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Javier Onrubia
La relación entre ambas cuestiones, sin embargo, tal vez no sea valorada con
la misma unanimidad por todos los que se acerquen a estas líneas: ¿influye la
escuela en alguna medida en los cambios por los que atraviesan los adolescentes
que asisten a ella?; ¿constituye la escuela un motor de esos cambios, o es más bien
un mero testigo -cuando no un sufrido receptor- de los mismos?; ¿es la escuela un
“campo de juego” básico del desarrollo adolescente o éste se produce
fundamentalmente en otros espacios -los amigos, las primeras relaciones de pares,
la televisión, la familia,… -ante los que la escuela tiene escasa incidencia?;
suponiendo que efectivamente tuviese una posibilidad de incidencia, ¿es tarea de la
escuela ocuparse de apoyar el desarrollo global de los adolescentes o, por el
contrario, ello queda fuera de su responsabilidad y debe ser abordado desde otras
instancias -las familias, la comunidad, etc.-? Con toda probabilidad, la posición ante
estas preguntas suscitará discrepancia, cuando no polémica, entre distintas
opiniones y perspectivas.
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El capítulo II del presente libro se dedica la presentación de los cambios físicos constitutivos de la
pubertad y al análisis de las relaciones entre esos cambios y determinados aspectos del desarrollo
psicológico del adolescente. Las relaciones entre cambios físicos y psicológicos en el adolescente se
discuten también en distintos momentos a lo largo del conjunto de capítulos del libro, especialmente
en relación a cuestiones como la identidad personal, las nuevas formas de relación interpersonal o el
acceso a comportamientos de transición a la vida adulta en ámbitos como el de las relaciones
sexuales (ver caps. IV y V).
La presentación detallada de los mismos, así como la discusión particularizada sobre
los distintos factores implicados en su proceso de construcción, excede en mucho los
objetivos que hemos trazado para el presente capítulo, y se lleva a cabo en los
capítulos que siguen, a los que remitimos.
Por ello las prácticas educativas son parte fundamental de la mediación social
necesaria para apoyar y orientar el paso de los adolescentes a la vida adulta y su
inserción como miembros plenos de la sociedad. Este papel de apoyo a la transición
adolescente puede -y debe- ser jugado, a nuestro juicio, por los distintos tipos de
prácticas educativas en que se ven implicados los adolescentes: las prácticas
educativas familiares - recordemos el ejemplo de los estilos de relación y disciplina
en la familia que hemos señalado-, la educación escolar, los programas de formación
laboral y profesional, las prácticas educativas en el ámbito del tiempo libre, o los
procesos de influencia educativa eventualmente ejercidos por los grupos de iguales o
los media. De distintas maneras y a distintos niveles, cada una de estas prácticas
puede apoyar el proceso de adquisición de nuevas y más potentes formas de
aprender; comprender y actual sobre la realidad, de reconstrucción de la propia
identidad personal, de adopción de valores y proyectos de vida, etc.; en definitiva, el
proceso por el que el adolescente puede avanzar hacia una conducción cada vez
más autónoma y consciente de la propia vida.
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La Tabla recoge los Objetivos Generales de la etapa de Educación Secundaria Obligatoria
agrupados en función de los cinco grandes núcleos de capacidades que se presentan en el texto. Los
Objetivos más vinculados con cada núcleo se presentan en letra normal, mientras que aquellos que lo
hacen de una manera parcial se presentan en cursiva. Dado cada Objetivo, hace habitualmente
referencia a un conjunto relativamente amplio de capacidades; es posible que un mismo Objetivo
aparezca vinculado a más de uno de los núcleos propuestos.
comportamientos y la condiciones ambientales y valorar los beneficios que
suponen los hábitos de ejercicio físico, la higiene, una alimentación equilibrada y,
en general, de una vida sana.
c) Conocer las creencias, actitudes y valores básicos de nuestra tradición y
patrimonio cultural, valorarlos críticamente y elegir aquellas opciones que mejor
favorezcan su desarrollo integral como persona.
La primera tiene que ver con el reforzamiento del carácter de los centros
escolares de secundaria como contextos de formación integral, frente a su
concepción exclusivamente en términos academicistas y de preparación para niveles
posteriores de la escolaridad como el universitario. En la línea del análisis que hemos
realizado de los objetivos y finalidades de la Educación Secundaria Obligatoria, este
reforzamiento puede suponer en algunos casos una revisión en profundidad y una
notable ampliación de las capacidades que se consideran objeto de la acción
educativa y de los núcleos prioritarios que deben organizar esas capacidades. A su
vez, esta revisión y ampliación implica un replanteamiento de fondo sobre los
contenidos esenciales sobre los que la escuela debe centrar su acción educativa. En
este sentido, una perspectiva sobre los objetivos y finalidades de la educación
escolar para los adolescentes como la que hemos sostenido a lo largo del capítulo
tiene notables repercusiones en aspectos como qué tipos de contenidos es necesario
enseñar a los alumnos, qué ámbitos deben cubrir, qué núcleos de contenidos son
irrenunciables y básicos en función de las finalidades y objetivos perseguidos y
cuáles -sin dejar de tener importancia- pueden en cambio considerarse como
secundarios o complementarios, así como en la consideración de las fuentes y
criterios en que es posible apoyarse para tomar estas diversas decisiones.