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MAX WEBER
La dominación tradicional
Una dominación es tradicional cuando su legitimidad descansa en la santidad de
ordenaciones y poderes de mandos heredados de tiempos lejanos, creyéndose en ella
en méritos de esa santidad. Las relaciones del cuadro administrativo se determinan
por la fidelidad personal del servidor. Se obedece a la persona, y los mandatos pueden
ser por la fuerza de la tradición que señala inequívocamente el contenido de os
ordenamientos o por arbitrio del señor, al cual la tradición le demarca el ámbito
correspondiente. Si se quiere incorporar una cosa nueva, tiene que estar vinculado
con lo tradicional. Es un poder personal y cotidiano.
La dominación carismática
Descansa en la creencia en la cualidad extraordinaria de una personalidad que tiene
capacidad extranatural. En algún punto esta dominación se termina racionalizando o
tradicionalizando). El cuadro administrativo se genera en función de la relación con el
líder. No hay característica alguna del burócrata, no hay leyes ni normas establecidas.
Los seguidores hacen que el liderazgo se lleve a cabo. En general este tipo de
dominación rechaza el pasado y busca agitar las normas establecidas. Es una
dominación personal y extraordinaria.
LA CLASE POLITICA
MOSCA GATEANO
Existen dos tipos de clases:
1. Gobernantes: Desempeñan las funciones políticas, monopoliza el poder y
disfruta de las ventajas que van unidas a él.
2. Gobernados: es dirigida y regulada, y suministra los medios materiales de
subsistencia para la vitalidad del organismo publico
En todo organismo político siempre hay una persona que está por encima de la
jerarquía de toda clase política y dirige el estado. Cuando hay un descontento en la
masa de los gobernados, pueden generar un agite hacia los gobernantes.
El jefe de estado debe tener el apoyo de una clase dirigente que hiciera cumplir y
respetar sus órdenes. Cuando las masas destronen a la clase dirigente otra minoría
organizada podría desempeñar el oficio de dicha clase. El predominio de una minoría
organizada se impone frente a cada individuo de la mayoría. Y a esta mayoría le sería
mucho más difícil poder organizarse para poder actuar contra la minoría.
Las minorías gobernantes se distinguen de la masa de los gobernados por ciertas
cualidades que les otorgan cierta superioridad material e intelectual, y hasta moral; o
son herederos de los que poseían esas cualidades.
Se distinguen dos tipos de sociedades
Sociedades primitivas: Las personas que tienen acceso a la clase política es el
valor militar. La guerra es normal en este tipo de sociedades; por eso los valientes
serán los jefes. El dominio de una clase guerrera sobre una multitud pacifica se suele
atribuir a la supremacía de las razas, a la conquista de un pueblo a otro débil. Puede
suceder que también en un pueblo donde haya distinción entre agrícolas y guerreros,
donde los guerreros dominen a los agrícolas. En general esta clase dominante se
apropiaban las tierras (fuentes de la producción de la riqueza). SI BIEN LOS
PODEREOSOS SON POR LO GENERAL RICOS, BASTA SER RICO PARA
CONVERTIRSE EN PODEROSO. En todos los países del mundo, los medios de
influencia social (cultura, especialización académica, grados de jerarquía
administrativa y militar) los adquirirán más fácilmente los ricos que los pobres.
Sociedades modernas: Ya no interesa el valor militar, ahora interesa la riqueza.
Gobiernan los ricos, no los fuertes.
Aristocracia sacerdotal: Sociedades donde las creencias religiosas obtienen una
parte de la riqueza y del poder político. Los sacerdotes presentaban conocimientos
jurídicos y científicos. En las jerarquías sacerdotales la tendencia a monopolizar los
conocimientos alcanzados y a obstaculizar la difusión de los métodos.
Cestas hereditarias: Clase gobernante limitada por un numero dado de familias, y el
nacimiento es el único criterio que determina el ingreso a dicha clase o la exclusión de
esta. Todas las clases políticas tienen la tendencia a volverse hereditarias. En general,
el hábito y todas las aptitudes para tratar los negocios de importancia se adquieren
más fácil cuando se ha tenido con ellos cierta familiaridad en la infancia.
Es natural que sobrevenga un periodo de renovación o de revolución, durante el cual
las energías individuales tienen importante participación y algunos individuos pueden
pasar de los grados inferiores de la escala social hasta los más elevados.
En este artículo los autores Gibson y Falleti exponen una teoría con distintos puntos
de análisis sobre el origen del federalismo argentino. Los autores no buscan
únicamente exponer el estudio puntual del caso, sino también contribuir en los
aspectos que hacen a las teorías sobre el origen del federalismo.
Para comenzar expondremos algunos de los puntos de análisis que hacen a la
diferenciación entre la teoría expuesta por los autores y las teorías generales sobre el
federalismo. Para los autores, no sólo son relevantes los conflictos entre niveles de
gobierno, intergubernamentales (nacionales y subnacionales), sino también que
existen otros conflictos que deben ser tomados en cuenta. Ellos añaden una
dimensión de análisis nueva en su teoría: el conflicto interprovincial, entre regiones,
donde particularmente ubican el aspecto central del caso argentino. Además, plantean
que esas dinámicas de poder internas a los sistemas federales, con sus disputas y
consensos, hacen que ambos conflictos tanto intergubernamentales como
interprovinciales operen al mismo tiempo y en conjunto para el origen y evolución del
federalismo.
A lo largo del texto para establecer algunas consideraciones teóricas ellos retoman a
William Riker, autor de la teoría “universal” del federalismo basada en las colonias
estadounidenses, para contrastarlo con el caso argentino. En su teoría Riker plantea
que deben existir necesariamente dos condiciones para que se comience una
negociación federal: una condición de expansión o una condición militar, lo que
significa la protección frente a una amenaza externa. De esta forma Riker pone como
aspecto central de su teoría las cuestiones externas, ya que si o si las soberanías
deben unirse para afrontar alguna de esas dos condiciones. Y es aquí donde los
autores encuentran el primer contraste con el caso argentino, que por más de que
hayan existido conflictos externos, estos no influyen de forma significativa el origen de
la federación argentina. Otro aspecto de consideración primordial según los autores es
que Riker omite diferenciar tres procesos: la unificación nacional, la decisión de
adoptar un régimen federal y la discusión sobre el grado de centralización de este.
Para Gibson y Falleti estos procesos no deben ser tratados como simultáneos y
equivalentes, sino como secuenciales y dados por causas diferentes.
Con respecto a esta diferenciación encontramos que la unificación nacional tuvo como
principal motivo las necesidades económicas de las provincias, pero este mismo
motivo no aplica a lo que dio origen al sistema federal. El origen del sistema federal se
dio luego de muchos intentos (fallidos) de las provincias poderosas de imponerse
sobre las demás con su proyecto unitario. Y por último el grado de centralización
elegido fue resultado de conflictos regionales.
El federalismo centralizado logró surgir de un escenario sumamente conflictivo, en el
cual dos tendencias completamente antagónicas se vieron involucradas en un arduo
proceso de disputa regional, en torno a la manera de modelar el sistema federal.
Mientras el grupo conformado por las provincias más poderosas abogaba por un
federalismo “Descentralizado”, es decir, un sistema federal sin la presencia de un ente
autárquico que las controle, aquellas regiones con un menor poder económico (y por lo
tanto político) volcaban su apoyo hacia la creación de un gobierno Central autónomo e
impositor (¿?) de autoridad.
Los autores a su vez agregaron para el análisis de las disputas interprovinciales, la
diferenciación entre federalismo hegemónico y federalismo plural. En el polo
hegemónico, una provincia tiene el dominio sobre el accionar del gobierno central,
mientras que en el plural el gobierno central posee un alto grado de autonomía
dirigencial, tomando sus propias decisiones sin la influencia de las provincias
poderosas. Por lo tanto, resulta esencial comprender el concepto de “Federalismo
Hegemónico” referido a la intención de establecer un dominio hegemónico dentro de la
federación por parte de las provincias más fuertes. Este se encuentra en
contraposición con el “Federalismo Plural”, en el cual se busca la autonomía del
gobierno central, actuando en representación de todas las provincias estableciendo
una condición de igualdad entre ellas.
En el análisis del desarrollo del federalismo como sistema político en nuestro país
resulta conveniente ubicar los distintos momentos en torno a estas dimensiones para
dar cuenta de dos aspectos clave: como se manejan los conflictos y las disputas de
poder entre las regiones (hegemon/plural), y como se desarrollan las disputas entre los
distintos niveles de gobierno (centralizado/descentralizado). A raíz de esto los autores
dividen el período en diferentes etapas con respecto a estas dimensiones:
En la primera etapa (1810-1831) Buenos Aires tenía dominio sobre las otras provincias
del ex Virreinato del Río de la Plata de manera política y administrativa. También tenía
total dominio de manera económica ya que contaba con el control del comercio
nacional e internacional mediante los puertos y las aduanas. Las provincias del interior
analizaban la posibilidad de algún tipo de unidad nacional federal porque necesitaban
del dinamismo económico de Buenos Aires, pero esta se veía cada vez más
incentivada a la unión unitaria debido a la creciente demanda global de productos
agrícolas. La unidad nacional tomó otro rumbo cuando, en 1829, Juan Manuel de
Rosas, un militar bonaerense que apoyaba el bando federalista, derrocó al gobierno de
Buenos Aires.
Lo que dio inicio a la segunda etapa (1831-1852) fue la firma del Pacto Federal, en
1831, que se convirtió en el marco legal de la Confederación Argentina, de esta forma
se produjo la unidad nacional posicionada en un federalismo “descentralizado”. Sin
embargo, al poco tiempo se pudo notar que la fuerte dominación de Buenos Aires
sobre las otras provincias, con Rosas a la cabeza, no desapareció. Esto demostró que
más allá de la disputa entre un régimen federal o unitario, el poder seguía girando en
torno a la provincia más próspera.
En la tercera etapa (1853-1862) fue promulgada una constitución federal que le
transfería importantes poderes al gobierno central, pero Buenos Aires rehusó sumarse
a la unión. Por esto, el “federalismo hegemónico” cede lugar, poco a poco, al
“federalismo plural”. Este desplazamiento de un tipo de federalismo a otro debe ser
entendido como un producto del conflicto entre las distintas provincias.
La constitución federal de 1853 fue percibida como una solución por la mayoría de la
elite política argentina. La constitución expresó cambios fundamentales en el
pensamiento federalista argentino que había sido forjado; para el autor Botana la
constitución de 1853 fue una fusión de los ideales unitarios y federales, encarnando a
la vez el ideal unitario de un gobierno central en manos de un presidente poderoso y
los principios federales de autonomía provincial y representación en las instituciones
políticas nacionales. Lo que esta fusión también representó fue una clara
revalorización, por parte de los federales, de la utilidad funcional y estratégica de un
gobierno central. La nueva constitución estableció: un régimen federal, una legislatura
bicameral y una justicia independiente. Además, aseguraba un alto grado de
representación a las provincias en las instituciones políticas nacionales.
Por otra parte, la nueva Constitución federal también generó un alto nivel de
centralización. El poder de “intervención federal” fue una de las herramientas
institucionales más importantes diseñadas por los nuevos centralizadores del interior,
esto dejó la puerta abierta para que el ejecutivo nacional hiciera uso de las
intervenciones federales
de acuerdo con su discreción y conveniencia.
En 1862 el triunfo de Mitre en la presidencia allanó el terreno para un nuevo proyecto
de federalismo hegemónico liderado por Buenos Aires (siendo Mitre un ferviente
defensor de los intereses de Buenos Aires). Las demás provincias de la federación
aceptaron el nuevo gobierno porque estaban agitadas por el estancamiento político y
las privaciones económicas impuestas por los conflictos interregionales.
El federalismo hegemónico sería socavado no por las insurrecciones de las milicias
provinciales o por la guerra civil, sino por su propia debilidad institucional. Mitre
consolidó la autoridad central, construyó el Estado nacional y coordinó la integración
económica local e internacional y mientras todo esto sucedía las instituciones del
federalismo fueron silenciosamente modificando el balance de poder en contra de su
provincia natal. El federalismo de Mitre era un federalismo hegemónico centralizado y
como tal, sólo presentaba beneficios unilaterales. De esta forma, durante el último
periodo para superar institucionalmente a Bs.As debían unirse en el colegio Electoral
entre los distintos sectores. La negociación incluyó la vicepresidencia para la facción
de Bs. As. a cambio del apoyo electoral para un presidente del interior. De este modo,
desde la asunción de Sarmiento en 1868 (Gobernador de la provincia de San Juan),
las provincias del interior ganarían la presidencia de las siguientes elecciones. Luego
de la conquista institucional por parte de las elites provinciales, comenzó a
consolidarse su proyecto de federalismo plural centralizado. Pudiendo avanzar, entre
1868-1880, con el proyecto federal en dos frentes:
1) El de las relaciones interprovinciales, donde entre otras medidas, el gobierno
central expandió la influencia de las provincias en las instituciones políticas
nacionales y recortó el control del gobierno de la Provincia de Buenos Aires
sobre las rentas aduaneras y del comercio internacional. A su vez, se
agregaron nuevas instituciones al sistema federal que acrecentaron el control
del interior en el proceso político. Cabe destacar que la alianza electoral que
llevó a Sarmiento al poder se transformó en el PAN, donde el mismo aseguró
un control continuado de la unión dominante de las provincias del interior sobre
el proceso de selección presidencial.
2) Las relaciones entre el gobierno central y los Gobiernos provinciales. La
unión de las elites provinciales expandió la centralización del sistema federal e
impuso gradualmente la supremacía del gobierno central sobre los
provinciales. A su vez, extendieron el alcance del ejército federal a lo largo del
territorio y las armas federales fueron utilizadas sin cesar sobre los líderes
díscolos de las provincias más pobres del interior. Los triunfos del federalismo
centralizado se dieron como consecuencia de la subordinación de las
provincias más poderosas tales como Entre Ríos. De esta forma, el último
obstáculo que quedaba para la consolidación de la autoridad federal era “la
relación indefinida entre los dos centros de poder: el gobierno nacional y la
Provincia de Bs.As.”
La oportunidad de derrotar a Bs.As surgió tras una disputa de la sucesión presidencial,
siendo el último frente conflictivo para la consolidación del federalismo, Buenos Aires,
logró ser derrotada por el ejército federal luego del triunfo del candidato por el PAN
(Roca) en las elecciones de 1880. En consecuencia, el gobierno nacional disolvió la
milicia de Bs As, intervino la provincia quitándole sus privilegios económicos y prohibió
la existencia de milicias provinciales.
Gracias a la federalización de la ciudad de Bs. As. la separación entre el gobierno
nacional y la Provincia de Bs. As. se volvió indudable. Así se logró imponer un marco
institucional para la dominación interprovincial a lo largo de la unión. Y Argentina
ingresó así en la era del federalismo plural centralizado.
Conclusión
Queda demostrado entonces que la construcción del Federalismo en Argentina fue un
proceso prolongado y bañado de sangre muy diferente al escenario teórico del
Federalismo conocido como "negociación". Siendo que, en medio de esta ironía, de
una lucha de más de 70 años, las provincias que en un principio eran federalistas
descentralizadas terminaron siendo federalista centralizadas; y con Bs.As. "dominada"
se culminó con el surgimiento del Federalismo plural centralizado.
Esto no significa que en todos los países de América Latina haya sido de esta forma,
sino que es representativo de un patrón más amplio. Recordemos que en la mayor
parte del continente la formación de Estado-Nación tuvo lugar mucho antes de que
surgiese la opción entre Federalismo vs Unitarismo.