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Universidad Autónoma de Sinaloa

Unidad Académica Preparatoria Rubén Jaramillo

Filosofía 3-4

Francisco Fabian Feliciano Antonio

Resumen de obras

Maestra: Marta Alicia Salazar López


Índice
Edipo el rey........................................................................................................................................3

La ciudad de dios...............................................................................................................................3

Suma de teología................................................................................................................................4

Manifiesto comunista.........................................................................................................................5

Leviatán.............................................................................................................................................5

El hombre unidimensional.................................................................................................................6

El anticristo........................................................................................................................................7

Felicidad paradójica...........................................................................................................................8

El diálogo Yo-Tú...............................................................................................................................9

Los siete saberes necesarios para la educación del futuro..................................................................9


Edipo el rey
 El rey de Tebas, hijo de Layo y Yocasta, rey y reina de Tebas respectivamente. Un oráculo advirtió
a Layo que sería asesinado por su propio hijo. Decidido a rehuir su destino, ató los pies de su hijo
recién nacido y lo abandonó para que muriera en una montaña solitaria. Su hijo fue recogido por
un pastor y entregado al rey de Corinto, quien le dio el nombre de Edipo (pie hinchado) y lo
adoptó como su propio hijo. El niño no sabía que era adoptado y, cuando un oráculo proclamó que
mataría a su padre, abandonó Corinto. Durante su travesía, encontró y mató a Layo, creyendo que
el rey y sus acompañantes eran una banda de ladrones y así, inesperadamente, se cumplió la
profecía. Solo y sin hogar, Edipo llegó a Tebas, acosado por un monstruo espantoso, la Esfinge, que
andaba por los caminos que iban a la ciudad, matando y devorando a todos los viajeros que no
sabían responder al enigma que les planteaba. Cuando Edipo resolvió acertadamente el enigma, la
esfinge se suicidó. Creyendo que el rey Layo había muerto en manos de asaltantes desconocidos, y
agradecidos al viajero por librarlos del monstruo, los tebanos lo recompensaron haciéndolo su rey
y dándole a la reina Yocasta por esposa. Durante muchos años la pareja vivió feliz, sin saber que
ellos eran en realidad madre e hijo. Pronto Edipo descubrió que involuntariamente había matado a
su padre. Atribulada por su vida incestuosa, Yocasta se suicidó y, cuando Edipo se dio cuenta de
que ella se había matado, se quitó los ojos y abandonó el trono. Vivió en Tebas varios años, pero
acabó desterrado.

La ciudad de dios
San Agustín motivado por enseñar las verdades de fe que han sido olvidadas, no enseñadas u
opacadas por otras corrientes politeístas que habían dentro de la sociedad civil romana, redacta
una apología contra los incrédulos, en la cual se empieza afirmando que el amor de Dios a su
creación le llevó a tomar la decisión de prometer una ciudad muy especial, que trasciende los
límites de lo terreno para aquellos que emprendan el camino de obrar según sus mandatos, “la
ciudad de Dios o ciudad celeste”, ya que Dios que es justo, da a cada quien lo que se merece,
según sus acciones. Esta ciudad se encuentra en lo eterno, en lo inmutable, en aquello donde nada
perece; esta ciudad ya había sido prometida dentro de las escrituras, más para alcanzarla dice San
Agustín que solamente el hombre bueno podrá llegar a ella, pero ¿qué se necesita para ser un
hombre que obra según los mandatos de Dios? Ante todo se hace referencia a que la persona es
dotada de la capacidad de libertad, de decidir cómo obrar en su realidad, porque el mismo Dios ha
donado a los hombres este libre albedrio que le da a cada uno la capacidad de actuar según su
propia voluntad en “la ciudad terrena”, del mismo modo, se hace la distinción de que Dios “hizo al
hombre animal racional de alma y cuerpo”, e incluso esta racionalidad nos permite conocer y
distinguir lo mutable de lo inmutable. Por este motivo, éste debe ser consciente de todas sus
acciones, orientándolas a la búsqueda de la verdadera felicidad que es Dios mismo, quien es el
autor por excelencia de toda la creación, afirma San Agustín. Sin embargo, algunos hombres
habiéndose dejado llevar por la perversión de su voluntad, gozan para sí mismos de los bienes
terrenos que la divinidad les ha otorgado libremente, convirtiéndose en egoístas y en viciosos del
placer mundano. En cambio, lo ideal que plantea San Agustín seria que “de las cosas temporales
debemos usar, no gozar, para merecer gozar las eternas”.

Suma de teología
Es una completa exposición, ordenada con criterio científico de la Teología y a la vez un sumario
de la Filosofía Cristiana. A la primera cuestión si es necesario que haya una doctrina distinta de las
ciencias filosóficas Tomás afirma que, si es necesaria esta doctrina pues, “los principios que usa el
filósofo derivan de la razón; la argumentación teológica saca los suyos de la revelación. Los
dominios de una y otra ciencia son, pues, distintos”, puesto que algunas verdades sobrepasan la
capacidad de la razón humana por lo que es necesario que estas verdades se le dieran a conocer al
ser humano por medio de la revelación.

A la segunda cuestión si la doctrina sagrada es superior a las otras ciencias, responde que no es
necesario poner una ciencia sobre otra en cuanto importancia, pero no niega que es muy
necesaria la doctrina sagrada, pues el entendimiento humano se muestra muy débil y limitado
frente a diversas verdades.

En el campo ontológico se muestra un contenido sustancioso que se relaciona con la existencia y


el ser de Dios, pues Tomás demuestra la existencia de Dios mediante cinco vías. Y este
conocimiento de Dios implica inteligibilidad o luminosidad infinita para el hombre, pues lo que “no
es evidente de un modo inmediato, requiere de una demostración racional. Tanta luminosidad es
superior a las facultades humanas y, por lo tanto, se tiene que proceder paso a paso en la
demostración de su existencia”, y esta demostración se lleva a cabo por medio de la explicación de
las cinco vías para lograr el conocimiento de Dios.
Éstas cinco vías tratan de cinco caminos ascendentes, que parten de algo concreto y van a algo
menos sencillo, para alcanzar las diversas facetas de Dios; dichas vías buscan concebir a Dios
como: el primer motor, la primera causa, el ser necesario, el ser perfecto, y el ordenador Supremo
del Universo. La primera vía, el primer motor “se funda en el movimiento.

Manifiesto comunista
En la primera parte, Marx, siguiendo el discurso filosófico de Georg Wilhelm Friedrich Hegel
basado en la sucesiva superación de contradicciones entre tesis y antítesis a través de respectivas
síntesis, traza las líneas generales de su teoría del devenir histórico y profetiza el fin de la
explotación de unas clases por otras. Identifica la lucha de clases como el motor primario de la
historia, describe el mundo moderno como escenario de una confrontación trágica y sangrienta
entre la burguesía dirigente (la clase capitalista opresora) y el proletariado (la clase trabajadora
oprimida). Movida por la lógica del capitalismo de buscar beneficios cada vez mayores, la
burguesía revoluciona de forma constante los medios de producción económica, punto de apoyo
de la historia, y al hacerlo, pone de forma inconsciente en movimiento fuerzas sociohistóricas que
ya no puede controlar, creando con esto la clase destinada a poner fin a su poder: el proletariado.
Según el Manifiesto, a medida que éste vaya creciendo en número y en conciencia política, el
intenso antagonismo de clases originará una revolución y la inevitable derrota de la burguesía.

En la segunda parte, Marx considera a los comunistas aliados y vanguardia del proletariado y hace
hincapié en la necesidad de abolir la propiedad privada, cambio fundamental en la existencia
material que desenmascara la cultura burguesa, expresión ideológica del capitalismo. Tras la
revolución, la producción económica estará en manos del Estado, o sea, del proletariado
organizado como clase dirigente, con lo que la distinción de clases empezará a desaparecer debido
a la desaparición misma de la propiedad y de la división social del trabajo.

La tercera parte, que critica varias corrientes socialistas de la época es pone de manifiesto la
formidable capacidad crítica y polémica del autor. La última parte, que compara la táctica
comunista con la de otros partidos europeos de la oposición, termina con una contundente
llamada a la unidad: “¡Proletarios de todo el mundo, uníos!”.
Leviatán
Es un tratado de ciencia política que presenta una de las primeras teorías contractualistas del
Estado. Según Hobbes, antes de la existencia del Estado los hombres vivían en un "estado de
naturaleza" donde la ley no existe y todos los hombres están en guerra los unos con los otros
porque lo único que gobierna a los hombres es su ambición y su deseo. En ese estado todos son
libres e iguales (porque todos tienen básicamente la misma capacidad de matar a los otros con
fuerza, ingenio u organización). Esto hace que nadie produzca riqueza, la cultura no avanza,
ninguna relación permanece y nadie dura mucho vivo.

Para escapar de este estado de anarquía, los hombres hacen un pacto en el que se prometen
mutuamente delegarle todo su poder a un tercer actor que es el Estado, el leviatán, para que él
medie entre ellos. A partir de este pacto se construye una serie de principios que Hobbes llama
"de derecho natural", aunque a diferencia del derecho natural de Santo Tomás, este no viene de
Dios, sino de lo que es útil y conveniente para evitar la anarquía. Este derecho natural está basado
en la idea de que los hombres deben temer a la muerte (otro rompimiento con la tradición
cristiana).

Una vez que los hombres hacen este pacto, toda la soberanía le pertenece al monarca y cualquier
forma de rebelión contra él es un absurdo lógico (excepto en un par de excepciones). Hobbes
justifica con esto el poder absoluto de los reyes, porque la alternativa es el estado de naturaleza.

El hombre unidimensional
Lo primero que plantea Marcuse es una sociedad que limita la libertad del ser humano, donde éste
se ve condicionado por la misma, y sólo puede exigir lo que se le permite exigir. Se le impone, de
un modo homogéneo, una serie de necesidades artificiales, que sólo buscan un confort y no una
superación, y así queda encadenado el individuo a ésta. Esta sociedad, que es capaz de reducir al
hombre a una pieza mercantil, es la producida por la moderna sociedad industrial, casi opuesta a
lo que procuraban las primeras revoluciones industriales. Esta sociedad es la capitalista, es la
sociedad unidimensional.

El ser humano que se encuentra inmerso en esta sociedad está a su vez sometido a la misma, no
por la fuerza, como sucedía en las sociedades feudales, sino por la burocracia y la administración
de las industrias de ella. Esta neo-esclavitud se ve ligada, no al gasto de energía muscular, sino a la
tecnología misma, donde el ser humano se encadena a la producción tecnológica en masa. Este
cambio de ser humano incluso afecta a los países subdesarrollados, cambiando así el estilo de vida
de todos los que se someten a dicha sociedad. El tiempo libre no existe, sino en cuanto a la
productividad tecnológica de los individuos.

Ya no existe la sublimación del ser humano, sino que se emprende una desublimación progresiva
institucionalizada, donde todo individuo pasa a formar parte de una gran masa que es movida por
la sociedad unidimensional. Lo banal, lo masificado, lo que es incapaz de producir cambio, es lo
que toma la ventaja. El bienestar es la idea máxima que procura alcanzar el ser humano de la
sociedad unidimensional, y sin ella no existe la felicidad del individuo. La felicidad misma se ve
condicionada por maneras de hablar y expresar conceptos ya formulados por la administración de
la sociedad, poseen una carga semántica ya definida y no permiten pensar, ni analizar, ni
profundizar libremente en ellos. Ya el lenguaje no posee una carga ontológica ni universal, sino
que todo ya está dicho y escrito. Así, entonces, no hay un pensamiento libre, sino totalmente
condicionado por las aparentes libertades que ofrece la sociedad y que se limitan al bienestar
estereotipado que debe procurar todo individuo en ella.

En sus conclusiones se plantea una negación total a todo lo que existe: la administración, la
burocracia, y la democracia, la técnica y la propaganda debe desaparecer para poder instaurar una
sociedad coherente con el desarrollo humano. Es una especie de revolución, en la que el ser
humano debe rebelarse de todo lo que ya está instaurado: desde los desgraciados, los pobres, los
excluidos, hasta los desocupados y oprimidos. Todos deberían unirse para negar total y
socialmente lo que existe.

El anticristo
En el Anticristo, Nietzsche intentaría dar la vuelta a la concepción del cristianismo que se tenía a
finales del siglo XIX. Si bien en dicha obra el filósofo alemán sentencia como lo “bueno” la voluntad
de poder y lo “malo” como la debilidad o delegación de la voluntad de poder, siendo la falta de
desarrollo en la voluntad de poder de cada individuo la renuncia a la libertad y, por lo tanto, la
ausencia de libertad se debe, en primera instancia, a que el concepto del dios cristiano es
corrupto. Para Nietzsche, el dios del cristianismo contradice la vida porque calumnia el “más acá”
y promete un “más allá” que salve de la vida mundana y de su sufrimiento. Este dios, cuyo pathos
o esencia principal es la compasión, ha sido inventado tras el falseamiento que sufrió la historia de
Israel en la medida en que Yahvé pasó de ser la conciencia del poder a ser aquel ente que se
vengaría de los desobedientes. Cuando el dios de Israel ya no pudo salvar a su pueblo, en vez de
acabar con dicho dios, se le resignificó inventando el pecado, es decir, la desobediencia como mal
mayor; pero los dioses son invenciones de los pueblos y, muy especialmente, de sus sacerdotes
espirituales, por lo que la desobediencia a Dios significa, en última instancia, la desobediencia al
sacerdote. El poder pasó de los guerreros de Israel a sus sacerdotes. De ahí que “Dios perdona a
quien hace penitencia —dicho claramente: a quien se somete al sacerdote”. Jesús de Nazaret es
uno de esos “[…] instintos sacerdotales que ya no soporta al sacerdote como realidad” y que,
como también sucede a lo largo del Antiguo Testamento, intenta poner fin a la corrupción y tiranía
llevada a cabo por los sacerdotes, pero con una diferencia: introduce la “buena nueva”.

Felicidad paradójica
El vivir mejor se ha convertido en una pasión de masas. Hemos entrado en una nueva etapa del
capitalismo: hemos entrado en la sociedad de Hiperconsumo. Nace un homo consumericus de
tercer tipo, un turbo consumidor desatado, con gustos imprevisibles, al acecho de experiencias
emocionales nuevas y de mayor bienestar, de calidad de vida y de salud, de marcas y de
autenticidad, de inmediatez y de comunicación

La felicidad paradójica a través de una reflexión histórica en la que el autor marca tres etapas en el
desarrollo de la sociedad contemporánea. El primer ciclo queda caracterizado, en opinión de
Lipovetsky, por una sociedad que entra en el consumo de masas en torno a 1880 y termina con la
Segunda Guerra Mundial. Son los años de la expansión de la producción a gran escala y de la
puesta a punto de las máquinas de fabricación continua que producen bienes destinados a que
duren mucho tiempo. En torno a 1950 es cuando se inicia el nuevo ciclo histórico de las economías
de consumo. En esta segunda fase, en terminología de Lipovetsky, la capacidad de producción
aumenta tanto que se genera una mutación social que da lugar a la aparición de “la sociedad de
consumo de masas”. Se abren supermercados, hipermercados, centros comerciales y, aunque de
naturaleza básicamente fordiana, el orden económico se rige ya parcialmente según los principios
de la seducción y de lo efímero. En este periodo se vienen abajo las antiguas resistencias culturales
y se expande la sociedad del deseo.

En la fase tres, la vida de las sociedades desarrolladas no hace sino acumular signos de placer y
felicidad. En este estado de cosas la civilización consumista promete felicidad y evasión de los
problemas. La producción de bienes se centra en las personas, como es el caso del teléfono móvil.
Las culturas de clase se erosionan, se hacen menos legibles y la pertenencia a un grupo social no
determina los modos de consumir. Sin embargo -y ahí aparece la paradoja anunciada en el título
de esta obra- el hiperconsumista se vuelve desconfiado e infiel. Ya no sigue sólo a una marca,
ahora entra en Internet y compara, analiza, reflexiona y orienta sus deseos hacia lo que más le
gratifica.

Por desgracia, el hiperconsumista se apoya tanto en sus emociones que éstas no acaban nunca de
ser satisfechas y la experiencia de la decepción asoma (el análisis de la decepción ocupará el
próximo libro, de inmediata aparición, de Lipovetsky) y atenaza a distintas capas de la sociedad.
Jóvenes violentos, ancianos desprotegidos o inmigrantes son colectivos sobre los que el autor
reflexiona. Desde ese análisis y desde los excesos del hedonismo del capitalismo de consumo
Gilles Lipovetsky se atreve a predecir una mutación cultural que revise la importancia de los goces
inmediatos y contenga el frenesí consumista.

El diálogo Yo-Tú
Se desarrolla en forma explicativa la propuesta teórica de Buber, partiendo de su contexto
histórico en el cual se exalta una visión utilitarista del mundo, lo cual, de acuerdo con la
experiencia de nuestro autor, lleva como consecuencia una deshumanización de las relaciones
entre las personas. Se recupera su concepto de diálogo, desde la dimensión del Yo-Tú y se
ejemplifica con casos concretos. Aborda y fundamenta la importancia de la palabra y la
interrelación, como condición básica para la existencia del ser humano, dándole su respectiva
importancia a la reciprocidad al momento de pretender el encuentro. A su vez, se expone el lugar
que le corresponde a la relación utilitarista en la dimensión humana. Una vez desarrollado el
panorama teórico que nos ofrece nuestro autor, se entrecruza dicha propuesta con el problema
de la interacción entre culturas diferentes, a fin de buscar estrategias de acción para la generación
de un diálogo entre sujetos de culturas y sociedades diferentes.

Los siete saberes necesarios para la educación del futuro


El primer objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos de la capacidad para
detectar y subsanar los errores e ilusiones del conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a
convivir con sus ideas, sin ser destruidos por ellas.
Su configuración fundamental es la capacidad de plantear y de resolver problemas. Quiénes
somos es una cuestión inseparable de dónde estamos, de dónde venimos y a dónde vamos. Es
necesario introducir en la educación una noción mundial más poderosa que el desarrollo
económico: el desarrollo intelectual, afectivo y moral a escala terrestre. Pero, no sólo para percibir
mejor los problemas, sino para elaborar un auténtico sentimiento de pertenencia a nuestra Tierra
considerada como última y primera patria. El siglo ha derruido totalmente la productividad del
futuro como extrapolación del presente y ha introducido vitalmente la incertidumbre sobre
nuestro futuro. La educación debe hacer suyo el principio de incertidumbre. Navegamos en un
océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certezas, no viceversa. Los
grandes enemigos de la comprensión son el egoísmo y el etnocentrismo. Enseñar la comprensión
significa enseñar a no reducir el ser humano a una o varias de sus cualidades que son múltiples y
complejas. La verdadera comprensión exige establecer sociedades democráticas, fuera de las
cuales no cabe ni tolerancia ni libertad para salir del cierre etnocéntrico. Además de las éticas
particulares, la enseñanza de una ética válida para todo el género humano es una exigencia de
nuestro tiempo. Y aquí surge el deber ético de enseñar la democracia. Esta implica consensos y
aceptación de reglas democráticas, pero también necesita diversidades y antagonismos.

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