Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
En 1868 la flota de España atacó las costas de Chile y Perú en razón de un conflicto colonial.
También restableció brevemente su dominación en Santo Domingo, entre 1861 y 1865, y
mantuvo control sobre Puerto Rico y Cuba hasta 1898. En 1888-1889 Brasil abolió la esclavitud y
luego la monarquía para establecerse como república.
Los diferendos limítrofes provocaron guerras constantes entre las nuevas repúblicas
de América a lo largo de las décadas posteriores. Las más destacadas fueron la Guerra del
Pacífico(1879-1884, Chile contra Bolivia-Perú) y la Guerra de la Triple Alianza (1865-
1870, Argentina-Brasil-Uruguay contra Paraguay). Esta última terminó con una derrota total de
Paraguay, que conllevó incluso un desastre demográfico: la población del país,
aproximadamente 525.000 personas antes de la guerra, fue reducida a unos 221.000 en 1871,
de los que solamente unos 28.000 eran hombres. La consolidación de las nuevas repúblicas no
fue pacífica en cambio. No sólo las luchas limítrofes, sino guerras civiles sacudieron los
cimientos de los nuevos estados. El expansionismo de países como Estados Unidos que cercenó
el territorio de México, Brasil que impuso su soberanía en los territorios amazónicos aún a costa
de correr las fronteras de sus vecinos, los conflictos territoriales entre Perú, Bolivia y Chile, la
creación del Uruguay, la desintegración de la Gran Colombia que crearía tres nuevos
estados:Colombia, Venezuela y Ecuador, son la prueba de una época convulsa causada por la
desaparición de las colonias. Esta época de grandes cambios para el continente que trajo
el siglo XIX entre independencia y consolidación terminaría todavía con la construcción
del Canal de Panamá, un canal interoceánico que partió el continente en dos, a costa de cercenar
el territorio colombiano y crear un nuevo estado, Panamá (1903), bajo la creciente influencia de
una nueva potencia: Estados Unidos.
El 2001 marcó el inicio de un nuevo milenio y un nuevo siglo. Si el siglo XX no fue el siglo de la
paz y la prosperidad continental, la manera en la que irrumpió la nueva data cronológica no
auguró mejores tiempos. El 11 de septiembre de 2001 tendrían lugar los ataques suicidas que
implicaron el secuestro de cuatro aviones de pasajeros, que fueron empleados
comobombas aéreas para matar aproximadamente a 3.000 personas. Las Torres Gemelas
del World Trade Center (WTC) fueron destruidas y el Pentágono resultó dañado. La historia se
precipitaría para el mundo entero: el presidente George Bush comenzaría las invasiones
de Afganistán e Iraq y Oriente y Occidente se verían enfrentados en un conflicto que despertó
viejas disputas, abrió la perspectiva a nuevas ambiciones y creó nuevas situaciones históricas.
Regionalización
Las siguientes son los grandes bloques económicos en el continente, aunque existen
numerosos tratados bilaterales:
La Comunidad Andina conformada por Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia. Chile se separó
en 1969 y Venezuela se separó en 2006.
Mercosur: Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) entre Canadá, Estados
Unidos y México.
El Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), conformado por El
Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Panamá.
Caricom (Comunidad Caribeña), conformado por Antigua y
Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, Montserrat, Sant
a Lucía, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Trinidad y Tobago.
OCEANIA
El pasado indígena de los diversos territorios que componen el quinto continente se encuentra
relacionado, pero de una forma heterogénea. Sus orígenes son dispares y, en laactualidad, se
puede hablar de la práctica desaparición de las culturas tribales y de los propios representantes
ancestrales.
En lugar de las poblaciones tribales se han erigido territorios fundados por los conquistadores
ingleses, tales como Nueva Zelanda y Australia.
No obstante, y alrededor del milenio VI (a. C.), diversos grupos de emigrantes, cuyo origen aún
no está muy claro y, por tanto, existen al respecto varias teorías que intentan explicarlo, se
asentaron en Australia; eran los pueblos “australoides”, los cuales sufrieron la carencia del
suelo, de la flora y de la fauna de esta zona del mundo, por lo que quedaron bastante
diezmados.
Australia y Oceanía no constituyen una única masa continental, sino que se extienden de
manera diversa por el inmenso océano; algunos geógrafos y etnólogos no consideran a Australia
como parte integrante del conjunto denominado “Oceanía” y lo consideran al margen de los
distintos grupos insulares, aunque en la actualidad la mayoría de los estudiosos la consideran
parte integrante del conjunto. De este modo, Oceanía se define por su total pertenencia, y
ubicación, al denominado hemisferio austral -el propio nombre de Australia se debe
al hecho reseñado- y se halla constituida por un extenso mundo insular acotado entre las
propias islas Hawai, que el trópico de Cáncer atraviesa, el extremo meridional de Nueva
Zelanda, las islas Palau, en el extremo occidental, y la aislada y lejana isla de Pascua, en la
parte este y a una distancia de aquéllas que supera los 115 de longitud.
Ese inmenso espacio se halla, por así decirlo, salpicado de numerosas islas que se parecen como
granos de arena en el gran océano. Si exceptuamos Australia, Tasmania, Nueva Guinea y Nueva
Zelanda, que tienen una superficie bien definida y se sitúan en la zona sudoriental de la gran
masa oceánica, el resto de islotes esparcidos por el océano extenso apenas constituyen una
superficie importante si se compara con la extensión de los territorios que hemos señalado con
anterioridad.
Sin embargo, todas esas diminutas islas no aparecen en solitario, ni aisladas, sino que, casi
siempre, emergen formando un propio grupo, un archipiélago; tres de éstos se destacan en el
lado oriental de Australia, de los cuales citaremos los dos formados por lasislas Salomón y
Nuevas Hébridas y el archipiélago de Bismarck, que se extienden formando un arco; el otro se
compone de las islas Carolinas, Ellice, Marshall, Tonga y Kermadec. El primero de ellos
destaca sobre los demás porque está formado por islas de superficie apreciable, tales como
Nueva Guinea, Nueva Caledonia y las dos que componen Nueva Zelanda.
A todo lo anterior hay que añadir, para un conocimiento más intensivo del lugar ocupado por un
continente como es el oceánico, una de las características propias de éste y, por mor de las
cuales, se diferencia de todos los demás, al tiempo que sirven de pauta para su diferenciación.
Ello no es más que la aseveración que de un examen geográfico se deriva, la cual consiste en
comparar el asentamiento de los diversos archipiélagos e islas en un océano de profundidad
irregular, con depresiones y relieves que forman bases alargadas que, en ocasiones, se
disponen de forma ligeramente abisales del océano Pacífico. Muchas de estas fosas marinas
tienen una especie de cresta que hacen más amplia la gran extensión vertical del asentamiento
marino. Al parecer, aquí se encuentran las mayores profundidades de la tierra -las fosas de las
islas Palau, de las Marianas y de las Filipinas, miden cerca de diez kilómetros de profundidad-,
las más anchas y gigantescas pozas que imaginarse pueda.
Muchas de ellas son islas coralinas de origen madrepórico y volcánico. El nuevo continente se
halla situado en la zona de incidencia del denominado “cinturón de fuego“, el cual rodea al
océano Pacífico y puebla de numerosos volcanes -activos, apagados, insulares y con su
epicentro en el propio océano- las diferentes tierras de Oceanía. Algunas de sus islas deben su
origen a una erupción volcánica. En Nueva Zelanda, por ejemplo, existen seis volcanes, en el
archipiélago de Bismarck más de veinte, ocho en las islas Tonga y seis en Nuevas Hébridas.
La importancia de los volcanes en estas latitudes es grande, pues determina, en gran parte, la
propia idiosincrasia de sus primeros pobladores y explica, al propio tiempo, las dificultades que
los aborígenes tuvieron que vencer a la hora de intentar la supervivencia. Muchas de las
poblaciones asentadas en estos territorios fueron sometidas por la propia aridez del terreno y
condenadas a pasar hambre y necesidades sin cuento, por lo que sufrieron grandes regresiones
en su cultura y costumbres. Algunas de ellas constituyen, aún hoy, grupos diferenciados que
los estudiosos de las distintas especialidades buscan para llevar a cabo sus investigaciones
antropológicas y etnológicas. Sin embargo, hace ya más de cien años que desapareció el último
representante de los aborígenes de Tasmania y, en Australia, han sido obligados a refugiarse en
la zona Norte y en las reservas del Queensland.
Parece ser que los primeros pobladores de Oceanía pertenecían al tronco de los australoides,
tenían la piel morena y el cráneo alargado, la boca y la nariz anchas. En la actualidad se
encuentran todavía en la edad de piedra, a pesar del contacto con las inmigraciones europeas
y, también, a su relativo acercamiento a los núcleos de población que, en el caso de Nueva
Zelanda y Australia, resulta más patente que entre los restantes grupos insulares, en los
cuales, los polinesios, melanesios y micronesios, siguen constituyendo el grueso de la población.
El pueblo de los “maorí”, por ejemplo, polinesios instalados en Nueva Zelanda -en la Isla del
Norte-, ha tenido que adaptarse a esas tierras en las que existen una gran variedad de aves,
por lo que se han especializado en la caza. También practican la pesca, pero en los lagos y
ríos, ya que el agua del mar que bordea la isla aparece siempre muy agitada. Se dedican,
además, a la cría de perros, que es el único animal doméstico con que cuentan y, también, recogen
raíces.
Ese tronco común de los australoides se diversifica para dar lugar a la rama de los austrálidos,
los papuásidos y los védidas, que componen las diversas razas que se extendían por el
continente oceánico. Sin embargo, el tronco de los polinésidos presenta ciertos caracteres,
mezcla entre lo mongoloide y lo europeizante -con claro predominio de este último rasgo-, que
los distinguen del resto de los habitantes de Oceanía. Su pigmentación en la piel es menos
acusada que en el resto de los demás pobladores del continente y, además, su estatura es
sensiblemente superior a la de aquéllos; todo cual ha dado lugar a numerosas lucubraciones, por
parte de diversos antropólogos, acerca del origen de los pueblos polinesios. Se ha llegado a
defender la tesis que relaciona a la raza polinesia con los primeros pobladores del continente
americano. Sin embargo, parece ser que, según la hipótesis más aceptada entre los diversos
estudiosos de prestigio, los polinesios serían originarios de Malasia e Insulindia, es decir, del lado
oeste de Oceanía; sus tradiciones y costumbres son más acordes con las tribus de esta zona
que con los grupos americanos.
Los aborígenes de los distintos territorios oceánicos se distribuían, antes de la llegada de
los europeos, en grupos nómadas, por lo que practicaban las mismas costumbres radías que
sus antepasados; su cobijo estaba constituido por una especie de refugio natural que, por lo
demás, abandonaban con suma facilidad, merced a su rechazo del sedentarismo. Se
alimentaban con frutos silvestres y eran hábiles cazadores, menester que practicaban con éxito
por medio de un artilugio arrojadizo que tenía la particularidad de volver, una vez lanzado, al
mismo lugar de origen: se trata del famoso boomerang. También empleaban lanzas, bastones y
mazas y se alimentaban de las distintas piezas que cobraban, ya sean canguros, emús, serpientes,
lagartos o peces.
Se dice que, incluso en la actualidad, los indígenas australianos y las diversas etnias del tronco
de los austrálidos poseen un oído y una visión muy poderosos y agudos, y se caracterizan por
una gran resistencia física ante el dolor y las penalidades materiales.
Sus vestidos son de una gran simpleza, pero llevan numerosos adornos, tales como colgantes,
aros, brazaletes, collares, cintas…, y pintan su cuerpo, en determinadas ocasiones, con
diversos colores: negro, amarillo, rojo y blanco.
Ya no practican la necrofagia ni la antropofagia, por lo cual ha declinado su ritual mágico y
taumatúrgico.