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Autoestima

Por Roberto Martínez (13-Sep-1997).-

No sé tú, pero a mí las noticias que últimamente he leído me hacen sentir que cada
día estamos más abandonados a nuestra suerte. Se supone que estamos unidos
como sociedad para apoyarnos mutuamente y organizarnos en empresas e
instituciones que aseguren el bien común y que elegimos democráticamente a
nuestros gobernantes para que coordinen el crecimiento de las ciudades y
mantengan la seguridad pública.

Las noticias nos hablan más de abusos que de avances. De hombres robando,
matando y defraudando a otros hombres. De un gobierno que no puede evitar los
asaltos y los secuestros y de un Congreso que ha logrado reunir personas que como
niños de primaria que se pelean dentro y fuera del Palacio Legislativo.

La corrupción ya no sólo está en el Gobierno, sino que este "virus" ha contagiado


también a los banqueros y algunos empresarios. No sólo los grupos, sino también
los individuos rompen la ley. Para muestra está el caso de los miles de autos
ilegales que circulan por las carreteras recientemente rescatadas por el Gobierno.

Es difícil encontrar al culpable. La crisis no da para que el Estado resuelva


paternalistamente todos los problemas y la gente decente no sólo debe aguantar el
peso de la situación de precariedad que impera, sino también se tiene que defender
con lápices y tenedores de aquellos conciudadanos que armados con los métodos
más avanzados se dedican a quitarnos lo poco que nos queda. Al fin de cuentas, la
ley parece estar al servicio del que tenga la cuenta bancaria más gorda o el apellido
más influyente.

Afortunadamente existen caminos de recuperación que la mayoría decente puede


aprovechar para reconquistar su estatus de clase media que le fue robada. La
minoría indecente no está interesada en estos caminos porque prefiere seguir
defraudando, secuestrando, vendiendo favores, lavando dinero y traficando drogas.
Me estoy refierendo a la comercialización por redes, una actividad económica
legítima que reconoce el valor que tiene el esfuerzo que el individuo hace por
distribuir productos de buena calidad entre sus parientes, amigos y conocidos. Es
un trabajo duro que requiere tenacidad y mucho entusiasmo, pero tiene la ventaja
de retribuir al que lo desarrolla de manera proporcional a su esfuerzo.

Este sistema de trabajo está diseñado con justicia y se mantiene justo sin necesidad
de mucha supervisión. Algo así como los sistemas de calidad total en la producción,
donde el operario es su propio inspector. Gana el que trabaja y el que comparte
todos sus conocimientos con los nuevos representantes de su organización. Avanza
el que no transa y el que comparte sus contactos con sus mentores. Se consolida el
que hace alianzas con otros distribuidores y no el que busca sacarles ventaja sin
honestidad.

Yo tengo ya casi ocho meses de haberme inscrito a una compañía que distribuye
sus productos exclusivamente a través de su red de representantes en varios países
del mundo. Como la mayoría de mis colegas en el negocio, lo hice para
complementar mis ingresos, desarrollando esta actividad en mi tiempo libre. El
éxito que he tenido es muy superior a mis expectativas, tanto que ya estoy
prácticamente de tiempo completo trabajando en esto. En la organización que he
formado tengo más de 180 representantes. La mayoría son de aquí, sin embargo,
tengo gente de Chihuahua, Durango, Saltillo, Ciudad Mante, San Antonio, Dallas y
Atlanta.

Bueno, no me quiero extender mucho en mis resultados personales, porque no es lo


que quiero enfatizar, el punto es que el ambiente que vivimos ha sembrado mucho
miedo. La gente tiene miedo de arriesgar, de invertir, de sobresalir. No creo que sea
cuestión cultural, ni tampoco por debilidad de carácter. En mi opinión, el desorden
social está provocando una incertidumbre que paraliza y que causa una profunda
apatía en la población.

Los anhelos de las familias se reducen a comer, pagar los servicios y a no perderse
la más polémica novela. La prosperidad es algo que ven como inalcanzable.
Convencer a las personas de no tener miedo es el principal reto de mi trabajo.
Nunca lo hubiese imaginado. El reto suele ser el de convencer a los clientes de la
calidad del producto o de la seriedad de la compañía que presta un servicio. Aquí el
principal obstáculo es la baja autoestima de la gente. Parece que el slogan panista
de "Sí se puede" lo digieren y lo traducen a: "Sí se puede, pero yo no".

Si las empresas y las organizaciones son a final de cuentas grupos de personas, nos
debe poner en alerta a todos esta situación. No podemos salir de la crisis con
empresas que tengan miedo de ser más agresivas y más competentes que sus
contrapartes extranjeras. No podemos trabajar unidos como sociedad, cuando en
nuestra filas hay poderosos que abusan y que compran a los jueces para seguir con
sus injusticias. Lo único que estamos logrando es una selva donde los hombres se
olvidan de los valores y de la ley y los reemplazan por armas y poder.

Hago un llamado a las instituciones educativas para que redoblen sus esfuerzos en
la educación de los valores y la autoestima. Los jóvenes "hechos en México" deben
sentirse orgullosos de serlo y equivalentes a los jóvenes de otras naciones.

Al Gobierno local le pido que colabore en revertir la incertidumbre, eliminando la


impunidad.

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