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George Gordon Byron (nacido el 28 de hoy día como una de las obras cum-

enero 1788; muerto en Missolonghi - bres dentro de la ciencia-ficción, gó-


Grecia- el 19 de abril de 1824) fue un tico o terror.
poeta inglés y es considerado como
Otra de las múltiples facetas que en-
uno de los más importantes repre- caran la vida del poeta, y que vale
sentantes del romanticismo. Además destacar en este momento, es ni más
de su obra (mayormente poesía) By- ni menos que su amor por los anima-
ron sobresale de entre sus contempo- les. En la casa en donde alojó a los
ráneos por varios sucesos entre cu- esposos Shelley, por ejemplo, llegó a
riosos y extravagantes que lo tuvie- tener un verdadero zoológico: monos,
ron como protagonista. gallinas, gatos, pavos reales, garzas,
cocodrilos, y hasta osos (sí, osos).
Pero sin dudas, su mascota más que-
rida fue Boatswain, un perro. ¡Y aquí
es donde todo comienza a tener sen-
tido! Los cronistas y biógrafos coinci-
den en señala que el terranova que le
regalaron de cachorro y que lo acom-
pañaría durante cinco felices años
fue su más fiel amigo y Byron se mos-
traba dichoso junto a él.

En cierta ocasión, cuando regresa-


ban de un paseo en barco, Boatswain
cayó al agua por accidente. Lord By-
ron le ordenó al capitán que detu-
viera la macha en ese instante para
rescatar a su adorado perro. Odioso
Uno de esos momentos curiosos que como pocos, el capitán le contestó
que por reglamento el barco sólo po-
lo tuvo como protagonista tiene que
día demorarse si era un hombre el
ver con Mary Shelley y la creación de
que había caído al agua. Sin dudarlo
una de las novelas más reconocidas un momento, Byron se zambulló al
mundialmente: Frankenstein (o el instante para ir en busca de Boats-
moderno Prometeo). Se cuenta que wain, y desde el agua le gritó al capi-
una noche de verano de 1816, Mary tán: "cumpla con el reglamento se-
y su esposo, el también poeta, Percy ñor". Y así, logró salvar su vida y la
Shelley, compartían estadía en la de su querida mascota.
casa de Lord Byron en Villa Dodiatti
(Suiza), junto al médico personal de El 18 de noviembre de 1808, tras en-
Byron, John William Polidori. Tras fermar de rabia, Boatswain murió.
varios días en el lugar y sin poder re- Lord Byron mandó a constuir un pre-
gresar a su hogar debido a las temi- cioso monumento para su amado pe-
rro en los jardines de su hogar y re-
bles condiciones climáticas que se
clamó que al morir lo enterraran
sucedieron, Byron retó a sus amigos
junto a él. Por ello, le escribió unos
a crear la mejor historia de terror que de sus más bellos poemas, intitulado
pudieran en un plazo de 24 horas. Si "Epitaph to a dog" (Epitafio para un
bien sólo Polidori consiguió entregar perro)", que lo compartimos de ma-
un relato completo (ni más ni menos nera completa:
que El Vampiro), fue allí cuando a
Mary Shelley se le ocurrió la idea (original en inglés al final de la
de Frankenstein, que luego publica- traducción)
ría con gran suceso, destacándose
Cerca de este lugar
reposan los restos de un ser
que poseyó la belleza sin la vanidad,
la fuerza sin la insolencia,
el valor sin la ferocidad,
y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.

Este elogio, que constituiría una absurda lisonja


si estuviera escrito sobre cenizas humanas,
no es más que un justo tributo a la memoria de
Boatswain, un perro
nacido en Newfoundland, en mayo de 1803
y muerto en Newstead Abbey, el 18 de noviembre de 1808.

Cuando algún orgulloso humano regresa a la Tierra,


Desconocido para la Gloria, pero ayudado por su nacimiento
El arte del escultor agota las pompas de dolor
Y los ataúdes conmemoran a quienes descansan allí.
Cuando todo terminó, sobre la tumba se ve
no lo que él fue, sino lo que debió haber sido.

Pero el pobre Perro, en vida el amigo más fiel,


el primero en saludarte, el más dispuesto a defenderte
Cuyo honesto corazón es propiedad de su dueño
Quien trabaja, pelea, vive, respira por él
Cae sin honores, sin que nadie note su valía,
Y el alma que lo acompañó en la Tierra es rechazada en el Cielo
mientras que el hombre, ¡vano insecto!, desea ser perdonado,
Y reclama un Cielo exclusivo para él.

¡Tú, hombre! Débil inquilino de una hora


Desmoralizado por la esclavitud, corrompido por el poder
Quien te conozca bien se alejará de ti con disgusto
¡Masa degradada de polvo animado!
¡Tu amor es lujuria, tu amistad es un engaño,
Tu lengua es hipocresía, ¡tu corazón es una mentira!

Vil por naturaleza, tu nobleza es sólo de nombre


cualquier bestia gentil puede hacerte sonrojar por la vergüenza.
Tú, a quien el azar ha traído ante esta simple urna,
sigue de largo, ella no se levanta en honor de nadie a quien quieras llorar.
Estas piedras se levantan para señalar los restos de un amigo;
solo uno conocí y aquí yace.

George Gordon Byron


Near this Spot
are deposited the Remains of one
who possessed Beauty without Vanity,
Strength without Insolence,
Courage without Ferocity,
and all the virtues of Man without his
Vices.

This praise, which would be unmeaning Flattery


if inscribed over human Ashes,
is but a just tribute to the Memory of
Boatswain, a Dog
who was born in Newfoundland May 1803
and died at Newstead Nov. 18th, 1808.

When some proud Son of Man returns to Earth,


Unknown to Glory, but upheld by Birth,
The sculptor’s art exhausts the pomp of woe,
And storied urns record who rests below.
When all is done, upon the Tomb is seen,
Not what he was, but what he should have been.

But the poor Dog, in life the firmest friend,


The first to welcome, foremost to defend,
Whose honest heart is still his Master’s own,
Who labours, fights, lives, breathes for him alone,
Unhonoured falls, unnoticed all his worth,
Denied in heaven the Soul he held on earth
While man, vain insect! hopes to be forgiven,
And claims himself a sole exclusive heaven.

Oh man! thou feeble tenant of an hour,


Debased by slavery, or corrupt by power –
Who knows thee well, must quit thee with disgust,
Degraded mass of animated dust!
Thy love is lust, thy friendship all a cheat,
Thy tongue hypocrisy, thy heart deceit!

By nature vile, ennobled but by name,


Each kindred brute might bid thee blush for shame.
Ye, who behold perchance this simple urn,
Pass on – it honours none you wish to mourn.
To mark a friend’s remains these stones arise;
I never knew but one -- and here he lies.

George Gordon Byron

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