácter de
preparación a la liturgia. Se puede utilizar un canto de carácter
penitencial o de perdón luego de la invitación al silencio y
meditación, pero este canto no puede reemplazar el Señor, ten
Piedad, que se canta luego de la absolución pues esto sería
empobrecer el sentido de este último.
Pues mediante el canto del Señor, ten Piedad, los fieles
aclaman al Señor e imploran que tenga misericordia. Puesto
que reconocemos al Jesús como Señor de todas las cosas. Al
Señor resucitado y glorioso le suplicamos que tenga piedad de
nosotros. Ante esta suplica el Señor se mueve a misericordia y
otorga la sanación, expresa la necesidad de auxilio del pueblo,
que eleva su voz esperanzado en la respuesta divina.
Liturgia Fundamental – Victor Barbosa
Cantar hoy el “Señor, ten Piedad” implica reconocer el señorío
de Jesús, y la indigencia de los hombres, es una oración en que
se mezclan el gozo y la suplica, una afirmación triunfal y una
petición humilde.
El Gloria a Dios
Uno de los más bellos, más populares y más antiguos cantos
cristianos llegados hasta nosotros, es el Canto de alegría, eco
del anuncio de los ángeles a los pastores. Es un himno que se
acompaña de un gozoso repicar de campanas a la media noche
de la Navidad o también en la tarde del Jueves Santo o en la
eucaristía de la Vigilia Pascual.
De origen oriental, paso a Roma. Al principio se reservaba al
obispo en algunas solemnidades. Luego se popularizo y se usó
con mucha frecuencia. Ahora se reserva para los días festivos y
los domingos (menos durante la época de Adviento y
Cuaresma).
Debe ser cantada por toda la asamblea o de no poder cantarse
sus palabras deben recitarse.
El Gloria a Dios es una doxología mayor, donde se aclama con
alabanzas, bendiciones, adoraciones, glorificación y acción de
gracias al Dios uno y trino.
Las palabras del Gloria son parte constitutiva de la liturgia por
eso no deben remplazarse por otros cantos.
El Salmo responsorial
Tras la primera lectura se entona el salmo responsorial,
interleccional o gradual que permite meditar e interiorizar el
mensaje escuchado, para captarlo y vivirlo con amor. Lo
fundamental del salmo responsorial es la respuesta que la
asamblea da a la lectura, no tanto el estribillo que repite o que
entona, sino la meditación, la profundización que hace de la
palabra de Dios.
El Aleluya
Tras el Salmo responsorial o tras la segunda lectura, en los
domingos y días festivos se entona el Aleluya, palabra que
viene del idioma hebreo y significa “alabanzas a Dios”.
Es la introducción al Evangelio, saludo de acogida a Cristo que
llega. Inicialmente caracterizo las celebraciones pascuales y
luego se extendió por todo el año, salvo en el tiempo de
cuaresma. Debe ser entonado con vigor y gozo por toda la
asamblea.
Presentación de los Dones
Se denominaba ofertorio. Ese nombre ha desaparecido de los
libros litúrgicos, y en su lugar se habla de presentación de los
dones, para subrayar que en ese momento de la liturgia se
preparan el pan, el vino y el agua, que no son propiamente
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ofrendas pues la única ofrenda que la Iglesia hace a Dios es el
Cuerpo y la Sangre de Jesus.
Se debería cambiar las palabras ofrecer y ofrendas por
presentar y dones. Se puede cantar durante la procesión de los
dones, cantos alusivos a la presentación de los dones o de
entregarle la vida a Dios. Se debe evitar cantos de tipo
operístico como el Ave María de Schubert o Gounod, pues
distorsionan el sentido del momento litúrgico. Otra cosa seria
entonar un canto a la virgen, en fiestas marianas u otra canción
acorde al tiempo litúrgico que se está celebrando.
Ya en el momento de la presentación de ofrendas como tal se
debe entonar cantos, alusivos a los dones que se presentas que
son el pan y el vino.
El Santo
Es la corona y culminación del prefacio, el gran canto de la
liturgia que alaba a Dios. Es el cantico de la visión de Isaías. La
santidad de Dios no significa que es bueno, sino que es
diferente trascendente y esencialmente distinto.
La expresión Dios Sebaot (de los ejércitos) no alude a ninguna
tropa armada, sino a los astros del firmamento, por ese se
utiliza la expresión Dios del universo.
La Segunda parte “Bendito el que viene en nombre del Señor”
fue la expresión usada en el momento de la entrada de Jesús a
Jerusalén. La expresión Hosanna es un grito de alegría y jubilo.
Debe ser cantado tanto por el sacerdote como por la asamblea,
así como debe cantarse su letra tal cual esta, y no realizarle
modificaciones.
Anamnesis o Memorial
Tras la consagración del pan y del vino, el sacerdote hace una
serie de aclamaciones, a la cual la asamblea debe responder,
estas respuestas aluden a la muerte y resurrección del Señor y
puede hacerse entonadas.
No se debe reemplazar por otras canciones, aunque sean muy
bellos o devotos, pues cambiaria el sentido de la celebración.
La Doxología
Debería cantarse por el celebrante principal o por todos los
sacerdotes en las celebraciones eucarísticas.
Amen
A la doxología la asamblea responde, ojala cantando Amen.
Ratificando toda la plegaria eucarística.
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 El Padre Nuestro
Si ha de cantarse, debe hacerse con la letra tal cual está, sin
realizar ningún tipo de modificación, con melodías sencillas y
fáciles de aprender, pero teniendo en cuenta en todo momento
el no cambiarle la letra o el sentido de esta oración.
El rito de la paz
Es permitido entonar un canto de paz mientras los fieles se
saludan, sin invadir espacios que no le pertenecen.
La fracción del pan
Durante la fracción del pan se entona la aclamación “Cordero
de Dios que quitas el pecado del mundo”. El cual no debe ser
reemplazado por ningún otro canto.
El rito de Comunión
Mientras la asamblea recibe ese alimento espiritual, se puede
entonar cantos que guarden relación con el misterio que en
esos momentos se vive. No es tiempo para entonar otras
canciones así sean piadosas o muy bellas, por ejemplo cantos
penitenciales o de ofertorio, himnos en honor a María.
Quienes participan en el canto, como los demás fieles están
invitados a comulgar, pues sería curioso que entonaran
alabanzas a la eucaristía y animasen a los otros a recibir el
Cuerpo del Señor y ellos mismos se abstuviesen de hacerlo.
Terminada la distribución de la comunión se debería guardar
silencio.
Rito de despedida
Mientras la asamblea se retira, se entona un canto de salida,
con frecuencia es un himno a la Virgen María. En realidad este
canto no pertenece a la acción litúrgica. Por eso hay mayor
libertad en la escogencia de este canto. Además de los cantos
marianos se pueden subrayar cantos con temas como el
compromiso de ir a evangelizar, de dar testimonio, de construir
un mundo nuevo, al que todos estamos invitados.
En la celebración de un
Matrimonio
Esta celebración suele ser festiva. Los cantos serán alegres, sin
olvidar que a la vez son suplicas de bendiciones que la pareja
requiere y expresión de la fe que tiene la comunidad creyente.
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Sería conveniente que se escogiera el repertorio entre el
sacerdote y los contrayentes. Procurando además que puedan
ser cantados por toda la asamblea.
Sea que a la entrada la realicen los novios con el sacerdote o
que la hagan solos, se puede cantar durante esa procesión de
entrada. En muchos lugares se acostumbra durante ese rito
escuchar una marcha nupcial, sin embargo este tipo de música
con guarda relación alguna con la celebración y por tanto no
debería ser tenida en cuenta. Así como tampoco melodías
tomadas del plano secular por muy bellas que estas sean.
La celebración sigue el ritmo normal de una eucaristía por ello
debería tenerse en cuenta lo antes propuesto. Como se decía
en el aparte de la presentación de las ofrendas Cantos como el
Ave María de Schubert o Gounod, son interpretaciones fuera
de lugar, con lo cual lo único que se conseguiría es que el solista
o coro a cargo de las canciones se luzca, demostrando sus
bellas voces, así como su poco conocimiento sobre liturgia.
que se viven y respetar el dolor natural que tienen los familiares
de los difuntos.
Los cantos deben expresar la fe en Dios padre, en Jesucristo
que murió por los hombre y en el Espíritu Santo que resucita a
los muertos. Con sentimientos de piedad y moderación, esas
canciones deben consolara los que sufren y despertar en ellos
la esperanza de la gloria.
Si el difunto es llevado en procesión pueden entonarse salmos
o algunos cantos apropiados, ya en la entrada al templo luego
que el sacerdote recibe al hermano fallecido, y asperjar el
ataúd, puede entonarse el canto “Quien cree en ti Señor”, u
otro canto en el cual participe la asamblea. Así se confesara la
fe en el triunfo de Jesús sobre la muerte.
La procesión de entrada suple el acto penitencial. Por eso
cuando el celebrante llega a su sede, se entona el Señor, ten
piedad. El resto de la celebración sigue su ritmo normal,
teniendo en cuenta con las canciones no afectar el estado de

El canto en las Exequias

ánimo de los dolientes.

La música y el canto en la celebración de los funerales y en la

eucaristía están permitidos y en determinados momentos son
aconsejados o reglamentados por los rituales de la Iglesia.
Deben expresar la fe en la resurrección y la esperanza en la
gloria eterna, y además deben adaptarse a las circunstancias
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