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13/10/2019
Fuente:
UTCCB
Por este motivo, quienes defienden esta visión argumentan que los
niños no entienden el significado de los rituales mortuorios y, por
ende, tampoco necesitan participar en ellos. Es mucho mejor,
siguiendo esta idea, apartar a los menores del contacto con la
muerte y el duelo y abordarlos más tarde, cuando el niño sea capaz
de entender el significado de lo que ha ocurrido.
De 0 a 3 años:
Los niños no comprenden ni el hecho de la muerte en sí ni mucho
menos su irreversibilidad. Pero sí se dan cuenta de que una
persona cercana (o una mascota) que habitualmente estaba con
ellos, ya no está. Por este motivo es muy importante tratar de
explicarles con palabras sencillas que su ser querido ha muerto y ya no
volverá más.
De 3 a 6 años:
Los niños entienden ya que la muerte significa algo grave. Pero, en
parte por su pensamiento concreto y en parte por la influencia de
los cuentos, muchos creen que la muerte es reversible. Además,
rodean el hecho de pensamientos mágicos y creen que lo imposible
es posible. Registran cierto egocentrismo en el pensamiento, que
hace que pueden aparecer pensamientos de culpabilidad. Por esto ,
con frecuencia atribuyen el hecho de la muerte a un enfado con la
persona fallecida o a un castigo por su propio mal comportamiento.
En esta etapa, si lo explicamos bien y con palabras sencillas, los
niños pueden entender que la muerte supone que el cuerpo de la
persona fallecida ya no podía funcionar y que por eso se ha
muerto. Dado su dificultad en entender que la persona no va a
volver, hay que ser especialmente cuidadoso en la forma en que
comunicamos la noticia de la muerte al niño y evitar a toda costa
expresiones ambiguas que pueda malinterpretar o entender de forma
literal como hemos perdido a la tía Luisa o la abuela se ha ido.
Aconsejamos permitirles a los niños escoger si quieren o no asistir
junto a nosotros al tanatorio para despedirse de su familiar o amigo
y hacerlo en un entorno de calma y cierta intimidad. Y pensamos
que la forma más apropiada de hacer partícipe a un niño de estas
edades en los rituales mortuorios es acompañarlo al tanatorio,
responder a sus preguntas, permitirle ver lo que desee ver, pero
todo ello en la intimidad de un grupo de familiares reducido y no en
el día de un funeral con muchas personas, bastantes de ellas
desconocidas para el niño.
De 6 a 9 años:
Se da una comprensión gradual y cada vez más exacta del carácter
irreversible y definitivo de la muerte. El nivel de razonamiento es ya lo
suficientemente maduro como para poder establecer una relación de
causa y efecto entre la enfermedad y la muerte.
A esta edad, los niños suelen mostrar inquietud acerca de dos
cuestiones fundamentales. La primera es que al entender lo
irreversible de la muerte, toman consciencia de que sus padres y/o
cuidadores principales también podrían fallecer y suelen formular
preguntas muy concretas acerca de quién y cómo les cuidaría en tal
eventualidad. La segunda preocupación gira entorno a la diferencia
entre las enfermedades comunes, como un constipado, y aquéllas
que conducen a la muerte. Será muy importante poder hablar con
los niños sobre estos aspectos y ofrecerles respuestas honestas y
tranquilizadoras a la vez.
Si se les ofrece la oportunidad, los niños de esta edad raramente
rechazan asistir a un tanatorio y/o funeral. Es importante informarles
de qué se va a hacer allí y cuándo. Cada niño suele encontrar la forma
en que desea despedirse de la persona que ha muerto. Les ayudará
poder participar de alguna manera en los rituales: muchos niños
eligen hacer un dibujo o introducir un juguete en el féretro.
Más de 9 años:
La conceptualización de la muerte es la misma que la de los
adultos. La forma de informarles acerca de lo ocurrido también suele
ser muy similar a la que usamos con otros adultos. Sólo hay que estar
especialmente atento al desconcierto que la muerte de un familiar o
de un amigo le produce a un niño de estas edades. Suele
preguntarse qué es lo correcto y que sería lo incorrecto. Carece de
modelos acerca de cómo conducirse y cómo expresar sus
sentimientos. Por ello, es especialmente importante asegurar al niño
y al adolescente que no hay una forma correcta y otra incorrecta de
comportarse ni de sentir la pérdida. Es crucial explicarle que no
importa si llora o no llora: muchas personas lloramos con lágrimas,
pero otras lloramos sin lágrimas, incluso, algunas, están de mal
humor. Y que la cantidad de lágrimas que se vierten no es una
medida del cariño que sentíamos por el difunto.
Seguramente, querrá participar de todos los rituales como los
adultos. Aunque la opción es correcta, no debemos olvidar que si es la
primera vez que asiste a un tanatorio o funeral, también necesita ser
preparado. Necesita saber qué se hará, cuándo se hará y quiénes
se reunirán para estos rituales.
¿Cuál es la mejor decisión?
La mejor decisión dependerá en cada caso de la edad del niño y de
implicarle en tomar por sí mismo esa decisión. Pero, para poder
hacerlo, el niño deberá contar con la información necesaria, explicada
de forma clara, concreta y directa.
Esto significa que debemos explicarle la muerte de su ser querido
cuanto antes, siguiendo las pautas para la comunicación de la
muerte de un ser querido. Esto es especialmente importante para
dos motivos:
Para que sienta que es incluido en el núcleo familiar desde el
primer momento y que alguien cercano a él se pone en su lugar y
trata de hacerle comprensible los cambios y la inquietud que nota a
su alrededor. Esto es válido incluso para los bebés y niños menores
de 3 años, que no podrán acabar de entender el alcance de lo que
les estamos contando, pero percibirán nuestra tristeza y nuestro
acercamiento.
Para que pueda elegir cómo quiere despedirse y en qué
momento desea estar con los adultos o, por el contrario, necesita un
respiro y prefiere retornar a sus actividades rutinarias con otros
niños.
¿Cómo preparar a los niños para asistir al
tanatorio y/o funeral?
La preparación de un niño para asistir al tanatorio o a un funeral
debe componerse de cinco pasos fundamentales:
1.Comunicación de la muerte
No espere demasiado en darle a su hijo/a la noticia del
fallecimiento: en la actualidad la información de un fallecimiento se
difunde con una inmediatez asombrosa, debido al uso de las redes
sociales y los teléfonos móviles. Por comprensible que sea que
Usted necesite unos momentos para asimilar la noticia y prepararse
para transmitirla a sus hijos con serenidad y en la debida forma,
piense que con cada 5 minutos que pasan aumenta la probabilidad
de que el niño oiga de la muerte de su familiar por comentarios
telefónicos o por el bienintencionado pésame de una vecina, que
llega a destiempo, antes de que hayan hablado con él.